ID de la obra: 591

Jardín de los Recuerdos Olvidados

Het
R
En progreso
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Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Maxi, escritos 160 páginas, 64.255 palabras, 10 capítulos
Descripción:
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Capítulo 3

Ajustes de texto
El sol brillaba intensamente sobre los suburbios de Brisbane cuando Bandit salió de casa aquella mañana de sábado. Chilli y las niñas habían ido a visitar a sus tíos, y él aprovechó la oportunidad para hacer algunas compras pendientes. Mientras cerraba la puerta tras de sí, repasó mentalmente la lista de cosas que necesitaba: comida, un nuevo juguete para Bingo (su cumpleaños se acercaba), y algunas herramientas para el proyecto de jardinería que había estado posponiendo. "No olvides el pan," le había recordado Chilli antes de salir. Bandit sonrió, recordando cómo su esposa siempre parecía estar un paso adelante en lo que respectaba a las necesidades del hogar. "Sí ni alguna duda las mujeres son las que mejor recuerdan esos pequeños detalles", pensó Bandit mientras se dirigía al auto. Justo cuando iba a subirse a su auto salio un perro de color amarillo de su casa. Bandit por alguna razón recordaba al sujeto. Una sorpresa para el después de tantos olvidos. "¡Hey, Pat!" saludó Bandit, alzando una mano. Pat levantó la vista y sonrió. "¡Bandit! ¿Vas de compras?" "Sí, ya sabes cómo es. Si no mantenemos la despensa llena, Bluey y Bingo podrían comernos a Chilli y a mí," bromeó Bandit, aunque su risa sonó un poco forzada. Pat notó algo en la expresión de su amigo que lo hizo fruncir el ceño. Apagó la manguera y se acercó a la valla que separaba sus jardines. "¿Todo bien, amigo? Pareces un poco... preocupado." Bandit dudó por un momento, mirando hacia su casa para asegurarse de que nadie pudiera escucharlos. Luego, con un suspiro, se acercó a Pat. "La verdad es que no, Pat. No estoy bien," admitió en voz baja. Pat lo miró con preocupación. "¿Qué pasa, Bandit? Sabes que puedes contarme." Bandit se pasó una mano por el rostro, evidentemente cansado. "Es... es difícil de explicar. Últimamente he estado teniendo estos... olvidos. Pequeñas cosas al principio, ya sabes, dónde dejé las llaves, qué día es hoy. Pero ahora..." "¿Ahora qué?" presionó Pat suavemente. "Ahora son cosas más grandes," continuó Bandit. "El otro día, por un momento, no pude recordar... oh no! Ya me olvide." Pat escuchó atentamente. "Bandit, eso suena serio. ¿Has hablado con Chilli sobre esto?" Preguntó con signos de preocupación "Sí, lo acabo de hacer. Y me costo como no tienes idea". Respondió Bandit, pensando en el momento y como le habia costado hacerlo. "¿Y tú mamá y hermanos que te dijeron?" Preguntó Pat. Bandit trago saliva. Se habia olvidado decirle a su familia. Aunque a ese punto no sabía si había sido para no preocuparlos o geruinamente lo había hecho. No sabia que responderle a Pat. Aunque se expresión facial seguramente ya lo habia hecho. "¡No lo has dicho a tú madre!" Exclamó Pat, asomándose al patio delantero de los Heeles. Bandit negó con la cabeza. "No he podido. No quiero preocuparla. Además, ¿y si solo estoy exagerando? Tal vez solo sea estrés o falta de sueño." "Amigo," dijo Pat con firmeza, ¿cómo es posible que no le hayas contado esto a tus hermanos o a tus padres? No puedes dejar a tú madre y hermanos al margen de la situación de tu salud. Tienen derecho a saber lo que está pasando. Ellos podrían ayudarte, tal vez incluso hayan notado algo durante las reuniones familiares." Bandit se encogió un poco ante la mención de su familia. "Lo sé, lo sé. Es solo que... no quiero que se preocupen. Y si les digo, se volverá real, ¿sabes? Mientras solo yo lo sepa, puedo fingir que no está pasando." Pat puso una mano en el hombro de su amigo. "Bandit, escúchame. Entiendo que tengas miedo, pero mantener esto en secreto no va a hacer que desaparezca. Necesitas apoyo, y tu familia es la mejor fuente de apoyo que tienes." Bandit asintió, sintiendo el peso de las palabras de Pat. "Tienes razón. Es solo que... no sé cómo empezar esa conversación." Pat asintió comprensivamente. "No es fácil, pero es necesario. Quizás podrías empezar con uno de tus hermano. Ustedes siempre han sido cercanos, ¿no?" Bandit sonrió levemente, recordando los buenos momentos con su hermano. "Sí, tienes razón. Rad siempre ha estado ahí para mí. Y Stripes siempre me es fiel incluso con las burlas que le he hecho." "Exacto," continuó Pat. "Comienza con ellos. Luego, juntos pueden hablar con tus padres. No tienes que enfrentar esto solo, Bandit." Bandit suspiró profundamente, sintiendo como si un peso se levantara de sus hombros. "Gracias, Pat. Realmente necesitaba escuchar esto." "Para eso están los amigos," respondió Pat con una sonrisa cálida. "Y recuerda, si necesitas algo, cualquier cosa, estoy aquí al lado." Bandit asintió agradecido. "Lo aprecio mucho, amigo. Creo que llamaré a Rad esta noche." "Me parece una excelente idea," dijo Pat. "Y, Bandit, no importa lo que pase, recuerda que tienes una familia y amigos que te quieren y te apoyarán pase lo que pase." "Lo sé," respondió Bandit, sintiendo una mezcla de emociones. "Eso es lo que me da fuerzas para seguir adelante. Aunque no sé cómo se lo tomará Chilli". Pat abrió su boca con asombro. "Bandit, me acabas de decir que ya le dijiste a tu esposa". Bandit miró a Pat confundido. "¿Cuándo te dije eso?" Pat no sabía si confirmar lo que había dicho o negarlo. No sabía que era lo correcto. De todas maneras el daño ya estaba hecho. Ambos se quedaron en silencio por un momento, el peso de la conversación flotando entre ellos. Finalmente, Bandit miró su reloj y suspiró. "Bueno, supongo que debería irme. Tengo que hacer esas compras antes de que las chicas vuelvan," dijo, intentando sonar más animado. Pat asintió. "Claro, no las hagas esperar. Y recuerda, estoy aquí si necesitas hablar." "Gracias de nuevo, Pat. Eres un gran amigo," dijo Bandit, extendiéndole la mano. Pat la estrechó firmemente. "Para eso estamos. Cuídate, Bandit." "Tú también, Pat. Nos vemos luego," respondió Bandit. Con un último intercambio de miradas, ambos se despidieron. Bandit se dirigió hacia su auto, sintiéndose un poco más ligero después de compartir sus preocupaciones. Mientras subía al vehículo, vio a Pat regresando a su jardín, retomando su tarea de regar las plantas. Pat, por su parte, observó a Bandit arrancar el auto y alejarse, una expresión de preocupación aún visible en su rostro. No iba a preocuparlo a decirle que se le había olvidado que ya le había dicho a su esposa lo de su pérdida de memoria. Mientras volvía a su tarea, no pudo evitar pensar en su amigo y esperar que todo saliera bien. Bandit conducía su vehículo, por las calles de la ciudad. El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas, proyectando sombras danzantes sobre el tablero. Sus manos descansaban con familiaridad sobre el volante, siguiendo una ruta que había recorrido innumerables veces. El tráfico fluía con relativa calma, una bendición considerando que era un día laborable. A medida que avanzaba, Bandit se encontró tarareando una melodía. Era una de esas canciones pegajosas que se instalan en la mente sin previo aviso, con un ritmo que invitaba a mover la cabeza al compás. Trató de identificarla, rebuscando en su memoria entre las decenas de canciones que solía escuchar en la radio durante sus trayectos diarios. Sin embargo, por más que lo intentaba, no lograba recordar. "Debe ser una de esas canciones pegajosas que salen en la radio", se dijo a sí mismo, encogiéndose de hombros mentalmente. No le dio mayor importancia; después de todo, era común que las melodías pop se quedaran atrapadas en la mente sin razón aparente. El paisaje urbano se deslizaba a su alrededor: edificios de apartamentos, pequeños negocios locales, parques con sus árboles mecidos por la brisa primaveral. Todo parecía normal, cotidiano, parte de la rutina diaria que Bandit había establecido a lo largo de los años. Sin embargo, a medida que se acercaba a su destino, una sensación extraña comenzó a apoderarse de él. Fue a mitad del trayecto cuando Bandit sintió como si una nube hubiera oscurecido repentinamente su mente. La información que tenía planeada para ese día, los propósitos de su salida, parecían haberse desvanecido como la niebla bajo el sol de la mañana. Frunció el ceño, desconcertado por esta repentina laguna mental. Trató de hacer un esfuerzo por recordar, apretando el volante con más fuerza como si eso pudiera ayudarle a exprimir sus pensamientos. ¿Qué era lo que tenía que hacer hoy? ¿Por qué había salido de casa tan temprano? Las preguntas giraban en su mente como un torbellino, pero las respuestas seguían escurriéndose entre sus dedos mentales. "¿Qué se suponía que iba a hacer?", se preguntó en voz alta, su voz resonando en el interior del automóvil. El sonido de su propia voz lo sobresaltó ligeramente, como si no esperara escucharse a sí mismo. Una ligera ansiedad comenzó a trepar por su espalda, instalándose en la base de su cuello como un peso incómodo. Bandit respiró profundamente, tratando de mantener la calma. "Vamos, vamos", se dijo, "debe ser solo el estrés. Seguro que cuando llegue al centro comercial todo volverá a mi mente". Con esta esperanza aferrándose a su pecho, decidió continuar conduciendo. El resto del trayecto transcurrió en un estado de confusión creciente. Bandit se encontró prestando más atención a las señales de tráfico y a los nombres de las calles, como si de alguna manera pudieran darle una pista sobre su destino olvidado. Cada semáforo en rojo se convertía en una oportunidad para cerrar los ojos y tratar de visualizar su agenda del día, pero solo se encontraba con una niebla mental que se negaba a disiparse. Finalmente, el imponente edificio del centro comercial apareció en su campo de visión. Era una estructura moderna, con grandes paneles de vidrio que reflejaban el cielo azul y las nubes dispersas. Bandit sintió un ligero alivio al verlo, esperando que la familiaridad del lugar pudiera desencadenar los recuerdos que parecían haberse escondido en algún rincón de su mente. Entró al estacionamiento subterráneo, las luces fluorescentes reemplazando la luz natural del exterior. Maniobró el auto con cuidado, encontrando un espacio libre no muy lejos de la entrada principal. Apagó el motor y se quedó sentado por un momento, sus manos aún en el volante, esperando que el silencio repentino pudiera traer claridad a sus pensamientos confusos. Pero el silencio solo pareció amplificar su desconcierto. Seguía sin recordar qué era lo que había venido a hacer. La ansiedad que había estado manteniendo a raya durante el viaje comenzó a crecer, extendiéndose desde su pecho hasta la punta de sus dedos. Bandit miró a su alrededor, sus ojos recorriendo el interior familiar de su vehículo como si buscara alguna pista que pudiera ayudarle a orientarse. El asiento del copiloto estaba vacío, sin ningún bolso o lista de compras que pudiera darle una idea de su propósito. En el asiento trasero, los juguetes de sus hijas estaban dispersos, recordándole su vida familiar, pero sin ofrecer ninguna respuesta a su confusión actual. Con un suspiro de resignación, Bandit decidió salir del auto. Tal vez caminar por el centro comercial despertaría su memoria adormecida. El sonido de la puerta del coche cerrándose resonó en el estacionamiento casi vacío, haciendo eco entre los pilares de concreto. Sus pasos resonaban en el suelo de cemento mientras se dirigía hacia los ascensores. El olor a gasolina y goma se mezclaba en el aire, un aroma característico de los estacionamientos subterráneos que normalmente pasaría desapercibido, pero que ahora parecía intensificarse debido a su estado de alerta. Al entrar en el ascensor, Bandit se encontró frente a su reflejo en el espejo. Su cara no parecía de alguien que no habia dormido bien durante días. Sin embargo, había algo en su mirada, una sombra de inquietud que no recordaba haber visto antes. Las puertas del ascensor se abrieron con un suave 'ding', revelando el bullicio del centro comercial. El contraste con el silencio del estacionamiento era abrumador. Personas de todas las edades caminaban de un lado a otro, algunas con prisa, otras paseando tranquilamente, todas pareciendo tener un propósito claro, algo que a Bandit le faltaba en ese momento. Comenzó a caminar por los pasillos del centro comercial, sus ojos recorriendo las tiendas a ambos lados. Pasó frente a una librería, una tienda de electrónicos, una boutique de ropa... nada parecía despertar su memoria. La sensación de desorientación crecía con cada paso, como si estuviera caminando en un laberinto sin salida. Se detuvo frente a una juguetería, su mirada capturada por un colorido display en el escaparate. Un tren de juguete daba vueltas en un circuito miniatura, rodeado de pequeñas figuras de animales y árboles en miniatura. Por un momento, un recuerdo fugaz cruzó su mente: Bingo, tenía un cumpleaños próximamente. ¿Era esa la razón de su visita al centro comercial? Pero incluso mientras consideraba esta posibilidad, se dio cuenta de que no encajaba del todo. No recordaba haber discutido con Chilli sobre comprar un regalo para Bingo, y ciertamente no recordaba haber salido de casa con ese propósito específico. La pieza del rompecabezas que había creído encontrar no encajaba en el cuadro más grande de su confusión. Cada vez más desconcertado, Bandit sintió que necesitaba un momento para recomponerse. Sus ojos recorrieron el pasillo hasta que vio el letrero de una cafetería. El aroma a café recién hecho lo atrajo como un faro en medio de la niebla de su confusión. Entró en la cafetería, el tintineo de la campanilla sobre la puerta anunciando su llegada. El local estaba a media capacidad, con un murmullo constante de conversaciones y el sonido de tazas y platos. Bandit se dirigió a una mesa alejada, buscando un poco de tranquilidad en medio del bullicio. Una camarera se acercó con una sonrisa amable. "¿Qué le puedo servir?", preguntó, su libreta lista en la mano. "Un café, por favor", respondió Bandit, su voz sonando extraña incluso para sus propios oídos. "Negro, sin azúcar". Mientras esperaba su café, Bandit trató de hacer un recuento mental de su mañana. Recordaba haberse despertado, recordaba el desayuno con Chilli y las niñas, recordaba haber salido de casa... pero después de eso, todo se volvía borroso. Era como si alguien hubiera borrado selectivamente partes de su memoria, dejando huecos que no podía llenar por más que lo intentara. La camarera regresó con su café, el aroma rico y reconfortante elevándose de la taza humeante. Bandit agradeció con un gesto y tomó un sorbo, esperando que la cafeína pudiera ayudar a aclarar su mente confusa. Mientras bebía lentamente su café, Bandit observaba a su alrededor, estudiando a los otros clientes de la cafetería. Una pareja joven reía en una esquina, compartiendo lo que parecía ser un postre. Un hombre de negocios tecleaba frenéticamente en su laptop, una taza de café olvidada a su lado. Una madre intentaba calmar a un niño inquieto, ofreciéndole trozos de un muffin. Todos parecían tan seguros, tan anclados en sus propias realidades. Bandit se preguntó si alguno de ellos habría experimentado alguna vez esta sensación de desorientación total, esta desconexión con su propio propósito. "¿Es esto normal?", se cuestionó, "¿Le pasa a todo el mundo de vez en cuando?". Trató de racionalizar su situación. Después de todo, entre el trabajo y las responsabilidades familiares, sus días solían ser bastante agitados. Pero por más que intentaba convencerse de que todo estaba bien, una parte de él sabía que esto era diferente. No era un simple olvido, era como si una parte fundamental de sí mismo se hubiera desvanecido. Terminó su café y se puso de pie, dispuesto a seguir explorando el centro comercial. Tal vez, se dijo, si seguía caminando, algo despertaría su memoria. Pagó en la caja y salió de nuevo al pasillo principal, el bullicio del centro comercial envolviéndolo una vez más. Caminó sin rumbo fijo, sus ojos recorriendo cada tienda, cada cartel, cada rostro que pasaba a su lado. Nada parecía familiar, nada despertaba ese 'clic' de reconocimiento que esperaba. Pasó frente a una tienda de electrónicos, donde varias pantallas mostraban el noticiero local. Por un momento, se detuvo, esperando que quizás alguna noticia pudiera darle una pista sobre la fecha o algún evento importante que hubiera olvidado. Pero los titulares hablaban de política y deportes, nada que resonara con su situación actual. A medida que avanzaba, el pánico que había estado conteniendo comenzó a crecer. Ya no era solo una sensación de desorientación, sino un miedo real y palpable. ¿Y si nunca recordaba? ¿Y si este era un problema más serio de lo que pensaba? Imágenes de Chilli y las niñas pasaron por su mente, intensificando su ansiedad. ¿Qué pensarían si supieran que estaba vagando sin rumbo por un centro comercial, incapaz de recordar por qué había salido de casa? Sintió que le faltaba el aire, como si las paredes del centro comercial se estuvieran cerrando a su alrededor. Necesitaba salir, necesitaba aire fresco. Con pasos apresurados, se dirigió hacia la salida más cercana, esquivando a otros compradores y murmurando disculpas mientras avanzaba. Al cruzar las puertas automáticas, el aire fresco del exterior lo golpeó como una ola, proporcionándole un momentáneo alivio. Respiró profundamente, tratando de calmar su corazón acelerado. Pero al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que su situación no había mejorado. El entorno exterior le resultaba tan desconocido como el interior del centro comercial. Se encontraba en una plaza amplia, rodeada de edificios que no reconocía. Gente pasaba a su lado, absorta en sus propias vidas, sin notar su creciente pánico. Bandit giró sobre sí mismo, buscando desesperadamente algo familiar, algún punto de referencia que pudiera orientarlo. Pero cada dirección parecía igual de desconocida que la anterior. "¿Dónde estoy?", murmuró para sí mismo, sintiendo que su corazón latía cada vez más rápido. El pánico que había estado conteniendo comenzó a desbordarse, amenazando con abrumarlo por completo. Con piernas temblorosas, se acercó a una banca cercana y se sentó, tratando de no sucumbir al ataque de pánico que sentía avecinarse. Cerró los ojos y trató de concentrarse en su respiración, recordando las técnicas de relajación que Chilli le había enseñado una vez. Inhala, cuenta hasta cuatro, exhala, cuenta hasta cuatro. Repite. Mientras luchaba por calmarse, su mente seguía dando vueltas, tratando desesperadamente de encontrar una explicación lógica a su situación. ¿Se había golpeado la cabeza sin darse cuenta? ¿Estaba experimentando algún tipo de episodio médico? ¿O tal vez, pensó con un escalofrío, todo esto era un sueño extraño y vivido del que no podía despertar? Después de varios minutos de respiración controlada, Bandit logró calmar un poco su ansiedad. Abrió los ojos lentamente, esperando que de alguna manera el mundo a su alrededor hubiera vuelto a la normalidad. Pero la realidad seguía siendo igual de desconcertante. Se obligó a analizar su situación de manera más objetiva. Estaba perdido, eso era innegable. No recordaba cómo había llegado allí ni qué se suponía que debía hacer. Pero aún recordaba quién era. Recordaba a su familia, su trabajo, su vida en general. Eso tenía que significar algo, ¿no? Con manos temblorosas, Bandit buscó su teléfono en el bolsillo. Tal vez podría usar el GPS para ubicarse, o llamar a Chilli para pedirle ayuda. El familiar peso del dispositivo en su mano le dio un momento de alivio. Al menos tenía una conexión con su vida normal. Pero cuando desbloqueó el teléfono, se encontró con una nueva ola de confusión. No podía recordar la contraseña. Los números en la pantalla parecían burlarse de él, como si fueran jeroglíficos de un lenguaje olvidado. Frustrado, presionó el botón de inicio varias veces, esperando que algo cambiara. Fue entonces cuando el teléfono se desbloqueó automáticamente, utilizando el reconocimiento facial. Bandit parpadeó sorprendido. Había olvidado por completo que tenía esa función activada. Un pequeño destello de alivio lo recorrió. Al menos la tecnología lo reconocía, incluso si él mismo se sentía como un extraño en su propia piel. Con el teléfono desbloqueado, Bandit navegó hasta sus contactos, buscando el número de Chilli. Pero a medida que desplazaba la lista, se dio cuenta con creciente horror de que no podía recordar el número de su esposa. Lo había marcado miles de veces, era un número que debería estar grabado en su memoria. Y sin embargo, mirando la pantalla, todos los números parecían igualmente ajenos. El pánico que había logrado contener comenzó a resurgir con fuerza renovada. Bandit sintió que su corazón latía aceleradamente, como si quisiera escapar de su pecho. Un sudor frío le recorrió la espalda, y tuvo que luchar contra el impulso de levantarse y correr sin rumbo. "Tranquilo," se dijo en voz alta, su voz apenas un susurro tembloroso. "Solo necesitas ayuda. Alguien podrá indicarte cómo salir de aquí." Miró a su alrededor, buscando a alguien que pareciera amigable y dispuesto a ayudar. Sus ojos se posaron en una pareja de ancianos sentados en un banco cercano. La mujer estaba tejiendo algo que parecía ser una bufanda, mientras el hombre leía un periódico. Había algo reconfortante en su presencia tranquila, como si fueran un ancla de normalidad en medio de su caos personal. Con paso tembloroso, Bandit se acercó a ellos. Tuvo que aclararse la garganta varias veces antes de poder hablar, su boca repentinamente seca. "Disculpen," dijo finalmente, tratando de mantener la voz firme. "Me temo que estoy un poco perdido. ¿Podrían indicarme cómo llegar a la salida principal del parque?" La anciana levantó la vista de su tejido, sus ojos arrugados por la edad se llenaron de preocupación al ver el estado de Bandit. Intercambió una mirada rápida con su esposo antes de responder. "Claro, querido," dijo con voz amable. "La salida principal está justo allí," continuó, señalando un camino a la izquierda. "Solo sigue ese sendero y la verás en unos minutos. ¿Estás bien? Pareces un poco alterado." Bandit asintió, agradecido por la información y conmovido por la preocupación de la anciana. "Estoy bien, gracias. Solo un poco desorientado. Ha sido un día... extraño." El anciano bajó su periódico, mirando a Bandit con ojos perspicaces. "Hijo, ¿necesitas que llamemos a alguien por ti? No pareces estar en condiciones de andar solo por ahí." Por un momento, Bandit consideró aceptar la oferta. Pero la idea de tratar de explicar su situación, de admitir que no podía recordar ni siquiera el número de su esposa, le resultaba demasiado abrumadora. Negó con la cabeza, forzando una sonrisa que esperaba fuera tranquilizadora. "No, estoy bien, de verdad. Solo necesitaba orientarme un poco. Muchas gracias por su ayuda." Con un último gesto de agradecimiento, Bandit se alejó en la dirección que le habían indicado. Caminó por el sendero, tratando de mantener un paso normal a pesar de que cada fibra de su ser quería correr, escapar de esta situación que no comprendía. Efectivamente, tal como la anciana le había indicado, Bandit pronto se encontró en la entrada principal del parque. Un gran arco de metal con el nombre del parque se alzaba sobre el camino, marcando la transición entre el área verde y la calle urbana. Por un breve momento, Bandit sintió un destello de alivio. Había logrado llegar a algún lugar reconocible, había seguido instrucciones con éxito. Era un pequeño triunfo en medio de su confusión. Sin embargo, su alivio duró poco. Al mirar las calles que se extendían frente a él, Bandit se dio cuenta de que no tenía idea de qué dirección tomar para volver a casa. Las avenidas se ramificaban en todas direcciones, cada una tan desconocida como la otra. Los edificios, los coches estacionados, incluso el diseño de las aceras, todo parecía ajeno y extraño. El pánico, que había logrado mantener a raya momentáneamente, volvió con más fuerza. Bandit sintió que le faltaba el aire, como si el oxígeno se hubiera vuelto más denso y difícil de respirar. Se apoyó contra el arco de la entrada, tratando de no perder el equilibrio mientras luchaba por recuperar el control. ¿Cómo era posible que no pudiera recordar el camino a su propia casa? Había vivido en esta ciudad durante años, había recorrido estas calles innumerables veces. Conocía cada atajo, cada semáforo, cada bache en el pavimento. Y sin embargo, ahora se sentía como un extraño en su cuidad. Cerrando los ojos con fuerza, Bandit trató de visualizar su casa. Podía ver la fachada, el pequeño jardín delantero donde Bluey y Bingo jugaban en los días soleados. Podía imaginar la cocina, donde Chilli preparaba el desayuno cada mañana. Pero cuando intentaba ubicar esa casa en el mapa mental de la ciudad, todo se volvía borroso y confuso. Con un suspiro tembloroso, Bandit abrió los ojos y miró nuevamente a su alrededor. Tenía que hacer algo, no podía quedarse parado allí para siempre. Decidió empezar a caminar, esperando que el movimiento pudiera desencadenar algún recuerdo, alguna pista sobre cómo volver a casa. Comenzó a avanzar por la acera, sus pasos indecisos al principio, pero ganando un poco de confianza a medida que avanzaba. Pasó frente a tiendas, cafeterías y parques infantiles. Cada lugar parecía tener un aire de familiaridad, como si los hubiera visto en un sueño, pero ninguno despertaba recuerdos concretos. En una esquina, Bandit se detuvo frente a un parque infantil. El sonido de risas infantiles llenaba el aire, y por un momento, creyó escuchar las voces de Bluey y Bingo. Su corazón dio un vuelco, y rápidamente escaneó el área de juegos, esperando ver las caras familiares de sus hijas. Pero eran solo otros niños, ajenos a su drama interno, disfrutando de una tarde en el parque. La visión de los niños jugando trajo una nueva ola de ansiedad. ¿Qué estarían haciendo Bluey y Bingo ahora? ¿Se habrían dado cuenta de que algo andaba mal? ¿Estaría Chilli preocupada por su ausencia? La idea de su familia esperándolo, sin saber dónde estaba o qué le había pasado, era casi insoportable. Después de lo que pareció una eternidad de caminar sin rumbo, Bandit se detuvo, exhausto física y emocionalmente. Se encontró en una pequeña plaza, con una fuente en el centro rodeada de bancos. El sonido del agua cayendo proporcionaba un contrapunto tranquilo al caos de sus pensamientos. Se sentó en el borde de la fuente, sus piernas agradeciendo el descanso. Miró su reflejo distorsionado en el agua en movimiento, apenas reconociendo al hombre asustado y confundido que le devolvía la mirada. Trató de no sucumbir al pánico total, respirando profundamente y recordándose a sí mismo que debía mantener la calma. Mientras estaba sentado allí, tratando de recomponerse, Bandit observó a las personas que pasaban. Parejas paseando de la mano, personas apuradas hablando por teléfono, un grupo de adolescentes riendo y bromeando entre ellos. Todos parecían tan seguros, tan anclados en sus vidas. La normalidad de la escena contrastaba fuertemente con el torbellino de confusión en su interior. Mientras Bandit observaba a su alrededor, buscando a alguien que pudiera ayudarlo, su mirada se posó en una joven que paseaba a un perro. Había algo en su actitud amable y relajada que le dio a Bandit el valor para intentar pedir ayuda una vez más. Se levantó lentamente del borde de la fuente, sus músculos protestando por el tiempo que había pasado sentado en la dura superficie. Con pasos vacilantes, se acercó a la joven. Bandit se detuvo a una distancia respetuosa, consciente de que probablemente parecía un loco desorientado. "Disculpe," dijo, su voz quebrada por la angustia acumulada durante las últimas horas. "Sé que esto sonará extraño, pero... no puedo recordar dónde vivo. No puedo recordar cómo volver a casa." La joven lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. Sus ojos recorrieron rápidamente a Bandit, como evaluando si representaba algún tipo de amenaza. Pero algo en la genuina desesperación de su voz pareció convencerla de su sinceridad. "Oh, vaya," respondió ella, su voz suave y comprensiva. "Eso debe ser terrible. ¿Ha considerado llamar a alguien de su familia?" Bandit asintió, sintiéndose aún más desesperado al recordar sus intentos fallidos de usar su teléfono. "Quise hacerlo, pero no puedo recordar el número de mi esposa. Ni siquiera puedo recordar la dirección de mi casa." La preocupación en el rostro de la joven se intensificó. Frunció el ceño, claramente tratando de pensar en la mejor manera de ayudar. "Tal vez deberíamos buscar ayuda. ¿Le parece si buscamos a un policía?" La sugerencia hizo que Bandit sintiera una mezcla de alivio y ansiedad. Por un lado, la idea de recibir ayuda profesional era reconfortante. Por otro, admitir su situación a las autoridades hacía que todo pareciera aún más grave y real. Sin embargo, sabía que no tenía muchas opciones. Asintió lentamente, agradecido por la sugerencia y por la amabilidad de la extraña. "Sí, creo que sería lo mejor. Gracias... gracias por su ayuda." La joven le dedicó una sonrisa tranquilizadora. "No hay problema. Estoy feliz de poder ayudar. Me llamo Sara, por cierto." "Bandit," respondió él, aliviado de que al menos podía recordar su propio nombre. "Bandit Heeler." Sara asintió. "Bien, Bandit. Vamos a buscar a alguien que pueda ayudarnos. Creo que vi una patrulla cerca del puesto de helados en la otra esquina de la plaza. ¿Puede caminar hasta allí?" A medida que se acercaban al puesto de helados, Bandit pudo ver la patrulla estacionada cerca. Dos oficiales estaban de pie junto al vehículo, aparentemente en una pausa de su ronda. La visión de los uniformes hizo que el corazón de Bandit latiera más rápido, una mezcla de anticipación y nerviosismo. Sara se adelantó ligeramente, acercándose a los oficiales con una sonrisa amable. "Disculpen, oficiales. Tenemos una situación un poco loco. Este hombre parece estar teniendo problemas para recordar cómo volver a casa." Los policías se giraron hacia ellos, sus expresiones cambiando de relajada curiosidad a preocupación profesional. Uno de ellos, un hombre de mediana edad con una expresión amable en su rostro curtido, dio un paso adelante. "Buenas tardes," dijo, su voz tranquila y autoritaria al mismo tiempo. "Soy el oficial Johnson. ¿Puede explicarme qué está pasando, señor?" Bandit tomó una respiración profunda, tratando de organizar sus pensamientos confusos en una explicación coherente. "Yo... no puedo recordar cómo llegué aquí," comenzó, su voz temblando ligeramente. "No puedo recordar mi dirección, ni el número de teléfono de mi esposa. Es como si una parte de mi memoria simplemente... desapareciera." El oficial Johnson escuchó atentamente, su expresión se mantuvo profesional pero compasiva. Intercambió una mirada rápida con su compañero antes de volver a centrarse en Bandit. "Entiendo que está teniendo problemas para recordar su dirección," dijo el oficial con voz calmada. "¿Puede decirnos su nombre completo?" "Bandit Heeler," respondió él, aliviado de que al menos esa información permanecía clara en su mente. El oficial asintió y sacó una pequeña libreta de su bolsillo. Anotó el nombre de Bandit y luego hizo algunas preguntas adicionales: "¿Recuerda el nombre de su esposa? ¿El de sus hijos, si los tiene? ¿Su lugar de trabajo?" Bandit respondió lo mejor que pudo, sintiendo un alivio momentáneo al darse cuenta de que podía recordar estos detalles fundamentales de su vida. "Mi esposa se llama Chilli. Tenemos dos hijas, Bluey y Bingo. Trabajo como... arqueólogo." Frunció el ceño, sorprendido de que incluso ese detalle de su vida profesional pareciera borroso en su mente. El oficial Johnson anotó toda esta información y luego se comunicó por radio con la central. Después de unos minutos de conversación en voz baja, volvió a dirigirse a Bandit con una sonrisa tranquilizadora. "Señor Heeler, hemos localizado su dirección. Su esposa, Chilli Heeler, ha sido notificada y está en camino. ¿Le gustaría que lo lleváramos a la estación de policía para esperar allí?" Bandit sintió que un peso enorme se levantaba de sus hombros. La idea de que Chilli estuviera en camino, de que pronto vería un rostro familiar, era increíblemente reconfortante. Asintió vigorosamente, casi al borde de las lágrimas por el alivio. "Sí, por favor," respondió, su voz quebrándose ligeramente. "Y gracias... gracias a todos por su ayuda." Se giró hacia Sara, que había permanecido silenciosamente a su lado durante toda la conversación. "Y gracias a usted también. No sé qué habría hecho si no me hubiera ayudado." Sara sonrió amablemente. "No hay de qué, Bandit. Espero que todo se resuelva pronto." Los oficiales guiaron a Bandit hacia la patrulla. Mientras se acomodaba en el asiento trasero, una mezcla de emociones lo invadió. Alivio por haber encontrado ayuda, ansiedad por el inminente encuentro con Chilli, y una persistente confusión sobre lo que le había sucedido. El viaje a la estación de policía fue breve y silencioso. Bandit miraba por la ventana, tratando de reconocer las calles por las que pasaban, pero todo seguía pareciendo extrañamente ajeno. Era como si estuviera viendo su propia ciudad a través de los ojos de un extraño. En la estación de policía, Bandit fue conducido a una sala de espera. Los oficiales le ofrecieron agua y trataron de mantenerlo calmado, pero podían ver la angustia en sus ojos. Cada minuto que pasaba parecía una eternidad mientras esperaba la llegada de Chilli. Sentado en una silla de plástico duro, Bandit trató de ordenar sus pensamientos. ¿Cómo explicaría esto a Chilli? ¿Cómo podría hacerle entender lo que había experimentado cuando ni siquiera él mismo lo comprendía? Y más importante aún, ¿qué significaba todo esto? ¿Era un problema temporal o había algo más serio sucediendo en su cerebro? El sonido de pasos apresurados en el pasillo interrumpió sus pensamientos. Levantó la vista justo cuando la puerta se abría de golpe, revelando a una Chilli visiblemente preocupada. "¡Bandit!" exclamó ella, corriendo hacia él. Bandit se puso de pie, una oleada de emociones atravesándolo al ver el rostro familiar de su esposa. Por un momento, todo lo demás desapareció: la confusión, el miedo, la desorientación. Solo existía Chilli, su presencia un ancla en medio de la tormenta de su mente. Se abrazaron fuertemente, Chilli temblando ligeramente en sus brazos. Cuando finalmente se separaron, Bandit pudo ver la mezcla de alivio y preocupación en los ojos de su esposa. "¿Qué pasó, cariño?" preguntó Chilli, su voz suave pero llena de ansiedad. "La policía dijo que no podías recordar cómo volver a casa. ¿Estás bien?" Bandit tomó una respiración profunda, preparándose para explicar una situación que ni siquiera él entendía completamente. "Chilli, yo... no sé qué pasó. Es como si una parte de mi memoria simplemente... se hubiera borrado." Chilli escuchó atentamente mientras Bandit trataba de explicar lo sucedido, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y confusión. A medida que Bandit relataba su experiencia, desde el momento en que se dio cuenta de que no recordaba por qué había salido de casa hasta su desorientación en el centro comercial y el parque, Chilli apretaba su mano con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer si lo soltaba. "No entiendo," dijo Chilli cuando Bandit terminó su relato. "Esta mañana estabas bien. Desayunamos juntos, hablamos sobre... sobre..." Su voz se apagó y frunció el ceño, como si estuviera tratando de recordar algo importante. Bandit la miró expectante, esperando que ella pudiera llenar algunos de los huecos en su memoria. "¿Sobre qué, Chilli? ¿Recuerdas por qué salí de casa?" Chilli negó con la cabeza, pareciendo cada vez más preocupada. Antes de que pudieran discutir más sobre el tema, el oficial Johnson se acercó a ellos. "Señor y señora Heeler," dijo con tono profesional pero amable, "dado la naturaleza inusual de esta situación, recomendaría que el señor Heeler sea examinado por un médico. Podría tratarse de un problema de salud que requiera atención inmediata." Chilli asintió vigorosamente, claramente aliviada de tener un curso de acción a seguir. "Sí, por supuesto. Bandit, deberíamos ir al hospital ahora mismo." Bandit sintió una punzada de ansiedad ante la idea de más exámenes y preguntas, pero sabía que era lo más sensato. Asintió lentamente. "Tienes razón. Necesitamos averiguar qué está pasando." El oficial Johnson los acompañó hasta la salida de la estación, ofreciéndoles llamar a una ambulancia si lo consideraban necesario. Chilli declinó amablemente, asegurándole que podía llevar a Bandit al hospital en su propio coche. Mientras caminaban hacia el estacionamiento, Bandit se sintió extrañamente desconectado de su entorno. Las luces de la ciudad, los sonidos del tráfico, incluso el frío de la noche que empezaba a caer, todo parecía ligeramente irreal, como si estuviera experimentando el mundo a través de un velo. "Las niñas están con Frisky y Rad," dijo Chilli mientras se subían al coche. "Les dije que tuviste que quedarte tarde en el trabajo. No quería preocuparlas." Bandit asintió, agradecido por la previsión de Chilli. La idea de que Bluey y Bingo pudieran estar asustadas o preocupadas por él era casi insoportable. Durante el viaje al hospital, el silencio en el coche estaba cargado de tensión y preocupación no expresada. Bandit miraba por la ventana, tratando de reconocer las calles por las que pasaban, pero todo seguía pareciendo extrañamente ajeno. Chilli, por su parte, mantenía los ojos fijos en la carretera, sus nudillos blancos por la fuerza con la que agarraba el volante. Finalmente, Bandit rompió el silencio. "Chilli, tengo miedo," admitió, su voz apenas un susurro. "¿Y si algo está realmente mal conmigo? ¿Y si no puedo recordar...?" Chilli apartó una mano del volante para apretar la de Bandit. "Hey, no pienses así. Vamos a averiguar qué está pasando y lo enfrentaremos juntos, ¿de acuerdo? Pase lo que pase, estoy aquí contigo." Bandit miró un poco paranoico la carretera. "Sabes que me gusta que me agarres la mano, pero ahorita mejor concéntrate en manejar para que no choquemos". Dijo con un poco de nerviosismo en su voz. Chilli prosiguió a soltar su mano. El resto del viaje transcurrió en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Ni Bandit ni Chilli querían hablar de lo que había pasado. Para Bandit era algo de terror mientras para Chilli lo que dijera el doctor podría significar el cambio de la vida de ambos. Cuando finalmente llegaron al hospital donde se encontraba el consultorio del Dr. Thompson, Bandit sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Ahora sabría qué era lo que tenía exactamente. Aunque saber la verdad también lo aterrorizaba por dentro. Chilli estacionó el auto y apagó el motor. Por un momento, ninguno de los dos se movió. "¿Estás listo?" preguntó Chilli, mirando a Bandit con preocupación. Bandit tomó una respiración profunda y asintió. "Tan listo como puedo estar. Vamos a averiguar qué está pasando." Salieron del auto y caminaron hacia la entrada del hospital. El edificio se alzaba frente a ellos, imponente y un poco intimidante. Bandit sintió que su corazón latía más rápido con cada paso que daban. Justo antes de llegar a las puertas automáticas, Chilli se detuvo y tomó la mano de Bandit. "Pase lo que pase ahí dentro, recuerda que estamos juntos en esto. Te amo, Bandit." Bandit apretó su mano, agradecido por su apoyo. "Yo también te amo, Chilli. Gracias por estar aquí conmigo." Se miraron a los ojos por un momento, encontrando fuerza en la presencia del otro. Luego, con una determinación renovada, se volvieron hacia las puertas del hospital. "Allá vamos," murmuró Bandit mientras las puertas se abrían ante ellos, preparándose para enfrentar lo que sea que el Dr. Thompson tuviera que decirles. Bandit no pudo evitar pensar en el futuro incierto que les esperaba. Pero al escuchar la respiración suave de Chilli a su lado dejó que esas preocupaciones se desvanecieran solo por ese momento. "Pase lo que pase, pensó, tengo a mi familia. Y eso es lo más importante. Además no creía que el problema fuera tan grande." Pensó Bandit mientras se habrían las puertas del elevador. Su peor error fue pensar eso.
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