ID de la obra: 557

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planificada Mini, escritos 312 páginas, 119.719 palabras, 30 capítulos
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Capítulo 13

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. CAPÍTULO 13 . Al día siguiente, me mantuve ocupada. Admito que también me permití hacer mi buena cuota de berrinches internos, pero había muchas cosas que hacer en la casa para mantener mi mente ocupada. Llené tanto mi agenda que ni siquiera tuve tiempo de ver el partido de béisbol de Edward en la televisión. Eso no tuvo absolutamente nada que ver con el hecho de que seguía con sentimientos heridos. ¿Después de ese día? Fue cuando llegaron las flores. Cuando la furgoneta de la floristería se detuvo frente a la casa de Edward para hacer una entrega no programada, por un momento me sentí casi satisfecha. Así que parecía que Edward estaba tratando de disculparse. ¿Inspirarían unas bonitas flores a que lo perdonara? Mi primer instinto fue aceptar la entrega y tirarla directamente a la basura. No tardé mucho en darme cuenta de que necesitaría un basurero muy, muy grande. El repartidor iba y venía de su camión. Habían pedido trece docenas de rosas: rojas, blancas, durazno, rosas; hermosas rosas de tallo largo acomodadas en arreglos elegantes en jarrones. Me sentí un poco abrumada por el tamaño del gesto hasta que Alice se detuvo detrás de la furgoneta del florista y subió los escalones del porche, frunciendo el ceño al ver la exhibición en el vestíbulo. —Edward metió la pata. —Alice puso los ojos en blanco. Abrí la boca sorprendida mientras la miraba, sorprendida por su comentario. ¿Edward le había contado a su hermana lo que había pasado entre nosotros? ¿O era esto otro ejemplo del extraño don de Alice para saber cosas?—. Esto no está bien. —¿No? —pregunté. —No. —Negó con la cabeza—. Le dije específicamente que debía empezar a pedir arreglos semanales. Ahora que casi todas las habitaciones están amuebladas, las flores frescas harán que la casa se sienta más acogedora, ¿sabes? —Oh. —Sentí cómo mi ánimo se desplomaba. Resultaba que las flores no eran para mí, después de todo. —¿Y quién llena su casa con tantas rosas? Queremos que el lugar se sienta hogareño. Ahora mismo, parece que alguien murió. Por dentro, creo que yo morí un poco. —Me encargaré del pedido —le dije—. Mandaré arreglos más apropiados la próxima semana. —Gracias a Dios que estás aquí. —Alice sonrió—. Es obvio que Edward no tiene ni idea sobre cosas como esta. Ella no tiene ni idea. Alice y yo pasamos el resto de la tarde planeando para un tipo diferente de entrega que llegaría el viernes. Una pared en el sótano, en la cueva de Edward, iba a ser equipada con una gran vitrina de vidrio hecha a medida. Alice había contratado a alguien que trabajaba para el Museo del Salón de la Fama de los Cardinals para que viniera y colocara los objetos más preciados de Edward en la vitrina una vez que las estanterías estuvieran ensambladas. Ayudar a Alice a coordinar la llegada de los camiones de entrega y supervisarlo todo iban a ser mis principales prioridades ese día. El clima lluvioso del viernes combinaba con mi estado de ánimo. Traté de animarme, pero no podía sacudirme esa sensación general de melancolía que me rodeaba. Supongo que me había dado suficiente tiempo para aceptar que Edward no era la única persona con la que estaba molesta. Estaba molesta conmigo misma. Mientras veía cómo se construía la vitrina de Edward, me sentía casi insensible. Había estado obsesionada durante semanas con Edward Cullen. Me había repetido una y otra vez que era una mala idea pensar en mi jefe de forma romántica. Había hecho una lista mental de todas las razones por las que no debería ni siquiera considerarlo. Sin embargo, cuando Edward fue el que actuó lógicamente y se retiró de lo que podía ser una situación muy complicada, yo simplemente perdí el control y reaccioné de manera exagerada. Tal vez era Edward quien merecía una disculpa. O quizás la mejor manera de seguir adelante era concentrarme más en mi trabajo y menos en mi jefe. Como estaban las cosas, me había permitido desviarme del camino. ¡La señora Spreckles definitivamente no habría tenido estos problemas! —¿Sigue lloviendo? —le pregunté a Alice, quien acababa de acompañar al curador del museo al sótano. —Como diría Jasper, como si estuviera orinando en una bota. —Alice hizo una mueca—. Pero meteremos las cosas por el garaje. Lo que me recuerda, el equipo de transporte ya está aquí, así que necesitamos sacar tu camioneta. —Mis llaves están en el gancho junto a la puerta —le dije. Ya me sentía mejor solo por haber recuperado un poco de enfoque. Tomé un paño suave y ayudé a limpiar los estantes de vidrio para que el curador pudiera empezar a trabajar. Me interesaba mucho ver cómo se desempacaban las piezas de la colección de Edward de varias cajas y se colocaban cuidadosamente en la vitrina. El curador llevaba guantes y trataba cada objeto, por más simple que pareciera, como si fuera una pieza de museo. —Ese es el primer guante de béisbol de Edward —señaló Alice—. Doc se lo dio cuando jugaba en el equipo de verano en La Push. ¡Mira qué pequeño es! —¿Todos estos objetos tienen valor de colección? —pregunté, curiosa al ver la pequeña gorra de béisbol que colocaron junto al guante. —No. —Alice negó con la cabeza—. Bueno, tal vez algún día. Algunas de estas cosas le fueron regaladas a Edward, y otras las compró en subastas. Edward es del tipo sentimental, así que tiene sus cosas viejas mezcladas en la colección. Guarda recuerdos más que inversiones. Planea darle todo esto a Jackie algún día. —Eso está genial. Para el sábado, me sentía bien. No excelente, pero bien. Estaba emocionada por ver a mis amigos en la fiesta de cumpleaños de Ben y ya había decidido que absolutamente no iba a hablar de mí misma, de Edward Cullen ni de nada que pudiera desviar la atención de Ben en su día especial. Incluso me sentía optimistamente contenta al enterarme de que algunos de los padrinos de boda de Ben estarían en la fiesta, incluido el primo soltero que Angela había considerado presentarme en algún momento. Todavía no sentía que necesitara una cita para la boda, pero un poco de coqueteo inofensivo podría ser justo lo que necesitaba para recuperar mi confianza. Mi orgullo femenino había recibido un golpe fuerte, así que no había razón para no mantener una mente abierta. Para prepararme para la noche, me recogí el cabello después de la ducha para que se secara con ondas y me tomé el tiempo de aplicarme una mascarilla de arcilla. Quería verme lo mejor posible cuando llegara a la fiesta. Desafortunadamente, así era como me veía cuando mi teléfono sonó con mi primera solicitud de videollamada de Edward. Mi dedo se detuvo sobre el botón para aceptar la llamada. ¿No era mi suerte que Edward quisiera hacer una videollamada justo cuando tenía la cara cubierta de esa pasta verde? Pero apreté los dientes y me recordé a mí misma que no importaba cómo me veía al hablar con mi jefe. Con un suspiro, respondí la llamada. —¡Guau! ¡Hola! —La pantalla se llenó con el rostro y el torso desnudo de Edward. No era justo. Estaba sentado frente a su portátil abierta, secándose el cabello mojado con una toalla mientras me sonreía. Evidentemente, él también acababa de salir de la ducha, pero a diferencia de mí, Edward lucía tan increíble como siempre. —¿Quién eres tú y qué le pasó a la señorita Swan? —La hemos llevado con nuestro líder. —Rodé los ojos. —Pareces un alienígena. —Edward se rio—. ¿Día de spa? —Más o menos. —Me encogí de hombros—. Me estoy preparando para ir a la fiesta de cumpleaños de Ben. ¿Hay algo que necesites? —¿Ben? Lo conocí, ¿verdad? —Correcto. —Asentí—. Está comprometido con Angela. —¿Ya le compraste un regalo? —No. —Fruncí el ceño. ¿A qué venía tanto interrogatorio?—. He estado algo ocupada por aquí. Pensaba comprarle algo de camino a la fiesta. —Puedo hacer que le envíen boletos para un juego de béisbol, si quieres. —La simple oferta de Edward me hizo fruncir aún más el ceño. —Gracias, pero está bien. No quisiera molestar... —No es ninguna molestia. Solo me tomaría una llamada rápida, y se los harían llegar. —Edward, de verdad... —Negué con la cabeza. —Hablando de entregas —me interrumpió—, por eso quería hacerte una videollamada. Quería saber cómo va la entrega que llegó ayer. —Todo está aquí, y es perfecto. —Sonreí. —Qué alivio. —Edward asintió—. ¿Puedo verlo? —Claro, espera un momento —le dije. Me levanté de la silla en mi habitación y llevé el teléfono a un lado mientras caminaba por el pasillo—. Aquí tienes. —Sostuve el teléfono firme en mi mano y giré la cámara, moviéndola lentamente de un lado a otro para que Edward pudiera ver bien sus objetos de colección en su nueva vitrina de vidrio. »¿Ves? —pregunté, girando la cámara hacia mí misma—. Alice dice que todo está exactamente como lo querías. —Se ve genial, Bella, pero no estaba preocupado por esas cosas. Quería ver el auto. —¿El auto? —El que entregaron ayer. ¿Aún no lo has visto? —Edward frunció ligeramente el ceño. —Alice no mencionó nada sobre un auto que hayan entregado. —Lleva tu teléfono al garaje —me instruyó Edward. Frunciendo el ceño, subí las escaleras que llevaban al garaje. Y ahí estaba, un auto plateado nuevo y reluciente estacionado allí. —Un momento —murmuré, presionando un botón para abrir las puertas del garaje. —Es un Mercedes-Benz Clase E —escuché decir a Edward a través del teléfono—. ¿Te gusta? —Caminé hacia el auto, girando sobre mí misma para mirar el camino vacío afuera. —Edward —dije, sosteniendo el teléfono con una mano que empezaba a temblar—. ¿Dónde está mi camioneta? —El equipo de transporte se la llevó ayer. —Edward sonrió. Desconcertada, me quedé inmóvil por un momento, sin parpadear ni respirar. Edward podría haber visto cómo la sangre subía a mi cabeza si mi cara no estuviera cubierta con una mascarilla de arcilla seca. —¿Qué hicieron? —Finalmente hablé entre dientes, tratando de no gritar al rostro de Edward en mi pantalla—. Tú… Tú… —¡Sorpresa! —Edward sonrió ampliamente. Si hubiera podido lanzar mi teléfono al otro lado del patio y herirlo, lo habría hecho. —¡No tenías ningún derecho a deshacerte de mi camioneta! —Me diste permiso. —Edward frunció el ceño. —¡Claro que no lo hice! —Sí lo hiciste —insistió Edward—. La otra noche, cuando estábamos sentados en el sofá viendo las grabaciones de los juegos, te dije que, si algo no me gustaba, era mi responsabilidad intentar arreglarlo, ¡y tú estuviste de acuerdo! —Creo que se dijeron muchas cosas en ese sofá esa noche. —Le lancé una mirada fulminante a su rostro en la pantalla—. Y prácticamente hemos acordado que toda esa conversación fue una tontería, así que, ¿por qué crees que tenías derecho a robarte mi camioneta? ¿Dónde está? ¡La quiero de vuelta! —Sentí cómo las lágrimas llenaban mis ojos. Estaba tan enojada y molesta. —Relájate —me dijo Edward, inclinándose hacia atrás en su silla—. No la vendí ni nada. No es que pudiera conseguirte dinero por esa chatarra. —Este no es el momento, Edward —lo advertí, sorbiendo por la nariz. —No pensé que te pondrías así de molesta. —¡¿De verdad?! —Escucha. —Edward pasó los dedos por su cabello—. La envié al mejor restaurador que conozco. Créeme, vive para proyectos como este. Puedes manejar el Mercedes mientras él termina con tu camioneta, y luego te la devolverá, como nueva. —¿Estás bromeando? ¿Por qué harías algo así? —Quería hacer algo lindo por ti. —Edward se encogió de hombros—. Mientras tanto, las llaves del Mercedes están en tu llavero. Condúcelo como si fuera tuyo. —Levantó un dedo para detenerme antes de que pudiera argumentar—. Y no me des problemas por esto, Bella. Piensa en él como un vehículo de la empresa. Así puedes seguir movilizándote, y yo tengo la tranquilidad de saber que estás segura. —¿Cuándo tendré de vuelta mi camioneta? —pregunté. —No debería tardar más de un mes o algo así. —Bueno, ¿y cuánto cuesta el mecánico? ¡No estoy segura de poder pagarlo! —Yo me encargaré de la cuenta. —Edward sonrió—. Piensa en ello como un bono de fin de verano. Un regalo de despedida, pensé. Asentí lentamente mientras mordía mi labio. —Gracias —murmuré. No estaba contenta con la situación, pero poco podía hacer al respecto—. Entonces, ¿eso es todo? ¿Querías verme enloquecer en tiempo real? —También quería hablarte sobre un cambio en mis planes de vuelo —me dijo Edward entonces—. Espera. Necesito sacar el papel de mi bolso. Lo vi levantarse de su asiento y moverse fuera de la pantalla. Deben poner a esos jugadores de béisbol en hoteles realmente buenos, porque podía ver una cama grande al otro lado de la habitación, bonitas imágenes en las paredes, una mesita elegante, la puerta del baño y... ¿Victoria? Mis ojos se abrieron como platos y mi mandíbula cayó cuando vi a Victoria salir del baño y entrar en escena. Estaba envuelta en una toalla de baño blanca, y su cabello estaba húmedo y peinado hacia atrás. Caminó hacia el borde de la cama y abrió su bolso mientras hablaba, sin darse cuenta de mi presencia en la pantalla de la computadora de Edward. —¿Eddie? ¿Cuánto tiempo tengo antes de que tengamos que salir para el estadio? —Unos treinta minutos —respondió Edward desde algún lugar fuera de la pantalla. Creí que mi presión arterial se había disparado cuando vi que mi camioneta no estaba, pero eso no era nada comparado con esto. Mis manos temblaban mientras apuraba para presionar el botón y terminar la llamada. ¿Victoria? ¿Desnuda? ¿En la habitación de hotel de Edward? Había pasado días tratando de convencerme de que Edward estaba intentando hacer lo correcto conmigo. No quería mezclar negocios con placer. No podíamos tener una relación porque trabajábamos juntos, pero de alguna manera estaba bien que compartiera la ducha con Victoria. Me sentí enferma. Me incliné hacia adelante, colocando las manos sobre mis rodillas, y respiré profundamente. ¿En serio? ¿Necesitaba más pruebas después de esto? Me sentí tan estúpida. Mi teléfono comenzó a sonar en mi mano justo cuando lo dejé caer sobre el escritorio de mi habitación. Me negué a contestar la llamada de Edward. Estaría en casa el domingo. Podría hablar conmigo entonces. En su lugar, fui al baño para lavarme la arcilla de la cara y prepararme para una noche fuera. Todavía hervía de rabia cuando me detuve frente a la acera de mi antiguo apartamento dos horas después. —No quiero escucharlo —dije, regañando a Jake al escuchar cómo silbaba mientras revisaba el Benz. —Bonito auto. —Auto de la empresa —murmuré—. En serio, no estoy de humor para hablar de eso. —¿Y para qué sí estás de humor? —Tequila. —Me encogí de hombros, finalmente sonriendo un poco mientras levantaba la bolsa que contenía la botella que había comprado como regalo de última hora para Ben. Jake se rio y pasó su brazo sobre mis hombros, guiándome hacia adentro. —Tú, Bells, eres la mujer perfecta. Recuérdame otra vez por qué nunca me casé contigo. —¿Porque eres gay? —Oh, cierto. —Jake asintió—. Hablando de eso, mi cita debería llegar pronto. Estoy ansioso por que lo conozcas. —¿Ya no sales con Tony? —Tony dijo que soy viejo y aburrido. —Eso es porque Tony es prácticamente una bola de discoteca. Tienes que dejar de salir con chicos de discoteca y empezar a salir con adultos. —Pero era tan guapo… —Jake suspiró con nostalgia. —¡Oh, por Dios, Bells! —Ben me levantó en un abrazo gigante y me hizo girar en círculos apenas entré al apartamento—. ¡No lo puedo creer! ¡El mejor regalo de cumpleaños de la historia! —Es solo Cuervo. —Reí mientras apartaba el cabello de mi rostro. —¿Cuervo? —preguntó Angela, tomando la bolsa de regalo de mi mano—. ¿También trajiste tequila? —¡Estoy hablando de los boletos para el béisbol! —Ben sonrió ampliamente—. Me volví loco cuando apareció un tipo con traje todo formal. ¡Pensé que era una citación! —Llegaron hace como treinta minutos —asintió Angela. Cerré los ojos. Al parecer, Edward iba en serio con lo de enviar un regalo por mensajero. —¿Boletos para el palco del comisionado? ¿Estás bromeando? —¿Eso es bueno? —pregunté. —No puedes estar más cerca del dugout sin sentarte en las piernas de los jugadores —asintió Jake—. ¡Guau, Bells! Supongo que vale la pena tener contactos, ¿no? —Fue idea de Edward. —Levanté las manos. —¿Edward Cullen me envió boletos? —Ben gritó emocionado y levantó el puño—. ¡Ahora solo tengo que decidir a quién llevar conmigo! —¡Oye! —Angela le dio un golpe en el brazo juguetonamente—. Si no estoy sentada en ese asiento elegante a tu lado, ¡la boda se cancela! Sam, la cita de Jake, resultó ser un gran tipo. Trabajaba como enfermero en un hospital cercano y podía tomar shots de tequila como si nada. Además, tenía un humor increíble y claramente estaba muy interesado en Jake, lo que me hizo feliz por mi amigo. Encajaba perfectamente con nuestro grupo, y terminé pasándola de maravilla en la fiesta. Tuve que insistir riendo en que me detendría después de dos tragos, especialmente cuando llegó el primo de Ben, Mike. No sé qué estaba pensando Angela. Mike parecía un atleta pretencioso salido de una película de John Hughes. Con su cabello rubio platinado, shorts pastel de rayas y camisa de golf, no me habría sorprendido si su nombre fuera Biff o Chaz o algo igualmente ridículo. Supongo que no era terrible físicamente, si te gustaba el estilo de un muñeco Ken, pero definitivamente no era mi tipo. Lamentablemente, creo que yo sí era el tipo de Mike. Era un coqueto exagerado e intentaba impresionarme hablando de su portafolio de inversiones y un reciente viaje de buceo a Belice. Angela notó que no estaba interesada y me dedicó una sonrisa de disculpa mientras murmuraba «lo siento» desde su asiento junto a Ben en la mesa. Yo simplemente me encogí de hombros y bebí mi agua. No tenía intención de dejar que Mike se convirtiera en un error borracho del que me arrepentiría más tarde. Con saber que tendría que pasar tiempo con él en la boda ya era suficiente para hacerme gemir internamente. No quería herir sus sentimientos, pero definitivamente no estaba interesada en ser su cita. Cuando la fiesta se animó y todos comenzaron a bailar, decidí que era mi señal para irme. No tenía ganas de lidiar con Mike, quien estaba en medio de la improvisada pista de baile, fingiendo que era un pescador tratando de atraparme con una caña invisible. —Sí… Perdón por mi primo. —Ben parecía avergonzado—. No sé qué le pasó. Antes era bastante agradable. —Él cree que todavía lo es —me reí—. Lo siento mucho, pero tengo que irme. Edward llega mañana por la mañana, así que tengo que trabajar temprano. —Asegúrate de agradecerle por enviar esos boletos, ¿sí? —Por supuesto —asentí. —Distraeré a Mike con mi Whip/Nae Nae (4) mientras te escabulles escaleras abajo —dijo Ben con una sonrisa conspirativa. Pero no estaba hecha para ser sigilosa. Mientras bajaba apurada por las escaleras estrechas, resbalé y me torcí el tobillo. Habría caído por la mitad de la escalera si Sam no hubiera estado allí para atraparme. —¡Ay! ¡Mierda! —me quejé, cojeando un poco mientras Sam me ayudaba a ponerme de pie. —¿Estás bien? —Creo que solo me torcí el tobillo —negué con la cabeza. Sam me ayudó a llegar al sofá, donde apoyó mi pie sobre la mesa de centro con un cojín debajo. Revisó mi tobillo, que empezaba a hincharse, y asintió. —Creo que tienes razón sobre el esguince. —Tiendo a tropezar mucho —murmuré—. Maldición. —¿Qué está pasando? —preguntó Mike entrando a la sala, seguido de Jake, Angela y Ben. —Yo… —dudé, sin querer explicar que había arruinado mi intento de despedida irlandesa—. Necesitaba ir al baño, pero me resbalé en las escaleras. —¿Otro esguince? —preguntó Angela con conocimiento de causa, y asentí. —Solo necesita CARNE —dijo Sam. —¿Comida a domicilio? —preguntó Mike, sentándose junto a mí en el sofá. Fruncí el ceño. —CARNE: Comprensión, Aplicar frío, Reposo, No mover y Elevación —explicó Sam. —¡Oh! Bueno, puede descansar en mi habitación —sugirió Mike—. ¡Está justo al final del pasillo! —¿Su habitación? —Miré a Angela con los ojos abiertos como platos. —Bueno, en la habitación de invitados. —Mike se encogió de hombros. —¿Mi habitación es la de invitados? —pregunté. —¿Es tu habitación? —Mike parecía complacido—. ¡Mucho mejor! Ya estás cómoda allí. No me importa compartir. —¡Un momento! —Angela levantó las manos como si dirigiera el tráfico—. Primero, Bells, sigue siendo tu habitación, pero no es como si la estuvieras usando. Mike, simplemente… no. Sam, tengo un vendaje de comprensión en el baño. —Mike, ve a buscar un poco de hielo —ordenó Ben. Apenas su primo dejó el espacio junto a mí, Ben se sentó. —Siento haber causado tanto alboroto en tu fiesta —murmuré, apoyándome contra el hombro de Ben. —No es una fiesta hasta que Bells se rompe algo. —Ben se rio—. Un brazo, una pierna… —¡Para! —me reí y lo empujé con el codo. —Si quieres quedarte, le diré a Mike que le toca dormir en el sofá —ofreció Ben. —De verdad tengo que irme —negué con la cabeza. —¡No puedes manejar así! —señaló Angela. —Yo la llevaré a casa —sugirió Jake—. Sabes que muero por manejar ese auto nuevo. Sam puede seguirme y traerme de regreso después. Con un plan listo, dejé que Sam y Jake me ayudaran a bajar hasta el auto. —¿Sería mucho pedir que Sam te espere al final del camino? —le pregunté a Jake. —No. ¿Por qué? —Edward tiene esta regla de que no puedo invitar a gente a su casa sin permiso. Sam parece muy agradable, pero no lo conozco muy bien, ¿sabes? —Está bien. —Jake se encogió de hombros. Fue a hablar con su cita antes de subirse al asiento del conductor junto a mí—. ¡Devolvamos al pájaro herido a su nido! Jake conocía la zona donde estaba viviendo, así que solo tuve que indicarle los caminos privados que llevaban a la propiedad de Edward. —¡Guau! —exclamó Jake mientras se recostaba en su asiento—. Este lugar es jodidamente hermoso. —Lo sé, ¿verdad? —Sonreí—. Hogar, dulce hogar, por el resto del verano. No sé cómo me acostumbraré otra vez a un pequeño apartamento. —Caray. Creo que su garaje es más grande que mi casa. —Jake sonrió—. ¿Quieres que meta el auto? —Mejor no. —Hice una mueca—. Podemos dejarlo aquí afuera, y luego subiré los escalones de la entrada. —No con ese tobillo. —Jake negó con la cabeza—. Vamos. Esta noche tendrás tratamiento completo de princesa. No me quejé cuando Jake insistió en cargarme a cuestas por las escaleras de ladrillo. No estaba segura de poder subirlas sola. Una vez que llegamos a la parte superior de la terraza, sin embargo, dudé. —¿Tienes una llave? —Tengo un código —le dije. —Ah, protocolo de seguridad. Probablemente necesitas que mire hacia otro lado o algo así, ¿verdad? —Lo siento —murmuré, inclinándome para darle un beso en la mejilla—. Has sido increíble esta noche, Jake. ¿Te he dicho últimamente que te quiero? Las manos de Jake apretaron mis piernas para evitar que me cayera cuando ambos nos sobresaltamos al escuchar la puerta abrirse ruidosamente justo frente a nosotros. Edward estaba en el umbral, absolutamente fulminante. Su traje estaba arrugado, la corbata torcida y su cabello estaba despeinado como si hubiera estado pasándose las manos por él durante horas. Y parecía absolutamente furioso. —¡Oh! —Los hombros de Jake se relajaron bajo mis brazos—. ¡Casi me matas del susto, amigo! —¡Te aseguro que no es nada comparado con el miedo de pensar que alguien está intentando entrar en tu casa a las dos de la mañana! —Edward casi escupió las palabras, y sentí ganas de esconderme detrás de Jake, donde aún me aferraba a mi amigo como un mono. —Jake me trajo a casa desde la fiesta de Ben —ofrecí, tratando de aliviar la tensión que irradiaba de Edward—. No podía caminar, así que… —¿No puedes caminar? —Bueno, no… —Yo me encargo. —Edward avanzó, y antes de que pudiera protestar, sentí que Jake soltaba mis piernas mientras Edward me levantaba en brazos al estilo novia—. Puedes pedir un taxi en la garita de seguridad. —Mi auto está al final del camino de entrada —las palabras de Jake se cortaron cuando Edward entró en la casa y cerró la puerta con un golpe usando el pie. —¡Eso fue increíblemente grosero! —exclamé—. ¡Bájame! —Oh, no. —La mandíbula de Edward estaba tan tensa que podía ver cómo un músculo se movía en su mejilla—. Si estás tan borracha que no puedes caminar, no me queda más opción que llevarte a tu habitación. —¡No estoy borracha! —repliqué, empujando con mis manos contra su pecho—. ¿Qué te pasa? —¿Qué me pasa a mí? —Edward alzó la voz—. ¡Te he dicho expresamente que no quiero invitados no autorizados en mi casa! —¡No traje a nadie a tu casa! —Aún no —gruñó Edward, bajando las escaleras con pasos firmes—. ¿Crees que no puedo ver hacia dónde iba tu pequeño espectáculo en el porche? ¡Tu jefe está fuera de la ciudad y pensaste que tú y Jake podían continuar la fiesta aquí! ¡Al demonio, si iba permitir eso! —¡¿Qué?! —Sacudí la cabeza mientras Edward abría la puerta de mi habitación y me llevaba adentro. Sin preámbulos, avanzó y me dejó caer en el centro de mi cama. Estaba tan sorprendida que me tomó un momento incorporarme y sentarme en el borde—. Estás completamente equivocado —argumenté cuando recuperé el aliento—. ¡¿Y qué haces en casa, de todos modos?! ¡Tu vuelo no debería llegar hasta mañana! —Lamento arruinar tus planes. —Edward me fulminó con la mirada—. Si no hubieras colgado nuestra llamada, habrías sabido que organicé un vuelo más temprano. —Vaya. —Rodé los ojos—. Seguro me habría quedado en esa llamada si me apeteciera ver a Victoria paseándose desnuda por tu habitación de hotel. —¿Vickie? —Edward parecía confundido—. ¡Ella no estaba desnuda en mi habitación! —¡Mentiroso! —Lo señalé con el dedo, alzando la voz por la ira—. ¡No estaba alucinando, Edward! ¡Estaba ahí mismo, en la pantalla! Y déjame decirte algo, realmente me convenciste con todo ese cuento de «no puedo salir con alguien con quien trabajo». Si cambiaste de opinión o querías rechazarme con suavidad, ¡podrías haberme dicho la verdad en lugar de mentirme! —¡No soy un mentiroso! —El rostro de Edward estaba rojo, y sus manos estaban apretadas a sus costados—. No dije que Victoria no estaba en mi habitación. Dije que no estaba desnuda. —¡Estaba en una toalla! —grité—. ¡Es lo mismo! —¡¿Y quién te crees que eres para cuestionarme?! —Edward rugió—. ¡Cuando claramente acabo de interrumpir tu sesión de copas nocturnas con tu novio! «¡Te quiero, Jake!» —Edward batió las pestañas y me imitó con una voz aguda que me hizo agarrar una almohada y lanzársela. —¡Jake no es mi novio! —gruñí entre dientes. —Toda la evidencia apunta a lo contrario. ¿Novio? ¿Compañero sexual? No me importa. —Edward se encogió de hombros, bajando inmediatamente el tono de su voz. Su rostro adoptó una expresión pétrea e impasible—. Realmente no me interesa lo que hagas ni con quién, pero no lo harás bajo mi techo. —¡Fuera! —Levanté el brazo, señalando la puerta, y salté de la cama—. ¡Sal de mi habitación ahora mismo! —Apenas puse peso sobre mi tobillo adolorido, hice una mueca y me volví a sentar—. ¡Ay! ¡Mierda! ¿Te puedes ir ya? —Sentí lágrimas acumularse en mis ojos, y supe que no era solo por el dolor. Edward lo notó y dio un paso hacia mí. —¿Qué pasa? —¿Qué pasa? —gemí, frotándome el tobillo con cuidado. Los ojos de Edward se agrandaron al bajar la mirada y ver el vendaje en mi pie—. Tú… Tú… —solté un resoplido—. Solo vete, ¿quieres? —No me iré hasta que me digas qué ocurrió —dijo Edward—. Cristo, Bella. No me di cuenta de que estabas lastimada. —No te das cuenta de muchas cosas —respondí, dejando escapar otro gemido. Cuando Edward se arrodilló frente a mí y tomó suavemente mi tobillo entre sus manos, su gesto tierno fue más de lo que podía soportar. Las lágrimas escaparon de mis ojos, y las limpié con enojo con las puntas temblorosas de mis dedos—. Te dije que no estaba borracha. Jake me trajo a casa porque me resbalé en la fiesta y me torcí el tobillo. Es un esguince. —¿Estás segura? —preguntó Edward, toda su ira reemplazada por preocupación—. ¿Has visto a un médico? —No, pero la cita de Jake es enfermero. Sam me lo vendó. —¿Jake no era tu cita? —El cambio en su humor fue tan rápido que apenas pude seguirle el ritmo. —¿No acabo de decir eso? —bufé. —¿Y ella está segura de que es solo un esguince y no está fracturado? —Él está seguro —murmuré. —¿Perdón? —Él. —Rodé los ojos—. Sam, el enfermero, es un hombre. —¿La cita de Jake era un hombre? —¿Tienes algún problema con eso? —pregunté, sintiéndome inmediatamente a la defensiva. —¡Para nada! —Edward negó rápidamente con la cabeza—. Pensé… pensé que tú y Jake eran pareja. Solo estoy un poco sorprendido. —Es solo un esguince leve. —Aparté mi pierna de su toque—. No podía conducir, así que Jake me trajo a casa. Sam lo estaba esperando al final del camino para llevarlo de regreso a la fiesta. Y no tenía intención de invitar a ninguno de los dos a la casa. Conozco tus reglas, Edward. Observé cuidadosamente la expresión de Edward mientras cambiaba. Por un momento, juraría que lucía aliviado, pero al instante siguiente, parecía casi enojado de nuevo, decidido. —¡A la mierda las reglas! —dijo Edward, negando con la cabeza. —¿Cuáles? —pregunté, aún insegura de dónde aterrizó su humor. —Todas. No tuve tiempo de parpadear antes de que Edward levantara las manos y tomara mi rostro. Lo siguiente que supe fue que su boca estaba presionada contra la mía. No había confusión en esto. Edward me estaba besando. Oh, cómo había soñado con esto una y otra vez. Solté un suspiro, y Edward aprovechó mis labios entreabiertos para profundizar el beso. Instintivamente, mis dedos se aferraron a las solapas de su chaqueta, acercándolo más. Edward se inclinó hacia adelante, siguiendo mi dirección, y apoyó su cuerpo entre mis rodillas. Un gemido profundo escapó de su garganta, y ese sonido me sacó de mi momento de delicioso delirio. Espera un minuto. Espera. Un. Minuto. Me aparté de nuestro beso, sacudiendo la cabeza de un lado a otro. Mis manos soltaron su chaqueta y presionaron sus hombros, alejándolo. Cuando abrí los ojos, vi que sus mejillas estaban maravillosamente sonrojadas y sus ojos verdes, brillantes y vidriosos. Abrí la boca, mirándolo, y me asombré de la fuerza que me tomó no tirarlo de nuevo hacia mis brazos. Pero no. —¿No? —Edward preguntó, frunciendo el ceño. ¿Había dicho esa palabra en voz alta? —No puedes hacer esto, Edward —dije, negando con la cabeza—. No es justo. —¿Qué no es justo? —preguntó Edward, inclinando un poco la cabeza con una sonrisa torcida y seductora. Quería tirar la cautela al viento y volver por más, pero no podía. —Te dije que no jugaras conmigo —susurré—. Tal vez tengas una chica esperando por ti en cada ciudad, Edward Cullen, pero no puedo ser eso para ti. No estoy hecha para eso. —No quiero que lo seas —Edward negó rápidamente con la cabeza—. Nunca esperaría eso de ti. —¡Y, aun así, estabas con Victoria ayer! —Fruncí el ceño, alejándome de él—. Lo siento, pero no. ¡Puaj! —Empujé su pecho otra vez al pensarlo—. ¡No! —Victoria voló para coordinar la rueda de prensa después del juego —dijo Edward, poniéndose de pie y retrocediendo para darme espacio—. No iba a estar en la ciudad lo suficiente como para conseguir su propia habitación, así que me pidió usar la mía para arreglarse. Trabajamos juntos y nos conocemos bien, así que accedí. Eso es todo. —Edward se cruzó de brazos—. He hecho cosas en mi vida de las que no estoy particularmente orgulloso, pero, Bella, que te quede claro: no soy un mentiroso, y no aceptaré que me acusen de serlo otra vez. —Bien —dije, echando mi cabello hacia atrás—. Pero no puedes culparme por pensar lo peor. Alice me dijo que tú y Victoria solían salir. —Y no hay duda de que a Vickie le encantaría que eso volviera a suceder. —Edward se encogió de hombros—. Pero ya le dije que no va a pasar. —Eso es correcto. No sales con personas con las que trabajas. —¿No acabamos de decidir que nos desharíamos de esa regla? —¿Lo hicimos? —susurré, odiándome a mí misma por lo fácil que la esperanza se extendía en mi pecho. Sentí la mirada de Edward como un roce cuando lentamente dejó que sus ojos recorrieran mi cuerpo. Me estremecí y mordí mi labio inferior cuando fijó su mirada, hambriento, en mi boca. —Esto va a complicar mucho las cosas —murmuró Edward. —Se supone que debo hacerte la vida más fácil —me atreví a esbozar una pequeña sonrisa—. Ese es mi trabajo. —Trabajo. Claro —Edward parpadeó y sacudió la cabeza ligeramente, como si intentara despejarse de un aturdimiento. Lo vi dar dos pasos hacia atrás y meter las manos en los bolsillos delanteros mientras fruncía el ceño. Inmediatamente, temí que volviera a levantar un muro entre nosotros—. Hablando de trabajo —dijo—, mi grupo de caridad se reúne mañana en la mañana. Es por eso que llegué temprano a casa. Me gustaría que estuvieras allí. —Está bien —asentí, sintiendo una especie de entumecimiento colarse en mi cuerpo por lo fácilmente que Edward había cambiado de tema. —Estarán aquí a las 8:00, que es en unas cinco horas, así que creo que ambos deberíamos descansar un poco. —Probablemente tienes razón —le dije. Tratando de recomponerme, enderecé los hombros. Edward pasaba del calor al frío tan rápido que no estaba muy segura de dónde me encontraba con él en ese momento. Lo mejor que podía hacer era tratar de mantener la compostura—. Edward, sobre ese… ese beso… —tropecé con mis palabras—. No tiene por qué cambiar nada, ya sabes, si no quieres que lo haga. —Lo cambia todo —Edward desechó mi sugerencia y sonrió con cansancio—. Pero no creo que este sea el mejor momento para explorarlo, Bella. Acabo de llegar de una serie muy dura de tres juegos y estoy exhausto. Tú necesitas descansar ese tobillo. Ahora mismo no puedo pensar en nada más que en cruzar esta habitación para besarte de nuevo, pero dadas las horas, creo que sería una muy mala idea. Si me acerco a tu cama otra vez, no voy a querer irme. —¡Oh! —sentí cómo mis mejillas ardían y bajé la mirada. —Lo que sí me gustaría es que aceptes cenar conmigo mañana por la noche. Ambos habremos tenido tiempo para pensar en esto, y entonces podrás decirme con qué te sientes cómoda. —Me gustaría —le dije. Edward vaciló un momento, como si estuviera tentado a reconsiderarlo, antes de alejarse y cerrar la puerta de mi dormitorio entre nosotros. Con un suspiro, me dejé caer contra la colcha de mi cama. Aunque estaba segura de que no podría dormir ni un minuto esa noche, estaba en la misma posición cuando mi alarma sonó a las 7:00 de la mañana siguiente. MVP (4) El Whip/Nae Nae es una referencia a un popular baile asociado a la canción "Watch Me (Whip/Nae Nae)" del rapero estadounidense Silento, lanzada en 2015. El baile incluye movimientos específicos conocidos como el "Whip" y el "Nae Nae", que se convirtieron en un fenómeno viral en redes sociales y eventos culturales, especialmente entre los jóvenes. Es común que se utilice esta referencia en tono humorístico o casual para describir movimientos de baile exagerados o divertidos. ~*~*Las reseñas valen más que trece docenas de rosas. ¡Deja una!*~*~
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