ID de la obra: 557

MVP

Het
R
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 312 páginas, 119.719 palabras, 30 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 5

Ajustes de texto
. CAPÍTULO 5 . —Hombre, hoy estás de un humor de perros —me dijo Jake, guardando una novela en el estante mientras yo me burlaba de la pareja de aspecto feliz en la portada. —El romance es para tontos. —Puse los ojos en blanco—. ¿Felices para siempre y todo eso? —Resoplé—. ¿Y qué esperabas? ¡Te dije que anoche apenas dormí! —No sé por qué pierdes el sueño por los problemas de relación de mierda de otra persona. Jake se encogió de hombros. —¡No puedo evitarlo! ¿Y si se divorcian? Quiero decir, eso haría que me resultara muy difícil quedarme allí, ¿no? ¡No quiero trabajar en medio de todo ese drama! ¿Y si Alice se da cuenta de que sé lo que ha estado haciendo? ¿Y si me despide? —Entonces encontrarás un nuevo trabajo —respondió Jake—. ¿Y por qué das por sentado automáticamente que se divorciarán? Quiero decir, creo que este tipo de cosas pasan todo el tiempo con la gente de clase alta; aventuras y esas cosas. ¡Diablos, incluso podrían tener una de esas relaciones abiertas, por lo que sabes! Sé a ciencia cierta que he visto fotos de Edward de pie junto a todo tipo de mujeres diferentes en eventos y cosas así. ¡Ni siquiera sabía que estaba casado! —Bueno, no es que muestren información sobre la vida personal de los jugadores en las tablas de clasificación durante un juego ni nada por el estilo —murmuré—. Pero eso no me parece correcto. Me siento sucia por haber visto a Alice y a ese tipo juntos. ¡Ni siquiera pude mirar a Edward a la cara antes de salir de casa esta mañana! —Lo miraría a la cara tan a menudo como pudiera —dijo Jake riendo—. Ese hombre es puro sexo. —¡Concéntrate! —le advertí a mi amigo. —Solo digo. No me importaría ser el encargado de cuidar su bate. —Jake guiñó el ojo—. Está bien. Ahora en serio. Si estás tan molesta por todo esto, deberías hablar con Alice. Sé sincera y dile que no te sientes cómoda con la situación. —No puedo hacer eso —negué con la cabeza. —Bueno, entonces anímate y mantén la profesionalidad. Esta señora no es tu amiga, es tu jefa. Lo que ella haga y con quién se meta no es asunto tuyo. —Supongo… —Estás ahí para ocuparte de la casa, ¿no? —preguntó Jake, caminando hacia el frente de la tienda—. Así que hazlo. Haz tu trabajo lo mejor que puedas. Si esos dos realmente están pasando por mucho en sus vidas personales, probablemente necesiten tu ayuda más de lo que crees. Tu trabajo debería ser tu prioridad número uno. No tuve que preocuparme por evitar a Alice. Ella ya no estaba cuando regresé a la casa, pero Edward, de muy mal humor, estaba ciertamente presente. —¡No encuentro mis malditos calcetines! —Edward atravesó la cocina pisando fuerte—. ¿Señora Waters? ¡Le he pedido repetidamente que guarde mis malditos calcetines en un lugar donde pueda encontrarlos el día del partido! —Deberían estar en el cesto de la ropa sucia —escuché que respondía la ama de llaves, sin sonar para nada molesta por la voz levantada de Edward. —Perdón por interrumpir —dije desde la puerta. Edward giró sobre sus talones con el ceño fruncido. Di un paso hacia atrás, golpeada con toda la fuerza de su expresión furiosa—. S-solo me preguntaba a qué hora te irás esta noche. —Ya llego con unos treinta minutos de retraso. —Edward frunció el ceño—. ¿Y dónde diablos has estado? —Alice me dijo que te gusta estar solo cuando estás en casa —le expliqué—. Fui a ver a Jake a su tienda. —¿Jake? ¿Es el chico que conocí en tu apartamento? Estabas sentada en su regazo. —Sí —asentí—. Ese es Jake. Es dueño de una librería en el Loop... —Sabes que no puedes traer a tus amigos aquí, ¿verdad? —preguntó Edward con un tono cortante—. Está en el acuerdo de privacidad. No quiero que traigas gente a mi casa a menos que yo haya dado mi aprobación primero. —Sí, lo sé —le dije, cruzando los brazos sobre el pecho—. Por eso fui a verlo durante mi tiempo libre. El calendario que pusiste en mi teléfono decía que no me necesitarían hasta las 3:00, y hablé con la señora Waters antes de irme. —Bueno... Necesito ir al estadio para practicar más bateo. Anoche fue un completo desastre y nuestro entrenador quiere que estemos allí más temprano hoy. ¡No puedo encontrar mis malditos calcetines! —gruñó Edward con fuerza antes de salir furioso de la habitación, todavía murmurando malas palabras en voz baja. —¡Guau! —exclamé—. ¿Siempre es así? —Empezaba a entender por qué él y Alice tenían una relación tensa. —A veces, especialmente después de que el equipo pierde —dijo la señora Waters encogiéndose de hombros—. Anoche perdieron siete a cinco. Y él está molesto porque no puede encontrar sus calcetines de la suerte. —¿Calcetines de la suerte? —Esos chicos que juegan al béisbol... —La señora Waters suspiró y sacudió la cabeza—. ¡Todas esas supersticiones! Edward tiene calcetines de la suerte. ¡Y ese cabello! —¿Su cabello? —pregunté. —No lo cortará —dijo, poniendo los ojos en blanco—. No en toda la temporada. Esa es parte de la razón por la que se ganó su apodo. —¿Cuál es? —El león —dijo sonriendo—. Su pelo crece largo y desgreñado, y el color... —Sonrió—. Ahh. Pero este león no muerde. No tengas miedo, corderito. —La señora Waters sonrió—. ¡Solo ten cuidado con ese rugido! —Dejaré mis libros nuevos abajo y luego te ayudaré a buscar esos calcetines, ¿de acuerdo? —Está bien, Bella. ¡Gracias! Fui a mi habitación y dejé mi nuevo material de lectura en la estantería antes de ponerme ropa más fresca. El aire acondicionado no funcionaba en mi camioneta y el día ya estaba tan caluroso que me sentía sudorosa y asquerosa después de conducir. Acababa de subirme un par de pantalones cortos hasta las caderas cuando alguien llamó suavemente a la puerta de mi habitación. Suponiendo que la señora Waters había venido a buscarme, corrí hacia la puerta y la abrí. En lugar de ver a la amable ama de llaves, me sorprendió ver a Edward de pie en el pasillo. Tenía el pelo mojado, como si acabara de ducharse, y su camisa de vestir estaba desabotonada, dejando al descubierto el ligero vello que cubría su amplio pecho. Sin darme cuenta, mis ojos recorrieron el hueco de su camisa, lo que me permitió ver un atisbo de unos abdominales muy bien definidos y un tentador rastro de pelo que llegaba hasta la línea de su cintura. Desesperada por no ser sorprendida mirando a mi jefe, parpadeé y rápidamente miré su rostro. ¡Maldita sea, pero el hombre era demasiado guapo para mi propio bien! —¿Puedo ayudarte? —pregunté, aclarándome la garganta para ahuyentar el tono entrecortado que acababa de adoptar. —Esperaba que pudiéramos hablar un momento —dijo—. ¿Puedo entrar? —Está bien —murmuré, haciéndome a un lado para que pudiera pasar junto a mí en la estrecha puerta. Sentí que mis mejillas se sonrojaban cuando me rozó el costado al pasar, e inhalé un maravilloso y picante olor del jabón que acababa de usar. Olía tan increíble como se veía. Eso no era bueno. De hecho, toda la habitación parecía encogerse alrededor de su imponente presencia. No debería molestarme tanto que estuviera en mi habitación privada... pero lo hizo. Me sentía consciente de él de maneras que sabía que no debería, especialmente cuando Edward se agachó para sentarse en el borde de mi cama. —Alice hizo un buen trabajo aquí —observó Edward—. Se ve bien. ¿Estás cómoda? No en este momento, pensé para mis adentros. —Sí, es genial. Gracias. —Asentí—. Dudo que hayas venido aquí solo para ver la decoración... —Lo siento —Edward se rio entre dientes y sacudió la cabeza mojada, mirando hacia su regazo—. Tienes razón. Quería disculparme por mi comportamiento en la cocina. Lamento que hayas tenido que lidiar con eso. —No soy yo quien merece la disculpa. ¿Siempre gritas y maldices a tu personal de esa manera? —pregunté antes de pensar. Edward me miró, claramente sorprendido de que lo hubiera reprendido por la forma en que le hablaba a su ama de llaves. —No le estaba gritando ni maldiciendo —dijo Edward, avergonzado—. Solo me estaba desahogando. —Ah, ¿eso fue lo que pasó? —respondí sarcásticamente, levantando una ceja interrogativamente. —Escucha, paso la mayor parte de mi tiempo con jugadores de béisbol profesionales —explicó Edward—. Jugamos duro. Hablamos duro. La gente que trabaja para mí está acostumbrada a eso. —Decidí no discutir. En cambio, crucé los brazos sobre el pecho y esperé a que Edward continuara—, pero tienes razón. Trabajaré en ello mientras estoy en casa. También me gustaría disculparme por haberte regañado por no estar aquí. —Edward miró hacia abajo—. La señora Waters me dijo que tenías todo en orden esta mañana. La ropa estaba lavada a tiempo. No estaba pensando con claridad en el calor del momento... Y, por supuesto, tienes derecho a tiempo libre. —Gracias —asentí—. ¿Encontraste tus calcetines de la suerte? —Justo donde me dijo la señora Waters que estaban. —Edward parecía avergonzado—. Estaba frustrado. Ya le pedí disculpas. —Bien —asentí. Noté que los ojos de Edward habían bajado varios centímetros por debajo de mi barbilla y me di cuenta, avergonzada, de que la forma en que había cruzado los brazos sobre el pecho parecía como si estuviera subiendo mis pechos para exhibirlos bajo la camiseta sin mangas que llevaba puesta. Luché contra el impulso de ocultar mi escote con la mano y bajé los brazos a los costados. Edward parpadeó y apartó la barbilla rápidamente, ahorrándome la vergüenza al fingir que no se había dado cuenta. No iba a intentar explicar por qué estaba vestida de manera tan informal. Alice me había dicho que estuviera cómoda y que no tenía un código de vestimenta. Como si Edward pudiera criticar, de todos modos. ¡Él era el que estaba sentado en mi cama con su camisa blanca almidonada abierta hasta la cintura! Me lamí los labios y también desvié la mirada. —De todos modos… —Edward se aclaró la garganta en voz baja—. Solo quería hablar contigo sobre algunas cosas antes de irme. —¿Por ejemplo? —Ladeé la cabeza mientras lo miraba. —Me gustaría que tuvieras siempre contigo el teléfono del trabajo —dijo, bajando las cejas mientras adoptaba un tono profesional—. Alice tiene razón. Me gusta estar solo cuando estoy en casa, pero eso no significa que tengas que desaparecer. Lo que quiero decir es que no deberías sentirte obligada a salir de casa. ¡Esta es tu casa durante los próximos meses y es un lugar lo suficientemente grande para todos nosotros! —Está bien. —Me encogí de hombros. —Aun así, cada vez que tengo un juego o un compromiso, considérate disponible. Habrá momentos en que mi horario cambiará y necesitaré que estés de acuerdo con eso. La Sra. Spreckles era muy flexible. A veces, las cosas se ponen locas por aquí. —Está bien. —Le hice un pequeño gesto con la cabeza. Mi sueldo era más que suficiente para compensar ese inconveniente. —Y… sé que se supone que tienes libre este sábado, pero Alice está organizando un picnic para algunos de mis compañeros de equipo antes de que nos vayamos a Pittsburgh. Puedes decir que no, pero te agradeceríamos mucho que te unieras a nosotros. —¡Ah! Um… Bueno… —Significaría mucho para Alice si estuvieras allí. —Edward sonrió—. Mis compañeros de equipo son como una familia y ella cree que deberías conocerlos a todos, ya que, ya sabes, ahora también formas parte del equipo local. —Claro, Edward. Me aseguraré de estar aquí —respondí, aceptando torpemente la invitación. —Gracias —dijo sonriendo ampliamente. Su expresión genuinamente feliz transformó su ya hermoso rostro en algo que me dejó un poco aturdida. Bajé la mirada y jugué con el dobladillo de mis pantalones cortos, sintiéndome nerviosa. —Um… ¿Si eso es todo? —Sí —Edward finalmente se puso de pie—. Perdón otra vez... por mi mal carácter... arriba. —No te preocupes por eso —sacudí la cabeza—. Lo único de lo que tienes que preocuparte es de salir y vencer a esos Brewsters esta noche, ¿de acuerdo? —¿Señorita Swan? —¿Sí? —Son los Brewers. Jugaremos contra los Brewers. —Oh, lo siento —dije, sintiendo que mis mejillas ardían una vez más. —¿Lo vas a ver? —Trataré. —Alice me dijo que aún no has visto ningún partido. —Lo haré. —¿Cuándo? —Esta noche. ¡Ahora, vete! —Con un resoplido, agarré el brazo de Edward y lo giré frente a mí, empujándolo hacia la puerta. Oh, Dios mío. El hombre tenía la complexión de una pared. Me froté la mano en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos como si pudiera quitarme de la palma la sensación de su hombro firme y musculoso. Y cuando miré de reojo para ver a Edward salir por el pasillo, me di cuenta de que la vista desde atrás era casi tan buena como la del frente. Dios, ayúdame. Tal vez debería ponerme el traje de baño. Un chapuzón refrescante en la piscina sonaba cada vez más atractivo a cada segundo. *Aprendiendo béisbol* Términos que puede que aparezcan en esta traducción en español o en inglés. Puedes ver una explicación más ampliada en mi grupo de Facebook: Agencia de traducciones de EriCastelo Un recogedor de bates (Batboy / Batgirl) es la persona responsable de manejar y organizar los bates de los jugadores de un equipo. Sus principales funciones incluyen recoger los bates después de que un jugador en la ofensiva haya conectado la pelota y alcanzado una base, además de asegurarse de que el área del equipo esté siempre ordenada y lista para el juego. *~*~ Las reseñas son mejores que los calcetines de la suerte. ¡Deja una! ~*~*
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)