ID de la obra: 591

Jardín de los Recuerdos Olvidados

Het
R
En progreso
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Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Maxi, escritos 160 páginas, 64.255 palabras, 10 capítulos
Descripción:
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Capítulo 9

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En un jardín donde los recuerdos florecen,Cada pétalo susurra, disipan las tristezas.Aunque el tiempo se lleve lo que alguna vez supimos,El tierno toque del amor nos guiará en nuestros caminos. Desconocido de telegram   Había pasado una semana desde que se les dijo a las niñas sobre el Alzheimer de Bandit. Y las cosas iba muy bien para la familia Heeler. Gracias a las pastillas para la memoria que le recetó el doctor, sus olvidos se hicieron menos constantes. No eran una cura, pero si era algo que lo mantenía activo. Sin embargo, habían veces que hasta Bandit se le olvidaba tomarse esa pastilla. Y ahí era donde Chilli entraba en acción para ayudar al Heeler azul. Chilli había asumido su papel de guardiana del tiempo con naturalidad. Cada mañana, después de servir el desayuno, dejaba el frasco de pastillas junto a con un vaso de agua para Bandit. "¿Te las tomaste ya?" preguntaba con voz dulce pero firme. Bandit, con la tostada a medio morder, parpadeaba y miraba la mesa, como si la respuesta estuviera escrita en la mermelada. "Oh… creo que sí." Chilli suspiraba, sacudiendo la cabeza con una sonrisa paciente y acusadora. "Bandit." "¡Está bien, está bien! Me las tomo ahora," respondía Bandit, levantando las manos en señal de rendición. Miró hacia la puerta, donde Bluey y Bingo estaban terminando de preparar sus mochilas para la escuela. "Aunque le podrías decir a las niñas que se retiren. No quiero que me vean como el viejo olvidadizo," añadió con una sonrisa torcida, tratando de restarle importancia al asunto. Chilli rió suavemente, acercándose a él y colocando una mano en su hombro. "No eres un viejo olvidadizo, Bandit. Solo eres… distraído a veces. Y eso está bien. Todos lo estamos." Bandit la miró, agradecido por sus palabras, y tomó la pastilla con un sorbo de agua. "Gracias, Chilli," dijo, su voz llena de cariño. Chilli le devolvió la sonrisa, dándole un beso rápido en la mejilla. "Lo mismo digo, cariño. Ahora, termina tu desayuno antes de que se enfríe." Mientras Bandit se concentraba en su comida, Chilli se acercó a las niñas, que ya estaban listas para salir. "¿Tienen todo lo que necesitan?" preguntó, revisando las mochilas rápidamente. "¡Sí, mamá!" respondió Bluey, ajustándose la correa de su mochila. "¿Papá ya se tomó su pastilla?" Chilli asintió con una sonrisa. "Sí, ya se la tomó. Gracias por preocuparse por él, chicas." Bingo se acercó a Bandit y lo abrazó por la cintura. "¡Te queremos, papá!" dijo, con esa inocencia que solo ella tenía. Bluey también se acercó, aunque su voz era más seria. No por el hecho de que no quería dar el abrazo. Era porque ella no era tan inocente como Bingo en ese tema de los olvidos. Bandit se inclinó para devolverle el abrazo. "Yo también las quiero, pequeña. Ahora, vayan a la escuela y aprendan mucho, ¿de acuerdo?"   Las niñas asintieron antes de salir corriendo hacia la puerta, donde las esperaba el autobús escolar. Chilli las siguió para despedirlas, y cuando regresó a la cocina, encontró a Bandit terminando su café. "Afortunadamente la escuela logró alquilar un antiguo autobús escolar americano para poder proveer transporte público para los niños." Menciono Bandit, mirando el autobús amarillo. "¿Listo para el día?" preguntó Chilli, recogiendo los platos de la mesa. Bandit asintió, levantándose de su silla. "Sí, creo que sí. Aunque… ¿qué tenía que hacer hoy?" preguntó, frunciendo el ceño como si tratara de recordar. Chilli llevo su mano a su cabeza. "Ahora que me lo recuerdas, íbamos a ir al centro de ayuda para personas con Alzheimer, ¿recuerdas?" Bandit parpadeó un par de veces y luego chasqueó los dedos. "¡Cierto! El centro de ayuda… lo recordaba, solo que estaba probando si tú también lo recordabas." Chilli cruzó los brazos y lo miró con una ceja levantada. "Ajá. Claro que sí." Bandit sonrió con picardía antes de tomar su abrigo. "Bueno, entonces vamos. Antes de que realmente se me olvide y parezca un tonto en la recepción." Chilli rió suavemente, aunque su risa estaba teñida de una leve tristeza. Sabía que Bandit intentaba hacer la situación más ligera con sus bromas de nuevo, pero detrás de ellas había una verdad difícil de ignorar. Aún así, decidió seguirle el juego. "Eso sería un espectáculo interesante, pero mejor evitémoslo." Salieron de la casa y se subieron al auto. El trayecto transcurrió en un silencio cómodo, con la radio sonando de fondo. Chilli conducía con una mano en el volante y la otra descansando sobre la pierna de Bandit, dándole pequeños apretones de vez en cuando. Bandit miraba por la ventana, observando cómo los edificios y los árboles pasaban en un parpadeo. Sus pensamientos iban y venían, algunos claros, otros difusos. "¿Cómo crees que será el lugar?" preguntó de repente, rompiendo el silencio. Chilli tomó un respiro antes de responder. "No lo sé con certeza. He leído que tienen programas de apoyo, grupos de conversación, incluso terapia para estimular la memoria." Bandit asintió lentamente. "Eso suena… útil. ¿Crees que me ayude?" Chilli lo miró rápidamente antes de volver la vista a la carretera. "Estoy segura que si. Se que uno día de estos vamos a amanecer y ver las noticias que hay una cura." No había nada de malo de tener sueños imposibles. Bandit sonrió de lado, aunque no dijo nada más. Pocos minutos después, llegaron al centro de ayuda. Era un edificio amplio, con grandes ventanales y un jardín en la entrada donde algunas personas mayores paseaban con tranquilidad. Había bancas dispersas y pequeños senderos que daban un aire de paz y serenidad al lugar. Chilli estacionó el auto y apagó el motor, pero ninguno de los dos hizo movimiento para salir de inmediato. Bandit seguía mirando el edificio a través del parabrisas, sus manos descansando sobre sus piernas. Chilli lo observó de reojo, notando la mezcla de curiosidad y nerviosismo en su rostro. "¿Listo?" preguntó Chilli suavemente, colocando una mano sobre la de él."Esta vez no iremos para enterarnos de que tienes, sino de como vamos a curarte." Bandit respiró hondo y asintió. "Sí, supongo que es ahora o nunca," dijo, intentando sonar más seguro de lo que realmente se sentía. Al entrar, la recepción estaba iluminada con luz natural y decorada con colores suaves y cálidos. Un ambiente acogedor. No era un hospital. No era un asilo. Se sentía como un lugar hecho para ayudar. Una mujer de mediana edad, con gafas y una expresión amable, les sonrió desde el escritorio. "Buenos días. ¿En qué puedo ayudarles?" Chilli dio un paso adelante, aún sosteniendo la mano de Bandit. "Buenos días. Este es mi esposo, Bandit Heeler. Le diagnosticaron Alzheimer en etapa temprana, y queríamos saber más sobre los programas de apoyo que tienen aquí." La recepcionista asintió con comprensión y tomó una carpeta. "Por supuesto. Tenemos un programa de adaptación para nuevos pacientes y también sesiones individuales si lo prefieren. Pasen a la sala de espera y quédese ahí hasta que podamos atenderles." Ambos asintieron con la cabeza mientras se dirigieron hacia la sala de espera para poder sentarse y hablar un poco más antes de que iniciara la rehabilitación del cerebro de Bandit. ¿Rehabilitación? ¿Control? No sabía cómo clasificar lo que le harían en ese momento. Justo cuando doblaban una esquina, Chilli se detuvo repentinamente y jaló suavemente la manga de Bandit. "Espera… ¿esos son Radley y Frisky?" susurró, señalando hacia el final del pasillo. Bandit entrecerró los ojos y, efectivamente, vio a su hermano mayor y a su cuñada caminando junto a una figura que le resultaba dolorosamente familiar. Era Nana. Su madre se sostenía del brazo de Frisky mientras Radley caminaba a su otro lado, atento a cada uno de sus pasos. Había una expresión de paciencia y cansancio en sus rostros, como si el simple hecho de acompañarla fuera tanto un acto de amor como una prueba de resistencia. "Mamá …" susurró Bandit, sintiendo cómo su pecho se apretaba. Radley fue el primero en notar su presencia y se detuvo, haciendo que Nana y Frisky también miraran en su dirección. "¿Bandit?" Nana ladeó la cabeza con curiosidad al escuchar ese nombre. Su nombre. Bandit tragó saliva, sintiendo cómo la ansiedad le revolvía el estómago. Dio un paso adelante, con una sonrisa temblorosa. "Hola, mamá." Los ojos de Nana lo recorrieron con atención. Por un momento, Bandit sintió terror. ¿Y si no lo reconocía? ¿Y si su propia madre ya no sabía quién era él? Pero entonces, una pequeña chispa pareció encenderse en sus ojos y su rostro se iluminó con una sonrisa suave. "Oh, cariño… ¿qué estás haciendo aquí?" La voz de su madre seguía siendo la misma, aunque había un ligero tono de confusión en ella. Algo que contrarrestaba con la paranoia de Bandit. Bandit soltó el aire que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo y caminó hasta ella, tomando sus manos con cuidado. "Vine a ver algunas cosas… para mí." Nana parpadeó, su sonrisa no desapareció del todo, pero su expresión se tornó un poco más difusa. "¿Para ti? ¿Porqué?" Frisky le dio un leve apretón en el brazo y habló con suavidad. "Le trajimos para su terapia, Bandit. Ya sabes… para ayudarla con su memoria." Bandit asintió lentamente, sintiendo un nudo en la garganta. Era irónico. Ambos estaban aquí por lo mismo. Radley cruzó los brazos, observando a su hermano con detenimiento. "¿Así que ya decidiste venir? ¿Oh vinistes aquí por mandilón?" Bromeó un poco. Bandit le lanzó una mirada, entendiendo lo que su hermano insinuaba. "Chilli pensó que era buena idea," admitió, frotándose la nuca. "Y creo que tenía razón." Radley suspiró, pero su expresión no tenía rastro de burla. Solo preocupación. "Bueno, al menos no vas a pasar por esto solo." Nana miró a sus hijos sin entender del todo la conversación. Apretó la mano de Bandit con dulzura. "Qué bueno verte, cariño. Me alegra tanto que estés aquí… aunque…" Se detuvo un momento, mirando a Radley con una pequeña arruga en el entrecejo. Bandit esperó, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. "Mmm… pensé que tú eras Bandit," dijo Nana, mirando a Radley con confusión. La sonrisa de Bandit se congeló en su rostro. Radley apretó la mandíbula y desvió la mirada, como si le costara aceptar que ese momento había llegado. Chilli sostuvo el brazo de su esposo, dándole su apoyo físico. "Ciuida de ella, yo estaré en la sala de espera para que no perdamos nuestro lugar en la consulta." Mencionó antes de irse hacia la sala de espera. Frisky, tratando de suavizar la situación, sonrió con ternura. "No te preocupes, Nana. Los dos se parecen bastante, ¿verdad?" Nana pareció tranquilizarse con esa respuesta y asintió. "Sí… sí, supongo que sí. Son de colores idénticos."   Bandit sintió que el peso de la realidad lo golpeaba con más fuerza que nunca. Si el Alzheimer no lo destruía primero, la tristeza de este proceso lo haría. Pero en ese momento, no podía hundirse. No frente a su madre. Así que respiró hondo, forzó su mejor sonrisa y le apretó la mano a Nana. "Vamos, mamá. Te acompaño hasta la salida." Nana le sonrió con calidez, sin darse cuenta del dolor en los ojos de su hijo. "Gracias, cariño. Pero tú hermano y su amiga me ayudarán en eso."   Bandit sintió cómo algo en su pecho se rompía un poco. Simplemente asintió con la cabeza, manteniendo su sonrisa en su lugar. ¿Había olvidado la boda de Rad? ¿Eso significaría que él también lo haría? Radley notó su expresión por un instante, pero no dijo nada. Frisky, con su instinto afilado para leer la tensión en los demás, intercedió con suavidad. "Pero no hay problema si Bandit nos acompaña también, ¿verdad, Nana?" Nana parpadeó, mirando de nuevo a Bandit, como si estuviera tratando de recordar algo importante. Sus ojos se entrecerraron, su boca se torció levemente, y por un instante, Bandit tuvo la esperanza de que la chispa del reconocimiento volviera. Pero en lugar de eso, Nana simplemente inclinó la cabeza y sonrió. "Claro, cariño. Todos podemos caminar juntos. Es un lindo día, ¿no?" Bandit tragó saliva y asintió. "Sí, mamá. Un día precioso." Pensó en lo absurdo de todo. Él había venido aquí buscando ayuda porque tenía miedo de olvidar a su familia. Y, sin embargo, aquí estaba su madre, olvidándolo a él primero. Su propia madre. El aire se sentía pesado en sus pulmones. Quería decir algo, hacer algo, pero ¿qué podía hacer? No podía enojarse con Nana. No podía reclamarle a Radley. No podía detener la enfermedad. "Es una estupidez," pensó amargamente. "Es una maldita estupidez." Radley, que había estado callado todo el camino, finalmente suspiró. "Bueno, fue una buena sesión, ¿verdad, mamá?" "¿Una sesión?" preguntó Nana, con curiosidad genuina. Radley y Bandit intercambiaron miradas rápidas antes de que Frisky hablara primero, con una sonrisa tranquilizadora. "Sí, suegra. La sesión a la que vinimos hoy, para ejercitar tu memoria." "¿Vinimos hoy? ¿Suegra?" Nana frunció el ceño. "Pensé que íbamos al mercado..." Bandit sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Frisky simplemente asintió con dulzura. "Tal vez después, Nana. Ahora vamos a casa, ¿de acuerdo?" "Sí... a casa..." murmuró Nana, con una expresión ausente. Bandit cerró los ojos un momento, respirando hondo. Sí. Definitivamente era una maldita estupidez. Chilli caminaba por los pasillos del centro con pasos firmes pero con el corazón acelerado. Su mente repasaba una y otra vez lo que diría, cómo presentaría la situación ante el médico que atendería a Bandit. Quería asegurarse de que recibiera la mejor atención posible, de que este lugar fuera realmente el apoyo que tanto necesitaban. La recepcionista le había indicado el consultorio con una sonrisa amable, dándole instrucciones sencillas. "Solo siga por este pasillo y la última puerta a la derecha. Supuestamente había un ayudante con poca experiencia profesional ahí que estaba dispuesto a atenderle primero. Chilli respiró hondo antes de girar el picaporte y entrar. No era que despreciaba a los no profesionales. Simplemente quería la mejor atención para su marido para que pudiera sobrellevar mejor el alzheimer. Quería alguien en quién podía confiar para que pudiera mejorar todo lo que le estaba pasando a Bandit. Y entonces la vio. Brandy. Por un momento, su mente se quedó en blanco. Sus ojos se encontraron con los de su hermana, y el mundo pareció detenerse. Brandy estaba de pie, organizando unos papeles sobre el escritorio. Cuando levantó la vista y vio a Chilli en la puerta, su expresión pasó de la concentración a la sorpresa absoluta. “¿Brandy? ¿Qué haces aquí?” preguntó Chilli, con el ceño fruncido y las manos ligeramente temblorosas mientras trataba de mantener una expresión neutral. “¿No recuerdas que te dije que soy voluntaria ayudando a personas con Alzheimer y demencia senil?” Respondió Brandy, intentando aligerar el ambiente con una sonrisa cálida, aunque su mirada buscaba alguna pista en el rostro de su hermana. Chilli ladeó la cabeza, desconcertada. Por un momento, pareció buscar en su memoria, como si tratara de encontrar algo perdido en un mar de pensamientos confusos. “No me acuerdo...” murmuró finalmente, con una honestidad que hizo que Brandy se tensara un poco. Brandy rió suavemente, aunque la preocupación se filtraba en los bordes de su voz. “Por favor, no me digas que eres tú la que tiene Alzheimer.” “No...” Respondió Chilli, pero su tono era tan bajo que casi sonaba como un susurro. Bajó la mirada, como si el peso de las palabras que estaba a punto de decir le hundiera los hombros. “Es Bandit.” Por un momento, el tiempo pareció detenerse. La sonrisa de Brandy se desvaneció al instante, reemplazada por una expresión de incredulidad. “¿Qué?” preguntó, su voz quebrándose en el borde de un susurro. Dio un paso hacia Chilli, como si al acercarse pudiera hacer desaparecer la realidad de lo que acababa de escuchar. Chilli levantó la vista, sus ojos vidriosos por las lágrimas que luchaban por no caer. “Empezó hace unos meses... olvidando cosas pequeñas. Pensé que solo estaba distraído, ya sabes cómo es él.” Dejó escapar una risa amarga que no tenía alegría alguna. “Pero luego empezó a confundirse con las fechas, los nombres... un día no pudo recordar el camino a casa. Lo tuvieron que llevar unos policías a la casa." Brandy llevó una mano a su boca, intentando contener el nudo que se formaba en su garganta.“Chilli, yo... no sabía. ¿Por qué no me dijiste nada?” “No quería preocupar a nadie... pensé que era algo que podríamos manejar. Solo le habíamos contado a sus hermanos y madre” La voz de Chilli se quebró, y al final, las lágrimas comenzaron a caer. “Pero no puedo. No puedo hacerlo sola, Brandy. Lo estoy perdiendo, y no sé cómo detenerlo.” "Chilli..." Brandy dudó un momento, apretando suavemente las manos de su hermana. "Como voluntaria aquí, he aprendido mucho sobre esta enfermedad. Y sé que probablemente ya te lo dijo el doctor, pero..." "Lo sé," interrumpió Chilli, su voz quebrándose. "Entre 4 y 8 años. Algunos llegan a 20, pero..." No pudo terminar la frase. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por sus mejillas. Brandy no dudó. Se acercó a su hermana y la envolvió en un abrazo firme, sosteniéndola mientras Chilli se derrumbaba contra su hombro. “No te preocupes, para eso estaré yo ¿me oyes? No importa lo que pase, estoy aquí. Le daré las terapias que necesitará para que se reponga.” Mientras las hermanas seguían abrazadas, la puerta del consultorio se abrió suavemente. Bandit entró, sus pasos lentos y medidos, como si cada movimiento requiriera un esfuerzo consciente. "¿Brandy?" preguntó, sorprendido al ver a su cuñada. "No sabía que trabajabas aquí." Brandy se separó de Chilli, limpiándose discretamente una lágrima. "Sí, soy voluntaria aquí. De hecho..." hizo una pausa, mirando a Chilli brevemente antes de continuar, "creo que seré quien te ayude con las terapias." Bandit se quedó quieto por un momento, procesando la información. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, aunque sus ojos reflejaban cierta inquietud. "Bueno, supongo que es mejor tener una cara familiar. Aunque..." se frotó la nuca, "espero no olvidar que eres mi cuñada y confundirte con una extraña." "Bandit..." susurró Chilli, acercándose a él. "Era una broma, amor," respondió él rápidamente, aunque todos sabían que detrás del humor se escondía un miedo real. "Además, ¿cómo podría olvidar a la hermana que siempre me regaña por mis juegos con las niñas?" Brandy sonrió, agradeciendo internamente el intento de Bandit por aligerar el ambiente. Se dirigió a su escritorio y sacó algunos papeles. "Bien, me gusta que el humor que usas te ayuda a distraerte de lo negativo. Eso ya es algo bueno que puedes usar en esta terapia. ¿qué te parece si empezamos? Tengo algunos ejercicios que creo que te serán útiles." "¿Son tan difíciles como los juegos que Bluey me hace jugar?" preguntó Bandit, sentándose en una de las sillas. "No, pero te mantendrán ocupado," respondió Brandy, extendiendo algunas hojas frente a él. "Lo importante es mantener tu mente activa y crear nuevas conexiones neuronales." Mientras Brandy explicaba los ejercicios, Chilli observaba a su esposo. Ver a Bandit esforzándose, intentando mantener su humor característico incluso en estas circunstancias, le partía el corazón y al mismo tiempo la llenaba de orgullo. Una de las razones por la cual se había casado con él era precisamente que siempre miraba el lado positivo en todo. "¿Sabes qué?" dijo Bandit de repente, mirando los ejercicios, "creo que esto será más fácil que intentar ganarle a Bluey en el juego de las escondidas." "Eso ni lo dudes, Bandit," respondió Brandy, acomodándose en su silla y le lleno algunas cartas que tenía encima de la mesa. "Estos ejercicios son bastante sencillos para empezar. Lo primero que haremos es trabajar con asociaciones y memoria a corto plazo." Extendió la serie de tarjetas sobre el escritorio. Cada una tenía una imagen diferente: objetos cotidianos, animales, lugares familiares de Brisbane. "¿Recuerdas cuando jugabas 'Memoria' con las niñas?" preguntó Brandy. "Es algo similar, pero con un pequeño giro." Bandit asintió, mirando las tarjetas con atención. "Sí, aunque últimamente Bluey me gana más seguido. Dice que es porque estoy distraído, pero creo que se está volviendo mejor que yo. Yo ni con Alzheimer he perdido mi capacidad de jugarlo." Chilli, que se había sentado en una silla cercana, sintió un nudo en la garganta. Sabía que no era que Bluey hubiera mejorado - era que Bandit estaba empeorando. Sin embargo, no era buen momento para hacer la villana de un cuento mal contado. "Mira," continuó Brandy, señalando las tarjetas, "quiero que me cuentes una historia que conecte estas imágenes. No tiene que ser real, solo coherente. Esto ayuda a crear nuevas conexiones en tu cerebro." Bandit se inclinó hacia adelante, observando las imágenes: un parque, un helado, un perro jugando, una pelota. "Bueno..." comenzó, rascándose la barbilla, "me recuerda a cuando llevé a las niñas al parque la semana pasada. O... ¿fue hace dos semanas?" Se detuvo, frunciendo el ceño. "No te preocupes por el cuándo," intervino Brandy suavemente. "Solo cuéntame la historia." "Cierto," Bandit respiró hondo. "Bueno, estábamos en el parque, y Bluey quería un helado. Se detuvo nuevamente, esta vez con una sonrisa nostálgica. "Aunque supongo que aún sigo comiendo helado con las niñas, ¿verdad? Ahora mi madre no me dice cuando lo tengo que hacer." "Y lo seguirás haciendo," añadió Chilli, apretando suavemente su mano. Brandy asintió, tomando algunas notas. "Muy bien, Bandit. ¿Ves? No fue tan difícil. Ahora, voy a quitar las tarjetas y quiero que me cuentes la historia otra vez." Mientras Brandy recogía las tarjetas, Bandit se tensó ligeramente. "¿Sin las imágenes?" "Sin las imágenes," confirmó Brandy. "Pero no te presiones. Solo di lo que recuerdes." Bandit cerró los ojos por un momento, concentrándose. "Había... un parque. Y helado. Bluey quería helado..." Hizo una pausa, apretando la mano de Chilli. "Y no tuviste que pedir permiso a tu madre." Susurró Chilli. "¡Ah, sí! Una eso," Bandit sonrió, aunque sus ojos reflejaban cierta frustración. "Lo siento, es más difícil sin las imágenes." "No te disculpes," dijo Brandy con firmeza. "Lo hiciste muy bien. Este es solo el comienzo, Bandit. Con práctica y paciencia, verás mejoras." "¿Práctica y paciencia?" Bandit soltó una risita. "Suenas como Chilli cuando intenta enseñarme a cocinar." Las hermanas rieron, agradeciendo el momento de ligereza. "Bueno," continuó Brandy, sacando más tarjetas, "¿qué te parece si intentamos otro ejercicio? Este es sobre rutinas diarias..." "Rutinas diarias, ¿eh?" Bandit se cruzó de brazos, fingiendo una expresión pensativa. "Espero que una de esas tarjetas sea sobre cómo encontrar mis llaves, porque últimamente siento que tienen patas y corren lejos de mí." Chilli rodó los ojos con una sonrisa. "Bandit, si tus llaves tuvieran patas, ya estarían viviendo en otra casa con una familia nueva." Brandy soltó una leve risa mientras organizaba las nuevas tarjetas sobre la mesa. "Bueno, este ejercicio no es sobre encontrar llaves, pero sí sobre recordar el orden de las cosas que hacemos en el día. Quiero que mires estas imágenes y me digas cómo las organizarías en la rutina de una mañana normal." Bandit miró las tarjetas. Había dibujos de un despertador, una ducha, un plato de desayuno, un cepillo de dientes y una puerta abierta con alguien saliendo. "Fácil," dijo con confianza, señalando cada tarjeta en orden. "Primero, me despierto. Luego, me meto a la ducha... bueno, si no me distraigo en el camino. Después, desayuno, me cepillo los dientes y finalmente salgo de casa." Brandy asintió con aprobación. "Muy bien. Ahora, quiero que cierres los ojos un momento." Bandit arqueó una ceja pero obedeció. Brandy sacó una tarjeta de la secuencia y luego le dio un leve golpecito en la mano. "Abre los ojos. ¿Qué falta?" Bandit observó la mesa. Miró las tarjetas con atención, frunciendo el ceño. "Hmm… me desperté, me duché, desayuné, salí de casa… ¿y?" Chilli sintió su corazón latir un poco más rápido. Bandit movió la cabeza, como si intentara despejarla. "Oh." Su expresión cambió ligeramente cuando lo notó. "Me olvidé de cepillarme los dientes, ¿verdad?" "Exacto," dijo Brandy con una sonrisa alentadora. "Pero lo recordaste. Eso es lo importante." Bandit dejó escapar un suspiro de alivio. "Bueno, supongo que prefiero olvidar cualquier otra cosa antes que eso. No quiero que mis hijas piensen que su padre tiene aliento de dragón." Chilli rió suavemente y apoyó una mano en su espalda. "No te preocupes. Yo me encargaré de recordártelo si alguna vez lo olvidas. Ni quiero que me beses con una boca que huela tan mal como la basura." Bandit le dedicó una risa tierna antes de mirar a Brandy. "Está bien, doctora Memoria. ¿Qué más tienes para mí?" Brandy tomó otra serie de tarjetas. "Ahora haremos algo más desafiante. Vamos a hablar de cosas que hiciste la semana pasada." Bandit parpadeó, sintiendo cómo su confianza vacilaba un poco. "La semana pasada..." "No te preocupes," dijo Brandy con suavidad. "Empecemos con algo fácil. ¿Recuerdas qué hiciste el lunes?" Chilli sostuvo su mano con suavidad, dándole un leve apretón. "Piensa en lo que hacemos normalmente los lunes." Bandit cerró los ojos por un momento, respirando hondo. "Los lunes… llevo a las niñas a la escuela. ¿Verdad?" "Sí," asintió Chilli. "¿Y después?" Bandit frunció el ceño. "Después…" Pero la respuesta no llegaba. El silencio en la habitación se hizo más pesado. Brandy lo notó de inmediato y puso una mano sobre su brazo. "No pasa nada, Bandit. No estamos aquí para presionarte. Solo para ayudarte." Bandit forzó una sonrisa, aunque sus ojos reflejaban frustración. "Lo sé. Solo… odio esto. Odio que algo tan simple se me escape." Chilli deslizó su pulgar por su mano en un gesto tranquilizador. "No importa si recuerdas cada detalle, amor. Lo importante es que lo intentas." Bandit exhaló lentamente, dejando que la tensión en sus hombros se disipara un poco. "Supongo que eso es suficiente por hoy, ¿no?" Brandy asintió con comprensión. "Sí, hiciste un gran trabajo, Bandit. Podemos seguir mañana." Bandit se levantó de la silla y estiró los brazos. "¿Puedo al menos obtener un premio por mi esfuerzo? ¿Tal vez un helado?" Chilli se cruzó de brazos, fingiendo pensarlo. "Mmm… Bueno, depende. ¿Vas a recordar qué sabor pediste?" Bandit puso una expresión indignada. "¡Por supuesto! ¡Chocolate con chispas! ¿O era vainilla…?" Brandy y Chilli estallaron en carcajadas. Bandit cruzó los brazos, fingiendo estar ofendido. "¡Sabía que era chocolate! Solo estaba… probándote, Chilli." "Claro, Bandit," respondió Chilli con una sonrisa divertida, dándole un leve golpe en el hombro. "Vamos a buscar ese helado antes de que cambies de opinión y termines pidiendo limón o algo raro." Brandy rió mientras recogía las tarjetas de la mesa. "Creo que con ese sentido del humor, Bandit tiene ventaja contra lo que sea. Lo hiciste muy bien hoy." Bandit inclinó la cabeza con un aire dramático. "Bueno, qué puedo decir. Soy un excelente estudiante." Chilli rodó los ojos con cariño. "Sí, sí, el mejor de la clase." Luego miró a su hermana con gratitud. "Gracias, Brandy. De verdad." Brandy le sostuvo la mirada y le apretó la mano con suavidad. "Sabes que lo hago de corazón. El tratarse de ustedes créanme que con más motivación lo hago." El momento fue interrumpido cuando Bandit soltó un gran suspiro. "Bueno, creo que es hora de despedirse antes de que Bluey y Bingo empiecen a sospechar que su padre fue secuestrado por una banda de terapeutas de memoria." Brandy rió y se acercó para abrazarlo. "Nos vemos la próxima vez, Bandit. Y no te preocupes si no recuerdas todo, estaré aquí para ayudarte a repasarlo cuantas veces sea necesario." "Gracias, Brandy," respondió él, con más sinceridad de la que esperaba. "Nos vemos pronto." Chilli abrazó a su hermana con fuerza, cerrando los ojos un momento. "Nos vemos luego, Brand." "Nos vemos, Chil." Bandit y Chilli salieron del consultorio y caminaron hacia el auto. Bandit se apoyó en la puerta del copiloto un segundo antes de entrar, mirando el cielo con una expresión contemplativa. Chilli lo observó en silencio antes de preguntar con suavidad. "¿En qué piensas?" Bandit suspiró y luego la miró con una pequeña sonrisa. "Solo… hoy fue un buen día." Chilli sonrió, tomando su mano por un breve instante antes de subirse al auto. "Sí, lo fue. Aunque todavía no ha terminado. Todavía tenemos que ir por las niñas a la escuela Encendió el motor, y mientras el auto se alejaba por la carretera. Mientras conducían por las calles de Brisbane, un cómodo silencio llenaba el auto. Bandit miraba por la ventana, observando cómo las nubes se movían lentamente en el cielo. "¿Sabes?" dijo finalmente, girándose hacia Chilli. "No esperaba encontrar a mi madre ahí." Chilli le dio un vistazo rápido antes de volver su atención a la carretera. "Lo sé. ¿Cómo te sientes al respecto?" Bandit se quedó callado por un momento, como si estuviera ordenando sus pensamientos. "Es extraño. Verla así... no poder reconocerme. Me hace preguntarme si yo..." "No lo hagas," interrumpió Chilli suavemente. "No te tortures pensando en eso." "Es difícil no hacerlo," admitió Bandit, frotándose la nuca. "Pero al menos tuve a Brandy como terapeuta. ¿Quién lo hubiera pensado?" Chilli sonrió. "Sí, fue una sorpresa agradable. Y lo hiciste muy bien en los ejercicios." "¿Lo suficientemente bien para merecer dos helados junto con las niñas?" preguntó Bandit, chispeando algunas estrellas en sus ojos. "No abuses de tu suerte," rió Chilli, negando con la cabeza. "Además, tenemos que recoger a las niñas primero." "Cierto, cierto," asintió Bandit. Antes de que pudieran decir algo más, el teléfono de Chilli vibró en su bolsillo. Lo sacó rápidamente y vio el nombre de Stripe en la pantalla. "Es tu hermano," informó antes de contestar. "¿Hola, Stripe?" "¡Chilli! Solo te llamaba para avisarte que ya recogí a Bluey y a Bingo de la escuela," dijo Stripe con su tono habitual, aunque parecía un poco apurado. "Bandit me dijo que no iban a poder llegar a tiempo, así que pasé por ella. Está bien, está jugando con Muffin y Socks en la sala." Chilli parpadeó y le lanzó una mirada a Bandit, quien tenía una expresión de pura confusión. "¿Bandit te dijo eso?" preguntó Chilli, su tono cuidadosamente neutro. "Sí, me mandó un mensaje esta mañana. Me pidió que pasara por Bingo porque iban a estar ocupados con su cita médica. Pensé que lo sabías," respondió Stripe, ahora sonando un poco más cauteloso. Chilli apretó los labios y miró a su esposo, quien la observaba con el ceño fruncido. "Stripe, Bandit no me dijo nada sobre eso," dijo con suavidad. Hubo un breve silencio en la línea antes de que Stripe suspirara. "¿Otra vez?" Bandit sintió un nudo formarse en su estómago. "¿Otra vez qué?" preguntó, aunque temía la respuesta. El silencio que siguió pesó. Bandit bajó la mirada, sintiendo cómo la culpa y la frustración se acumulaban dentro de él. Chilli, notando su incomodidad, apretó su mano con suavidad. "Gracias por avisarnos, Stripe. Iremos a recoger a Bingo en un momento." "De acuerdo. Y no te preocupes, Bandit," dijo Stripe, con una amabilidad inusual en su voz. "Para eso estamos." Cuando la llamada terminó, Chilli guardó el teléfono y miró a Bandit con ternura. "Cariño... está bien. Solo es un pequeño olvido." Bandit dejó escapar un suspiro y esbozó una sonrisa débil. "Sí, un pequeño olvido... que involucra a mi hija." No tardaron mucho en llegar a casa. En cuanto Chilli apagó el motor, Bandit salió del auto y se dirigió directamente al garaje, con la sensación de que tenía algo importante que hacer allí. Se detuvo en la entrada, observando las herramientas colgadas en la pared, las cajas apiladas en un rincón y la bicicleta de Bluey apoyada contra un estante. Todo le resultaba familiar, pero al mismo tiempo, había una extraña desconexión en su mente. Frunció el ceño, cruzándose de brazos."¿Qué era lo que iba a hacer aquí?" murmuró para sí mismo. Lo tenía en la punta de la lengua. Algo lo había llevado hasta ahí, algo que, en ese momento, parecía escaparse de su alcance. Chilli, que lo observaba desde la puerta, inclinó la cabeza con curiosidad. "¿Todo bien, amor?" Bandit parpadeó y giró hacia ella con una sonrisa que no terminaba de alcanzar sus ojos. "Sí, sí... solo vine a hacer algo, pero..." hizo una pausa, frotándose la nuca. "No recuerdo qué era." El silencio que siguió fue breve, pero cargado de significado. Chilli se acercó y le tomó suavemente la mano. "Tal vez si lo piensas un poco, lo recordarás." Bandit dejó escapar un suspiro, mirando nuevamente el garaje como si la respuesta estuviera oculta entre las sombras de aquel espacio. Pero no importaba cuánto intentara forzar su mente… la razón por la que había entrado ahí ya se le había escapado. La Heeler rojiza entro a la casa y escucho el sonido de artefactos bien utilizado en la cocina. Se quitó la bolso y lo dejó junto a la puerta antes de caminar hacia la cocina. Chilli entró a la cocina con curiosidad, deteniéndose en el umbral mientras observaba a sus hijas en plena actividad. “¿Qué están cocinando?” preguntó, arqueando una ceja al ver la cantidad de ingredientes desordenados sobre la mesa. Bluey levantó la vista con una sonrisa orgullosa. “¡Estamos tratando de hacer un pastel!” Bingo, con la lengua ligeramente asomando entre los labios en concentración, seguía amasando la mezcla con entusiasmo. “Bluey, ¿puedes pasarme más harina? Creo que necesito un poco más para que no se pegue” pidió, sin apartar la vista de la masa. “¡Claro!” respondió Bluey, tomando un puñado de harina del cuenco a su lado y extendiéndoselo a Bingo. Sin embargo, en el movimiento, una pequeña nube blanca voló por el aire, aterrizando suavemente sobre el hombro de Bluey. Bingo abrió los ojos con sorpresa. “¡Ups! Lo siento, Bluey. Fue sin querer.” Bluey miró la mancha de harina en su pelaje y luego a su hermana, con una sonrisa divertida“No pasa nada, Bingo. Fue solo un poquito.” Justo cuando se sacudía la harina de su hombro, Bingo, con una sonrisa traviesa, tomó un poco más en su mano y la lanzó suavemente en dirección a Bluey. "¡Ja! Tenía una mosca la harina.” Bluey fingió sorpresa, llevándose una pata al pecho. “¡Oh, no! ¡Eso significa guerra!” Agarró un puñado de harina y lo levantó con intención de lanzarlo, pero justo en ese instante, Bingo sopló con fuerza. La harina voló en la dirección equivocada, cubriendo completamente el rostro de Bluey en una fina capa blanca. Bingo estalló en carcajadas, llevándose las patas a la barriga. “¡Jajajaja! ¡Pareces un fantasma, Bluey!” Bluey parpadeó varias veces, sintiendo el polvo en su hocico, y luego sonrió con malicia. “¡Vas a ver! ¡Ahora te toca a ti!” Sin pensarlo dos veces, agarró más harina y comenzó a perseguir a Bingo por la cocina, lanzando pequeñas nubes blancas en su dirección. Bingo corría entre risas, esquivando como podía y devolviendo la harina en ráfagas improvisadas. El aire se llenó de pequeñas tormentas blancas mientras las carcajadas resonaban por toda la cocina. Chilli observó la escena con los brazos cruzados y una ceja arqueada. Sus hijas estaban completamente cubiertas de harina, al igual que la mesa, las sillas y casi cada superficie de la cocina. Suspiró, pero en el fondo, una sonrisa traviesa comenzaba a formarse en su rostro. “Muy bien, pequeñas chefs del desastre,” dijo con tono serio, dando un paso adelante. “¿Pueden explicarme qué pasó aquí antes de que tenga que llamar al equipo de limpieza de emergencias?” Bluey y Bingo se detuvieron en seco, intercambiando miradas de culpa. “Eh…” comenzó Bluey, rascándose la cabeza y esparciendo aún más harina en su pelaje. “Hubo… un pequeño accidente,” intentó Bingo con su mejor cara de inocencia. Chilli suspiró, sacudiendo la cabeza, pero en un rápido movimiento, tomó un poco de harina de la mesa y la lanzó directamente a Bluey, impactándola en la barriga. “¡Mamá!” exclamó Bluey, sorprendida. Chilli sonrió con picardía. “Bueno, ya que la cocina está perdida de todos modos…” Antes de que las niñas pudieran reaccionar, Chilli tomó otro puñado de harina y se lo lanzó a Bingo, quien soltó un grito divertido mientras trataba de esquivar. “¡Ahora sí te pasaste, mamá!” gritó Bingo, recuperándose rápidamente y tomando su propia munición. En cuestión de segundos, la batalla de harina se intensificó. Chilli, con su agilidad de madre experta, esquivaba los ataques de sus hijas mientras contraatacaba con precisión. Bluey y Bingo gritaban y reían mientras lanzaban harina en todas direcciones, cubriendo el aire con una niebla blanca. De repente, en medio del caos, Chilli se inclinó rápidamente para tomar más harina de la mesa y, sin darse cuenta, tropezó levemente hacia atrás. Para recuperar el equilibrio, lanzó la harina en un movimiento brusco… justo en el momento en que Bandit entraba a la cocina. El polvo blanco lo golpeó directamente en la cara. Un silencio absoluto cayó sobre la habitación. Bluey, Bingo y Chilli se quedaron congeladas en sus posiciones, observando cómo Bandit, con el rostro cubierto de harina, parpadeaba lentamente. Bandit se llevó una pata a la cara, sacudiéndose el polvo con calma. Luego, se cruzó de brazos y arqueó una ceja. “Bueno… parece que me perdí de algo interesante.” Bluey fue la primera en soltar la carcajada. Luego Bingo. Y en cuestión de segundos, Chilli también se unió, riendo tanto que tuvo que apoyarse en la mesa. Bandit suspiró, mirando alrededor de la cocina destruida. “Déjenme adivinar… esto empezó como un simple intento de cocinar.” “¡Sí!” exclamó Bingo entre risas. “Pero luego hubo una mosca… y la harina… y bueno, ya ves lo que pasó.” Bandit negó con la cabeza, sonriendo de medio lado. “¿Y supongo que nadie se encargará de limpiar esto, cierto?” Bluey y Bingo dejaron de reírse por un momento y miraron a su mamá con ojos de súplica. Chilli suspiró con resignación. “Está bien, está bien… pero ustedes van a ayudarme.” Las niñas gritaron de alegría, chocando sus patas en un gesto de victoria. “Pero antes…” murmuró Bandit, con una sonrisa traviesa. Antes de que Chilli pudiera reaccionar, él metió una pata en el saco de harina y, con toda la velocidad de un perro que aún tenía buenos reflejos, le lanzó un puñado directo a la cabeza. Chilli jadeó, cubierta de blanco. Las niñas se quedaron boquiabiertas. Bandit sonrió ampliamente. “Ahora sí, estamos parejos.” Por un momento, Chilli lo miró fijamente… y luego, con una sonrisa cómplice, tomó más harina en sus manos. “¡Corre, papá!” gritó Bingo. “¡Mamá se ve peligrosa!” Bandit apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Chilli comenzara la persecución por la cocina, con Bluey y Bingo animándola.   Bandit corrió alrededor de la mesa, riendo mientras Chilli lo perseguía con una bola de harina lista para lanzarle. “¡No puedes atraparme!” se burló, esquivando justo a tiempo cuando Chilli intentó darle. Bluey y Bingo reían a carcajadas, animando a su mamá. “¡Vamos, mamá, tú puedes!” Finalmente, después de unos segundos de persecución, Chilli logró acorralarlo contra la encimera. Bandit levantó las patas en señal de rendición, con una sonrisa juguetona. “Está bien, está bien. Haz lo que tengas que hacer.” Chilli arqueó una ceja y, con una sonrisa triunfante, le dio un suave golpe en la nariz con la harina. “Ahí tienes,” dijo satisfecha. Bandit fingió un suspiro dramático. “Humillado en mi propia cocina. Jamás lo superaré.” Bluey y Bingo estallaron en risas nuevamente, mientras Chilli negaba con la cabeza, todavía riendo. Pero entonces, como si de pronto toda la diversión se transformara en responsabilidad, Chilli echó un vistazo a su alrededor. El desastre era considerable. Harina cubría la mesa, el suelo y buena parte de los muebles. Hasta los utensilios de cocina tenían rastros del polvo blanco. Chilli suspiró con las patas en la cadera. “Bueno, ya nos divertimos bastante. Ahora, todos a limpiar.” “¡Sí, mamá!” respondieron Bluey y Bingo al unísono, levantándose rápidamente. Bandit, todavía con una sonrisa en el rostro, tomó un trapo y empezó a limpiar la encimera. “Voy a fingir que esto fue solo un experimento culinario que salió... un poco fuera de control.” “¡Papá, tú siempre dices que la cocina es para crear caos!” protestó Bingo, mientras barría un poco de harina del suelo. Bandit rió. “Sí, pero hasta el caos necesita un poco de orden después. Ni cuando hice tú pastel de pato dejé tan sucio como hoy." Chilli sacudió la cabeza con una sonrisa y comenzó a limpiar la mesa junto con Bluey. "Al menos no has olvidado el pastel de pato." Dijo de forma burlona." "Nunca voy a olvidar tal tortura." Respondió Bandit, temblando con solo recordarlo. El sonido de trapos limpiando, escobas barriendo y risas ligeras llenó la cocina mientras la familia trabajaba junta para dejar todo como estaba. Aunque la harina no se iba tan fácil y las niñas terminaron con algunas manchas blancas en sus mejillas. “¡Mamá, pareces una nube!” se burló Bluey, viendo cómo Chilli aún tenía restos de harina en su pelaje. “Y tú pareces un pequeño fantasma,” respondió Chilli, limpiándole la cara con ternura. Después de un rato, la cocina volvió a estar ordenada. No perfecta, pero mucho mejor que antes. Bandit dejó escapar un largo suspiro de satisfacción mientras se sentaba en una silla, observando el resultado. “Bueno, creo que sobrevivimos.” Bluey y Bingo también se sentaron, exhaustas pero contentas. Chilli, sin embargo, lo observó por un momento y notó que Bandit parecía pensativo, mirando a su alrededor como si intentara recordar algo. Finalmente, se giró hacia ella con una sonrisa despreocupada. “¿Sabes qué es gracioso? Por un momento, olvidé por qué estaba preocupado antes.” Chilli sintió un leve nudo en el pecho, pero no dejó que su expresión cambiara. En lugar de eso, sonrió suavemente y le tomó la pata. “Porque aquí, con nosotras, no hay nada de qué preocuparse,” respondió con cariño. Bandit la miró, y por un instante, la confusión en sus ojos desapareció. “Sí… supongo que tienes razón.” Bluey y Bingo se acurrucaron junto a ellos, y por un momento, la familia simplemente disfrutó de la calidez de estar juntos. El cerebro de Bandit parecía haberse apiadado de él. Al menos sólo por un momento. Las pastillas estaba teniendo un efecto positivo en retrasar el avance del Alzheimer. Sin embargo, un pedazo del cerebro estaba secándose justo en ese momento.
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