La que fui, la que soy
11 de septiembre de 2025, 14:03
La oscuridad la devoraba, húmeda y palpitante, como si el mundo entero respirara en su contra. Vi intentó moverse, pero sus extremidades parecían ancladas en un vacío sin fin. Un eco distante resonaba en su mente, una mezcla de voces y sonidos indistinguibles que la arrastraban hacia lo desconocido.
De repente, una luz tenue perforó la negrura, revelando contornos borrosos que lentamente tomaron forma. Vi se encontró en un pasillo angosto y lúgubre, donde las paredes de piedra, frías y húmedas, se cerraban a su alrededor. El aire pesado de moho y sudor la envolvía, y cada paso resonaba en el silencio de la prisión como un susurro del pasado.
Frente a ella, una celda sumida en sombras, sin ningún eco de luz. Dentro, una figura femenina daba golpes contra la pared. Vi dio un paso adelante, pero se detuvo en seco al ver a otra mujer de pie frente a la reja: Caitlyn.
Pero algo era diferente. Caitlyn lucía más joven, su cabello liso y suelto, diferente a la cola de caballo con la que la había conocido, y su expresión dura de desconfianza. Vi observó con atención, sintiendo una extraña desconexión, como si fuera una espectadora invisible de una escena ya vivida.
La Caitlyn que estaba frente a ella habló, su voz era firme y tenía una mirada agresiva.
—Revise tu archivo. No hay registro de ti o de tus crímenes. ¿Por qué estás aquí?
La figura de la celda caminaba de un lado a otro y cuando pasó por una tenue luz que ingresó por entre los barrotes, se reveló un rostro familiar, una versión más joven de sí misma, con el cabello corto, una mirada llena de desconfianza y rabia contenida. Un escalofrío recorrió a Vi al reconocer su propio reflejo.
—Por mi gran personalidad. —Espetó la Vi joven, su voz ronca por la falta de uso.
—Atacaste a un preso. ¿Por qué?
—¿Por qué no?
—Era testigo en una investigación en curso.
—Ah... que mal.
Vi, ahora simplemente una observadora, sintió cómo el peso de la desconfianza del pasado la atravesaba como una aguja afilada. No solo veía su yo del pasado, sino que la intensidad de esos sentimientos la aplastaba de nuevo. Quiso intervenir, advertir a su yo pasado de la importancia de esa alianza, pero sus palabras se ahogaron en el aire pesado de la prisión.
La conversación avanzaba, marcada por una tensión palpable. Caitlyn trataba de tender un puente, pero la Vi encarcelada, con su rabia contenida, levantaba muros más altos que nunca.
—Que pérdida de tiempo. —Dijo Caitlyn mientras se apartaba para irse del lugar.
—No pude decirlo mejor. —Dijo la Vi encarcelada. —Oye dale a Silco un beso en ese lindo ojo ¿Puedes?
Al escuchar su propia voz llena de veneno, Vi sintió una punzada de vergüenza tan fuerte que su pecho se apretó. Aquellas palabras, que alguna vez le habían parecido poderosas, ahora le parecían vacías, como si hubieran salido de una versión de ella misma que ya no existía. Recordaba la rabia que la había consumido, la desesperanza que la había llevado a destruir todo lo bueno a su alrededor.
Caitlyn se detuvo abruptamente, volviendo a caminar hacia la celda y plantándose frente a la mujer encarcelada.
—¿Silco? ¿El industrial?
— Esta bien, ya se volvió aburrido. ¿Puedes mandar a quien sea que me dé una paliza para que pueda seguir con mi noche?
Caitlyn suspiró, pero en lugar de irse, sacó un cuaderno, se acercó más allá de los límites a la celda y lo mostró a Vi.
—¿Esto significa algo para ti?
La Vi encarcelada se tensó al ver el dibujo en el cuaderno de Cait, sus ojos se abrieron con sorpresa y un destello de reconocimiento. Se abalanzó con violencia hacia los barrotes, sorprendiendo a Cait quien dio un paso para atrás con los ojos bien abiertos.
—¿De dónde lo sacaste?
—Mi pregunta primero ¿Trabaja para Silco?
—Todos lo hacen. ¿Cómo es que no lo sabes? ¿En dónde encontraste eso?
—Hubo un ataque. Esta es la evidencia. Necesito pruebas para creer lo que dices sobre Silco.
—Podría conseguirlas, pero no desde aquí.
Cait se ríe y vuelve a hablar.
—¿En qué tipo de mundo confiaría en alguien como tú?
—¿Alguien como yo? Ustedes los vigilantes son iguales, unos malditos criminales con uniformes elegantes, ¿Sabes qué? Encuentra a Silco por tu cuenta.
—Eso haré, gracias.
Cait camina alejándose.
—El distrito suburbano te comerá viva.
Antes de que pudiera ver más, la escena comenzó a desvanecerse, las sombras reclamando el espacio una vez más.
Vi, como observadora, intentó aferrarse a la imagen, pero la oscuridad la arrastró de nuevo, como un río desbordado. Las sombras tomaron el control y el pasado volvió a engullirla, como un eco lejano que se desvanecía de nuevo. Sin embargo, una sensación persistía en su pecho: la comprensión de que ese encuentro había sido el primer paso hacia una alianza que cambiaría su vida para siempre.
La oscuridad empezó a desvanecerse de nuevo, y la Zaunita emergió de entre las sombras, su conciencia flotando entre imágenes borrosas y sonidos que comenzaban a cobrar forma.
El aire estaba cargado de incienso barato y perfume dulce, una mezcla pesada que se metía en la piel. La música baja, sensual y monótona, vibraba en el pecho, como una llamada al caos. Las luces cálidas y rojizas revelaban cortinas gruesas de terciopelo, pisos desgastados y figuras moviéndose entre habitaciones privadas.
—Este lugar... —Murmuró la Vi real, reconociendo de inmediato el burdel en los suburbios de Zaun. —Esto fue... antes.
Frente a ella, dos figuras entraban al lugar caminando por el pasillo: una Caitlyn visiblemente incómoda y una Vi más joven, con el cabello corto, una chaqueta roja y una sonrisa desafiante en el rostro. Iban juntas, y, sin embargo, parecían caminar mundos distintos.
—El único lugar donde cuentan todos los secretos. —Dijo la Vi joven.
La Vi real se quedó inmóvil, mirando cómo su yo del pasado hablaba con una confianza que parecía ajena. Esa escena, que había permanecido olvidada en lo más profundo de su mente, ahora regresaba con fuerza.
—¿Que idea tienes para que logremos hacer esto? —Preguntó Caitlyn a la otra mujer.
—Que piensen que trabajas aquí. —Dijo Vi joven girando su espalda para mirar a Cait.
—¿Disculpa? No haré eso. —Comentó Caitlyn molesta por lo que la mujer Zaunita había sugerido.
La Vi real esbozó una sonrisa nostálgica, casi divertida. Recordaba lo incómoda que estaba Cait en ese momento. Lo claro que era que ese mundo le resultaba extraño... y lo mucho que ella disfrutó provocarla.
—¿Sabes cuál es tu problema? —Se comenzó a acercar la Vi joven a Caitlyn.
—Ni idea. Dímelo.
—Esperas que todo el mundo te dé lo que quieres. Si en verdad quieres que la gente hable contigo, debes hacerles creer que les darás lo que ellos más quieren.
—¿Y qué es lo que yo ofrezco? —Le preguntó Caitlyn con curiosidad.
La Vi joven la rodeo y escaneó con descaro de pies a cabeza, deteniéndose un segundo en cada curva. Luego sonrió con picardía y se acercó al rostro de Caitlyn.
—Eres ardiente, bombón.
La Vi real soltó una risa suave, tocándose la cabeza como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
—¿De verdad dije eso así? —Suspiró, entre divertida y avergonzada. —Qué descarada eras, Vi. Aunque... creo que funcionó.
Caitlyn retrocedió hasta chocar suavemente con la pared. Vi, la del recuerdo, puso su brazo contra la pared junto a su rostro, acorralándola.
—Entonces, ¿Qué será? ¿Hombre o mujer?
La Caitlyn del recuerdo quedó perpleja. Su mirada iba de Vi a los pasillos, buscando una respuesta que claramente no tenía.
La Vi real se cruzó de brazos, observando con una mezcla de nostalgia y claridad, como si viera el origen de todo lo que vendría después.
—No te lo esperabas... y yo tampoco me esperaba encontrarme a alguien como tú. —Dijo en voz baja, sabiendo que Cait no podía oírla. —Ni que esa noche fuera una de las primeras veces en que sentí que podía confiar de verdad.
En ese momento, un hombre con máscara pasó junto a ellas. La Vi del recuerdo lo tomó del brazo con naturalidad.
—Hola, soy Pim. ¿Cómo te llamas?
—Matilda. Pero tú puedes llamarla como se te pegue la gana. —Sonrió la Vi joven mirando a Caitlyn.
—Sí, Matilda. Mis padres me llamaron Matilda por mi bisabuela Matilda...
La Vi real rio entre dientes mientras se alejaba por el pasillo.
—Y ahí estabas tú, intentando mantener la dignidad con esa historia absurda. Qué ternura me diste en ese momento, Cait...
La Vi joven se alejó por el pasillo entrando a un cuarto dejando a Caitlyn atrás en esa incómoda situación. La Vi real la siguió, como una sombra atrapada en su propia memoria.
Al traspasar la habitación, volvieron al mismo pastillo y la Vi joven se detuvo a mitad de camino a la salida. A través de una cortina entreabierta, vio a Caitlyn hablando con una de las chicas del burdel. Cait estaba relajada, sonriendo, hablando con soltura, casi coqueteando. Vi la observó con interés y sonrió.
La Vi real, de pie junto a su yo más joven, también sonrió, pero con algo más profundo en su mirada. Esa sonrisa no era solo divertida, era reveladora.
—Fue ahí. —Susurró. —Fue ahí donde supe que te gustaban las mujeres. Y donde yo empecé a darme cuenta... de lo especial que eras.
La escena se volvió más borrosa. Las luces comenzaron a desvanecerse, los sonidos se apagaron como si alguien hubiera bajado el volumen del mundo.
La Vi real quiso aferrarse a aquella imagen de Caitlyn sonriendo. Pero no la alcanzó.
Todo se volvió oscuro otra vez.
—No te vayas aún... —Susurró Vi en la penumbra. —No te vayas otra vez...
El mundo volvió a iluminarse lentamente, como si alguien encendiera una luz tras una larga oscuridad. Vi parpadeó confundida mientras las sombras tomaban forma y los contornos de un nuevo escenario se definían. Esta vez no estaba sola en la penumbra: el entorno era reconocible, áspero y húmedo, con un aire denso que olía a óxido y desesperación.
Estaba en los túneles de Zaun.
A unos pasos frente a ella, Caitlyn y su versión más joven se apoyaban en las paredes opuestas del túnel, sus palabras tensas, cargadas de una realidad que aún Vi no comprendía del todo.
La Vi real dio un paso adelante, pero como en los recuerdos anteriores, su cuerpo no generaba impacto en el mundo que la rodeaba. Era invisible, incorpórea. Solo una espectadora de sí misma.
—Creo que deberíamos dejar ir a los demás. —Dijo la Vi del recuerdo con el tono grave, la voz quebrada entre determinación y cansancio. —Escucha, si ese idiota dijo la verdad, Jinx tendrá sorpresas guardadas para nosotros.
Caitlyn, mucho más endurecida que en los recuerdos previos, le respondió con frialdad.
—Más razones para llevar respaldo.
Vi real frunció el ceño. La expresión de Caitlyn no era la que solía ver en su memoria. Era más áspera, su mirada más fría. Aun así, seguía habiendo un brillo de dolor y vulnerabilidad oculto en sus ojos. Un dolor que Vi ahora recordaba: la muerte de su madre.
—Ella olerá lo nerviosos que están a kilómetros. Lo usará en su contra. —Continuó su yo más joven mirando hacia Caitlyn. —Dime si no es cierto.
La comandante de Piltover no respondió de inmediato. Bajó la mirada por un segundo, como conteniendo emociones que amenazaban con quebrarla.
—No puedo permitir que escape otra vez. ¿Estás segura de poder...?
—Mi hermana ya no está. —La interrumpió Vi joven con la voz cargada de una dureza que incluso la Vi real sentía ajena. —Solo queda Jinx ahora. Esto se tiene que detener.
Un estremecimiento recorrió su cuerpo, como si el peso de lo que había sido la arrastrara de nuevo. La Vi del recuerdo que vivió esos momentos ya no existía, pero aún podía sentir sus cicatrices.
—Eso no es cierto... —Dijo en voz baja la Vi real. —Ella seguía allí... en algún rincón, seguía siendo Powder.
—Lamento mucho lo de tu madre, —Continuó la Vi del recuerdo con evidente tristeza. — Lamento no poder revivirla, pero por favor, solo... Todos en mi vida han cambiado. Prométeme que tú no cambiarás.
La Vi real sintió el peso de aquellas palabras en el pecho. Nunca había comprendido del todo cuánto le pedía realmente a Caitlyn en ese momento: no solo que fuera su ancla, sino su única certeza.
Entonces, Caitlyn se acercó. La Vi real contuvo el aliento como si el recuerdo la tocara a ella directamente. Sin previo aviso, alzó la mano y la apoyó sobre la mejilla de Vi. Fue un gesto inesperado, íntimo, cargado de una ternura desesperada. Sus ojos se clavaron en los suyos, como buscando algo que perdurara más allá del caos que las rodeaba. Se inclino suavemente y con unos segundos de duda ante el acercamiento, rozó sus labios en un beso lento y lleno de una ternura desesperada.
La Comandante separó sus labios de la Zaunita y la miró fijamente antes de decir alguna palabra.
—No lo haré. —Le dijo Cait con confianza.
La Vi real se llevó una mano al pecho, sintiendo cómo una ola de claridad la inundaba. Era la primera vez que sentía todo tan intensamente: el calor del beso, la suavidad del tacto, la conexión profunda. Fue como si su cuerpo respondiera desde dentro, como si su corazón se aferrara a esa imagen con todas sus fuerzas.
Entonces, el recuerdo se quebró.
Como si un viento violento lo barriera todo, el beso desapareció, y en su lugar surgió fuego, gritos y violencia. Estaban en el enfrentamiento contra Jinx y Sevika. La batalla. La Vi real intentó avanzar, ayudar, detener el derramamiento de sangre... pero no podía. Solo podía mirar.
Su yo del pasado se lanzaba al combate con Jinx, mientras Caitlyn estaba batallando contra Sevika. La batalla se desarrollaba como un ballet de furia y desesperación. Golpes, disparos, gritos. El rostro de Jinx desfigurado por la rabia. El brazo metálico de Sevika brillando con cada embate. El caos era total.
La Vi real apretó los dientes, la rabia nublando sus pensamientos. No entendió entonces lo cerca que estuvo de perderla ante Sevika. La furia del combate la había cegado, pero ahora, al revivir la escena, sentía el terror de haber estado a punto de perder a Caitlyn para siempre.
Entre los recuerdos de la batalla, nuevamente todo se oscureció y apareció ante otro recuerdo. Había acabado la batalla y los cuerpos de ambas yacían exhaustos en el suelo en otro lugar, aparentemente fuera del sitio donde se había desarrollado la pelea.
Caitlyn se levantó, tambaleante. En su mirada ya no había ternura. Solo rabia contenida y corrió hasta la salida por donde habían sido expulsadas. Golpeó una roca con la parte trasera de su rifle, frustrada.
Vi real reconoció esta escena. Sabía lo que venía. Y, aun así, su cuerpo tembló al ver la siguiente secuencia.
—Cait... —Murmuró Vi del recuerdo, todavía de rodillas, pero levantándose para ir con la otra mujer.
Caitlyn no la miró al principio mientras seguía tratando de quitar las rocas de la salida. Luego se detuvo, furiosa y sin ver a Vi le habló.
—Me detuviste.
Vi se quitó los guanteletes, acercándose lentamente.
—Eso no tenía que haber pasado. —Exclamó la Vi del recuerdo.
—Ya la tenía. —La voz de Caitlyn era hielo y frustración.
—Era una niña. ¿Y si fallabas?
—No iba a fallar.
La Vi real cerró los ojos. Recordaba haber sentido miedo, pero no por Jinx. Miedo de lo que Caitlyn se estaba volviendo... miedo de haberla perdido por dentro.
—¿Qué te sucede? —Preguntó Vi, con un hilo de voz, buscando una respuesta en los ojos de la mujer que amaba.
—Sigo diciéndome que eres diferente, pero no es así. —Espetó Caitlyn. —Su sangre te corre en las venas.
Y entonces giró. Caminó hacia la escalera, pero Vi la sujetó del brazo.
—¿Y por qué eres tú quien actúa como ella?
Caitlyn suspiró agitadamente rabiosa, giró sobre sí misma y, con la parte trasera del rifle, la golpeó con fuerza en el estómago. Vi cayó de rodillas, jadeando. La ejecutora la miró como si ya no viera a la mujer que amaba, sino a un espejo de todo lo que había perdido. Se dio una media vuelta y subió las escaleras sin volver a mirarla, su silueta perdiéndose en la oscuridad.
Vi real sintió cómo le arrancaban no solo el aliento, sino una parte de su alma. El golpe no fue solo físico; fue la grieta que partió su vínculo en pedazos.
La Vi del recuerdo observaba, entre lágrimas, cómo la mujer que amaba se alejaba. Su yo presente, ahora arrodillada a su lado, sentía una presión insoportable en el pecho, como si pudiera abrazar el dolor para contenerse. Lágrimas silenciosas recorrían su rostro. Estaba reviviendo todo el dolor. Todo el amor. Todo el odio. Toda la pérdida.
Pero también estaba empezando a recordar. A sentir. A entender.
—No cumplió su promesa. —Susurró. —Pero yo la llevé a este punto, la lastimé tanto al permitir que Jinx disparara hacia el consejo.
Sus dedos se cerraron en puños sobre el suelo inexistente de su memoria.
—No quiero volver a lastimarla. No quiero perderla otra vez...
El túnel se disolvió en sombras, pero esta vez, la oscuridad no trajo confusión, sino claridad.
Vi comenzaba a despertar, no de un sueño, sino de una profunda amnesia que había nublado su ser. Del abandono. De sí misma.
Y lo que vendría después sería definitivo.
La oscuridad la envolvió otra vez, pero esta vez no hubo transición suave. No fue una aparición súbita, sino un desgarro, como si la realidad misma se rompiera para revelar otra verdad, más cruda y dolorosa. Vi sintió el peso en su pecho antes de ver cualquier imagen. Era como si su cuerpo recordara el dolor antes que su mente.
La escena apareció de pronto: un círculo de gritos, vítores y sangre. La Vi del recuerdo peleaba contra un hombre alto, musculoso, cuya mandíbula metálica destellaba bajo las luces sucias del lugar. Un golpe certero, brutal, hizo que aquella mandíbula saliera volando. La multitud rugió.
—Dios mío... —Murmuró la Vi real, apareciendo entre las sombras de ese recuerdo. —Esa... soy yo. Pero ni siquiera me reconozco.
Su yo del pasado levantó los puños, jadeando, arrogantemente. La adrenalina hervía en su cuerpo. La gloria momentánea de la victoria la envolvía como un manto frágil. Entre la multitud, Loris la miraba tranquilamente con una leve sonrisa surcando sus labios.
El recuerdo se desvaneció para dar paso a otro: Vi y Loris entrando en un bar de Zaun. Vi lanzaba monedas sobre la barra mientras gritaba algo ininteligible, una sonrisa torcida en el rostro. Pedía botellas, muchas. Bebían, reían. Loris la abrazaba con fuerza mientras ambos se balanceaban con los cantos de fondo. Un momento de triunfo. Uno más.
Pero luego... la misma pelea. Otro hombre. Otra mandíbula rota. Más gritos. Más monedas sobre la barra. Más licor. Otra vez. Y otra.
—Es un ciclo... —Murmuró la Vi real, dando un paso al costado para ver más de cerca. —Todo se repetía una y otra vez. Golpe a golpe, trago a trago, y cada vez que creía estar ganando, me perdía más. La rabia me consumía, y el vacío que dejaba solo se llenaba con violencia y humo. Cada pelea, cada botella, me alejaba más de lo que realmente necesitaba: encontrarme a mí misma.
Las escenas se entrelazaban, un ciclo interminable de violencia y autodestrucción, como una espiral descendente que absorbía cada pedazo de lo que alguna vez fue. Vi en su habitación, sentada contra la pared, rodeada de botellas vacías. Dormía abrazando sus piernas, la mirada perdida, el cuerpo agotado. Luego, sola, frente al saco de boxeo, golpeando con furia, como si eso pudiera acallar las voces dentro de su cabeza. El eco de cada puñetazo reverberaba en el pecho de la Vi que observaba.
— Estaba rota. Y aun así, no lo vi. Mi orgullo, mi rabia, todo lo que me decía que debía ser fuerte, me cegó. No entendí lo rota que estaba hasta que ya era demasiado tarde.
El recuerdo la arrastró de nuevo al bar, pero ya no había euforia. Las risas eran más bajas, el ambiente más denso. Vi bebía en silencio mientras Loris la observaba con una mezcla de preocupación y resignación. Subían las escaleras hacia su habitación. Vi tambaleaba. A lo lejos, una serie de estandartes adornaban la pared, insignias de la Casa Kiramman.
Y ahí... entre las telas, apareció Caitlyn.
—Cait... —La Vi real contuvo el aliento.
Era una ilusión. Una alucinación. Pero para Vi en ese momento, era tan real como el dolor en sus nudillos y solo lograba sentir el enojo de la última ocasión donde estuvieran juntas. Pero la ilusión se desvaneció.
El recuerdo dio un giro: otra pelea. Vi apenas se sostenía. Más gritos. El sudor le caía por el rostro. En el bar, ahora danzaba entre cuerpos sudorosos, con una mirada vacía. De pronto, una figura femenina, que en su borrachera creyó ver como Caitlyn, la miró fijamente. Vi se acercó, perdida en el deseo de aferrarse a algo. Caitlyn bailaba junto a ella, pero al acercarse más... era un hombre. Confundida, frustrada, le propinó un puñetazo que le quebró la nariz y loris corrió rápidamente a detener a Vi quien le señalaba al sujeto con el dedo medio de su mano.
—No... no era ella. —la Vi real bajó la cabeza, dolida. —Solo estaba tan sola... tan jodidamente sola, que mi cabeza empezó a verla en todas partes.
Las imágenes continuaron. Ella y Loris discutiendo en las escaleras. Loris gritando, tratando de hacerla reaccionar. Vi alejándose y subiendo las escaleras para encerrarse en su habitación. Golpeando el saco hasta sangrar mientras las lágrimas caían con desesperación y sus gritos resonaban en las paredes. Bebiendo hasta no sentir.
Luego, Vi estaba en el ring de nuevo. Pero ya no había fuerza en sus golpes. Sus pasos eran torpes, sus reflejos lentos. El oponente, más ágil, la derribó con un solo movimiento. El público abucheaba. Otros se reían. Vi ya no podía levantarse y cayó inconsciente.
—Ahí fue cuando toqué fondo. —Dijo la Vi real, con la voz rota. —Ni siquiera fue por perder... fue por darme cuenta de que ya no me importaba ganar.
El último recuerdo, fue verse a sí misma medio despertando en la habitación mientras alucinaba con Caitlyn frente a ella en la cama mirándole con sus ojos azules. Se acurrucó en posición fetal.
La Vi real cayó de rodillas, en medio de ese recuerdo. Las imágenes seguían, una tras otra: soledad, furia, vacío. Todo lo que había escondido bajo el orgullo y la rabia ahora la enfrentaba de frente. Y por primera vez, no podía apartar la vista.
—Perdí todo... incluso a mí misma. —Susurró, con la voz rota. Una lágrima resbaló por su mejilla, como si cada momento de dolor, cada grito de desesperación se derramara finalmente en esa sola gota.
La Vi real se paró y caminó a un lado de la cama mirando atentamente el rostro marcado por el aceite negro que cubría su cara.
—No dejaremos que esto pase nuevamente... —Susurró para si misma mientras acercó una mano al brazo de la Vi del recuerdo.
La oscuridad la envolvió de nuevo, pero esta vez no la sintió como una huida. Era una preparación, como si todo lo vivido hasta ahora hubiera sido solo el preludio de algo definitivo. Algo que cambiaría todo lo que conocía.
La oscuridad desapareció como un telón que se alzaba lentamente sobre un escenario conocido. Vi se encontró otra vez en la celda que había sido su prisión, mirando la pared, los puños apretados y la respiración entrecortada. El aire era denso, cargado de emociones enterradas y palabras no dichas.
Desde fuera del recuerdo, la Vi real observaba en silencio, reconociendo de inmediato el lugar. Su mirada se detuvo en sí misma, en esa versión suya quebrada, exhausta, herida no solo físicamente, sino emocionalmente rota. Ya no era solo una espectadora. Algo había cambiado. Sentía cada respiración, cada estremecimiento, como si su cuerpo quisiera fundirse con el recuerdo, como si el pasado reclamara su lugar en el presente.
El tintineo de unas llaves interrumpió el silencio, y la Vi del recuerdo giró apenas el rostro hacia la entrada. Allí estaba Caitlyn, de pie, seria, con la mirada fija en ella.
—Tenía el presentimiento de que estabas aquí. —Dijo Cait, su voz firme, pero con un trasfondo de preocupación que no supo ocultar.
Vi no respondió. Solo bajó la cabeza en dirección a la pared, cerrando los ojos un segundo antes de apretar el puño contra la pared.
—En verdad creí que me ayudaría. —Murmuró con una voz quebrada recordando los minutos previos donde intentó salvar a Jinx de esa prisión. Luego, sin apartar la vista de la pared volvió a hablar. —Dilo. Di que me lo dijiste. Que fui una idiota por confiar en ella. Que actué a tus espaldas. Que elijo mal cada vez.
Golpeó la pared con frustración y llevó sus manos a la nuca antes de seguir hablando.
—Gracias a eso... perdí a todos.
Las palabras golpearon a la Vi real como un eco doloroso que reverberó en su pecho. No eran solo memorias: eran heridas abiertas que sangraban de nuevo ante sus ojos.
Caitlyn dio unos pasos hasta quedar junto a ella, recostando su cabeza contra la pared, con una mirada serena y calculada, y su cuerpo relajado.
—¿En serio crees que necesitaba a todos los guardias en las Hexgates? —Preguntó con un tono seguro, pero cargado de significado y calidez.
La Vi del recuerdo alzó la cabeza de golpe, encontrándose con los ojos de Cait. Y en ese momento lo comprendió. Cait había preparado su escape. Le había dado la oportunidad para irse con su hermana. Había dejado a un lado el odio y rencor hacia Jinx, con tal de que Vi fuera feliz.
Cait sonrió apenas.
—Lamento decirlo... te has vuelto un poco predecible.
Sin poder contenerse más, Vi se acercó rápidamente a Caitlyn, el roce de sus cuerpos tan cercano que cada respiración se volvió un eco del deseo reprimido. Con una mano firme en la nuca de Caitlyn, la atrajo hacia sí, besándola con una pasión que no había permitido florecer hasta ahora. Caitlyn se sorprendió, sus ojos se abrieron un segundo antes de cerrarse para ceder al beso. Sus manos subieron, posándose suavemente en la espalda de Vi mientras sus cuerpos se unían con la desesperación de quienes han estado demasiado tiempo separados.
La Vi real sentía su respiración acelerarse al ritmo del recuerdo, su corazón latiendo con fuerza mientras las emociones la envolvían. El beso no era solo físico: era el reencuentro de dos almas que se habían perdido durante tanto tiempo.
Vi comenzó a besar suavemente el cuello de Caitlyn, el calor de sus labios provocando un suspiro entrecortado. El sabor salado de la piel de Caitlyn se mezclaba con el perfume de su cabello, y cada beso era una promesa muda de lo que aún quedaba por decir.
Pero Cait apartó tímidamente las manos de Vi y dio un paso hacia atrás. Sus ojos buscaron los de Vi, y su voz tembló al hablar.
—Escucha... mientras no estabas, yo... estuve con alguien.
La Vi del recuerdo la miró con una mezcla de sorpresa y ternura. Una pequeña sonrisa curvó sus labios.
—Cait... no me importa, carajo.
Volvió a besarla, esta vez con más fuerza, más deseo, con la urgencia de recuperar el tiempo perdido. Sus manos se alzaron para sostener con firmeza el rostro de Caitlyn, quien también la sujetó del rostro atrayéndola hacia sí misma. El aire se volvió más espeso, lleno de aliento, deseo y emociones contenidas.
Tomaron un segundo para respirar de los besos apasionados mientras sus frentes se juntaban y sus ojos se encontraban en la armonía del momento.
Luego, Caitlyn tomó la iniciativa, girando a Vi con firmeza y empujándola suavemente contra la pared de la celda. Cait colocó y subió su pierna derecha entre las piernas de Vi, provocando una reacción instintiva que hizo que Vi bajara la cabeza apoyándose en el cuello de la mujer de pelo azul, respirando entrecortado, acariciando su espalda con reverencia.
Cait se separó un poco. Su mirada se fijó en los ojos de Vi. Sin decir una palabra, se quitó el suéter negro con lentitud y arrojándolo a un lado, revelando la parte superior de su cuerpo. Vi, con los ojos muy abiertos, la contempló, de pies a cabeza casi sin poder creer lo que tenía ante sí. Cait sopló un mechón que le cubría el rostro y volvió a acercarse.
Con movimientos suaves, comenzó a desabotonar la camisa de Vi. La tela cayó lentamente, revelando la piel marcada, los tatuajes de su espalda y brazos, las cicatrices que contaban su historia. La mirada de Cait se movió por cada centímetro de la Zaunita hasta que se posó en la herida cubierta por un parche en su costado, su rostro se entristeció un segundo recordando como esa herida fue provocada en la batalla que tuvieron en la comuna y en el dolor que sintió al ver a esa mujer en el suelo agarrándose el vientre. Posó con delicadeza los dedos sobre el vendaje.
La Vi del recuerdo la detuvo, tomándola del brazo y atrayéndola con fuerza hacia si misma. Sus bocas se encontraron de nuevo, fundiéndose en una danza de besos, de deseo, de reencuentro que no querían terminar.
Cait rozó con la yema de los dedos desde el cuello hasta la clavícula de Vi, descendiendo suavemente por su piel mientras los besos apasionados continuaban sin descanso. Entonces fue Vi quien tomó el control. Giró a Cait, dejándola contra la pared.
Sus labios seguían construyendo el momento de pasión hasta que Vi empezó, con algo de torpeza, a desabrochar el cinturón de Caitlyn. Fue un momento tenso... y también cómico. Ambas se miraban y reían entre suspiros, mientras Vi seguía intentando desabrochar el cinturón. Esa risa era íntima, de aquellas que solo se comparten con aquellos amantes que darían todo el uno por el otro, una complicidad tácita marcada en ese instante.
Finalmente, Vi consiguió desabrocharlo y la atrajo hacia sí apretándola en un abrazo con las manos en la cintura de la mujer más alta, siguió besándola en el cuello, mientras las manos de Cait disfrutaban la marcada espalda de Vi con sus tatuajes.
Los labios de Vi descendieron lentamente empezando por el cuello y recorriendo su cuerpo. Cait, con una mirada de deseo, sus ojos entrecerrados seguían el movimiento de la Zaunita. Vi llegaba lentamente a la zona inferior de su cuerpo besando su vientre y un poco más abajo, cuando la mujer de pelo azul cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared, emitiendo un suave gemido que no dejaba lugar dudas de cómo estaba disfrutando el momento. El aire se volvió espeso, las respiraciones agitadas llenaban la celda. La piel contra la piel, la conexión total.
La Vi del recuerdo saboreó cada momento mientras los músculos de Cait se tensaban. Era una pasión desbordada, una entrega total. El gemido de Cait marcó el clímax, el final de una intensidad salvaje y el comienzo de una reconciliación profunda.
La Vi real sintió entonces el golpe emocional. Era como si su alma, perdida entre sueños y recuerdos, volviera a su lugar. El peso de todas las memorias caía sobre ella: la lucha, el amor, la pérdida, la esperanza.
Lágrimas surcaron sus mejillas al fundirse con la escena. Ya no eran dos Vi: memoria y presente habían colisionado en una sola alma. Y en ese instante, el recuerdo se rompió en mil fragmentos de luz.
La oscuridad comenzó a disiparse lentamente, como un manto desgarrado por el viento. En su lugar, una tormenta de recuerdos irrumpió en su mente: golpes sordos, el calor de la sangre, el susurro de voces desvaneciéndose, fragmentos de lo que había sido… y de lo que había perdido.
Vio su rabia, su dolor. La mirada desafiante de su versión más joven, la angustia de Caitlyn, los momentos en los que se sintió a punto de romperse y, aun así, siguió adelante. Todos los recuerdos regresaron con una claridad asfixiante.
Todo estaba allí, comprimido en un solo latido, un solo suspiro.
Finalmente, las piezas encajaron. Las emociones fluyeron con fuerza, y por fin comprendió la magnitud de lo que había vivido. Cada uno de esos momentos la definió, y por fin los recordó todos: lo bueno, lo malo, lo aprendido y lo perdido.
Un suspiro quebrado le atravesó el pecho, como si finalmente pudiera respirar después de mucho tiempo de asfixia. El dolor en su muslo, la presión en su pecho, la sangre, todo eso desapareció por un instante, sumido en el torbellino de su mente. Solo quedaban los recuerdos. Las promesas no cumplidas. El amor que había sido arrancado de su vida. El rostro de Caitlyn, su mirada, su voz.
Vi abrió los ojos, no fue un despertar físico, sino algo más profundo. Algo que había quedado enterrado en el fondo de su ser, esperando ser liberado. Los recuerdos llenaron su mente, iluminando la oscuridad que había estado con ella durante tanto tiempo.
El primer pensamiento que cruzó su mente fue su nombre, una verdad tan clara y urgente como el aire que ya no podía dejar de respirar.
—Cait... —Susurró, con una necesidad que se alzó desde las profundidades de su ser.
Era un susurro, tan suave como el viento, pero con una intensidad que no dejaba lugar a dudas. Un sentimiento de urgencia recorrió su cuerpo, una necesidad de saber que Caitlyn seguía ahí. Que no había perdido a la persona que más le importaba.
No sabía si el nombre había escapado de sus labios o si solo resonaba en su mente. Solo sentía su piel arder, no solo por el dolor de su muslo, sino por la intensidad de los recuerdos que se apoderaban de ella. La suavidad de los besos, la urgencia en sus caricias, todo lo que había dejado atrás... y el miedo de haberlo perdido para siempre.