Capítulo 9
18 de agosto de 2025, 8:59
‘La verdadera fuerza yace en la verdad. Equilibra la balanza de emociones’. Esa era la frase que vi en la maceta de la flor de Trunks… la que solo yo pude leer. Esa magia extraña, lo que sea que fuera, tenía ese mensaje para mí.
Yo siempre pensé que ser fuerte significaba tener fuerza bruta, ocultar mis debilidades, ocultar lo que sentía. Como cuando de niño quise festejar mi cumpleaños en este mismo restaurante en el que Trunks y yo estábamos teniendo esta… ‘cita’ ahora.
Aunque aferrarme a aquella fuerza solo me hacía sentir miserable. Paradójicamente, ocultar mis debilidades y lo que sentía hacía que me sintiera más débil que nunca. Quizá esa era la verdad que debía ver, que la fuerza se trataba de otras cosas.
Cuando yo estaba con las personas que amaba, cuando estaba con Trunks, era cuando realmente me sentía como alguien fuerte. No cuando luchaba a muerte. No cuando me sacrificaba.
La fuerza estaba aquí, en cómo Trunks me sonreía, en cómo podía ser yo mismo con él. En cómo nuestra amistad soportó el peor infierno, la mismísima muerte hasta que…
Hasta que dejó de ser solo amistad.
Trunks había cambiado mucho desde que lo conocí, desde que él era solo mi alumno. Solía ser algo tímido, algo inseguro. Sin embargo, algo que nunca cambió en él fue su determinación, la cuál siempre tuvo. Por la forma en la que hablaba, sabía que Trunks estaba determinado a obtener algo este día. Yo no estaba seguro de qué. Pero creo que yo quería lo mismo.
¿Así que le debía un buen momento?
Apenas Trunks dijo eso, yo le habría robado un beso en ese mismo momento, pero una parte de mí tenía miedo. Vergüenza.
¿Quién era yo para querer tener un lugar tan importante en su vida después de haberle fallado tan terriblemente en el pasado…?
Eventualmente, Trunks y yo nos cansamos de comer y decidimos que ya era hora de irnos del restaurante. Él pagó y nos levantamos de la mesa, luego fuimos a la puerta. Yo aún pensaba en eso, en la palabra que se me salió y en cómo a Trunks no le molestó.
—¿Qué quieres hacer ahora? —me preguntó.
—¿Quieres que caminemos un rato?
Trunks asintió, con una sonrisa cansada. Sus párpados estaban más oscuros. Sus ojos aún brillaban.
Salimos del restaurante y empezamos a caminar por la vereda, la cuál estaba iluminada por luces de hadas. Toda la ciudad estaba de fiesta desde hace días al haber sido reconstruida. Miré hacia arriba, hacia ellas y el cielo que ya se había tornado naranja, luego miré a Trunks.
No planeaba decírselo antes, pero quería ser honesto con él.
—Oye… ¿Recuerdas cuando fuimos a ese mismo restaurante de niños? —pregunté, sin dejar de caminar.
La boca de Trunks se quedó entreabierta por un momento mientras pensaba.
—¿En tu cumpleaños, no?
Sonreí, feliz de que no se le haya olvidado.
—¡Sí! Sabes… La verdad la estaba pasando muy mal… hasta que apareciste tú. La carta que me diste… yo la guardé con orgullo por bastante tiempo. Fue el mejor regalo que me podrían haber dado.
Trunks sonrió un poco, algo avergonzado.
—¿En serio? Solo eran unos dibujos feos… aunque a decir verdad, me tomaron como una hora.
—Ja, pues a mí me parecieron muy bonitos.
—Es bueno escucharlo. —Trunks dejó de mirarme y entrecerró los ojos un momento, pensativo. Luego dijo—: Ah, y Gohan… ¿Estabas hablando en serio hace rato, cuando dijiste lo de…?
—…Lo de que lo de hoy fue una cita.
—Ajá.
Me quedé en silencio un momento. Lo que respondiera a su duda podría cambiar todo entre nosotros. Y él me estaba mirando como si quisiera que pase eso mismo.
—Sí, pero…
Él me miró intensamente, esperando a que termine de hablar como si fuera el único sonido en el mundo.
—Pero… fue sin querer. No te lo tomes en serio. No sí no quieres. Yo… no quiero ser raro y…
Los ojos de Trunks se abrieron y él casi se tropezó al no ver un escalón mientras caminábamos, por haberse quedado mirándome en shock.
—Trunks, ten cuidado con-
Trunks rápidamente se puso derecho de nuevo y dejó de caminar, poniéndose frente a mí para que yo también me detuviera.
—¿Trunks…?
Él puso sus manos en el cuello de mi camisa y me acercó a él. Nuestros ojos se encontraron, él nunca había estado tan cerca de mí. Se veía nervioso, desesperado. Como si esto fuera una situación de vida o muerte. Antes de que la sangre me termine de llegar a la cara, Trunks cerró la distancia entre nosotros y puso sus labios sobre los míos, ahí, en el medio de la vereda.
Tenían un sabor… metálico. Parecía haber estado sangrando por mucho más tiempo de lo que me demostró.
No podía creer lo que pasaba. Me quedé congelado por un momento, y luego, puse mis manos en su cabello y lo besé también.
Él me besaba con fuerza, demasiada. Luego simplemente me soltó.
Nos miramos. Él se veía igual de enfermo.
—No funcionó —murmuró, con sus pupilas moviéndose a todas partes con confusión, con miedo—. ¿Por qué eso no funcionó?
—¿De qué hablas?
—Nada. Nada… debo irme.
Trunks empezó a caminar rápidamente, y yo lo seguí.
—¿A dónde vas? Pero- por qué- ¿De qué hablas? ¿Por qué hiciste eso? Espera…
Trunks dejó de caminar al escucharme. Me dio la espalda por un momento, y luego se volvió hacia mí, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Porque no quiero morir.
Lo dijo tan suavemente. Rindiéndose. Mi estómago se congeló.
—¿Morir? Dijiste que estarías bien.
Trunks se quedó en silencio, pero por su expresión, parecía que tenía mil pensamientos en la cabeza al mismo tiempo.
—Yo… —dijo con la voz quebrada—. La verdad no sé si lo estaré… se supone que si hacía que te enamores de mí… yo iba a sobrevivir, pero…
Tosió. Y tosió. Y luego tosió más.
Me di cuenta de lo que estaba pasando en ese momento.
Trunks tenía Hanahaki, la misma enfermedad que Bulma había tenido por Vegeta cuando yo era niño… y era todo mi culpa.
Pero no lo entendía... Por lo que aprendí de Bulma, Hanahaki se curó cuando el amor no correspondido fue correspondido. Y yo amaba profundamente a Trunks.
Entonces ¿por qué seguía enfermo?
Aunque… El planeta al que fue era Nuevo Namek. Era un planeta similar al original, no el mismo. Quizás, durante todo este tiempo, padeció una enfermedad similar al Hanahaki… que, sin embargo, no le afectaba de la misma manera.
Y ahora, teníamos que encontrar la verdadera cura antes de que fuera demasiado tarde.