Esto da miedo
11 de septiembre de 2025, 13:11
Han pasado varios días desde que Jade y yo compartimos mi espacio, y sin embargo, ahora me encuentro en el silencio de mi cuarto como si nada hubiera cambiado… como si el vuelco en mi corazón no tuviera nombre.Pero lo tiene.Jade.
Cada vez que me mira, siento que me arranca el aire de los pulmones. Me deja inmóvil, como si sus ojos me estudiaran con cuidado, como si al observarme entrara en un laberinto sin salida del que, aun si pudiera escapar, no querría hacerlo.Y es que lo que siento no es suave.No es sutil.Es un torbellino. Una intensidad que no cabe en el pequeño contenedor de mi pecho.Cada latido provocado por su presencia lo siento en todo el cuerpo: en los oídos, en la piel, en los huesos. Su voz vibra en mí de una forma que no puedo ubicar ni controlar.
Quisiera poder explicarlo.Quisiera que todo esto tuviera palabras, pero cada día se vuelve más difícil, más denso, más imposible de sostener solo en la garganta.Y sin embargo, no puedo decirlo.Todavía no.
Solo sé que algún día sus ojos me dirán que es momento.Y entonces, en ese espacio que hemos construido entre silencios, miradas y sombras, dejaré que las palabras se escapen de mis labios. -----------------------------------------------------------------------------
“Buenos días, alumnos” dice Elías desde su escritorio “Sé que a varios les va a desagradar la idea, pero…”Se levanta como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras.“Las parejas que eligieron para el proyecto serán sus parejas para los trabajos de este semestre.”Sonríe, pero al fondo se escuchan varios quejidos apagados.
Jade me voltea a ver con una expresión suave y una sonrisa pequeña.Me pregunto si esa sonrisa es algo usual en ella… o si de alguna manera es solo para mí.
“Bueno, esto no suena tan mal”, dice mientras suelta una risa ligera y comienza a sacar sus útiles.“No… de hecho, no suena nada mal”, respondo, con una seguridad de la que ni yo mismo estoy del todo convencido.
Ella me lanza una mirada curiosa, como si intentara descifrar algo en mi rostro, pero no dice nada más. Solo continúa con lo suyo, desenredando sus colores y libretas sobre la mesa.
Elías nos deja una nueva actividad: dibujar un objeto o una persona que nos rodee, algo que tenga un significado importante para nosotros.No tuve que pensarlo mucho. Tomo un lápiz de trazo suave y empiezo a esbozarme a mí mismo tocando la guitarra.
Es una guitarra vieja, pero todavía hermosa. Tiene adornos clásicos españoles, una curvatura elegante, y clavijas blancas que aún se mantienen bien cuidadas.Dibujo mis manos tocando las cuerdas, manos un poco torpes, llenas de cicatrices que no todos han visto de cerca. A veces, ni yo mismo creo que estén del todo curadas.
El dibujo no es desde mi punto de vista. Es desde el de ella.Desde donde estaba sentada, al borde de mi cama, mirando sin presionar, sin decir nada. Solo esperando, como si su sola presencia fuera suficiente para llenar el espacio.
Cuando termino el boceto, me atrevo a mirar a mi lado… y lo veo.
Un retrato mío. De perfil. Concentrado, dibujando con el lápiz entre los dedos, como si estuviera intentando dejarme entender por líneas.Ella no voltea a verme. Solo sigue trabajando, con esa concentración que parece meditar cada línea, cada sombra. El trazo es limpio, preciso.Como si me hubiera estado observando más tiempo del que imaginaba. ”¿Soy algo que te rodea, o…?”Sugiero en un tono burlón.
Ella se ríe y me voltea a ver, dejando el lápiz a un lado.
“Leo,” dice ladeando la cabeza, ”¿tú qué crees?”La mirada que me lanza es intensa, casi como si me retara a decirlo en voz alta.
“No lo sé,” respondo, y aparto la mirada. Sus ojos me desarman.
Ella nota el cambio en mi ánimo. No insiste. Solo se aparta un poco y vuelve al dibujo. El silencio regresa, pero esta vez está habitado por el sonido sutil de los trazos sobre el papel.
“No espero que me creas, Leo,” dice sin levantar el lápiz,“pero eres importante. Al menos para mí.”Lo dice en un susurro apenas audible, pero no puedo evitar sonreír. Solo un poco.
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Cierro la puerta detrás de mí como si con eso pudiera dejar afuera todas las promesas, todo lo que aún no soy ni sé si seré. Camino hacia la cocina, donde mi mamá lava los platos. Sabe que estoy ahí, pero no dice nada. Me da espacio. Sabe que las palabras llegarán solas.
“Creo que Jade significa mucho más de lo que pensé para mí,” digo, tratando de recargar la cabeza en su hombro.“Hace que el aire a mi alrededor sea más fácil de respirar, que la presión en el pecho se disipe, aunque sea un poco. Lo suficiente para que mis palabras fluyan sin nudos en la garganta.”
Ella cierra la llave del agua, se seca las manos con una toalla, y me dirige la mirada.
“¿Qué significa esto para ti, Leo?”Toma mi cara entre sus manos, con esa ternura y esa calma que solo ella tiene.
“Que estoy enamorado de ella,” respondo, con la voz entrecortada.
Sostenerle la mirada es imposible. Las lágrimas caen sin pedir permiso, lentas pero seguras, como si hablaran por mí.
“¿Recuerdas lo que te dije ese primer día?”Me envuelve en un abrazo cálido. No hay fuerza en él, solo presencia.“No dejes que todo esto” susurra mientras rodea mi cabeza con sus manos haciendo énfasis en que mi mente me ha traicionado muchas veces “te impida ver lo bonito que todavía puedes encontrar.”
Luego me toma por los hombros con delicadeza y me separa del abrazo. Su mirada es suave, firme.
“Pero esto da miedo. Me siento incapaz de amar… y de ser amado,” digo mientras las lágrimas siguen cayendo, silenciosas, como si supieran el camino.
“No eres incapaz de amar ni de ser amado,” afirma con una ternura que solo puedo encontrar en ella.“¿Te cuesta creerlo? Claro. A todos nos cuesta. Pero sentir algo con más intensidad no lo hace más cierto. Solo más difícil de cargar.”
“¿Crees que Jade me entienda?” pregunto, con una ola de miedo oprimiéndome el pecho, haciéndome sentir como si el aire se fuera a romper.
“No sé si lo entienda todo,” dice, revolviéndome el cabello,“pero no creo que deje de intentarlo.”
Hace una pausa, se levanta y extiende la mano.“Ven, vamos a cenar.”