ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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Recuerdos fragmentados

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Vi despertó en una habitación que no conocía, su cabeza latiendo con fuerza, como si el mundo mismo estuviera golpeando contra su mente. Al abrir los ojos, vio a un tipo con rastas, cabello blanco y expresión ruda frente a ella. El lugar, extraño y desconocido para ella, la llenó de confusión. ¿Dónde estaba y que había pasado? Su mente se encontraba nublada y fragmentada, luchaba por recordar y poder entender. La Zaunita intentó enfocarse en el hombre frente a ella, pero su mente la traicionaba. Recordaba rostros, escenas de guerra, pero todo se disolvía en una niebla espesa. El grito de su madre, la mano de Powder entrelazada con la suya, luego... oscuridad. Las imágenes se desvanecían como humo, y todo lo que quedaba era un vacío, un agujero en su mente. Pero después de eso… ¿Cómo había llegado aquí? ¿Qué había pasado después de esa escena de horror? Al intentar levantarse, un dolor profundo recorrió su cuerpo, pero no era solo el físico lo que la perturbaba. Su reflejo en el cristal era ajeno, como si no fuera ella. ¿Qué había cambiado en su cuerpo? Sus manos, antes pequeñas y delicadas, ahora se sentían fuertes, como si la niña que había sido ya no existiera. ¿Quién era esta mujer frente a ella? ¿Qué quedaba de la niña que una vez fue? El hombre la observaba en silencio, sus ojos fijos en ella, como si estuviera estudiándola. Vi lo sintió, esa presión en el aire, como si algo estuviera a punto de romperse. Su mente podía fallar, sin embargo, su instinto no falló. El miedo la invadió. No podía quedarse allí. No lo conocía, ¿Será que el la secuestró y le hizo esto? No podía quedarse aquí esperando a saberlo. Escuchaba palabras del sujeto delante, pero aún estaba conmocionada y una vez que reaccionó completamente, el impulso de escapar se hizo presente. Siempre fue ágil, más rápida que la mayoría, y no le costó mucho eludir al extraño en la habitación pese a sus heridas. Corrió sin pensarlo, atravesando pasillos y puertas, derribando a varias personas que querían detenerla, hasta que finalmente salió al aire libre. El silencio de las calles la rodeó, pero el silencio también traía consigo una sensación de desolación, de vacío. Solo escuchaba los pasos fuertes del hombre de rastas siguiéndole, hasta que finalmente logró perderlo. El aire estaba pesado, denso con el polvo que se levantaba de las calles vacías. Las luces de la ciudad, antes brillantes y vibrantes ahora parpadeaban débiles, como si el propio corazón de la ciudad hubiera dejado de latir. Vi se sentó en el suelo, rodeada por el silencio, el vacío de un lugar que ya no reconocía. El mundo parecía haberse detenido, y con él, su alma. ¿Cuánto tiempo había estado atrapada en ese lugar? ¿Y qué había ocurrido con Powder? Las dudas llegaron de inmediato, golpeando su pecho con la fuerza de una tempestad. La guerra… las caras distorsionadas de los muertos se fundían con las ruinas a su alrededor. La sangre, el humo, las explosiones… todo era un eco lejano que golpeaba su mente. Pero no podía recordar cómo había llegado allí. Su madre, ¿Dónde estaba su madre? Vi miró alrededor, pero solo había sombras. La guerra había dejado cicatrices en su cuerpo y en su alma, pero sus recuerdos seguían siendo fragmentos rotos, como piezas de un rompecabezas que nunca podría completar. —Powder… — Vi dijo su nombre en voz baja, como un susurro en el aire frío. ¿Dónde estaba su hermana? La ciudad no era segura para ella, no después de todo lo que había sucedido. Vi se echó a andar, su corazón latía con fuerza mientras sus pasos la llevaban hacia el único pensamiento que importaba en ese momento. Debía encontrarla, debía asegurarse de que estuviera a salvo. Vi salió corriendo, dejando atrás el edificio que había sido su prisión, en el que había despertado sin recuerdos. La confusión, la incertidumbre, todo era un caos en su mente. Pero había una sola cosa que la impulsaba hacia adelante: encontrar a Powder. La Última Gota. Ese era el lugar al que su madre la llevaba cuando pequeñas, y en el que jugaba a pelear con Vander. El recuerdo la alcanzó como una ráfaga de viento en su rostro, y aunque todo parecía diferente, sabía que era el lugar al que debía ir. No la encontró y solo pudo visualizar recuerdos de lo que alguna vez fue su hogar, la ciudad, tan familiar en su infancia, ahora le parecía ajena, como si todo hubiera cambiado, como si las ruinas de lo que conocía se estuvieran tragando el mundo. Mientras miraba con desesperación cada rincón del bar pensaba en lo igual que se veía a como lo recordaba y pese a ello, el mal estado en el que se encontraba todo. Era como si todo se hubiera destrozado y a la vez el tiempo se hubiese detenido. Por otra parte, el evidente paso del tiempo de la ciudad contrastaba con ese lugar. Se fue del bar y en una medida desesperada empezó a consultar por su hermana a cada persona que veía por la calle. Nadie podía ayudarla. Nadie sabía nada sobre su hermana. Cada minuto que pasaba, más se sumergía en la desesperación. Con un suspiro frustrado, Vi se apartó de la multitud, su mirada fija en el horizonte, buscando algo, un signo, algo que pudiera darle una pista de dónde encontrarla. En un impulso, le había robado la ropa a un trabajador industrial, y había conseguido una capa para cubrir su rostro. La gente la miraba con extrañeza, y aunque la capa ayudaba, sentía las miradas pesadas a su paso. No quería que nadie viera su miedo en el rostro y supieran de la inmensa debilidad a la que se estaba viendo envuelta. Pasaron las horas, pero no encontró nada. No hubo pistas, ni rastros, ni voces que la guiaron a donde Powder podría estar. Exhausta, con las manos temblando de frustración, Vi terminó llegando a un local donde aparentemente tenían una fosa de pelea. Un lugar donde las peleas por dinero eran la norma, y las apuestas caían como lluvia sobre los luchadores. La gente aclamaba, disfrutaba de la brutalidad. No era el lugar adecuado, pero el lugar se encontraba lleno de gente gritando por el espectáculo. Pensó que tal vez alguien podría saber algo. —¿Han visto a una chica con el pelo celeste? —Preguntó, su voz era firme, pero el dolor tras ella no se podía esconder. Nadie le respondió. Nadie le prestó atención. Vi, por un momento, pensó en marcharse, pero no podía rendirse. Fue entonces cuando el dueño del lugar, un hombre corpulento con una sonrisa burlona se acercó. —¿Quieres pelear? —Le preguntó con un tono sugerente, pero Vi no estaba allí por eso. —No, estoy buscando a alguien. Una chica de pelo celeste... — Vi insistió, con la voz temblando ligeramente, ya casi perdiendo la esperanza. El dueño la observó por un momento, como si estuviera evaluando si podía sacar algún provecho de ella. Finalmente, sonrió con una mueca. —Hablas de Jinx. —El nombre salió de sus labios como un susurro. Vi lo escuchó y algo en su interior empezó a moverse. Era un nombre extraño, y aunque nunca había oído hablar de alguien llamado "Jinx", algo en ella le sonaba extrañamente familiar. El nombre le retumbó en el pecho, causándole un dolor punzante que no podía explicar. —Hay dos rumores sobre ella. —Continuó hablando el hombre sin notar el sufrimiento en los ojos de Vi. —El primero, que murió en la guerra. El segundo, que escapó a otra región de Runaterra. Vi frunció el ceño, desconcertada. El nombre “Jinx” no significaba nada para ella, no podía asociarlo con nada y aun así confió que hablaban de la misma persona. El dolor en su pecho se lo estaba sugiriendo. —¿Estás seguro de que te refieres a la misma persona? —Preguntó Vi con su voz vacilante, tratando de aferrarse a algo que pudiera darle respuestas. El dueño la miró con indiferencia, como si la respuesta fuera obvia, luego cambió su semblante a una mirada burlona. —Si ha sobrevivido, y por lo que parece, lo ha hecho, no estará en Piltover ni Zaun. —Dijo el sujeto como si lo diera por hecho. —Era de las más buscadas de este lugar, probablemente haya escapa a algún lugar de Runaterra. Vi ante las palabras comenzó a pensar en que hacer al respecto. ¿Por otro lado, su hermana pequeña una de las más buscadas? No tenía sentido para ella. —Mi nombre es Yuzul. Tengo una pandilla de ladrones que viajan constantemente por distintas ciudades de Runaterra. Siempre están en movimiento bajo mis ordenes, tomando lo que necesitamos. —Comentó con evidente relajo —Si te interesa, puedo ofrecerte un lugar entre nosotros. Tendrás que luchar, robar y hacer todo lo necesario, pero viajaras y tendrás la posibilidad de encontrar a tu hermana. Vi lo miró con determinación, sin mostrar ni una pizca de duda. Si eso era lo que debía hacer para encontrar a Powder, no importaba cómo. Haría lo que fuera necesario. —¿Cuánto estás dispuesta a dar por encontrar a tu hermana? — le preguntó el dueño con un toque de burla y desafío en sus palabras. Vi, con la mirada fija en él, no dudó ni un segundo. —Mi vida entera. —Respondió, sin titubeos. Yuzul la observó un momento antes de soltar una risa. —Bien, entonces. Desde este momento tu vida me pertenece. Trabajarás para mí. — Y sin más, hizo un gesto para que la siguiera. Yuzul le llevó a otro lugar, una guarida para presentarle a una pandilla. La pandilla no era gran cosa, solo cinco personas, incluida ella. El líder, Ghostfer, un fortachón con prótesis de piernas que lo hacían increíblemente rápido, y brazos musculosos que arrasaban con todo lo que se cruzaba en su camino. Un verdadero animal. Los otros tres… no eran más que inútiles, hombres que arrastraban deudas que nunca podían pagar y que sacrificarían su pellejo por un par de monedas de oro. Luego de esa presentación, comenzó el viaje. Las semanas pasaron entre pueblos y ciudades, entre robos y peleas. Vi no había perdido de vista su objetivo: encontrar a Powder. Pero a medida que avanzaba, la soledad se hacía más pesada. La frustración la consumía, y su paciencia se agotaba. Cada vez que alguien se interponía en su camino, su agresividad aumentaba. Golpeaba a aquellos que le miraban mal, a los que osaban bloquear su camino. Los apaleaba sin matarlos, pero con tal furia que los dejaba casi muertos. La violencia se volvía su única válvula de escape. Las calles empezaron a llenarse de folletos con su rostro, se ofrecía una gran recompensa por su cabeza, estaba escrito en letras grandes, acompañadas de su cara, casi irreconocible, de rabia y desesperación. Vi se detuvo a mirar uno de esos papeles pegados en un poste. Ella siempre había pensado que la rudeza era su mejor arma ante la vida, aunque ahora se veía perdida en una espiral de violencia. Al pensar más detenidamente, una chispa de esperanza se encendió en su pecho. Si todos veían esos folletos, tal vez Powder también los vería. Tal vez, solo tal vez, ella sabría que la estaba buscando. Cada día que pasaba, la desesperación aumentaba, solo la esperanza de encontrar a su hermana la mantenía de pie. Aunque la ciudad cambiaba, la gente cambiaba, ella seguía gritando el nombre de Powder en su cabeza. —Te encontraré —Murmuraba para sí misma mientras caminaba por las calles solitarias, sus pasos resonando con la determinación de quien no se rinde.
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