ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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La Última Obra

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La luz del amanecer entraba suavemente por las amplias ventanas de la mansión, bañando cada rincón con tonos cálidos y melancólicos. Caitlyn estaba de pie junto a la ventana de su habitación, observando pensativamente las calles lejanas de Piltover. Una inquietud opresiva se anclaba en su pecho. Desde la ventana, Caitlyn intentaba fingir calma, pero en sus ojos azules titilaba la sombra de algo que no podía ignorar. En la cama detrás de ella, Vi estaba concentrada en colocar correctamente las vendas de sus brazos. La Zaunita notó en silencio la extraña quietud en Caitlyn, esa quietud que solía esconder algo más profundo. Terminó lo que estaba haciendo para luego acercarse lentamente a la comandante. —Hey, pastelito... ¿Todo bien? —Preguntó Vi suavemente, colocando una mano cálida sobre su hombro. Caitlyn respiró hondo antes de girarse hacia Vi. A pesar de su intento de ocultarlo, su mente aún estaba llena de la inquietud que la había acompañado durante toda la noche. Vi, con su mirada aguda, no tardó en notar el cambio, y Caitlyn pudo ver la preocupación reflejada en los ojos de la Zaunita. —Sí, solo... —Se detuvo, eligiendo cuidadosamente sus palabras. —Solo estaba asegurándome de no olvidar nada. Vi frunció ligeramente el ceño, sin creer del todo esa excusa tan simple. Había aprendido a leer los ojos de Caitlyn, esos ojos azules que ahora mostraban una preocupación que iba más allá de la misión en sí. —¿Estás segura?  —Insistió Vi, su voz suave pero firme. Con una delicadeza que solo ella poseía, sostuvo el rostro de Caitlyn entre sus manos, obligándola a mirarla directamente. Sus ojos, profundamente sinceros, reflejaban una preocupación que iba más allá de lo físico. —Sé que no llevamos mucho tiempo juntas, pero has visto lo que soy capaz de hacer. Puedes confiar en mí, lo sabes, ¿verdad? Caitlyn cerró los ojos un instante, como si el peso de la misión la estuviera aplastando. El calor de las manos de Vi sobre su rostro le dio algo de consuelo, pero su mente seguía atormentada por la ansiedad. El caos de la misión la rodeaba, y el miedo a no poder proteger a Vi la estrangulaba. Lo que sentía por ella era más que cariño, era una necesidad de mantenerla a salvo, una promesa no cumplida aún. Pero sabía que no podía controlar todo. Su corazón latió con fuerza, como si temiera perderla. En su voz, una vulnerabilidad que nunca mostraba: —Lo sé... Pero ahora mismo, solo necesito que estés preparada, Vi. No quiero que nada te pase. Si algo sale mal. Vi la miró en silencio, como si comprendiera todo lo que no se decía. Tomó las manos de Caitlyn, sin prisa, pero con un toque tan suave que casi parecía un susurro en sí mismo. Luego, sin dejar de mirarla, llevó sus labios a los nudillos de Caitlyn en un beso lleno de promesas, cargado con todo el amor que sentía por ella. Cuando se apartó, sus ojos brillaban con una determinación feroz, pero también con la ternura de alguien que no teme mostrar su devoción. —Estoy lista. Siempre lo estaré. Especialmente cuando estás conmigo. No importa lo que pase, lo enfrentaremos juntas. Caitlyn asintió lentamente, su mente todavía flotando en las palabras de Vi, pero su corazón golpeaba más fuerte a medida que avanzaba hacia su escritorio. Abrió un cajón con manos temblorosas, sacando una caja cuidadosamente envuelta, como si ese simple gesto tuviera el peso de un millón de promesas no dichas. Cada pliegue del papel, cada detalle, le parecía aún más significativo. Al extender la caja hacia Vi, su voz era apenas un susurro —Esto... esto es para ti. Vi arqueó una ceja, sorprendida por la suavidad del momento, algo inusual viniendo de Caitlyn. Sus dedos temblaron levemente al desenvolver la caja, como si fuera la primera vez que alguien le hacía un regalo tan personal. Con un pequeño suspiro, dejó escapar una suave ironía, pero no pudo ocultar la emoción que se colaba en su voz. — ¿Para mí...? No recuerdo que nadie fuera tan... bueno, tan atento, fuera de mi familia." En cuanto Vi deshizo el papel, los guantes cuidadosamente diseñados fueron revelados. El metal en los nudillos reflejaba la luz de la habitación, mientras el cuero robusto parecía haber sido hecho a medida. Caitlyn la observaba en silencio, como si ese objeto tuviera un significado mucho mayor que su simple función. Vi los miró con una mezcla de sorpresa y escepticismo, como si el gesto fuera inesperado y aún difícil de creer. Caitlyn tragó saliva, su garganta seca, y la pregunta que Vi estaba a punto de hacer quedó flotando en el aire. —Cait... — La voz de Vi tembló un poco, esa vulnerabilidad inesperada alcanzándola sin previo aviso. —¿Por qué? Caitlyn respiró profundo antes de responder, sus ojos llenos de una intensidad que decía más de lo que cualquier palabra pudiera expresar. El gesto de dar los guantes era mucho más que un simple obsequio; era un compromiso, una promesa que no necesitaba ser explicada, pero que Caitlyn no podía dejar de decir —Quería asegurarme de que estuvieras protegida. — Su voz era suave, pero firme, como si esas palabras fueran las más importantes que jamás había dicho. — Porque pase lo que pase, siempre estaré contigo. Vi deslizó los guantes sobre sus manos, con una suavidad que reflejaba tanto asombro como gratitud. Se ajustaban perfectamente, como si siempre hubieran sido suyos. Vi los miró un largo momento, sus ojos ahora más suaves, con una nueva comprensión. No podía creer que alguien tan distante, tan reservada como Caitlyn, pudiera ser capaz de tal generosidad. Sus palabras salieron como un suspiro: —No sabía... que alguien pudiera preocuparse tanto. Gracias. Vi, aunque sonreía por fuera, no pudo evitar la sensación de que había algo más en Caitlyn, algo que no se decía con palabras. Un nudo de preocupación no era lo único que veía en sus ojos. Se acercó, demasiado cerca, hasta que sus respiraciones se mezclaron. El aire entre ellas se volvió pesado con la intensidad del momento, como si ambas supieran que algo más estaba en juego, algo que no podían nombrar. —¿Sabes algo que no me estás diciendo? — Preguntó Vi, su tono suave, pero cargado de una inquietud que ya no podía esconder. Caitlyn vaciló, su respiración se hizo más profunda. Había algo en Vi, en esa cercanía, que la hacía sentir expuesta. La verdad que no quería admitir la llevaba dentro, esa sensación de que, a pesar de todo, no podía protegerla completamente. La angustia la atravesó, y su garganta se cerró por un momento. —Solo sé que necesito que estés segura en caso de que... — Sus palabras se cortaron, y una grieta de vulnerabilidad se asomó en su voz. El dolor de esa idea la estranguló. —En caso de que algo salga mal. Vi negó suavemente con la cabeza, el gesto tranquilo pero firme. Sus ojos fijos en Caitlyn reflejaban una promesa que trascendía las palabras. Con un movimiento lento, casi imperceptible, acercó su rostro al de Caitlyn, eliminando cualquier espacio entre ellas. Su voz, cargada de certeza, era una afirmación silenciosa de todo lo que sentía por ella. —Nada va a salir mal. ¿Sabes por qué? —La suavidad en su tono contrastaba con la intensidad de lo que dijo después.  —Porque si el mundo se pone en mi contra, lo romperé con mis puños antes de dejar que algo te pase, Caitlyn Kiramman. Nada ni nadie va a separarme de ti. Esta será como la misión a la que me arrastraste cuando nos conocimos... Bueno, espero que no nos vuelvan a secuestrar. La sonrisa en el rostro de Vi, aunque ligera, rompió por un momento la tensión que había embargado a Caitlyn. La pequeña broma que hizo sobre el secuestro pasado la hizo reír brevemente, con un suspiro aliviado, pero la gravedad del momento aún colgaba entre ellas. Caitlyn no pudo evitar sonreír, pero la emoción que sentía era mucho más profunda que la simple reacción a la broma. Se acercaron lentamente, como si el tiempo se alargara en la quietud del momento. Los labios de Caitlyn se encontraron con los de Vi en un beso profundo, cargado de promesas no dichas y de la conciencia de que, tal vez, el futuro era incierto. Cada segundo, cada toque, les decía que lo único seguro era este instante, este beso. Se separaron lentamente, y Caitlyn, con un suspiro entrecortado, acarició la mejilla de Vi, como si de alguna manera tratara de grabar el contorno de su rostro en su memoria, como si temiera olvidar la suavidad de su piel. —Pero lo resolvimos, juntas. —Susurró Caitlyn con voz firme, tratando de convencerse a sí misma más que a nadie. —Siempre juntas. —Siempre. —Respondió Vi, afirmación más que promesa, mientras estrechaba a Caitlyn en un abrazo intenso, apretándola contra su pecho. Sus manos, que a menudo eran implacables en combate, ahora eran suaves, protectoras. Vi intentó disipar las dudas de Caitlyn, como si su abrazo pudiera envolverlas a ambas en la certeza de que, al menos por ahora, estaban a salvo. La mente de Vi estaba llena de pensamientos, pero sabía que en ese abrazo no había espacio para más palabras. En ese instante, abrazadas en el silencio cálido de la habitación, ambas comprendieron sin necesidad de hablarlo que, aunque sus palabras parecían simples, cada uno de esos gestos, cada suspiro compartido, estaba impregnado de una conciencia silenciosa: lo que vivían podía ser fugaz. Pero lo que compartían era eterno, inquebrantable. Y aunque el futuro fuera incierto, allí, en ese abrazo, todo lo demás se desvaneció. Unos momentos después, una sirvienta de la mansión tocó suavemente la puerta antes de entrar, con una expresión respetuosa pero algo tensa. Caitlyn la miró brevemente antes de responder. —Señorita Kiramman, llegó el señor Ekko, le está esperando en la entrada. Caitlyn asintió, sintiendo cómo la tensión en su pecho aumentaba. Su mente seguía volviendo a Vi, a su relación, al peligro que acechaba en cada esquina. Tomó un respiro, se armó de valor y dirigió su mirada hacia Vi. —Gracias por informarme. —Dijo, con la voz apenas un susurro. —Es hora de que vamos andando Vi. —Baja tu primero, me cambiaré de ropa y bajo enseguida. Caitlyn asintió, su mano repasando el frío metal de su rifle Hextech antes de tomarlo y salir al recibidor. Su cuerpo estaba en movimiento, pero su mente seguía atrapada en la misma espiral de dudas y temores, dejando atrás la cálida habitación que compartió con Vi en busca de las respuestas que solo el mundo exterior podía ofrecer. Ekko llegó justo después del amanecer, el sol comenzando a iluminar las altas torres de Piltover. Su chaqueta desgastada y su mochila cargada de artilugios reflejaban la esencia misma de Zaun, mientras sus ojos brillaban con determinación. Al cruzar la entrada, buscó a Caitlyn con la mirada, encontrándola en el recibidor con un leve asentimiento. Ella lo recibió con una sonrisa tenue, pero algo en su postura, su distancia, delataba que sus pensamientos estaban lejos de allí. Había algo contenido en ella esa mañana, algo que no lograba dejar atrás. De repente, el sonido de los pasos de Vi rompiendo el silencio hizo que Caitlyn levantara la mirada. Vi apareció en la escalera, con una energía relajada, casi despreocupada, como si no tuviera la menor idea del peso que caía sobre Caitlyn. Sus guanteletes brillaban ligeramente bajo la luz de la mañana, pero la sonrisa que Vi llevaba no era la misma que había visto horas antes. Era un recordatorio de lo imparable que ella era, una que siempre encontraba la forma de mantenerse fuerte. Vi bajó las escaleras con paso firme, el sonido de sus botas resonando en la quietud de la casa. Cuando llegó al pie de la escalera, sus ojos se encontraron con los de Caitlyn, y una sonrisa juguetona se asomó en su rostro. Sin perder tiempo, se acercó a donde Caitlyn estaba, a un paso de donde Ekko ya estaba esperando, con su mochila y su chaqueta desgastada. —¿Qué pasa, comandante? ¿Listos para arrancar? —Dijo Vi, su tono casual, como si no fuera nada más que otra misión común para ella. Su mirada juguetona chocaba con la seriedad de Caitlyn, pero su presencia siempre traía un toque de ligereza al aire denso que rodeaba la habitación. Caitlyn, a pesar de la carga de emociones que llevaba consigo, no pudo evitar dejar escapar una pequeña sonrisa. Vi siempre tenía esa habilidad para suavizar el ambiente, aunque su naturaleza despreocupada no hiciera justicia al peligro que enfrentaban. Ekko, que se encontraba a un lado, observaba con una ligera sonrisa en su rostro. Había algo en la interacción entre Vi y Caitlyn que siempre le resultaba curiosa. Ellos dos, tan diferentes, pero siempre sincronizados. —¿Listos? —Preguntó Caitlyn, recogiendo su chaqueta. Su rifle descansaba en su espalda, como una extensión de ella. —Siempre. —Respondió Vi con esa confianza que la caracterizaba, su tono y sonrisa tan ligeros que, por un segundo, parecía que todo fuera a salir bien. Luego, con una mirada hacia Ekko, añadió: —¿Y tú, pequeño hombre? ¿Nos vas a dejar atrás o vas a estar a la altura? —Vi le lanzó una mirada burlona. Ekko, riendo ligeramente, levantó una mano, restando importancia a la broma, pero la chispa en sus ojos indicaba que no tomaba la situación a la ligera. —No se preocupen. Ya saben que nunca les fallaré. La atmósfera, aunque aún tensa, empezó a despejarse, gracias al ritmo habitual que todos compartían antes de cualquier misión. Las palabras de Vi, siempre en su tono confiado, creaban ese pequeño respiro que necesitaban antes de salir a enfrentar lo desconocido. Caitlyn, aunque agradecida por la ligereza de Vi, no pudo evitar un momento de reflexión. Al mirar a Vi, algo en sus ojos dijo más que cualquier palabra que pudiera decirse. Este momento, tenía mucho más significado del que querían admitir. La misión podía ser solo una tarea más, pero para Caitlyn, el estar con Vi, el saber que la tenía a su lado era más valioso que cualquier objetivo a alcanzar. Caitlyn dio un paso hacia la puerta, y Vi la siguió de cerca, caminando a su lado. Ekko las siguió, aunque con un paso más relajado. Pero en el aire flotaba una tensión que no se disipaba fácilmente, como si cada paso fuera un pequeño recordatorio de lo que estaba en juego. Fue en ese instante cuando Tobias apareció en la entrada, su presencia tranquila y familiar contrastando con la pesada atmósfera que se había formado en la habitación. Sostenía una taza de té aún a medio terminar, mirando a su hija con esa expresión de siempre, una mezcla de cariño y algo de curiosidad. —¿Van a alguna misión especial? —Preguntó, con tono casual, como si fuera un día cualquiera. Caitlyn, aunque la calma de su padre era reconfortante, no pudo evitar que su mirada se tornara más seria. Dio un paso hacia él, sin palabras, y le dio un rápido beso en la mejilla, un gesto breve pero cargado de un afecto profundo que no se expresó verbalmente. La despedida, por breve que fuera, parecía más significativa que cualquier otra. —Una investigación en las afueras de la ciudad. —Respondió con tranquilidad y una sonrisa cálida. —Nada fuera de lo común. Tobias, sin notar la presión que su hija llevaba consigo, asintió con una sonrisa relajada. No vio la forma en que los hombros de Caitlyn se tensaban, ni el leve destello de angustia en su mirada cuando la sostuvo un segundo más de lo habitual, como si quisiera grabar ese momento en su memoria antes de enfrentarse a lo que venía. —Ten cuidado. Caitlyn, con una ligera sonrisa que no llegaba a sus ojos, asintió y dio un paso atrás. Su mirada, un tanto perdida, se quedó en su padre por un segundo más, como si le costara dejarlo atrás. Algo en ella quería quedarse, aunque sabía que no podía. Salió al patio y abrió el auto, ese viejo vehículo restaurado que había sido de su madre. Se sentó al volante, sin decir más, pero en su pecho latía una sensación de despedida que no podía ignorar. Vi subió al asiento del copiloto sin un comentario, y Ekko se acomodó en el asiento trasero, mirando el horizonte con una leve inquietud que no intentaba ocultar. El motor rugió suavemente, un sonido familiar pero inquietante al mismo tiempo, mientras el vehículo comenzó a alejarse de la mansión. Caitlyn mantuvo la vista fija en el camino, pero la sensación de que algo estaba a punto de cambiar la perseguía, como si el futuro les esperara con una incertidumbre que no podían controlar. Los primeros minutos del viaje transcurrieron en silencio. Caitlyn mantenía la mirada fija en la carretera, pero su mente estaba en otro lugar. Observaba cada detalle como si pudiera desaparecer en cualquier momento: el reflejo del sol en las torres, los pájaros cruzando el cielo, la brisa que se colaba por la ventana. Todo era demasiado... vívido. — Aún recuerdo cuando te conocí, Cait. —Dijo Ekko finalmente, rompiendo el silencio con una sonrisa melancólica que de alguna manera transmitía nostalgia y un toque de incomodidad. Caitlyn lo miró por el retrovisor, una ceja levantada, y su expresión cambió un poco, como si estuviera esperando una historia. —¿Te refieres a cuando nos secuestraste, nos cubriste la cabeza y nos ataste a una viga? Vi, que no había estado tan al tanto de su pasado con Ekko, frunció el ceño, confundida. —¿Eso pasó? Ekko soltó una risa corta, como si reviviera el recuerdo con algo de diversión, pero también algo de pesar. —Sí. Fue en Zaun. Tú y Cait se estaban metiendo donde no debían. Habían ido a buscar a Jinx y por eso yo pensaba que eran parte del problema, no la solución. Caitlyn, con un toque de ironía pero una sonrisa sincera, respondió. —Y tú pensaste que esa era la mejor forma de darnos la bienvenida ¿eh? para reencontrarte con tu antigua amiga. Ekko, sin inmutarse, respondió en tono algo serio pero con una ligera sonrisa. —No lo hice por gusto. Creíamos que Vi estaba muerta. Fue impactante ver que estaba viva, pero aún más verla paseando por Zaun como si nada, acompañada de una ejecutora. Caitlyn guardó silencio un momento, su mirada perdida en algún pensamiento. La verdad era que ese encuentro había sido el comienzo de algo, aunque no de la manera más ideal. —No fue la forma ideal para conocernos. —Dijo Caitlyn, pero su tono suavizaba la dureza de la frase. —Pero agradezco que haya pasado. Todo tiene su razón, incluso si en ese momento no lo entendíamos. Vi observaba a ambos en silencio, como si viera por primera vez una parte de su historia que le era ajena. La amnesia que aún la perseguía le impedía recordar ese encuentro, pero podía percibir en el aire la familiaridad entre ellos. No celos, no incomodidad, solo esa sensación de estar entrando en una vida que alguna vez fue suya, pero que ahora solo podía reconstruir a pedazos. —Es raro escucharlos hablar de cosas que no recuerdo. —Dijo finalmente, su voz ligeramente distante. —Es como si estuviera viendo una película que ya protagonicé, pero no recuerdo haberla filmado Ekko la miró por el espejo retrovisor, su tono suavizándose de inmediato, una mezcla de comprensión y apoyo. —No necesitas recordar todo para ser tú misma, Vi. Ya eras una fuerza imparable de la naturaleza antes, y sigues siéndolo ahora. Vi sonrió levemente, una mezcla de gratitud y melancolía cruzando su rostro. —Bueno... —Dijo, su tono ahora más ligero pero cargado de un atisbo de esperanza. —Creo que al menos tendré el placer de crear nuevos recuerdos. Miró a Ekko por el retrovisor y luego apartó la mirada, dirigiéndola hacia Caitlyn con una sonrisa amplia. —Con ambos. Caitlyn, sin apartar los ojos del camino, sonrió también, pero de manera más reservada. —Hoy... más que nunca, quiero que todo salga bien, que todos estemos bien. Que esta historia tenga otro capítulo, no un epílogo. Vi, al escuchar la suavidad de las palabras de Caitlyn, la observó de reojo, notando cómo sus nudillos se tensaban sobre el volante. —¿Eso fue un mal presentimiento, comandante? —Bromeó, intentando aliviar la tensión, pero aún había un leve tono de seriedad bajo su sonrisa. —Digamos que solo quiero asegurarme de que, si esto fuera un libro, no dejemos ninguna página sin leer. Ekko, entrecerrando los ojos y tomando la broma con algo de sorpresa, respondió. —Eso fue poético... y algo oscuro para alguien como tú. Caitlyn soltó una pequeña risa, aunque de inmediato la seriedad volvió a su rostro. —Solo me aseguro de que los dos no se confíen, ninguna misión es tan sencilla como parece. Ekko y Vi se miraron por el retrovisor, compartiendo una mirada que reflejaba la comprensión de las palabras de Caitlyn. Aunque la broma había suavizado la atmósfera, todos sabían que la misión que les esperaba podía no ser tan fácil como esperaban. Un ligero asentimiento de ambos lo confirmaba. El vehículo avanzaba ahora por un camino menos transitado. La ciudad iba quedando atrás, y el aire comenzaba a oler distinto. La calma antes de la tormenta se instaló con fuerza en el ambiente. Cada risa, cada historia compartida en ese trayecto, se sentía cargada de un peso invisible. Como si todos, en el fondo, supieran que ese viaje podía no tener regreso. Y, aun así, nadie retrocedió. La misión los esperaba. Y el destino, silencioso, ya empezaba a escribir las páginas siguientes. El vehículo se detuvo con suavidad sobre el borde de un sendero de tierra, oculto entre la maleza densa, rodeado por un espeso silencio que parecía absorber cada sonido. Caitlyn apagó el motor lentamente, el suave zumbido que se desvaneció en la quietud como un suspiro de la naturaleza misma. La tensión que había ido acumulándose durante el trayecto ahora se sentía como una presión en el aire, un peso casi palpable. Vi bajó del asiento del copiloto con una mirada alerta, sus ojos recorriendo rápidamente el entorno. La sensación de incomodidad le nublaba la mente, pero su cuerpo estaba entrenado para mantenerse en calma. Su mano apretó el guante que Caitlyn le había dado esa mañana, como si ese simple gesto fuera un ancla que la conectaba a la realidad. Ekko descendió por el otro lado, lanzando una mirada larga hacia el horizonte, su ceño fruncido reflejando la misma incertidumbre que Caitlyn sentía en su interior. Frente a ellos, solo había un paraje vacío, como si el mundo hubiera sido cuidadosamente borrado. El lugar que Ekko había señalado como el campamento enemigo lucía completamente desierto. No había carpas, ni rastro de movimiento, ni siquiera huellas frescas en el suelo húmedo. Parecía como si nadie hubiera estado allí en semanas. —Esto no puede ser. — Murmuró Ekko, adelantándose unos pasos. Su tono se quebró con una mezcla de frustración y desconcierto. —Estaban aquí, se los juro. La mercancía, los soldados, todo. No lo imaginé. Vi, con su típico tono sarcástico, no pudo evitar soltarse. —Amigo, parece que necesitas lentes, esto parece un maldito desierto. —La burla salió de su boca con una sonrisa irónica, pero incluso en su tono relajado, se percibía la incomodidad de la situación. Caitlyn no dijo nada al principio. Bajó del vehículo con calma, aunque sus pasos eran más lentos de lo habitual, como si cada uno de ellos estuviera marcado por una creciente sensación de desasosiego. Su rifle estaba ya asegurado sobre su hombro, el peso familiar de la arma como un recordatorio de que la amenaza podía estar a la vuelta de la esquina. Se detuvo en seco, su mirada recorriendo el paisaje desolado frente a ella. Algo no encajaba. La escena era demasiado perfecta, demasiado limpia. El tipo de vacío que no se logra por huida, sino por cálculo. Su estómago se contrajo, y un escalofrío recorrió su columna vertebral. "Todo esto está demasiado limpio... demasiado ordenado. No es un campamento evacuado. Es una trampa. Tiene que serlo." El pensamiento surgió en su mente con una certeza que la hizo estremecer, como si el aire a su alrededor se espesara. Su respiración se volvió más profunda, más pesada, y la sensación de que algo acechaba en la penumbra de su mente se volvió incontrolable. "¿Y si esta es la última vez que la veo?" El pensamiento se desvió rápidamente hacia Vi, y aunque intentó mantener la compostura, un sentimiento de pánico se apoderó de ella por un segundo. No podía dejar que eso sucediera. Caitlyn tomó una bocanada de aire, forzando su mente a centrarse, a mantener el control. Con un gesto controlado, se dirigió al maletero y sacó tres chalecos antibalas. El sonido metálico al abrirlo resonó en el aire, un ruido que parecía demasiado fuerte para lo que debía ser un momento silencioso. —Pónganselos. —Dijo, su voz firme pero con un tono bajo que reflejaba la gravedad de la situación.. — Es por si pasa algo. Vi frunció el ceño, mirando a Caitlyn con una ligera sorpresa, pero no discutió. Tomó el chaleco con rapidez y lo ajustó con manos ágiles, sus ojos aun escaneando el vacío alrededor. Ekko la imitó en silencio, con la misma expresión de incertidumbre flotando sobre él. Caitlyn, sin apartar los ojos del claro frente a ellos, se colocó su chaleco, cada movimiento medido, como si estuviera preparándose para lo inevitable. —¿Crees que supieron que vendríamos y escaparon? —Preguntó Vi, rompiendo el silencio. Caitlyn no respondió de inmediato. Caminó hasta uno de los árboles cercanos y se agachó, pasando la mano por el suelo. Tierra removida, marcas apenas visibles bajo el follaje... pero no había dirección clara, solo un caos ordenado, como si alguien hubiera estado allí, pero luego había dado la vuelta, borrando todo rastro. —No lo sé. Pero esto no es una simple evacuación. Esto fue... meticulosamente limpiado. Ekko se acercó a su lado, su expresión aun escudriñando el entorno, buscando respuestas en la misma tierra que Caitlyn estaba inspeccionando. —¿Crees que alguien nos delató? Caitlyn entrecerró los ojos. —Es una posibilidad. Pero también es posible que supieran que vendríamos antes de que lo supiéramos nosotros. El viento sopló entre los árboles, suave pero cargado de una tensión palpable. Un crujido lejano de una rama seca se escuchó a lo lejos. Un escalofrío recorrió la espalda de Caitlyn. Todo en su cuerpo gritaba que estaban siendo observados. Instintivamente, llevó una mano al rifle, como si el contacto con su arma le diera algo de control sobre la creciente ansiedad que la consumía. —Al suelo. ¡Ahora! Un disparo seco rompió el aire, el sonido de la bala cortando el viento como un latigazo, desgarrando el silencio del paisaje. Caitlyn apenas reaccionó a tiempo, saltando hacia un lado, el suelo temblando bajo sus pies con la fuerza del impacto. El polvo se alzó en una nube espesa, arrastrándose hacia ella, invadiendo sus pulmones y dejándole un sabor metálico en la boca. El calor de la explosión la alcanzó, su piel ardiendo al contacto con el aire caliente, mientras su corazón latía frenéticamente, acelerado por la adrenalina. Sus manos, cubiertas por los guantes, se aferraron al rifle con la tensión de un alambre estirado, el metal frío en sus dedos contrastando con la furia creciente dentro de ella. —¡Cúbranse! —Gritó Caitlyn, mientras se lanzaba detrás de una formación rocosa, el cuerpo moviéndose por pura reacción. Vi y Ekko rodaron en direcciones opuestas. Vi, con su agilidad característica, se desplomó hacia el suelo, tomando posición rápidamente. Ekko, con su mirada alerta, se deslizaba por el terreno, su cuerpo como una sombra, moviéndose rápido y silencioso. Caitlyn alzó la vista, su respiración agitada, su pulso acelerado, y entonces lo vio. Sobre una colina, recortado contra el cielo, se alzaba un hombre con una máscara de teatro. Jhin. Su figura elegante y pálida parecía más un espectro que un hombre. Su capa ondeaba, casi como parte de una sinfonía mortal que él mismo estaba componiendo. No llevaba su largo rifle de francotirador; en su lugar, empuñaba un arma más compacta, pero no menos mortal. Jhin no disparó de inmediato. Bajó ligeramente el arma, observándolos con una calma inquietante, como si estuviera evaluando a sus presas, observando su obra en su fase final. Luego, inclinó ligeramente la cabeza, su voz reverberando con un tono teatral que erizaba la piel de cualquiera que la escuchara.. — Oh, comandante... —Dijo, su tono cargado de alegría macabra. —Llegó justo a tiempo para el acto final. ¿No es encantador cuando el arte y la sangre se encuentran en perfecta armonía? Esta será... mi obra maestra. Vi, alzando la vista y reconociendo al enemigo, entrecerró los ojos. —Ese es Jhin, ¿verdad? Caitlyn asintió, su mirada fija en la figura de Jhin, pero sus palabras fueron cortantes, con una determinación fría. —Sí. Y esta vez no lo dejaremos escapar. Ekko, preparado con una bomba de humo, ya estaba avanzando con una rapidez letal. Vi, con los puños cerrados, sintió el crujido de los guantes bajo la presión de su rabia contenida. Caitlyn alzó el rifle, su pulso estable, la mente en alerta máxima. Cada fibra de su ser estaba enfocada en lo que vendría a continuación. Ya no había vuelta atrás. El silencio que precedió al siguiente disparo parecía eterno. Pero, de repente, la calma se rompió con el sonido ensordecedor de otra bala. Caitlyn apenas logró apartarse a tiempo, el proyectil silbando junto a su rostro, haciendo que su piel se erizara. La tensión se rompió y, con ella, se desató el caos. —¡Tenemos que separarnos! —Gritó Caitlyn, moviéndose con rapidez hacia una formación rocosa cercana para cubrirse.  —Cúbranme mientras pido refuerzos. Vi ya estaba en movimiento. Con los guantes bien ajustados, se impulsó hacia adelante con un rugido, la rabia en sus ojos tan intensa como el fuego que ardía en su pecho. Cada músculo de su cuerpo estaba en acción, y el mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Ekko, más ágil, tomó una ruta lateral, deslizándose entre los restos del terreno, como una sombra, sus bombas de interferencia listas para usarse. Jhin, de pie sobre una roca, giró sobre sí mismo con una gracia que rayaba en lo macabro. El sonido de su arma, un chasquido seco, cortaba el aire. Cada disparo parecía calculado, meticulosamente coreografiado, como una sinfonía mortal. Las balas zumbaban alrededor de ellos, la distancia entre la vida y la muerte reduciéndose con cada disparo. El viento levantaba polvo del suelo, arrastrando el olor metálico de la pólvora hasta las narices de Caitlyn. El calor de la batalla se hacía palpable en su piel, el sudor corriendo por su frente mientras sus ojos se mantenían fijos en Jhin, esperando el siguiente movimiento. —No corran. —Dijo con voz melódica, cargada de gozo oscuro. —Tenemos tiempo para hacer algo digno de esta obra de teatro. Vi, con la rapidez de un felino, se lanzó hacia Jhin con furia incontrolable, pero al mismo tiempo, el riesgo de su movimiento se hizo evidente cuando Ekko gritó. —¡Cuidado, derecha! Vi sintió el silbido de la bala pasar tan cerca que pudo oler la pólvora quemada en el aire. Con un rugido, se impulsó hacia adelante, su cuerpo saltando en un movimiento fluido y lleno de furia. Los guantes crujieron bajo la presión mientras lanzaba el golpe, sintiendo la tensión en sus músculos. El impacto fue casi perfecto, pero Jhin se movió como una sombra, esquivando el puñetazo con un deslizamiento tan preciso que su rostro parecía desafiar la gravedad misma. Caitlyn rápidamente tomó su radio y solicitó refuerzo. —Steb, ¿Me copias? —Si, Comandante. ¿Qué sucede? Caitlyn no pudo evitar la tensión en su voz mientras lo decía. —Nos emboscaron, el lugar al que iríamos era una trampa, envía refuerzos al norte de la ciudad, exactamente en... Un impacto atravesó la radio de Caitlyn, destruyéndola en el aire, el sonido de la explosión resonando. Caitlyn miró en dirección a Jhin, que ahora tenía la pistola dirigida directamente hacia ella. —Comandante, no necesitamos más personas en este lugar, este espectáculo es solo para nosotros. Caitlyn, con la rabia invadiéndola, comenzó a disparar, apuntando al centro del pecho de Jhin, pero el asesino se dejó caer con una voltereta, rodando fuera de su alcance. —¿Sabes, comandante? —Musitó Jhin mientras disparaba hacia ella sin mirar. —Siempre quise retratar una historia de amor. Qué trágico sería que tu cuerpo se desangrara frente a sus ojos. —¡No vas a tocarla! —Rugió Vi, y por primera vez, su voz no era solo furia; era desesperación. Vi, sin dudar, reaccionó antes que su mente pudiera procesarlo. No había espacio para dudas, solo para acción. Pero, en el fondo, algo siempre se detenía, un momento de reflexión que la invadía: si algo le pasaba a Caitlyn... ¿qué quedaría de su lucha? Ekko, reaccionando con rapidez, lanzó una bomba eléctrica. El zumbido de la energía alteró los sentidos de todos por un momento. —¡Ahora! ¡Vi, flanco izquierdo! —Ordenó Caitlyn, su voz cortante, como un látigo, mientras su cuerpo ya se movía instintivamente hacia el siguiente paso. El terreno tembló con cada movimiento. Jhin lanzaba disparos meticulosamente calculados, mortales, mientras giraba con una gracia inquietante, como si cada acción fuera parte de una coreografía macabra. Vi, casi como una sombra, le siguió el ritmo, esquivando cada bala con movimientos rápidos y caóticos, su cuerpo lleno de furia incontrolable. El polvo se levantaba del suelo con cada paso, mientras los destellos de las balas iluminaban la escena como rayos de luz. Los rostros de los combatientes, reflejando tensión y determinación, estaban marcados por la crudeza del enfrentamiento. Los ojos de Caitlyn brillaban con concentración, la mente afilada como una hoja, cada paso calculado, su respiración controlada a pesar de la amenaza palpable. Ekko, desde arriba, apareció colgando de una cuerda improvisada. Con rapidez, lanzó una bomba cegadora hacia el centro de la formación enemiga. La sinfonía del caos estaba alcanzando su clímax, y todos lo sentían. Vi cerró los puños con una fuerza casi feroz, su rabia transformada en algo más controlado, más preciso. Se deslizó bajo un disparo que rozó su cabello y, con un rugido gutural, impulsó su cuerpo hacia arriba. Con una velocidad brutal, conectó un uppercut en el mentón de Jhin, que trastabilló hacia atrás. —¿No era esto lo que querías, artista? —Espeto Vi, su sonrisa torcida, llena de furia, pero también de satisfacción por ver a Jhin tambalear. Jhin no perdió su compostura. Con un brillo aún más intenso en sus ojos, Jhin gritó con un entusiasmo macabro. —Luchen con todo lo que tienen, esto se está poniendo interesante. —la diversión en su voz era palpable. —La violencia es el verdadero arte, ¿no lo ves? Cada caída es una curva perfecta en el lienzo del caos. —¡Vi, flanco derecho! —Gritó Caitlyn, y Vi asintió, jadeante pero lista, mientras se posicionaba con destreza, alineándose con el ataque de Ekko. El movimiento fue una sincronía perfecta. Caitlyn, con su rifle alzado, disparó con precisión quirúrgica, obligando a Jhin a retroceder, a cambiar de posición. En el preciso momento, Vi alcanzó a conectar un golpe que hizo que Jhin cayera de espaldas. —¡Cait, ahora! —Gritó Ekko. Caitlyn, con el pulso estabilizado, apuntó, contuvo la respiración... pero antes de poder disparar, Jhin ya estaba de pie. En un movimiento sutil, sacó un dispositivo de su cinturón y lo envió directamente hacia Ekko. El aparato explotó antes de llegar a tocar su cuerpo. Ekko fue lanzado por el aire, rodando por el monte varios metros y golpeándose la cabeza contra una piedra. Caitlyn giró rápidamente, su corazón se detuvo al ver el cuerpo inerte de Ekko. —¡Ekko! —Gritó Caitlyn, y su voz se quebró. Ese segundo de pánico, esa fracción de tiempo, fue todo lo que Jhin necesitaba. El sonido seco del disparo cortó el aire, y Caitlyn sintió el impacto antes de comprender lo que sucedía. Un dolor abrasador se apoderó de su pecho, su mente se nubló por completo. El proyectil perforó su carne, su cuerpo se tensó y luego se desplomó, el rifle cayendo al suelo con un ruido sordo. La escena se desaceleró para Vi, sus ojos se agrandaron, viendo a Caitlyn caer como una muñeca de trapo, la sangre ya comenzando a manchar la tierra a su alrededor. —No, no, no... —Su mirada perdida no daba crédito a lo que estaba viendo. Primero sintió el ardor, luego el silencio. El mundo se volvió distante, un eco lejano. Caitlyn no escuchó el disparo; lo sintió. La agonía que atravesó su pecho fue lo último que alcanzó a experimentar antes de perder el control de su cuerpo. Mientras su mente se desvanecía en la niebla, un pensamiento recorría su mente con desesperación: "No puedo... no puedo dejarla." Las manos de Caitlyn temblaban mientras buscaban aferrarse a algo, pero el mundo ya se desmoronaba a su alrededor. Con una lágrima deslizándose por su mejilla, pensó, casi sin consciencia de ella misma: "Lo siento… Lo siento tanto..." —¡CAITLYN! —Rugió Vi, su voz una mezcla de terror y furia, ardiendo en su garganta. Vi ya no pensaba, solo actuaba, moviéndose hacia Caitlyn con la desesperación dominando su cuerpo. Su corazón latía con una velocidad inhumana, y la imagen de Caitlyn cayendo ante sus ojos la inundó de un dolor tan profundo que parecía que la tierra misma se abría bajo sus pies. Jhin, observando con una frialdad calculada, se acercó a Caitlyn, admirando su caída con la misma atención de un artista ante su obra incompleta. —La tragedia... —Dijo Jhin para sí mismo mientras ajustaba su arma, su voz suave como una caricia macabra. —Es la forma más pura de belleza. Vi corrió hacia ella, sin pensar ni planear, solo movida por un torrente de pánico y rabia. Su corazón latía como un tambor en su pecho, y la imagen de Caitlyn cayendo en cámara lenta ante sus ojos la inundó con un dolor agudo, como si la tierra misma se abriera bajo sus pies. Sus piernas parecían moverse en cámara lenta, su cuerpo reaccionando antes que su mente, como si no pudiera aceptar lo que estaba sucediendo. 'No, no, no...' Pensó, pero las palabras no llegaron a sus labios. Lo único que quedaba era la desesperación." Pero Jhin la interceptó con un golpe brutal en la mandíbula, y Vi sintió el impacto como si un rayo la atravesara. Tropezó hacia atrás, el dolor explotando en su rostro, pero antes de poder reaccionar, él la alcanzó con un disparo directo al muslo derecho. El dolor fue inmediato, insoportable. Su pierna cedió y cayó de rodillas. Una ola de impotencia la invadió, mezclada con furia ciega. “No voy a caer... no ahora...” Pensó, pero su cuerpo le fallaba. No podía ni levantarse. —¡Levántate! —Se dijo entre dientes en un esfuerzo por ir a ayudar a Cait. —¡Levántate, maldita sea! —¿Lo ves? —Dijo Jhin mientras se inclinaba cerca de Vi, como si contemplara una escultura rota. —Esta es la verdadera belleza del dolor... una perfección que no puede ser ignorada. Vi, entre sollozos, apenas podía mantener la vista fija. Las lágrimas caían sin control, pero la rabia la mantenía en pie, aferrándose a la última chispa de esperanza. — No voy a dejar que todo esto termine aquí. Jhin sonrió con placer, disfrutando del espectáculo que había creado, como si fuera un director de orquesta presenciando su obra llegar a su clímax. Cada disparo, cada caída, se sentía como una obra maestra ganando forma. Se acercó a Caitlyn, admirando su caída con la mirada de un artista complacido por su trabajo. —La perfección nunca es limpia...—Susurró, su voz suave y contemplativa. —Es cruda, impredecible... y eso es lo que hace que cada detalle sea sublime. Gracias por participar. Se levantó con una sonrisa satisfecha, caminando con la confianza de quien ha creado su obra maestra. Se desvaneció en la distancia, dejando atrás un campo de batalla convertido en su lienzo. Jhin había sellado su obra maestra, dejando tres figuras inmóviles en el suelo, atrapadas en el lienzo sangriento de su arte final. La tragedia resonaba en cada rincón de ese escenario macabro.
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