ID de la obra: 592

Cómo Besar Una Chica

Gen
G
Finalizada
0
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44 páginas, 13.582 palabras, 6 capítulos
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Capítulo 4

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Habían pasado varios meses desde aquel recorrido por la escuela. El otoño había llegado, pintando las calles de Brisbane con tonos dorados y rojizos. Mackenzie, ahora en su último año de secundaria, caminaba hacia la casa de los Heeler una tarde de sábado. Había quedado en estudiar con Bluey para un examen de historia, pero mientras se acercaba a la puerta, sentía un nerviosismo que no tenía nada que ver con las fechas y eventos que debía memorizar. Tocó el timbre y esperó, ajustándose la mochila sobre el hombro. Para su sorpresa, fue Bingo quien abrió la puerta. "Oh, hola Mackenzie," dijo Bingo con una sonrisa tímida. "Si buscas a Bluey, ella salió con mamá a hacer unas compras. Volverán en unas horas." "Ah, vaya," respondió Mackenzie, tratando de ocultar su decepción y, al mismo tiempo, la extraña emoción que sentía al ver a Bingo. "Supongo que volveré más tarde entonces." "Puedes esperarla si quieres," ofreció Bingo rápidamente. "Estaba por ver una película. ¿Te gustaría acompañarme?" Mackenzie dudó por un momento. Estar a solas con Bingo le provocaba sentimientos contradictorios. Por un lado, disfrutaba de su compañía y se sentía cómodo con ella. Por otro, esa comodidad lo asustaba un poco. ¿Qué significaba realmente? "Claro, ¿por qué no?" respondió finalmente, entrando a la casa. Se sentaron en el sofá, manteniendo una distancia prudente entre ellos. Bingo puso una comedia romántica, género que Mackenzie normalmente evitaba, pero esta vez no protestó. Mientras veían la película, conversaban ocasionalmente, compartiendo comentarios sobre las escenas o riendo juntos de los chistes. La tensión inicial se fue disipando gradualmente. "¿Sabes? Me alegra que hayas venido hoy," dijo Bingo durante una escena particularmente cursi de la película. "Últimamente no nos vemos mucho en la escuela." Mackenzie asintió, sintiendo una punzada de culpa. Era cierto que había estado evitando un poco a Bingo en la escuela, temeroso de los comentarios de sus compañeros y de sus propios sentimientos confusos. "Lo siento por eso," admitió. "He estado... ocupado con las clases y el equipo de cricket." Bingo lo miró de reojo. "¿Seguro que es solo eso?" Antes de que Mackenzie pudiera responder, Bingo se levantó abruptamente. "Oye, acabo de recordar que tengo unos dulces guardados en mi armario. ¿Quieres algunos?" "Suena bien," respondió Mackenzie, agradecido por el cambio de tema. Subieron a la habitación de Bingo. Mackenzie no había estado allí desde que eran niños, y notó cómo había cambiado. Los peluches y juguetes habían sido reemplazados por pósters de bandas y fotos con amigos como Lila y a Bluey. "No sabía que tocabas," comentó, señalando un instrumento. Bingo se sonrojó ligeramente. "Estoy aprendiendo. Tal vez algún día te toque algo." Mientras Bingo buscaba en el armario, Mackenzie se quedó cerca de la puerta, observando la habitación y tratando de no pensar en lo bonita que se veía Bingo. "Están en la parte de arriba," dijo Bingo, estirándose. "¿Podrías ayudarme a alcanzarlos?" Mackenzie se acercó al armario. El espacio era pequeño y podía sentir el calor emanando del cuerpo de Bingo. Justo cuando ambos estaban dentro, buscando la caja de dulces, se escuchó un clic y la puerta se cerró detrás de ellos. "Oh no," murmuró Bingo, intentando abrir la puerta. "Creo que se cerro. Y estas puertas no abre por adentro." Intentaron abrirla, empujando y tirando, pero fue en vano. Estaban atrapados. "Genial," suspiró Mackenzie. "¿Y ahora qué hacemos?" "Supongo que esperar a que alguien nos escuche," respondió Bingo. "Papá debería llegar pronto del trabajo." Se sentaron en el suelo del armario, hombro con hombro. El espacio era tan reducido que sus piernas se tocaban, y Mackenzie podía sentir cada movimiento de Bingo. "Así que..." comenzó Mackenzie, tratando de romper el silencio incómodo. "¿Cómo te ha ido en la escuela? Ya llevas unos meses allí." "Bastante bien," respondió Bingo. "Gracias a tu recorrido, me fue más fácil adaptarme. Aunque..." hizo una pausa, "a veces me pregunto si realmente encajo allí." Mackenzie la miró sorprendido. "¿Por qué dices eso? Pensé que te estaba yendo bien." Bingo suspiró. "Académicamente, sí. Pero a veces siento que no encajo con los demás. Como si fuera... diferente." Mackenzie sintió una punzada de empatía. Él también se había sentido así muchas veces. "Ser diferente no es malo, Bingo. De hecho, crees que no fui marginado también en la secundaria. Créame que cuando un mono se siente solo Siempre hará tonterías y la gente se reirá. Pero si un uno se junta al menos con otro mono igual va a tener mucho más respeto y confianza en sí mismo. Bingo sonrió débilmente. "Gracias, Mackenzie. A veces olvido lo sabio que puedes ser." Hablaron sobre la escuela, sus amigos, y cómo habían cambiado las cosas en los últimos meses. A medida que conversaban, la incomodidad inicial se fue desvaneciendo, reemplazada por una familiaridad cómoda. "Sabes," dijo Bingo después de un rato, "nunca te agradecí por defenderme aquel día, cuando tus amigos se burlaban de nosotros." Mackenzie se sonrojó, agradeciendo la oscuridad del armario. "No fue nada. Tú fuiste la valiente ese día." "Aun así, significó mucho para mí," insistió Bingo. Hubo una pausa antes de que añadiera, en voz baja, "Tú significas mucho para mí, Mackenzie." El corazón de Mackenzie comenzó a latir más rápido. Sentía que estaban al borde de algo, un precipicio emocional del que no estaba seguro si quería saltar. "Bingo, yo..." comenzó, pero se detuvo. ¿Qué iba a decir? ¿Que también significaba mucho para él? ¿Que no podía dejar de pensar en ella? ¿Que tenía miedo de arruinar su amistad y su relación con Bluey? Bingo pareció sentir su conflicto interno. "Está bien, Mackenzie. No tienes que decir nada. Sé que las cosas son complicadas." "Es que..." Mackenzie luchó por encontrar las palabras adecuadas. "Lo sé," dijo Bingo suavemente. "Aunque cuando salgan de la secundaria van a tener más tiempo para ustedes mismos en privado.   Mackenzie se quedó en silencio, procesando las palabras de Bingo. Tenía razón, por supuesto. "Tienes razón," admitió finalmente. Se quedaron en silencio por un momento, sus manos a punto de tocarse. "¿Y ahora qué?" preguntó Mackenzie después de un rato. "No lo sé," respondió Bingo honestamente. Mackenzie asintió, aunque sabía que Bingo no podía verlo en la oscuridad. "Me parece bien. Paso a paso." Justo en ese momento, escucharon la voz de Bandit. "¿Chicos? ¿Están ahí arriba?" "¡Papá!" gritó Bingo. "¡Estamos atrapados en el armario!" Momentos después, Bandit abrió la puerta, encontrando a los dos adolescentes sentados muy juntos en el suelo del armario, sus manos aún entrelazadas. "Vaya, vaya," dijo Bandit con una sonrisa divertida. "¿Qué tenemos aquí?" Mackenzie y Bingo se soltaron rápidamente y salieron del armario, ambos sonrojados y evitando la mirada del otro. "La puerta se atascó," explicó Bingo apresuradamente. "Mmm-hmm," respondió Bandit, su expresión entre divertida y sospechosa. "Bueno, me alegro de haber llegado a tiempo. Mackenzie, ¿te quedas a cenar?" "Uh, no, gracias señor Heeler. Debería irme a casa," respondió Mackenzie, aún apenado. Mientras Mackenzie se despedía y salía de la casa, tanto él como Bingo sabían que algo fundamental había cambiado entre ellos. "Puto armario! Me vino a confundir más". Caminando hacia su casa, Mackenzie reflexionó sobre todo lo que había sucedido. Sabía que esto iba a salirse de control y explotar un día. Lo mejor que podía hacer era tener más cercanía Bluey y lejanía de Bingo. Por el bien de los tres lo tenía que hacer.
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