ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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Bajo el fuego de nuestro deseo

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Caitlyn se quedó en silencio, las palabras atoradas en su garganta. ¿Quién era ella realmente? Había sido la hija de la familia Kiramman, la ejecutora de Piltover, pero ¿quién era esa mujer frente a Vi? Siempre había sido una persona lógica, pero ahora, cuando la mirada de Vi la atravesó, se dio cuenta de que nunca se había detenido a pensar en su verdadera identidad. Era la mujer que luchaba por la justicia, pero ¿qué significaba eso cuando lo único que deseaba, en ese momento, era estar cerca de Vi? ¿Era solo una ejecutora? ¿O había algo más dentro de ella que aún no había descubierto? Finalmente, Caitlyn recuperó la compostura, pero no pudo evitar que una pequeña pena invadiera su pecho. Lo que importaba no era su identidad, sino quién era para Vi, porque, en ese momento, era la única persona que realmente veía algo en ella más allá del rol de ejecutora. —Ya te lo he dicho… Vi observó a Caitlyn con una mirada fija, esperando una respuesta. Era una pregunta simple, pero para ella, tenía mucho más peso. No solo quería saber quién era Caitlyn en términos de su historia, sino también quién era para ella. Vi sentía una conexión tan profunda que no podía ignorarlo. —Soy Caitlyn Kiramman, sí, pero más allá de mi nombre o título, soy alguien que se ha perdido a sí misma en la lucha por hacer lo correcto. Tal vez lo que importa es lo que realmente soy para ti, Vi, porque siempre he sido lo que Piltover necesitaba, pero aquí, contigo, no sé si soy solo eso. —Dijo Caitlyn, su voz suave. —¿Quién soy para ti? No me corresponde a mi responder esa pregunta. A medida que Caitlyn respondía, Vi se dio cuenta de lo que le había faltado en su propia vida: una conexión real con alguien que pudiera entenderla. Y tal vez, solo tal vez, Caitlyn era esa persona. Vi, por un momento, sintió un calor reconfortante en su pecho. Un rubor apareció en su rostro, pero rápidamente lo ocultó. No podía dejar que sus sentimientos se apoderaran de ella. Tenía que mantenerse firme. —Gracias. —Murmuró Vi, sin saber qué más decir, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. —Quisiera que habláramos más profundamente de esto, pero no tenemos tiempo para quedarnos aquí. Debemos movernos rápido si no queremos que nos atrapen de nuevo. Caitlyn asintió, sabiendo que Vi tenía razón. Vi apretó la mano de Caitlyn con fuerza, un gesto que decía más que mil palabras. En ese apretón había algo más que simple confianza. Era una promesa silenciosa, un apoyo que iba más allá de lo tangible. Caitlyn no estaba sola, y Vi tampoco. Las dos siguieron corriendo por los túneles de la mano sintiendo la urgencia de salir de allí en cada paso que daban. El sudor comenzaba a resbalar por sus frentes mientras atravesaban las oscuras alcantarillas de Zaun, hasta que finalmente encontraron una escalera que las condujo hacia la luz. Subieron rápidamente, y antes de que Caitlyn pudiera procesar lo que había sucedido, se dieron cuenta de que habían llegado a Piltover. Miró a su alrededor, aliviada de haber dejado atrás los túneles, pero el peso de la situación seguía allí. ¿Por qué los soldados de Noxus estaban en Piltover? Esto no tenía sentido. Mel estaba al mando de Noxus, y si los soldados estaban aquí... entonces algo no andaba bien en Noxus. —Eso estuvo cerca. —Dijo Caitlyn mientras trataba de despejar su mente. El tiempo se había escapado rápidamente, y aún quedaban demasiadas preguntas sin respuesta. Luego de recuperar el aliento, Caitlyn observó a Vi a su lado, su ropa sucia por las pestilencias de los túneles. No podía dejarla así. Necesitaba limpiarse y cambiar sus atuendos manchados por la basura de las calles de Zaun. —Vi. —Dijo Caitlyn. —Vamos al cuartel. Puedes ducharte y cambiarte allí, pero definitivamente no puedes irte así. Vi, sin embargo, se mostró reacia. —No necesito que me ayudes con ropa cara de Piltover, jamás usaría eso. —Respondió Vi, frunciendo el ceño, claramente incómoda. Caitlyn rodó los ojos en blanco, insistió, pero Vi se mantuvo firme. Sin embargo, Caitlyn, a pesar de la pequeña chispa de celos que la recorría al pensar en Sarah, no pudo evitar soltar una sonrisa juguetona para provocar a Vi. —¿De verdad dejarás que Sarah huela esa pestilencia en ti? —Bromeó Caitlyn, su tono algo más cortante de lo que había querido, pero dejando claro que, a pesar de sus celos, solo quería que Vi estuviera cómoda. Vi se quedó pensativa por un momento, observando a Caitlyn, y después de un suspiro, cedió a regañadientes. No era solo por Sarah, sino también porque, a pesar de todo, tenía la sensación de que las cosas no serían tan sencillas si seguía ignorando lo que realmente sentía. Finalmente, ambas se dirigieron al cuartel. El aire estaba cargado de agotamiento, pero también de una creciente sensación de incomodidad que Caitlyn no podía evitar. La misión había fracasado, y aunque habían escapado, el sabor amargo de la derrota seguía pesando sobre ella. Había demasiadas preguntas sin respuesta, y las tensiones con Vi solo complicaban las cosas. Al llegar al cuartel, el sucio olor de sus ropas no fue ignorado por nadie. Los guardias no pudieron evitar mirar con un poco de asco al sentir el putrefacto olor venir de las dos mujeres. —Oficial ¿Tiene algo que decir? —Dijo Caitlyn con una expresión seria. —Le sugiero que si es así me lo diga mirando a los ojos. —No mi Comandante. Mis disculpas. El pobre guardia había sufrido la ira de la mujer de pelo azul, pero Vi se divertía de escuchar como esa chica tan fina podía doblegar a un hombre del doble de su tamaño con músculos y dejarlo como un gatito. Luego de recorrer los pasillos del cuartel. Cait abrió la puerta de su oficina y, con un gesto casi mecánico, fue hacia un pequeño armario en el que guardaba ropa extra. Esa ropa no era cualquier ropa, sino la que había pertenecido a Vi, la que ella había guardado con recelos antes de que se hubiese convertido en Comandante y que usaba para recordarla en esos momentos en que la tristeza y la incertidumbre la invadían. Había comenzado a guardarla como una manera de sentir que Vi aún estaba cerca, de poder recordarla cada vez que se sentía perdida, sin saber cómo enfrentar la dura realidad de ser la comandante. Sin embargo, hoy esa ropa le parecía más un recuerdo de tiempos complicados que algo reconfortante. Caitlyn abrió el armario, tocando las telas con dedos temblorosos. Esa ropa era más que solo ropa, era una pieza de su pasado, de los tiempos en los que Vi era su todo. La había guardado para recordarla, para sentir que aún estaba cerca, aunque nunca lo hubiera reconocido completamente. Ahora, al ver a Vi, algo en su pecho le decía que ya no podía aferrarse al pasado. ¿Era eso lo que hacía con ella? ¿Aferrarse a lo que ya no existía? Caitlyn tomó la ropa y, con una mezcla de nerviosismo, la tendió ante Vi. Sus ojos expresaban algo más allá de lo que Caitlyn podía leer. Luego, sin poder evitarlo, dejó escapar un comentario travieso. —Vaya, la comandante tiene buen gusto. —Dijo Vi, observando las prendas con detenimiento y una ligera sonrisa en su rostro. Era una chaqueta roja, un pantalón a rayas y una camisa blanca con detalles azules por alrededor del cuello. Caitlyn se detuvo por un momento, sorprendida por su comentario, pero no dijo nada. Vi no podía saber lo que esa ropa significaba para ella. Era una mezcla de amor y dolor, de recuerdos de un pasado que había quedado atrás. Pero, en lugar de seguir con sus pensamientos, Caitlyn decidió responder con una sonrisa nerviosa. —No te creas. Esa ropa es tuya. —Respondió Caitlyn, poniendo los ojos en blanco, mientras la sensación de nostalgia invadía su pecho. Vi, al escuchar las palabras de Caitlyn, se quedó un momento en silencio. —¿Gracias por guárdala? Supongo. Sin decir más, Vi se dirigió al baño para ducharse. Caitlyn se quedó allí, mirando la puerta cerrada, sin evitar sumirse en sus pensamientos. Mientras eso pasaba, se sentó en su oficina, recostando la espalda en la silla, mientras la inconformidad por la misión fallida seguía resonando en su mente. No solo era el fracaso lo que la inquietaba, sino también lo que había pasado con Vi y como quería albergar nuevamente esas sensaciones en su piel. —Nora, ¿Puedes venir? Por favor. —Gritó la Comandante. Nora entró rápidamente a la oficina de la Comandante esperando instrucciones. —Necesito que envíes un mensaje al Teniente Steb. —Escribía en una hoja de papel mientras le hablaba. —Debe ir a esta dirección con algunos oficiales. Coméntale que es de suma urgencia. Le entrega el mensaje dentro de un sobre a Nora. Ella había demostrado durante ese tiempo ser alguien realmente dedicada a su trabajo, muy profesional. —Nora, escúchame. Esto debe llegar directamente al Teniente, es totalmente confidencial. —Si mi Comandante, yo misma se lo entregaré. Caitlyn vio como Nora salía de su oficina a toda prisa, luego desvió su atención hacia las cartas de Noxus, que Nora le había entregado antes. Había cuatro, una que ya había sido leída y que trataba de temas comerciales, las demás estaban marcadas para ser leídas solo por la Comandante. Las cartas hablaban de Noxus, de la guerra con Demacia, y de Mel, pero había algo extraño en ellas. La primera carta tenía un tono formal, hablaba de su llegada y situación actual en Noxus, de los avances de la guerra, de Swain, LeBlanc y Darius. La segunda carta de Mel había cambiado el tono. Hablaba de una sensación extraña, como si algo acechara en las sombras, aunque no sabía qué exactamente. El tono de Mel estaba lleno de incertidumbre. Caitlyn leyó las palabras una vez más, buscando pistas de lo que podía estar ocurriendo en Noxus, pero no encontraba nada que la tranquilizara. La tercera carta fue la más desconcertante. En ella, Mel hablaba de cómo había asegurado el liderazgo de Noxus, de cómo las casas nobles la respaldaban. Sin embargo, algo en su forma de escribir, en las palabras elegidas, no le pareció del todo correcto. Todo parecía encajar, pero había algo en su interior que le decía que algo no estaba bien. Caitlyn se quedó pensativa, sosteniendo las cartas en sus manos, preguntándose qué estaba ocurriendo en Noxus. Pero su concentración se rompió cuando escuchó el sonido del baño. Vi salía del baño con el torso desnudo y una toalla enrollada alrededor de su cintura. Caitlyn, distraída por la aparición de Vi, no pudo evitar mirarla. Vi, al ver las cartas, la miró fijamente. —¿Es tu novia? —Preguntó Vi, curiosa, al ver las cartas enviadas por Mel. Caitlyn, sorprendida por la pregunta, se giró rápidamente hacia Vi, demostrando un leve sonrojo tiñendo su rostro al ver a Vi quien la miraba con esa mezcla de curiosidad y humor. Además de la toalla en su cadera, traía unas vendas en la zona superior de su cuerpo que cubrían sus pechos, dejando al descubierto cada uno de sus bien trabajados músculos del abdomen. Por supuesto, Cait conocía cada zona y cada cicatriz de su cuerpo, pero para ella era una maravilla verlo de nuevo. —¿Qué? No es mi novia. Son asuntos de ejecutores. —Exclamó colocando cara de asco ante la insinuación. — Pensé que estabas bañándote. —Nunca había estado en una ducha como esta. — Comentó Vi, tocando con su mano derecha la nuca. —El agua está demasiado caliente. Caitlyn, al escuchar eso, no pudo evitar sonreír, pero la sensación de tensión seguía en el aire. Se levantó y se acercó al baño para explicarle cómo usar todo. Mientras lo hacía, Vi hizo algunas bromas sobre cómo los ricos vivían en Piltover, lo que hizo reír a Caitlyn, sentía una gran sensación de calidez cuando estaba cerca de Vi. —Así viven los ricos, ¿eh? —Bromeó Vi, dejando escapar una risa. Caitlyn, sonriendo, respondió mientras le explicaba cómo usar el shampoo y el acondicionador. —Recuerdo que te encantaba el agua caliente. —Dijo Caitlyn, con una sonrisa de añoranza. —La primera vez que estuviste durmiendo en la mansión también tuve que explicarte como usarla, luego, te sentaste y me pediste que te enseñara a usar todas estas cosas. Eras bien perezosa, éramos solo conocidas y aun así terminé lavándote el pelo yo misma. Quedaste con el mejor olor de todo Zaun. Vi se sonrojó al escuchar esas palabras y, aunque trató de ocultarlo, no pudo evitar una sonrisa tímida. —¿Puedes… hacerlo de nuevo? —Preguntó Vi con algo de vergüenza. —¿Me ayudarías con mi pelo? Caitlyn, sintiendo un torbellino de emociones, asintió. No podía resistirse. Algo dentro de ella anhelaba ese contacto, ese momento de cercanía con Vi. Vi se sentó en la silla de la ducha y Caitlyn se sentó en la silla de atrás mientras comenzaba a mojar su cabello, masajeando suavemente su cuero cabelludo. La relajación era evidente en el rostro de Vi. —¿Cómo te sientes? —Le preguntó Caitlyn, viendo cómo Vi cerraba los ojos, claramente relajada. —Nunca me había sentido tan relajada en mi vida… Tienes un toque encantador. —Respondió Vi, sonriendo. Caitlyn, con una risa suave, le respondió. —Ahora, ¿Quién no puede resistirse a mis encantos? La mujer más baja dejó escapar una risa, pero no formuló palabra alguna. Cait seguía acariciando el pelo de Vi con las cremas de cabello que tenía. Una vez que terminó, Vi giró su silla lentamente y, con curiosidad, le preguntó. —¿Cómo terminaste siendo una ejecutora? Vi no pudo evitar notar la contradicción en esa mujer: tenía una personalidad mucho más amable y cálida con la gente, muy distinto a la imagen que Vi tenía de los ejecutores. Los ejecutores, en su mente, eran fríos, duros, pero Caitlyn... ella no encajaba con nada de lo recordaba. Al escuchar la pregunta, Cait se quedó en silencio por un momento, pensando en cómo explicar todo. Finalmente, con un suspiro, comenzó a contarle su historia. —Cuando era pequeña, participé en un concurso junto con la Sheriff de la ciudad, su nombre era Grayson. Gané el primer lugar, pero siempre sospeché que ella me dejó ganar. Pensé que mis padres le habían pagado para eso. —Comenzó Caitlyn, mirando a Vi con una mirada nostálgica. —Pero lo que realmente pasó fue que Grayson si me dejó ganar, pero mis razones estaban equivocadas. Ella vio algo en mí. Me dio una lección importante. Me dijo que no fue por lástima ni por mi familia, sino porque tenía el potencial para ser una buena tiradora y ejecutora. Caitlyn continuó, recordando las palabras de Grayson con claridad: —Grayson pese a que me dejó ganar, se encargó de que yo pensara realmente porque disparaba, que debía tener una razón para eso. Ella vio algo en mí, algo que yo misma no sabía que tenía. Me enseñó que podía ser más fuerte, más inteligente de lo que pensaba. Y me animé a seguir ese camino, a luchar por la justicia, por resolver crímenes reales. Quería ayudar a que las dos ciudades estuvieran en paz. Vi, mientras escuchaba, no apartó la vista de Caitlyn. La observó atentamente, notando cómo sus palabras se cargaban de emoción y sinceridad. Le pareció curiosa, tierna, incluso más humana de lo que había imaginado. A pesar de la dureza que Caitlyn intentaba mostrar frente a los demás, Vi tenía el placer de ver un aspecto de ella que no mostraba a cualquiera y se sentía afortunada por eso. En ese momento, Vi pudo sentir que Caitlyn era, de alguna forma, más natural, más genuina, y eso la hizo sentir una cercanía que no había experimentado antes. Aunque no lo dijera, la chica de Zaun se sintió tocada por las palabras de Caitlyn. La joven ejecutora, que parecía tan rígida y distante, le mostraba un lado completamente nuevo. Vi podía ver la humanidad en ella y eso le dio plena confianza. Recostada en la silla frente a Caitlyn, no pudo evitar notar la cicatriz debajo del parche de la mujer, un recordatorio visible del sacrificio que había hecho. Desde que la conoció, siempre había sentido curiosidad por la historia detrás de esa marca, pero nunca había tenido el valor de preguntar. Sin embargo, en ese momento, algo en su interior la empujó a abordar la pregunta. —Cait ¿Qué pasó con tu ojo? ¿Por qué usas ese parche? Caitlyn la miró por un momento, sorprendida por la pregunta directa, pero también aliviada de que finalmente la otra mujer encontrara la confianza en ella y pudieran hablar de algo tan doloroso y personal. La pregunta de Vi era válida, y Caitlyn sabía que este era el momento adecuado para abrirse, aunque no fuera fácil. —Fue durante la guerra. Había tanto en juego... demasiado. —Caitlyn hizo una pausa, tomando aire antes de seguir. — Nos enfrentamos a Ambessa Medarda, una de las líderes más poderosas de Noxus. Sabía que, si no actuaba rápido, no solo Piltover estaría en peligro, sino también Zaun e incluso toda Runaterra. Estaba dispuesta a sacrificarme por la ciudad, por todos. Se podría decir que me costó un ojo. Cait se relajó y esmeró una sonrisa pese al mal recuerdo. Vi la observó con una mezcla de asombro y respeto, comprendiendo finalmente la magnitud del sacrificio de Caitlyn. Ella, que siempre había conocido la dureza de la vida en las calles, ahora veía a Caitlyn bajo una luz completamente nueva. No solo era una ejecutora; era alguien dispuesta a darlo todo, incluso cuando el precio era tan alto como una parte de sí misma. —Vaya... Sacrificaste tu ojo para salvar la ciudad. No sabía que fueras tan... valiente. —A veces, la valentía es todo lo que nos queda. ¿Qué otra opción tenía? Si no lo hacía, habría sido el fin para todos. Pero te diré algo más, Vi, lo haría otra vez sin pensarlo. Vi se quedó en silencio por un momento, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que había mucho más bajo esa fachada de dureza que Caitlyn mostraba, y la admiración que sentía por ella solo creció. Sin embargo, algo seguía rondando en su mente, algo que había estado callando desde el principio de su encuentro con Caitlyn. Finalmente, lo dijo. —¿Y Powder? ¿Qué sabes de ella? Caitlyn cerró los ojos por un momento, el dolor de esa pregunta la atravesó como una daga. Su respiración se hizo más profunda, intentando calmarse antes de responder. Hablar de Powder, de su hermana, siempre la ponía al borde de las lágrimas. Vi lo notó y, al instante, se dio cuenta de cuán profunda era la herida que Caitlyn aún cargaba. —Vi... Powder... ella cambió. Después de la batalla que recuerdas en el puente de Piltover, ustedes fueron adoptadas por Vander. Cuando tu eras solo una adolescente de 14 años, tuvieron un problema se podría decir. —La chica de ojos azules no quería contar toda la historia y que a Vi le invadiera la culpa. —Después de eso, ella encontró lugar al lado de Silco mientras que tu fuiste a parar a Stillwater. Luego de varios años yo aparecí, te saqué de prisión y nos encontramos con Powder, pero ella se había transformado... Ahora era Jinx. No era la misma. Ya no era la niña que conocías. Estaba completamente perdida, atrapada en la manipulación de Silco. Lejos de lo que solía ser... Caitlyn hizo una pausa. A Vi se le llenaron los ojos de un dolor profundo mientras la imaginaba todo lo que Caitlyn estaba contando, las imágenes de la batalla, de Powder perdida, de Jinx naciendo entre el caos. —Desarrolló esquizofrenia. Todo lo que pensaba, todo lo que veía, era distorsionado. Intentaste salvarla tantas veces… Luego sucedió algo que lo cambió todo para nosotras dos… —Hizo una pausa para revisar. —Me volví desquiciada por atrapar a Jinx, la asesina de mi madre... Tenía tanto odio hacia ella... Las manos de Cait empezaron a temblar con sus dedos contraídos en un puño por el dolor contenido. —Antes de la guerra que se avecinaba estaba dispuesta a dejarla ir junto contigo, se cuánto la querías y no quise que sufrieras por tu hermana. —Suspiró y siguió esta vez un poco más tranquila. —Ella tuvo la opción de irse, y nunca lo espere, pero fue su llegada al campo de batalla la que cambió el rumbo de la batalla. Fue por ella que pudimos ganar la guerra. Gracias a ella, pudimos hacer la diferencia, incluso, gracias a ella estoy viva. Vi la miraba fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de comprensión y asombro. No podía imaginar lo que Caitlyn había pasado, y la forma en que hablaba de Powder. Vi había perdido mucho también, pero nunca había tenido que enfrentar algo tan devastador como lo que Caitlyn había vivido. Había sido capaz de perdonar a la asesina de su madre solo para hacerla feliz a ella. —Lo lamento mucho… —Mantuvo unos segundos de silencio antes de seguir con la conversación. —Después de la batalla, ¿Qué pasó con Pow… Jinx? ¿Dónde está? Caitlyn cerró los ojos por un momento, apretando los labios mientras luchaba contra las emociones. —Vi, sólo tú sabes dónde está Powder. Fuiste la última que la vio con vida. Durante la batalla, fue la última vez que se encontraron. No sé dónde está ahora. No sé si... si sigue viva o si algo más ocurrió. El silencio llenó la habitación mientras Vi procesaba las palabras de Caitlyn. Fue un golpe duro, algo que había temido, pero que en el fondo sabía que podía ser cierto. La distancia entre ella y su hermana, su búsqueda interminable, todo lo que había hecho para encontrarla, parecía ahora aún más desolador. Vi cerró los ojos por un momento, dándose un tiempo para escuchar a su corazón latiendo fuerte en su pecho. Finalmente abrió los ojos mirando a Caitlyn fijamente, dijo. —Voy a encontrarla, Cait. Lo prometo. Sea lo que sea que haya pasado, voy a traer a Powder de vuelta. Caitlyn miró a Vi con una mezcla de tristeza y determinación. Sabía que, a pesar de la distancia emocional y la confusión, Vi era la clave para entender lo que había sucedido con Powder. Y si alguien podía encontrarla, era ella. Pero aún había tantas preguntas sin respuesta. Vi vio los ojos confundidos de Cait ante sus palabras. —Cait, sé que mi hermana hizo cosas imperdonables… No te pediré que me apoyes en esta búsqueda. Al percibir el vacío en los ojos de Vi, un nudo se creó en su pecho apretándole el alma. Fue entonces cuando Caitlyn, sin pensarlo, se acercó y la abrazó con una ternura inesperada. —Aunque no me recuerdes, Vi, siempre estaré a tu lado, para bien o para mal siempre te apoyare. —Las palabras salieron de su boca, marcadas por una sensación de vulnerabilidad, como si su corazón estuviera abierto a ella, pero al mismo tiempo, luchando por no desbordarse. Vi, con el abrazo apretado, sintió la sinceridad de sus palabras. Aunque aún había incertidumbre entre ellas, Caitlyn estaba allí, dispuesta a estar con ella en lo que viniera. Por un momento, Vi se permitió relajarse, dejando que ese abrazo la envolviera con toda la calidez de esa mujer. Sentía una conexión profunda con la chica de ojos azules, más allá de las circunstancias. Al separarse lentamente Ambas se miraron durante lo que pareció una eternidad. Vi, con la respiración acelerada, sintió la tensión creciente entre ellas, el deseo inexplicable que había estado reprimido por tanto tiempo. Caitlyn, con el corazón latiendo fuerte, vio la vulnerabilidad en los ojos de Vi, una vulnerabilidad que solo ella podía ver. Sin pensarlo más, Caitlyn se acercó, y el mundo se detuvo en el momento en que sus labios se encontraron. No fue un beso cualquiera; fue el beso que ambas temían, lleno de tensiones, deseos y promesas no dichas. Vi, sin pensarlo, cerró los ojos y dejó que ese momento se desarrollara sin resistirse. Nunca se había sentido tan cuidada, tan amada en su vida. Fue un beso lleno de emociones reprimidas, de deseo y necesidad. No era solo físico, era un encuentro de almas, de corazones que buscaban comprenderse en medio del caos. El aire estaba cargado de una tensión palpable, y con cada roce, el cuerpo de Caitlyn reaccionaba. Un gemido ahogado escapó de sus labios cuando Vi la besó nuevamente, profundo, casi como si cada beso les robara el aliento. Caitlyn mordió su labio, conteniendo el deseo, pero su cuerpo ya había hablado. Lo que comenzó como un suave roce de labios se transformó en una danza de deseo. Vi sintió el calor latente en sus cuerpos y comenzó a besar y morder el cuello de Caitlyn, provocando gemidos extasiados con cada roce en su piel. La tomó de la cintura e hizo que las dos se levantaran de sus asientos mientras seguía explorando con besos su cuello. Vi sabía cómo besarla, tocarla, excitarla y empezó a despertar en ella los deseos más terrenales. Entre el éxtasis en el que se estaban consumiendo, la Zaunita llevó a Cait a la pared pasando a llevar el interruptor del agua. Sintieron con sorpresa como caía el agua sobre sus cabezas y entre grandes sonrisas dieron cuenta que eso no importaba. Con manos expertas, la Zaunita comenzó a despojarla de su uniforme empapado, quitándole la chaqueta. Caitlyn inmediatamente después se deshizo del camisón negro que llevaba puesto, revelando sus bien dotados pechos. La luchadora se ruborizó por un instante, pero pronto la curiosidad la llevó a tocar sus pezones con la punta de los dedos. Caitlyn hizo un esfuerzo sobrehumano para no gemir ante su toque, pero sus ojos no mienten, se había instalado en ellos la necesidad de ese contacto. Vi superó su aparente vergüenza y presionó el cuerpo de Cait contra la pared, acercó su boca a la oreja de su amante. —Definitivamente eres encantadora. —Murmuró con una voz de excitación que provocó temblores en la chica de pelo azul. Volvió a mirar su rostro con especial atención teniendo cuidado de recordar cada centímetro de su piel y hundirse en la profundidad de sus ojos. Luego bajo delicadamente por su cuello apretando sus labios con la piel de la mujer disfrutando cada temblor que estaba provocando. Llegó con su boca al pecho izquierdo, succionando y endureciendo el pezón que apuntaba hacia ella. Caitlyn gimió con más fuerza al ver cómo los ojos de Vi pasaban de un color plateado a un color negro de oscuro deseo. Pudo sentir la respiración cálida de Vi sobre su piel. Un leve asentimiento, casi imperceptible, fue todo lo que se necesitaron para saber que ambas querían lo mismo. No había dudas, ni palabras, solo una conexión tan profunda que las palabras se volvían innecesarias. La mujer más pequeña sonrió como una tonta enamorada mientras desabrochaba el pantalón de Caitlyn y lo bajaba lentamente. Una vez fuera, se levantó a la altura del rostro de la ejecutora, tomó una de las piernas y la envolvió en su cintura. —Quiero hacerte mía, Cait. —Susurró Vi. —Siempre he sido tuya. —Respondió Caitlyn con voz entrecortada. Era la respuesta que Vi esperaba para comenzar a frotar su mano por los muslos descubiertos de su musa mientras bajaba besando el liso abdomen de Caitlyn. Al llegar a su centro de placer, extendió la lengua y la pasó lentamente para llevar los jugos dispuestos a su boca. —Agh… —Caitlyn cerró los ojos y gimió; involuntariamente llevó una mano por dentro del cabello húmedo de Vi. Vi quería saborear todo lo posible; quería llenarse con los fluidos de Caitlyn y darle el mejor orgasmo de su existencia. Agarrándose firmemente de las nalgas de Caitlyn, apretó aún más su cabeza contra el sexo de la mujer para poner su lengua al servicio del placer ajeno. Su lengua surcaba distintas direcciones mientras sentía como crecía la hinchazón de su clítoris. —No pares. —Rogó Caitlyn entre jadeos y volteando los ojos quedando en un blanco absoluto. Inmediatamente Vi paró de hacer lo que estaba haciendo ante la mirada atónita de la mujer más alta por no hacer caso a sus ruegos. Se paró, le besó los labios para que ella sintiera el dulce sabor de sus fluidos y abrió sus piernas para explorar con su mano el interior de la mujer de ojos azules. —Por supuesto que no. No pararé hasta que acabe contigo. —Respondió Vi mirándola a los ojos e introduciendo dos dedos en su vulva. Comenzó lentamente asegurándose de escuchar cada gemido de la mujer mayor, fue inevitable que quisiera más, y empezó a acelerar el ritmo provocando el delicioso sonido de sus jugos contra la palma de su mano. Su rostro había cambiado, en él se reflejaba la malicia y complicidad, su sonrisa era traviesa al ver cómo Cait disfrutaba del éxtasis provocado por la Zaunita. Caitlyn tembló cuando Vi la tocó como si fuera la primera vez. Era una vulnerabilidad profunda, una exposición de todo lo que había estado guardado. Para Vi, fue como si todo lo que había guardado en su interior se desbordara al tocar a la mujer de pelo azul de esa forma. No solo sus cuerpos se encontraban, sino que, de alguna forma, también lo hacían sus almas. Cada vez aumentaba más la intensidad de sus embestidas, una tras otra con gemidos que Cait no podía esconder en su boca. —Cógeme más fuerte Vi. La mujer de pelo rosa no lo pensó dos veces, agregó un tercer dedo en la ya apretada zona de Cait. Los ojos de la mujer se agrandaron al sentir un ligero dolor cuando el tercer dedo entró, pero rápidamente dio paso a más placer mediante gritos desenfrenados. —Se buena chica y grita mi nombre Cait. —Vi!! Vi!! No daba más con la excitación, el calor y la presión que sentía en sus dedos era tan inexplicablemente delicioso. Sin darse cuenta, la excitación era tal que ella misma comenzó a gemir al ritmo de sus embestidas. —Buena chica, sigue así, eres mía. —Le susurraba al oído como una forma de autocomplacerse al saber que la estaba cogiendo. —Soy tuya… Aggh… cógeme como quieras… —Susurró Cait mientras la otra mujer no se detenía. Solo bastaron unos segundos más para que su amante empezara a gemir nuevamente su nombre y acercarse al climax de placer. —Vi… Vi… me voy a correr… Vi… Eso no hizo más que extasiar a la Zaunita que empezó a gemir junto con su amante, tomó su rostro con la mano izquierda presionando su pulgar dentro de la boca de ella. —Córrete Cait, córrete. —Agh… Vi!! Sus manos se movieron rápidamente, casi sin pensarlo. Cada roce era más urgente, más demandante, mientras sus corazones latían al mismo ritmo. El aire se volvió pesado y todas las paredes de la mujer se tensaron mientras ella gritaba su nombre, un orgasmo estaba cruzando cada musculo de la mujer más alta y eso no hizo más que provocar las mismas sensaciones en el cuerpo de Vi logrando que las dos mujeres expulsaran fluidos al mismo tiempo. Cuando se detuvieron, el silencio fue aún más poderoso. Vi la miró a los ojos, respirando profundamente, como si el mundo hubiera desaparecido por un momento. La respiración se había vuelto más lenta, tenían cuidado de agarrar lentamente cada bocanada de aire mientras ambos cuerpos finalmente se iban relajando tras aquella creciente adrenalina… Vi colocó su frente en la de ella, aun sosteniendo su rostro con su mano izquierda la besó tiernamente antes susurrarle al oído. —Tú… Eres especial… Se quedaron allí, con las manos entrelazadas, riendo suavemente, el sonido de sus respiraciones sincronizándose lentamente. Los ojos de Caitlyn brillaban mientras Vi la miraba con el mismo destello. Pero a pesar de la calidez de su contacto, algo seguía sin resolverse. Las sombras del pasado y las dudas sobre su futuro continuaban pesando en sus corazones. Pero por ahora, no había más palabras que pudieran cambiar lo que sentían. El futuro era incierto, pero al menos habían encontrado un refugio la una con la otra.
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