ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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Bailando con la Muerte

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Caitlyn aceleró el auto, dejando que la ciudad de Zaun se desvaneciera rápidamente en el retrovisor. Las luces de la calle titilaban mientras el aire fresco de la noche se colaba por la ventana. El silencio que la rodeaba la hacía sentir más sola que nunca, Sevika se había quedado en la escena en busca de alguna pista que pudiera servir para descifrar los enigmas. Aunque la misión había sido un éxito, las palabras de Nerón seguían retumbando en su mente. ¿Realmente habían destruido la revolución o solo habían aplazado lo inevitable? Apretó el volante con más fuerza, tratando de despejar esos pensamientos. La curva hacia la mansión la sacó de su ensimismamiento, pero el ruido del motor era lo único que rompía la quietud de la mañana. Al llegar, estacionó el auto con calma, aún inmersa en sus pensamientos. Subió las escaleras con paso lento, los tacones resonando en el pasillo vacío. Entró en la habitación de Vi y la encontró acostada, dormida, su rostro tranquilo, ajena a todo. Aún era temprano, pero Caitlyn no pudo evitar acercarse. Se acostó a su lado, levantó suavemente una de las mantas y se envolvió entre ellas. Con cautela, la abrazó por la espalda, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la tela. Vi permaneció inmóvil por un momento, pero al poco rato, se dio la vuelta lentamente, sus ojos fijos en los de Caitlyn. —¿Te desperté? —Preguntó Caitlyn con suavidad, su voz quebrada por el cansancio de la noche sin dormir. Vi parpadeó lentamente, como si aún estuviera entre el sueño y la vigilia. —No. —Respondió, su tono bajo, pero tranquilo. —Ya estaba despierta hace un rato. Caitlyn la miró a los ojos, esos ojos grises que siempre le habían dado una sensación de paz. A pesar de las preocupaciones, Vi siempre había sido su ancla, y el simple hecho de que esos ojos la miraran con tanta ternura hizo que todo valiera la pena. —No he dormido nada. —Admitió Caitlyn, apoyando su cabeza en la almohada, mirando hacia el techo. —La misión fue agotadora, pero logramos desmantelar una organización criminal que podría haber sido terriblemente perjudicial para todos. Vi guardó silencio un momento, pero luego, como si hubiera estado esperando para hablar, sus palabras salieron en un susurro. —Yo tampoco he dormido mucho. —Dijo Vi, su voz apenas un murmullo. Sus ojos se perdieron en el techo, como si estuviera buscando algo en las sombras del cuarto. —Tuve un sueño o pesadilla, no lo se, pero se sintió tan real… Caitlyn, curiosa giró lentamente hacia ella. Vi parecía perdida en esos recuerdos, su rostro más suave que lo que Caitlyn estaba acostumbrada a ver. Por un momento, la imagen de la Vi dura y fuerte que siempre conoció desapareció, dejando ver a la mujer vulnerable que posee en su interior. —¿Sobre qué trataba? —Preguntó Caitlyn, casi en un susurro, como si temiera interrumpir el flujo de palabras que salían de Vi. Vi giró su cabeza hacia Caitlyn, su mirada ahora más abierta, aún más vulnerable, como si fuera a romper su piel con un solo toque. —Sobre la última vez que vi a mi hermana. —Respondió Vi con una leve tristeza en su voz. —Recuerdo estar en el suelo, tenía unos guantes enormes que usaba para luchar. Con una mano agarraba la suya, mientras un monstruo con garras afiladas se sostenía de su pierna. La tristeza invadió el rostro de Vi antes de continuar. —Ella era más grande de lo que recuerdo, pero sé que era ella... Me miró y desactivó el guante, salió una especie de esfera de él y cayó junto con el monstruo. Yo solo lloré y grite, vi como sacó una bomba y explotó, un montón de rayos azules y rosados salieron de la explosión. El silencio se apoderó de la habitación, y Caitlyn, al escuchar esas palabras, sintió cómo su corazón se rompía aún más. Vi había perdido mucho, y si sus sueños eran reales, entonces también había perdido a su hermana. Sin pensarlo, Caitlyn la abrazó con fuerza, presionando su rostro contra el cabello de Vi. El silencio entre ellas se llenó de una calma que solo se encontraba en momentos de intimidad, donde las palabras sobraban. Vi se aferró a ella, como si el abrazo fuera lo único que pudiera sostenerla en ese momento. La Zaunita cerró los ojos, su voz se rompió. —Está muerta, Cait. Desearía que todo fuera diferente. Pero no puedo negarlo... estoy segura de que mi sueño es un recuerdo oculto en mi memoria. Vi dejó que las lágrimas reprimidas brotaran, mientras su cuerpo temblaba de la emoción contenida. Caitlyn, con el corazón roto, la sostuvo más fuerte, deseando poder darle la paz que tanto necesitaba. —Me niego a creerlo... Ekko te encontró en la Hexgate, y por lo que sé, no había ningún cuerpo ni rastro. Mientras exista la posibilidad, te prometo que encontraré cualquier pista que nos diga exactamente qué pasó. —Dijo Caitlyn, su voz temblorosa pero firme. No importaba cuántos días pasaran o cuántos recuerdos surgieran, no dejaría que Vi enfrentara esto sola. Vi cerró los ojos, sin responder de inmediato. Caitlyn pudo sentir cómo sus palabras comenzaban a calar en su corazón. La guerra, el caos, la pérdida... todo eso se acumulaba en ellas, pero también había algo más: esperanza. Y por primera vez en mucho tiempo, Vi permitió que esa esperanza se colara en su mente. Caitlyn, aun abrazándola, se quedó ahí, a su lado, esperando que el tiempo y las palabras pudieran sanar las heridas del pasado. Vi, finalmente, dejó escapar un suspiro, y Caitlyn vio cómo su rostro se relajaba. —¿Vas a dormir ahora? —Preguntó Vi, su voz suave, pero con un toque de picardía. Caitlyn sonrió, un leve toque de ternura en su rostro. —Si tú duermes... —Respondió Caitlyn con una sonrisa, su tono más relajado. Vi, a pesar de todo, sonrió también, y cerró los ojos, permitiendo que el sueño la envolviera por fin. Caitlyn permaneció a su lado, escuchando el suave respirar de Vi, abrazándola mientras la presionaba contra sí misma en el deseo de contenerla por siempre. Finalmente, Caitlyn también cedió al cansancio y cerró los ojos. Las dos mujeres durmieron plácidamente el resto de la mañana. Caitlyn despertó lentamente, el suave murmullo de la respiración de Vi era lo único que la rodeaba. La luz matutina se filtraba a través de las cortinas, proyectando una suave neblina dorada sobre la habitación. Vi aún seguía dormida, su rostro sereno, como si no hubiera pasado por todo lo que había vivido. La observó durante unos momentos, su corazón aún cargado con los recuerdos compartidos por la mujer frente a ella. Sin embargo, los pensamientos de Caitlyn no lograban calmarse. Las palabras de Vi sobre su hermana resonaban una y otra vez en su mente. Vi había visto la muerte de alguien a quien amaba, pero ¿cómo podía estar tan segura? Sin cuerpo, ni rastro, se negaba a creer que realmente fuera así. Algo no encajaba, y Caitlyn no iba a dejar que ese misterio se desvaneciera en el aire. A pesar de la tranquilidad en la habitación, sentía la tensión de la tristeza de Vi persistir en su pecho. La necesidad de encontrar respuestas, de seguir adelante, de proteger a Vi, la impulsó a levantarse de la cama con cautela para no despertar a su amante. Se levantó, aún vestida con su traje de comandante que no se había sacado para dormir. Solamente dejó su chaqueta colgada y soltó su cabello, luego salió de la habitación sin hacer ruido. Caitlyn bajó las escaleras de la mansión, cada paso resonando en el silencio. La mansión estaba tranquila, casi insoportablemente tranquila, como un refugio que intentaba engañarla. Afuera, Piltover seguía su curso, pero aquí, en este lugar, se sentía la quietud, como si el silencio mismo la rodeara, empujándola a pensar solo en Vi y en lo que había sucedido. Llegó al pasillo y se dirigió hacia la oficina que había pertenecido a su madre, una habitación cargada de historia y secretos familiares. Allí, a menudo encontraba la paz que necesitaba para procesar la montaña de responsabilidades que pesaba sobre sus hombros. La puerta de la oficina se cerró suavemente detrás de ella mientras se acercaba al escritorio. En el cajón más bajo, encontró la llave Kiramman, una antigua y pesada llave de hierro que había heredado de su madre. Sabía lo que significaba: el acceso a la vasta colección de archivos secretos de la familia, documentos guardados que solo los Kiramman debían conocer. Se sentó frente a la mesa, colocando la llave Kiramman y, durante largo rato, investigó entre todos los archivos de su familia. Las imágenes de la noche anterior, el sufrimiento de Vi, y el posible sacrificio de Jinx no dejaban de rondar su mente, pero estaba decidida a encontrar algo que pudiera ayudar. Caitlyn estaba sumergida profundamente en sus pensamientos, inclinada sobre los mapas desplegados frente a ella. Su mirada, intensa y calculadora, recorría minuciosamente cada ruta posible de los túneles cercanos a la Hexgate, tratando de descifrar cualquier pista que pudiera revelar el paradero de Jinx. Las dudas se apoderaban de su mente, y la frustración comenzaba a manifestarse en pequeños gestos: una mano inquieta tomando una pieza que pertenecía a las bombas de Jinx. Una sección del mapa llamó su atención. Había conductos de ventilación en la zona donde Jinx desapareció. ¿Y si había sobrevivido de esa forma? Vi había mencionado los rayos rosados, y Jinx, al usar sus habilidades, dejaba rastros de ese color. Una idea o esperanza comenzó a formarse en su mente. ¿Y si Jinx había escapado a través de esos conductos? Su habilidad para moverse rápidamente podría haberla llevado por esa ruta, y quizás el Shimmer le había dado una oportunidad para huir antes de que la explosión la alcanzara. La mujer apostó una de sus manos en sus labios, pensando en esa posibilidad. De repente, en medio de aquel silencio espeso, una suave melodía flotó desde algún rincón de la mansión. Caitlyn levantó la vista, extrañada, reconociendo al instante la familiaridad de ese tarareo. Una sonrisa se expresó en sus labios al escuchar esa voz tan familiar. Decidió pararse, dejándose llevar por el sonido y fue en su búsqueda. Bajó por el pasillo, sin prisa, y al llegar al salón, la vio sentada sobre una mesa, una pierna sobre la mesa, la otra en el suelo, mirando fijamente al fuego mientras sus pensamientos parecían estar en otro lugar. Caitlyn se acercó, sentándose a su lado. Le dio un pequeño empujón con el codo sobre el costado de Vi, y con una sonrisa, le habló mientras miraba fijamente a la Zaunita. —¿Qué es esa música? Vi la miró sin prisa, su rostro reflejaba una mezcla de nostalgia, pero también una tristeza que Caitlyn reconoció como parte de su ser. Vi siempre había tenido esa conexión profunda con su pasado, y era algo que a veces parecía atormentarla. —Es una melodía que mi madre tarareaba. —Respondió, su mirada perdida en las llamas del fuego, como si intentara recuperar un fragmento de su pasado. Caitlyn recargó su cabeza en el hombro de Vi, dejando que el calor del fuego envolviera la escena. —¿Sigues en esta lucha, Violet? —Preguntó suavemente, su voz llena de preocupación y un poco de tristeza. Aunque no podía leer sus pensamientos, sabía que los recuerdos de Jinx le habían provocado una profunda tristeza. Vi pensó durante unos segundos, luego se giró para mirar a Cait, sus ojos decididos pero llenos de una sensación de inevitabilidad. —Soy la tierra debajo de tus uñas, pastelito. —Dijo Vi con una mirada de determinación. Luego recargó su cabeza en el hombro de Cait. —Con nada me vas a sacar. Caitlyn sonrió, reconociendo en esas palabras la resistencia y el coraje que siempre había admirado en Vi. A pesar de todo lo que había perdido, ella seguía siendo fuerte, más fuerte de lo que cualquier otra persona podría comprender. Después de un rato en silencio, donde las dos disfrutaban del fuego delante suyo, Caitlyn miró el reloj. Ya casi era de noche. Había pasado todo el día entre descansar y buscar alguna pista, una esperanza de que Jinx estuviera viva. Pero tenía otros asuntos que atender. —Hey. —Le dijo Caitlyn a la mujer más baja, que estaba aún recostada en su hombro. Vi levantó la cabeza, mirándola en silencio. —Debo ir a hacer una investigación al cuartel. Llegaré más tarde ¿Sí? Vi levantó la cabeza, mirándola con sus ojos cansados pero intensos. —Está bien. Aquí te espero. —Respondió Vi con una pequeña sonrisa. Caitlyn se levantó, acercándose a ella lentamente. La besó suavemente en los labios, dejando que ese beso tuviera todo el cariño y la promesa de regresar pronto. Le acarició la mejilla antes de apartarse, con la determinación de que no importaba lo que tuviera que hacer, siempre regresaría a su lado. Le había mentido a Vi, y aunque sabía que era necesario, no dejaba de sentirse culpable. La decisión de ocultarle a Vi que iría a ver a Sarah la carcomía por dentro. Pero en su mente, estaba convencida de que lo hacía por su bien, necesitaba ocuparse del tema, no dejaría que volvieran a tocar a la mujer Zaunita. Salió rápidamente en dirección hacia el auto. Caitlyn sintió un nudo en el estómago mientras conducía hacia el puerto. Los recuerdos de la explosiva confrontación con Nerón Vault aún estaban frescos en su mente. Por otro lado, en su corazón, la angustia por Vi no desaparecía. Cada vez que pensaba en lo que le había sucedido, el temor de que algo peor pudiera ocurrir la perseguía, especialmente con sus propios instintos diciéndole de que Noxus seguía acechando Piltover. Durante el camino, sus pensamientos se agolparon en torno a Vi. Tenía miedo de que le sucediera algo más; no podría soportar verla sufrir otra vez, no después de todo lo que ya había sufrido en su vida. Aunque le incomodaba tener que recurrir a Sarah, reconocía que la pirata tenía información valiosa. Además, después de su último encuentro, sabía que Sarah haría cualquier cosa para proteger a Vi. Al llegar al puerto, la comandante bajó del auto con firmeza. Frente a ella se encontraba el imponente barco de Miss Fortune, iluminado suavemente por las luces del atardecer. Subió al barco sin perder tiempo y encontró a Sarah rodeada de su tripulación, entre risas, brindis y anécdotas. Al notar su presencia, la tripulación se quedó en silencio. Sarah volteó, observándola con una expresión entre sorprendida e interesada. —Comandante. —Saludó Sarah con una sonrisa intrigada. —Qué sorpresa verte de nuevo por aquí. ¿Gusta tomar un trago con nosotros? —Muchas gracias por el ofrecimiento Capitana, sin embargo, no es por eso por lo que vine hoy aquí. La expresión de la pirata se endureció. —¿Está todo bien con Vi? ¿Le pasó algo? —Vi está bien. Sigue descansando en mi mansión. —Respondió Caitlyn, tratando de mantener la compostura. —Pero necesito de tu ayuda. Sarah arqueó ligeramente una ceja, mostrando interés genuino. —¿Qué sucedió? Caitlyn miró alrededor, demasiada gente para comentar temas tan confidenciales. —¿Podemos hablar en privado? Sarah asintió y se dirigió a su tripulación. —Bueno, tengo asuntos que atender, no se diviertan mucho sin mí. Se paró e invitó a Caitlyn a su camarote. —Siéntete privilegiada Comandante, la única que ha tenido el placer de ingresar a mi camarote ha sido Vi y fue por razones más… placenteras. —Dijo mientras se sentaba en su cama para luego cruzar sus piernas y oír cuidadosamente lo que la otra mujer tenía por comentar. Claramente el comentario que hizo Sarah era para poder irritar a Cait. Lo había logrado, no quería demostrarlo, pero los celos se le estaban arrancando por los ojos y tratando de escapar también por sus labios. Hizo a un lado sus más bajos instintos de contestar su provocación para luego comentarle de la situación. —No estoy aquí para hablar sobre las aventuras que tuviste con Vi. La banda criminal a la que ella pertenecía, la atacó el otro día. La golpearon y amenazaron. Necesito localizarlos. —Dijo Caitlyn con frialdad y determinación. —Sé que Vi confió en ti lo suficiente como para contarte lo que pasó mientras estuvo con ellos. Necesito que me digas cómo puedo encontrarlos. Sarah permaneció en silencio unos segundos, notando claramente la preocupación y la furia contenida en el rostro de Caitlyn. Finalmente, asintió con seriedad. —Vi me contó todo sobre ellos. No son precisamente discretos. —Dijo Sarah, parándose y acercándose lentamente mientras rememoraba la información que Vi le había dado. —Es una banda que administra un tipo llamado Yuzul, dueño de una zona clandestina de peleas. Usualmente se reúne con los miembros de la banda en una vieja fábrica abandonada cerca del barrio de las luces rotas, en el límite entre Zaun y Piltover. Caitlyn apretó los labios. Reconocía perfectamente el lugar. —Gracias, Sarah. Es todo lo que necesito para ir tras ellos. —Respondió con sinceridad, dándose la vuelta para marcharse. —Espera un segundo, Comandante. —Dijo Sarah, interrumpiéndola antes de que pudiera dar otro paso. —No irás sola. Caitlyn frunció ligeramente el ceño, confusa. —¿Qué dices? —Voy contigo. —Afirmó Sarah, poniéndose firme. —No permitiré que nadie lastime a mi mujer sin enfrentar consecuencias. El corazón de Caitlyn latió más fuerte al escuchar esas palabras. Sintió un pinchazo incómodo, una mezcla de celos y molestia, pero intentó mantener la calma. —Sabes, no necesitas venir conmigo. Esto no es una cuestión de...— Caitlyn comenzó, pero Sarah la interrumpió. —¿De qué? ¿De proteger a Vi? —Interrumpió Sarah, cruzándose de brazos. La seriedad de su tono mostró que ya no era solo una broma. —Esto es peligroso, Sarah, no es solo una misión más. —Caitlyn dijo, su voz más firme ahora. —Agradezco tu ayuda, pero no creas que Vi te amará más solo por venir conmigo a romperle la cara a esos idiotas. Sarah, con una sonrisa pícara, dio un paso hacia Caitlyn, su tono menos provocador, más honesto. Por un segundo, la competencia entre ellas pareció desvanecerse, dejándolas solo como dos mujeres que, por extrañas circunstancias, compartían un propósito. —Comandante, yo soy todo menos débil y espero que la noche anterior te haya quedado claro lo peligrosa que puedo ser. —Dijo Sarah con una sonrisa burlona. —Quiero que esos sujetos sientan el miedo de haber tocado a mi mujer. Caitlyn soltó una leve carcajada, casi en contra de su voluntad. No podía negar que admiraba la perseverancia y descaro de Sarah, por muy frustrante que fuese. —Bien, entonces no perdamos más tiempo. —Aceptó finalmente Caitlyn. —Pero ten dos cosas claras, Sarah. La primera, Vi no sabe sobre esto y probablemente si lo llega a saber estará enojada con nosotras. La segunda, me importa un carajo su enojo, estoy haciendo esto por protegerla a ella. Sarah asintió lentamente, manteniendo esa mirada desafiante que le caracterizaba. —Somos dos. —Respondió con seguridad. —Y haré lo que sea necesario por protegerla por supuesto. Salieron del camarote y Sarah se dirigió a Roger. —Roger, quedas a cargo de la tripulación debo salir con la Comandante a una misión especial. —Le dijo con convicción y relajo. Luego se dirigió a toda la tripulación. —Hoy Roger pagará las cervezas. Los gritos de alegría de la tripulación no se hicieron esperar ante el comentario de la Capitana, excepto para Roger que le miró con una expresión de frustración. Para Caitlyn ese escenario divertido, feliz y caótico era un contraste tan fuerte con la peligrosa misión en la que se estaban involucrando. Inmediatamente, ambas mujeres bajaron del barco en silencio, preparándose mentalmente para enfrentar la amenaza que las esperaba en la oscuridad. Cada una tenía sus razones para luchar, en este momento, unirían fuerzas por una causa común: proteger a Vi. El auto de Caitlyn atravesaba las calles de Piltover con dirección a los barrios más oscuros, donde la banda de Yuzul tenía su guarida. Las luces de la ciudad parpadeaban intermitentes mientras el motor rugía en la silenciosa tensión que se respiraba dentro del vehículo. Caitlyn mantenía ambas manos en el volante, la mirada fija en el camino, mientras Sarah, sentada en el asiento del copiloto, la observaba de reojo con una sonrisa socarrona. —Así que... ¿Vas a contarme tu historia con Vi? —Preguntó Sarah, rompiendo el silencio con su tono pícaro habitual. Caitlyn suspiró, sabía que en algún momento saldría el tema, pero no tenía intenciones de darle ventaja a la pirata. —Depende. —Respondió con calma, sin apartar la vista del camino. —¿Tú me vas a contar primero cómo la conociste? Sarah soltó una risa suave y cruzó las piernas, acomodándose en el asiento. —No hay mucho que contar. —Respondió con un aire despreocupado. —Vi llegó a Aguasturbias sin recuerdos, pero con una energía que encajaba con la vida de los piratas. Se acercó mientras dos grandulones estaban peleando por mí, cuando uno de ellos cayó encima mío, ella llegó como si estuviera rescatando a una damisela en problemas. “Si, eso suena demasiado como Vi.” Pensó Caitlyn. —Peleó contra uno de estos sujetos y espantó al otro, con eso supe que tenía algo especial. La invité a mi tripulación y, para mi sorpresa, aceptó. Desde entonces viajamos juntas, compartimos aventuras, saqueos y, bueno... también algunas cosas más. Otra vez el firme deseo de Sarah para sacar de quicio a la mujer de pelo azul y Caitlyn por supuesto caía fielmente en sus trampas. Tenía mucha curiosidad o más bien obsesión por saber los detalles que habían compartido ambas. —¿Algo más? —Replicó con un tono neutro. Sarah sonrió con diversión, notando el leve cambio en la voz de la comandante. —Vamos, no te hagas la desentendida. Sabes a lo que me refiero. —Dijo con guiñándole un ojo. —Pero lo cierto es que nunca la vi completamente feliz... no de la manera en que alguien debería estar cuando está con la persona correcta. Caitlyn se permitió esbozar una sonrisa triunfal. —Eso es porque ya tenía a alguien en su corazón. —Respondió con seguridad. Sarah la miró con atención, esperando su relato. Caitlyn tomó aire y comenzó a contar su historia con Vi. Desde su primer encuentro en Stillwater, el enfrentamiento con Silco, la forma en que juntas habían tratado de salvar a Jinx, la tragedia que envolvió a la guerra de Piltover y Zaun, su enfrentamiento con Ambessa que le costó un ojo... cada palabra salía con un peso de nostalgia, pero a la vez orgullo en su voz. Sarah escuchó en silencio, sin interrumpir. Cuando Caitlyn terminó, la pirata dejó escapar un leve silbido. —Vaya... han pasado por mucho. Caitlyn asintió con seriedad. —Vi ha sido parte de mi vida de formas que no puedo explicar con simples palabras. La he amado en los peores momentos y he disfrutado con ella de los mejores. No quiero perderla otra vez. Sarah apoyó un codo en la ventanilla, pensativa. —Lo entiendo. —Dijo finalmente. —Pero Cait... Esta competencia es bastante desigual cuando ha corrido tanta agua bajo el puente. Caitlyn se permitió relajar un poco los hombros, pero Sarah no le dio tiempo de sentirse demasiado cómoda. —Pero dime, comandante —Continuó Sarah con una sonrisa ladina. —Ya que estamos compartiendo... ¿Por qué no me cuentas sobre ti? Siempre he oído hablar de la impecable comandante de Piltover, pero quiero conocer a la mujer detrás de la placa. Caitlyn arqueó una ceja y miró de reojo a Sarah. —No hay mucho que decir. —No me hagas rogar, cariño. —Bromeó Sarah. —Sé que tienes una historia interesante para compartir. Caitlyn suspiró, pero decidió concederle la conversación. Caitlyn bajó la mirada, mirando sus manos sobre el volante mientras comenzaba a hablar. —No creo que sea muy interesante, Sarah. La vida que me dieron mis padres no me sirvió para la realidad que estaba por enfrentar. No estaba preparada para perder a los que amaba. —Comenzó. — Nací en una familia de la alta sociedad de Piltover. Desde pequeña sentí que no encajaba con todo lo que mi familia esperaba de mí. Fui criada para ser la hija perfecta, la heredera perfecta... pero nunca quise seguir ese camino. Sarah asintió, animándola a continuar. —Lo que realmente me interesaba era la justicia. No la justicia de los ricos y poderosos, ni la política, sino la verdadera, la que protege a los inocentes. Por eso me convertí en ejecutora. Gracias a eso conocí a Vi. —Caitlyn hizo una pausa, su voz se tornó más sombría. — Aunque no todo es color de rosa, también conocer a Vi significó conocer a Jinx. Ella… ella mató a mi madre cuando disparó contra el consejo de Piltover. Sarah la observó con cautela. —¿Cómo puedes mirar a Vi y no recordar, sentir todo lo que sentiste en ese momento? Caitlyn apretó los labios antes de responder. —Estuve resentida mucho tiempo, peleamos, nos separamos, pero finalmente cuando volvimos a vernos, aprendí que la vida no es solo blanco y negro. Jinx es la hermana de Vi. Quizás nunca pueda perdonarle, pero por mucho que me duela, sé que no todo es culpa suya. La gente es producto de lo que ha vivido, de las heridas que carga. Y Jinx no es la excepción. Sarah se mantuvo en silencio por un momento mirandola, luego sonrió con suavidad. —Eres más noble de lo que pensé, comandante. Caitlyn bufó con ironía. —¿Esperabas que fuera una aristócrata mimada sin empatía? Sarah rio. —Algo así. Pero admito que tienes agallas. El auto continuó su camino, el ambiente entre ambas había cambiado. Ya no era una tensión de celos o rivalidad, sino algo más parecido a una tregua. Sarah miró por la ventana y luego a Caitlyn. —Te dije que, si tenías una historia interesante que contar. —Esbozó una sonrisa. —Probablemente, si las cosas hubieran sido distintas, creo que hasta podríamos haber sido amigas. Caitlyn la miró de reojo y, con una pequeña sonrisa, respondió. —Tal vez aún haya tiempo para eso. Sarah se quedó en silencio por un momento, meditando lo que Caitlyn le había contado. Luego, con un suspiro, se acomodó en el asiento y miró a la comandante con una expresión más seria. —¿Sabes? —Dijo con voz más pausada. —Siempre pensé que la gente de Piltover nacía con todo en la vida... riqueza, estabilidad, seguridad. Pero al final del día, cada uno tiene sus propias batallas que librar. Caitlyn asintió con la cabeza. —Es cierto. Aunque nuestras batallas pueden ser distintas, todos terminamos sufriendo de alguna manera. Sarah dejó escapar una risa amarga y miró hacia la ventana del auto. —Bueno, entonces supongo que es mi turno. Caitlyn la miró con interés. —Si quieres compartirlo... Sarah le dedicó una sonrisa fugaz antes de volver a mirar al frente. —Mi historia no es tan elegante como la tuya. Crecí en Aguasturbias, un lugar donde la única ley que importa es la de quien tiene el arma más grande y la voluntad más fuerte para usarla. Mis padres eran buenos comerciantes, gente trabajadora, pero eso no significó nada cuando Gangplank decidió que ya no servían para su causa. Caitlyn escuchó atentamente mientras Sarah continuaba. —Gangplank era el rey sin corona de Aguasturbias, un tirano con más sangre en sus manos de la que puedo contar. Un día, decidió que mi familia debía pagar por algo que ni siquiera entendíamos. Mi madre... —Sarah hizo una pausa, su mandíbula se tensó. —La mataron frente a mis ojos. A mi padre lo torturaron hasta la muerte, y yo... yo tuve que aprender a sobrevivir. Caitlyn sintió un nudo en el estómago. —Lo siento... Sarah sacudió la cabeza. —No necesito lástima, comandante. Lo que pasó me convirtió en quien soy. Aprendí a disparar, a navegar, a negociar con las ratas de los muelles. Me hice un nombre en los mares, y cuando llegó el momento... me vengué. —¿Te vengaste? —Preguntó Caitlyn con curiosidad. Sarah sonrió con frialdad. —Volé su barco con él dentro. Gangplank murió como vivió: rodeado de fuego y ruinas. Desde entonces, tomé su lugar como la nueva capitana de Aguasturbias. Caitlyn la miró con más respeto. —Eres más que una simple pirata. Sarah rio suavemente. —Lo sé. Pero la pregunta es... ¿Reamente sabes lo peligrosa que puedo ser, Caitlyn Kiramman? Caitlyn se permitió sonreír. —Tal vez. El auto siguió avanzando en la oscuridad de la noche. Ahora, ambas compartían algo más que la misión: un entendimiento mutuo de lo que significaba perder, sobrevivir y seguir adelante. El destino, sin embargo, tenía otros planes para ellas. Mientras se acercaban a la guarida de la banda criminal, la conversación quedó atrás. Ahora solo quedaba concentrarse en la batalla que estaba por venir. El auto se detuvo a unos metros del almacén abandonado. Caitlyn apagó las luces y el motor, observando atentamente la estructura del edificio. El lugar tenía todas las características de un escondite criminal improvisado: paredes de metal corroídas por el tiempo, ventanas rotas que apenas permitían ver el interior y un par de guardias apostados en la entrada, compartiendo cigarrillos y riendo entre murmullos. Sarah, sentada a su lado, cruzó los brazos y miró el edificio con una sonrisa confiada. —Un buen nido de ratas. —Comentó con diversión. Caitlyn no respondió, estaba concentrada analizando cada posible punto de entrada. Contó las ventilaciones en el techo, las rendijas en las paredes y el camino óptimo para entrar sin ser detectadas. Finalmente, sacó una pequeña máscara de oxígeno de su chaqueta y se la extendió a Sarah. —Entraremos por las tuberías del techo. Necesitaremos esto para cuando llegue el momento. Sarah arqueó una ceja, pero tomó la máscara sin quejarse. Ambas salieron del auto y se infiltraron por uno de los callejones aledaños al edificio. Caitlyn trepó por la pared lateral, utilizando una vieja escalera de incendios oxidada. Sarah la siguió con facilidad, demostrando que su vida como pirata le había dado una excelente agilidad. Cuando llegaron al tejado, Caitlyn retiró una de las rejillas de ventilación y ambas se deslizaron dentro. El conducto era angosto, pero se movieron con sigilo, guiándose solo por los ecos lejanos de una conversación en la sala principal. Caitlyn avanzó hasta una rendija más amplia y se detuvo, espiando la habitación. Desde su posición podía ver a Yuzul, el líder de la banda, rodeado por los cuatro matones que atacaron a Vi. Su voz resonaba con autoridad. —Esta vez, la elección es segura. —Dijo Yuzul, cruzándose de brazos. —Jhin no es alguien común, no habla mucho, pero ha demostrado con creces que quiere pertenecer a la banda de Zaun. Uno de los secuaces se rio. —Eso mismo dijiste de Vi ¿Y qué paso? ¿Será acaso otra persona que nos traicionará? —Le cuestionó el líder Ghostfer. El rostro de Yuzul se endureció. —Vi pagará por su traición. La paliza que le dimos fue solo una advertencia. Desde su posición, Caitlyn sintió la furia creciendo en su interior. Apretó la mandíbula y respiró hondo para calmarse. Miró a Sarah, quien también escuchaba con atención. La pirata asintió y ambas se colocaron las máscaras de oxígeno. Con un rápido movimiento, Caitlyn dejó caer las bombas de gas gris por la rendija. En segundos, el cuarto se llenó de una neblina densa. Los rufianes tosieron y se tambalearon, los gases rasgando sus pulmones. Caitlyn y Sarah descendieron rápidamente de las tuberías, deslizándose por el conducto con precisión mientras el caos estallaba a su alrededor. El aire denso del lugar, cargado de polvo y humo, las envolvió mientras aterrizaban en medio de la confusión, el sonido de sus botas resonando sobre el suelo cubierto de escombros. Caitlyn levantó su rifle Hextech y apuntó. —¡Armas al suelo y manos arriba! —Ordenó con firmeza. Los matones levantaron las manos de inmediato, sus ojos irritados por el gas, brillando de rojo. Pero Ghostfer, el líder de la banda era más rápido de lo que Caitlyn había anticipado. Se movió como un depredador, sus movimientos precisos y letales, el sonido de su respiración pesada cortando el aire. En un parpadeo, ya estaba a un costado de Caitlyn, arrebatándole el rifle de un golpe certero y encestando un golpe en la barbilla de la comandante que la hizo volar hasta caer al suelo. Sarah, sin perder un segundo, disparó contra las piernas del sujeto. Una de sus prótesis se dañó, y la otra quedó parcialmente destruida, haciéndolo perder velocidad, pero no lo suficiente como para dejarlo fuera de combate. Se giró hacia Sarah con furia y se lanzó contra ella. Mientras Sarah luchaba contra el líder, los otros rufianes aprovecharon la oportunidad para escapar. —¡Caitlyn, despierta! —Gritó desesperada Sarah al ver que el resto estaba huyendo. —Ve tras ellos, yo me encargaré de este sujeto. Cait, aun recuperándose del golpe, vio cómo corrían hacia la salida. Respiró hondo, se puso de pie, agarró su rifle y los persiguió. Los dos guardias que estaban en la entrada, nada pudieron hacer ante los golpes de Caitlyn que los dejó inconsciente con un par de golpes con su rifle. Salió del almacén justo a tiempo para ver a los matones doblar la esquina. Sin dudarlo, apuntó y disparó contra sus rodillas. Uno por uno, los vio caer al suelo con gritos de dolor. Sacó su comunicador y contactó a Steb. —Necesito refuerzos en mi ubicación, estoy en una fábrica en el barrio de luces rotas, límite de Zaun y Piltover. Tenemos a varios criminales heridos, listos para ser arrestados. Favor trae refuerzos por si las dudas. —Copiado Comandante, vamos hacia allá. Mientras esperaba caminó hacia Yuzul, pero se detuvo por una sensación de peligro que recorrió su columna. Instintivamente, se movió. El disparo silbó cerca, rozando su mejilla y dejando un dolor ardiente en su piel. Caitlyn se lanzó al suelo girando y cayendo detrás de un auto, presionando la herida de su mejilla con su mano libre. Apretó los dientes, el miedo atravesando su cuerpo con la misma intensidad que el disparo. Miró hacia el lugar de donde había venido el disparo, buscando al francotirador con una furia que apenas podía controlar. Pese a la distancia, el tirador era increíblemente certero. Yuzul, tirado en el suelo con la pierna sangrando, se arrastró hacia donde Caitlyn se encontraba. Soltó una carcajada. —No tienes oportunidad, ejecutora. Jhin es un artista. Un gran tirador, el no falla. Antes de que pudiera seguir hablando, la cabeza de Yuzul explotó. La sangre salpicó, algunas gotas de sangre cayeron en el rostro de la comandante mientras veía horrorizada cómo el cuerpo sin vida de Yuzul replicaba los últimos movimientos involuntarios de la muerte. En cuestión de segundos, los otros tres rufianes también fueron ejecutados con disparos perfectos, para luego disparar también a los guardias que había dejado inconscientes. Caitlyn sintió todo, las gotas bajando por su frente, un sudor frío cubriéndole cada centímetro de su piel. Había enfrentado a tiradores mortales antes, pero Jhin no era un tirador común. Su precisión letal era aterradora, como si el destino mismo estuviera guiando su puntería. En cuestión de segundos, sus propios aliados cayeron muertos, uno por uno y sin ninguna duda del tirador. Sintió miedo. No por la misión, ni por ella misma. Sintió miedo por Vi y lo que podría hacerle a ella si dejaba que saliera vivo de ese lugar y si Jhin se interponía en su camino, no sabía si tendría la capacidad de protegerla. El sonido lejano de las sirenas rompió la tensión del momento, como un grito de auxilio que resonaba en la quietud de la noche. El aire, cargado de pólvora y miedo, parecía volverse más espeso con cada segundo que pasaba. Los refuerzos finalmente habían llegado. —Tenemos un francotirador en la azotea de un edificio al norte de este lugar. —Informó por radio. — El sujeto se llama Jhin, no tenemos descripción física. Procedan con precaución. Desde su escondite, observó cómo la silueta de Jhin, con una elegancia perturbadora, se alejaba sin dejar rastro. Era como si nunca hubiera estado allí. Caitlyn se obligó a calmar su respiración mientras el eco de los disparos aún resonaba en sus oídos. Con los oficiales asegurando la escena en el exterior, su prioridad ahora era Sarah. Apretando la mandíbula, se apresuró a regresar al interior del almacén, sus botas resonando contra el suelo. Pasó por los cuerpos sin vida de los matones, el hedor de la pólvora aún impregnando el aire. Se obligó a no mirar los cadáveres más de lo necesario; ya habría tiempo para analizar la escena. Ahora, lo importante era Sarah. Al llegar al cuarto donde habían peleado, su corazón se tensó al verla. Sarah estaba apoyada contra una mesa volcada. Vio la sangre fluir de la herida en el costado de Sarah, manchando la tela blanca de su camisa, y no pudo evitar que un nudo se formara en su garganta. Su mano presionaba su costado tratando de evitar un derrame más grande. Su respiración era pesada, pero su expresión aún mantenía esa arrogancia característica, aunque más apagada por el dolor. —¿Lo lograste? —Preguntó Sarah con una sonrisa entrecortada, limpiando con el dorso de su mano la sangre que brotaba de su labio partido. Caitlyn frunció el ceño, caminando con paso firme hasta quedar justo frente a ella. Su mirada escaneó cada una de sus heridas: varios cortes en el rostro y los brazos, un golpe en la sien y, lo que más le preocupaba, la herida profunda en su costado. —¿Cómo diablos te dejas golpear así? —Murmuró Caitlyn con un tono que oscilaba entre la preocupación y el enojo. Sarah soltó una risa ahogada, seguida de un quejido cuando el dolor se intensificó. —No todos podemos ser invencibles y tener grandes armaduras, Caitlyn. —Bromeó, aunque su voz denotaba agotamiento. —No fue nada que no pudiera manejar, ese tipo recibió lo que merecía. —Sí, claro, se nota. —Replicó Caitlyn con ironía mirando el cuerpo tendido de Ghostfer, arrodillándose para evaluar mejor la herida. Sarah intentó alejarse un poco, pero Caitlyn la sostuvo firmemente por el brazo. —¿Quieres mi ayuda o prefieres desangrarte aquí? La pirata suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás un instante, resignándose. Caitlyn retiró con cuidado la mano de Sarah de su costado y vio la herida con mayor claridad. No parecía un corte profundo, pero estaba sangrando más de lo que le gustaba admitir. —Es un corte feo, pero sobrevivirás. —Comentó con un tono más relajado, sacando un pañuelo limpio de su cinturón y presionando la herida con firmeza. —Tienes suerte de que el tipo que peleó contigo no fuera el francotirador. Sarah abrió un ojo y arqueó una ceja. —¿Francotirador? —Jhin. —Dijo Caitlyn con seriedad, sin apartar la vista de la herida. —Eliminó a Yuzul y a todos los demás en cuestión de segundos. Sarah silbó suavemente, visiblemente impresionada. —Vaya, eso sí que es eficiencia. ¿Y tú estás bien? Caitlyn llevó instintivamente una mano a su mejilla, donde la bala de Jhin la había rozado, dejando un profundo corte en su piel. La sangre aun le brotaba. —Casi me mata. Si no me hubiera movido en el momento justo... —Hizo una pausa y exhaló. —No sé quién es exactamente, pero es un asesino con una precisión perfecta. Sarah la observó en silencio unos segundos antes de sonreír de lado. —Bueno, parece que alguien más en Runaterra tiene mejor puntería que tú, comandante. Caitlyn le dirigió una mirada afilada, pero Sarah solo soltó una risa entre dientes, claramente disfrutando de provocarla incluso estando herida. —No es un chiste, Sarah. —Murmuró Caitlyn, apartando la tela ensangrentada de la herida y sacando de su cinturón un vendaje improvisado. —Si realmente quiere matarnos, estamos en problemas. La ejecutora no se había dado cuenta, pero su cuerpo no dejaba de temblar ante el miedo que había sentido en ese momento. Sarah suspiró, dejando caer su peso contra la mesa mientras observaba los temblores de Caitlyn mientras trabajaba. —¿Sabes? —Dijo después de un momento de silencio. —Por mucho que me encante este jueguito de rivales, estoy empezando a creer que, después de todo, peleamos mejor cuando trabajamos juntas. Caitlyn levantó la vista con una ceja arqueada. —¿Apenas te das cuenta? Sarah sonrió con una expresión pícara. —Me gusta pelear contigo, ejecutora. Me mantiene entretenida. Caitlyn rodó los ojos, pero no pudo evitar la leve curva en sus labios. —Bueno, intenta no morir de aburrimiento mientras te vendo esto. —Dijo, ajustando el vendaje alrededor de su torso con sumo cuidado. Cuando terminó, Sarah se enderezó con una mueca de dolor, pero sin quejarse. —Entonces ¿Todos están muertos? Caitlyn suspiró y asintió con la cabeza. —Los tenía en el suelo, inmovilizados. Como te digo, Jhin los mató antes de que pudiera interrogarlos. Sarah chasqueó la lengua. —El tipo realmente no deja cabos sueltos, ¿eh? —No. Y eso es lo que me preocupa. Sarah la miró con curiosidad. —¿Porque es peligroso? Caitlyn negó. —Porque Vi está en medio de todo esto... y si Jhin está involucrado, no creo que simplemente la deje ir. Sarah bajó la mirada, su rostro se endureció, pero asintió lentamente. —Entonces tenemos que adelantarnos. Caitlyn miró a Sarah con cierto asombro. —¿“Tenemos” ?, ¿eso significa que vas a ayudarme? Sarah se encogió de hombros con una sonrisa confiada. —Por supuesto, no me perdería la diversión si eso significa ayudar a mi novia a sobrevivir de una asesino mortal. Caitlyn soltó una leve risa, sorprendida de cómo la rivalidad entre ellas parecía desvanecerse poco a poco en situaciones como esta. —De acuerdo. Pero primero, necesitas descansar y tratar esa herida. Sarah fingió un suspiro dramático. —¿Y me dejarás en manos de tus médicos del progreso? —Por supuesto. Pero no cualquier médico, es mi padre. Sarah la miró con una sonrisa desafiante. —Está bien, pero solo si me llevas en brazos. Caitlyn bufó y se puso de pie, extendiendo una mano. —Puedes caminar tu solita, capitana. No es que tengas una herida mortal. Sarah rio suavemente y, con un poco de esfuerzo, tomó la mano de Caitlyn para ponerse de pie. El sonido de los oficiales asegurando el área se hizo más fuerte a su alrededor. Ambas se miraron por un segundo, como si reconocieran que, por mucho que fueran rivales en lo personal, en el campo de batalla eran un equipo formidable. —Vamos a casa. —Murmuró Caitlyn, y por primera vez desde que se conocieron, Sarah no discutió. Mientras iban caminando al auto, Steb se acercó a la comandante con el rostro serio. —Comandante, hay algo que debe ver. Le extendió un casquillo de bala aún humeante, envuelto en una pequeña bolsa de evidencia. Caitlyn lo tomó con delicadeza, y al observarlo bajo la de la calle, lo vio. Un símbolo estaba grabado con precisión quirúrgica en la superficie metálica: una máscara de teatro partida al medio, una mitad sonreía con dulzura, la otra lloraba en silencio. El estómago de Caitlyn se encogió. —Él dejó su firma… Sarah, a su lado, miró por encima del hombro y soltó un silbido lento. —Vaya. Eso es sin duda alguna… Caitlyn cerró los dedos sobre el casquillo, con el ceño fruncido e interrumpió a Sarah. —La marca de un artista... preparando su obra.
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