ID de la obra: 611

Conocer la verdad y el amor

Slash
PG-13
Finalizada
0
Fandom:
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57 páginas, 18.025 palabras, 10 capítulos
Descripción:
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Capítulo 2

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—Trunks POV— En el viaje de vuelta a la Tierra me sentí aún más abrumado por el nerviosismo que antes. No obstante, al haberme llevado esa bella flor namekiana conmigo, la Raunuka, el solo mirarla me tranquilizaba. Al tocar sus pétalos cuidadosamente con los dedos, todo tipo de buenos recuerdos vinieron a mi cabeza. Ese momento de alivio al derrotar a los androides… Ese momento en el que mi madre y yo construimos la nave en la que me encontraba, algo que no teníamos posibilidad alguna de hacer antes… Los momentos felices eran, desgraciadamente, escasos en mi existencia, pero sabía que al regresar a un mundo rebosante de vida, éstos se multiplicarían. Pronto pude establecer contacto con mi planeta de origen a través del comunicador en el puente de mando de la nave. Esbocé una sonrisa al ver a mi madre del otro lado de la pantalla, con los ojos más brillantes que nunca por la alegría. —Hola, hijo. ¡Lo lograste, Trunks! Todos están aquí, por fin. Estoy tan orgullosa de ti. —¿En serio, mamá? Todos… ¿Todos están ahí? ¿En serio? —Sí, cariño. Por fin este calvario se terminó… Mí madre, entonces, movió su comunicador hacia el otro lado de la habitación en la que se encontraba (la sala de estar de la casa), e inmediatamente, mi corazón se detuvo. Mi padre, Vegeta… Piccolo… Ten Shin Han… Yamcha… Krillin… y mi maestro, Gohan. —Sabía que lo lograrías —dijo Gohan, sin la tristeza usual de su sonrisa. Se veía igual a como yo lo recordaba. Quizá aún más brillante que antes. Escuché cada una de sus palabras atentamente, como si su voz fuese agua en el medio de un desierto. No pude evitar que mis ojos se humedeciesen, y mientras me llevaba la mano a mis labios sonrientes, mi pecho tembló con sollozos de alivio. Todo el miedo, incertidumbre e impotencia que sentí durante cada segundo de mi vida se deslizó por mi rostro como lágrimas, cayendo a las baldosas blancas del suelo. —Siempre quise poder verlos a ustedes, y al mundo, de vuelta —dije—. Y te extrañé cada día, Gohan… Estoy tan feliz… Mi madre me miró con una sonrisa, sus ojos estaban enrojecidos. —Nosotros también. Por fin, todo está bien. Gracias a ti. —Cuando vuelvas, Trunks, haremos una gran fiesta —dijo Gohan—. Ya hemos restaurado las Esferas del Dragón de la Tierra y las usamos para reconstruirla… Así que podremos comer todo lo que un Saiyajin necesita, ¿verdad, señor Vegeta? Mi padre resopló. —No he comido en décadas; mi apetito es el doble que el de un Saiyajin. Todos se rieron nerviosamente, y entre mi llanto, el cuál ya se estaba atenuando, solté una risa temblorosa. —Ay, Vegeta, más te vale que dejes comida suficiente para todos, o te enviaré de vuelta al otro mundo —dijo mi madre. Los ojos de mi padre se abrieron y él se encogió, alarmado. Como intentando esconder su reacción previa, él se cruzó de brazos. —Hmph, está bien, pero solo porque me lo pides tú. Durante las dos semanas del viaje de vuelta a mi planeta de origen, pasé mi tiempo entrenando mis movimientos, y también mi fortaleza mental. Mientras estaba sentado con mis rodillas tocando el suelo, con mis manos reposando sobre ellas y mi espalda recta, abrí los ojos y miré hacia la gran escotilla de la nave, a través de la cual podía ver lo negro del espacio. Las estrellas, a través de la distancia, brillaban con fuerza, y podía sentir como me conectaba con el universo. Al estar conectado con mi mente y mis emociones, recordé aquello que los namekianos me habían dicho del “ki emocional”. Me pregunté, una vez más, a qué se estaban refiriendo con aquello. Entonces, de repente, mis costillas se movieron con una tos. Llevé mi mano a mi boca y mis hombros se estremecieron; la tos no se detuvo tras varios segundos y sentía como si la parte de atrás de mi garganta estuviera siendo raspada. Inhalé con fuerza, tras una tos ruidosa pude volver a respirar. Al bajar mi mano, sentí como algo rozaba mi palma. Abrí mi mano… y allí, sostenía un pequeño pétalo transparente. Su brillo, como si de purpurina se tratase, se había esparcido por toda mi mano. El que tenía era idéntico al de mi flor Raunuka, pero, ¿en qué momento le había arrancado un pétalo? Con confusión, miré a la maceta con la flor, la cuál se encontraba cerca de los botones de la puerta de mando, en el posavasos, sus pétalos parecían estar intactos. La confusión se desvaneció cuando la observé; seguía teniendo ese gran efecto sobre mis emociones. Rápidamente volví a mi posición para meditar, seguramente se le había caído un pétalo mientras la regaba, y solamente me percaté en ese momento. Finalmente, regresé a la Tierra tras lo que percibí como una eternidad. Aterricé en la ‘x’ de la Corporación Cápsula, estuve sorprendido para bien al ver qué había sido reconstruida. La puerta de la nave, que también era la rampa de desembarque, se abrió, y bajé por ella. Todos estaban esperándome desde la entrada de la corporación. Mi madre, que sostenía una botella de vino tinto, la destapó con emoción. —¡Bienvenido, Trunks! —exclamó fuertemente mientras los demás aplaudían y gritaban. Pero entonces, una ola de espuma burbujeante brotó de la punta de la botella. Como si de un ataque se tratase, los guerreros se apartaron rápidamente para no ser alcanzados por la espuma, que empezó a perder fuerza y en su lugar empezó a caer en la ropa de mi madre. Corrí a ayudarla y tomé la botella, lo que solo resultó en que mi ropa se llenase de rojo oscuro también. Eventualmente, la espuma se terminó, y yo me quedé quieto por unos segundos, examinando mi ropa manchada. El silencio se extendió en el aire, con todos mirándome con los ojos muy abiertos. Yamcha fue el primero al que se le escapó una risa, y luego todos los presentes se unieron, con la alegría esparciéndose por el lugar como la espuma. Mi madre, mientras tanto, se encontraba examinando su vestido blanco, el cuál ahora tenía una mancha roja imposible de esconder. Estaba frunciendo las cejas con tanta fuerza que se le podría haber explotado una vena de la frente, pero no podía evitar sonreír también, al compartir unas risas con todos tras tanto sufrimiento. —¿De dónde sacaste este vino, Yamcha? —dijo mientras se daba la vuelta para entrar al salón, deslizando la puerta de cristal. —No es culpa mía, lo abriste mal... Entonces, entramos al salón, decorado con globos, luces de cadena y banderines de colores. Había un gran cartel de neón que decía: ‘¡Bienvenida de vuelta, Tierra!’ Me encogí, perplejo, al ver que el salón estaba lleno de personas que no conocía. Lleno de personas que antes no estaban vivas. —M-mamá, ¿a cuántas personas invitaste? ¿De dónde salió toda esta gente? Mi madre ya había cambiado su vestido blanco por un traje azul, y con una bebida en la mano, me respondió: —A toda la ciudad, hijo, esto debe ser festejado por todo el mundo. Y ponte esta ropa, no puedes estar en la fiesta así, con esa mancha. —Ah… eh… bueno. Tras cambiarme, incliné sobre una pared y observé la fiesta por un rato. Podía escuchar el murmullo de las personas hablando. Riendo. Algunos estaban bailando con la música de fondo. La música. Estaba escuchando música en ese momento. Mi garganta se estrujó, y mis ojos brillaron. La humanidad realmente estaba de vuelta… Entonces, una mano en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Levanté la mirada para ver quién me llamaba, era Gohan. —¿Qué haces? ¿No vas a bailar? Sonreí, algo avergonzado. —No sé, no, nunca he bailado. Gohan me mostró una sonrisa de oreja a oreja y mis mejillas se calentaron. —No es tan distinto a entrenar —Gohan extendió su mano hacia mí—. ¿Bailamos juntos? —Claro —respondí con una sonrisa, tomando su mano. Mientras caminábamos hacia la pista de baile, miré fijamente a nuestras manos entrelazadas. Las suyas siempre habían sido más grandes, pero ahora, no era mucha la diferencia. Me di cuenta, en ese momento, de cuánto había querido tomar su mano todo este tiempo. En cuánto me acostumbré a aquella calidez, llegamos a la pista y él soltó mi mano para ponerse en posición para bailar. —¿Listo? Tú sígueme —dijo, divertido. —De acuerdo, maestro —respondí a modo de broma. Saltamos y reímos, y nuestros pies golpearon el suelo al compás de la música. Por unos momentos, el resto del mundo desapareció, y solo éramos yo y Gohan… pero no de un modo desolador como antes. Éramos solo yo y Gohan, y el mundo era brillante y seguro, y solo en ese momento, me sentí vivo al sentir las palpitaciones de mi corazón en mi pecho. Me encontré absorto viendo la sonrisa de Gohan mientras bailaba conmigo, tan absorto que me tropecé con mi propio pie, y estuve a punto de caer al suelo… Antes de que él me atrapara por los hombros antes de estrellarme. Por un instante, él me sostuvo, dijo algo sobre que bailaba bastante bien para mi primera vez, pero lo único en lo que yo me concentré fue en lo cerca que estábamos en ese momento. La sangre corrió por mi rostro haciendo que se enrojezca, y di un paso hacia atrás. ¿Qué era lo que estaba sintiendo? Gohan, también, se quedó quieto por un momento, había desviado la mirada y se rascaba la nariz, aún sonriendo. —Es cierto que no es tan distinto a entrenar —dije para romper el silencio—, solo es mucho más vergonzoso. Gohan rió. —No te preocupes, nadie es un experto en el baile aquí —entonces, se quedó en silencio, pero por como me miraba, parecía estar pensando en decirme algo, así que esperé—. Estoy tan feliz de poder compartir esto contigo. —Yo también. Un rato después, la música terminó, y Gohan y yo nos sentamos en una mesa tras pedir algo de comida en el buffet: generosas porciones de arroz, tacos de pescado, brochetas de pollo y verduras, entre muchas cosas más. Los platos se apilaban en la mesa mientras pedíamos más cosas; el menú era gratis para todos por este día. Después de tres rondas, suspiramos con felicidad, al haber saciado el hambre. —Ay, ¿hace cuánto no comía tanta comida deliciosa? —dijo Gohan. —¡Lo mismo digo! Ya no tendré que comer comida de perro —respondí mientras tomaba algo de agua. —Oh, no sabía que las cosas se habían puesto tan mal —dijo con algo de preocupación, y luego se inclinó hacia mí con los codos en la mesa—. Oye, Trunks. Antes de que llegases, estuvimos recorriendo la Corporación Cápsula. —Ah, ¿y que vieron? —No sé si lo sabes aún, pero tienes una sala de cine personal en tu casa —dijo con emoción—. Nunca hemos podido ver películas. Yo solo te contaba las que recordaba cuando teníamos algún momento de tranquilidad, recuerdas? Levanté las cejas, sorprendido. Al haber estado en la fiesta, no había tenido tiempo para ver la renovación del edificio. —Sí, eras bastante bueno contándolas. —Y ahora podemos ver películas reales. ¡Debes invitarme! Le sonreí ampliamente. —¡Claro que sí! ¿Quieres venir mañana, a ver una de las películas que me contaste? —Sería genial. —Perfecto —murmuré—. Te mereces una noche de películas. —Tú te la mereces, señor héroe salvador —me corrigió, apuntando al cartel que había visto al entrar al salón hace horas. No pude evitar sonrojarme una vez más, y volví a toser, ¿suponía que por toda la presión de estos últimos días? —Me dices héroe salvador, pero nunca podría haber llegado tan lejos sin ti. El poder traer a todos de vuelta algún día… Y el poder volver a verte a ti algún día, fue lo que me sacó adelante. Así que, eh… gracias. —Tú me diste fuerzas también. No llegué hasta el fin como tú, pero… —…Eso no importa. Estás aquí ahora. Gohan volvió a sonreír, esta vez con algo de sincera melancolía. Gohan puso su brazo alrededor de mí, abrazándome. Ni la flor Raunuka podría haberme hecho sentir tanta paz. En ese momento supe que este era el comienzo de una nueva vida, sin tanta desesperación. Una hermosa vida.
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