En el borde de la herida
11 de septiembre de 2025, 14:03
Las puertas de la mansión se abrieron de par en par, la luz cálida del interior proyectándose sobre sus rostros exhaustos y marcados por la batalla. A lo lejos, el eco de la ciudad aún vibraba con la reciente amenaza que enfrentaron. Sarah se apoyaba ligeramente en Caitlyn, con sangre manchando su costado derecho, aunque su expresión altiva no cedía ante el dolor.
Tobias, esperándolas en la entrada con el rostro marcado por la preocupación, lanzó una mirada cargada de ironía y angustia.
—¿Otra vez trayendo heridos a esta casa, Caitlyn? —Preguntó en voz baja, aunque ya avanzaba con rapidez para asistirlas. —Llévala al salón, iré por mi instrumental.
Caitlyn dejó cuidadosamente a Sarah sobre el sofá, y apenas Tobias regresó, se preparó para subir rápidamente las escaleras.
—Encárgate de ella, papá. Necesito ver cómo está Vi.
Tobias frunció el ceño con firmeza y atrapó con suavidad el brazo de su hija antes de que pudiera alejarse. Su mirada se fijó en la mejilla de su hija.
—Primero déjame ver ese corte en tu rostro. Necesita atención inmediata.
Caitlyn negó suavemente con una firmeza que bordeaba la desesperación contenida.
—No puedo ahora, papá. Vi está arriba, necesito verla.
—Caitlyn, por favor...—Suplicó Tobias, con ojos llenos de preocupación paternal. —Entiendo tu angustia, pero no quiero que descuides tu salud.
—Lo sé, papá, pero es Vi... —Susurró Caitlyn, con voz quebrada y ojos cristalinos, revelando su lucha interna. —Tengo que verla ahora. Necesito asegurarme de que esté bien.
Tobias respiró profundamente, comprendiendo finalmente la gravedad emocional que envolvía a su hija. Con un asentimiento resignado, le soltó suavemente el brazo.
—Está bien, ve, yo me quedaré con la señorita aquí.
Sus ojos agradecieron silenciosamente antes de girarse con prisa y subir los escalones hacia la habitación. Cada escalón parecía más alto que el anterior, y el corazón le latía con fuerza descontrolada. Su cabeza se limitaba a proyectar imágenes del asesinato en serie en el que había estado. ¿Y si Jhin había venido por Vi? No soportaría volver a perderla, ni siquiera imaginar esa posibilidad era algo que pudiera tolerar.
Al abrir la puerta, encontró a Vi tumbada en la cama, jugando con las manos en su cabeza, con una expresión de puro aburrimiento. Apenas escuchó la puerta abrirse, giró la cabeza con curiosidad, pero su expresión cambió de inmediato al ver el corte en el rostro de Caitlyn y las manchas de sangre cubriendo su ropa.
—¿Qué demonios te pasó? —Preguntó Vi, sentándose de golpe en la cama.
Caitlyn cerró la puerta detrás de ella y suspiró. Sabía que Vi no se lo tomaría bien así que estaba esperando los gritos la mujer más baja.
—Fui tras la banda que te atacó. —Dijo con naturalidad.
Vi apretó los puños, sintiendo un pánico frío recorrerle el cuerpo. La mujer Zaunita pensó: ¿Y si no hubiese vuelto? ¿Qué haría ella en un mundo sin Caitlyn, ahora que se había convertido en su único punto de estabilidad?
Se levantó de un salto, su mirada pasó de pánico a furia en segundos.
—¡Te dije que no te metieras en eso! —Le espetó, señalándola con un dedo acusador. —Esto no es asunto tuyo, Caitlyn. ¡No puedes ir por ahí peleando mis batallas!
—Vi, escúchame... —Intentó calmarla, pero la Zaunita ya estaba moviéndose, buscando sus botas.
—No, no voy a escuchar nada. —Gruñó Vi, apretando los puños. —Ellos se atrevieron a tocarte, ahora esto es personal.
Caitlyn avanzó y, sin previo aviso, la rodeó con los brazos, deteniéndola. Vi se quedó quieta por un momento, sintiendo el calor de Caitlyn contra su cuerpo.
—No fue la banda, Vi. —Susurró Caitlyn, con un tono mucho más suave. —No fueron ellos los que me hicieron esto.
Vi frunció el ceño y poco a poco se relajó, aunque su respiración aún era pesada.
—¿Entonces quién fue?
Caitlyn tomó un profundo respiro y la miró a los ojos.
—Su nombre es Jhin.
Vi sintió un escalofrío recorrer su espalda, su mandíbula se tensó visiblemente al escuchar aquel nombre, que, aunque desconocido, parecía cargar una amenaza invisible.
—Nunca había escuchado de él... pero suena como alguien a quien quiero romperle la cara.
—No es cualquier enemigo, Vi. —Caitlyn la sostuvo por los hombros, asegurándose de que la mirara. —Es un francotirador de precisión, probablemente mejor que yo. Mató a Yuzul y a toda su banda en cuestión de segundos.
Vi chasqueó la lengua y apretó los puños, claramente frustrada.
—Genial. Ahora hay un loco suelto con una puntería ridículamente perfecta y con sed de sangre.
Caitlyn asintió con seriedad.
—Lo encontraré y no dejaré que nos haga daño. —Espetó Caitlyn demostrando confianza.
—Querrás decir que lo encontraremos. No irás sin mí.
La mujer más baja tomó la mano de Cait. Esta última solo se limitó a sonreír y asintió a sus palabras.
Vi respiró hondo, su mente aún procesaba todo lo que Caitlyn le había dicho, pero entonces la vio dudar por un momento. Su semblante cambió y la pelirroja se tensó.
—¿Qué sucede? —preguntó con sospecha.
Caitlyn bajó la mirada un segundo ante de soltar la bomba.
—Sarah está aquí.
—¿Qué?
—Fue herida durante la pelea. Mi padre la está tratando ahora mismo. —Explicó Caitlyn con calma. —Está bien, pero necesitaba atención.
Vi se tensó visiblemente al escuchar el nombre de Sarah. Su expresión se debatió entre la preocupación genuina y algo más difícil de descifrar, antes de salir disparada de la habitación dejando a Caitlyn atrás.
El corazón de Caitlyn dio un salto doloroso al ver cómo Vi se precipitaba escaleras abajo. ¿Por qué sentía tanta angustia? ¿Era miedo de perderla, o el temor a no ser suficiente para ella?
La ejecutora suspiró, apoyándose contra la puerta. Sabía que Vi iría corriendo a ver a Sarah... y sabía que eso le provocaba un leve malestar en el pecho. Pero, al menos, Vi estaba a salvo. Y ahora, tenían un nuevo enemigo al que enfrentar.
Mientras escuchaba los pasos apresurados de Vi por los pasillos, Caitlyn llevó una mano a su propio rostro, tocando la herida con cuidado. Pronto, tendría que lidiar con otra guerra... una en la que no conocía a sus enemigos.
Tomó un leve respiro, unos minutos para procesar todo lo vivido, luego bajó por las escaleras para entrar en la sala donde todos estaban reunidos, su mirada recorrió el lugar antes de detenerse en Vi y Sarah. Vi estaba sentada cerca de la chimenea, hablando con Sarah en voz baja. Al notar su presencia, Vi se giró para verla, pero antes de que pudiera decir algo, Sarah fue quien habló primero.
—Tranquila, Vi. —Dijo Sarah con su tono juguetón. —No es más que un rasguño. Ni siquiera roza un centímetro del amor que siento por ti.
Vi había tenido la intención de reclamarle a Cait por involucrar a Sarah en esa misión, pero en cambio solo pudo reír nerviosa ante las palabras de Sarah. Mientras tanto Caitlyn, en un gesto automático, puso los ojos en blanco. Aunque trató de mantenerse indiferente, la punzada de celos fue inevitable.
Tobias, ajeno a la tensión entre las tres mujeres, se limitó a asentir con aprobación.
—La hemorragia ya pasó. No deberían dejar ninguna secuela, pero intenta no hacer movimientos bruscos por un par de días, Sarah.
Sarah sonrió, relajada.
—¿Movimientos bruscos? Vaya, qué aburrido suena eso. —Dijo girando su cabeza en dirección a Vi con su sonrisa coqueta como siempre.
Caitlyn resopló, desviando la mirada hacia Vi, quien evitó responder. Sentía la incomodidad en el aire, pero prefirió no intervenir.
A medida que la conversación avanzaba, el tema de la banda criminal y la amenaza de Jhin se convirtió en el punto central. Caitlyn compartió todo lo que había descubierto, mientras Sarah y Vi intercambiaban comentarios y estrategias sobre cómo proceder. El ambiente era serio, pero también se sentía un extraño sentido de camaradería en aquella mansión, como si, a pesar de todo, fueran un equipo con un mismo propósito.
Cuando la noche comenzó a profundizarse, Caitlyn se inclinó hacia Vi, susurrándole al oído.
—Sarah debería quedarse aquí, en la habitación de invitados. —Dijo en un tono bajo, asegurándose de que Sarah no la escuchara. —Y tú... si no te molesta podrías dormir conmigo en mi habitación.
Vi se quedó en silencio por unos segundos, analizando la propuesta, pero luego asintió con un leve movimiento de cabeza.
—Sí, tiene sentido.
Se giró hacia Sarah y le comentó la idea con naturalidad.
—Oye, Sarah, creo que será mejor que te quedes en la habitación de invitados donde yo he estado estos días para que descanses bien. Te cederé mi habitación y yo me iré a otra.
Sarah arqueó una ceja y la miró con una sonrisa traviesa.
—Cariño, no es necesario que te mudes de cama. —Dijo con su tono seductor. —Puedes dormir conmigo.
Vi tragó saliva, sintiéndose repentinamente atrapada entre el fuego cruzado de dos miradas intensas. Caitlyn la fulminó con la mirada, sin decir nada, pero su expresión lo decía todo. Vi sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.
La Zaunita soltó una risa nerviosa, rascándose la nuca.
—Ehh... es solo por comodidad, Sarah. Además, supongo que Caitlyn querrá asegurarse de que yo no haga ninguna locura esta noche. —Se giró para esbozar una mirada de ternura a la mujer de pelo azul.
Cait por supuesto entendió que Vi le estaba dando su lugar ante la pirada. Tomó aire lentamente, prometiéndose que no cedería terreno tan fácilmente. No iba a perder ahora. Luego de unos segundos, aprovechó la oportunidad para intervenir en la conversación.
—No te preocupes, Sarah. —Dijo con una sonrisa afilada. —Yo me encargaré de cuidar de Vi durante la noche.
El ambiente se volvió tenso. Sarah no se inmutó ante la provocación y, en lugar de retroceder, apoyó el codo en el brazo del sofá y sonrió con suficiencia.
—¿De verdad, comandante? —Dijo con fingida inocencia. —¿Y por qué no dejamos que Vi decida por sí misma qué es lo que quiere?
Sarah arqueó una ceja, su sonrisa desafiaba a Caitlyn. La comandante mantuvo la mirada fría, firme, comunicando sin palabras que no permitiría que nadie se interpusiera en su camino.
El silencio se hizo presente nuevamente. Vi sintió que la presión en la habitación se multiplicaba, como si el aire hubiese desaparecido por completo. La mirada de Sarah, confiada y juguetona, contrastaba con la fría determinación en los ojos de Caitlyn, y ella, atrapada en medio, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.
Miró a Caitlyn, luego a Sarah, y finalmente suspiró.
—Voy a dormir con Caitlyn. —Dijo con simpleza. —Lo siento mi capitán, pero esta vez no puedo cumplir tus órdenes.
Sarah la observó por un momento antes de soltar una pequeña risa, aunque esta vez había algo más serio en su expresión.
—Claro, Vi. —Dijo con suavidad. —Lo que tú digas.
Caitlyn sintió una gran satisfacción al escuchar la respuesta de Vi, aunque no lo demostraría. Sarah, en cambio, simplemente se recostó con los brazos cruzados detrás de la cabeza y cerró los ojos, como si la conversación ya no le importara.
Pero Caitlyn sabía que Sarah no se rendiría tan fácil. No después de lo que había dicho en el barco.
Vi se levantó de su asiento, sintiendo que el ambiente se estaba poniendo demasiado denso para su gusto.
—Bien, creo que es hora de descansar. Buenas noches a todos.
Sarah observó a las dos mujeres desaparecer escaleras arriba, su sonrisa afilada escondiendo algo más oscuro y profundo. Su mirada quedó perdida unos segundos en el vacío, reflejando quizás la determinación silenciosa de quien no renuncia tan fácilmente.
Cuando llegaron al final de la escalera, Caitlyn finalmente habló en voz baja.
—¿Te sientes incómoda?
Vi sonrió levemente.
—Más que incómoda, me siento como el botín de guerra entre dos capitanas.
Caitlyn rodó los ojos, pero no pudo evitar reírse también.
—Bueno, al menos esta vez elegiste el barco correcto.
Vi se detuvo frente a la puerta de la habitación de Caitlyn y la miró por un segundo.
—No lo sé, comandante. Ya veremos si es el barco correcto o si solo me estoy lanzando al naufragio.
Caitlyn sonrió con suficiencia, abriendo la puerta y dejándola entrar primero.
—Si te hundes, al menos lo harás conmigo.
Al entrar en la habitación, ambas sintieron cómo el silencio y la calidez familiar del lugar calmaba en parte la tormenta emocional que aún bullía en sus corazones. Por su parte, Caitlyn dejó escapar un suspiro, sintiendo el peso del día sobre sus hombros. Vi, en cambio, parecía más enfocada en otra cosa. Se cruzó de brazos y la miró con seriedad.
—Acuéstate. —Dijo con firmeza.
Caitlyn arqueó una ceja, sorprendida por el tono de Vi.
—¿Perdón? —Preguntó con diversión.
—Acuéstate en la cama. —Repitió Vi, acercándose. —Necesitas que te curen ese corte antes de que se infecte.
Caitlyn suspiró y se sentó en el borde de la cama. Vi salió de la habitación sin decir más, y Cait se quedó mirándola desaparecer por la puerta. Su cabeza seguía en el encuentro con el extraño francotirador.
Unos minutos después, Vi regresó con un pequeño maletín que Tobias le había dado. Lo dejó sobre la mesita de noche y lo abrió, sacando gasas, alcohol y aguja con hilo. Caitlyn observó cada uno de los instrumentos con cierta desconfianza.
—¿Estás segura de que sabes lo que haces? —Preguntó, entrecerrando los ojos.
Vi le dedicó una sonrisa burlona.
—Digamos que tuve que aprender algunas cosas mientras vivía en las calles de Zaun. Ahora, quédate quieta.
Caitlyn resopló, pero hizo lo que le pedían. Se recostó con la cabeza ladeada para que Vi pudiera trabajar en su herida.
Vi tomó un algodón empapado en alcohol y lo pasó con delicadeza sobre el corte. Caitlyn siseó, apretando los dientes por la quemazón repentina.
—No te quejes. —Murmuró Vi con una sonrisa ladeada. —Es apenas un rasguño y supongo que la Comandante de Piltover es más resistente que eso.
—Es fácil decirlo cuando no eres tú la que tiene la cara abierta. —Protestó Caitlyn, sintiendo un nuevo ardor cuando Vi limpió con más precisión.
Vi rio por lo bajo y continuó con su tarea, enhebrando la aguja con habilidad. El silencio se asentó en la habitación, solo interrumpido por los suaves quejidos de Caitlyn cuando el hilo atravesó su piel. Vi, sin embargo, estaba completamente enfocada, sus ojos fijos en cada pequeño movimiento.
Finalmente, cuando terminó de hacer el último nudo, dejó las herramientas a un lado y pasó con suavidad los dedos alrededor de la zona afectada, asegurándose de que todo estuviera bien.
Pero entonces, antes de apartarse, Vi habló en voz baja.
—No vuelvas a hacer eso. —Susurró.
Caitlyn parpadeó, desconcertada.
—¿Hacer qué?
Vi se tomó unos segundos antes de responder.
—Meterte en peligro así... —Dijo con un suspiro pesado. —Sé que no tengo todos mis recuerdos, pero...
Hizo una pausa, como si tratara de encontrar las palabras correctas mientras sus ojos zigzagueaban.
—Lo que siento por ti está claro como el agua. No sé cómo explicar lo que me pasa contigo, pero me asusta pensar que... podrías no volver. Desde que te encontré sentí que encontré mi lugar en la vida.
Caitlyn se quedó en silencio, sintiendo cómo su pecho se oprimía con las palabras de Vi. Verla tan vulnerable, tan sincera, le hacía sentir un calor indescriptible en el corazón.
—Vi... —Susurró, pero la otra la interrumpió.
—Ahora sé que, si te pasa algo, me rompería en pedazos. —Susurró Vi, la voz quebrada por la cruda honestidad. —Así que, por favor, Cait... prométeme que serás más cuidadosa.
Caitlyn sintió un nudo en la garganta, conmovida por la honestidad de Vi. Sin pensarlo, levantó una mano y la colocó sobre la mejilla de la otra mujer, acariciándola con ternura.
—No voy a dejarte sola, Vi. —Murmuró. —Ni ahora, ni nunca.
Vi tragó saliva, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Se inclinó hacia adelante y, con una suavidad que contrastaba con su rudeza habitual, presionó un beso sobre la piel recién suturada de Caitlyn, justo al borde del corte.
El contacto fue leve, casi imperceptible, pero hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Caitlyn. Sus respiraciones se entremezclaron en el aire, y entonces, sin previo aviso, Caitlyn se abalanzó sobre Vi, atrapando sus labios con los suyos en un beso desesperado, profundo y necesitado.
El simple pensamiento de que en algún momento podría morir y dejar a Vi sola en este mundo era devastador. Con eso en mente, quiso aprovechar cada segundo para demostrarle a Vi sus sentimientos.
Vi respondió con la misma intensidad, aferrándose a Caitlyn como si el mundo se desmoronara a su alrededor. Sus labios se movían en sincronía, explorándose con urgencia y devorándose con hambre contenida. Caitlyn deslizó una mano por la nuca de Vi, enredando los dedos en su cabello, mientras Vi la tomaba de la cintura, acercándola más a su cuerpo.
El aire se volvió denso, pesado, lleno de emociones sin resolver. Caitlyn no quería soltarla, no quería separarse ni por un segundo. Vi era suya, y ella era de Vi. No importaban las memorias perdidas ni el tiempo que habían pasado separadas. En ese momento, en esa habitación, solo existían ellas dos.
Finalmente, después de unos minutos eternos, Caitlyn se apartó apenas, apoyando su frente contra la de Vi mientras ambas trataban de recuperar el aliento.
—¿Sabes? —Susurró Caitlyn, con una sonrisa juguetona. —Si este es el tipo de cuidados que me das, quizá empiece a meterme en problemas más seguido.
Vi rio suavemente, apoyando su mano en la cadera de Caitlyn.
—Que copiona, esa es mi frase. Pero más te vale no hacerlo, pastelito, no siempre voy a estar aquí para suturarte las heridas.
Caitlyn sonrió y, en un último gesto de cariño, acarició la mejilla de Vi antes de acomodarse mejor en la cama.
—Recuéstate, esta también es tu cama. —Murmuró, cerrando los ojos.
Vi no respondió de inmediato, pero en lugar de eso, la observó en silencio, su mirada recorriendo cada detalle del rostro de Caitlyn. La tenue luz de la habitación resaltaba los matices de su piel, el brillo de sus labios entreabiertos, la respiración aún agitada después del beso.
Entonces, con una suavidad que contrastaba con la urgencia latente en su cuerpo, Vi deslizó sus dedos por la mandíbula de Caitlyn, trazando el contorno de su rostro con delicadeza. Caitlyn cerró los ojos por un instante, disfrutando el contacto, y cuando volvió a abrirlos, vio a la mujer acostada a su lado y se encontró con esos ojos grises cargados de una intensidad que le robó el aliento.
—No sé qué me haces. —Murmuró Vi, su voz ronca y profunda.
Vi se quedó quieta, sus dedos aun acariciando con cuidado la piel cerca del corte recién cosido. Ambas se miraron profundamente, como si pudiesen comunicar todas las palabras que no habían sido capaces de decirse hasta ahora. La habitación se llenó de una quietud casi reverencial antes de que sus labios se encontraran nuevamente. Esta vez más lento, profundo y lleno de promesas no dichas.
La pelirroja profundizó el beso con una necesidad creciente, mientras sus manos exploraban con firmeza cada rincón de aquel cuerpo conocido. Pero Caitlyn no iba a permitir que Vi llevara el control esa vez.
Con un movimiento suave y decidido, giró sobre la cama y quedó encima de la Zaunita. Vi, sorprendida por el cambio de roles, no mostró la menor intención de resistirse. Caitlyn la observó desde arriba, con una mezcla de ternura y autoridad que hizo arder el ambiente.
—Déjame cuidarte esta vez. —Susurró Caitlyn, con voz serena pero firme, como quien sabe exactamente lo que quiere.
Apoyó una mano sobre el pecho de Vi, sintiendo los latidos acelerados bajo la piel caliente.
Vi tragó saliva y asintió, entregándose por completo al poder de tener a Caitlyn encima, tan segura de sí misma, tan deseosa de devorarla.
A Caitlyn le gustaba el juego lento. Comenzó con un dedo, descendiendo desde el cuello con suaves curvas por su pecho, su abdomen... hasta detenerse en el cinturón de su pantalón. Tiró de la camiseta con un dedo y ordenó:
—Quítatelo.
Vi sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esa voz mandona le fascinaba. Obedeció sin vacilar, levantando la camisa y arrojándola al suelo con desdén.
La ejecutora devoró con los ojos el cuerpo expuesto. Frunció el ceño con una sonrisa pícara.
—Aún no veo tu piel. — Dijo, refiriéndose a las vendas que cubrían sus pechos.
—¿Sus palabras son órdenes, mi comandante? — Sonrió Vi, excitada por la idea de ser dominada.
Caitlyn se inclinó a centímetros de su boca, los ojos cargados de deseo.
—Se dice, “Si mi comandante” y no acepto objeciones. — Le acarició la mejilla con dulzura, antes de volver al fuego del juego.
Vi obedeció de inmediato, retirando las vendas y dejándolas caer al suelo. Su piel, desnuda al fin, fue explorada con mirada reverente por su amante.
—¿Así es como le gusta, mi Comandante? — Respondió Caitlyn, con voz ronca. Acarició su torso, embelesada con cada estremecimiento.
—Así me gusta. — Respondió Caitlyn, con voz ronca. Acarició su torso, embelesada con cada estremecimiento.
Sabía cuánto le excitaba a Vi ser dominada. Era tan ajeno a su naturaleza... y tan delicioso.
Caitlyn besó el lóbulo de su oreja, provocando los gemidos suaves que tanto le gustaban, y descendió por su cuello, mordisqueando pequeños fragmentos de piel cerca de la clavícula.
Se detuvo un instante, mirándola a los ojos. La respiración de ambas era un espejo. En ese silencio, supieron que aquello iba más allá del deseo: era una promesa silenciosa.
—Oh Cait... Eres malvada. —Murmuró Vi, jadeante.
La ejecutora sonrió, recorriendo con sus labios el abdomen marcado de la mujer que amaba.
—Esto me estorba. —Dijo, tirando del patanlón de Vi.
La pelirroja abrió su pantalón y se desnudó por completo, deslizándose como una ofrenda frente a su comandante.
—¿Qué sigue mi Comandante?
Cait se inclinó para besarla, pero se detuvo a un centímetro de su boca. En lugar de eso, llevó su mano entre sus piernas y comenzó a acariciar su clítoris en lentos círculos. Observaba de cerca cada reacción, cada gemido.
—Vi... — Susurró cerca de su oído.
La Zaunita se arqueó, el cuerpo encendido. Quería girar y dominar, pero justo cuando lo pensaba, Cait introdujo un dedo, y Vi se rindió entre jadeos.
—Cait... —Gimió expulsando aire. — Yo... Yo quiero que bajes...
La Zaunita no sabía cómo decirlo sin que sonara grosero para la dama que estaba encima suyo.
—¿Quieres que mi lengua te toque? —Susurró Caitlyn, mirando fijamente su entrepierna. — Esta noche no soy una damisela, Vi. Dímelo. Quiero oírlo.
La osadía de Cait la desarmó. Antes de que pudiera responder, ya la sentía descendiendo. Su lengua rozó los muslos mojados, provocando que Vi se estremeciera. Jugaba con ella, lamiendo cerca sin tocar aún su clítoris.
Cuando finalmente lo hizo, el gemido fue inevitable.
—Oh, Dios... sigue. No te detengas...
Las manos de Vi se enredaron en su cabello, presionando la cabeza de Caitlyn contra su sexo.
—Sí, joder. Lo haces tan bien...
El ritmo se volvió frenético. Cait disfrutaba del control, pero también de complacer. Escuchaba cada palabra, cada gemido agudo, cada súplica.
—Cait... Joder...
Se escuchaba a Vi con voz más aguda y urgida tomando aire con cada movimiento. Cait sentía como se acercaba el momento.
—¡Cait! ¡Me vengo... dios!
El cuerpo de Vi se sacudió en una oleada de placer. Caitlyn la recibió con una entrega silenciosa, sin apartarse ni un instante del centro de su placer. Cuando sintió el relajo de la luchadora, se acostó a un lado de ella admirando su rostro pacifico después de experimentar un orgasmo.
Al recostarse junto a Cait, ambas quedaron en silencio, sus cuerpos aún entrelazados, sus corazones latiendo en sincronía. Se miraron sonriendo, comprendiendo sin palabras que esa noche era solo el comienzo de un compromiso mucho más profundo.
Mientras la otra mujer recuperaba la respiración, Caitlyn acarició lentamente su brazo, dejando que sus dedos dibujaran pequeños círculos sobre su piel. "Te amo", pensó Caitlyn, y aunque no lo dijo en voz alta, supo que Vi podía sentirlo.
Cuando finalmente Vi recuperó la respiración, su cuerpo aún temblaba ligeramente bajo las caricias suaves de Caitlyn, que sonreía satisfecha mientras acariciaba con ternura la piel de su amante. Fue entonces cuando Caitlyn la miró directamente a esos ojos llenos de oscuridad y lo comprendió, un orgasmo no era suficiente para Vi, venía la réplica.
Agarró a Cait y se montó sobre ella con una sonrisa peligrosa.
—Comandante, la voy a relevar. Se ha portado muy mal.
Rasgó con ansia las prendas de Cait, luego giró a Caitlyn dejando la espalda visible hacia ella. Sus dedos empezaron a trazar líneas invisibles en la piel cálida de Caitlyn, escuchando el suave jadeo que escapaba de sus labios entre besos lentos y prolongados en su espalda.
Tomó sus manos y las llevó hacia la almohada, mientras su cadera, húmeda de deseo, se deslizaba contra el cuerpo de Cait. Esa fricción encendió una chispa nueva en la mujer más alta.
—Tengo algo para que me castigues. —Susurró, y sacó un arnés del buró. —Castígame por mis pecados.
Vi no espero, comenzó a colocarse el arnés para castigar a la mujer bajo ella. Sintió el clic de la correa y ya estaba dispuesta a comenzar. Agarró de la cadera a Cait y la subió quedando expuesto su sexo mientras su cabeza se hundía en la almohada.
Pasó la punta por su vulva mojada, provocando un gemido instantáneo.
—Deme mi cast... oh...— Cait jadeó al sentir cómo Vi la penetraba con lentitud.
Empezó a avanzar lentamente introduciendo el miembro dentro de Cait. Le encantaba tenerla en cuatro. Agarró las muñecas de Cait colocándolas sobre su espalda y sosteniéndolas con su mano izquierda, mientras su mano derecha la agarraba por sus caderas.
—Este es el castigo que mereces.
Comenzó a embestirla, primero con ritmo controlado, luego más profundo, más intenso. Cait gritaba su nombre con desesperación.
—Hazme tuya. ¡Cógeme!
—Eres mía, completamente mía comandante.
Vi estimuló su clítoris al mismo tiempo, y las súplicas de Cait aumentaron.
Sus gritos eran suplicantes y Vi comenzó a aumentar la intensidad. Los gritos de Cait eran tan fuertes que podría jurar se escuchaban por toda la mansión.
—Vi... Vi... me voy a correr.
Mantuvo el ritmo hasta sentir los temblores intensos del orgasmo recorriendo a su amante. La imagen de Cait temblando por su culpa se le quedó grabada como un trofeo íntimo.
Durante unos instantes permanecieron así, el sonido de sus respiraciones agitadas llenando el silencio mientras recuperaban la calma.
Cuando todo se calmó, retiró lentamente el arnés, escuchando el gemido final de Caitlyn.
Vi sostuvo con sus manos la cadera de Cait bajándola con cuidado a la cama para que descansara y se recostó a un lado de la cama.
La mujer Zaunita dejó un suave beso en la nuca de Caitlyn mientras ambas recuperaban lentamente el aliento, acariciando con cariño su espalda desnuda. Por primera vez en mucho tiempo, Vi sintió que pertenecía plenamente a alguien.
—Lo hiciste excelente, Cait.
No hubo palabras después de eso, solo el sonido de sus respiraciones entrelazadas, no importaban los recuerdos perdidos ni el tiempo transcurrido, en ese instante, lo único que existía era el amor y el deseo que habían compartido en la oscuridad de aquella habitación.
Caitlyn dejó escapar un suspiro satisfecho, entrelazando suavemente sus dedos con los de Vi. Ambas sabían que aún tenían mucho por descubrir, y ninguna quería que aquella noche terminara.
—Ahora siento un vacío profundo dentro de mí. —Se rio sintiéndose una adolescente diciendo esa frase.
—Cuando tú quieras puedo llenar ese vacío. —Murmuró Vi con malicia.
La ejecutora sonrió mirándola directo a los ojos, acarició suavemente el cabello de Vi, dejando un beso en su frente.
—Siempre seré tuya, Vi —Murmuró.
Vi, sonrió levemente, colocó una mano en su cintura y la atrajo más cerca suyo.
—Y yo siempre seré tuya, pastelito. —Pensó unos segundos y después siguió hablando. —Pero no creas que con esto estoy conforme.
—Vaya, es difícil saciarte, pero no tengo problema.
Las miradas traviesas no tardaron en regresar, y pronto las manos volvieron a buscarse con ansias renovadas. Aquella noche no conocería pausas ni límites; cada rincón de sus cuerpos sería explorado, cada gemido guardaría una promesa, y la mansión sería testigo incansable de cómo Vi y Caitlyn se entregaban una y otra vez, como si el tiempo mismo se disolviera entre las sábanas, dejando solo sus cuerpos, su historia... y una noche que se negaba a terminar.