ID de la obra: 591

Jardín de los Recuerdos Olvidados

Het
R
En progreso
0
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Maxi, escritos 160 páginas, 64.255 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
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Capítulo 8

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Después de dejar a las niñas en la escuela, Chilli miró a Bandit con una sonrisa cálida. El motor del auto rugía suavemente mientras Chilli conducía por las tranquilas calles de la mañana. Bandit, sentado en el asiento del copiloto, se recostó ligeramente, disfrutando de la calidez del sol que atravesaba la ventana. Aunque no sabía a dónde iban, sentía una calma que hacía tiempo no experimentaba. "¿Por qué siempre tienes que ser tan misteriosa?" preguntó con una sonrisa en los labios, rompiendo el silencio. "Porque si te lo digo, no sería una sorpresa," respondió Chilli sin apartar la vista de la carretera. Había un brillo juguetón en sus ojos, el mismo que siempre lograba intrigar a Bandit. Él la observó por un momento, su sonrisa volviéndose más suave. "No sé qué haría sin ti," murmuró, apenas lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara. Chilli lanzó una mirada rápida en su dirección, su sonrisa ahora más tierna. "Por suerte, no tienes que averiguarlo," respondió con calma, pero sus palabras llevaban un peso de amor que llenó el espacio entre ellos. El trayecto continuó en silencio por unos minutos, pero era un silencio cómodo, de esos que solo compartes con alguien que conoces tan profundamente como ellos dos se conocían. Bandit miró por la ventana, observando cómo el paisaje cambiaba de casas y calles concurridas a una zona más abierta y llena de árboles. "¿El parque?" preguntó finalmente cuando reconoció el área. "¿Vamos al parque donde llevamos a las niñas?" "Sí y no," respondió Chilli con una sonrisa enigmática. Tomó un desvío que lo llevó a una zona más tranquila del parque, un lugar apartado del bullicio de las áreas comunes. El trayecto transcurrió en un silencio cómodo. Bandit miraba por la ventana, observando los paisajes de la pequeña cuidad que pasaban, a veces perdido en sus pensamientos, otras veces haciendo pequeños comentarios sobre algo que veía como si fuera un niño chiquito. Finalmente, Chilli estacionó frente a un hermoso jardín. Filas de rosas azules y rojizas se extendían como un mar de color, mecidas suavemente por la brisa de la mañana. "Recuerdas este lugar," murmuró Chilli, ayudando a Bandit a salir del auto. Los ojos de Bandit se iluminaron con un destello de memoria. "Aquí... aquí te propuse matrimonio," dijo, su voz temblorosa pero llena de emoción. Chilli asintió con una sonrisa suave, entrelazando su brazo con el de Bandit mientras lo guiaba hacia el sendero que serpenteaba entre las flores. "Exacto. Pensé que te gustaría volver. Es uno de mis lugares favoritos en el mundo, no solo porque fue donde dijiste que sí, sino porque siempre me hace recordar cómo empezó todo." "Presiento que solamente te acordaste porque le habíamos dicho a las niñas sobre su existencia. Aunque sea yo el que tenga alzheimer No puedo creer que fuimos ambos lo quienes olvidamos regresar después de que parieras a Bingo." Chilli se rió, tratando de tapar su risa con su boca. "Oye, se suponía que esto iba a ser emocional. No que te ibas a poner de payaso." Bandit dejó que su mirada recorriera el jardín, cada rincón despertando un eco en su memoria. Aunque los detalles eran borrosos, la sensación que le provocaba estar ahí seguía intacta: paz, amor, y un sentido de pertenencia que lo llenaba de calidez. "Sí... había un banco por aquí, ¿verdad? Nos sentamos y hablamos por horas antes de que... bueno, me armara de valor." Chilli rió suavemente, llevándolo hacia una esquina del jardín donde un banco de madera, ahora desgastado por los años, seguía en su lugar bajo la sombra de un árbol. "Aquí está. Te tomaste tanto tiempo para preguntar que pensé que habías cambiado de idea." Bandit sonrió, su mente esforzándose por traer de vuelta ese momento. "Estaba nervioso. Tú eras—y sigues siendo—la mejor parte de mi vida. Solo quería asegurarme de que todo fuera perfecto." Chilli se sentó en el banco, tirando suavemente de Bandit para que la acompañara. "Nada hubiera podido salir mal ese día, Bandit. Lo único que importaba eras tú, yo, y ese anillo que no sabías cómo sostener sin que yo lo notara." Bandit soltó una carcajada, su risa genuina resonando entre las flores. "Me descubriste desde el principio, ¿verdad? Ni siquiera sabía que me había delatado." "Tu bolsillo era tan obvio como un regalo mal envuelto," dijo Chilli con una sonrisa amplia, apoyando su cabeza en su hombro. Ambos se quedaron en silencio, dejando que los sonidos del jardín llenaran el espacio entre ellos. Los pájaros cantaban y el suave crujido de las hojas bajo el viento parecía acompañar la calma del momento. Sin embargo, los ruido de un taladro mecanizado hicieron que brincaran un poco del susto. Entonces prosiguieron a ver de dónde había surgido el ruido. "Parece que el terreno abandonado del frente por fin esta siendo." Menciono Bandit. Chilli también comenzó a ver un letrero que estaba cerca. "Sí, Aparentemente será un hospital. Me sorprende que después de tantos años sin estar aquí apenas hayan alquilado el terreno." "Bueno, dejando de lado eso. "Gracias, Chilli," murmuró Bandit después de un rato, su voz cargada de sinceridad. "¿Por qué?" preguntó ella, levantando la vista para mirarlo. "Por recordarme esto. A veces siento que las cosas importantes se están escapando de mi mente, pero tú siempre encuentras la forma de traerlas de vuelta." Chilli lo miró con ternura, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de él. "Tranquilo mi Romeo, que para eso estoy contigo." Bandit apretó suavemente su mano, agradecido por el amor incondicional que sentía en cada palabra de su esposa. "No sé qué hice para merecerte, Chilli." "Te propusiste en este jardín," bromeó ella, haciéndolo reír de nuevo. "Te amo," dijo Bandit de repente, mirándola directamente a los ojos. "Quiero que lo sepas, aunque olvide otras cosas." Chilli lo abrazó, sintiendo que su corazón se partía y se reconstruía al mismo tiempo. "Yo también te amo, Bandit. Siempre." Los dos se sentaron en el banco por un rato más, disfrutando del momento como si quisieran guardar cada detalle en sus corazones. El aire estaba fresco, las flores parecían más vibrantes bajo la luz del sol, y, por un instante, el tiempo parecía haberse detenido para ellos. El viento soplaba suavemente entre las flores del jardín, haciendo que los pétalos de las rosas azules y rojizas se balancearan como si fueran olas en un mar colorido. Chilli y Bandit seguían sentados en el banco, disfrutando de la calma, pero Chilli, con una chispa de picardía en los ojos, se levantó de golpe. Bandit se sorprendió un poco por el movimiento tan brusco de la Heeler rojiza. "¿Qué estás haciendo?" preguntó Bandit, mirándola con curiosidad mientras ella comenzaba a estirar un poco las piernas. Chilli le lanzó una sonrisa traviesa. "¿Qué crees? Voy a correr entre las flores como cuando éramos más jóvenes. ¿O es que tu espíritu aventurero ya se olvidó de cómo divertirse?" ¿O ya distes el viejazo? Bandit alzó una ceja, fingiendo indignación. "¿Olvidarme de cómo divertirme? ¿Viejo? Eso nunca." Se levantó del banco rápidamente, imitando a Chilli mientras se estirada esperando que no le tronada un hueso. "Prepárate para perder, Chilli. Porque voy a ser más rápido que tú." Chilli rió mientras corría hacia un claro en el centro del jardín, con Bandit siguiéndola de cerca. Los dos se movían con la torpeza juguetona de niños pequeños, esquivando flores y riendo a carcajadas. Chilli se detuvo de repente, girándose hacia Bandit con las manos en la cintura. "¿Recuerdas la última vez que corrimos por este jardín?" preguntó, jadeando ligeramente por la carrera. Bandit, aún recuperando el aliento, asintió. "Claro que sí. Fue el día que intenté impresionarte haciendo un salto sobre ese arbusto… y terminé cayendo de cara en el lodo." Chilli estalló en carcajadas. "¡Lo recuerdo perfectamente! Estabas tan preocupado de que yo no quisiera salir contigo después de eso, pero yo estaba impresionada de que lo intentaras. Me gustó tu estilo, incluso cuando te caíste de golpe en el lodo. Fue como si hubieras dicho: 'Chilli, soy un tipo que está dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, incluso si eso significa hacer el ridículo'". "¿En serio?" preguntó Bandit, inclinando la cabeza mientras una sonrisa se formaba en su rostro. "Por supuesto. No cualquiera estaría dispuesto a hacer el ridículo solo para verme sonreír," respondió Chilli, acercándose y tomando su mano. "Ese fue el día que me di cuenta de que eras especial." Bandit sonrió con nostalgia, y de repente, sin advertencia, soltó su mano y salió corriendo hacia un árbol cercano. "¡Eso lo recuerdo, pero no significa que vaya a dejar que ganes ahora!" "¡Oye!" gritó Chilli, persiguiéndolo entre las flores. "¡Tramposo!" Los dos zigzaguearon entre los arbustos y las filas de rosas, riendo como si hubieran regresado a una versión más joven de sí mismos. Bandit, decidido a mantenerse adelante, tropezó ligeramente con una raíz y cayó al césped, riendo tan fuerte que apenas podía levantarse. Chilli llegó a su lado, arrodillándose mientras se sujetaba el estómago de tanto reír. "¿Qué decías sobre no dejarme ganar?" bromeó Chilli, mirándolo con una sonrisa triunfante. Bandit se sentó, sacudiéndose el polvo de las manos. "Estaba calentando. Solo esperas a la próxima ronda." Chilli lo empujó suavemente en el hombro y se dejó caer a su lado en el césped, mirando las nubes que se movían lentamente por el cielo. "Este lugar siempre me ha hecho sentir como en un sueño." Bandit se giró para mirarla. "Es un sueño. Porque estoy contigo aquí, como siempre quise." Su voz era suave, pero llena de sinceridad. Chilli giró su cabeza hacia él, mirándolo con ternura. "¿Recuerdas lo que dijiste cuando me propusiste matrimonio aquí?" "Claro que lo recuerdo," respondió Bandit, con una sonrisa juguetona. "Dije: ‘Chilli, prometo hacerte reír todos los días de mi vida. Aunque tenga que caer de cara en el lodo otra vez.’" Chilli rió, asintiendo. "Y lo has cumplido. Incluso en los días más difíciles, siempre logras hacerme sonreír. Aunque sea malo en los juegos que hacíamos de jóvenes." Bandit entrecerrando los ojos mirando un arbusto respondió. "Hay un juego que jugábamos en ese arbusto que recuerdo muy bien." "¿Qué juego podría ser ese?" preguntó Chilli, intentando sonar inocente mientras su rostro se ponía cada vez más rojo. Bandit se acercó a ella, una sonrisa traviesa en su rostro. "Sabes exactamente a qué me refiero. El juego de... 'esconderse y buscar'". Chilli se rió nerviosamente, mirando a su alrededor como si temiera que alguien los estuviera escuchando. "Oh, ese juego. Sí, recuerdo que era muy... emocionante". Bandit se inclinó hacia ella, su voz baja y juguetona. "Emocionante no es la palabra que yo usaría. Diría que era más bien... aventurero". Chilli lo empujó levemente, intentando mantener una distancia segura entre ellos. "Bueno, sí, fue un juego interesante. Pero creo que ya hemos crecido un poco para eso en vía pública. Además que eso lo habíamos hecho por aquel capitulo de Los Simpson." Bandit se encogió de hombros, sonriendo aún más. "Nunca es demasiado tarde para revivir los viejos tiempos. ¿O si? Ya ves que mi memoria no lo recordará por mucho tiempo." "No te atreverías". Chilli lo miró con una mezcla de diversión, yristes y advertencia en sus ojos. No sabía como era posible algo así. Bandit se levantó del césped y extendió la mano hacia Chilli. "¿Quieres apostar?" Chilli se sonrojó levemente al escuchar la insinuación de Bandit, y su comportamiento cambió instantáneamente. De repente, se convirtió en una adolescente tímida y nerviosa, intentando mantener una distancia segura entre ellos. "No, no, no", dijo Chilli, agitando la mano en un gesto de negación. "No hagas eso. No aquí". Bandit se rió y se acercó a ella, su mirada brillante con diversión. "¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que alguien nos vea?" "Sí, exacto. No quiero que nadie nos vea... así". Chilli asintió con la cabeza, su rostro cada vez más sonrojado. Bandit sonrió y se inclinó hacia ella, su voz baja y seductora. "¿Así? ¿Qué quieres decir con 'así'?" Chilli lo empujó levemente de nuevo, intentando mantener una distancia segura entre ellos. "No te hagas el tonto", dijo, su voz temblando ligeramente. "Sabes exactamente a qué me refiero". Bandit se rió de nuevo y extendió la mano hacia Chilli una vez más. "Vamos", dijo. "No te preocupes por lo que piensen los demás. Estamos solos aquí". Chilli dudó por un momento antes de tomar la mano de Bandit y rápidamente le dio un beso. Sentía que había revivido una sensación de juventud en ese momento. Sin darse cuenta ya estaba acostada en el pasto del parque. Bandit se inclinó hacia ella, apoyando su cabeza en su hombro mientras los dos seguían mirando el cielo. "Y tú siempre haces que todo valga la pena. Incluso hoy, cuando el mundo a veces parece más complicado de lo que puedo manejar… me haces recordar por qué sigo adelante." Los dos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la calidez de la presencia del otro. Luego, Chilli se puso de pie de un salto, extendiendo su mano hacia Bandit. "Vamos, tenemos tiempo para una carrera más antes de que tengamos que volver por a las niñas," dijo, con una sonrisa desafiante. Bandit tomó su mano, levantándose. "¿Qué dices si esta vez trato de no caer en el lodo?" Chilli rió, tirando suavemente de él mientras corrían juntos entre las flores, sus risas llenando el jardín una vez más, como en aquellos días del pasado que ambos atesoraban tanto. Todo era tan perfecto en ese momento. Hasta se había olvidado todo el tema del Alzheimer. Así quería que fue siempre. Nunca quería que las cosas cambiará. Chilli y Bandit corrían como lo hacían en su juventud, sin preocupaciones, sin miedos, solo disfrutando del momento. Sus risas resonaban en el jardín como un eco de tiempos más felices, tiempos que aún no habían perdido y que, por ahora, podían revivir. "¡No me vas a ganar esta vez, Bandit!" gritó Chilli, girando la cabeza hacia él con una sonrisa radiante. "¡Eso ya lo veremos!" respondió Bandit, esforzándose por alcanzarla. Sus pasos eran torpes, llenos de esa energía caótica que solo tienen los niños cuando juegan sin preocuparse por el mundo. Chilli saltó sobre una raíz expuesta con la agilidad de siempre, mientras Bandit, en su intento por seguirle el ritmo, casi tropieza. "¡Cuidado, viejo!" bromeó Chilli, lanzándole una mirada divertida sobre su hombro. Bandit se rió, sacudiendo la cabeza. "¡Viejo tus polainas! ¡Todavía puedo ganarte!" "¡Demuéstralo!" Chilli aceleró el paso, esquivando arbustos y girando alrededor de un árbol. Bandit intentó alcanzarla, pero ella seguía siendo más rápida, como siempre. Finalmente, llegaron a la fuente de piedra que marcabpa el final del jardín. Chilli se apoyó en ella, riendo entre jadeos. "Creo que... oficialmente... sigo siendo la más rápida." Bandit se dejó caer sobre el césped, respirando pesadamente mientras intentaba recuperar el aliento. "Dame... un segundo... y te demostraré... que fue pura suerte." Chilli se arrodilló a su lado, mirándolo con cariño. "¿Sabes? No importa cuántos años pasen, siempre vamos a ser esos dos tontos que corrían por este jardín." Bandit la miró con una sonrisa cansada pero feliz. "Y yo siempre voy a dejarte ganar... aunque no lo parezca." Chilli le dio un empujoncito en el brazo. "¡Oh, por favor! No me mientas, Bandit Heeler." "Bueno... tal vez un poco," admitió él con una risita. Pero justo cuando estaban inmersos en la magia del momento, un pensamiento repentino los golpeó como un rayo. Chilli se detuvo en seco, su mano todavía entrelazada con la de Bandit, y su rostro se llenó de pánico. "¡Oh no! ¡Las niñas! ¡Tenemos que ir a buscarlas a la escuela!", exclamó, su voz llena de urgencia. Bandit también se detuvo, su mirada confundida por un momento antes de que la realidad lo golpeara. "¡Ay, caramba! ¡Se me había olvidado completamente!", dijo, su voz llena de preocupación. Los dos se miraron entre sí, sus rostros reflejando la misma ansiedad. Sin decir una palabra más, tomaron carrera hacia el auto, sus manos todavía entrelazadas mientras corrían. La risa y el juego habían dado paso a la preocupación y la urgencia. Mientras corrían, Chilli no podía evitar pensar en cómo había estado tan absorta en el momento con Bandit que había olvidado algo tan importante como recoger a sus hijas. Se sentía un poco culpable por haberse dejado llevar por la emoción del momento. Pero cuando llegaron al auto y Bandit abrió la puerta para que ella entrara, Chilli vio cómo él sonreía y le dio un beso rápido en la mejilla. "No te preocupes, mi amor. Luego repetiremos esto", dijo con alegría. Chilli sonrió a su vez, sintiendo una oleada de amor y gratitud hacia él. "Siempre estaremos juntos", respondió, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad. Y con eso, los dos arrancaron hacia la escuela para recoger a sus hijas. En Glasshouse, Bluey ya estaba más relajada por todo lo que había pasado. Cuando llegaron al salón de clases, la maestra Calypso ya estaba organizando a los demás niños, quienes se preparaban para continuar con la siguiente lección. Bluey entró con Honey y Mackenzie a su lado, pero antes de que pudiera tomar asiento, Calypso la llamó suavemente. "Bluey, ¿puedes venir un momento? Quiero hablar contigo," dijo la maestra con su tono habitual. Bluey sintió un pequeño nudo en el estómago. Asintió lentamente y se dirigió hacia la mesa de la maestra, mientras sus compañeros intercambiaban miradas nerviosas desde sus asientos. Cuando Bluey llegó, Calypso se inclinó un poco para estar a su altura. "¿Estás bien, Bluey? Te he notado un poco distraída hoy," comenzó Calypso, colocando una mano ligera sobre el hombro de la heeler azul. Bluey miró hacia abajo, jugando con sus manos nerviosamente. "Estoy bien," murmuró, aunque sabía que no era verdad. Calypso le dio una pequeña sonrisa. "Sabes que puedes hablar conmigo si algo te preocupa, ¿verdad? Estoy aquí para ayudarte." Por un momento, Bluey dudó. No estaba segura de si quería hablar de lo que sentía. Pero luego recordó cómo hablar con sus amigos había hecho que se sintiera un poco mejor. Quizá compartirlo con la maestra Calypso, alguien a quien respetaba y confiaba tanto, también la ayudaría. "Es que..." Bluey tragó saliva, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con volver. "Es sobre mi papá." Calypso asintió, su rostro lleno de comprensión. "Está bien, tómate tu tiempo. ¿Qué pasa con él?" Bluey respiró hondo antes de continuar. "Tiene algo que se llama Alzheimer. Es... es una enfermedad que hace que olvide cosas. La voz de Bluey se quebró al final, y Calypso se inclinó más cerca, mirándola con ternura y preocupación. "Oh, Bluey... siento mucho que estés pasando por esto. Debe ser muy difícil para ti." Bluey asintió, secándose una lágrima con el dorso de su mano. "Tengo miedo, maestra. ¿Y si un día me mira y no sabe quién soy? ¿Y si ya no quiere jugar conmigo porque no recuerda que soy su hija?" Calypso la escuchó atentamente, dejando que Bluey expresara todo lo que tenía en su corazón. Cuando la pequeña terminó, la maestra le dedicó una sonrisa cálida, llena de consuelo. "Bluey, tu papá te quiere muchísimo. No te va a olvidar tan fácilmente." "Todos me han dicho lo mismo. Siento que todos me están diciendo la misma mentira. Maestra, por favor, usted no me mienta también." Calypso pensó con todo su mente en pensar una respuesta. Respiró hondo, eligiendo con cuidado sus palabras. Sabía que Bluey no necesitaba promesas vacías ni falsas esperanzas. Lo que necesitaba era honestidad. "No, no te mentiré. "El Alzheimer puede hacer que las personas olviden cosas importantes con el tiempo. Puede ser difícil, pero lo importante es estar con tu papá todo el tiempo posible. Si hay algo que nunca se borra,es lo que siempre queda en el corazón. Eso no desaparece, incluso si los recuerdos lo hacen." Bluey frunció el ceño, sus orejas inclinándose ligeramente hacia abajo. "¿Cómo puede quedarse si alguien no recuerda quién soy?" Calypso sonrió con calidez, inclinándose un poco más hacia Bluey. "Porque el amor no siempre depende de los recuerdos, Bluey. Es algo más profundo. Es la forma en que tu papá te mira cuando estás feliz, o cómo se ríe contigo cuando juegan. Es cómo siente en su corazón que eres especial para él, incluso si no recuerda exactamente por qué. Es algo que va más allá de las palabras o los nombres que existen en nuestra tierre." Bluey se quedó en silencio, procesando lo que Calypso le había dicho."Entonces... ¿usted cree que aunque olvide cosas, él todavía va a querer estar conmigo?" "Estoy completamente segura de eso," dijo Calypso con firmeza, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Bluey. Bluey bajó la mirada, sus dedos jugando con el dobladillo de su vestido. "A veces siento que no soy lo suficientemente fuerte para esto." "¿Sabes algo, Bluey?" respondió Calypso, inclinándose aún más hacia ella. "Ser fuerte no significa no tener miedo o no sentir tristeza. Ser fuerte significa enfrentar esos sentimientos y seguir adelante de todas formas. Y tú ya estás haciendo eso. Eres mucho más fuerte de lo que crees." Bluey sintió un poco de alivio al escuchar eso. La calidez en las palabras de Calypso hizo que el peso en su pecho se aligerara un poco más. "Gracias, maestra." "No tienes que agradecerme, Bluey. Eres una niña increíble, y estoy segura de que harás que tu papá se sienta amado y feliz todos los días." Calypso le acarició suavemente la cabeza antes de señalar su asiento. "Ahora, ¿qué te parece si vuelves con tus amigos? Bluey asintió y, después de un momento de duda, se inclinó hacia Calypso y la abrazó con fuerza. La maestra correspondió el abrazo, sosteniéndola con cuidado y permitiéndole sentir todo el apoyo que estaba dispuesta a ofrecer. "Gracias por no mentirme," murmuró Bluey. "Nunca lo haría, Bluey," respondió Calypso, acariciándole suavemente la espalda. Cuando se separaron, Bluey parecía más tranquila, más segura de sí misma. La maestra le dedicó una última sonrisa antes de indicarle que regresara con sus compañeros para que ella pudiera continuar las clases. Así paso el día. Sin que nadie del grupo de Bluey volviera a tocar el tema del alzheimer. Todo simplemente se dedicaron a hacer feliz a la heeler azul. Mientras que Bingo se la paso sin sobre pensar en ese tema. Ya no quería estar triste. Ninguna de las dos niñas lo quería. Chilli estacionó el auto frente a la escuela, justo cuando la campana de salida sonaba. Ella y Bandit se apresuraron hacia la entrada, donde varios padres ya estaban esperando a sus hijos. Cuando los niños comenzaron a salir, vieron a Calypso en la puerta, supervisando la salida. La maestra les dedicó una sonrisa amable cuando los vio acercarse. Antes de que pudieran decir algo, negó suavemente con la cabeza y articuló en silencio "después" mientras señalaba discretamente hacia los niños que salían. Bluey apareció en ese momento, con su mochila al hombro y Bingo siguiéndola de cerca. Al ver a sus padres, ambas corrieron hacia ellos. "¡Mamá! ¡Papá!" gritó Bingo, lanzándose a los brazos de Bandit, quien la atrapó con una sonrisa. Bluey abrazó a Chilli, pero su madre notó que el abrazo era un poco más fuerte de lo habitual. Cuando se separaron, vio que los ojos de su hija mayor estaban ligeramente enrojecidos. "¿Todo bien, cariño?" preguntó Chilli suavemente. Bluey asintió, mirando de reojo a Calypso, quien seguía ocupada con la salida de los otros niños. "Sí, mamá. La maestra Calypso me ayudó mucho hoy." Bandit y Chilli intercambiaron una mirada, comprendiendo que tendrían que esperar para hablar con la maestra otro día. Por ahora, lo importante era estar con sus hijas. "¿Qué les parece si vamos por un helado?" sugirió Bandit, ganándose sonrisas emocionadas de ambas niñas. Mientras se alejaban hacia el auto, Calypso los observó desde la entrada, una sonrisa serena en su rostro mientras veía a la familia Heeler marcharse juntos. "Si". Gritaron las niñas llenas de emoción. "Pero esta vez hay que asegurarnos de que si nos lo compre. La última vez mamá se olvidó de hacerlo." Menciono Bluey. "Podríamos dejar de mencionar la palabra olvido por un buen momento." Respondió Chillo, un poco desanimada ,pero estaba intentando esconderlo. "Sí quieren las niñas podríamos llevarlas al jardín donde fuimos hoy."   "¡Sí, al jardín!" gritaron Bluey y Bingo al unísono, sus caras iluminándose con entusiasmo. "Pero primero, el helado," recordó Bandit con una sonrisa traviesa, mientras abría la puerta del auto para que las niñas subieran. El viaje a la heladería fue corto pero lleno de risas y canciones. Bluey y Bingo cantaban a todo pulmón, mientras Bandit y Chilli intercambiaban miradas de recién casados. Una vez allí, cada uno eligió su sabor favorito: Bluey optó por el chocolate con chispas, Bingo por la fresa, Bandit por el vainilla clásico y Chilli por un exótico sabor a mango. Con los helados en mano, la familia se dirigió al jardín que habían visitado más temprano. Bandit y Chilli habían pasado sus mejores momentos como jóvenes enamorados en ese lugar y ahora volvían con una familia para contar las historias románticas que habían construido en ese sitio. El jardín los recibió con su habitual calma. La brisa jugueteaba entre las flores, y el cielo se teñía de tonos naranjas y rosados mientras el sol comenzaba a descender. Bluey y Bingo corrieron adelante, explorando el lugar con emoción mientras saboreaban sus helados. "¡Miren todas esas flores!" exclamó Bingo, con su cono de fresa en una mano y la otra señalando un rincón del jardín donde crecían flores de color azul y rojizo. "Sí, me encanta que mantuvieron la tradición de solo plantar flores de color azul y rojo. Esta combinación hace maravillas. ¿O no mi amor?" Bluey, lamiendo su helado de chocolate con chispas, observó a su alrededor con curiosidad. "¿Mamá, papá, por qué querían venir aquí? ¿Es especial?" Chilli y Bandit intercambiaron una sonrisa, caminando con calma hasta alcanzar a sus hijas. "Este jardín es importante para nosotros," comenzó Chilli, tomando asiento en el mismo banco donde había estado con Bandit más temprano. "Aquí fue donde tu papá me pidió que me casara con él." Bluey y Bingo abrieron los ojos con asombro. "¡¿Aquí?!" preguntaron al unísono. "¿Entonces, dónde está el ganso?" "¡No hay ganso!" Exclamó Bandit, al menos eso si lo recordaba. Luego se rió, sentándose junto a Chilli y rodeándola con un brazo. "Sí. Justo aquí, en este mismo banco. Estaba tan nervioso que casi se me cae el anillo en la fuente." "¿En serio?" Bingo se tapó la boca con las manos, fascinada. "Sí," asintió Chilli, riendo suavemente al recordar. "Se quedó ahí parado, tartamudeando y con el bolsillo del pantalón sobresaliendo. Yo ya sospechaba que iba a pedírmelo, pero no quería decir nada para no arruinar la sorpresa." "Y cuando finalmente logré sacar el anillo sin que se me cayera, casi me quedo sin palabras," añadió Bandit, mirando a Chilli con cariño. "Tu mamá se veía tan hermosa ese día… como hoy."   Chilli le dio un suave codazo en el costado, aunque su sonrisa delataba su felicidad. Bluey y Bingo se sentaron en el césped frente a ellos, escuchando la historia con ojos brillantes. "¡Eso es tan romántico!" exclamó Bluey. Bingo inclinó la cabeza. "¿Y mamá dijo que sí de inmediato?" Chilli fingió pensarlo por un momento. "Mmm… no sé, me lo tuve que pensar un poquito…" "¡Mami!" protestó Bluey, riendo. Chilli soltó una carcajada. "¡Por supuesto que dije que sí! No había nadie en el mundo con quien quisiera estar más que con tu papá." Bandit sonrió con nostalgia. "Y ahora estamos aquí, con ustedes dos, en el mismo lugar donde todo empezó." Las niñas se miraron entre sí antes de lanzarse hacia sus padres y abrazarlos con fuerza. "¡Entonces este es un lugar mágico!" dijo Bingo, su voz amortiguada contra el pecho de Chilli. "Sí, Bingo. Es un lugar lleno de recuerdos hermosos," murmuró Chilli, acariciando la cabeza de su hija. Bluey miró a Bandit con una sonrisa traviesa. "¿Sabes qué haría este momento aún más especial, papá?" Bandit arqueó una ceja. "¿Qué cosa, Bluey?" "¡Una carrera!" gritó Bluey antes de levantarse de golpe y salir corriendo. Bingo la siguió riendo. "¡Sí, una carrera!" Bandit y Chilli se miraron por un instante antes de ponerse de pie también. "No podemos dejarlas ganar tan fácil, ¿verdad?" preguntó Bandit con una sonrisa. "Ni pensarlo," respondió Chilli, dándole un pequeño empujón antes de empezar a correr detrás de sus hijas. "¡Listos!" anunció Bandit, colocándose en posición de salida junto a Chilli, Bluey y Bingo. Todos se agacharon, con las manos apoyadas en el suelo y las piernas listas para impulsarse. "¡En sus marcas!" continuó Bandit, mirando de reojo a las niñas, que estaban conteniendo la risa. Bluey y Bingo intercambiaron una mirada traviesa, sabiendo que esta carrera sería épica. "¡Listos!" gritó Chilli, contagiándose de la emoción. Todos se tensaron, preparados para salir disparados. "¡YA!" rugió Bandit, y en ese instante, los cuatro salieron corriendo como flechas. Bluey y Bingo corrían por los senderos, zigzagueando entre los árboles y saltando sobre las raíces que sobresalían del suelo. Bandit y Chilli las seguían de cerca, fingiendo esforzarse para alcanzarlas, pero con una mirada cómplice que solo ellos entendían. "¡No nos van a ganar tan fácil!" gritó Bandit, acelerando un poco más mientras esquivaba un arbusto. "¡Papá nos está alcanzando!" chilló Bingo, mirando por encima de su hombro con una mezcla de pánico y diversión. "¡Corre, Bingo, corre!" animó Bluey, tomando la delantera con una sonrisa de triunfo. Pero Bandit y Chilli tenían un plan. Justo cuando las niñas estaban a punto de llegar a la meta imaginaria que habían marcado con un árbol grande, Bandit hizo una señal discreta a Chilli. Con un último esfuerzo, ambos aceleraron, pasando a Bluey y Bingo en el último momento. "¡Ganamos!" gritó Bandit, levantando los brazos en victoria mientras jadeaba un poco. "¡No es justo!" protestó Bluey, aunque no podía evitar reír. "¡Ustedes tienen las piernas más largas!" Chilli se acercó a su hija y le dio un suave codazo en el costado. "Sí, pero ustedes tienen más energía. Casi nos ganan." Bingo se acercó a Bandit y lo abrazó por la cintura. "¡Fue divertido, papá! Pero la próxima vez vamos a ganar." "Lo dudo mucho," dijo Bandit con una sonrisa juguetona, levantando a Bingo en brazos y haciéndola girar. "Me alegra que por fin las hayamos traído aquí." "También estoy feliz en verte feliz papá." Respondió Bluey mirando a Bandit con una sonrisa traviesa. "¿Sabes qué haría este momento aún más especial, papá?" Bandit arqueó una ceja. "¿Qué cosa, Bluey?" "¡Otra carrera!" gritó Bluey antes de salir corriendo de nuevo, seguida de cerca por Bingo. Bandit y Chilli se miraron, riendo, antes de correr detrás de ellas, Pero mientras corrían, Chilli no podía evitar pensar en la conversación que habían tenido anteriormente. La enfermedad de Alzheimer de Bandit era un tema delicado, y ella sabía que no podía ignorarlo por mucho tiempo. "Fuera malos pensamientos." Sé dijo a si misma Chilli. "Ahora solo quiero ser feliz con él." El sol ya se había puesto, y el cielo estaba teñido de tonos morados y anaranjados, anunciando el final de un día inolvidable. Al menos para la mayoría de la familia Heeler. Al llegar, Bluey y Bingo corrieron directamente a la cocina. "¡Tengo hambre!" anunció Bingo, abriendo la nevera para ver qué había de cenar. "¿Qué tal si hacemos unos sándwiches?" sugirió Chilli, siguiendo a sus hijas. "Podemos ponerles todo lo que les gusta: jamón, queso, lechuga y tomate." "¡Sí! ¡Y pepinillos!" añadió Bluey, sacando los ingredientes de la nevera con entusiasmo. Mientras Chilli ayudaba a las niñas a preparar la cena, Bandit se sentó en la mesa del comedor, observando la escena con una sonrisa tranquila. "Papá, ¿quieres uno con mostaza o mayonesa?" preguntó Bingo, sosteniendo un frasco en cada mano. "Mostaza, por favor," respondió Bandit, haciendo un gesto cómico de entusiasmo que hizo reír a las niñas. Una vez que los sándwiches estuvieron listos, todos se sentaron juntos en la mesa para cenar. La conversación fluyó con naturalidad, llena de risas y planes para el día siguiente. Bluey y Bingo contaron historias sobre sus aventuras en el jardín, mientras Bandit y Chilli intercambiaban miradas llenas de cariño. Después de cenar, llegó la hora del baño. "¡Vamos, chicas! Es hora de lavarse " anunció Chilli, guiando a Bluey y Bingo hacia el baño. "¡Pero no queremos dormir todavía!" protestó Bingo, aunque ya estaba bostezando. "Es tarde, pequeña," dijo Bandit, siguiéndolas. "Mañana tendremos otro día familiar.' Mientras Chilli ayudaba a las niñas a lavarse los dientes, Bandit preparó sus camas y eligió un cuento para leerles. Era una tradición que nunca saltaban, y esa noche no sería la excepción. "¿Listas para el cuento?" preguntó Bandit, sentándose en el borde de la cama de Bluey. "¡Sí!" respondieron ambas niñas, acomodándose bajo las mantas. Bandit comenzó a leer, usando voces divertidas para los personajes y haciendo gestos exagerados que hacían reír a Bluey y Bingo. Chilli se quedó en la puerta, observando la escena con el corazón lleno de amor. Sabía que estos momentos eran preciosos y que debía atesorarlos. Cuando el cuento terminó, Bandit y Chilli dieron un beso de buenas noches a cada una de sus hijas. "Dulces sueños, mi pequeña Bluey," susurró Chilli, acariciando el pelo de su hija mayor. "Buenas noches, Bingo," dijo Bandit, ajustando la manta de su hija menor. "Que sueñes con cosas maravillosas." Una vez que las niñas estaban dormidas, Bandit y Chilli se retiraron a la sala. Chilli se sentó en el sofá, mientras Bandit preparaba una taza de té para ambos. "Fue un día increíble," dijo Chilli, aceptando la taza que Bandit le ofrecía. "Sí, lo fue," respondió Bandit, sentándose a su lado. "Y estoy agradecido por cada momento que puedo recordarte." . "Tú siempre sabes cómo hacerme sentir especial," murmuró, jugueteando con el borde de la manga de su suéter. Bandit sonrió, disfrutando de la cercanía de Chilli. "Es fácil hacerte sentir especial cuando eres tan increíble," respondió, pasando un brazo alrededor de sus hombros. Chilli levantó la mirada hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de amor y picardía. "¿Increíble, eh? ¿Y qué más piensas de mí?" preguntó, su voz baja y ligeramente coqueta. Bandit rió suavemente, notando el tono juguetón en su voz. "Bueno, eres inteligente, divertida, hermosa... y tienes una forma de hacer que cada día sea mejor solo con tu presencia." Chilli se inclinó un poco más hacia él, su sonrisa creciendo. "Eres un adulador," dijo, dándole un suave codazo en el costado. "Pero me gusta escucharlo." Bandit la miró, captando la luz juguetona en sus ojos. "Solo estoy diciendo la verdad," respondió, acariciando suavemente su brazo. Chilli se levantó del sofá, extendiendo una mano hacia Bandit. "Ven conmigo," dijo, su voz suave pero llena de intención. Bandit la siguió sin dudar, tomando su mano y dejándose guiar hacia su habitación. Una vez allí, Chilli cerró la puerta con cuidado, asegurándose de no hacer ruido. Se volvió hacia Bandit, colocando ambas manos en su pecho y mirándolo con una expresión que combinaba ternura y coquetería. "Sabes," comenzó Chilli, jugueteando con los botones de la camisa de Bandit, "a veces me pregunto cómo lograste conquistarme tan completamente." Bandit sonrió, disfrutando de la atención. "Fue fácil, porque tú eras la única persona que podía robarme el corazón desde el primer momento." Chilli rió suavemente, su rostro iluminándose con una sonrisa radiante. "Eres tan cursi," dijo, acercándose un poco más. "Pero no puedo negar que me encanta." Bandit la rodeó con sus brazos, acercándola suavemente. "Entonces supongo que tendré que seguir siendo cursi," murmuró, inclinándose para darle un beso suave en la frente. Chilli levantó la mirada hacia él, sus ojos brillando con afecto. "No cambies nunca," susurró, antes de cerrar la distancia entre ellos y besarlo tiernamente. El beso fue dulce y lleno de cariño, un recordatorio silencioso del amor que compartían. Cuando se separaron, Chilli descansó su cabeza contra el pecho de Bandit, escuchando el ritmo constante de su corazón. "Te amo," murmuró Chilli, su voz llena de sinceridad, mientras sus dedos trazaban pequeños círculos en su pecho. "Y yo te amo a ti," respondió Bandit, acariciando suavemente su espalda. Su voz era suave, pero cargada de emoción. Chilli levantó la mirada para encontrarse con sus ojos, y en ese momento, supo que quería hacer algo más por él. Algo que lo hiciera sentir amado, cuidado y especial. Algo que lo ayudara a olvidar, aunque fuera por un momento, las preocupaciones que a veces lo acechaban. Se inclinó hacia adelante y lo besó suavemente en los labios, un beso tierno pero lleno de intención. Cuando se separaron, Chilli lo miró con una sonrisa juguetona, sus ojos brillando con una mezcla de amor y picardía. "Quiero hacer algo especial para ti," dijo Chilli, su voz baja y ligeramente coqueta. Bandit la miró sorprendido por un momento, pero luego una sonrisa cómplice se dibujó en su rostro. "¿Qué tienes en mente?" preguntó, arqueando una ceja con curiosidad. Chilli no respondió de inmediato. En cambio, se movió lentamente, como si estuviera planeando cada gesto con cuidado. Bajó su mirada hacia las patas de Bandit y, con una sonrisa tierna, comenzó a acariciarlas suavemente. "Amo cada parte de ti, Bandit," dijo, su voz suave pero llena de significado. "Amo tus pies," añadió, masajeándolos con delicadeza, como si estuviera tratando de transmitir todo su cariño a través de ese simple acto. Luego, se inclinó un poco más, rozando su nariz contra la cola de Bandit en un gesto juguetón que lo hizo reír suavemente. "Y amo tu cola," dijo Chilli, riendo entre dientes antes de volver a enderezarse. Sin perder el contacto, tomó las manos de Bandit entre las suyas y las llevó a sus labios, besando cada una de sus palmas con ternura. "Amo tus manos," murmuró, sintiendo cómo Bandit se relajaba bajo su toque. Finalmente, Chilli se acercó a su rostro, sus ojos fijos en los de él. "Y amo tu boca," susurró, antes de cerrar la distancia entre ellos en un beso apasionado pero lleno de amor. Sus lenguas se entrelazaron suavemente, bailando al ritmo de un baile que solo ellos conocían. Era un beso que decía más que mil palabras. Y sin decir más palabras comenzaron una intimidad muy apasionada.
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