ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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La cura del corazón

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La noche ya había caído, y Caitlyn conducía lentamente, su vista fija en la carretera como si cada giro fuera una evasión de lo inevitable. Sus manos, usualmente firmes sobre el volante, temblaban ligeramente. Intentaba mantener la calma, pero su estómago se retorcía, y una ansiedad extraña subía por su pecho. Sabía que tenía que hacerlo, sabía que tenía que enfrentar a Sarah. Pero el simple pensamiento de encontrarse con ella le hacía preguntarse si realmente estaba preparada para todo lo que vendría. Había algo en Sarah, una fuerza silenciosa y una mirada tan intensa, que le hacía sentir vulnerable. En la poca interacción que habían tenido, entendía que Sarah no sería fácil de tratar. La pirata era directa, no se andaba con rodeos, le gusta ser quien lleve la conversación y no se intimida fácilmente. Mientras conducía por las calles iluminadas de Piltover, Caitlyn no pudo evitar recordar aquellos primeros días con Vi, cuando pensaba que había perdido todo. Y ahora, no solo tenía que explicarle a Sarah que Vi estaba bien, sino que tenía que lidiar con lo que no quería enfrentar: sus propios sentimientos. La idea era simple, se dijo a sí misma: solo tenía que explicarle a Sarah que Vi estaba bien, descansando en la mansión, y que no había motivo de preocupación. ¿Pero realmente sería así de sencillo? Conocía poco pero suficiente sobre la mujer pirata como para saber que no dejaría escapar la oportunidad de hablar con ella a solas. "Es solo una conversación rápida, nada más." se repetía a sí misma, aunque su corazón parecía decirle otra cosa. No quería admitirlo, pero la idea de enfrentar a Sarah le producía una incomodidad que iba más allá de los simples celos. Había visto la forma en que Sarah miraba a Vi, la ternura y el cariño genuino en sus ojos. A pesar de que Vi le había asegurado que solo eran amigas, le inquietaba que para Sarah no es así. Su mente comenzó a divagar, en los momentos en los que pensaba que había perdido a Vi para siempre, Sarah había sido quien le había devuelto la felicidad a la luchadora. Si bien sentía una gratitud genuina hacia la pirata, la simple idea de compartir a Vi con alguien más era insoportable. Finalmente, estacionó el auto frente al muelle donde el barco de Sarah se encontraba atracado. Bajó lentamente, respiró profundo y caminó con firmeza hacia la embarcación. La tripulación ya había desaparecido, dejando atrás un barco silencioso que crujía suavemente bajo el peso de la noche. La brisa fresca del puerto levantaba pequeñas olas contra los muelles, un sonido lejano que se sumaba al susurro del viento. Caitlyn podía oír las voces apagadas de la ciudad en la distancia, pero aquí, en este pequeño rincón del mundo, todo parecía estar en calma. El viento traía consigo un olor salino y frío, y el crujido de las maderas bajo los pies de Caitlyn marcaba cada paso, como si el barco mismo estuviera observando y esperando. Allí, en ese rincón apartado del mundo, las palabras se sentían más pesadas, más reales. Solo ellas dos. No había miradas curiosas, ni ojos vigilantes que pudieran interrumpir la conversación que, sabía, sería mucho más difícil de lo que aparentaba. Apenas subió al barco, vio a Sarah sentada sobre una pila de cajas, mirando fijamente al horizonte. Parecía perdida en sus propios pensamientos, quizás tan confundida como ella misma. Al escuchar los pasos de Caitlyn, Sarah volteó rápidamente la cabeza con una sonrisa esperando que fuera la mujer pelirroja, sin embargo, quedó sorprendida al ver una silueta distinta. —¿Comandante? —Preguntó Sarah, levantándose lentamente con una leve sonrisa en su rostro. —Esperaba a otra persona la verdad. No esperaba verte a ti. —Sarah. —Saludó Caitlyn con cordialidad, tratando de mantener su rostro neutral. —Vi me pidió que viniera a decirte que está bien. Está descansando en mi mansión esta noche. Fue un día difícil y necesitaba atención médica. Sarah no apartaba la vista de Caitlyn, sus ojos observaban detenidamente, midiendo cada palabra que salía de su boca. No era solo curiosidad. Era una necesidad de entender, de comprender qué tan profunda era esa historia entre Caitlyn y Vi. Cait no podía ignorar la creciente sensación de ser una intrusa en un amor que se estaba gestando entre las dos y sin embargo, creer que es lo correcto. —Gracias por venir a decírmelo. Lo aprecio. —Respondió Sarah, pero su voz no sonaba tan firme como usualmente. Aunque había una leve sonrisa en su rostro, sus labios temblaban ligeramente. Un atisbo de vulnerabilidad, algo que no mostraba fácilmente, pasó por sus ojos. Caitlyn notó la pequeña pausa, la forma en que Sarah no estaba segura de sí había más que decir. Estaba claro que sus palabras no eran suficientes para calmar las dudas que rondaban en su mente. Era su rival, pero la comandante es humana y le dolió no poder hacer más por ella en ese momento. —¿Qué es lo que le pasó? —Continuó hablando la pirata. —Está algo herida, pero estará bien. Mi padre la está atendiendo personalmente. No hay de qué preocuparse. —¿Quién le hizo eso? —Unos delincuentes de Zaun, pero como dije anteriormente, ya está siendo atendida y solo necesita descansar. Sarah asintió lentamente, sin quitar sus ojos de los de Caitlyn. Hubo un silencio incómodo entre ellas, como si ambas estuvieran esperando a que la otra dijera lo que realmente quería expresar. —¿Fumas? —La voz de Sarah sonó más baja de lo normal, casi como si buscara una excusa para aliviar la tensión en el aire. Sacó un puro de su abrigo, lo encendió y lo dejó arder entre sus dedos antes de ofrecerle uno a Caitlyn. El humo se levantó en espirales, dispersándose en el aire como una metáfora de la distancia que existía entre ellas en ese momento. Caitlyn lo miró, dudando, no por el cigarro, sino por lo que representaba. La pirata no estaba solo ofreciendo un gesto, sino una invitación. Una invitación a bajar la guardia, a compartir algo más que palabras, a buscar una conversación más significativa. —No, gracias. No fumo. —Tú te lo pierdes. Sarah se giró para mirar nuevamente hacia el horizonte expulsando el humo que había inhalado. —Cait, ¿Puedo hacerte una pregunta? —Preguntó Sarah al fin, girando para ver nuevamente a la Comandante y caminando hacia ella. Sus pasos sonoros como agujas que atravesaban el ambiente. —Sé que esto es incómodo, pero necesito saber la verdad. Inmediatamente, Caitlyn se puso tensa, anticipando lo que venía, pero asintió con calma. Podía ver la lucha en los ojos de Sarah. La pirata no era tonta, y las preguntas que hacía no eran solo curiosidad. Parecían más bien un intento de entender su lugar en la vida de Vi, un lugar que no estaba dispuesta a abandonar sin pelear. Caitlyn sintió una extraña empatía por Sarah en ese momento, viéndose a sí misma en ella, una persona que también temía perder algo importante —Claro, Sarah. Adelante. La pirata se acercó aún más al rostro de la comandante mientras seguía inhalando de su puro. —No soy ingenua; ¿Cuál es exactamente tu relación con Vi?   Seguido de la pregunta, Sarah exhaló el humo contenido de sus pulmones sobre el rostro de Caitlyn, una clara advertencia a la mujer frente a ella de que esa mujer es de armas tomar. —Cuando las encontré en la oficina sentí una ligera tensión como si no fuera la primera vez que se vieran. —Sus ojos como dagas buscaron algún ápice de duda en los ojos de la comandante y al no encontrarlos, siguió con sus palabras. —Ella mencionó tu nombre en un momento mientras estábamos... solas. Hay algo más entre ustedes, lo presiento, pero también es evidente que Vi no lo recuerda, así que te lo pregunto directamente a ti ¿Quién eres en la vida de Vi? Caitlyn se sintió observada, acorralada, más no intimidada, mantuvo su compostura, cruzando los brazos firmemente frente a ella. Pensó cuidadosamente sus palabras antes de responder. —Vi y yo... tenemos historia. Hemos estado juntas durante mucho tiempo, desde antes de que perdiera la memoria. —Respondió finalmente, procurando agravar el tono de su voz. —Y aunque ahora mismo no recuerde plenamente todo lo que compartimos, los sentimientos no son difícil de olvidar. Sarah guardó silencio, claramente afectada por la honestidad de Caitlyn. Una leve tristeza cruzó su rostro, pero mantuvo la postura fuerte y digna que la caracterizaba. —Entiendo. —Respondió suavemente. —Eso lo explica todo, sabía que había algo más. Lo vi en la oficina y sentí como las cosas cambiaron mientras cenaba la otra noche con ella. Su falta de cercanía y sus ojos distantes. Caitlyn sintió una mezcla de alivio y dolor al escuchar esas palabras. Había sido honesta, pero la tristeza en el rostro de Sarah le provocaba una punzada en el corazón. No deseaba herirla, pero sabía que no le hacía un favor si suavizaba las cosas. —Sarah, Vi me ha hablado muy bien de ti. Sé que eres importante para ella, y yo también te agradezco profundamente haber cuidado de ella cuando más lo necesitaba. —Agregó Caitlyn con suavidad. —Pero no puedo negar lo que siento, ni todo lo que vivimos entre las dos. Nuestra historia… es más de lo que pudieras imaginar. La pirata dio media vuelta caminando nuevamente para posarse en la baranda del barco. —Hay otra cosa más que necesito saber... ¿Qué pasó en la misión? Vi llegó distinta, no me miraba a los ojos, traía ropa que nunca había visto; supongo se la diste tú. La mujer de pelo azul recordó en un instante y con mucho detalle el ardiente encuentro en el baño. Los besos, caricias y el toque de sus cuerpos seguían profundamente impregnados en su memoria, sin embargo, no era algo que quería compartir con nadie más. —Sí. Esa ropa es de ella, yo la estaba aguardando en mi oficina desde hacía mucho tiempo. —Dijo tratando de mantener la compostura. —La misión tuvo algunos inconvenientes, nada que no hayamos podido arreglar. Sarah sonrió débilmente comprendiendo que las respuestas de la comandante eran más bien migajas ante la curiosidad de la pirata. —Gracias por tu sinceridad, Cait. —Respondió con cierta resignación. La pirata inhalaba y exhalaba el humo del puro para aliviar la tensión del momento. Los segundos pasaron en silencio hasta que finalmente volvió a emitir palabras. —Cait, ¿Te acostaste con ella? La pregunta de Sarah había sido más honesta de lo que le gustaría a la mujer de pelo azul y le cayó como un balde de agua fría. ¿Cómo podía responder esa pregunta sin herir los sentimientos de la pirata? No era algo que quisiera confesarle ni a su peor enemigo. —Creo que no me corresponde a mí hablar sobre eso Sarah, es una conversación que tú y Vi tienen pendiente. La pirata ríe a carcajadas mientras vuelve a inhalar de su puro y se da una media vuelta apoyando su espalda y codos en el barandal para mirar directamente a la otra mujer. —El no responder es una respuesta en sí misma. No necesito que Vi me lo confirme, me ha quedado claro. Fue inevitable para la Comandante sentir cierta compasión ante el dolor de la pirata. Bajó la mirada pensando en que poder decir, sin embargo, no encontró palabras para consolar a la mujer delante suyo. —Bueno Sarah, era ese el motivo de mi visita, debo irme, espero tengas buenas noches. —Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida. Al escuchar las palabras de Caitlyn, Sarah apretó los puños, sintiendo cómo su pecho ardía con una mezcla de frustración, celos y desafío. No iba a quedarse callada, así como así. Dio unos pasos rápidos hacia adelante, alzando un poco la voz. —¡Cait! La mujer de pelo azul paró en seco a un lado de unas cajas y dio vuelta para mirar de nuevo a la pirata. Al girar, sintió como el aire se desgarraba a un costado de su rostro. Un cuchillo filoso, rápido y ligero había pasado a solo centímetros de su mejilla quedando inserto en una de las cajas. No lo había visto, ni había sentido peligro. Solo pudo endurecer su mirada ante la pirata que se encontraba con la mano alzada hacia ella. —Quiero que entiendas una cosa: respeto tu historia con Vi, respeto lo que ambas pudieron haber tenido en el pasado, pero no creas por un segundo que me quedaré al margen esperando que todo acabe bien para ustedes. —Su tono era firme, decidido, con un ligero temblor que delataba la intensidad de sus emociones. —No pretendo rendirme tan fácil, Comandante. El cuchillo que había lanzado no era solo una advertencia, era más bien un duelo, el comienzo de una rivalidad y desafío. La pirata se aproximó, con una mezcla de dolor y determinación en sus ojos verdes. —Sé que tienes ventaja, sé que tienes historia con ella, recuerdos que yo nunca podré entender por completo, pero lo que siento por Vi es real y fuerte como para rendirme sin luchar. —Continuó Sarah, respirando profundo para mantener su voz controlada. —Puede que ahora ella haya decidido quedarse contigo, pero estaré ahí cuando le falles, y créeme, Cait, las personas siempre fallan, tarde o temprano. Y cuando eso pase, voy a estar ahí. Caitlyn sintió cómo el pecho se le comprimía ante aquella afirmación. No podía negar que, en otras circunstancias, probablemente habría reaccionado con enojo o arrogancia, pero en ese momento solo sentía adrenalina y a la vez comprensión a la pirata. Sabía lo que sentía amar a la mujer Zaunita, conocía ese sentimiento de desesperación que la impulsaba a luchar por ella con todas sus fuerzas. Las dos mujeres se enfrentaron en miradas feroces, desafiantes y tensas, hasta que finalmente Sarah suavizó ligeramente su expresión, sin perder el fuego de pasión que ardía en sus ojos. —No te odio, Cait. Al contrario, te respeto, realmente lo hago. —Continuó con voz más tranquila. —Pero si algo he aprendido en la vida, es que uno tiene que luchar por lo que quiere. Caitlyn sostuvo su mirada aún con sus dientes presionados y las cejas finamente alineadas en su rostro, reconociendo la sinceridad y la fuerza de aquellas palabras. Asintió ligeramente, aceptando el desafío, pero también sintiendo una nueva presión sobre sus hombros. No solo debía recuperar la memoria de Vi, ahora también debía demostrar a la pirata porqué merecía ese amor más que nadie en este mundo. —Entiendo, Sarah. —Respondió finalmente Caitlyn con voz calmada comenzando a relajar sus expresiones faciales, pero cargada de seguridad. —Pero créeme, no habrá necesidad de esperar un fallo mío. Ella estará bien a mi lado. Sarah sonrió, llena de confianza en sí misma, una confianza que disimulaba los celos y sentimientos negativos que estaba sintiendo en su interior. —Supongo que eso lo veremos con el tiempo. —Respondió finalmente. —Hasta entonces, que gane la mejor, comandante. Con esa última frase, Sarah retrocedió unos pasos hasta apoyarse nuevamente en la barandilla del barco, cruzándose de brazos con una mezcla de determinación y orgullo. Caitlyn, sin más que decir, se dirigió nuevamente hacia la salida, sintiendo cómo la mirada de Sarah la seguía de reojo hasta perderse en la distancia. Ya abajo del barco, subió a su auto y comenzó a manejar de regreso, sus pensamientos estaban atrapados en ese breve intercambio. Sabía que Sarah no era alguien que se rendiría fácilmente, pero ahora, más que nunca, tenía claro que ella tampoco. La rivalidad con la pirata recién estaba comenzando. Cuando Caitlyn finalmente llegó a la mansión, la conversación con Sarah aún rondaba en su mente, creando una mezcla de emociones que le resultaba difícil controlar. El cuchillo que había cruzado el espacio entre ambas era una sutil y poderosa advertencia del peligro que puede ser una mujer herida. Al cruzar el umbral de la puerta principal, respiró profundamente intentando recomponer su rostro antes de dirigirse directamente al estudio de su padre. Tocó suavemente la puerta y entró con cautela. Tobias estaba sentado frente a su escritorio, revisando algunos documentos antiguos. Al verla, levantó la vista y sonrió cálidamente. —Cait, hija, volviste ¿Todo bien? Caitlyn suspiró suavemente, aún con la preocupación y adrenalina más que evidente en sus ojos. —Sí, todo bien. Ya resolví mis asuntos en el puerto así que estoy tranquila. ¿Cómo está Vi? ¿Todo bien? Tobias, al ver la expresión de angustia en el rostro de Caitlyn, dejó de lado los papeles y se acercó con paso lento. Colocó su mano en el hombro de su hija, una simple acción que transmitía más consuelo que mil palabras. Sabía que Caitlyn era fuerte, pero también sabía que estaba cargando con más peso del que merecía. La vida no era fácil con ella, le ofrecía un montón de responsabilidades, dificultades y penas. Aunque él nunca fue un hombre dado a expresar demasiado sus emociones, en esos momentos veía claro lo que realmente necesitaba su hija. Ella no estaba bien, su alma estaba atrapada entre un agotamiento emocional y la esperanza. Caitlyn es fuerte, pero a veces necesitaba recordar que nadie puede llevar tanto en la espalda solo por sí misma. —Sé lo que significa para ti esa muchacha. —Murmuró su padre, sus palabras suaves, pero llenas de la sabiduría que solo un padre puede ofrecer. El consuelo que le brindó no solo fue físico, sino también emocional, un refugio en medio de la tormenta. Continuó hablando. —Tiene algunas costillas rotas, pero nada que no pueda sanar con reposo y algo de paciencia. Es fuerte, sabes que ha sobrevivido a cosas peores. Caitlyn suspiró aliviada por escuchar que no había daños graves, pero su preocupación no terminaba ahí. Tenía otra pregunta que había estado rondando en su mente, aunque realmente no la había materializado por temor a la repuesta. —Papá ¿Crees que podamos hacer algo con respecto a su memoria? ¿Hay alguna manera en la que podamos ayudarla a recordar? El rostro de Tobias cambió a uno más serio y contemplativo, y lentamente negó con la cabeza, mostrando preocupación. —Eso es algo que no puedo responderte con certeza, Cait. Las heridas en la cabeza y la pérdida de memoria son complejas. Algunos pacientes recuperan la totalidad de sus recuerdos, otros solamente fragmentos y algunos incluso nunca llegan a recordar quienes eran. —Hizo una pausa para suspirar entendiendo el dolor que le causaban las palabras a su hija. —Lamentablemente no podemos controlar ese proceso, depende únicamente de Vi y del tiempo. Caitlyn bajó la mirada, entristecida. Sentía cómo la incertidumbre se transformaba nuevamente en una pesada carga. Si la memoria de la Zaunita nunca volvía, ¿Significaría eso que el amor que compartieron se desvanecería también? No sabía cómo lidiar con la idea de que Vi, la mujer con la que había compartido tantos momentos tal vez nunca pudiera recordar las cosas más importantes entre ellas. Y, sin embargo, lo que sentía por ella no desaparecía, al igual que la esperanza. Tobias, notando la angustia y confusión en el rostro de su hija, tomó ambas manos de sus manos con cariño. —No quiero que pierdas la esperanza, Cait. Esa mujer ha atravesado todo Runaterra, ha perdido su identidad, ha hecho nuevos amigos y aún así, sin una pizca de memoria, está aquí, como si lo más profundo de su memoria le obligara a permanecer donde fue feliz. Caitlyn sonrió débilmente, agradeciendo sus palabras. Luego, otros pensamientos cruzaron por su mente, y titubeó antes de compartirlo con su padre. —Papá... ¿Crees que mamá habría aceptado a Vi? Después de todo lo que ocurrió con... Jinx… —Un reflejo de culpa y vergüenza atravesó a la mujer. Tobias quedó pensativo unos segundos, no era una situación sencilla. La llegada de la Zaunita a la vida de Cait había puesto no solo de cabeza la vida de su hija, sino también había cambiado la vida de toda la familia Kiramman. Luego, se colocó en el lugar de quien fue el amor de su vida y finalmente dijo con voz suave, pero segura: —Tu madre amaba profundamente Piltover, pero más aún, te amaba a ti. Estoy convencido de que, pese a todo, habría entendido y aceptado a Vi al ver lo feliz que te hace. Y créeme, Cait, la felicidad es algo que tu madre siempre deseó para ti, por encima de cualquier resentimiento o dolor. Las palabras de Tobias dieron paz al corazón de Caitlyn, quien sintió cómo sus ojos se humedecían de emoción. Con una voz cálida y reconfortada, le agradeció sinceramente a su padre. —Gracias, papá. Necesitaba escuchar eso más de lo que imaginas. —Siempre estaré para ti, hija mía. —Respondió él con una sonrisa paternal. —Ahora ve con ella. Les he dejado algo de comida y té en la habitación. Estoy seguro de que debe estar feliz esperándote. Caitlyn asintió y salió del estudio con pasos más seguros y ligeros. Había encontrado paz en medio de la tormenta que se desarrollaba en su interior. Al entrar en la habitación donde Vi descansaba, la encontró sentada en la cama apoyada en el respaldo con sus brazos pasando por detrás de su cabeza. Vi la miró con esa sonrisa traviesa que siempre hacía que Caitlyn se sintiera como si el tiempo se hubiera detenido. —¿Sabes cuánto te extrañé estas horas, minutos, eternos que estuviste fuera? —Bromeó Vi, su voz juguetona pero también cargada de una ternura sutil. Caitlyn no pudo evitar sonreír al instante, pero hubo algo más en esa mirada, algo que le hizo sentir que, a pesar de las circunstancias, Vi siempre estaría allí para hacerle frente a todo lo que el destino les pusiera por delante. La tensión de la noche se desvaneció en un instante, reemplazada por la calidez del momento. La mirada de la Zaunita a través de esos ojos grises siempre la hacía sentir como si estuviera en casa. —Oh, lo sé. Seguramente estabas contando cada segundo hasta que regresara. —Replicó Caitlyn, devolviendo el juego con una sonrisa divertida. Ambas rieron suavemente, rompiendo cualquier tensión que pudiera haber quedado entre ellas. Caitlyn notó entonces la expresión de cansancio en Vi y preguntó suavemente mientras se acercaba a la cama. —¿Cómo te sientes? Vi hizo un gesto de dolor fingido, exagerando un poco para suavizar el ambiente. —Digamos que he tenido mejores días. Pero tu padre tiene buenas manos, al menos no me rompió ninguna costilla más. —Bromeó Vi, tratando de restarle importancia. Caitlyn se sentó a su lado, observándola con ternura y preocupación. —Lamento que tuvieras que pasar por todo esto, Vi. Me gustaría hacer algo más que solo quedarme mirando como te recuperas. Me gustaría al menos encontrar la forma de ayudarte a recuperar tu memoria. Vi extendió suavemente su mano, acariciando el rostro de Caitlyn con una dulzura que contrasta con su apariencia siempre ruda y rebelde. —Hey. Aprecio todo lo que haces por mí. Tal vez mi mente esté en blanco en ciertas cosas, pero hay otras que al parecer mi corazón no puede olvidar tan fácilmente. Vi sonrió suavemente, y esa sonrisa hizo que Caitlyn olvidara todo lo demás. Al recostarse a su lado, sintió cómo el ritmo de la respiración de Vi se sincronizaba con el suyo, y por un momento, el mundo entero desapareció. No había prisas, no había dolor, solo el refugio de estar con ella. Como si no importara lo que sucediera fuera de esas paredes, como si estuvieran, finalmente, en el lugar adecuado. —¿Me contarás lo que pasó en el barco con Sarah? —Preguntó Vi con curiosidad contenida. Caitlyn respiró hondo y respondió, omitiendo intencionalmente algunos detalles que podrían causar incomodidad. —Le expliqué que estabas aquí, descansando. No lo tomó demasiado bien, pero al final lo aceptó. Vi asintió lentamente, sabiendo que la mujer de pelo azul no le estaba contando todo, pero decidió no presionar. Luego, tras un breve silencio extrañamente cómodo, Vi la miró con suavidad, sus ojos llenos de una vulnerabilidad que solo Caitlyn conocía. —¿Podrías dormir conmigo esta noche? —Susurró suavemente. La pregunta no fue solo por la comodidad física, sino por la necesidad de sentirse protegida, de sentir que no estaba sola. Vi estaba tan acostumbrada a la lucha, a la soledad, pero en ese momento, solo necesitaba a Caitlyn cerca, sentir que, por una vez, podría descansar. Caitlyn no dudó ni un segundo en aceptar. —Claro que sí. Estaré aquí contigo, Vi. Caitlyn se acomodó cuidadosamente encima del hombro de la mujer, asegurándose de no presionar demasiado sus heridas. Vi por su parte, con una sonrisa en el rostro, rodeó con su brazo a la mujer más alta. La respiración de ambas se mezclaba y formaba un ambiente único y relajado. Caitlyn cerró los ojos, escuchando el latido del corazón de la mujer debajo de ella, disfrutando esa tranquilidad que solo ella podría brindarle. —Buenas noches, pastelito. —Susurró Vi dulcemente, depositando un beso en la frente de Cait. —Buenas noches, Vi. —Respondió Caitlyn en voz baja, sintiendo cómo finalmente su corazón encontraba el descanso y la paz en los brazos de la mujer que amaba. La habitación estaba tranquila, la única luz provenía de la luna que se filtraba por la ventana. La suavidad del colchón bajo ellas era un refugio, un pequeño rincón de paz en medio del caos que las rodeaba. Caitlyn sintió cómo, en el silencio de la noche, el latido del corazón de Vi se fusionaba con el suyo. La calidez de su abrazo era la única medicina que Caitlyn necesitaba. No había más batallas que librar, no había más dudas que resolver. Estaban allí, en silencio, simplemente existiendo juntas, en ese refugio de calma. El té y la comida se enfriaron, pero en ese instante, todo lo demás se desvaneció; nada importaba, porque estaban justo donde deseaban estar.
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