ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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Lealtades en juego

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Caitlyn contemplaba Piltover desde la ventana de su oficina, observando las heridas visibles del reciente conflicto. No solo sentía el peso de la ciudad sobre sus hombros, sino también una preocupación profunda que iba más allá de lo profesional. La amenaza de Jhin, silenciosa y letal, acechaba en algún rincón oscuro. Su mente repasaba cada detalle del último encuentro, recordándole que Piltover necesitaba protección inmediata. Suspiró profundamente, consciente de que debía proceder con cautela. Su encuentro con Jhin y la información provista por Ekko hace unos cuantos días eran piezas que aún no estaba preparada para compartir plenamente con el consejo. Temía que revelar demasiado pudiera generar pánico o peor aún, paralizar cualquier acción efectiva debido a discusiones internas. Necesitaba abordar la situación desde una perspectiva de precaución y defensa, sin desvelar por completo sus cartas. Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Nora, siempre eficiente, entró con una caja cuidadosamente envuelta en papel grueso. —Los encargos que solicitaste ya están aquí, Comandante. —Dijo, dejando la caja sobre el escritorio. —¿Necesita algo más antes de la reunión con el Consejo? Caitlyn negó con suavidad y se acercó al escritorio. Acarició la superficie del papel que envolvía el paquete. —No, esto es suficiente. Gracias, Nora. La secretaria asintió brevemente y salió de la oficina, dejando a Caitlyn nuevamente sola. La comandante desató cuidadosamente las cuerdas que envolvían la caja más grande, abriéndola lentamente para revelar un par de guantes nuevos. Eran sólidos, reforzados con acero en los nudillos, y diseñados específicamente para alguien que prefería resolver conflictos con las manos desnudas. Sonrió levemente al imaginarlos en Vi, segura de que serían una extensión natural de ella. Sabía que estos guantes no serían suficientes para enfrentar directamente una amenaza del calibre de Jhin o una posible intervención militar externa, pero también entendía que, en ocasiones, un simple gesto podía significar más que cualquier discurso. Conocía a Vi lo suficiente para saber que no aceptaría fácilmente ningún otro tipo de ayuda; estos guantes serían su manera sutil de asegurarle que estaba con ella, sin reservas. Caitlyn cerró nuevamente la caja y la guardó cuidadosamente en un cajón de su escritorio, consciente de que ese no era el momento adecuado para entregarlos. Se alisó el uniforme, respiró hondo y se dirigió hacia la puerta para encaminarse al edificio del Consejo. Piltover estaba al borde de una tormenta silenciosa y ella sabía que era su responsabilidad preparar la ciudad antes de que estallara. La sala del Consejo irradiaba un aura solemne y majestuosa; enormes ventanales permitían que la luz dorada del atardecer bañara el recinto, resaltando los detalles intrincados de las paredes ornamentadas y la larga mesa de mármol pulido. Cada asiento estaba ocupado por los miembros del consejo, figuras influyentes cuyos rostros reflejaban tanto preocupación como impaciencia. Caitlyn se encontraba al frente, de pie, su expresión era una mezcla calculada de determinación y seriedad. Sabía perfectamente que estaba pisando terreno peligroso; cualquier signo de duda sería aprovechado en su contra, especialmente con un tema tan delicado como el que traía a la mesa. Lady Enora, con su postura rígida y calculadora, fue la primera en romper el silencio. —Comandante Kiramman, usted ha solicitado esta reunión de emergencia mencionando posibles ataques extranjeros contra Piltover. ¿Podría elaborar el motivo de semejante afirmación? —Con gusto, Lady Enora. —Respondió Caitlyn, manteniendo una voz firme y segura. —Hemos obtenido información confiable que sugiere la infiltración de fuerzas externas en nuestros límites. Mercenarios altamente entrenados, cuya presencia representa una clara amenaza hacia la estabilidad de nuestra ciudad. La tensión en la sala incrementó notablemente. Shoola, encargada del ámbito militar y estratégico, enderezó su postura inmediatamente, mostrando total interés en las palabras de Caitlyn. —¿Cuenta con pruebas contundentes, Comandante? —Cuestionó Lady Enora, sus ojos analíticos observándola con intensidad. —Sí, Consejera Enora. Hemos registrado movimientos sospechosos en las zonas periféricas, y mis informantes aseguran que hay actividad en los muelles relacionada con estas fuerzas. Le solicito al consejo destinar recursos para fortalecer las defensas de la ciudad preventivamente. —Perdone mi escepticismo, comandante. —Intervino Barón Delacroix con su tono profundo y autoritario. —Pero Piltover siempre ha sido una ciudad neutral, dedicada exclusivamente al comercio y a la innovación tecnológica. ¿Realmente cree que gastar recursos significativos en fortalecer nuestra seguridad es la opción más sensata? Caitlyn respiró profundamente antes de contestar, sus ojos desafiantes pero controlados. —Barón Delacroix, entiendo su preocupación económica. Sin embargo, considero imprudente asumir que nuestra neutralidad histórica nos protegerá eternamente. La seguridad y la estabilidad son precisamente lo que ha permitido a Piltover prosperar. Perderlas significaría un daño irreparable a nuestra economía y nuestra imagen en todo Runaterra. —Comandante Kiramman. —Lord Gerold interrumpió, inclinándose hacia adelante con una mirada afilada. —Discúlpeme, pero no puedo evitar preguntarme si este repentino interés por reforzar nuestra seguridad no está influenciado por ciertos conflictos personales. Es de conocimiento público que usted mantiene una relación cercana con una mujer de Zaun, y además ex prisionera de Stillwater. ¿No será esto lo que está nublando su juicio y haciéndola ver amenazas donde quizá no existan? Un murmullo sutil recorrió la sala, evidenciando la incomodidad y expectación ante la acusación directa del concejal. La sangre le hervía bajo la piel al escuchar la voz de Gerold acusándola. Una parte de ella deseaba levantarse y confrontarlo de inmediato, pero la comandante dentro de ella permaneció fría y calculadora, consciente de que cada palabra pronunciada tenía consecuencias. La acusación era injusta y mezquina, aunque previsible. Por un instante, imaginó todas las posibles consecuencias: ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar para defender su integridad y su relación con Vi? Apretó sutilmente los puños contra la mesa, forzándose a recuperar su compostura antes de responder. —Lord Gerold, le aseguro que mis decisiones como Comandante jamás se han visto influenciadas por mis relaciones personales. Mi prioridad siempre ha sido y será la seguridad de Piltover. No permitiré que su insinuación desvíe esta reunión de lo verdaderamente importante: proteger nuestra ciudad antes de que la amenaza se materialice frente a nosotros. El silencio volvió a inundar la sala, aún más pesado que antes. Caitlyn observó con atención cada rostro, analizando en silencio quiénes podrían respaldarla y quiénes buscarían oponerse a sus planes. Sabía que esta reunión sería el primer paso decisivo en una batalla aún mayor, una que Piltover no podría permitirse perder. Lady Enora levantó suavemente la mano, interrumpiendo con calma. —Lord Gerold, aunque comparto ciertas preocupaciones sobre nuestras prioridades presupuestarias, considero inapropiado que llevemos esta discusión a terrenos personales. Debemos enfocarnos en los hechos y en lo que Piltover necesita realmente. Barón Delacroix apoyó sus manos sobre la mesa, interviniendo con una voz profunda y autoritaria. —Concuerdo con Lady Enora. Comandante Kiramman, entendemos la gravedad de lo que expone, pero necesitamos pruebas concretas antes de comprometer los recursos de la ciudad en medidas defensivas tan amplias. Caitlyn respiró lentamente, controlando su frustración. —Las pruebas ya las hemos presentado en informes preliminares que han sido sistemáticamente ignorados. Si no actuamos ahora, cualquier futura amenaza podría sorprendernos totalmente vulnerables. Concejala Shoola, ¿Qué opina usted desde el ámbito estratégico y militar? La General Shoola asintió con gravedad, sus ojos serios evaluando la situación. —Desde un punto de vista estrictamente militar, fortalecer nuestras defensas nunca es un desperdicio. Hay evidencia suficiente para justificar al menos medidas preventivas básicas. La seguridad de la ciudad debe ser nuestra prioridad absoluta. Lord Gerold resopló con incredulidad. —¿Y qué hay de nuestra economía? ¿Nuestros ciudadanos deben asumir aún más impuestos para financiar una amenaza que podría no existir? Adele Vickers tomó la palabra suavemente, pero con firmeza. —Gerold, entiendo la preocupación económica, pero ninguna fortuna es útil si no tenemos una ciudad segura en la cual disfrutarla. Propongo que estudiemos cuidadosamente los costos, pero que no descartemos automáticamente la propuesta de la Comandante. Sevika, quien hasta ahora se había mantenido en silencio, observó a Caitlyn con una expresión inescrutable, sus dedos entrelazados. —Estoy de acuerdo en que debemos proceder con prudencia. —Dijo finalmente, midiendo cada palabra. —Pero la Comandante tiene razón. No podemos ser ingenuos. Piltover y Zaun siempre han sido objetivos codiciados, por eso mismo se provocó la última batalla. Ignorar las señales sería irresponsable. Caitlyn sintió una ligera sensación de alivio al escuchar esas palabras, aunque sabía que la batalla aún estaba lejos de ser ganada. Lord Gerold apretó los labios, visiblemente molesto. —Si vamos a tomar esta dirección, exijo que la relación de la Comandante con Zaun sea examinada a fondo. No permitiré que conflictos personales pongan en riesgo el futuro de nuestra ciudad. Una punzada de inseguridad atravesó brevemente su pecho. No era la primera vez que cuestionaban sus decisiones, pero nunca antes habían usado su vida personal como arma. Su corazón latía acelerado, consciente de que esta batalla no era solo política, sino también personal Caitlyn se levantó con determinación, fijando su mirada penetrante sobre él. —Adelante, investiguen todo lo que quieran. No tengo nada que ocultar. Mi único interés ha sido, es, y seguirá siendo la seguridad de Piltover y sus ciudadanos. Y si alguno de ustedes tiene más dudas sobre mi lealtad o mis motivos, los invito a expresarlas ahora mismo. El silencio que siguió fue absoluto. Caitlyn, sin esperar más respuestas, volvió a sentarse, su postura recta y firme, desafiando a cualquiera a cuestionar nuevamente su integridad. Algunos miembros intercambiaron miradas incómodas, Adele Vickers se movió ligeramente en su asiento, mientras que Shoola asintió con aprobación apenas perceptible. Respiró lentamente, consciente de que acababa de colocar su vida privada bajo el escrutinio público del Consejo entero. Una punzada de preocupación la recorrió brevemente; no temía por sí misma, pero sí por cómo podría afectar esto a Vi. La relación de ambas ya no era solo algo personal: ahora estaba expuesta al juicio y cuestionamientos de la élite de Piltover. Finalmente, Shoola rompió aquella tensión, su voz resonando firme y clara. —Ya hemos perdido demasiado tiempo cuestionando intenciones. Si la comandante Kiramman está alerta es por una razón. Ninguno aquí puede negar que Piltover ha estado vulnerable desde hace mucho tiempo. Quizá demasiado. Propongo comenzar por reforzar las patrullas en los puntos críticos de acceso a la ciudad y evaluar un plan de emergencia a largo plazo. —Su mirada se fijó en Caitlyn con determinación. —Comandante, estoy dispuesta a coordinarme directamente con usted en esto. Caitlyn asintió, agradecida por la postura decisiva de Shoola. —Será un placer, Consejera Shoola. Mientras tanto, puedo comprometerme a proveer informes regulares que respalden nuestra iniciativa y a mantener comunicación abierta sobre cualquier desarrollo que pueda afectar la seguridad de Piltover. Lady Enora asintió con aprobación, pero Barón Delacroix aún parecía insatisfecho. —Bien, entonces parece que al menos se ha decidido algo. —Comentó Delacroix con un suspiro. —Sin embargo, insisto en la importancia de mantener esta situación bajo control y sin alarmar innecesariamente a la población. La estabilidad económica y política de Piltover no puede verse comprometida por rumores infundados. —De acuerdo. —Aceptó Caitlyn, aunque su mirada permanecía desafiante. —Pero tengan en cuenta que informar con transparencia no es alarmismo; es nuestra responsabilidad. Mientras más preparados estén los ciudadanos, menos probable es que una crisis los tome por sorpresa. Lord Gerold permanecía en silencio, observando con rostro rígido. Era evidente que, aunque había perdido terreno en la discusión, no estaba dispuesto a ceder completamente. Finalmente, se aclaró la garganta y habló con frialdad. —Estaré observando de cerca sus movimientos, comandante. Espero que no me dé motivos para arrepentirme de haber confiado en usted. Caitlyn sostuvo su mirada sin retroceder. —Puede observar cuanto desee, Lord Gerold. Encontrará exactamente lo que he prometido: transparencia y compromiso absoluto con la seguridad de Piltover. Sevika intervino entonces, su voz calma pero llena de autoridad, buscando poner fin a cualquier tensión adicional. —Entonces está decidido. Implementaremos estas medidas preliminares y daremos seguimiento continuo a la situación. Cualquier información relevante debe ser compartida inmediatamente con todos los miembros del Consejo. ¿Estamos claros? La comandante asintió con firmeza, al igual que el resto del consejo. —Muy bien —Dijo Adele Vickers con su usual tono conciliador. —Entonces demos por terminada esta reunión. Piltover cuenta con nosotros, y no podemos defraudarla. Con esas palabras, las figuras del consejo comenzaron a levantarse lentamente de sus asientos, algunos intercambiando comentarios en voz baja mientras se dirigían hacia la salida. Caitlyn permaneció unos segundos más en la sala, respirando lentamente mientras el peso de la reunión se disipaba ligeramente. Sabía que esto era apenas el comienzo, pero al menos había dado un paso importante hacia la preparación y protección que su ciudad tanto necesitaba. Aun así, la comandante era plenamente consciente de que el verdadero desafío apenas comenzaba. La amenaza latente aún estaba allí, bajo la superficie, esperando cualquier indicio de debilidad para atacar. La reunión del Consejo se extendió por unos minutos más, con discusiones y debates sobre los costos y beneficios de reforzar las defensas de Piltover. Finalmente, Caitlyn salió de la sala con una mezcla de alivio y frustración. Los recursos que el concejo determinó desviar a defensa de la ciudad eran menos de lo esperado, pero debía admitir que al menos había ganado cierto terreno. Mientras caminaba por los pasillos del edificio, sumergida en sus pensamientos, una voz firme la detuvo en seco. —Comandante. Caitlyn se giró y vio a Sevika acercándose, con expresión indescifrable. La representante de Zaun tenía una postura sólida, intimidante, aunque había una evidente tensión en su rostro. —Sevika. —Saludó Caitlyn, con una leve inclinación de cabeza. —Gracias por tu apoyo ahí dentro. Sevika asintió con seriedad, cruzándose de brazos mientras se detenía a unos pasos. —No lo hice por cortesía, princesa. Lo hice porque sé que tienes razón. Zaun no puede darse el lujo de enfrentar otra crisis ahora, y menos por culpa de la indecisión del Consejo. Caitlyn observó detenidamente a la mujer frente a ella, consciente de que cada palabra intercambiada con Sevika era como jugar al ajedrez. Sabía que Sevika tenía sus propios objetivos, pero también confiaba en que sus intereses, al menos por ahora, estuvieran alineados con la supervivencia de ambas ciudades. —Entonces, ¿Qué propones? —Necesitamos estar preparadas. Zaun y Piltover deben trabajar juntas en esto. —Sevika guardó silencio unos segundos antes de continuar. —Pero necesito saber algo más, comandante. ¿Qué tan grave es realmente esta amenaza? Ya me hablaste sobre las cartas y la banda criminal, pero sentí que en la reunión te guardaste algo más. Caitlyn la miró fijamente, sus ojos buscando brevemente alguna señal que la hiciera desconfiar, pero solo encontró la misma determinación cruda de siempre en Sevika. Finalmente decidió que podía revelarle un poco más sin comprometer demasiado. —La amenaza es seria, Sevika. Más de lo que he podido decirle al Consejo. Además de lo que ya te conté, hay un individuo peligroso involucrado. Un asesino. No sabemos exactamente su vínculo con la operación, pero es extremadamente letal. Sevika arqueó una ceja, sorprendida e intrigada. —¿Un asesino? ¿Alguien conocido? —Aún estoy investigando. —Respondió Caitlyn evasivamente, bajando ligeramente la voz. Un escalofrío le recorrió la espalda al recordar la fría precisión con la que Jhin la había apuntado, la sensación de vulnerabilidad absoluta ante un enemigo que se desplazaba entre sombras. —Prefiero no dar nombres hasta estar completamente segura. Pero confía en mí, no podemos permitirnos subestimar esta amenaza. Sevika asintió lentamente, entendiendo que la comandante estaba compartiendo lo justo y necesario. —Está bien. Mantendré los ojos abiertos en Zaun. Avísame si necesitas algo más. Con un último gesto de reconocimiento, Sevika se dio la vuelta y se marchó con pasos firmes. Caitlyn caminó de regreso a su oficina en el cuartel de ejecutores, con una sensación de pesadez sobre sus hombros. A medida que avanzaba por los corredores del edificio, sentía las miradas curiosas de algunos empleados y oficiales, probablemente ya enterados parcialmente del enfrentamiento que acababa de tener lugar en la sala del consejo. Ignorándolas, entró a su despacho y cerró la puerta tras de sí con más fuerza de la necesaria. Apoyó las palmas sobre el escritorio, respirando lentamente para calmar la frustración que aún bullía en su interior. Las palabras de Lord Gerold todavía resonaban con fuerza en su cabeza, golpeándola más fuerte de lo que hubiera querido admitir. Sentía una mezcla amarga de rabia, impotencia y preocupación, sabiendo que ahora tendría que proteger no solo a la ciudad, sino también defender su propia vida personal de intrusiones y sospechas constantes. Sabía que, aunque había defendido su integridad frente al consejo, la semilla de la duda ya había sido sembrada. Con un movimiento brusco de frustración, barrió todo lo que había sobre el escritorio. Los documentos y objetos volaron al suelo con estrépito. Su respiración se agitó por un instante, sintiendo el corazón acelerado, no solo por la rabia contenida, sino también por una angustia profunda que no podía permitirse mostrar ante nadie más. Un suave golpe en la puerta interrumpió su frustración. Caitlyn alzó la mirada sorprendida, pero la tensión en sus hombros disminuyó ligeramente al reconocer la figura familiar y reconfortante de Vi entrando lentamente en la habitación. —¿Mal momento, pastelito? —Preguntó Vi con cautela, entrando en la oficina y cerrando suavemente la puerta tras ella. Caitlyn suspiró profundamente, rodeo su escritorio y se dejó caer en su silla con evidente cansancio. —No, es un buen momento. —Respondió, indicándole a Vi con un gesto que se sentara frente a ella. —De hecho, estaba pensando justamente en hablar contigo. Vi se sentó lentamente, observándola con atención. Su rostro mostraba preocupación y curiosidad por partes iguales. —¿Algo salió mal en la reunión con esos estirados? —Preguntó Vi con una leve sonrisa, intentando aligerar el ambiente. Caitlyn no pudo evitar esbozar una sonrisa, aunque esta se desvaneció rápidamente. —Podría decirse que no salió exactamente como esperaba. —Admitió con sinceridad. —Pude exponer nuestras preocupaciones sobre la seguridad, especialmente con todo lo relacionado a Noxus y las posibles amenazas externas. Shoola y Sevika apoyaron la necesidad de reforzar las defensas, pero otros miembros, especialmente Lord Gerold, cuestionaron mis motivos... Vi frunció el ceño. —¿Qué quieres decir exactamente con "cuestionaron tus motivos"? Caitlyn hizo una pausa, dudando momentáneamente sobre cómo plantear el tema. —Lord Gerold insinuó abiertamente que mi juicio estaba comprometido debido a mi relación contigo. —Soltó finalmente, mirando directamente a Vi. —Alegó que mi vínculo con una mujer de Zaun, que además fue prisionera en Stillwater, me hace menos objetiva y pone en riesgo a la ciudad. Vi se tensó visiblemente, su mandíbula apretándose con fuerza mientras su mirada adquiría un brillo peligroso. —Ese imbécil... —Susurró entre dientes. —¿Y tú qué le dijiste? —Le aseguré, frente a todo el consejo, que mi integridad y mis decisiones jamás han sido influenciadas por relaciones personales. —Respondió Caitlyn con firmeza. —Dejé en claro que cualquier investigación sobre mi conducta sería bienvenida, ya que no tengo absolutamente nada que ocultar. Vi relajó ligeramente la postura, aunque aún se notaba molesta. —No deberían cuestionarte así, Cait. Has dado todo por esta ciudad y ellos deberían saberlo mejor que nadie. Caitlyn negó suavemente con la cabeza, su expresión tornándose seria nuevamente. —No me sorprende. Sabía que mi relación contigo eventualmente sería un punto de ataque para algunos de ellos, especialmente para alguien como Gerold, que busca cualquier excusa para mantener el statu quo y evitar cambios incómodos. —¿Crees que esto te traerá problemas a largo plazo? —Preguntó Vi, preocupada. —Quizás debamos… Sabiendo las palabras que diría la Zaunita, la comandante la interrumpió. —Posiblemente si tendré problemas más adelante. —Respondió Caitlyn con sinceridad, levantándose lentamente para acercarse a Vi. —Pero no me arrepiento ni un segundo de estar contigo, Vi. Se agachó para colocar una mano con delicadeza sobre la mejilla de Vi, observándola profundamente a los ojos. —Quiero que tengas eso claro. Ellos pueden decir y hacer lo que quieran, pero mi decisión está tomada. Tú eres parte de mi vida. —Susurró con firmeza la mujer de pelo azul, acariciando suavemente con el pulgar la piel de Vi. —Y eso no va a cambiar jamás. Vi se levantó y la observó en silencio por unos segundos, finalmente relajando sus hombros. —Aprecio eso más de lo que crees. Pero no quiero ser la causa de más problemas para ti. Caitlyn dio un pequeño paso adicional hacia Vi, acercándose aún más y tomando suavemente sus manos, entrelazando sus dedos con cariño. —Escúchame bien, Vi. Los únicos responsables de los problemas que enfrenta esta ciudad son aquellos que se niegan a ver la realidad. No tú, ni yo, ni nuestra relación. Seguiremos adelante, sin importar los obstáculos que intenten ponernos. Vi sonrió suavemente, apretando con fuerza las manos de Caitlyn. —Supongo que somos un equipo entonces, Comandante. Caitlyn asintió con determinación. —Siempre lo fuimos, y siempre lo seremos. Vi tomó una profunda bocanada de aire, notando cómo su pecho subía y bajaba lentamente, dejando al descubierto una fragilidad poco habitual en su postura habitualmente firme. Su mirada, habitualmente dura y desafiante, mostraba ahora una fragilidad poco habitual en ella, revelando claramente cuánto significaban para ella esas palabras. Ambas mujeres compartieron un largo silencio lleno de complicidad, reforzando la determinación compartida frente a un futuro incierto. Caitlyn sabía que los días venideros pondrían a prueba su fuerza, su liderazgo y también su vínculo con Vi. Pero en el fondo de su mente, persistía una sombra inquietante, recordándole con fría claridad que la amenaza de Jhin aún estaba ahí, paciente y letal, aguardando el momento justo para atacar.
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