Zona Cero: Memorias de Ekko.
11 de septiembre de 2025, 14:03
El aire estaba cargado de polvo y el eco de estructuras que crujían. El suelo estaba cubierto de escombros, y cada paso que daba Ekko levantaba nubes de tierra gris. Las luces del sol se filtraban débiles entre el humo, como un recordatorio sombrío de lo que alguna vez fue Piltover. Ekko avanzaba entre los escombros, su respiración pesada. Cada vez que sus pies tocaban el suelo, sentía que la ciudad misma se desmoronaba con él. Pero en su mente, solo había espacio para una cosa: encontrar a Vi. Todo lo demás era secundario.
Cada calle que recorría era un recordatorio de lo que había perdido. Piltover ya no era la ciudad brillante que conocía. Las ruinas eran su reflejo. El sonido de sus propios pasos resonaba en un vacío, como si su vida también hubiera quedado atrapada entre los escombros. Vi... ¿Dónde estás?
Habían pasado años desde que se separaron, donde Ekko había pensado que estaba muerta y por lo cual nunca decidió buscarla, pero ahora que todo estaba en ruinas, sentía la necesidad de encontrarla con más urgencia que nunca. Sabía que Jinx también había desaparecido, pero eso no lo atormentaba tanto. Jinx... No, no podía pensar en eso ahora. Vi, ella era la prioridad.
Después de lo que le pareció una eternidad de búsquedas infructuosas, finalmente la encontró.
Vi, estaba allí, cerca de la hexgate, semiinconsciente, su espalda marcada por las garras de Warwick. Estaba tendida en el suelo, con su respiración entrecortada y sangrando por el costado de su cabeza.
Ekko se arrodilló rápidamente a su lado, sus manos temblando de ansiedad mientras intentaba detener la hemorragia. ¡Vi!, pensó, gritando su nombre en silencio. No podía permitir que se fuera. No podía perderla otra vez.
La imagen de Vi, tan vulnerable lo rompió por dentro, pero Ekko se obligó a ser fuerte. Recordó los días en los que ella era una fuerza imparable, cuando, de niños, se enfrentaban juntos a todo, siempre valiente, siempre fuerte, inigualable en su determinación. Esas memorias, llenas de risas y desafíos, lo impulsaron a seguir adelante. Con manos temblorosas, pero firmes, la levantó con cuidado y la llevó a la guarida de los Firelighters, donde esperaba que al menos pudiera estar a salvo, aunque su mente seguía atormentada por la incertidumbre de lo que le había ocurrido a su compañera.
Durante todo ese tiempo, había llevado al padre de Caitlyn, Tobias para tratar sus heridas y vigilar su evolución. En una de las ocasiones él le había comentado un par de cosas:
—Las heridas de Vi sanan adecuadamente. —Decía Tobias —Sin embargo, tengo cierta preocupación por el golpe que sufrió en la cabeza.
—¿A qué se refiere? —Replicó Ekko con evidente angustia.
—No sabemos si habrá alguna secuela de esto. —Se angustió Tobias — Los golpes y derrames en la cabeza pueden provocar lesiones irreparables.
En esa ocasión la mente de Ekko había viajado a un lugar lejano, a recuerdos perdidos, a esa infancia ahora tan lejana.
Los días siguientes fueron lentos. Vi, seguía inconsciente, su respiración débil. Ekko no se separó de ella ni un segundo. Seguía pensando en el caos que había dejado la batalla, en Vi, en Caitlyn, en… Jinx. Aún no sabía si estaba viva. Tenía sentimientos opuestos sobre ella y su aparente desaparición. ¿Y si no la volvía a ver?
Ekko no podía evitar que su mente se deslizara hacia el otro universo, hacia aquel momento en el que todo había sido diferente. En ese otro lugar, todo había tomado un giro inesperado. Recordaba cómo, en esa realidad paralela, había tomado la mano de Powder, sintiendo la calidez de su contacto, y cómo el mundo pareció detenerse cuando sus labios se encontraron. Aquella sensación de cercanía, de emociones calladas, de promesas nunca cumplidas, aún lo perseguía. En ese universo, la relación entre ellos había sido todo lo que nunca llegaría a ser en esta realidad. ¿Qué habría pasado si Powder hubiera permanecido a su lado? ¿Qué habría sido de ellos si el destino no los hubiera separado? Esas preguntas ya no tenían respuesta, y ahora, frente a él, sólo quedaba la Vi que había conocido desde siempre, malherida, inconsciente, pero aún con esa chispa de vida en su interior que lo mantenía esperanzado.
Las cicatrices de la guerra se sentían más profundas, como un dolor que no cesaba, pero Ekko no podía dejar que eso lo consumiera. No ahora.
Cada día que pasaba junto a la Zaunita, en su espera de que se recuperara, Ekko sentía la necesidad de protegerla más que nunca, de evitar que el mismo destino que tuvo en la otra realidad la alcanzara también en esta.
Dos semanas después, finalmente despertó.
El momento llegó, pero fue más devastador de lo que Ekko había imaginado. Había esperado este instante con desesperación, pero lo que vio en su rostro lo desmoronó por completo. Vi, la guerrera que siempre había sido su compañera estaba ahí, pero ya no era ella. Su mirada era vacía, perdida, como si todo lo que alguna vez había sido y vivido se hubiera desvanecido de su mente, arrancado de cuajo. No reconoció su propio reflejo, no comprendía su entorno. Su expresión era una mezcla de desconcierto y miedo, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar.
Ekko se acercó lentamente, el corazón latiendo desbocado en su pecho.
—Vi —Dijo con suavidad, sin estar seguro de cómo empezar.
Ella lo miró, los ojos llenos de confusión.
—¿Quién eres? —Su voz temblaba. No había reconocimiento en ella, solo vacío.
Ekko tragó saliva, el dolor se apoderó de su pecho al escuchar esas palabras.
—Soy... Ekko. ¿Te acuerdas de mí? —Le preguntó, su voz apenas un susurro.
Vi frunció el ceño, como si tratara de recordar, pero las palabras se le escapaban.
—No... —Murmuró, negando con la cabeza—. No... no te conozco. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?
Ekko sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. No era posible. Vi, su amiga, su hermana de armas, había perdido todo.
—Vi, yo... eres mi amiga. Hemos estado juntos en muchas batallas desde la infancia... —su voz quebró, y las palabras se quedaron atoradas en su garganta. —Has estado conmigo desde siempre...
Vi lo miró en silencio, sin reconocer nada. Solo miedo en sus ojos.
—No... no lo recuerdo... —Susurró, y Ekko sintió cómo un dolor indescriptible le atravesaba el alma.
El terror se apoderó de Ekko, un miedo profundo y helado que recorrió su cuerpo como un rayo, dejándolo paralizado. Tobías le había advertido de posibles efectos del golpe en la cabeza, perdida de la vista, audición, del habla, entre otros diversos escenarios posibles, aunque nunca espero que uno de ellos fuera que perdiera la memoria. Las palabras de Vi resonaban en su cabeza, una y otra vez, mientras observaba a la chica que había sido su amiga, su hermana, pero ahora con un vacío ante la falta de recuerdos y la tristeza que eso le provocaba.
Con cada palabra de Vi, la realidad se volvía más cruel: había perdido a la Vi que conocía, y no sabía si existiera la posibilidad alguna de poder recuperarla.
Vi luchó por levantarse, su cuerpo temblaba y su mente estaba completamente desorientada. No reconocía nada, ni a Ekko, ni al lugar en el que se encontraba. Su mirada se perdió en él, pero no había ni un atisbo de reconocimiento. Solo miedo, puro miedo. El pánico comenzó a apoderarse de ella.
—¡¿Quién eres?! —Gritó, esta vez con su voz quebrada y desesperada, empujando a Ekko con todas sus fuerzas, como si él fuera un enemigo desconocido.
Ekko sintió su corazón romperse con cada palabra, con cada grito. La Vi que conocía ya no estaba allí, y no sabía cómo ayudarle a enfrentar la situación. Pero no tenía tiempo para lamentarse ni pensar más en ello. Vi, aterrada, intentó levantarse con una rapidez que parecía desafiar su condición.
—¡Vi, espera! —Le suplicó, pero ella no le escuchaba.
Vi, al borde de la locura, gritó una vez más antes de lanzarse hacia la salida, como si escapar fuera la única opción para ella. Con la furia del miedo apoderándose de sus movimientos, corrió hacia la puerta del refugio, pero Ekko no iba a dejarla ir tan fácilmente.
Antes de que pudiera alcanzarla, el sonido de los pasos de los Firelighters y el grito de uno de los guardias resonaron en el pasillo. Alguien había escuchado el escándalo. Ekko gritó para intentar calmar la situación, pero Vi no parecía escuchar nada. La puerta se abrió de golpe y dos de los Firelighters se apresuraron a detenerla, pero ella, impulsada por su terror y su desconcierto, los empujó con una fuerza inesperada. Los dos cayeron al suelo, atónitos, sin entender lo que ocurría. Pero no tardaron en levantarse, enfadados y confundidos, intentando atraparla.
En ese momento, Ekko sintió cómo su desesperación aumentaba. Vi, aunque herida y débil, luchaba con todo su ser por escapar, sin entender lo que ocurría ni a quiénes tenía frente a ella. Ekko, sintiendo que su última esperanza de salvarla se desvanecía, intentó hacerle una señal a los Firelighters para que no la atacaran temiendo algún escenario peor, pero en el caos de la huida, ella ya había tomado ventaja.
Vi se deslizó por un estrecho pasillo y salió de la guarida a toda velocidad. La oscuridad de la noche la cubría, y aunque el ruido del combate aún resonaba en sus oídos, ella corría sin rumbo.
Ekko, sin pensarlo dos veces, salió tras ella, empujando a los guardias y a los Firelighters que intentaban detenerle. Pero Vi, aunque su mente estaba perdida, se movía con la agilidad y la velocidad de siempre. Era como si el mundo se hubiera detenido para ella, como si todo lo que había conocido ya no tuviera sentido.
—¡Vi, por favor! —Gritó Ekko, pero la ciudad, caótica y oscura, la tragó, y Vi se desvaneció, como una sombra que nunca había existido.
Ekko no sabía si lo que había presenciado era una fuga desesperada o simplemente el comienzo de una tragedia aún más grande. Con el alma rota, siguió corriendo, con el único objetivo de encontrarla, pero Vi, más allá de todo lo que conocían, ya se había desvanecido, sin dejar rastro.
Pasó el tiempo y el rastro de había esfumado.
Durante ese tiempo, Ekko no se rindió en su búsqueda, pero cuando pensaba que la había encontrado, Vi desaparecía, como un espectro en la oscuridad. Al principio, cuando comenzaba a ver rastros de ella, su corazón se llenaba de esperanza. Pero pronto se dio cuenta de que algo había cambiado.
En las semanas que siguieron, la luchadora se había integrado a las pandillas más peligrosas de Runaterra, y en sus huidas, en sus robos, se había transformado en alguien irreconocible, alguien que ya no llevaba la chispa de la joven valiente que Ekko había amado.
Cada vez que Ekko llegaba a los lugares donde se suponía que había estado, solo quedaba el eco de su ausencia. Nada más. El rastro de Vi se desvanecía con el viento, como si nunca hubiese estado allí, como si toda la historia entre ellos se hubiera borrado, dejándola atrás, en la neblina de la incertidumbre. Vi, con sus ojos llenos de confusión, ya no dejaba huellas que Ekko pudiera seguir. Y eso lo estaba destrozando.
En su desesperación, comenzó a ver carteles en cada esquina de Piltover y Zaun. "Recompensa por la captura de Vi", decían, con su rostro impreso, pero ya no era la Vi que Ekko conocía. El rostro en esos carteles era más duro, marcado por el tiempo, la violencia y la desesperación. Los ojos, antes llenos de determinación y valentía, ahora estaban vacíos, fríos, distantes. La imagen de su amiga, de la chica por la que había arriesgado tanto, transformada en un trozo de papel rasgado con una recompensa por su cabeza. Vi, ahora una criminal, una sombra de lo que había sido.
Cada vez que Ekko pasaba por uno de esos carteles, su pecho se apretaba, como si todo lo que había hecho hasta entonces fuera en vano. Vi ya no era solo una amiga perdida, era una fugitiva, y él no podía evitar preguntarse: ¿Cómo pudo convertirse esa persona que antes había luchado por la justicia, por un futuro mejor, en una persona llena de conflictos y que aterrorizaba a quien se pusiera en su camino?
Pasaron dos meses desde la batalla, dos meses interminables de desesperación. Meses de búsqueda constante, de seguir cada rumor, cada pista, con la esperanza de encontrarla, de encontrar la respuesta a lo que había sucedido. Pero, aunque había reunido información sobre Vi, todo lo que tenía solo le daba más preguntas que respuestas. Ya no estaba, o si lo estaba, no era la Vi que él conocía, la Vi que había sido su compañera, su amiga. Ya no la reconocía, y eso lo hacía sentir más solo que nunca.
La angustia lo envolvía como una tormenta imparable. No sabía si estaba buscando a Vi o simplemente buscando una respuesta a su propio dolor. Pero en el fondo, una voz le decía que, si lograba encontrarla, todo podría volver a ser como antes. Pero ¿Y si no la encontraba? ¿Y si la Vi que conoció ya no existía?
Ekko ya no sabía si podía soportar más. Una llamada inesperada interrumpió sus pensamientos.
Era el padre de Caitlyn, con el rostro marcado por la angustia.
—Ekko. — Su voz grave resonó al otro lado de la línea —Caitlyn ha despertado.
Un alivio y un temor contradictorio llenaron el pecho de Ekko. Caitlyn había despertado después de dos largos meses en coma, y aunque el alivio era palpable, el miedo lo invadió al recordar todo lo que había ocurrido en los últimos meses.
—Ha preguntado por la situación de este tiempo. —Continuó Tobias con tono grave. —Sé que ya lo sabes, pero... no sé cómo decirle a Caitlyn lo que ha pasado con Vi. En cuanto ella de un paso fuera de la mansión lo sabrá inmediatamente… los carteles con el rostro de Vi están por todo Piltover y Zaun. Me preocupa cómo reaccionará.
El corazón de Ekko dio un vuelco. Podía imaginar el sufrimiento de Caitlyn ante la pérdida de Vi, la rabia que descargaría contra ellos por no haber hecho lo suficiente para mantenerla y por supuesto la culpa de ella no haber podido estar ahí cuando Vi la necesitaba.
Tobias suspiró pesadamente al otro lado de la línea.
—Necesito tu ayuda para contarle a Caitlyn que la mujer que ella amaba ya no está. ¿Cómo le explico eso?
Ekko apretó los dientes, sintiendo una mezcla de impotencia y dolor. Sabía que esta conversación iba a ser la más difícil de todas. No solo porque Vi ya no era la misma, sino porque ahora tendría que enfrentarse a la dura realidad de que Caitlyn, en algún momento, descubriría que todo lo que conocía había cambiado.
—Debemos prepararnos para lo peor —Dijo Tobias con un tono sombrío. —Cuando se entere, no será fácil, y temo por cómo pueda reaccionar. Caitlyn quemaría hasta el mismo cielo por esa chica.
Ekko miró a la cama donde Vi había pasado tantas noches inconsciente. No podía esperar más.
—Voy para allá —Le dijo Tobias.
No había tiempo, debía tener una dura conversación.