ID de la obra: 557

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Het
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planificada Mini, escritos 312 páginas, 119.719 palabras, 30 capítulos
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Capítulo 20

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. Capítulo 20 . Antes de que Edward se fuera nuevamente para tres juegos en Arizona, nos sentamos juntos a ultimar los detalles de lo que parecía ser su tramo más ocupado del verano. Regresaría el viernes para el primero de diez juegos seguidos en el Busch Stadium. En otras circunstancias, estaría encantada de que Edward estuviera en la ciudad tanto tiempo, pero tres juegos contra los Nationals, una serie de cuatro juegos contra los Marlins y luego otros tres contra los Dodgers lo llevarían directamente hasta el receso del Juego de las Estrellas. Su familia llegaría el sábado primero y se marcharía el día cinco, lo que le dejaría a Edward menos de una semana después para concretar los últimos detalles con su grupo LPF para su primera cena benéfica, que se celebraría durante el receso. Ah, y también estaba el pequeño detalle del Midsummer Classic. Edward tenía muchas posibilidades de ser votado para el equipo de la Liga Nacional en el Juego de las Estrellas. Si obtenía los votos, volaría a Miami para jugar el martes y luego regresaría apresuradamente a St. Louis para su evento benéfico la noche siguiente. —No podría hacer esto sin ti. —Edward negó con la cabeza y llevó nuestras manos unidas hasta su boca para besar mis nudillos. —Victoria se está encargando de todo para la cena benéfica, ¿verdad? ¿Ella ya tiene esos detalles cubiertos? —Sí. Y le pedí a Alice que ayudara con el lugar, la decoración de las mesas y las flores. Todo ese tipo de cosas. —Edward asintió—. Es excelente con eso. No permitirá que Victoria se exceda, y sé que quedará elegante. —Bien. —Presioné la goma de mi lápiz contra mi labio inferior mientras revisaba el calendario frente a nosotros—. No estoy segura de cuánto podré ayudar, pero si necesitas que eche una mano con algo, solo dímelo. —Lo único que necesito que hagas para ese evento es asegurarte de tener el día libre para ir a un salón o hacer lo que necesites para prepararte. —¿Prepararme? —Bueno, vas a ser mi acompañante esa noche, ¿no? —preguntó Edward. —¿Lo soy? —¿No te lo había pedido ya? —Edward frunció el ceño—. Mierda, Bella. Lo siento si di eso por sentado, pero pensé que ya lo habíamos dado por hecho. —Me encantaría ser tu cita. —Sonreí—. Pero voy a tener que programar un día de compras. No tengo nada apropiado para una cena formal como esa. —Lo que quieras. —Edward sonrió—. Si voy a subastar mi trasero al mejor postor, voy a necesitar tu apoyo para sobrevivir a eso. —Siempre y cuando la anciana rica que te compre entienda que tu trasero no es parte del paquete de premios. —Bromeé. —Jasper se está sometiendo a la misma humillación. —Edward rio—. Tengo a seis muchachos de nuestro equipo, y Victoria me aseguró que al menos habrá cinco equipos más representados. Estaba esperando confirmaciones de algunos más. No debería ser tan malo. —Creo que será genial. —Sonreí—. Así que eso está resuelto, y no tienes que preocuparte por nada cuando tu familia esté aquí. Tu equipo tiene todo bajo control, y yo me encargaré de que todo funcione bien en este lado. Solo tienes que concentrarte en jugar bien y en pasar tiempo con tu hijo. —Dios, eso suena bien. —Edward suspiró y se recostó contra el sofá—. ¡Lo extraño tanto! —Lo sé. —Sonreí. Aparté los papeles y me acomodé bajo el brazo de Edward, apoyando mi mano en su pecho—. ¿Has hablado con él? ¿Está emocionado por el viaje? —Sí. —Edward sonrió—. Me dijo que ahora le gustan los aviones. Eso es muy bueno. Espero poder traerlo más seguido este año. —Estoy deseando conocerlo. Oficialmente. —Sonreí—. A toda tu familia. —Todos te van a adorar. —Edward besó mi cabeza. Dios, esperaba que tuviera razón. La tarde del sábado, jugueteé con mi falda mientras caminaba de un lado a otro cerca de la puerta principal. Edward había enviado un auto a recoger a su familia en el aeropuerto, sabiendo que nuestros vehículos no serían lo suficientemente grandes para traer de vuelta a cuatro adultos, tres niños y todo su equipaje. Esperaba nerviosa junto a la puerta mientras Edward se duchaba arriba. Debido a su horario, solo tendría aproximadamente una hora para visitar a su familia antes de irse al estadio. Rogaba porque su vuelo llegara a tiempo. Ya estaba lo suficientemente nerviosa por conocerlos a todos, y no quería tener que hacerlo sola. —¡Edward! —grité por encima de mi hombro cuando vi la parte delantera de una reluciente limusina negra detenerse en la entrada—. ¡Ya llegaron! —¡Perfecto! —Escuché a Edward bajar las escaleras detrás de mí—. ¿Lista? —Lo estaré. —Me mordí el labio y alisé mi falda. No estaba segura de qué ponerme. ¿Conocer a un doctor y su esposa? Quería causar una buena impresión, pero sin ser demasiado obvia. Me puse una falda bonita, una blusa de botones y zapatos planos cómodos. Edward abrió la puerta de par en par y bajó corriendo los escalones del porche. Caminé detrás de él, dándole espacio para recibir a la familia que tanto había extrañado en los últimos meses. —¿Dónde está mi niño? —Edward preguntó, abriendo la puerta trasera de la limusina antes de que el chofer tuviera oportunidad de hacerlo. Pude ver movimientos apresurados a través de las ventanas polarizadas antes de que Edward fuera prácticamente atacado por su hijo, quien se lanzó a sus brazos. Sentí que mi sonrisa podría partirme la cara en dos al ver a Edward dar un paso atrás con Jackie envuelto a su alrededor, abrazándolo con fuerza mientras besaba su mejilla. Los delgados brazos y piernas del niño estaban enroscados alrededor de Edward, y podría haber llorado de alegría al ver el momento. Sabía que Edward sí lo hacía. Se pasó una mano por el rostro antes de finalmente colocar a Jackie de nuevo en el suelo. —¿Cómo estuvo el vuelo, amigo? ¿Te divertiste? —¡Volamos en un Boeing 737, papá! ¡Ciento setenta y cinco asientos estándar y me tocó junto a la ventana! ¡No tuve miedo! —¡Eso es genial, campeón! Edward extendió una mano hacia la mujer que salía del vehículo. Tomé una profunda respiración y me acomodé el cabello mientras la veía levantarse… y levantarse… y seguir levantándose del asiento bajo de la limusina. Sé que mis ojos se abrieron de par en par cuando finalmente pude ver bien a Esme Cullen. Era una mujer imponente. Supongo que en mi mente había imaginado a Esme como alguien pequeña y menuda, como Alice. No lo era. La señora Cullen era solo un par de centímetros más baja que Edward y tenía una figura llena de curvas. Tiró de su hijo para abrazarlo contra su amplio pecho, y Edward rio mientras hundía el rostro en su cabello ondulado, de color caramelo. —¡Suelta a mi mujer! Mis ojos casi se salieron de sus órbitas cuando vi al doctor Cullen salir del vehículo detrás de su esposa. Si la complexión de Esme me había sorprendido, creo que el padrastro de Edward lo hizo aún más. Era el polo opuesto a su esposa y no se parecía en nada a un doctor. El hombre era delgado, y cuando digo delgado, quiero decir muy delgado. Desde donde estaba, no parecía mucho más alto que yo, y habría apostado a que no pesaba más de setenta kilos empapado. Tenía el cabello rubio oscuro cortado en… ¿un mullet? Corto por arriba y más largo que los hombros en la parte de atrás. También tenía un bigote espeso de color pajizo que cubría su labio superior, y su camiseta sin mangas dejaba al descubierto un tatuaje de Bugs Bunny en la parte superior del brazo. Podía imaginármelo más fácilmente trabajando en un parque de atracciones que con bata de médico en una sala de operaciones. Edward soltó a su madre y le ofreció un abrazo al hombre más pequeño, riéndose y sonriendo mientras se reencontraba con sus padres. Parpadeé, tratando de disimular mi sorpresa al ver que dos niños bajaban del vehículo, un niño y una niña, que de inmediato empezaron a perseguirse alrededor de la limusina. —¡¿Pueden dejar de correr?! ¡Jesucristo! ¡Ustedes dos me van a hacer beber! Las palabras vinieron de una mujer que bajó del vehículo, empujando su desordenado cabello rubio hacia atrás en lo que probablemente había empezado como una coleta muy bien arreglada. Se veía agotada, y supongo que viajar con niños llenos de energía habría tenido ese efecto en ella. Se llevó las manos a la espalda baja, estirando el cuerpo y mostrando lo que evidentemente era un embarazo bastante avanzado. —A menos que me equivoque… —Edward rio—, parece que las bebidas están fuera de la ecuación otra vez, Rose. ¿Por qué no me lo dijiste? —Las bebidas hicieron que terminara en esta situación. —Un hombre rio, tomando la mano de Edward y estrechándola con calidez—. ¡Es genial verte, hermano! Queríamos dar la noticia en persona. —Ven acá. —Edward sonrió y lo atrajo para un abrazo. En altura, los dos hombres eran equivalentes, aunque el hermanastro de Edward, Emmett, tenía el cuerpo de un jugador de fútbol americano: grande y fornido—. ¿Cuánto tiempo tiene? —Apenas cinco meses. —Emmett sonrió, orgulloso—. ¡Pero ya está enorme! Creo que podrían ser gemelos. —¡Más te vale que no! —Rose le dio un manotazo a su esposo—. ¡Voy a hacer que te corten! Este bebé será el primero y último sorpresita de este tipo. ¡Eso te lo aseguro! ¿Dónde está el baño? ¡Necesito orinar! Cuando Rose se dirigió a los escalones, parecía ser la primera vez que alguien en el grupo notaba que yo estaba allí. Al menos me habían dado unos momentos para observarlos y procesar lo que estaba viendo. Este grupo de personas era muy colorido, y nada de lo que había imaginado se les comparaba. —Mamá, Doc, todos, ¡ella es Bella! —Edward sonrió al hacer las presentaciones. —Hola. —Agité una mano en un pequeño saludo torpe mientras todos empezaban a subir las escaleras hacia mí. —Enséñame dónde está el baño y seré tu nueva mejor amiga. —Rose sonrió. —Claro. —Sonreí—. Está justo al final del pasillo. —De paso, muéstrame cómo llegar al patio trasero —intervino el doctor Cullen—. Es hora de mascar tabaco. —¿Perdón? —pregunté, confundida. —Hora de ponerse un poco de tabaco en la boca. —El doctor sonrió—. ¿Skoal? —¡No te atrevas a escupir en el bonito patio de Edward! —le advirtió Esme, agitándole un dedo. —Un poco de tabaco en el labio vuelve locas a las chicas. —Se rio—. No te preocupes, mujer. Traje una botella. —Yo… —Vamos, Doc. Te llevaremos afuera. —Edward rio, alzando a Jackie para sentarlo a caballito sobre su espalda. Emmett siguió a los hombres fuera de la habitación. Me sentía atrapada en un torbellino y no podía seguirle el ritmo a todo lo que estaba pasando. Conocer a la familia de Edward no era para nada como lo había imaginado. —¡Niños, dejen de correr dentro de la casa! —Rose salió del baño y gritó justo detrás de mí, haciéndome saltar. —Oh, mírate. —Esme sonrió, tomando mi mano entre las suyas—. Tan linda como una muñeca, pero estás blanca como un papel. Espero que no te hayamos asustado. Podemos ser un grupo bastante ruidoso. —Yo… —Sacudí la cabeza y sonreí—. Solo estoy muy feliz de conocerlos. —Igualmente. —Me sonrió—. Edward nos ha hablado mucho de ti. ¡Estaba ansiosa por conocer a la mujer que lo mantiene a raya! —Oh… No sé si tanto. —Me sonrojé. —Yo sí lo sé. Pero podemos hablar de eso después. ¿Te importaría mostrarme mi habitación? Me encantaría cambiarme de ropa después del viaje. —Por supuesto. Está justo arriba. —Sonreí—. Rose, tu habitación está en la planta baja, pero si quieres, puedes acompañarnos en el recorrido. —¡Por supuesto! —Rose asintió—. Edward no nos había invitado hasta ahora. ¡Este lugar es increíble! —Alice hizo un gran trabajo terminándolo. —Sonreí. —¿Dónde está Mary Alice? —preguntó Esme—. Le dije a esa chica a qué hora llegaba nuestro vuelo. Pensé que estaría aquí para recibirnos. —Seguro llegará pronto. —Me encogí de hombros. —¿Qué tal ahora mismo? —Alice sonrió, subiendo las escaleras detrás de nosotras—. Perdón por la tardanza. Tuve que dejar a Jasper en el estadio antes de venir. ¡Oh, Dios mío, Rose! ¿Qué es eso? —Alice señaló la barriga de Rose. —Estoy cultivando una calabaza para Halloween. —Rose sonrió—. ¡Sorpresa! —Toda una sorpresa… —murmuró Alice con una sonrisa ladeada—. ¿A quién no le gustan las sorpresas? Las sorpresas son buenas, ¿cierto? —¡Mary! Giré la cabeza cuando escuché la voz de un niño y sonreí al ver a Jackie subir corriendo las escaleras con Edward siguiéndolo de cerca. Jackie abrazó a Alice por la cintura, y ella le quitó la gorra de béisbol para revolverle el cabello color cobre con las manos. —¡Hey, campeón! ¡Te extrañé! —Le estaba diciendo a Jackie que pusiste una cama en su habitación para que Grant pueda dormir ahí con él. Quería verla. —explicó Edward. Los niños desaparecieron en la habitación de Jackie, Esme entró en su cuarto para cambiarse de ropa, Alice llevó a Rosalie abajo para mostrarle dónde se quedarían ella, Emmett y Sophie durante su visita… y yo me quedé sola en el pasillo, tratando de ubicarme. —¿Bella? Me giré lentamente hacia el sonido de la voz de Edward. Estaba apoyado en el marco de la puerta de Jackie. —¿Cómo estás? —Estoy bien. —Sonreí. —¿Quieres venir un momento mientras tenemos un minuto? Asentí y me pasé una mano por el cabello, caminando para unirme a Edward. Pude ver que Jackie ya estaba sentado en el centro de su cama, abriendo una laptop frente a él. —Va a hacer una videollamada con su mamá. —me informó Edward—. Para avisarle que el vuelo llegó bien. —Okay. —Sonreí. —Jackie. —Edward llamó a su hijo—. ¿Recuerdas a Bella? Es la persona de la que te hablé. El niño no me dijo ni una palabra. Bajó la cabeza y tiró del borde de su gorra para cubrir la mitad superior de su rostro mientras miraba la pantalla frente a él. —Es un gusto verte de nuevo. —le dije—. Si necesitas algo mientras estés aquí, solo dime, ¿de acuerdo? Los dedos de Edward se entrelazaron con los míos y apretó suavemente mi mano. Le sonreí mientras ambos salíamos de la habitación. —No te preocupes si no te habla de inmediato. —No lo haré. —Me encogí de hombros—. Está bien. —¿Bella? El asombro en el rostro de Edward debió reflejarse en el mío. Ambos nos giramos de inmediato al escuchar la voz suave de su hijo. —¿Sí? —pregunté. —¿Puedo tomar algo? —Por supuesto. —Mi sonrisa me dolió en las mejillas de lo amplia que era—. ¿Jugo? ¿Agua? —Jugo. —respondió Jackie sin apartar la vista de su laptop. —¿Quieres que yo…? —Yo me encargo. —Sonreí a Edward antes de salir de la habitación para traer la bebida que Jackie había pedido. Conocer a la familia de Edward había sido un poco abrumador, pero cumplir con la pequeña petición del niño allá arriba hacía que cada gramo de estrés valiera la pena. Me apresuré a preparar su bebida, y cuando regresé a la habitación de Jackie, encontré a Edward acostado de lado junto a su hijo, que presionaba teclas en su computadora. Apoyando la cabeza en un brazo doblado bajo él, Edward me sonrió cuando entré a la habitación. —Aquí tienes tu jugo —dije, extendiéndole el vaso a Jackie. Sin mirarme, Jackie lo tomó y luego lo bajó la vista hacia él. —¿No está derretido? —preguntó. —No. —Sonreí—. Es un vaso de doble pared. Puse un poco en el congelador para ti. Mantiene tu bebida fría, pero sin hielo. —¿Qué se dice, campeón? —Edward le dio un leve codazo a su hijo. —Gracias —respondió Jackie. Pude jurar que sus ojos se alzaron fugazmente hacia mí antes de dar un sorbo a su jugo. —Los dejaré para que hagan su videollamada. —dije, saliendo de la habitación una vez más. Afuera, en el pasillo, no pude contener mi emoción y me lancé a un bailecito de celebración ridículo. Moví los brazos, balanceé las caderas y giré en círculos. Desafortunadamente, estaba en mitad de una vuelta cuando Esme salió de su habitación y me vio. Me detuve de inmediato al notar su presencia, sintiendo cómo la sangre me subía a las mejillas. —¿Qué estás haciendo, querida? —preguntó Esme. —Yo… —Bajé la cabeza para que mi cabello ocultara mi rostro antes de decidir simplemente ser honesta—. ¿Estaba haciendo un baile de felicidad? Levanté la vista cuando la escuché reír. —¿Un baile de felicidad? Me gusta. Tendrás que enseñarme algunos de esos pasos más tarde. Pero por ahora, creo que mejor me muestras dónde están los hombres. Si conozco bien a Doc y Emmett, ya deben de ir por su sexta cerveza y estar buscando algo para tirar a la parrilla en la cocina. —¡Oh! Claro. —Asentí. Esme tenía razón. Cuando salimos al patio trasero, encontramos a su esposo y a Emmett encendiendo la parrilla. Rose y Alice habían acercado unas sillas junto a la piscina, donde Sophie y Grant ya chapoteaban y nadaban en el agua fresca. Ayudé a Esme a acomodarse con las mujeres antes de acercarme a los hombres para ver si necesitaban algo. —¿Dr. Cullen? —Aclaré mi garganta—. La cocina está surtida con todo lo que puedan querer para asar. Si me dicen qué les gustaría… —¿Doctor Cullen? —Emmett resopló entre un sorbo de cerveza. —No, no. —Su padre negó con la cabeza—. Solo Doc. —Oh, lo siento. —Sonreí—. No sabía si prefería un título más formal. —No es un título. —Se alisó los lados del bigote con una mano—. Es solo mi nombre, cariño. Doc. —¿Pensaste que era un doctor de verdad? —Emmett soltó una carcajada. —Yo… no estaba segura. —Me encogí de hombros. Ahora que lo pensaba, nunca había escuchado a Edward o Alice referirse a su profesión. Siempre lo llamaban Doc, y yo había cometido el error, una vez más, de asumir demasiado. —Oh, es un doctor, sí. —Emmett rio—. Un doctor del amor. Doctor de la— —¡Emmett! ¡Deja de ser tan asqueroso! —Rose gritó desde la piscina—. ¡Vas a hacer que esta chica piense que no tienes nada de clase! —Su nombre real es Carl. —Emmett explicó entonces, luciendo de repente arrepentido—. Pero todos lo llaman Doc. —¿Cómo conseguiste ese apodo? —pregunté, interesada en conocer más sobre la familia. —Trabajaba en un equipo de boxes. —Doc me explicó—. Ahí fue donde conocí a Esme. Ella y unas amigas fueron a ver las carreras de velocidad en el autódromo, y la vi sentada en las gradas. —Parecía un conejo, corriendo de un lado a otro entre los autos en la pista. —Esme sonrió al unirse a la conversación—. Todos lo decían. —Era rápido en esos días. —Doc sonrió—. Así que me hice este tatuaje. Giró su cuerpo para mostrarme el tatuaje de Bugs Bunny en su hombro. —Ya sabes, este tipo siempre dice: ¿Qué hay de nuevo, viejo? —Todos empezaron a llamarlo Doc. —Emmett se encogió de hombros. Sonreí. La explicación sin duda aclaraba muchas cosas y explicaba la apariencia poco convencional de Doc. —¿Sigues trabajando con autos de carreras? —Autos de serie. —Sonrió—. No. Dejé eso hace años cuando ella finalmente aceptó salir conmigo. No quería estar con un hombre que viajaba todo el tiempo por trabajo. Así que conseguí empleo como mecánico con un conocido en Washington y me establecí. —Y cuando el grande de allá adentro finalmente empezó a ganar dinero, Doc abrió su propio taller. —Quería comprarnos una casa. —Esme dijo, refiriéndose a Edward—. Pero yo era feliz con nuestra casa rodante. Ese era nuestro hogar. Así que en su lugar, Edward nos compró un gran terreno, y mudamos la casa ahí. Emmett ayudó a construir el garaje de Doc en la parte trasera para que pudiera abrir su propio taller. —Ahora me dedico a restaurar autos clásicos. —Doc sonrió—. Como esa belleza de camioneta que Edward me envió. Es tuya, ¿verdad? —Silbó entre dientes—. Ha sido un proyecto hecho con amor. —¿Tú eres quien ha estado trabajando en mi camioneta? —Mis ojos se abrieron con sorpresa. —Te dije que la envié con el mejor. —Edward murmuró cerca de mi oído antes de besar mi mejilla. Me sobresalté, sorprendida de que hubiera logrado acercarse sin que lo escuchara. —No lo sabía… —Negué con la cabeza—. ¡Guau! ¿Está… casi lista? —Tengo algunas fotos. —Doc sonrió—. Te las mostraré más tarde. Está quedando muy bien. De hecho, un amigo mío ya mostró interés en ella. Si alguna vez quieres venderla, te consigo un comprador. Ya me ofreció veinticinco, pero cuando termine, sé que podrías conseguir treinta. —¿Treinta? —Mil. —Emmett rio. —¿Qué? —Abrí los ojos como platos. Apenas podía imaginar qué tipo de magia había hecho Doc para que mi camioneta valiera algo cercano a esa cantidad. Cuando Edward la envió a reparar, apenas le quedaban unos meses antes de acabar en un desguace. —Hablé con la señora Waters. —Edward pasó un brazo alrededor de mi cintura y me apretó suavemente—. Va a traer unas hamburguesas para la parrilla. También enviará el resto de la comida para el almuerzo. Solo relájate y disfruta la tarde, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Le sonreí. —Y ustedes, par de bromistas… —Edward dijo, señalando con el dedo a Doc y Emmett con una seriedad fingida—. ¡No se les ocurra compartir todas mis historias más vergonzosas! Me gustaría volver a casa y descubrir que no han logrado espantarla. —Nos portaremos lo mejor posible. —Emmett sonrió. —¡Tú ni siquiera sabes lo que es eso! —Rose puso los ojos en blanco—. No te preocupes, Edward. Nos encargaremos de ella. —De verdad tengo que irme. —Edward me sonrió. No podía explicarlo del todo. Sus ojos eran de un tono más claro de verde del que jamás había visto. Algo en él parecía casi ligero, como si flotara. Edward se veía completamente relajado, en paz, y casi podía sentir la felicidad irradiando de él en oleadas. Estar con su familia definitivamente le hacía bien—. Jackie está arriba, tomando una siesta. —Lo despertaré cuando la comida esté lista —le dijo Esme—. Si no, no podrá dormir esta noche. —Te acompaño a la puerta. —Le sonreí. Edward y yo caminamos tomados de la mano hasta su auto, deteniéndonos solo una vez para que pudiera recoger el bolso que había dejado junto a la puerta del garaje. Me recosté contra la pared cuando Edward bajó el rostro para besarme, despacio y con ternura. Suspire contra él, deslizando mis manos por la parte frontal de su gastada camiseta. Me detuve cuando se apartó y noté una ligera sombra de preocupación en la comisura de su boca. —¿Qué pasa? —pregunté. —Nada, en realidad. —Edward sacudió la cabeza—. Es solo que… te escuché hablar con Doc. Siento mucho la confusión con su nombre. No sabía que pensabas que era doctor. Te lo habría dicho… —Está bien. —Sonreí. —¿No estás decepcionada? —¿Decepcionada con qué? —pregunté. —Con… que mi familia no sea lo que pensabas que sería. Edward lucía sinceramente preocupado. Levanté mis dedos y los presioné contra sus labios, evitando que siguiera hablando. —Tienes razón. No son lo que pensaba. Son mucho más. —¿Sí? —Sí. —Asentí con una gran sonrisa—. Son mucho más. Sus hombros bajaron con la exhalación, dejando ir la tensión que aún retenía. ¿De verdad le había preocupado que su familia no me gustara? Me puse de puntillas y tiré suavemente de su rostro para darle un último beso rápido. —Gracias por permitirme conocerlos. Siento que también te estoy conociendo mejor a ti. —Lo estás haciendo. —Edward sonrió—. Esta es mi raíz, lo que soy. —Y lo que eres —dije, riendo— es alguien que está muy cerca de llegar tarde a la práctica de bateo. ¡Tienes que irte! Lo observé trotar hacia el garaje y lanzar sus cosas en la parte trasera de su auto antes de alejarse. Por dentro, me sentí profundamente honrada. Sabía que esta parte de Edward, su familia, era algo que no compartía con muchas personas. Era un privilegio, y no lo tomé a la ligera. Fue una grata sorpresa descubrir que su familia era tan sencilla y auténtica, pero al pensarlo bien, no sabía por qué habría imaginado que serían de otra manera. Alice y Edward siempre habían sido abiertos y de personalidad relajada. ¿Por qué su familia no sería igual? Días de verano, risas de niños, comida en la parrilla, conversaciones animadas y cerveza bien fría siempre crean un ambiente relajado. Al mediodía del día siguiente, recordé que la actitud despreocupada de Edward podía cambiar en un abrir y cerrar de ojos. ~*~* ¡Las reseñas son mejores que las atracciones de feria! ¡Deja una!*~*~
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