Capítulo 28 – El final
22 de octubre de 2025, 10:38
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Capítulo 28 – El final
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Jacob Black se sostuvo la nariz con sorpresa. Esa gata salvaje lo había noqueado de un puñetazo en plena cara. La miró asombrado.
—Eres un maldito imbécil, Jacob Black —soltó Bella con rabia.
Jacob solo parpadeó, luego giró hacia su hermana mayor y dijo:
—Me llamó imbécil.
Rosalie hizo una mueca y se encogió de hombros.
—¿Y? Fue generosa.
Edward llegó junto a su esposa y soltó una carcajada.
—Bella, siempre logras sorprenderme —dijo mientras la abrazaba con una mano.
Luego llevó a Jacob hasta una banca junto al granero, lo hizo sentarse, le ató las manos a la espalda y lo dejó amarrado al banco.
—¡TYLER! —gritó Edward.
Tyler corrió hasta su lado.
—¿Patrón?
—Toma un caballo y ve al pueblo a buscar al sheriff. Dile que traiga escolta para prisioneros. Quiero que este imbécil, como mi esposa lo llamó tan acertadamente, se vaya de mi propiedad esta misma noche.
Edward se quedó vigilando personalmente a Jacob hasta que el sheriff llegó. Ya era bien entrada la noche.
Mientras tanto, Lauren y Bella se apresuraban para poner todo en orden. Encontraron los caballos de Jacob, Rosalie y Edward, los llevaron hasta el corral, les quitaron las sillas, los alimentaron y les dieron agua, al igual que al resto del ganado.
La pobre Kate tenía un aspecto lamentable y a Bella le dolía imaginar por lo que Edward la había hecho pasar para volver a casa tan rápido. Le dio una ración extra de grano.
Después de ordeñar las vacas, las mujeres abrieron las contraventanas de la casa, encendieron las lámparas y prepararon algo de comer. Durante todo ese tiempo, Boy no se separó de su madre. Se aferró a su falda y se negó a soltarla.
Rosalie insistió en sentarse en la banca junto a su hermano. No se movió ni habló. Simplemente se quedó allí, como si estuviera asegurándose de que, a partir de ahora, todo saliera bien. Tal vez también era su forma de hacer duelo.
Bella les llevó algo de cenar y comieron en silencio. Rosalie alimentó a su hermano, ya que Edward se negó a desatarle las manos.
Solo hablaron una vez.
—No me habrías disparado, Rosie.
—Al igual que tampoco habrías robado el collar de mamá ni todo el dinero que teníamos para jugarte el rancho como si fuera tuyo, ¿verdad, Jacob?
Él no volvió a decir palabra. Solo agachó la cabeza y esperó a que el sheriff viniera a llevárselo.
Los Crowley habían acostado a su hijo hacía rato; el pequeño había tenido un día muy difícil. Edward opinó que seguramente el niño jamás volvería a romper una regla en su vida. Después de acostarlo, Lauren volvió a la cocina donde Bella seguía trabajando.
—Estoy tan feliz de que Boy esté bien, Lauren. Sé que tu corazón se rompía cuando Jacob lo tenía.
—Nunca había tenido tanto miedo, señora Bella. Pensé que el señor Jacob iba a matarlo ahí mismo, delante de mis propios ojos.
Los ojos de Lauren se llenaron de lágrimas y Bella dejó caer el trapo que estaba usando para abrazarla.
—Saca eso de tu mente, Lauren. Boy está a salvo y bien. Y la única amenaza a nuestra paz está amarrada junto al granero esperando a que el sheriff se lo lleve a la cárcel.
—Es curioso cómo trabaja la mente, señora Bella. Todo lo que podía pensar mientras Jacob Black tenía a Boy era que nunca llegaría a crecer y estar a la altura de su nombre si moría ahora.
—¿Estar a la altura de su nombre? ¿No se llama Boy?
Lauren la miró como si estuviera chiflada.
—¿Y quién llamaría a su hijo «Boy» para toda la eternidad? Solo lo llamamos así porque su nombre era demasiado grande mientras está chiquito.
—Entonces, ¿cuál es su «nombre grande»?
—Pues Abraham Ulysses Jefferson Robert Crowley.
Bella se quedó pasmada.
—Vaya que es un nombre grande. Aunque es una combinación bastante inusual.
Lauren sonrió y explicó:
—Verá, los Crowley son de Georgia y los Mallory somos de Pennsylvania. No queríamos que la guerra volviera a empezar, así que lo nombramos por ambos bandos.
Bella asintió. Tenía sentido, de algún modo.
Unas horas más tarde, Charlie Forks llegó con una partida de seis hombres para hacerse cargo de Jacob Black. Fue un procedimiento sencillo. Pusieron a Jacob sobre su caballo y lo escoltaron hasta Bear Valley para encerrarlo en la cárcel.
Edward y Bella se quedaron de pie viendo cómo se alejaban todos. Rosalie fue con ellos, ya que su rancho quedaba de camino. Bella la invitó a pasar la noche, pero Rosalie quería estar en casa cuando Emmett regresara.
Lauren y Tyler tampoco se quedaron despiertos mucho tiempo después de que el sheriff se marchara. Al parecer, necesitaban su propio consuelo en la privacidad de su dormitorio.
Finalmente, Edward y Bella tuvieron tiempo a solas. Edward la acompañó por los escalones del porche y la guio hasta el columpio. Era una noche hermosa, las estrellas brillaban con intensidad y la luna casi había alcanzado su plenitud. Tal vez sería la última luna llena que podrían disfrutar desde su columpio antes de que llegara el clima frío.
Edward se sentó junto a Bella y la rodeó con el brazo para que ella pudiera apoyar la cabeza en su hombro.
—Qué día hemos tenido —suspiró ella.
—Ni siquiera sé por dónde empezar, mi amor —dijo él. Ya habían compartido los eventos del día, aunque solo por partes—. Estoy tan agradecido de que todo haya salido como salió —ella se acurrucó más contra él—. Ojalá, con Jacob finalmente en la cárcel, no tengamos que preocuparnos por eso nunca más.
Bella asintió en señal de acuerdo.
—Pero hay algo que no entendí del todo, Bella.
—¿Qué cosa?
—¿Cómo hizo Jacob para no verte mientras leías en el campo de trigo? Desde su caballo, seguramente habría podido verte.
Bella había omitido contarle algunos detalles del día.
—Bueno, yo… uhm… verás, Edward, mesubíalárbol —dijo todo de un tirón.
Él soltó una risa.
—¿Subiste a ese roble enorme? ¿No tuviste miedo de caerte?
—No. Es un árbol fácil de escalar, con ramas anchas. No estaba en peligro. Leer desde el suelo era muy caluroso, y allá arriba la brisa era deliciosa.
Una arruga de preocupación apareció entre sus cejas.
—¿No estás disgustado porque trepé ese árbol, verdad? Sé que no es muy… propio de una dama.
—Bella, estoy tan agradecido de que lo hayas hecho. Si no hubieras estado allá arriba, quién sabe cómo habría terminado este día.
La estrechó aún más.
—Bella, no sé qué haría sin ti.
Se quedaron en silencio, cómodos en los brazos del otro, escuchando a los grillos y a alguna que otra ave nocturna.
La luna bañaba el campo con su luz plateada. Era una escena serena y hermosa, y Edward se sentía completamente en paz.
Pero a Bella le vino un pensamiento. Miró esa gran luna plateada y sacó cuentas.
Entonces, sonrió.
Se giró, poniéndose de rodillas frente a Edward.
—¿Te gusta esa luna, Edward?
—Sí. Es hermosa, y está casi llena, así que puedo ver también a mi hermosa esposa bajo su luz.
Ella se inclinó, rodeó su cuello con los brazos y acercó su rostro al de él.
—A mí también me gusta esa luna, por todas las razones que dijiste… y por una más.
Él le sonrió, curioso, esperando a que continuara.
—Porque, mi amor, la luna está llena… y creo que yo también. Puede que esté encinta otra vez.
Su sonrisa fue de pura alegría. La atrajo para besarla, y pronto ella estaba sentada sobre sus piernas, y la luna y todo lo que auguraba quedaron olvidados.
Sabían que habían encontrado su hogar el uno en el otro: un vaquero y su esposa por correspondencia.
Fin
Nota de autora: Los Crowley nombraron a Boy en honor a los presidentes y generales principales de ambos bandos en la Guerra Civil estadounidense: Abraham Lincoln y Ulysses S. Grant por la Unión; Jefferson Davis y Robert E. Lee por la Confederación.
Nota de la traductora: A ti, que amaste esta historia, te pido que vayas a la historia original y agradezcas poder leerla en español. El enlace lo encuentras en mi perfil y en mi grupo de Facebook. ¡Gracias por el apoyo! Nos leemos en el epílogo.