¿Lo peor o lo mejor?
11 de septiembre de 2025, 13:11
El camino de regreso a casa es algo entre incómodo y doloroso.Mis padres parecen deslumbrados por mi victoria, compartiendo palabras orgullosas sobre lo talentoso que soy y lo mucho que les enorgullece todo esto.No puedo evitar fingir una sonrisa para ellos, una que claramente no los convence, pero no insisten; simplemente dejan que el silencio me arrope un poco más.
Todo lo que puedo pensar es en ella.Pero no solo en ella… también en él.Sebastián.
Solía decir:“Un día, todo ese talento que tienes te va a hacer ganar premios.”Y luego sonreía, amplio y despreocupado.“Seguro que para entonces ya te olvidaste de mí… De todos modos, encontraré la forma de demostrarte lo orgulloso que estoy.”
Y ahora, aquí, en este silencio que ensordece, busco esa señal que prometió.La busco en los reflejos de los autos que pasan, en las luces que van y vienen como fantasmas.Sé que es inútil, lo sé, pero la idea insoportable de que haya roto esa promesa hace que me cueste aceptar que merezco sentirme orgulloso.
Me hace sentir que no tengo derecho a ser feliz, solo porque él ya no está aquí para recordarme que sí lo merezco.
Mi teléfono vibra a mi lado.Mi mamá me dirige una mirada curiosa desde el retrovisor.Decido ignorarla y agarro el teléfono.
”¿Cómo te fue?”El mensaje de Jade disuelve, aunque sea un poco, el enojo y la tristeza.Se transforman en algo más soportable, algo que pesa menos en los hombros.
“Gané el primer lugar.”Escribo sin mucho entusiasmo, volteando a ver el trofeo que descansa en el asiento junto a mí.Su brillo parece haberse desvanecido.
“Sabía que te iría bien.”No sé si su emoción es genuina, pero decido no enfocarme tanto en eso.Sus palabras se sienten como una sábana tibia cubriéndome después de un mal sueño.
”¿Cómo le pusiste a la obra? Nunca me dijiste.”
Mis orejas arden ante la pregunta.No debería sentirse tan íntimo compartirle el título, pero lo es.Sobre todo ahora.Sobre todo con ella.
“Lo que solo nosotros entendemos.”
No espero una respuesta. No la necesito.
El teléfono vibra una vez más, pero el ruido en mi cabeza me abruma, así que lo dejo a un lado, sobre el asiento. Doy un respiro y, sin querer, encuentro los ojos de mi madre en el retrovisor. No soy ajeno a lo que quiere decirme. Ella siempre sabe que algo está cambiando, incluso antes de que yo lo sienta. Pero esta vez… no me da miedo. Me da curiosidad descubrir qué es eso que está por cambiar.
La clase de Elías terminó hace no mucho. Después de escuchar un par de elogios de su parte, Jade me invitó a acompañarla a la salida.
Mis ojos han estado clavados en mis pies durante todo el camino. Creo que ella lo nota, porque se detiene de golpe.
Levanto la mirada y la veo girarse hacia mí por completo.
"Leo" dice, acortando la distancia entre nosotros. No tanta como para incomodarme, pero sí lo suficiente para hacerme sentir expuesto "¿Por qué me elegiste a mí?
El solo hecho de tragar saliva requiere un esfuerzo ridículo. Ningún escenario ficticio, ningún pensamiento previo se acerca a lo que siento ahora, al escuchar esas palabras salir de su boca.
"¿Podemos sentarnos?" pregunto, en un murmullo. Me sorprende que algo coherente haya salido de mi boca.
Ella señala una banca cercana, y pronto estamos sentados, uno al lado del otro. El silencio que nos rodea no es incómodo, pero sí está cargado. Lleno de palabras que aún no están listas para salir.
Soy incapaz de sostenerle la mirada. En cambio, paso una mano por mi cabello como si eso fuera a ordenar mis pensamientos.
"Te escogí porque…" dudo, busco la frase correcta, pero lo único que me sale es la verdad "desde que te conocí, todo en ti parece desafiarme a recordar cosas que había olvidado. A querer hacer cosas que ya no me atrevía a hacer. Es como si fueras un rompecabezas del que no tengo las piezas… solo la imagen. Tú."
Ella deja de mirarme. Se queda observando al frente, pensativa.
“Me das miedo, Leo. No hablo del miedo que me hace querer gritar y correr lejos de ti, hablo del miedo que me hace querer buscar más, ahogarme en la adrenalina y quedarme justo donde estoy.”Suelta una pequeña risa nerviosa.“Verme en ese lienzo, en el papel trazado por ti, me dio miedo. La vulnerabilidad, la exposición que significa ver, ahí, frente a mí, algo que casi nadie entiende.”
“Lo que casi nadie entiende”, murmuro, casi inaudible.Ella no se molesta en voltear, solo suspira.
Y es ese suspiro el que deja que sus palabras tomen todo su peso dentro de mi pecho, instalándose de forma invasiva, sin pedir permiso.
Es demasiado. No parece una confesión nacida del enojo. Más bien, suena como una confesión nacida desde la confusión. De ese lugar donde aún no sabes bien qué estás sintiendo, pero lo dejas salir igual. Palabras lanzadas al aire, cargadas de algo más que emoción.
Mi mente se llena de pensamientos caóticos. No logro identificar si son buenos o malos. Todos me asustan.Menos uno.
Menos el único que me impulsa a acercarme.
¿Lo peor? No sé qué hacer con eso.No sé si debería correr por mi vida o simplemente… hacerle caso.
Ella me mira, esperando algo. Lo que sea.Pero no creo que mi cara le dé mucho que interpretar.Me muerdo la mejilla en un acto reflejo de nerviosismo.
“¿Puedo darte un abrazo?”La pregunta sale antes de que pueda detenerla.La miro con algo de miedo, porque sé que esto podría cambiar algo.Algo que todavía no sé cómo nombrar, pero que puedo sentir.
Ella no responde. Solo rodea mi espalda baja con sus brazos y me atrae hacia ella.Me cuesta mover los míos para devolverle el abrazo, pero lo hago.No perfectamente, pero lo hago.
Puedo oler su perfume. Cálido, floral.Puedo sentir su respiración. Corta. Inestable.Y más que nada, me doy cuenta de que la posición no es cómoda. El abrazo no es perfecto.Pero aquí, en sus brazos, no me imagino otro lugar en el que preferiría estar.