ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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Bajo la superficie

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Caitlyn exhaló, alineando la mira de su rifle con el centro del objetivo. Su dedo índice descansaba con ligereza sobre el gatillo, esperando el momento justo para disparar. Su mente estaba enfocada, pero la imagen del día anterior volvía a invadirla. Jhin. La manera en que había sentido su puntería acechándola, la frialdad de sus disparos certeros, el ardor del corte en su rostro... estuvo a punto de morir. Por primera vez en mucho tiempo, Caitlyn sintió el frío filo de la vulnerabilidad clavándose en su pecho. Conocía bien sus propias habilidades, pero frente a un enemigo como Jhin, no tenía margen para equivocarse. Cerró el ojo restante, calculó el ángulo y disparó. El sonido del impacto resonó en la sala de entrenamiento, pero ella no se sintió satisfecha. No podía permitirse ser más lenta que él. —Vaya, pastelito, deberías ver lo sexy que te ves cuando estás tan concentrada. Caitlyn giró la cabeza, y un suave escalofrío recorrió su espalda al descubrir a Vi apoyada en el marco de la puerta, con una sonrisa ladina iluminando el ambiente y sus ojos recorriéndola con descaro. —Vi. —Respondió Caitlyn, con una mezcla de sorpresa y satisfacción de verla allí. —Supongo que ya te lo han dicho antes, pero eres una excelente tiradora. —Dijo Vi, entrando en la sala. —No quisiera enfrentarme a ti. Caitlyn dejó su rifle sobre la mesa. —Después de lo de ayer, no sé si soy lo suficientemente buena con el rifle. Vi ladeó la cabeza con fingida duda. —Bueno, anoche conocí otra de tus punterías, y no tengo quejas. Caitlyn sintió el rubor subir a su rostro, pero una sonrisa se dibujó en sus labios. Le gustaba el tono coqueto de Vi, y más aún, le gustaba cómo le devoraba con la mirada. —Pervertida. —Respondió colocando los ojos en blanco. Vi rio entre dientes y avanzó con lentitud, hasta quedarse a solo unos pasos de Caitlyn. —No lo niegues, te encanta. —Claro, que me encanta. — La miró directamente a los ojos, con una provocación silenciosa. —Pero me gusta aún más cuando eres... obediente. Vi se mordió el labio. La respuesta de Cait fue una clara provocación ante el juego de roles que habían disfrutado la noche anterior. Pero antes de que pudiera replicar, Caitlyn tomó el rifle de nuevo y lo puso en sus manos. La Zaunita vio con cuidado la concentración y los movimientos de la chica delante suyo. Demostraba una frialdad y un desplante en el uso del rifle que era digno de una comandante, ella no mentía cuando dijo que no quería enfrentarse a Cait, sin duda alguna, no sería una pelea justa. — La Vi que yo conocía nunca usó un arma. ¿Tú lo has hecho alguna vez desde que perdiste la memoria? Vi parpadeó ante la pregunta. Nunca en su vida se había cuestionado si quiera el tomar un arma, sus puños eran suficiente para derrotar a todo el que se le interpusiera. —No, nunca. Soy más de usar los puños para resolverlo todo y supongo que la Vi que recuerdas era igual. —Si, así es. —Ejecutó otro disparo directo en el centro del objetivo. —Entonces es hora de que aprendas. Vi hizo una mueca que reflejaba una mezcla de dudas y miedo ante la idea. —Creo que mejor paso. No quiero terminar disparándome un pie. —No seas cobarde. —Yo no soy cobarde. —Bien, entonces toma el rifle. Vi suspiró, pero tomó el arma, sintiéndola más pesada de lo que esperaba. Caitlyn se acercó hasta quedar pegada a su espalda, colocando sus manos sobre las suyas. Vi sintió cómo cada músculo de su cuerpo se tensaba al instante. La mano firme de Cait sobre la suya, su pecho presionando suavemente contra su espalda, y la calidez de su aliento acariciándole el cuello. —Primero, la postura. —La voz de Caitlyn sonó suave, pero firme en su oído. Vi tragó saliva con dificultad. Cada palabra de Caitlyn parecía evaporarse antes de llegar a su oído, consumida por el calor abrasador que crecía entre sus cuerpos. Su pulso estaba acelerado, y no precisamente por el miedo al rifle. La cercanía de Caitlyn despertaba en ella sensaciones que iban mucho más allá de cualquier arma. —Vi, concéntrate. —¿Eh? Sí, sí, claro, postura, ajá. Caitlyn rodó los ojos con una sonrisa y ajustó la forma en que Vi sujetaba el rifle. —La culata debe apoyarse en tu hombro, no la sostengas tan floja o te va a hacer volar hacia atrás. Vi sintió un cosquilleo recorrer su columna cuando la suave presión del cuerpo de Caitlyn se acomodó más contra su espalda. Cerró brevemente los ojos, embriagada por la cercanía. Respiró profundo, tratando de concentrarse en lo que Caitlyn le decía y no en lo deliciosamente cerca que la tenía. —La mirilla te ayudará a alinear el disparo. Si cierras un ojo y ajustas el ángulo... Vi hizo lo que Caitlyn le dijo, apuntando al objetivo al otro lado de la sala. —Bien. ¿Estás lista? Ahora aprieta el gatillo suavemente. —¿Estás segura de que no me volaré la cabeza? —¿Confías en mí? —Si... Pero no en mí. —Tranquila, yo te sostengo. Suspiró, puso su ojo en la mirilla, apuntó y… BANG! Disparó en dirección al objetivo. El retroceso del rifle fue más fuerte de lo que esperaba, y su cuerpo se fue levemente hacia atrás. De no haber sido porque Caitlyn la tenía firmemente sujeta, hubiera perdido el equilibrio. —¡Joder! —Vi soltó una risa nerviosa. —Casi salgo volando. Caitlyn se rio también, pero luego le dio un suave golpe en el brazo. —Por eso te dije que sujetaras bien la culata. —Lo dices como si hubiera escuchado algo de lo que dijiste. Caitlyn suspiró sonriendo ante las provocaciones de la otra mujer. —Bien, vamos de nuevo. Así pasaron la siguiente hora, entre correcciones, disparos fallidos y risas. Vi empezó a mejorar, encontrando su propio ritmo y acostumbrándose al peso del arma. Finalmente, en un disparo certero, logró dar en el centro del objetivo. —¡Ja! ¡Lo logré! —Vi levantó los brazos en señal de victoria. Caitlyn cruzó los brazos, observándola con una sonrisa orgullosa. —Eres una buena aprendiz. Vi giró sobre sus talones y la miró fijamente. —Soy buena en muchas cosas, pastelito. El tono de su voz le erizó la piel. Caitlyn sabía que, con Vi, el deseo siempre llegaba disfrazado de desafío. —¿Ah sí? ¿En qué más eres buena? Vi se acercó, acortando la distancia entre ambas. —¿Quieres que te lo demuestre? Caitlyn levantó una ceja con una sonrisa desafiante. —Una cosa es ser buena en algo y otra muy distinta es poder ganarme. Al parecer Caitlyn conocía su debilidad. Si algo le gustaba a Vi eran los desafíos y provocaciones. —Eso es lo que más quiero. —Asegurándose de mirarla directamente a los ojos con un tono seductor y provocador. La tensión entre ellas creció, una chispa cargada de deseo atravesó el aire entre ellas como una bala. Caitlyn tomó aire y sonrió, sabiendo que, si seguían así, nunca saldrían de la sala de entrenamiento o en el peor caso, pasarían todo el día en su habitación. —Vamos a desayunar. Tengo que avanzar en mis investigaciones. Vi suspiró, fingiendo decepción. —Y yo que pensaba que podríamos continuar nuestra “clase” en otro lado. Caitlyn rodó los ojos y se volvió a dirigir a la Zaunita. —Ese tipo de clases tendrá que esperar. —Sonrió y siguió hablando. —Ven, vamos a comer antes de que te mueras de hambre. Ambas salieron del salón de entrenamiento y caminaron juntas hasta el comedor, donde ya estaban Tobias y Sarah desayunando. La capitana, con su característico aire despreocupado, bebía café mientras observaba con curiosidad a las recién llegadas. —Vaya, por fin aparecen. —Sarah apoyó un codo sobre la mesa con una sonrisa burlona. —Anoche había mucho ruido en esta mansión. Supongo, Comandante, que Vi le estaba dando clases de como pronunciar su nombre. Vi y Caitlyn se quedaron congeladas en su sitio, sintiendo el calor subir a sus rostros. Vi desvió la mirada hacia un punto impreciso en la mesa, fingiendo repentino interés en su plato vacío, claramente incómoda. Mientras, Caitlyn apretó los labios, tratando de mantener la compostura. Sintió un nudo de tensión apretándose en su pecho. Su mandíbula se tensó casi imperceptiblemente, conteniendo una respuesta mordaz que amenazaba con escapar. —Sí, claro... Hoy amanecí con mucha hambre, vamos a comer. —Dijo Caitlyn rápidamente, sentándose y fingiendo que nada pasaba. Vi también se sentó, tratando de ignorar la sonrisa divertida de Sarah. El desayuno transcurrió en relativa tranquilidad, con Caitlyn enfocada en su comida y Vi tratando de no mirarla demasiado, temiendo que sus ojos la delataran y la pirata utilizara esa excusa para llevar el tema nuevamente a la mesa. Después de un rato, Caitlyn rompió el silencio con una pregunta. —¿Qué harás hoy, Sarah? La pirata terminó su café y suspiró. —Me quedan pocos días en este lugar. Hoy planeaba ir al mercado a comprar algunas cosas para mi viaje. Estoy suponiendo que tu encontraste tu lugar en la vida. —Miró fijamente a la Zaunita. Para Caitlyn, la sola idea de Sarah llevándose a Vi lejos de Piltover hacía que el estómago de se retorciera incómodo. Trató de acallar el pinchazo de inseguridad que crecía en su pecho. Vi por su parte se quedó quieta y en silencio por un segundo. —¿Te vas? Sarah le sonrió con ternura, pero en sus ojos había un brillo melancólico. —Sí, cariño. No planeaba quedarme mucho más. Mi tripulación me espera, y Aguasturbias necesita a su capitana. Vi sintió una punzada de tristeza. A pesar de todo, Sarah había sido un pilar en su vida estos últimos meses. La pirata notó su expresión y, con suavidad, tomó la barbilla de Vi, obligándola a mirarla. —Cariño, si me quieres a tu lado es cosa de pedírmelo, por ti me quedaría la vida entera. —Dijo la pirata guiñándole el ojo. Una punzada incómoda atravesó el pecho de Caitlyn, tensando discretamente su mandíbula y cerrando sus dedos en un puño bajo la mesa. Mantuvo la mirada en su plato y respiró profundo, intentando contener el impulso de responder. No le daría la satisfacción de mostrar cuánto le afectaban sus palabras. Vi le dedicó a Sarah una sonrisa genuina. —No podría pedírtelo, se cuánto amas el mar y cuando te respeta tu tripulación. —Desvió su mirada a Caitlyn con ojos de ternura y siguió con sus palabras. —Y si… ya descubrí que este es mi lugar. Espero en algún momento vuelvas y podamos pasar tiempo juntas. Te extrañare. Gracias por todo lo que hiciste por mí. Sarah asintió, aunque una leve sombra cruzó su mirada. —Lo mismo digo, Vi. Sarah se levantó, alisando su abrigo. Luego, giró hacia Caitlyn y la miró con una expresión divertida. —Gracias por la hospitalidad, Comandante. Caitlyn asintió con formalidad, pero justo cuando Sarah pasó a su lado para salir, se inclinó y le susurró al oído. —La estaré vigilando, Comandante. No creas que me rendiré tan fácilmente, como te lo dije, todos fallan en algún momento y allí estaré cuando suceda. Caitlyn mantuvo su expresión neutra, pero una pequeña sonrisa desafiante se formó en sus labios. —Buena suerte, capitana. Sarah sonrió, aunque su mente iba mucho más rápido. Piltover nunca había sido su lugar, pero dejar a Vi atrás era más difícil de lo que quería admitir. Salió del comedor con su característico andar confiado, rumbo a su barco. Vi y Caitlyn se quedaron aún terminando su desayuno. Un largo silencio se instaló entre ellas, hasta que Caitlyn se aclaró la garganta para emitir palabras. —¿Te gustaría venir conmigo al cuartel? No es que sea un lugar interesante, pero me agradaría que vinieras. Vi la miró, pensó unos segundos y luego, sonrió con diversión. —Solo si prometes que ningún ejecutor volverá a golpearme. Caitlyn rio con suavidad y se acercó a ella, tomándola de la mano. —Nadie te hará nada ¿Soy la Comandante, recuerdas? —Lo sé, esos tipos te tienen un miedo profundo. Cuando te pones furiosa hasta yo quisiera esconderme. —Se llama imponer respeto. —Le dijo Cait con un tono de diversión. —Dudo que sea respeto. —Le dijo la Zaunita riendo. La mujer de pelo azul solo rodo los ojos entre sonrisas. Terminaron de desayunar y salieron juntas de la mansión, listas para enfrentar un nuevo día en Piltover. Al entrar al cuartel, el aire cargado con el aroma a café quemado y cuero viejo reforzaba la formalidad militar del lugar. Apenas cruzaron la entrada, los mismos ejecutores que habían golpeado a Vi anteriormente estaban apostados en su puesto de guardia. Vi los reconoció al instante y su expresión se endureció, sus puños se cerraron por inercia. Cait, alerta a cada movimiento de Vi, percibió cómo sus músculos se tensaban y se adelantó inmediatamente, tomando control de la situación. —Oficiales ¿Supongo que tienen algo que decirle a la señorita? Su voz era firme, imponente. Los ejecutores intercambiaron miradas nerviosas antes de bajar la cabeza avergonzados. Era evidente que la autoridad de Caitlyn no les dejaba margen para evadir responsabilidades. —Si mi Comandante... Señorita, por favor acepte nuestras más sinceras disculpas. Cometimos un terrible error el otro día, no volverá a suceder. —Murmuró uno de ellos, evitando su mirada mientras el otro asentía con su cabeza. Vi, con los brazos cruzados, los observó durante unos segundos. Si bien su rabia aún estaba presente, el hecho de que Caitlyn estuviera exigiendo esto en su nombre la hizo sentirse... extraña. No es que necesitara las disculpas de los ejecutores, pero apreciaba el gesto de la mujer más alta por tratar de cambiar esa institución que tanto daño le había hecho en el pasado a ella, su familia y todo Zaun. Suspiró y relajó su expresión. —Si... Está bien, acepto sus disculpas. —Respondió, aunque su tono aún era serio. —Solo asegúrense de no volver a tratar así a nadie más. Caitlyn asintió, satisfecha con la respuesta de Vi, pero su mirada se volvió severa nuevamente al dirigirla a los ejecutores. —Esto no es opcional. No permitiré que este tipo de comportamiento vuelva a ocurrir en mis filas. —Su mirada era seria y cargada de autoridad. —Síganme. Los hizo entrar al cuartel y caminó al centro del lugar subiendo a una plataforma elevada en el centro del patio del lugar. Miró a todos con seriedad sin decir una sola palabra, con eso basto para llamar la atención de todos los presentes. La mirada de Cait era tan firme, tan profunda y pesada, que los demás ejecutores se agruparon de inmediato, formando un semicírculo mientras esperaban sus palabras. Vi se mantuvo a un lado, observando la escena con interés. Tomó aire y habló con firmeza. —Durante años se ha visto una alta represión sin justificación a distintos sectores de la población. Mientras yo sea Comandante, nuestra institución no será vista de esa forma. —Hizo una pausa para luego dar la noticia. —A partir de la próxima semana, implementaré un curso obligatorio de entrenamiento para todos los ejecutores. Será dictado por un teniente especializado y abarcará desde el análisis del peligro en una situación, la reducción de amenazas sin uso excesivo de la fuerza, hasta el momento adecuado para utilizar las armas de servicio. Los murmullos comenzaron entre la multitud. Algunos asintieron, otros intercambiaron miradas de confusión o sorpresa. —Ya tengo a nuestros primeros voluntarios. —dijo, señalando a los ejecutores que habían golpeado a Vi. Bajaron la cabeza, no solo por miedo ante la autoridad de Caitlyn, sino por un reconocimiento genuino de que las viejas prácticas debían cambiar. Piltover estaba en transición, y ellos también debían adaptarse. —El teniente Steb estará recibiendo inscripciones voluntarias. Pero no se equivoquen. —Hizo una pausa y recorrió con la mirada a cada uno de los presentes. —Todos pasarán por este curso tarde o temprano. Piltover necesita ejecutores que protejan, no que dominen. Justicia, no brutalidad. Y yo misma me encargaré de que así sea. La sala quedó sumergida en un silencio pesado, como si cada palabra pronunciada por la Comandante estuviera marcando un antes y un después en Piltover. Luego, los murmullos volvieron, esta vez con un tono diferente. Algunos parecían estar de acuerdo con la medida, otros simplemente estaban sorprendidos. Caitlyn bajó de la plataforma con la misma seguridad con la que había hablado y caminó con Vi en dirección a su oficina. Mientras avanzaban entre los pasillos, Vi, con las manos en los bolsillos y una sonrisa traviesa, rompió el silencio. —Eres inspiradora Cait. Caitlyn relajó un poco su expresión y, sin detenerse, le lanzó una mirada fugaz. —Es mi trabajo. Vi sonrió para sí misma. Había algo en la manera en que Caitlyn dirigía las cosas que la hacía ver completamente imponente y, al mismo tiempo, increíblemente atractiva. —Y eso te vuelve muuuuy sexy. Al llegar a la oficina, Caitlyn y Vi encontraron a Nora esperándolas en la entrada. —Comandante, Buenos días. El señor Ekko está adentro, esperándole. —Le informó la secretaria a Caitlyn con su tono profesional de siempre. Asintió y abrió la puerta. Ekko, quien estaba sentado en la mesa revisando unos documentos, se levantó de inmediato con una expresión de sorpresa y alegría al ver a Vi. —¡Vi! —Exclamó con una sonrisa radiante, dando un paso hacia ella. Vi retrocedió instintivamente, su respiración se volvió errática. En su mente, la imagen de Ekko se distorsionaba entre el amigo que su corazón reconocía y el captor que su memoria fragmentada aún temía. En cuanto vio su rostro, su cuerpo se tensó, su expresión se oscureció y dio un paso atrás con desconfianza. Recordó la primera vez que despertó después de perder la memoria... Ekko había estado allí, mirándola con ojos preocupados, y en su mente fragmentada, lo había visto como su captor. Caitlyn notó de inmediato el cambio en la postura de Vi y, con voz tranquila, trató de calmarla apretando su mano. —Vi, escúchame. Ekko no es tu secuestrador. Es un amigo de tu infancia, alguien en quien siempre has confiado. Vi la miró con incertidumbre, luego observó a Ekko, quien, lejos de molestarse por su reacción, mantenía una expresión serena. Poco a poco, Vi sintió cómo su respiración se estabilizaba. Sintió culpa al ver la mirada comprensiva de Ekko. ¿Cómo podía desconfiar de alguien que claramente se preocupaba tanto por ella? Pero su mente le impedía estar segura de nada. —Lo siento, Ekko. No quería reaccionar así... Es solo que todo sigue siendo un caos en mi cabeza. Ekko sonrió y negó con la cabeza. —No hay problema, Vi. Algún día recordarás todo y nos pondremos al día. —Su mirada cambió de ternura a una fría. —Vine aquí porque tengo información importante. Caitlyn avanzó hacia la ventana, permitiendo que la luz matutina resaltara su figura imponente sobre la madera gastada del suelo. —Cuéntanos. Ekko se cruzó de brazos y miró a ambas con seriedad. —He encontrado algo sobre la organización que las secuestró. Caitlyn, quien hasta el momento había mantenido una actitud calmada, se enderezó y escuchó con atención. Desde que escaparon de sus captores hacía apenas unos días, no habían tenido un solo día de calma verdadera y esta podía ser la primera pista para llegar con los criminales. —¿Qué descubriste? —Preguntó. Ekko se sentó nuevamente y comenzó a explicar. —Desde que las secuestraron, la organización se ha mudado de locación. El área donde las secuestraron estaba limpia, ni un solo rastro, pero busqué en las afueras de Piltover y encontré un campamento. Además, en estos días he estado investigando en el muelle y encontré algo. —¿El muelle? —Caitlyn frunció el ceño. —¿Estás diciendo que están operando desde ahí? —No exactamente. —Ekko negó con la cabeza. —Lo que encontré fue un barco llamado Ancla Roja. Lo usan para sacar mercancía de Piltover y enviarla en camiones hacia el nuevo campamento. Caitlyn quien había estado mirando fijamente por la ventana se dio una media vuelta e intercambió miradas con Vi. —¿Qué tipo de mercancía? —Preguntó Caitlyn mientras caminaba hacia el Zaunita. —No estoy seguro. —Admitió Ekko—. Pero lo que vi en ese muelle me dejó claro que no es una simple operación de contrabando. Caitlyn se inclinó hacia adelante. —¿A qué te refieres? Ekko tomó aire antes de continuar. —Vi soldados. No usaban la armadura de Noxus, pero sus movimientos eran perfectos, disciplinados. Eran soldados de Noxus, estoy seguro de eso. Caitlyn sintió un escalofrío. Todo comenzaba a encajar demasiado bien con sus sospechas. Ya no era solo una banda criminal; ahora enfrentaban a una nación. Su mente se centró en los recuerdos de Ambessa, cuya intervención casi había llevado a Piltover y Zaun al borde de la destrucción. —Luego... —Ekko dudó por un momento antes de continuar. —Vi a su líder. No tengo su nombre, pero lo vi sentado en el centro del muelle, bebiendo cerveza mientras sus hombres trabajaban, tenía un aspecto de reptil. Actuaba con total confianza, como si supiera que nadie se atrevería a desafiarlo. —Slinker. —Mencionó Vi recordando al líder con aspecto reptil que se posó frente a ellas cuando estaban cautivas. —¿Qué más? Ekko respiró hondo. —No estaba solo. Vi a otro hombre acercarse al muelle. Caitlyn y Vi prestaron aún más atención. —Era alto, delgado, con piel pálida y cabello negro. Sus ojos eran marrones, pero lo que más me inquietó fue lo que llevaba puesto, una máscara de teatro. Caitlyn sintió que todo a su alrededor se volvía distante, como si estuviera cayendo lentamente en un pozo oscuro del cual no pudiera escapar. Las manos de Caitlyn comenzaron a temblar ligeramente; su respiración se hizo superficial, como si su cuerpo reconociera la amenaza antes que su mente. —¿Una máscara de teatro? —Repitió con incredulidad. Ekko asintió. —Sí. Iba cubierto con una gran capa blanca y ropa elegante. Caminaba con un porte casi teatral, como si cada movimiento suyo estuviera ensayado. Llevaba un arma enorme, pero la sostenía como un bastón, anunciando su presencia con cada paso. El corazón de Caitlyn latía con fuerza. —¿Cuál es su nombre? Ekko negó con la cabeza. —No lo escuché, pero no parecía alguien que tomara órdenes de nadie. No debe ser un nuevo recluta, más bien diría que es alguien que suele trabajar solo. Caitlyn sintió que el aire se le escapaba lentamente. La herida en su rostro ardió con violencia, reviviendo el instante en que la bala marcada con el sello de Jhin había rozado su piel. Un disparo perfecto. —Jhin... —Susurró con la confianza de saber exactamente que de él se trataba. Ekko la miró con curiosidad. —¿Lo conoces? —No personalmente, pero creo saber exactamente quién es. Su instinto le decía que aquel hombre era el mismo que intentó matarla en la pelea con la banda criminal. Su precisión, su presencia, la máscara... todo coincidía. Caitlyn sintió cómo sus uñas se clavaban discretamente en la palma de su mano. Sabía que el próximo encuentro con Jhin podría ser definitivo. Un error frente a él significaría no solo su muerte, sino también la de aquellos que amaba. ¿Cuándo fue la última vez que se sintió tan insegura? Jhin le había mostrado que incluso la perfección podía quebrarse con un solo disparo bien calculado. Ekko se cruzó de brazos. —Sea quien sea, no es solo un criminal. Debemos tener extremo cuidado con él. El aire en la oficina se volvió pesado. Caitlyn, Vi y Ekko supieron inmediatamente que la situación era más grande de lo que habían imaginado. Y con Jhin en la ecuación, la amenaza se volvía aún más letal. —Debemos ir a ese barco y averiguar más. —Cait, si la Comandante de Piltover pone un pie sobre ese barco, será claro para ellos que estamos en su búsqueda. —Replico Ekko. —Si, tienes razón… —Llevó su mano derecha para acariciar su barbilla pensando. —Pero hay otra forma de que obtengamos información. Vamos, tenemos que salir. Caitlyn salió apurada desde la oficina mientras los demás le siguieron. Avanzaban con paso firme hacia el puerto. El destino estaba claro en la mente de Caitlyn: el barco de Sarah. Si había alguien que pudiera conocer más sobre Ancla Roja, era ella. Al llegar al muelle, el barco de Sarah se lucía brillante y reluciente. Los tres subieron encontraron a la tripulación de Sarah ocupada con los últimos arreglos para su inminente partida. Las velas estaban siendo reforzadas, los barriles de provisiones rodaban por la cubierta y la madera crujía bajo las pisadas de los marineros que apuraban el trabajo antes de zarpar. Sarah estaba de pie, supervisando todo con su postura despreocupada y su característico aire de confianza. Cuando sus ojos divisaron a Caitlyn, Vi y Ekko acercándose, una sonrisa burlona apareció en su rostro. —Vaya, vaya... ¿Así que no pueden olvidarme? —Comentó con tono juguetón, cruzándose de brazos. Vi rodó los ojos con una sonrisa, pero fue Caitlyn quien tomó la palabra. —Tenemos preguntas, y creemos que tú podrías tener respuestas. Sarah alzó una ceja y se inclinó ligeramente hacia adelante, como si su curiosidad hubiera sido despertada. —¿Qué tipo de preguntas? Ekko dio un paso al frente, directo al grano. —Un barco llamado Ancla Roja. —Señaló con su mirada y el índice de su mano hacia el barco que se encontraba a distancia. —Ha estado transportando mercancía sospechosa hacia el puerto de Piltover, y creemos que puede estar vinculado con la organización que secuestró a Cait y Vi. Sarah se quedó en silencio unos segundos, sus ojos afilados evaluando la información. —El Ancla Roja solía pertenecer a un pirata muy conocido en Noxus. —Dijo finalmente. — La última vez que hablé con él, se había retirado y vendido su barco a alguien de Zaun. Me pareció extraño un pirata que haya crecido en la tierra del progreso, pero no le tomé mayor importancia. Los tres se miraron entre sí. —Una venta reciente... —Murmuró Caitlyn. —Eso suena a una distracción. Un movimiento para borrar rastros si alguien decidía investigar. Sarah asintió con un gesto. —Exacto, no creo que él esté relacionado a esto, pero el nuevo dueño posiblemente sí. Si ese barco transporta algo importante, no quieren que se asocie con Noxus. Pero ¿Qué están haciendo los Noxianos aquí? —Eso es lo que estamos tratando de averiguar. —Respondió Vi, cruzándose de brazos. —Pero para eso necesitamos información de primera mano. Y ahí es donde entras tú. Sarah alzó ambas cejas, divertida y con curiosidad. —¿Quieren que me infiltre o algo por el estilo? Caitlyn negó con la cabeza. —No exactamente. Necesitamos tu carisma y tu... presencia para hablar con la gente del barco. Si alguien puede sacarles información a esos piratas sin levantar sospechas, eres tú. Sarah sonrió con malicia. —Comandante, ¿Me está pidiendo que use mis encantos? — Su mirada provocativa se fijó intensamente a la mujer Zaunita que se encontraba a un lado de Caitlyn. Vi tosió incómodamente y desvió la mirada. Caitlyn, sin inmutarse, mantuvo su postura firme. —Estamos pidiendo tu experiencia, influencia y conocimiento del mundo pirata para una misión importante para la ciudad. —Se dirigió a la pirata logrando captar su atención y capturando su mirada. Sarah sonrió ampliamente. No había nada que disfrutara más que un buen desafío, especialmente si implicaba demostrar que nadie podía superarla en su propio juego. —Bueno, comandante, cuando lo dices así... ¿Cómo podría negarme? —Entonces, ¿Nos ayudarás? —Preguntó Ekko, expectante. Sarah giró la cabeza hacia su tripulación. Su barco estaba casi listo para zarpar, pero sabía que, si no resolvía sus asuntos aquí, no podría irse en paz. —Sí, los ayudaré. —Afirmó finalmente. —Me quedaré un par de días más, pero no esperen que sea gratis. Algún día me cobraré el favor. Caitlyn asintió. —Trato hecho. Las dos mujeres rivales apretaron sus manos con un significado tácito de tregua entre ambas, sin embargo, sus miradas aún firmes la una de la otra demostraba que esa tregua no duraría para siempre. Vi llevó su mirada de una a otra mujer sintiendo la tensión del momento y cortó el aire con sus palabras. —Gracias, capitana. Es vital tu ayuda. Sarah retiró su mirada firme de la Comandante y se limitó en dirigirse hacia Vi con ojos juguetones. No dijo más palabras, empezó a caminar con determinación. Caitlyn observó a Sarah alejarse por la salida del barco con su característica confianza. Sabía que el éxito de su plan dependía en gran medida de la habilidad única de Sarah para navegar aguas peligrosas. Caminó hacia la baranda del barco. Observó el horizonte con la certeza inquietante de quien ve una tormenta acercándose. Algo le decía que este sería el último respiro antes de sumergirse en una batalla donde no habría segundas oportunidades. Con Sarah de su lado, tenían un arma más en su arsenal. Caitlyn no podía sacudirse la inquietante sensación de que se acercaban a una trampa mortal. Ahora solo quedaba descubrir quién daría el primer paso en falso. Miró fijamente las aguas profundas del puerto. Bajo aquella superficie tranquila, sabía que algo oscuro esperaba por ellos, paciente, listo para devorar cualquier error.
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