Capítulo 10
16 de agosto de 2025, 14:10
Un años después
El sol matutino se filtraba por las ventanas de la casa de los Heeler, iluminando suavemente la cocina donde Chilli servía el desayuno.
El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el olor a tostadas y mermelada. Era una escena cotidiana, pero con un peso diferente en el ambiente. Ya había pasado tiempo desde que Bandit aprendió... ya se le había olvidado.
Fuera lo que fuera, Chilli era más cuidadosa con él. Le recordaba tomar sus pastillas cada mañana, asegurándose de que no se saltara ninguna dosis. En las noches, Bandit se acurrucaba más cerca de ella, buscando su calor y su presencia reconfortante. A Chilli no le molestaba; al contrario, esos gestos de cercanía eran bienvenidos. Le recordaban que, a pesar de todo, el amor entre ellos seguía vivo, ardiendo con una llama que no se apagaría fácilmente.
Bandit se sentó en la mesa, observando el plato frente a él con una ligera confusión antes de tomar su tenedor. Aún se veía fuerte, aún tenía esa sonrisa cálida, pero sus ojos a veces vagaban por la habitación con incertidumbre.
Bluey y Bingo entraron corriendo a la cocina, ya listas para la escuela. Sus risas llenaron la habitación, rompiendo el silencio matutino. “¡Buenos días, papá!” saludó Bluey, inclinándose para darle un abrazo. Bandit sonrió, correspondiendo al gesto con una ternura que solo un padre puede mostrar. “¡Buenos días, pequeña! ¿Listas para otro día de escolares... así se dice?” preguntó con un tono juguetón, aunque su voz titubeó ligeramente al final.
Bingo asintió con entusiasmo mientras se subía a su silla. “Hoy tenemos una excursión al museo. ¡Va a ser increíble!” exclamó, sus ojos brillando de emoción. “Iremos al museo donde exhiexhi algunos de tus trabajos.
Chilli se sentó frente a Bandit, deslizando suavemente una cajita de pastillas hacia él. “Bandit, es hora de tomarlas,” dijo con suavidad, pero con firmeza. Bandit parpadeó, mirando el frasco con una expresión que denotaba confusión. Su frente se arrugó ligeramente, como si algo no encajara del todo en su mente.. “¿Ya tomé estas?” preguntó con una leve duda en su voz. Chilli negó con la cabeza, mostrando una paciencia infinita. “Aún no, cariño. Las tomas todas las mañanas con el desayuno.”
Bandit asintió lentamente y tomó la pastilla con un sorbo de agua. Bluey y Bingo lo observaban en silencio. Ya no preguntaban tanto como antes. Entendían que papá a veces olvidaba cosas y que mamá estaba allí para ayudarlo a recordarlas.
“Papá, ¿vas a ir al trabajo hoy?” preguntó Bluey, rompiendo el silencio que se había instalado en la mesa.
“Por supuesto,” respondió con una sonrisa confiada. “Tengo… tengo una reunión importante.”
Chilli le lanzó una mirada discreta. “No tienes reunión hoy, amor. Solo revisas unos documentos en la oficina.”
Bandit se quedó quieto por un momento antes de asentir. “Cierto, cierto. Es solo papeleo hoy,” dijo, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo.
Las niñas intercambiaron una mirada. No era la primera vez que su papá se confundía sobre su día de trabajo. Pero lo importante era que aún podía ir, aún podía mantenerse activo.
Después del desayuno, Chilli llevó a las niñas a la escuela mientras Bandit se preparaba para salir a la oficina. Tomó su maletín, pero cuando llegó a la puerta, se quedó mirando el perchero.
Buscaba algo. Algo que sabía que debía estar allí.
Chilli regresó a la casa minutos después y lo encontró de pie, inmóvil, mirando las llaves del auto en el colgador. “¿Bandit?”
Él parpadeó y giró hacia ella con una expresión de leve desconcierto. “Chilli… olvidé qué iba a hacer,” admitió con una voz de frustración y tristeza.
Ella se acercó con calma y le tomó la mano. “Ibas al trabajo. Pero recuerda, ya no manejas. Te llevo yo.”
Chilli le sonrió con ternura, dándole un leve apretón en la mano. “Vamos, te llevo,” dijo, guiándolo hacia el auto. El camino a la oficina fue tranquilo. Bandit miraba por la ventana, sus pensamientos perdidos en el movimiento de la ciudad. “Es extraño,” dijo de repente, rompiendo el silencio. “Recuerdo este camino tan bien… pero a veces siento que hay partes que no reconozco.”
El camino a la oficina fue tranquilo. Bandit miraba por la ventana, sus pensamientos perdidos en el movimiento de la ciudad.
“Es extraño,” dijo de repente. “Recuerdo este camino tan bien… pero a veces siento que hay partes que no reconozco.”
Chilli no respondió de inmediato. Sabía que decirle que eso era parte del Alzheimer no haría nada para aliviar su frustración. Así que simplemente le sonrió y espero que la pastilla hiciera su efecto cómo siempre lo hacía. “Eso nos pasa a todos a veces, Bandit.”
Cada día que pasaba la pastilla de la memoria producía menos efecto. Ya no impedía que Bandit tuviera olvidos más grandes. No impedía que olvidará lo que había pasado el día anterior. Y para empeorar la situación los costos se estaban elevando cada mes.
Él la miró, como si supiera que ella solo estaba tratando de hacerlo sentir mejor. Pero aceptó la respuesta sin más preguntas, confiando en su instinto de que Chilli siempre tenía sus mejores intereses en el corazón.
Cuando llegaron a la oficina, Bandit bajó con su maletín y Chilli lo observó hasta que entró al edificio. Se quedó allí, con las manos aún en el volante, mirando cómo su figura se desvanecía tras las puertas de vidrio. Sabía que su jefe y compañeros estaban al tanto de su condición, y lo apoyaban con paciencia. Pero eso no hacía que la preocupación en su pecho fuera menor. Llegaría el día en que olvidaría algo tan importante que lo terminarían despidiendo. Solo esperaba que el fondo que habían ahorrado para esa emergencia pudiera resistir bastante tiempo.
Ese día en la oficina, Bandit se sentó en su escritorio, revisando algunos documentos. Aún podía hacer su trabajo, aunque a un ritmo más lento. A veces tomaba notas para sí mismo, escribiendo pequeños recordatorios en fichas de trabajo de colores que pegaba alrededor de su monitor. Los colores brillantes—amarillo, rosa, verde—le ayudaban a mantener el enfoque, aunque a veces se perdía en el mar de papeles y notas dispersas.
Pero había momentos en los que miraba la pantalla y se daba cuenta de que no recordaba lo que estaba haciendo. Era como si su mente se desconectara por un instante, dejándolo en un vacío de confusión. En esos momentos, respiraba profundamente, tratando de recuperar el hilo de sus pensamientos. A veces funcionaba, otras veces no.
Uno de sus compañeros, David, pasó junto a él y le dio una palmada en el hombro. “¿Cómo va todo, Bandit?” preguntó con una sonrisa amistosa. David era uno de los pocos que sabía cómo manejar la situación sin hacer que Bandit se sintiera incómodo. El bulldog café lo estaba observando al Heeler azul mientras le devolverle la mirada.
Bandit sonrió, ocultando su frustración. “Voy bien, solo… tomando mi tiempo,” respondió, tratando de sonar convincente. Sabía que David no le creía del todo, pero apreciaba el gesto.
David asintió comprensivamente. “Si necesitas ayuda con algo, dime.”
Bandit asintió, agradecido por el apoyo. Aunque odiaba depender de los demás, sabía que cada día sería más difícil. "Ay, acabo de recordar lo del Alzheimer." Renegó Bandit en su mente. Al fin había hecho efecto la pastilla de memoria. Un poco más tarde de lo que hubiese querido.
Se frotó la cabeza con una mano, como si el gesto pudiera ayudarlo a ordenar sus pensamientos. Luego, procedió a arreglar los papeles que tenía regados por el escritorio. También encendió las computadoras para comenzar la digitalización de la información que tenía.
Eran todas sus investigaciones y avances arqueológicos que había hecho durante los años. Bandit había dedicado gran parte de su vida a descubrir los secretos del pasado, y ahora, más que nunca, sentía la urgencia de dejar un legado.
Mientras trabajaba, otro compañera se acercó a su escritorio. Sarah era una Golden Retriever, con una pasión por la arqueología que rivalizaba con la de Bandit. “Bandit, ¿necesitas ayuda con la digitalización de esos archivos?” preguntó, señalando la pila de documentos que tenía frente a él.
Bandit la miró, agradecido por la oferta. “Sí, si no te molesta,” respondió con una sonrisa cansada. Sarah asintió y se sentó a su lado, comenzando a organizar los papeles con una eficiencia que Bandit admiraba.
“Sabes, Bandit, tu trabajo ha inspirado a muchos de nosotros,” dijo Sarah mientras trabajaban. “Es increíble todo lo que has logrado en las investigaciones sobre la extinción de los gatos.”
Bandit se sintió halagado, pero también un poco triste. Sabía que su tiempo en la oficina era limitado, y cada día que pasaba era una lucha por mantener su mente clara. “Gracias, Sarah,” respondió con sinceridad. “Es bueno saber que mi trabajo ha significado algo para alguien.
"Dijiste algo así como 《cada hallazgo es un pedazo de historia que nos ayuda a entender quiénes somos》 "Continuó Sarah, con una mirada llena de admiración.
"Sí, algo así." murmuró Bandit, asintiendo lentamente. "Es importante recordar, ¿no es cierto?"
Sarah sonrió y asintió.
Bandit soltó una leve risa, consciente de la ironía de sus propias palabras.
Se inclinó hacia la computadora y comenzó a escanear algunos documentos, mientras la conversación se mezclaba con el sonido suave del teclado. Sarah se quedó a su lado, organizando los archivos digitales con destreza. Cada tanto, Bandit se detenía, mirando la pantalla, como si intentara recordar algo vital de sus investigaciones, y se aclaraba la garganta.
"A veces pienso." Dijo Bandit en voz baja. "Que mis investigaciones son mi única forma de luchar contra el olvido. Si puedo dejar un registro, si puedo preservar algo del pasado, tal vez... tal vez el futuro no se lleve todo de mí.
Sarah lo miró con una mezcla de ternura y tristeza. "Lo estás haciendo, Bandit. Tu trabajo, tus descubrimientos, vivirán para siempre. No dejes que el miedo te detenga.
Bandit asintió, aunque en su interior un torbellino de emociones se agitaba. "A veces, me olvido incluso de tomar mis pastillas a tiempo." Admitió con un tono que rozaba la confesión. Es como si mi mente se escapara en momentos inesperados, dejando un vacío donde deberían estar mis pensamientos.
El murmullo de la oficina y el zumbido de la impresora se convirtieron en un fondo constante mientras Bandit revisaba un informe sobre un antiguo asentamiento. De repente, su mirada se detuvo en una frase y frunció el ceño.
“¿Esto…? ¿No era la fecha de una excavación?” preguntó, confundido, pasando la mano por su frente.
Sarah se inclinó para ver la pantalla. “Esa excavación fue hace tres años, Bandit. ¿O ya la olvidaste?
Bandit se apeno, dándose cuenta de la contradicción en su memoria.
“No, no… lo tengo claro. Pero no importa.” Dijo con una sonrisa forzada “¡Sigo siendo el mejor en lo que hago!”
Sarah rió suavemente, contagiada por la actitud positiva de Bandit a pesar de sus dificultades.
Mientras el día avanzaba, Bandit y Sarah continuaron con su trabajo. La digitalización de los archivos se convirtió en una especie de ritual; cada documento escaneado era una victoria contra el olvido. Bandit se esforzaba por no detenerse en los momentos en que su mente flaqueaba, y cada vez que un trozo de memoria se le escapaba, se obligaba a recordar que su legado era más grande que cualquier olvido.
Finalmente, al terminar la jornada, Bandit se recostó en su silla con una mezcla de cansancio y satisfacción. "Gracias por la ayuda." Dijo mientras sacaba su teléfono para ver la hora.
Sarah se retiró sin decir más.
"¡Son las 8:00pm!" Exclamó Bandit.
"¡¿Tan tarde?! ¡Voy a llegar tarde a mí casa! Exclamó Sarah mientras agarraba su material de trabajo y dirigirse a la salida. "Nos vemos después Bandit, y suerte con esa documentación." Dijo antes de salir de la oficina para dirigirse a su carro.
Bandit se quedó ahí sin decir nada. Solo en la oficina, mirando su teléfono con cierta confusión. ¿Chilli sabría que estaba trabajando hasta tan tarde? No recordaba haberle avisado.
Un sentimiento de ansiedad comenzó a crecer en su pecho mientras recogía sus cosas y apagaba la computadora.
Afuera, la luz del día había desaparecido completamente, dando paso a una noche lluviosa. Gruesas gotas golpeaban contra los ventanales de la oficina, creando un sonido rítmico que solo aumentaba su inquietud.
Bandit se paró frente a la puerta principal del edificio, observando la lluvia caer con intensidad. No había traído paraguas ni impermeable.
"¿Cómo regresaré a casa?" murmuró para sí mismo, tratando de recordar si debía llamar a un taxi o si Chilli vendría por él. La respuesta no llegaba a su mente.
Justo cuando sacaba su teléfono para intentar llamar a Chilli, vio una figura familiar cruzando el estacionamiento. Era ella, caminando apresuradamente bajo un paraguas rojo brillante que contrastaba con la oscuridad de la noche lluviosa.
Chilli entró al edificio, sacudiendo ligeramente el paraguas antes de cerrarlo. Su rostro mostraba una mezcla de alivio y preocupación cuando vio a Bandit de pie en el vestíbulo.
"¡Bandit! Te estuve llamando," dijo, acercándose a él. "Cuando no respondiste, supuse que seguías trabajando y olvidaste la hora."
Bandit la miró, sintiendo una oleada de gratitud y vergüenza al mismo tiempo. "Yo... creo que perdí la noción del tiempo," admitió, aunque no estaba seguro si realmente había sido eso o si simplemente había olvidado que debía irse temprano.
Chilli le sonrió con ternura, sin un atisbo de reproche en su mirada. "Está bien. Sarah me envió un mensaje avisándome que seguías en la oficina. Fue muy considerada."]
"¿Sarah te llamó?" preguntó Bandit, tratando de recordar si había hablado con su compañera sobre llamar a Chilli o haberle dado su número de teléfono.
"Sí, dijo que parecías confundido con la hora cuando se fue," respondió Chilli suavemente, ajustando el cuello de la camisa de Bandit con un gesto cariñoso. "Vamos a casa, está lloviendo mucho y las niñas nos están esperando para cenar."
Bandit asintió la cabeza.
"¿Cómo estuvo tu día?" preguntó Chilli mientras caminaban juntos hacia el auto, compartiendo el paraguas rojo. Las gotas de lluvia repiqueteaban sobre la tela, creando una burbuja de intimidad alrededor de ellos.
"Productivo," respondió Bandit, recordando los archivos que había digitalizado con Sarah. "Estamos preservando todas mis investigaciones... para el futuro."
Chilli apretó suavemente su mano. "Eso es maravilloso, Bandit. Tu trabajo es importante y merece ser recordado."
Bajo la protección del paraguas rojo, caminaron lentamente hacia el auto, sus siluetas fundiéndose en una sola contra el asfalto mojado. Bandit sentía el calor de Chilli a su lado, un ancla en medio de la tormenta de confusión que a veces nublaba su mente.
"¿Sabes?" dijo Bandit mientras Chilli abría la puerta del copiloto para él, "a veces olvido cosas, pero afortunadamente recuerdo que te amo gracias a mi corazón."
Los ojos de Chilli brillaron con emoción contenida mientras cerraba el paraguas rojo y rodeaba el auto para sentarse al volante. "Nunca lo olvides Bandit. Cambiando de tema, Pat, Wendy y yo nos organizamos para tener un día de vecinos mañana."
"¿Un día de vecinos?" preguntó Bandit mientras Chilli arrancaba el auto. La lluvia golpeaba rítmicamente contra el techo, creando un sonido acogedor dentro del vehículo.
"Sí, pensé que seria una gran idea pata que te relajaras con Pat." respondió Chilli, maniobrando cuidadosamente en las calles mojadas.
Bandit frunció el ceño. "Está bien, creo que hace días quiero comer una hamburguesa asada." Mencionó acariciando su lengua entre sus labios y mirando por la ventana las luces borrosas de la ciudad bajo la lluvia. "¿Quieres que te ayude con algo?"
Chilli le dirigió una mirada rápida, con una sonrisa cálida en su rostro. "Quiero que nos ayudes a comer, a pensar en juego para las niñas y no olvidarte de la fecha."
"Podría hacer eso," respondió Bandit, sintiendo una chispa de entusiasmo. La idea de poder contribuir con su conocimiento, de sentirse útil, encendió algo dentro de él.
Cuando llegaron a casa, las luces estaban encendidas y el sonido de risas infantiles los recibió al abrir la puerta.
"¡Llegamos!" anunció Chilli, sacudiendo el paraguas rojo antes de dejarlo en el porche.
Bluey y Bingo corrieron hacia ellos, con Nana siguiéndolas a un paso más calmado desde la cocina. Stripe estaba detrás de ella junto con Muffin y Socks.
"¡Papá! ¡Hicimos un pastel con la abuela!" exclamó Bluey, abrazando las piernas de Bandit. "Y no hubo guerra de harina como la última vez."
Última vez.
¿Última vez?
¿Cuándo había sido esa última vez? ¿No se acordaba de una guerra de harina? ¿Hubo una guerra de harina?
La madre de Bandit se acercó, secándose las manos en un paño de cocina. "La cena está lista," anunció. "Y las niñas ya se bañaron. Solo falta el cuento antes de dormir."
"Gracias, mamá," dijo Bandit, abrazándola. "No sé qué haríamos sin ti."
"Para eso está la familia," respondió ella con sencillez, pero sus ojos transmitían un mensaje más profundo que no necesitaba palabras.
Después de la cena y de que Bandit leyera tres cuentos (porque con uno nunca era suficiente), las niñas finalmente se quedaron dormidas. La casa cayó en ese silencio peculiar que solo existe cuando los niños descansan, un silencio que parece vibrar con los ecos de las risas del día.
Chilli encontró a Bandit en el pasillo, mirando hacia la habitación de las niñas con expresión pensativa.
"¿Todo bien?" preguntó suavemente, colocando una mano en su espalda.
"Estaba pensando..." comenzó Bandit, su voz apenas un murmullo para no despertar a las pequeñas. "¿Y si algún día no recuerdo cómo leerles un cuento? ¿Y si olvido los finales de sus historias favoritas?"
"Estas son las cosas que sí quiero que olvides amor. Ahorita sigue siendo la más feliz posible."
Sentía que ya había escuchado eso antes.
Sentía que le dolía la cabeza.
Sentía que intentar recordarlo y va a seguir doliéndole.
"¿Ya habíamos hablado de esto?" Preguntó Bandit, mirando tanto a su esposa como las pastillas que estaba enfrente de ti.
Chilli quedo paralizada por unos segundos. "Sí" respondió de manera fría.
Ya no había necesidad de mentirle a Bandit. Mentirle solo le traería más confusión a su bastante confundido cerebro.
Bandit miró a sus pastillas. "¿Cada vez surten menos efecto?"
"Si" volvió a responder Chilli. Tan fría como el hielo.
Bandit comenzó a sudar y su corazón latía con fuerza.
Chilli, con su mirada distante y su voz helada, parecía haberse convertido en una extraña. Bandit sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía, como si las paredes de su hogar se estrecharan y lo apresaran en una prisión de incertidumbre.
"¿Por qué no me lo dijiste antes?" preguntó él, buscando en sus ojos la chispa familiar que solía iluminar su vida. "Podríamos haber encontrado una solución."
Chilli bajó la mirada, sintiendo cómo la culpa la envolvía. "No quería preocuparte. Quería que disfrutaras de estos momentos con las niñas sin tener que cargar con problemas."
Bandit bajó la cabeza. "¿Ya me lo habías dicho?" Preguntó de manera insegura.
Chilli no respondió. Solamente lo miró a los ojos como si fuera lo único que sabía hacer.
"Es suficiente, me iré a bañar." Anunció, alejándose del sofá con pasos cansados.
El Heeler azul se dirigió al baño, sin embargo la Heeler rojiza en una especie de carrera corrió hasta llegar primero. "¡Yo preparó el baño!" Grito energéticamente, olvidarnos de hecho que podría despertar a sus hijos con tales gritos.
"¡Chilli!" Exclamó Bandit, solo para taparse inmediatamente la boca a recordar que no tenía que hacer mucho ruido, sino una de sus hijas se levantaría y le exigería que leyera otros tres cuentos para que se fuera a dormir. Ya tenía suficiente con recordar tres cuentos, no quería esforzar a su cerebro a recordar otros tres.
Chilli, ajena a su preocupación, abrió el grifo. El agua caliente comenzó a llenar la bañera, y el vapor pronto empañó el espejo del baño, borrando sus reflejos. Añadió unas sales aromáticas que olían a lavanda, el mismo aroma que usaban en su luna de miel.
"Un baño caliente nos vendrá bien después de este día lluvioso," comentó, probando la temperatura con la punta de los dedos.
Bandit se quedó ahí, con las orejas ligeramente caídas.
"Espera, eso significa que..." dijo Bandit algo apenado. tartamudeó, sintiendo un calor incómodo en las mejillas.
Chilli lo miró con complicidad, el agua brillando bajo la luz tenue del baño.
"Sí, los dos juntos," susurró Chilli con cierto tono juguetón en su voz. "Las niñas duermen profundamente, por fin tenemos tiempo a solas."
"Sí, los dos juntos." Susurró en respuesta Bandit, con un tono juguetón que no usaba desde... ya no se acordaba.
Chilli se sumergió en el agua con un suspiro, dejando escapar un gemido de alivio. El vapor se arremolinaba alrededor de su silueta, difuminando los contornos de su cuerpo como un cuadro impresionista.
Bandit no podía evitar admirar su figura mientras ella se sumergía en el agua caliente, dejando escapar un pequeño gemido de alivio. El vapor envolvió el ambiente, creando una atmósfera casi mágica que contrastaba con la pesadez de la conversación anterior.
"¿Vas a quedarte ahí parado todo el día?" preguntó Chilli con una pequeña sonrisa, intentando aligerar el ambiente. Era un intento sutil de recuperar algo de la ligereza que solía existir entre ellos.
"Bueno, no puedo dejarte sola en esto," respondió Bandit. "Además, creo que necesito un buen baño después de lidiar con la lluvia y las niñas."
Chilli soltó una risa suave, y por un momento, el peso de la situación pareció desvanecerse. Bandit se metió en la bañera junto a ella, sintiendo cómo el agua caliente lo envolvía como un abrazo reconfortante.
El silencio se instaló entre ellos mientras ambos cerraban los ojos y dejaban que el calor del agua los relajara. Bandit sintió cómo Chilli se movía ligeramente a su lado, y aunque no intercambiaron palabras, había una conexión palpable en ese instante compartido.
Cerrando los ojos, Bandit dejó que el aroma a lavanda lo transportara a otro tiempo: noches de campamento bajo las estrellas, mañanas de domingo en la cama, risas ahogadas en este mismo baño cuando las niñas eran más pequeñas y el futuro parecía infinito.
"¿Sabes? A veces me pregunto cómo llegamos aquí," murmuró Chilli de repente, rompiendo el silencio. "No solo a este baño, sino a este momento de incertidumbre."
Bandit abrió los ojos y miró hacia ella. "La vida tiene maneras extrañas de llevarnos por caminos inesperados," respondió con sinceridad. "Pero lo importante es que estamos aquí ahora."
Chilli asintió lentamente, como si estuviera procesando sus palabras. "Sí... aquí, juntos."
Chilli se acomodó un poco más cerca, recostando suavemente la cabeza en el hombro de Bandit. El agua chapoteó apenas con el movimiento, y él rodeó su espalda con el brazo, como lo había hecho cientos de veces, aunque ahora lo sintiera más valioso que nunca.
“No me importa si a veces te olvidas,” susurró ella, cerrando los ojos. “Siempre me vas a encontrar aquí.”
Bandit tragó saliva, conmovido por la dulzura de su voz. No respondió de inmediato. Solo apretó un poco más el abrazo, como si su cuerpo recordara lo que su mente a veces no podía sostener. "Comienzo a pensar que te gusta hacer chistes malos sobre mí Alzheimer."
"El Bandit que yo conozco haría eso con sigo mismo." Respondió ella sin abrir los ojos, con una ternura que parecía envolverlo más que el agua tibia.
Se quedaron así un largo rato, sin hablar, mientras el agua les acariciaba la piel y el vapor seguía envolviéndolos como un velo suave. El mundo fuera del baño se desdibujaba. No había enfermedades, no había recuerdos perdidos ni confusión. Solo el sonido del agua y el calor compartido.
Chilli se incorporó levemente, solo para mirarlo a los ojos.
“¿Prometes no dejarme sola?” preguntó, con la voz apenas audible.
Bandit frunció el ceño, como si la pregunta le doliera en lo más profundo. No había ninguna razón para sacar esa pregunta en ese momento.
Rápidamente le tomó las patas y asintió, mirándola con toda la convicción que pudo reunir. “No importa cuántas veces tenga que conocerte de nuevo… siempre voy a elegir quedarme contigo,” dijo.
Chilli cerró los ojos al sentir que las lágrimas amenazaban con asomar. “Gracias,” murmuró.
El agua ya se había enfriado un poco cuando Chilli, con un leve suspiro, se incorporó con cuidado.
“Será mejor que salgamos antes de que terminemos tiritando,” murmuró con una sonrisa suave, estirando un brazo para alcanzar una de las toallas colgadas cerca de la bañera.
Chilli envolvió a Bandit con una toalla grande y cálida antes de secarse ella misma. Luego tomó otra más pequeña y comenzó a frotarle con delicadeza la cabeza, como si fuera una rutina de años que jamás olvidaría. Bandit cerró los ojos, dejándose hacer, con una pequeña sonrisa en los labios.
“Eso se siente bien,” murmuró.
“Siempre te ha gustado que te seque el pelaje,” respondió Chilli, aún con esa ternura que parecía no agotarse nunca. "Sobre todo las partes azulados."
Salieron del baño juntos, dejando atrás el calor del agua.
Bandit se sentó en el borde de la cama. "Brandy llamó hoy," dijo de repente. "Hay un nuevo tratamiento experimental que podría ayudar. Quiere incluirme en el próximo ensayo clínico."
Chilli se detuvo un momento antes de asentir. "Eso es una buena noticia, ¿no?"
"Es costoso," murmuró Bandit. "Y no hay garantías."
"No necesitamos garantías," respondió Chilli, acercándose para ayudarle con los botones de la camisa que parecían confundirlo esta noche. "Solo necesitamos tiempo. Más días como hoy."
"¿Chilli?" murmuró.
"¿Mmm?" respondió ella sin abrir los ojos.
"Te amo."
Chilli abrió los ojos, encontrando su mirada.
"Lo sé," respondió simplemente.
Al día siguiente, el sol de la mañana se filtraba por las cortinillas cuando Bandit se despertó con el leve sonido de notificaciones en su teléfono. A su lado, Chilli aún dormía plácidamente. Él se inclinó, rozando su mejilla con un beso suave, y tomó el dispositivo. Un mensaje de Pat parpadeaba en la pantalla:
Pat: “¡Buenos días, Bandit! ¿Listos para nuestro plan de hoy?
Bandit miró bien el mensaje. "Teníamos planes para hoy." Se preguntó.
Con cuidado, deslizó el brazo bajo la cabeza de Chilli y la despertó con un susurro. “Amor, Pat me está preguntando sobre los planes de hoy."
Chilli abrió los ojos despacio, parpadeando al sol. “¿Hablas de la parrillada?” preguntó, medio soñolienta.
"Ya me acordé, gracias." Dijo Bandit mientras dejaba el teléfono en la mesita.
Chilli exhaló y estiró los brazos. “Perfecto. Será bueno respirar aire fresco.”
"Sí, lo será," respondió Bandit, pero su mente parecía estar en otro lugar.
Mientras Chilli se dirigía al baño, Bandit contempló el calendario en la pared. Había una marca en el día de hoy con la palabra "Parrillada - Familia Lucky". La había escrito él mismo, pero no recordaba cuándo. Se frotó los ojos, como si pudiera despejar la niebla que a veces envolvía sus recuerdos.
"¿Qué debemos llevar?" preguntó a Chilli cuando regresó.
"Ya lo hablamos ayer, cariño," respondió ella con una sonrisa paciente. "Tú prepararás tu famosa ensalada de patatas y yo llevaré aquella tarta de frutas que tanto le gusta a Bluey."
"Claro, claro," asintió él, disimulando. "Solo comprobaba que no se nos olvidara nada."
"¿Sabes? El otro día estaba en el supermercado y olvidé completamente para qué había ido," comentó Bandit mientras untaba mermelada en su tostada. "Me quedé allí parado, en medio del pasillo, mirando mi lista en blanco."
Chilli le tomó la mano. "¿Y qué hiciste?"
"Compré helado," sonrió él. "Siempre es una buena razón para ir al supermercado, ¿no?"
Ambos rieron, y Bandit agradeció ese momento de ligereza.
"¿¡compraste helado y no nos trajiste!? Exclamó Bingo.
"Me había olvidado que iba a comprar." Respondió Bandit, un poco apenado por no haber comprado un bote tamaño familiar de helado en ese momento.
"Así hasta ganas de olvidarme de lo que nos dice mamá para que nos compre helado." Mencionó Bluey mientras soltaba una pequeña carcajada.
"Mejor coman niñas, y Bandit." Dijo Chilli finalmente.
Después del desayuno, Bandit se dirigió al jardín para recoger algunas hierbas frescas para su ensalada. El aire matutino era reconfortante y le despejaba la mente. Mientras cortaba un poco de perejil, vio a Pat en el jardín contiguo.
"¡Buenos días, vecino!" saludó Pat alegremente. "¿Listo para la gran reunión de hoy?"
"¡Por supuesto!" respondió Bandit con entusiasmo. "Estamos preparando todo. ¿Ustedes qué llevarán?"
"Janelle está haciendo su salsa especial para la carne," explicó Pat. "Y yo me encargaré de la parrilla, si te parece bien."
"Perfecto. Tu técnica con las brasas es insuperable," concedió Bandit.
Mientras conversaban sobre los preparativos, Bandit sintió un extraño déjà vu. ¿No habían tenido ya esta conversación? ¿O quizás lo había soñado? La sensación era desconcertante.
"Por cierto," continuó Pat, "¿cómo va tu proyecto de renovar el cobertizo? La semana pasada me comentaste que querías convertirlo en un pequeño taller."
Bandit parpadeó confundido. No recordaba haber mencionado ningún proyecto de renovación. "Ah, sí, el cobertizo," improvisó. "Va... despacio. Ya sabes cómo son estas cosas."
Pat asintió comprensivamente y cambió de tema, pero Bandit notó una sombra de preocupación en su mirada.
De vuelta en la cocina, se dispuso a preparar su famosa ensalada de patatas. Siempre había sido su especialidad, algo que hacía de memoria. Sin embargo, hoy se encontró dudando sobre los ingredientes. ¿Era mayonesa o yogurt lo que solía usar como base? ¿Cuánto tiempo había que cocer las patatas exactamente?
"Chilli," llamó con voz tensa. "¿Podrías echarme una mano con la ensalada?"
Su esposa apareció en la cocina y comprendió al instante. Sin hacer preguntas, se acercó y comenzó a trabajar junto a él, guiándolo sutilmente. "Recuerda que a Bluey le encanta cuando añades esos pepinillos pequeños," comentó casualmente, alcanzándole el frasco.
"Cierto," murmuró Bandit, agradecido por el apoyo discreto.
Chilli había desarrollado una especie de sexto sentido para detectar cuándo estaba perdido, cuándo necesitaba ayuda sin pedirla. Era frustrante necesitar ese apoyo, pero también profundamente conmovedor recibirlo de manera tan natural, tan llena de dignidad.
Poco a poco, el jardín se fue llenando. Llegaron Lucky con sus hijos y Wendy con Judo.
Pat encendió la parrilla mientras Pat encendió la parrilla mientras los niños correteaban por el jardín, inventando juegos que Bandit reconocía de su propia infancia. Janelle organizaba las bebidas y Chilli distribuía platos y cubiertos con la eficiencia de quien lleva décadas organizando reuniones familiares.
Sintiendo que le faltaba el aire, se excusó para ir a buscar más hielo. En la cocina, se apoyó contra la encimera, respirando profundamente para calmar su ansiedad.
"¿Estás bien, papá?" La voz de Bluey lo sobresaltó. Su hija mayor lo miraba con preocupación desde la puerta.
"Sí, sí, solo buscaba..." Se detuvo, olvidando por un momento qué había venido a buscar.
"¿Hielo?" sugirió Bluey suavemente, señalando la hielera vacía que tenía en las manos.
"Exacto," respondió Bandit, agradecido. "Mi cabeza está en las nubes hoy."
Bluey se acercó y, sin decir palabra, lo abrazó fuertemente. "Te quiero mucho, papá," susurró.
Bandit sintió que se le humedecían los ojos. De nuevo estaba en la situación en que no quería que su hija lo viera llorando. Sin embargo, algo no estaba bien con él en ese momento.
Se inclinó y agarró fuertemente a su hija. La abrazó para poder deshacerse un poco de la carga que tenía encima. "Yo también te amo hija." Dijo sin soltar el abrazo.
Mientras Bandit regresaba al jardín con el hielo, Chilli se encontró momentáneamente sola junto a la mesa de aperitivos. Wendy y Janelle se acercaron, cada una con una copa en la mano.
"¿Cómo estás, Chilli?" preguntó Wendy con una sonrisa cálida pero ojos inquisitivos.
"Bien, bien... ocupada como siempre," respondió Chilli, arreglando innecesariamente los platos ya perfectamente colocados.
Janelle le dio un suave apretón en el hombro. "Sabes que no tienes que fingir con nosotras, ¿verdad?"
Chilli suspiró, dejando caer la guardia que mantenía frente a sus hijas. "Algunos días son mejores que otros," admitió en voz baja. "Hoy comenzó... confuso."
Las tres mujeres observaron a lo lejos cómo Bandit colocaba la hielera junto a las bebidas, mirándola desconcertado por un momento antes de recordar su propósito.
"Esta mañana no recordaba lo de la parrillada," continuó Chilli. "Y ayer lo encontré mirando fijamente su cepillo de dientes, como si no supiera qué hacer con él."
"¿Han hablado con el médico sobre cambiar la medicación?" preguntó Wendy.
"Ayer mi hermana hablo sobre algunos medicamentos experimentales que nos podría dar." Chilli tomó un sorbo de su bebida. "Lo que más me duele es ver cómo lucha por ocultarlo. Especialmente frente a las niñas."
"Bluey parece entenderlo bien," comentó Janelle, observando cómo la mayor de las hijas ayudaba sutilmente a su padre a recordar los nombres de algunos vecinos que acababan de llegar.
"Es increíblemente perceptiva," asintió Chilli. "Bingo todavía no comprende del todo lo que sucede. A veces se frustra cuando Bandit olvida promesas o repite preguntas."
"¿Y tú?" preguntó Wendy directamente. "¿Quién cuida de la cuidadora?"
Los ojos de Chilli se humedecieron. "Intento mantenerme fuerte. Por todos."
"No tienes que hacerlo sola," dijo Janelle con firmeza. "Estamos aquí para lo que necesites. Un descanso, alguien que recoja a las niñas de la escuela, o simplemente un hombro para llorar."
"O una copa de vino y quejas sin filtro," añadió Wendy con una sonrisa conspiratoria, rellenando el vaso de Chilli.
Por primera vez en el día, Chilli soltó una carcajada genuina. "No saben cuánto significa eso para mí."
Mientras tanto, al otro lado del jardín, Bandit se encontraba junto a la parrilla con Pat, quien volteaba hábilmente las hamburguesas.
"Estas van a quedar perfectas," comentó Pat. "¿Recuerdas aquella vez que intentamos hacer una parrillada en la playa y la marea casi se lleva todo?"
Bandit frunció el ceño, buscando en su memoria. "¿Fue el verano pasado?"
"No, amigo. Hace casi seis años," corrigió Pat suavemente. "Cuando Bluey tenía apenas cinco."
"Claro," murmuró Bandit, disimulando su confusión. "El tiempo vuela."
Pat observó a su amigo de toda la vida mientras ajustaba la intensidad del fuego. "¿Cómo va todo, Bandit? De verdad."
Bandit contempló las brasas brillantes antes de responder. "Es como si viviera en una casa donde alguien constantemente cambia los muebles de lugar, Pat.
"¿Y qué dicen los médicos?"
"Que tengo suerte de haberlo detectado temprano." Bandit soltó una risa amarga. "¿Suerte? A los 43 no debería estar olvidando los nombres de mis vecinos o dónde dejé mis llaves cada cinco minutos."
Pat asintió comprensivamente. "¿Has considerado lo que hablamos sobre reducir tu jornada laboral?"
"Lo estoy pensando, pero..." Bandit bajó la voz. "Tengo miedo, Pat. Miedo de que si empiezo a renunciar a cosas, estaré aceptando que esto solo va a empeorar."
"No es renunciar, amigo. Es adaptarse," respondió Pat con convicción. "Igual que cuando ajustamos la parrilla según cómo sopla el viento. Cambiamos la estrategia, no el objetivo."
Bandit observó a su familia a lo lejos. Chilli ahora reía con Wendy y Janelle, mientras Bluey y Bingo jugaban con los otros niños.
"A veces me pregunto qué recordarán de mí," confesó Bandit. "Si dentro de diez años, solo tendrán memorias de un padre confundido que no reconoce sus propias historias."
"Recordarán al hombre que sigue organizando parrilladas aunque olvide para qué son," respondió Pat firmemente. "Al padre que las ama tanto que, incluso cuando su memoria falla, su corazón nunca olvida quiénes son ellas."
"¿¡Desde cuándo todos son filósofos!? Preguntó Bandit, un poco cansado de huir palabras similares a ese. "Siempre me dicen que todo estará bien, pero nada de lo que hemos hecho me han quitado o disminuir esta maldita enfermedad."
"Pat guardó silencio un momento. No porque no supiera qué decir, sino porque sabía que Bandit no necesitaba una respuesta apresurada.
“Bandit…” comenzó finalmente, su voz más suave que antes, sin perder firmeza. “Nadie está tratando de quitarte el peso de lo que sentís. No estamos aquí para decirte que sonrías y ya. Pero tampoco vamos a dejarte que te deprimas solo porque tienes alzheimer."
¿¡Solo!?
"El punto es que lo que queremos es motivarte para que sigas siendo fuerte por tus hijas." Terminó de explicar Pat."
Bandit apretó la mandíbula, la vista fija en sus hijas riendo bajo el sol. “No es justo para ellas.”
“¿Creés que ellas lo ven así?” Pat se inclinó hacia él, intentando atrapar su mirada. “¿Tú viste cómo Bluey se preocupó por ti? ¿O cómo Bingo corrió hacia ti cuando encontró una flor ‘como las que te gustan’? Ellas no ven a un hombre enfermo, Bandit. Ven a su papá. Y eso no se borra tan fácil.”
Bandit se frotó el rostro con ambas manos, como si necesitara arrancarse el cansancio de los días acumulados. “Pero yo sí lo siento. Me miro en el espejo y no me reconozco."
"Con solo tomar tus pastillas para la memoria eso no debería sucederte." Respondió Pat.
"¡Mis pastillas!" Exclamó Bandit, corriendo hacia ellas para tomar la dosis que le tocaba ese día. Comenzaba a estar seguro que si la había olvidado tomar la de ese día.
Bluey y Judo se habían apoderado del rincón noreste del patio,
"Necesito que este peinado quede perfecto para mi cita con el príncipe," declaró Judo con voz refinada, interpretando a una duquesa de alto estatus mientras fingía examinarse en un espejo imaginario.
Bluey ligeramente inclinado sobre su oreja, tomó un palo que simulaba ser un cepillo y comenzó a "peinar" el pelaje de Judo con gestos precisos.
"Por supuesto, su alteza," respondió Bluey con una seriedad adorable. "Este será el peinado más elegante que haya llevado jamás. Incluso pondré brillantina mágica que hace que tu pelo cambie de color cuando estás contenta."
"¿De verdad existe eso?" preguntó Judo, momentáneamente saliendo de su personaje.
"¡Es un juego, Judo! ¡Claro que existe!" respondió Bluey, poniendo los ojos en blanco pero sonriendo.
Mientras tanto, en el área despejada del parque, Lucky y Bingo habían improvisado un pequeño campo de cricket. Lucky, sostenía un bate de cricket de tamaño infantil con la determinación de un jugador profesional. No era tan bueno como Rusty, pero si era mejor que Bingo. Así que enseñarle a jugar mejor no sería tan difícil.
"¿Lista, Bingo?" preguntó Lucky, golpeando suavemente el suelo con el bate como había visto hacer a los adultos en la televisión.
Bingo asintió desde unos metros de distancia, sosteniendo una pelota de tenis vieja. Su expresión oscilaba entre la concentración y una ligera aprensión.
"Recuerda, no tan fuerte como la última vez," advirtió Bingo, refiriéndose a un incidente anterior que había terminado con un ojo morado para ella.
"¡Promesa de explorador!" respondió Lucky, haciendo un saludo solemne antes de adoptar su postura de bateo.
Bingo lanzó la pelota con un movimiento torpe pero entusiasta. Para sorpresa de ambos, el lanzamiento resultó ser perfecto, y Lucky conectó el bate con la pelota con un satisfactorio "¡crack!". La pelota salió disparada en una trayectoria alta y curva.
"¡Corre, Lucky!" gritó Bingo, saltando de emoción.
Lucky comenzó a correr entre las bases improvisadas (un zapato olvidado y una mochila), pero su atención estaba en la pelota que ahora descendía peligrosamente cerca del "salón de belleza".
"¡Cuidado!" gritó, pero ya era tarde.
La pelota aterrizó directamente en medio del elaborado "peinado" que Judo acababa de terminar en Bluey, haciendo que ambas chicas saltaran sorprendidas.
"¡Lucky!" exclamó Judo con tono acusatorio, poniendo las manos en las caderas. "¡Acabas de arruinar el peinado de la duquesa!"
Bluey, sin embargo, recogió la pelota y la examinó con interés. En lugar de molestarse, sus ojos se iluminaron con una nueva idea.
"¡Esperen! ¡Tengo una idea mejor!" anunció, poniéndose de pie de un salto. "¿Y si el salón de belleza también es una academia de cricket? ¡Las duquesas también pueden ser jugadoras profesionales!"
Hubo un momento de silencio mientras los otros tres consideraban esta propuesta innovadora. Lucky fue el primero en sonreír ampliamente.
"¡Las mejores jugadoras de cricket siempre tienen los mejores peinados!" declaró con convicción, como si esta fuera una verdad universalmente reconocida.
Judo parecía menos convencida, pero el entusiasmo de Bluey era contagioso.
"Supongo que podría diseñar peinados especiales para cricket," concedió finalmente. "Con clips que no se caen ni siquiera cuando corres muy rápido."
Así, en cuestión de minutos, el juego se transformó. El tronco ya no era solo un salón de belleza sino también una tienda especializada en equipamiento de cricket.
"Su majestad," dijo Bluey con una reverencia exagerada mientras le presentaba a Judo un "casco" hecho de hojas entrelazadas. "Su casco real está listo. Tiene un encantamiento de suerte para que nunca falle un lanzamiento."
"¡Pésimo trabajo!" respondió Judo, colocándose el casco con dignidad. "Ahora estoy lista para mi gran partido contra el equipo de las cucarachas."
Lucky, que había asumido el papel del jugador de cricket, practicaba sus movimientos de bateo cerca, con Bingo como su entrenadora personal.
"Necesitas mantener el codo más alto, su alteza," instruía Bingo con sorprendente autoridad para alguien tan pequeño. "Y recuerda respirar profundo antes de cada golpe."
"¡Así, entrenadora?" preguntó Lucky, ajustando su postura con seriedad profesional.
"¡Perfecto!" aplaudió Bingo.
Desde una banca cercana, Chilli observaba el juego con una sonrisa tranquila.
"Son buenos niños," comentó Bandit de repente, regresando de tomarse su pastillas.
Chilli apoyó suavemente su mano sobre la de él. "Los mejores," respondió con sencillez.
En ese momento, Bluey miró hacia ellos y saludó con entusiasmo. "¡Papá! ¡Mamá! ¡Vengan a ver nuestro partido de cricket!"
Bandit se levantó con una energía repentina, como si el llamado de su hija hubiera activado algún resorte interior. "¡Vamos! Parece que necesitan un árbitro profesional."
Mientras se acercaban al improvisado campo de juego, Judo ya estaba explicando las complejas reglas de su nuevo deporte favorito.
"Y cuando la pelota toca las flores amarillas, son cinco puntos extra, pero solo si tienes el peinado correcto," decía con absoluta seriedad.
"Por supuesto," asintió Bandit, como si esta regla fuera perfectamente lógica.
La parrillada había sido un éxito rotundo: platos casi vacíos descansaban sobre las mesas, testimonio silencioso de las delicias compartidas. Pat apagaba las últimas brasas de la parrilla, enviando espirales de humo hacia el cielo crepuscular, mientras Bandit ayudaba a recoger los vasos dispersos con movimientos lentos pero determinados.
Chilli observaba a su esposo desde la distancia. Se acercó y entrelazó sus dedos con los suyos, una costumbre íntima que persistía como ancla en medio de la tempestad que azotaba sus recuerdos.
"Ha sido un día perfecto," susurró ella, recostando su cabeza sobre el hombro de Bandit.
"Lo ha sido," asintió él, y por un instante, la claridad brilló en sus ojos como un relámpago en noche oscura.
Janelle se aproximó con una bandeja de restos de pastel. "Deberíamos repetir esto pronto. Quizás el próximo fin de semana, antes de que empiece a hacer más frío."
La sugerencia flotó en el aire como una promesa dulce. Wendy, que empaquetaba los últimos recipientes, asintió con entusiasmo.
Los niños, agotadas tras horas de jugar cricket se despidieron. A Lucky le dolía las pantorrillas por el cansancio. Aunque valió cada segundo por el juego que tuvo. Esperaba que así podría entrar al equipo al entrar a la secundaria.
"¡No olvides traer tu casco mágico para nuestro próximo partido!" le recordó a Judo mientras ésta se alejaba de la mano de su madre.
Cuando el último invitado traspasó el límite entre la calle y la propiedad de los Heelers, ambos Heelers adultos miraron al piso.
Chilli exhaló profundamente, dejando que la tensión acumulada se disipara entre las sombras alargadas de los árboles. Bandit se dejó caer en una silla, contemplando el desorden organizado que quedaba por recoger.
"Podemos dejarlo para mañana," sugirió Chilli al notar el cansancio en los hombros caídos de su esposo.
"No, terminemos ahora," respondió él con una determinación que provenía de algún lugar profundo y todavía intacto de su ser. "Será peor si despierto y encuentro este caos sin contexto."
Ambos rieron, encontrando humor en la cruda verdad de sus palabras. Trabajaron juntos con la sincronía de quienes han compartido décadas de vida, sus movimientos una danza silenciosa y eficiente. Bluey y Bingo ayudaban a su manera, más entorpeciendo que colaborando, pero aportando risas que aligeraban la tarea.
Cuando finalmente todo quedó ordenado, Chilli envió a las niñas a prepararse para dormir.
Cuando las respiraciones de sus hijas se volvieron profundas y rítmicas, Bandit depositó un beso en cada frente y se deslizó fuera de la habitación. Encontró a Chilli en la cocina, preparando dos tazas de té con ese ritual silencioso que había perfeccionado a lo largo de los años.
"Están dormidas," informó, aceptando la taza humeante que ella le ofrecía.
"Mañana tengo cita con Brandy para empezar con ese experimento," comentó Bandit finalmente, sus dedos tamborileando nerviosamente contra la cerámica caliente.
"Iré contigo," respondió Chilli con firmeza, no como una pregunta sino como una afirmación inquebrantable.
"No es necesario que..."
"Iré contigo," repitió ella, interrumpiéndolo con suavidad pero con determinación férrea.
Bandit asintió, agradecido más allá de las palabras. Permanecieron así, hombro con hombro, mientras la noche avanzaba y las constelaciones trazaban sus patrones eternos sobre sus cabezas.
El ruido de un motor rompió bruscamente la serenidad del momento. Faros brillantes iluminaron la entrada mientras un vehículo se detenía con un chirrido de frenos frente a la casa. La puerta del conductor se abrió de golpe y una figura emergió de las sombras, sus pasos pesados resonando en el pavimento como truenos distantes.
"¿Stripe?" murmuró Bandit, entrecerrando los ojos para identificar a su hermano bajo la tenue luz del farol de la calle.
Efectivamente, Stripe avanzaba hacia ellos con pasos desiguales, su rostro contorsionado en una máscara de furia apenas contenida.
"¡Ahí estás!" bramó Stripe, señalando acusadoramente a Bandit. "¿Te escondes en tu pequeño nido familiar mientras todo se derrumba?"
Chilli se puso de pie inmediatamente, interponiéndose entre los hermanos como un escudo protector. "Stripe, las niñas están durmiendo. Baja la voz."
El recién llegado dejó escapar una risa amarga, carente de toda alegría. "Oh, claro, no despertemos a las princesas. Mientras tanto, nuestro hermano puede seguir fingiendo que todo está bien, ¿verdad?"
Bandit se incorporó lentamente, la confusión dibujándose en su rostro como tinta en agua clara. "Stripe, no entiendo... ¿Qué ha pasado?"
"¿Qué ha pasado?" repitió Stripe con incredulidad venenosa. "¿En serio me preguntas qué ha pasado? ¿O es que también has olvidado eso, como olvidas todo últimamente?"
Las palabras golpearon a Bandit con la fuerza de un puñetazo físico. Retrocedió un paso, herido por la crueldad implícita en aquella acusación.
"Suficiente," intervino Chilli con voz cortante, sus ojos destellando con protectora indignación. "Si tienes algo que decir, puedes hacerlo como un adulto civilizado o marcharte ahora mismo."
Stripe la miró por un instante, como sopesando sus opciones, antes de dejarse caer pesadamente en uno de los escalones del porche. La furia parecía haberse evaporado súbitamente, dejando tras de sí el cascarón exhausto de un hombre derrotado.
"Lo siento," murmuró, pasándose una mano por el rostro. "No debería haber venido así. No es... no es justo para ti, Bandit."
Un silencio tenso se instaló entre ellos, roto únicamente por el sonido distante de un búho en la noche. Chilli y Bandit intercambiaron una mirada cargada de preocupación antes de sentarse nuevamente, flanqueando a Stripe como centinelas cautelosos.
"¿Qué ha ocurrido?" preguntó Bandit con suavidad, colocando una mano tentativa sobre el hombro de su hermano.
Stripe inspiró profundamente, como reuniendo las fuerzas necesarias para articular palabras que parecían atascarse en su garganta."¡El imbecile de Rad quiere dejar a mamá en un asilo!"