Capítulo 4
17 de agosto de 2025, 21:58
Lacy deseaba nunca haberse cruzado con esos dos entrenadores.
Lacy vivió en paz durante seis años, derrotando a todos sus rivales con facilidad. Podía ignorar las súplicas de su familia para que regresara a Endrino sin perder el sueño, con la seguridad de que pertenecía a otro lugar.
A Kanto, como la Campeona. Como la más poderosa. Gray la esperaba, pero su familia ya no podía obligarla a nada.
Porque Kanto la necesitaba ¿verdad?
Pero Green derrotó al Alto Mando uno tras otro. Entró en la sala para desafiarla como una tormenta, superando todas sus expectativas.
Todo había terminado, pensó Lacy. Pero no del todo: podía quedarse en un rango inferior del Alto Mando mientras Green fuera la Campeona.
Entonces Red entró en la sala como un tornado y empeoró todo.
Lacy fue derrotada. Green también.
Y Red se fue.
Lacy volvió a ser Campeona por defecto. Todas las acusaciones de corrupción que eso trajo consigo hicieron que ese título fuera una carga.
Lacy quería ir atrás - un paso atrás.
Ella podría permanecer en un rango inferior en el Alto Mando mientras Green fuera la Campeona; de esa manera, no tendría que regresar a Ciudad Endrino.
Con un rango inferior, tendría más tiempo libre. Podría entrenar, buscar a Red y derrotarlo, y también a Green. Recuperar su título, de verdad.
Pero Green, una vez más, entró y…
—Quiero ser la líder del Gimnasio de Ciudad Verde.
¿Por qué?
Lacy no pudo convencerla de que cambiara de opinión. Ese maldito título estaba pegado a sus hombros y no podía quitárselo.
Deseaba que todo vuelva a ser como antes. Pero quizá nunca volvería a ser igual.
***
Lacy estaba frente a la cámara, con los dedos aferrados al podio. Las luces eran las mismas de siempre, pero ahora le hacían arder los ojos. Había hecho miles de anuncios como Campeona antes. Pero todo era diferente esta vez.
Ella sonrió, una sonrisa de muñeca, demasiado rígida.
—Hola. Hoy, la Liga se complace en anunciar que Green Oak ha sido nombrada nueva Líder de Gimnasio de la maravillosa Ciudad Verde.
La sala estaba en silencio, los camarógrafos la miraban confusos. Lacy respiró hondo.
—Green Oak ha trabajado mucho para conseguir este puesto y confiamos en que, bajo su liderazgo, la Ciudad Verde vivirá una nueva era de crecimiento y contará con nuevos y sólidos entrenadores. Le deseamos mucha suerte.
Lacy le deseaba la peor de las suertes. Deseaba que Green odiara ser Líder de Gimnasio tanto que terminaría volviendo a su oficina y le suplicara ser Campeona. Lacy diría "te lo dije" y ganaría, la derrotaría y luego derrotaría al otro y recuperaría su vida. Al verla ganar de nuevo, su familia por fin la perdonaría y echaría a su idiota de futuro esposo de Endrino, y podría visitar a su prima sin problemas y saludarla durante cinco minutos sin que la acusaran de arruinarlo todo por no tener hijos.
Pero por supuesto, esas tontas fantasías nunca se harían realidad.
—Gracias —concluyó Lacy, apartando la mirada de las cámaras, que se apagaron un par de segundos después.
Los periodistas en el público comenzaron a invadirla con preguntas (gracias a Dios estaba a distancia de ellos).
Lacy siguió mirando sus pies, sus palabras eran solo un ruido sin sentido en su mente. Lorelei tomó el micrófono.
—Hoy no responderemos preguntas. Pueden retirarse. Gracias.
Lacy volvió a la realidad cuando oyó que todos se marchaban y sintió la mano de Lorelei en su brazo. La miró.
—¿Estás bien? —preguntó Lorelei.
—Ah. Sí. Sí, estoy bien.
Lorelei suspiró levemente. Las verdaderas emociones de Lacy se reflejaban fácilmente en su rostro. Eso no era nada bueno para una persona pública.
—¿Y si entrenamos un poco para despejar tu mente?
Lacy sonrió. Todavía fingía.
—Me encantaría.
Lacy y Lorelei fueron las últimas en irse.
***
Green vio el anuncio por televisión. Se sentía un poco mal por Lacy, pero no haría lo que quería. Ya no quería ser el centro de atención.
De hecho, su nuevo lugar de trabajo, el Gimnasio, estaba tranquilo cuando abrió. Hoy era su primer día, y al principio, la gente solo pasaba sin siquiera mirar el Gimnasio.
Sin embargo, aproximadamente una hora después, dos entrenadores, niños pequeños, aparecieron afuera mientras ella abría el gimnasio.
—¿Eres la nueva líder del gimnasio? —preguntó uno de los niños.
—Así es —respondió Green con una sonrisa.
—¿Es cierto que eras la Campeona?
—…Sí, como por veinte minutos.
—¿Conociste a Red?
Green hizo una mueca. Se estaban volviendo un poco molestos.
—Eh… sí.
—¿Y por qué se fue?
—¿Cómo te sentiste al perder?
¡Ya es suficiente!
—No sé... No estoy aquí para responder preguntas. ¡Enfréntense a mí o váyanse!
Los niños hicieron pucheros. Quizás fue demasiado mala.
—Bien. ¡Lucharemos contigo!
Green volvió a sonreír. Su primera batalla como líder de gimnasio.
***
A medida que pasaban las horas en su nuevo trabajo, Green se dio cuenta de algo sorprendente: era genial ser Líder de Gimnasio. No luchaba por ser la más fuerte, sino para inspirar a los pequeños Entrenadores de la ciudad y ayudarlos a aprender.
No se entristecia al ser derrotada. Al contrario, se alegraba de que los Entrenadores estuvieran tan orgullosos al obtener sus Medallas de Gimnasio, sin saber que usaba malas estrategias a propósito.
Green podría acostumbrarse a esto...
Oyó a alguien en la puerta. Esperaba a otro niño, pero era esa mujer, otra vez. Lacy.
—Hola —dijo Green, levantando una ceja— Supongo que no estás aquí para conseguir la medalla de gimnasio…?
—No…
—Bueno, mira, me dejaste este trabajo, así que se acabó. No voy a ocupar tu lugar. Me quedaré aquí... es bonito.
Lacy se mordió el labio con frustración. Luego respiró hondo. Pensó que debía tomar otro camino para convencerla esta vez: un último intento desesperado.
—Como sea. Pero quiero preguntarte... ¿Realmente no quieres volver a ser la Campeona? ¿No quieres, no sé, encontrar a Red y derrotarlo? ¿Recuperar tu puesto? ¿Dónde está toda esa determinación que vi en ti cuando nos conocimos? No pudo haber desaparecido. Sé que la mía aún está en mí.
—Bueno, creo que en realidad no quería ser la campeona. Me di cuenta un poco tarde.
—¿Entonces qué querías?
—…No es asunto tuyo.
Lacy se quedó allí un segundo. Green la miró con los brazos cruzados.
—¿Y tu qué quieres? —preguntó Green con curiosidad.
Lacy pensó por unos momentos.
Sentir que Kanto me necesita más que Johto.
Ahogar mi culpa por irme con gloria y orgullo.
—No te contaré cosas tan personales —respondio Lacy.
—Bien. ¿Qué tal una batalla amistosa?
Lacy levantó una ceja.
—¿No dijiste que no estabas en posición de vencerme?
Green se encogió de hombros y sonrió.
—No te ganaré si me contengo. Eso es lo que he estado haciendo todo el día.
—…Bien.
Green y Lacy entraron al gimnasio y se enfrentaron. El Rhydon de Green apenas se esforzaba y el Aerodactyl de Lacy era igual de malo. Ninguna quería ganar.
Después de diez minutos de que sus Pokémon se miraron más que pelearon, Lacy se aburrió.
—¡Vamos, Gyarados!
Green sonrió, sorprendida.
—¿Se enojó la campeona?
Lacy apretó los dientes.
—¡Gyarados! ¡Usa Surf!
Una ola gigante apareció y arrastró a Rhydon, dejándolo inconsciente y dejando a Lacy y Green empapadas.
—Ganaste.
—Si, puedo verlo.
Green y Lacy se miraron. El cabello ondulado de Green estaba pegado a su cara y el de Lacy ya no estaba tan alto. Se veían diferentes, Lacy todavía la miraba enojada, siempre como si hubiera matado a su abuela o algo así, pero sin ese peinado extravagante se veía como alguien que Green podría haber conocido en Pueblo Paleta.
—¿Oye Magikarp, me ayudarás a limpiar este desastre o qué? —preguntó Green.
—Claro…
Antes de limpiar, Green fue a buscar unas toallas y se secaron el pelo. Por un momento, Green pensó que Lacy se veía un poco linda así.