ID de la obra: 657

El llamado del sol negro

Mezcla
NC-17
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planificada Mini, escritos 1.064 páginas, 490.148 palabras, 63 capítulos
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53. La Comandante

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A las nueve de la mañana, el jardín de la mansión Kiramman parecía tan perfecto que parecía sacado de una postal. El rocío brillaba todavía sobre las flores de lavanda, y las hojas se movían con una brisa suave, como si el viento no tuviera apuro en llegar a ninguna parte. Todo estaba tranquilo. Tranquilo y con un aroma a té de jazmín, cuero mojado… y orgullo herido. —Otra vez. —Gruñó Vi, lanzándose con la energía de alguien que sabe que va a perder, pero no piensa rendirse sin pelear. Caitlyn se movió rápido, con tanta facilidad que parecía que el aire la ayudaba. Giró su cuerpo con precisión, levantó la pierna y, antes de que Vi pudiera hacer algo, ya estaba otra vez en el suelo. —Ay. —Dijo Vi desde el pasto, sin moverse. —¿Segura de que esto sigue siendo entrenamiento y no pura venganza? —Solo quiero asegurarme de que no se te suba el ego. —Respondió Caitlyn, tendiéndole la mano. —Creo que eso aplica más para ti. —Contestó Vi. —Yo tengo motivos para mi ego. Tú no. —Remató Caitlyn. Vi aceptó la mano, pero antes escupió un mechón de pasto que se le había quedado en la boca. Unos metros más allá, Tobias Kiramman tomaba su té con calma, como alguien que ya ha visto de todo, pero que igual disfruta el espectáculo. Estaba sentado bajo una pérgola blanca, con la espalda recta y los ojos fijos en el entrenamiento de su hija y su futura nuera. —Ya van como ocho veces que Caitlyn la derriba. —Murmuró, dejando la taza en el platillo con un suave “clinc”. Desde el suelo, Vi levantó un dedo, aún sin levantarse del todo. —¡Siete! ¡Ese en el que me caí por culpa del pájaro no cuenta! —Ah, claro. —Respondió Tobias, riendo. —Los gorriones de Piltover. Siempre arruinando peleas justas. —Ahora entiendo de dónde sacó Caitlyn su lado sarcástico. —Dijo Vi, levantando una ceja mientras se quitaba el pasto del hombro. —Todo tiene sentido. Tobias no dijo nada, pero sonrió levemente. Esa era su manera de decir: "Bien hecho, Vi". Caitlyn solo negó con la cabeza, sin hablar. Volvió a ponerse en posición para continuar. La forma en que miró a Vi no era para burlarse. Era más peligrosa: una mezcla de cariño y disciplina seria. Vi la miró y tragó saliva. —Ok. Esta vez me toca a mí. —Lo dudo, pero inténtalo. Sorpréndeme. Así, entre el canto de los pájaros, los pasos descalzos sobre el pasto y algunas risas que se escapaban, la mañana siguió su curso… junto con las caídas. Vi no se rendía. Lo intentó una, dos, diez veces más. Cada vez estaba más decidida… y también más resignada cuando caía. Caitlyn casi no sudaba. Vi ya parecía haber rodado por todo el jardín. Media hora después, cuando Vi ya no tenía casi nada de dignidad, Caitlyn se acercó y le puso una mano en el hombro con una sonrisa suave. —¿Terminamos por hoy? —Sí… por el bien del pasto y de mis costillas. —Respondió Vi, sin aliento. Tobias apareció justo a tiempo, como si hubiera ensayado su entrada. Traía dos toallas dobladas con mucho cuidado, y las ofreció con una sonrisa disimulada. —Lo han hecho muy bien. Tú en especial, hija. Has mejorado mucho. Te ves… feliz. Caitlyn tomó la toalla y se secó el cuello, su cara se iluminó al escuchar eso. —Tú ayudaste en eso. Vi me contó sobre el préstamo para comprar el anillo. Tobias levantó una ceja, divertido. —Ah, eso. Nada fuera de lo común. Aunque debo admitir que tu prometida convirtió la búsqueda de un anillo en una especie de cruzada sagrada. Entraba a cada tienda como si buscara la pieza final de un rompecabezas antiguo, revisaba cada vitrina, cada detalle, y siempre decía lo mismo: “Este no. Caitlyn merece algo mejor.” Pasaron horas así. Y al final, eligió uno sencillo, dorado. Sin piedras, sin adornos. Pero lo miró como si fuera lo más valioso del mundo. Vi, medio desparramada sobre el pasto, alzó una mano sin levantar la cabeza. —Tobias, estoy escuchando todo… y más te vale no inventar cosas sobre mí, o voy a tener que retarte a un duelo. —Se rió entre jadeos, secándose el sudor con la toalla. —Pero sí, lo haría de nuevo. Cada tienda, cada vitrina, cada vendedor que quería desaparecer cuando me veía entrar. Y sí, al final vi ese anillo. Tan simple, tan dorado, sin nada extra… y me gustó. Y creo que a Caitlyn también. —Vi… a mí me habría encantado, aunque hubiera sido de plástico, si venía de ti. —Dijo Caitlyn, con una suavidad que desarmaba. —¿La oíste, Tobias? Vendo el anillo y te devuelvo el préstamo. —Bromeó Vi. Caitlyn sonrió. Tobias también. Por un instante, solo fueron eso: una familia bajo el sol, compartiendo un secreto tierno y torpe entre risas. Uno de esos días que se sienten como un regalo… justo antes de que el mundo se parta en dos. Un minuto después, mientras Vi todavía se secaba el cuello, levantó una ceja hacia Caitlyn con esa sonrisa que usaba cuando quería molestarla con cariño. —Entonces… ¿qué planes tiene hoy la reina Kiramman? Porque yo pensaba pasar a ver a Jinx, hay algunas cosas que tengo que hablar con ella. Caitlyn levantó la mirada. Su cara seguía brillando por el sol y el sudor, y respondió: —Eso puede esperar. Llamé a todos para una reunión dentro de dos horas. Vi frunció el ceño, confundida. —¿Llamarlos? ¿Para qué? —Ven conmigo. Te lo muestro. —Dijo Caitlyn con un tono misterioso, dándose media vuelta y caminando hacia la mansión sin esperar respuesta. Vi fue tras ella, con paso rápido y curioso, todavía secándose las manos con la toalla. Tobias las vio alejarse, sus figuras perdiéndose en la luz del sol de la mañana. Cuando desaparecieron tras las columnas de la entrada, se sentó de nuevo, esta vez mirando hacia un pequeño grupo de violetas silvestres. Eran las flores favoritas de su esposa, que ya no estaba. Con una voz baja, casi como si hablara con el viento, murmuró: —Mírala, amor. Nuestra hija. Ha llegado tan lejos... No solo es fuerte, también es valiente y justa. Tiene tu carácter, esa forma de ver el mundo con esperanza. Sé que la estás mirando, estés donde estés. Y sé que, como yo, estarías muy orgullosa de ella. Las violetas se movieron suavemente con la brisa, justo cuando se oyó el sonido lejano de una puerta cerrándose, como si marcara el final de ese momento. El despacho privado de Caitlyn era como entrar a otro planeta. Vi se detuvo en seco al cruzar la puerta, como si al hacerlo estuviera rompiendo una regla no escrita. Había estado en oficinas militares, escondites de criminales y hasta en templos secretos… pero nunca había visto algo tan ordenado como esto. Cada medalla colgaba en línea recta, como si alguien las hubiera medido con regla. Las carpetas estaban etiquetadas con colores, fechas y códigos. En la pared, una gran pizarra mostraba mapas, sellos, fotos, líneas rojas que unían puntos clave y nombres escritos con la letra firme de alguien que no dejaba cabos sueltos. —¿Siempre fue así? —Preguntó Vi, caminando con cuidado entre los muebles, como si temiera romper el orden solo con respirar. —Me siento como si me hubieran metido al cuartel de ejecutores sin avisarme. —Antes de irme, necesitaba dejar todo claro. Hacer planes, trazar rutas… me ayudaba a pensar. —Respondió Caitlyn, acercándose a un archivador y sacando una carpeta gruesa. —¿Planes? ¿De qué tipo? Caitlyn abrió la carpeta. Había documentos, recortes y fotos en blanco y negro que colocó sobre la mesa con la práctica de alguien que ya los había revisado muchas veces. —Noxus. Llevo meses investigando. Este es Darius. —Dijo, señalando una imagen. —Es un general muy peligroso. Dicen que puede ejecutar traidores con un solo golpe de su hacha. Caitlyn guardó silencio unos segundos mientras buscaba otra imagen. —Aquí está LeBlanc —Dijo, mostrando una foto de una mujer con mirada intensa y una sonrisa misteriosa. —Es una maga muy poderosa. Y, al parecer, es hermana de Mel. Vi arrugó la frente, confundida. —¿Hermana de Mel? No tenía idea de que tuviera una. —Yo tampoco hasta hace poco, pero hay registros que lo sugieren. Su pasado está lleno de cosas que no cuadran. Y luego está Swain —Abrió otra imagen, mostrando a un hombre de mirada intensa y una garra mecánica negra. —Comandante general. El verdadero cerebro detrás de todo. —¿Cómo tienes fotos de todos ellos? —La pregunta no es cómo, sino por qué. —Dijo Caitlyn con seriedad. —Si estoy en lo cierto, Mel podría estar en peligro. Y si le pasa algo... Noxus se quedaría sin control. Hay algo grande moviéndose en secreto, Vi. Vi apoyó las manos sobre la mesa y pasó los dedos por las fotos, como si quisiera memorizar las caras. —¿Y qué estás pensando? Caitlyn la miró directo a los ojos. —Primero, que Noxus tiene muchas formas de invadir Piltover. Y segundo... que si queremos adelantarnos, tenemos que enviar un equipo a Noxus lo antes posible. Guardó silencio un momento, luego habló con voz clara y decidida: —Por eso reuní a todos. Ya tengo rutas de ingreso, contactos posibles, planes listos… pero nada de eso servirá si no estamos unidos. Necesitamos coordinación total, Vi, y decisiones rápidas. Vi soltó un leve silbido, entre impresionada y nerviosa. —Vaya. Me gustabas más cuando solo me pateabas en el jardín. —Lamentablemente, amor… herirte el orgullo tendrá que esperar. —Dijo Caitlyn, sin apartar la vista del mapa. —Tengo prioridades más urgentes que burlarme de ti. Por ahora. —Oye, yo vine por romance y entrenamientos con toques de sudor sexy, no por investigaciones y carpetas. —Bromeó Vi, cruzándose de brazos. Luego la miró de reojo, con una sonrisa cómplice que intentaba disimular cierta advertencia. —Aunque ahora sé que debo tener cuidado contigo... Eres peligrosa cuando te obsesionas con investigar algo... o a alguien. —Añadió, dejando claro que hablaba de ella misma. Caitlyn soltó una risa corta y levantó una ceja con diversión. —Créeme, ya tengo un archivo mental bastante completo sobre ti. —No lo dudo ni un poco. —Respondió Vi, soltando una carcajada. Ambas rieron, dejando que el ambiente se sintiera más relajado, como si por un momento todo estuviera bien. —¿Podrías encargarte de recibir a los invitados? —Preguntó Caitlyn mientras acomodaba los papeles sobre la mesa. —Voy a darme una ducha rápida y terminar de organizar esto. Cuando todos estén reunidos en la oficina, ven a buscarme, ¿de acuerdo? Vi asintió con su estilo tranquilo, pero con una chispa divertida en los ojos. —Hecho. Si preguntan por ti, les diré que estás en una misión altamente clasificada… con el jabón. Ambas sonrieron. Vi salió rumbo al recibidor, silbando bajito mientras se ajustaba la toalla al cuello. El baño privado de Caitlyn estaba dentro de su habitación. Era amplio, con paredes claras de mármol y una ducha al fondo, separada por un panel de vidrio. El vapor llenaba el lugar, haciéndolo sentir cálido y silencioso. El agua tibia bajaba por su espalda mientras cerraba los ojos unos segundos, tratando de calmarse en medio del caos. Se masajeó el cuello con los dedos, repasando mentalmente los nombres, los mapas y los riesgos. Apagó el agua, se envolvió en una toalla blanca y salió de la ducha. Caminó por el baño y abrió la puerta que conectaba con su dormitorio, sin mirar. —Tengo que cambiarme antes de que Vi suba... —Murmuró. Apenas entró, se detuvo en seco. —¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO AQUÍ?! —Gritó, con un salto involuntario hacia atrás. Jinx estaba sentada sobre uno de los burós, con las piernas cruzadas y la cabeza ladeada, como si llevara allí siglos. Sostenía en una mano un libro de dibujos infantiles que pertenecía a Caitlyn, uno de esos que conservaba desde niña. Lo hojeaba con atención, pasando los dedos por las ilustraciones como si intentara atrapar algo que nunca tuvo. Tal vez porque nunca tuvo una infancia como esa. —Hola, Cupcake. Linda toalla. Caitlyn frunció el ceño y caminó directo hacia ella. Aunque solo estaba cubierta con la toalla, no dudó en quitarle el libro de las manos con un movimiento rápido. —No deberías estar aquí, Jinx. Estoy desnuda... y si Vi entra ahora, podría pensar algo raro. —Dijo Caitlyn, aún molesta, mientras un leve sonrojo se le escapaba en las mejillas. —Además, esto me recuerda demasiado a cuando me secuestraste. Jinx se encogió de hombros y le sonrió con despreocupación. —Relájate, comandante. Me gustan las rubias, ya sabes… como Lux. Tú, con ese pelo azul, no eres mi tipo. Además, no estaría con la prometida de mi hermana. Tal vez pensaría en matarte, sí… pero meterme en tu cama, no. Demasiado drama. Caitlyn mantuvo la mirada firme, aunque su tono fue más tranquilo, tratando de mantener el control. —¿Qué haces aquí, Jinx? —Preguntó, sin dejar de cubrirse con la toalla. Jinx se bajó del buró con un pequeño salto, como si estuviera en su propia habitación. Se acercó a Caitlyn con seguridad, sonriendo de lado, con esa expresión que siempre parecía esconder algo más. —Vine a visitar a mi cuñada favorita. —Dijo con tono juguetón, aunque en su voz había algo más honesto de lo normal. Cuando estuvo frente a ella, le tomó la mano sin pedir permiso. Caitlyn se puso tensa, pero no se apartó. Jinx bajó la mirada y notó el anillo. —Así que... ¿ya somos familia? Sus ojos brillaban con una mezcla extraña entre burla, curiosidad y algo más profundo. —Sí. —Respondió Caitlyn con voz firme, aunque su mirada seguía algo incómoda. —Vi me pidió matrimonio, pero seguro eso ya lo sabías, ¿verdad? Jinx sonrió más ampliamente y giró sobre sus talones, caminando con calma por la habitación. —Sí. Yo le ayudé con las preguntas, de hecho. Espero que hayan disfrutado el momento. —dijo mientras se detenía junto a una repisa y empezaba a jugar con una figurita de cristal, distraída. Caitlyn no dijo nada, solo la siguió con la mirada mientras Jinx seguía caminando por la habitación, tocando cosas con curiosidad, aunque había algo inquietante en su forma de moverse. Luego se detuvo frente a Caitlyn otra vez. Sin apuro, levantó su mano derecha y usó su dedo medio, el único que tenía metálico, para presionar con cuidado justo en el centro del pecho de Caitlyn, por encima de la toalla. —Vi es mi única hermana. —Dijo con un tono más serio que de costumbre, casi amenazante. —Y aunque me cueste admitirlo, te he llegado a tener algo que se parece al cariño. Pero si alguna vez vuelves a hacerle daño… como cuando se metió a luchar en las fosas… Jinx se inclinó un poco más, tan cerca que Caitlyn sintió su respiración tibia en la cara, mientras sus ojos se clavaban en los suyos sin parpadear. —Te juro que te meto el rifle por la boca. Y no lo digo en broma. Caitlyn no se movió. Su rostro seguía serio, pero en su mirada ya no había enojo ni miedo. Había algo más: entendimiento. —No voy a volver a hacerle daño, Jinx. —Dijo con firmeza. —Y no voy a separarlas… si eso es lo que te asusta. Jinx mantuvo su dedo unos segundos más, luego lo bajó lentamente. Su cara se relajó un poco y suspiró, como si soltara algo que llevaba guardando mucho tiempo. —Por cierto... —Dijo, sacando una pequeña esfera metálica de su chaqueta. —¿Y ahora qué haces? —Preguntó Caitlyn con una mezcla de cuidado y sospecha. Jinx solo sonrió, alzó la esfera y la lanzó al aire. Un pequeño estallido sonó y una lluvia de confeti explotó sobre sus cabezas, llenando el cuarto de papeles de colores que flotaban lentamente. —Felicidades por tu compromiso. —Dijo haciendo una reverencia exagerada, con una sonrisa que mezclaba burla y sinceridad. Caitlyn parpadeó mientras algunos trozos de confeti caían sobre su cara y hombros. —¿De verdad era necesario? —No. —Respondió Jinx mientras se alejaba hacia la ventana. —Pero había que celebrar la unión del orden y el caos de alguna forma, ¿no? Caitlyn la miró con una mezcla de cansancio y resignación. —¿Alguna vez vas a salir por la puerta como una persona normal? Jinx ya tenía un pie en el borde de la ventana. —Eso sería muy aburrido. Y sin más, saltó hacia afuera, como si el mundo la estuviera esperando. Apenas Jinx desapareció por la ventana, Caitlyn soltó el aire que había estado conteniendo y cerró los ojos un segundo, recogiendo los restos de confeti que seguían flotando por la habitación. Luego se giró hacia el armario, decidida a vestirse antes de que Vi volviera a buscarla. Mientras tanto, en el recibidor principal de la mansión, Vi se encontraba de pie junto a la gran puerta de entrada, cruzada de brazos, con expresión alerta pero relajada. La primera persona en llegar fue Ekko. Su figura alta y delgada apareció bajo la luz del pasillo. Llevaba la chaqueta entreabierta, como si no estuviera seguro de si entrar o salir corriendo. Tenía el cabello amarrado hacia atrás, y aunque su mirada era seria, en su cara se notaban las ojeras y el cansancio acumulado de varias noches sin dormir. Vi levantó la mano en un saludo relajado. —¿Qué tal todo, genio? ¿Zaun sigue en pie o se vino abajo sin mí? Ekko soltó una risa corta y se encogió de hombros. —Sigue en pie. De milagro, pero aguanta. ¿Esto es una reunión urgente con té y galletas? —Si Caitlyn está a cargo, seguro hay mapas, problemas diplomáticos y un discurso inspirador. Así que prepárate. Vi le dio una palmada en el hombro mientras lo guiaba hacia la oficina. —Oye… —Agregó, bajando un poco la voz. —¿Cómo estás con Jinx? Ekko suspiró, como si esa pregunta siempre tuviera el mismo peso. —Complicado. Pero… decidimos dejarlo en paz. Por ahora. —“Decidimos” suena a manada. —Interrumpió una voz desde el pasillo, tan repentina que ambos voltearon de golpe. Jinx estaba apoyada en el marco de la puerta, con una sonrisa torcida. Daba la impresión de que había estado escuchando todo desde hace rato. Llevaba su chaqueta corta llena de hebillas, los pantalones rotos como si hubieran pasado por una explosión, y más correas de las necesarias. Sus ojos, de un rosa brillante por el shimmer, mostraban una energía inquieta… pero también un poco de tristeza. Su sonrisa era burlona, como siempre, pero su mirada decía otra cosa. Al menos para Vi, no era tan fácil de ocultar. —Y para que conste. —Agregó con voz ácida. —Fui yo quien decidió alejarse del niño bueno de Zaun. Ekko no dijo nada. Bajó la mirada, en silencio, sin responder. Vi, incómoda por la tensión, se aclaró la garganta. —¿Cómo entraste? —Ya sabes, no soy fan de usar la puerta. —Dijo Jinx encogiéndose de hombros, como si no fuera gran cosa. —¿Para qué sirve una llave cuando tienes algo tan útil como… un clip? Se acercó a Ekko mientras hablaba, con pasos ligeros y mirada traviesa. Sin avisar, estiró una mano y le tocó una de las rastas amarradas, dándole un pequeño tirón como si quisiera molestarlo. —Un clip sirve para abrir puertas reforzadas… y también para apagar sistemas inútiles. Como cierto genio de Zaun. Dijo con una sonrisa torcida. Luego soltó la rasta con un chasquido de los dedos. Su expresión cambió, como si su burla escondiera algo más profundo que no quería decir en voz alta. Parecía una broma, pero en su tono había dolor. Ese tipo de dolor que se disfraza con sarcasmo. El silencio que siguió dejó claro que no era solo un comentario más. Ekko levantó la cabeza y la miró con una mueca cansada, casi triste. Parecía que ya no podía seguir guardándose lo que sentía. —¿Sabes qué, Jinx? Siempre haces lo mismo. Apareces, lanzas un comentario y desapareces como si nada. Pero esta vez, al menos, admites que fuiste tú quien se fue. Jinx abrió la boca, furiosa, lista para soltar algo que podría incendiar la sala. —¡Tú…! —¡Ya, ya! —Dijo Vi, levantando las manos entre ellos. —No vinieron a pelear. Bajémosle unas rayitas al drama y mejor hablemos de lo importante, ¿sí? El ambiente se mantuvo tenso un segundo más, pero luego Jinx bufó, rodó los ojos y empezó a caminar hacia la oficina de Caitlyn, seguida por Ekko en silencio. Vi los observó un instante y luego se dio media vuelta para quedarse en recepción. Justo antes de entrar al despacho, Jinx se detuvo y miró a Vi por encima del hombro. —Oye… ¿cómo te fue con lo de la propuesta? Vi sonrió, aunque todavía se notaba un poco tensa. —Bien. Caitlyn aceptó. Está feliz… ya sabes, cosas normales. —La fui a visitar hace un rato. —Dijo Jinx como si fuera lo más normal del mundo. Vi se quedó helada. —¿Hiciste qué? —Tenía que felicitarla… y aclararle unas cosas antes de unirme oficialmente a la familia. —Respondió Jinx con una sonrisa traviesa. —Si le hiciste algo… —Empezó Vi, frunciendo el ceño. —Relájate. Estás tan paranoica como siempre. —Jinx bufó y puso los ojos en blanco. —Solo hablamos un rato. Nada explotó. Después, con su tono burlón habitual pero un poco más suave, agregó: —Felicidades, por cierto. Aunque, si me preguntas, no hacía falta ni pedirle matrimonio. Ya pareces una mascota domesticada… de esas que se sientan, mueven la cola y babean cuando ven a su dueña. —Muy graciosa, Jinx. —Vi ladeó la cabeza con una sonrisa forzada. —Te respondería, pero tengo que ir a recibir a los demás antes de que tu boca cause más caos. Prioridades. —¿Ves? —Canturreó Jinx con una sonrisa juguetona. —Te estás poniendo blandita, Vi. Y no lo niegues, que esa cara de “estoy feliz y comprometida” se nota a kilómetros. Vi rodó los ojos. —Solo, por favor, no hagas una tontería. No rompas nada, y mucho menos pongas una bomba en el despacho de Caitlyn mientras no está. Si algo explota ahí, no solo arruinas mi matrimonio antes de empezar, también quedaré como alguien a quien no se puede confiar ni para cuidar una casa. Y de verdad, no quiero volver a sentir que fue un error dejarte sola. Jinx inclinó la cabeza, con esa mirada suya entre divertida y rebelde, como si ya estuviera pensando en romper alguna regla. —No prometo nada. Vi la señaló con dos dedos desde sus ojos y luego hacia ella, con una sonrisa que decía "te estoy vigilando". Después, se dio la vuelta y se fue hacia la entrada sin decir más. Jinx la observó irse durante un momento. Su sonrisa se volvió un poco más suave. Luego empujó la puerta del despacho con el pie y entró como si nada. Caminó tranquila, como si no acabara de tener una conversación tensa. Se sentó en una de las sillas sin mirar a Ekko directamente, aunque sabía perfectamente que él ya estaba ahí. Callado. Fingiendo que todo estaba bien, aunque claramente no lo estaba. Vi estaba sentada en uno de los sillones del recibidor, golpeando con los dedos su pierna mientras el reloj parecía moverse a cámara lenta. Todo olía a madera limpia, flores recién puestas y una pizca de tensión en el aire. Pasaron unos minutos hasta que la puerta se abrió de nuevo. Steb apareció, y con él venía alguien que Vi no pensaba ver tan pronto: Sarah Fortune. Vi se levantó de inmediato, entrecerrando los ojos. —¿Sarah? —Caitlyn la nombró almirante de las fuerzas navales de Piltover —Dijo Steb, directo como siempre. —Te perdiste la fiesta de la Malkora —Agregó Sarah con una sonrisa que olía a pólvora y ron. —Hubo chicas, alcohol, sexo sin filtros y hasta una pelea que terminó con un músico saliendo por una ventana. Una noche salvaje. Luego miró fijamente la mano de Vi. —Pero parece que tú también tuviste tu propia fiesta... su alteza Kiramman. —¿Esto? —Vi levantó la mano y dejó que la luz hiciera brillar su anillo. —Sí. Le pedí que se casara conmigo ayer... y aceptó. —Sonrió como si por fin todo en su vida tuviera sentido. Sarah cruzó los brazos. Trató de mantener una sonrisa segura, pero no le salía del todo. Bajó la mirada por un momento, como si necesitara tranquilizarse, y luego volvió a levantar la cabeza con su expresión de siempre. Aunque su tono seguía siendo burlón, se notaba que estaba más tensa, como si se protegiera detrás de esa actitud. Sabía que había perdido, pero no iba a dejar que Vi lo notara. Steb rompió el silencio. —¿Dónde está Caitlyn? —Está terminando unos pendientes en la habitación. Pero bajará cuando todos estén listos. Vamos, los llevo al despacho —Dijo Vi, moviendo la cabeza para que la siguieran. Caminaron por el pasillo principal, rodeados de cuadros viejos y alfombras suaves. Sarah se acercó a Vi. —¿De verdad piensas casarte con esa novia tuya que siempre está toda perfecta y seria como si tuviera una escoba en la espalda? Vi soltó una risa baja, de esas que nacen de muchos recuerdos y también de algunas heridas. La miró de reojo con una mezcla entre cariño y picardía. —No es ninguna bruja. Tú sabes mejor que nadie lo difícil que es ganarse su confianza... y aún así te hizo almirante. Es exigente, claro. Y sí, algo celosa, pero porque de verdad le importa. Muchos no lo ven, pero debajo de todo eso es una buena persona. Justa. Leal. A veces creo que es demasiado buena para mí. Sarah sonrió un poco de lado, pero su mirada se quedó fija en algún punto del pasillo. No necesitaba mirar a Vi para saber que estaba feliz, y tal vez por eso mismo evitaba verla directo. Era más fácil seguir actuando como si nada si no veía esa cara que en el fondo, una vez, había querido para ella. —Vi... tú te mereces todo esto. No digas que fue suerte ni te hagas menos. No después de todo lo que hiciste para llegar hasta aquí. —Dijo Sarah, mirando al frente, como si ver a Vi doliera más que quedarse callada. —Pero bueno... si algún día te aburres del matrimonio perfecto y la vida ordenada, ya sabes dónde encontrarme. —Eso no va a pasar. —Respondió Vi, con una sonrisa firme. —Esta vez no pienso soltar lo que al fin se siente correcto. No importa cuántos problemas vengan. Steb, que caminaba con la precisión de un reloj bien ajustado unos pasos por delante, giró un poco la cabeza con esa seriedad que parecía parte de él desde siempre. No se detuvo, pero con solo inclinar la cabeza bastó para que su comentario se sintiera más fuerte que un regaño. —Si no supiera todo lo que han vivido, pensaría que están coqueteando como dos cadetes que salieron del turno. —Dijo Steb sin dejar de caminar, con un tono tan plano como si estuviera leyendo un informe. —Ten cuidado, Vi. Caitlyn no solo es una gran comandante... también tiene un criterio muy agudo, y duele igual de fuerte. Vi soltó una risa fuerte, de esas que no puedes controlar porque te sale desde lo más hondo. —Créeme, lo sé. He salido más lastimada en discusiones con ella que en cualquier pelea en Zaun… —Dijo Vi, levantando una ceja y sonriendo de lado. Hizo una pausa, como si recordara algo específico, y bajó un poco la voz con picardía. —Pero también sé cómo arreglarlo después. Con precisión. En serio. —Agregó, dejando que el doble sentido flotara como si fuera una broma pesada. Steb puso los ojos en blanco y suspiró como alguien que ya se rindió con la idea de tener una charla normal. Sarah soltó una risa más sincera de lo que esperaba y negó con la cabeza, como si en el fondo hubiera echado de menos las bromas de Vi. Cuando llegaron al despacho, Vi abrió la puerta y les hizo una seña para que pasaran y se sentaran donde quisieran. —Espérenme aquí. Voy al recibidor, seguro los demás ya están llegando. —Dijo con un tono relajado, aunque en sus ojos todavía quedaban rastros de lo que acababan de hablar. Vi se dio la vuelta para irse, pero justo antes de desaparecer por el pasillo, Sarah se volteó por un momento. La miró en silencio, como alguien que ve algo que una vez fue suyo y que todavía duele. La luz del pasillo dibujaba el contorno de Vi, fuerte y tranquila, como si no tuviera cicatrices escondidas. Sarah apretó los labios, respiró profundo… y solo entonces entró al despacho, cerrando la puerta con un clic suave pero firme. Unos minutos después, se empezaron a escuchar pasos tranquilos y voces bajas. Era señal de que más invitados estaban llegando. Vi se levantó apenas los vio entrar. Jayce estaba vestido de forma sencilla, aunque era claro que seguía teniendo ese aire de genio inventor convertido en diplomático improvisado. A su lado, Lux caminaba con su energía habitual, esa mezcla de alegría y elegancia que parecía natural en ella, incluso sin esforzarse. —¡Vi! —Dijo Lux con una gran sonrisa, dándole un abrazo corto pero sincero. —Felicidades por el compromiso. Me alegra mucho por ti… por ustedes. Vi levantó las cejas con una sonrisa. —¿En serio? ¿Toda la ciudad ya lo sabe? Esto ya parece más una fiesta de boda que una reunión privada. —Bueno… —Dijo Jayce entre risas mientras se rascaba la nuca. —Jinx no dejó de hablar del tema por dos semanas. Estaba buscando "el regalo perfecto para las condenadas". Así lo dijo, literal. —Cada día se le ocurría algo diferente. —Agregó Lux, aguantándose la risa. —Como un pastel con dinamita en forma de anillo, una piñata con la cara de Caitlyn, con su rifle y esas cejas fruncidas que pone cuando se enoja. Cuando se rompía, soltaba gas para dormir. Y una tarjeta musical que explotaba en confeti y soltaba gritos… de esos que Jinx decía que eran "los verdaderos gritos de amor". —Y un set de cuchillos con los nombres de ambas… según ella, para "resolver discusiones con estilo". —Terminó Jayce, pasándose la mano por la cara, como si todavía no superara lo que vio. —Te juro que la vi practicando la frase frente al espejo. Hasta hacía gestos dramáticos. Vi soltó una carcajada, llevándose una mano al estómago. Sus ojos brillaban, mezclando orgullo por la creatividad de su hermana con esa resignación cariñosa de saber que, sí, Jinx sería capaz de todo eso. Era esa risa que sale cuando quieres mucho a alguien… incluso cuando te amenaza con una piñata de tu futura esposa. —Por los dioses… deberían agradecer que la distrajeron antes de llegar a la idea del lanzallamas con forma de ramo de flores. —Dijo Vi, todavía riéndose, hasta que el silencio los envolvió por un momento. Entonces miró a Lux y notó algo en su sonrisa, algo que no era alegría. —¿Y ustedes dos? —Preguntó en voz baja, con cuidado. —¿Qué está pasando entre ustedes? Lux mantuvo la sonrisa, pero sus ojos se oscurecieron apenas. —Somos amigas. —Respondió Lux. — Sí, han pasado cosas… pero decidí dar un paso atrás. Necesita tiempo para sanar. Igual, sigo con ella. En lo bueno y en lo malo. No como antes, pero… aquí estoy. Vi asintió despacio y bajó la mirada por un segundo. —Lo siento mucho, Lux. —No te preocupes. Amar también es saber soltar. —Dijo con calma, aunque esa calma tenía una grieta que se notaba si se miraba bien. Vi lo notó. Vio esa pequeña herida oculta detrás de su expresión tranquila. —Vamos. Los demás ya los están esperando. —Dijo Vi, dándose la vuelta y guiándolos por el pasillo principal hasta el despacho. Abrió la puerta con rapidez. Lux fue la primera en entrar y, al pasar el umbral, cruzó la mirada con Jinx por un momento. Fue un instante breve, lleno de historia, y luego sus ojos se movieron hacia Ekko, que estaba en silencio más al fondo. Jayce estaba por entrar cuando Vi lo agarró suavemente del brazo y lo llevó unos pasos más allá, donde nadie pudiera escucharlos. —Tú y yo tenemos algo pendiente que hablar. —Le susurró. Jayce puso los ojos en blanco y suspiró. —Vi… me pediste eso hace unas semanas, ¿te acuerdas? Y en ese momento ya te dije que era una locura. No había forma de tenerlo listo tan rápido. No tenía planos. No dormí. Y además, corría el riesgo de explotar. A veces olvido que cuando tú pides algo, en realidad lo estás ordenando con una sonrisa. —Vamos, cerebrito. No me vengas con excusas. Sé que no puedes quedarte quieto ni dormido mucho tiempo. Así que no me digas que no hiciste nada. —Le dijo Vi con una sonrisa pícara, dándole un codazo justo donde sabía que dolía pero sin dejar marca. Jayce suspiró otra vez, más hondo esta vez, y bajó un poco la voz, como si decirlo más fuerte pudiera invocar un desastre. —Está listo… pero no te voy a mentir, Vi. No tengo idea si va a funcionar como esperas. Podría fallar. Podría hacer algo que no anticipamos. No es un juguete ni un truco brillante. Es peligroso y todavía no sé qué tan lejos puede llegar. Vi lo miró seria, pero luego le sonrió con un gesto entre broma y gratitud sincera. —No me importa. Sabía que lo harías, porque cuando algo parece imposible, tú te obsesionas hasta que lo haces funcionar… o explotar. Y eso te lo agradezco más de lo que admitiré en voz alta. Nunca cambies, cerebrito. Jayce levantó una ceja y suspiró, dejando caer los hombros. Se llevó una mano a la cara, como quien ya se resignó a lo inevitable. —No me pagan lo suficiente para esto… —Dijo Jayce, como si estuviera actuando en una obra de teatro. Se quedó pensativo un momento, frunció el ceño y levantó un dedo, como si acabara de notar algo importante. —Espera… no me pagan. Nada. Genial. Estoy jugando con cosas que pueden explotar solo porque me tienes cariño y me amenazas con esa sonrisa tuya. Esto es básicamente trabajo gratis, con chantaje emocional incluido. Vi se rió fuerte, negando con la cabeza. —Ya veré cómo te pago. Tal vez una caja de cerveza, un favor medio ilegal o un abrazo que te haga olvidar que no tienes sueldo. O todo junto, si ando de buenas. Jayce soltó aire por la nariz, pero al final sonrió. Sabía que ya no podía escapar del lío. —Ven mañana temprano a buscarlo. Y sí, cruza los dedos, los brazos y lo que puedas. Por si acaso. Vi asintió con decisión, le dio una palmada en la espalda y lo dejó entrar al despacho. Luego, se giró y caminó de regreso hacia el recibidor. Veinticinco minutos después y con la paciencia de Vi ya casi agotada, la puerta del recibidor se abrió otra vez. El sonido de unas botas pesadas sobre el piso de mármol fue la única señal de que alguien venía. —Veinticinco minutos, Sevika. —Dijo Vi en cuanto la vio entrar, cruzada de brazos y con una ceja levantada. —Todos llevan años esperándote. Podrías al menos fingir que te importa. —¿Y tú sigues con esa lengua suelta? —Resopló Sevika sin detenerse. Le agarró la camiseta a Vi con una mano y la atrajo hacia ella como si no pesara nada. —Si no quieres que te acomode los dientes otra vez, cállate, ejecutora retirada. Vi no se asustó. La miró directo a los ojos, con una sonrisa provocadora. —Dale, inténtalo. A ver si esta vez te dejo un nuevo recuerdo… o te mando a buscar otro brazo. Riona apareció rápido, poniéndose entre las dos con los brazos extendidos. —¡Basta! —Dijo firme. —Sevika, contrólate. No venimos a pelear. Sevika soltó a Vi con un gruñido, como si no valiera la pena discutir más. Se giró sin mirar a nadie. —No vine por ti, así que no hagas escándalo. —Lo sé. —Respondió Vi mientras se arreglaba la ropa, tranquila. —Hoy Caitlyn es el centro de esta casa. Quizás hasta de toda Piltover. Todo gira a su alrededor y ni cuenta se da. Sevika soltó una risa seca, como si le pareciera ridículo… pero no se atreviera a negarlo del todo. Riona bajó la mirada y vio el anillo en la mano de Vi. Brillaba demasiado como para ignorarlo. —¿Y ese anillo? —Preguntó levantando una ceja y señalando con la barbilla. —Brilla tanto que parece hecho con oro de Piltover. ¿Quién te dio esa joya? Seguro cuesta más que todo Zaun junto. —Le pedí matrimonio a Cait. —Dijo Vi con una sonrisa suave, como si todavía le costara creerlo. —Y aceptó. —Felicidades. —Respondió Riona con una sonrisa tranquila. —Se nota que te importa mucho. Sevika soltó una carcajada ronca, más sarcástica que feliz. —Mírala, toda tranquila con su nuevo collar. Solo falta que ladres cuando Caitlyn te llame. Vi rodó los ojos, como si ya estuviera acostumbrada a sus comentarios. —Llámalo como quieras. —Le dijo sin siquiera mirarla. Luego se volvió hacia Riona con una media sonrisa. —Si algún día te interesa, podríamos entrenar. Seguro puedo enseñarte un par de cosas… que ni Sevika conoce. Riona soltó una risita breve. No se ofendió, parecía más bien curiosa. —Cuando quieras. Me encantaría. Estoy segura de que aprendería mucho contigo. —Las acompaño al despacho. —Dijo Vi, girando hacia el pasillo. Pero Sevika le cerró el paso con su brazo de acero. —Sé dónde queda. No necesito guía. —Dijo, y siguió caminando sin mirar atrás. Vi levantó las manos en señal de "ok" y se encogió de hombros. —Perfecto. Yo me voy a mi cuarto. Cait y yo tenemos cosas pendientes… y prefiero no hacerla esperar. No le gusta esperar cuando se trata de mí. Vi subió las escaleras rumbo a la habitación que compartía con Caitlyn, mientras Riona y Sevika siguieron en silencio por el pasillo hacia el despacho. Vi llegó hasta la puerta entreabierta del cuarto. Se detuvo en el marco, sin decir nada. Caitlyn estaba de espaldas, con su uniforme de comandante azul oscuro, decorado con detalles dorados que resaltaban su figura. Llevaba el cabello recogido en una coleta alta y prolija. Se notaba que era alguien que estaba acostumbrada a mandar. Tenía ambas manos apoyadas en la mesa, concentrada en los papeles frente a ella. Había una carpeta distinta para cada persona, todas ordenadas con precisión. Estaba tan enfocada que no notó que Vi ya estaba en la habitación. Vi se quedó observándola en silencio, con una expresión de admiración y cariño. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro. Luego, levantó la mano y dio un pequeño golpecito en el marco de la puerta con los nudillos, como si pidiera permiso sin palabras. Caitlyn levantó la vista al escuchar el sonido. Al ver a Vi, su expresión seria se relajó un poco, como si de pronto todo tuviera más sentido. Vi dio unos pasos hacia dentro, todavía sonriendo, con ese aire travieso que la caracterizaba. —Ese uniforme te queda tan bien… —Susurró Vi con una sonrisa cargada de picardía. —Marca cada línea de tu cuerpo como si lo hubieran hecho pensando en mis fantasías. Y, sinceramente, ningún informe puede competir con eso. Caitlyn giró un poco la cabeza y le dedicó una sonrisa con ese toque de cariño y humor que solía tener. —Mira quién decidió aparecer… la señora Kiramman en persona. Vi rió con suavidad y caminó hacia ella con paso seguro. Cuando estuvo cerca, la diferencia de estatura se notó claramente; Caitlyn era casi diez centímetros más alta. La comandante la miró con esa mezcla de firmeza y calidez que solo ella podía lograr. Vi, sin intimidarse, levantó las manos y le arregló el cuello del uniforme con cuidado. Era un gesto que decía mucho más que palabras: confianza, cariño y tiempo de conocerse. Vi soltó un suspiro, uno de esos que se dan antes de que pase algo importante. Sabía que en esa oficina los esperaba un grupo complicado: personas con historias difíciles y muchos problemas sin resolver. Su sonrisa se volvió más tranquila, y sus ojos reflejaron la seriedad de quien se prepara para algo grande. —Ya llegaron todos. —Dijo Vi en voz baja, dejando su mano sobre el uniforme de Caitlyn un segundo más de lo necesario. Caitlyn asintió con seriedad, su expresión cambiando a la de una líder lista para actuar. —Gracias. Es hora de reunirnos con los demás. —Respondió con su tono firme y seguro. Estaba por girarse para salir cuando Vi la detuvo suavemente, tomándola por la cintura. En un movimiento natural, la atrajo hacia sí y la besó. Caitlyn apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir los labios de Vi contra los suyos. Al principio se sorprendió, pero pronto se relajó. Sus hombros bajaron, cerró los ojos y sus manos descansaron sobre el pecho de Vi. No quería alejarla. Era un beso cálido, fuerte, corto, pero con mucho significado. Cuando se separaron, Caitlyn no dijo nada, pero su mirada lo decía todo: estaba agradecida, tranquila, y había una dulzura que solo Vi podía sacar de ella. Vi se quedó cerca, sin soltarse del todo, y le dijo en voz baja: —Respira. Solo somos tú y yo… por un momento más. Caitlyn asintió con los ojos, respirando profundo, como si esas palabras la ayudaran a centrarse antes de volver a su rol de comandante. —Eso era justo lo que necesitaba. —Susurró con una dulzura que pocas veces mostraba. —Especialmente antes de enfrentarme a algunas personas que preferiría evitar. Vi levantó una ceja, con esa sonrisa entre divertida y cariñosa que solo usaba con ella. —Tranquila… todavía tengo el anillo. —Dijo, mostrándolo con una sonrisa pícara que escondía ternura. —Más te vale. —Contestó Caitlyn, fingiendo seriedad mientras recogía las carpetas con cuidado. —Voy a estar atenta para que no desaparezca de tu dedo… ni un segundo. Vi soltó una risa baja. —Tus celos son tan atractivos… que me dan ganas de calmarlos con caricias, no con palabras. Caitlyn, con los brazos llenos de carpetas, giró el rostro y levantó una ceja con esa elegancia firme que la caracterizaba. —Entonces vas a tener que demostrarlo. Hazme sentir segura. —Créeme, sé exactamente cómo lograrlo. —Dijo Vi, bajando la voz como si fuera un secreto solo para ellas. Caitlyn la miró con una mezcla de ternura y control, y respondió con una leve sonrisa: —Quizás más tarde. Ahora hay un toro al que hay que agarrar por los cuernos. Caitlyn, con una sonrisa tranquila, tomó la mano de Vi con suavidad. No dijeron nada, pero bajaron juntas las escaleras hacia el primer piso. Caminaban al mismo ritmo, como si ya estuvieran acostumbradas a enfrentar todo juntas. El despacho las estaba esperando. Cuando llegaron al final de las escaleras, se detuvieron frente a la puerta cerrada del despacho. Vi le pasó la mano por la espalda a Caitlyn, en una caricia lenta, como si le estuviera dando fuerzas antes de lo que venía. —¿Lista para volver a ser la gran comandante de Piltover? —Preguntó Vi en voz baja, con una sonrisa que parecía broma, pero que en realidad mostraba el respeto que sentía. Caitlyn no respondió de inmediato. Su mirada se quedó fija en la puerta, como si pudiera ver a través de ella todo lo que estaba por venir. Inhaló hondo, ajustó el peso de los documentos en sus brazos… y luego bajó la mirada, buscando en uno de los bolsillos interiores de su uniforme. Sacó el parche. Vi lo vio y, antes de que Caitlyn pudiera ponérselo, tomó su muñeca con suavidad. —No lo necesitas. Ya lo controlas. —Dijo con una firmeza serena, como quien recuerda a alguien cuánto ha crecido. Caitlyn la miró unos segundos… y luego sonrió. Guardó el parche en silencio. —Sí. Tengo lo necesario. Y a las personas adecuadas a mi lado. Lo haremos bien. Caitlyn entrelazó su mano con la de Vi y dio el primer paso, guiándola con ese gesto silencioso que decía: estoy contigo. Y juntas, sin soltar ese lazo, cruzaron la puerta. En cuanto entraron al despacho, todas las conversaciones se detuvieron como si alguien hubiera apagado el sonido de golpe. Todos se quedaron en silencio, mirándolas. Pero esta vez no era solo por Caitlyn en sí. Su ojo Hextech estaba completamente a la vista. Nada lo cubría. Era como una gema brillante que reflejaba la luz con destellos raros, casi mágicos. Algunos no supieron cómo reaccionar. Se quedaron viéndolo, sorprendidos, como si fuera algo que no deberían estar viendo. Caitlyn caminó con paso firme. Su cara era seria y su postura recta, como si nada pudiera afectarla. La amabilidad que le había mostrado a Vi momentos antes había desaparecido. Ahora era completamente la comandante Kiramman, fría, decidida, alguien que no necesitaba gritar para que la respetaran. Vi se separó de ella sin decir nada y se apoyó en la pared detrás de Jinx. Cruzó los brazos y levantó una ceja, como lista para actuar si las cosas se salían de control. Caitlyn no dijo una palabra mientras entregaba las carpetas una por una. Después fue a su escritorio, dejó lo que quedaba de documentos y se apoyó con ambas manos sobre el borde. Estaba recta, inclinada un poco hacia adelante. Esa era su forma de mostrar autoridad. No necesitaba hablar para que todos entendieran quién mandaba. —Antes de que abordemos el tema principal. —Dijo Caitlyn, con voz firme y mesurada, dejando claro su liderazgo sin necesidad de imponerse. —Requiero un informe exhaustivo sobre los acontecimientos de las últimas dos semanas. No toleraré omisiones ni conjeturas. En esta ocasión, cada detalle tiene peso estratégico. Sarah fue la primera en romper el silencio, con esa sonrisa de filo oculto que usaba cuando sus palabras venían con más veneno que dulzura. —Tal vez tú también deberías hacer un informe de lo que pasó estas dos semanas. —Comentó Sarah con una media sonrisa que no ocultaba el filo de su intención. Su mirada fija en Caitlyn era más una provocación disfrazada de sugerencia que una simple observación. Caitlyn no reaccionó. Ni un parpadeo, ni un cambio en su postura. Permaneció tan firme como el mármol, la mirada fija al frente, como si los comentarios de Sarah fueran viento contra una muralla. Era la comandante, y en ese momento, nada la sacaría de ese rol. Jinx se rió bajito, con el codo apoyado en la rodilla y moviéndose como si estuviera tarareando una canción burlona. —Vamos, capitana... si querías que te contáramos cosas íntimas, al menos trae una copa de vino y haz preguntas menos obvias. El ambiente se puso tenso por un momento, pero Jinx solo sonrió, con esa mezcla rara de burla y cariño, como si sus palabras fueran un chiste que en realidad protegía a alguien. Sarah entrecerró los ojos, con una sonrisa de lado. —No estoy hablando contigo, niña. Esto es entre Caitlyn y yo. Jinx inclinó la cabeza como si no entendiera, pero con cara de inocente exagerada. Luego se sentó más derecha, como si fuera parte de una actuación. —Pues yo sí te estoy hablando a ti. —Dijo Jinx, con una sonrisa traviesa, mitad burla, mitad ternura. —Vi es mi hermana. Y Caitlyn, esa mujer que parece sacada de un manual de protocolo, con uniforme impecable, cara de "no toques nada" y menos emociones que una máquina... es su prometida. Algo que tú, con todo tu rollo de pirata encantadora, no pudiste ser. Se recostó en su silla como si acabara de ganar un juego secreto. Seguía sonriendo, tranquila, como si hubiera lanzado un comentario fuerte pero con buen humor. Caitlyn la miró, algo sorprendida, pero con una pequeña sonrisa. No sabía si Jinx la estaba defendiendo o burlándose de ella… pero igual se sintió agradecida. Vi, desde el fondo, con los brazos cruzados, sonreía como si estuviera viendo su serie favorita. Todo ese show le parecía divertido, aunque no sabía si debía aplaudir o intervenir. Caitlyn no subió la voz, pero su mirada se volvió más dura, como si se cerrara en sí misma con total seriedad. —Lo que hice en mi vida personal estas dos semanas no es parte de esta conversación. —Dijo, hablando claro y directo, sin dudar. —Estamos aquí para hablar de seguridad, de hechos y de planes. Nada más. Sevika, que hasta entonces no había dicho nada y tenía los brazos cruzados, fue quien rompió el momento. Su voz sonó fuerte y rasposa, sin necesidad de gritar para que todos la escucharan. —Yo quiero saber otra cosa. Tu ojo, Kiramman. Ahora que ya no usas el parche, necesito saber si es seguro. ¿Lo tienes totalmente bajo control o tenemos que preocuparnos de que explote en medio de la reunión? El comentario fue directo y sin rodeos, y cayó como una bomba en la sala. Varias personas se quedaron sorprendidas. Pero Sevika no estaba buscando ser amable. Quería respuestas claras. Caitlyn no se movió. Solo enderezó un poco los hombros y respondió con una seguridad firme que no dejaba lugar a dudas. —Es seguro. El implante ya está estable y lo controlo completamente. No hay efectos secundarios, y puedo usarlo con mucha precisión. —Hizo una breve pausa para que todos lo asimilaran. —Desde ahora, este ojo es una herramienta para proteger Piltover. Es una ventaja que pongo a disposición de todos ustedes. No lo dijo con arrogancia. Solo estaba diciendo la verdad. Y su mirada, fija y decidida, mostraba que entendía bien lo que ese ojo significaba. Caitlyn volvió a mirar a todos en la sala, esta vez deteniéndose en Sevika con intención clara. —Dado que fuiste la primera en intervenir —dijo Caitlyn con voz firme y mirada directa—, quiero que empieces tú, Sevika. Cuéntanos qué ha pasado en Zaun estos días. Sé clara. Sevika soltó un resoplido, como si tuviera que poner en orden un montón de ideas revueltas que no le gustaba recordar. —En Zaun hay mucho movimiento. —Empezó con su tono áspero de siempre, sin rodeos. —Los líderes están más molestos de lo normal. Dicen que Piltover no cumple lo que promete, y muchos sienten que seguimos siendo su basurero personal. Y te soy honesta, yo también estoy harta de promesas vacías. De discursos lindos que nunca llegan a nada. Hizo una pausa, apretando los dientes. Luego soltó una risa seca, sin nada de alegría. —Y el consejo... son un grupo de idiotas con trajes caros que no escuchan. Les pedimos más recursos para reforzar las defensas terrestres y se negaron. ¿La razón? La misma de siempre: el maldito dinero. Suspiró y apoyó una mano en el brazo de la silla. El gesto era tenso, como si al hacerlo intentara soltar un poco de la rabia que llevaba guardada pero no podía decir en voz alta. —También encontramos algo —Dijo. —Ekko y yo. Metió la mano en su abrigo y sacó una tarjeta morada. La giró un momento entre los dedos, como si aún tratara de entenderla. Después la lanzó con precisión hacia Caitlyn, apuntando directo a sus manos. Caitlyn la atrapó al vuelo, sin pestañear. La tarjeta era de un violeta oscuro, con dos letras en el centro: "RG". Por el reverso tenía un círculo negro con un brillo dorado que parecía moverse, como si estuviera latiendo. —¿Qué es esto? —Preguntó Caitlyn, sin levantar la vista del objeto. —Nadie lo sabe. —Dijo Ekko, cruzado de brazos, con el ceño fruncido. Miró a Caitlyn unos segundos, como si esperara encontrar respuestas en su silencio. —Busqué por todas partes. —Dijo Ekko, con el ceño fruncido, cruzado de brazos. Hizo una pausa breve antes de continuar, bajando un poco el tono. —No encontré ningún registro, símbolo ni archivo que coincida con esta tarjeta. Podría ser solo un adorno… o el inicio de algo mucho más grande. Lo único que sabemos es que se le cayó a un tipo en moto. Se quedó en silencio un momento, como si reviviera la escena en su cabeza. —Y ese tipo, junto con los otros motoqueros, iba demasiado bien armado. Tenía los ojos teñidos por el shimmer. Algo que pensé que ya no existía. Caitlyn bajó la mirada hacia la tarjeta. La giró una vez entre los dedos, pensativa. —No creo en coincidencias. —Dijo en voz baja, aunque lo suficientemente claro como para ser escuchada. —Te haré llegar los informes oficiales de los ejecutores de los últimos tres meses. Revisa todo. Busca patrones, conecta puntos, incluso los que parezcan locos. Ekko asintió, serio, como quien entiende el peso detrás de cada palabra. —Steb, encárgate tú de canalizar esa información con el equipo forense. —Caitlyn lo miró con seriedad, sin espacio para dudas. —Coordina con Ekko y facilítale lo que necesite. Quiero los primeros análisis sobre mi escritorio a más tardar pasado mañana. Steb asintió en silencio, con la mandíbula apretada. Ese tipo de orden no necesitaba repetirse. —Y además. —Añadió Caitlyn, entrecerrando los ojos mientras su mente ya conectaba posibles pistas. —Revisa todos los informes de la ciudad. Quiero una lista de nombres que empiecen con "R" y cuyos apellidos comiencen con "G". Tal vez encontremos algo. Steb volvió a asentir, esta vez más lento, como grabando cada palabra en su cabeza. No levantó la vista, pero su gesto fue firme. Precisión y lealtad, todo en un solo movimiento. Pero Sevika no había terminado. Seguía mirando a Caitlyn con una intensidad dura, como si el verdadero golpe todavía no hubiera llegado. —Hay algo más. —Dijo Sevika con tono seco. —El consejo quiere votar para sacarte del cargo, Kiramman. Esta vez no es un rumor. Es oficial. La noticia cayó como una bomba. Nadie se lo esperaba. Incluso el aire pareció volverse más denso. —¿Qué? —Exclamó Vi desde la pared, soltando los brazos cruzados de golpe. —¿Y cómo piensan mantener la ciudad sin la única persona que todavía usa el sentido común? ¿Se volvieron locos? Sarah, que siempre tenía una broma lista para Caitlyn, esta vez frunció el ceño. Incluso ella entendía lo grave de la situación. —Sin ella al mando, Piltover no dura ni una semana. Esto no se trata de política. Es cuestión de sobrevivir. Jayce se inclinó hacia adelante en su asiento, serio. —Si hace falta, puedo mover algunos contactos, con cuidado. Aunque todos creen que estoy muerto, todavía puedo hacer ruido sin mostrar la cara. No pienso quedarme quieto si van contra Caitlyn. Jinx se balanceó en su silla, apoyando los codos en las rodillas, con una sonrisa de niña traviesa. —Y si lo de Jayce no sirve... siempre puedo visitar a esos concejales. Nada exagerado. Una charla intensa, quizás con dibujos y algo que suene fuerte, como gritos. Vi le lanzó una mirada de advertencia, pero Jinx solo sonrió, feliz de su idea. Caitlyn levantó la mano, firme. El puño cerrado, como un martillo contenido. —Basta. —Dijo Caitlyn con firmeza, su puño cerrado dejando ver la tensión bajo el uniforme. — Esto no es una discusión. Regresemos al asunto que nos reúne. El tema del consejo lo atenderé más adelante... contigo, Sevika. A solas. Caitlyn dejó escapar un leve suspiro y bajó la mirada un momento hacia los documentos antes de alzarla con precisión, como si cortara el aire con los ojos. —Jayce. —Dijo, con voz firme pero sin agresividad—¿Las armas Hextech están listas para usarse, o necesitas más tiempo? —Están listas. —Respondió Jayce sin dudar. —Vi pasará por ellas mañana. Caitlyn giró el rostro hacia Vi, levantando una ceja con una expresión que no preguntaba con palabras, pero dejaba claro: "¿Qué me estás ocultando?". Vi le devolvió una sonrisa ladeada, de esas que esquivan la culpa con gracia, pero no ofrecen explicaciones. —El rifle Hextech fue mejorado.—Continuó Jayce. —Ahora tiene más precisión, mayor alcance, y sus disparos generan una onda expansiva más fuerte. También diseñé un bastón que puede transformarse en martillo. Lo usaré yo mismo si hace falta. Lux dio un paso al frente justo después. Su voz, aunque tranquila, sonó clara y segura en medio del silencio. —Trabajé en los guantes de Vi. —Dijo, mirando hacia ella con una sonrisa contenida pero sincera. —Espero que estén a la altura. Reforcé el campo de escudo e incluí disparos de energía Hextech desde los nudillos. Ahora golpean más fuerte y son más eficientes. Vi la miró con una expresión que pocas veces mostraba. Era una mezcla de respeto y agradecimiento verdadero. Ese tipo de mirada que solía reservar solo para Caitlyn. —Gracias, Lucesita. Mañana los pruebo. Jinx se estiró en su silla y soltó una carcajada breve. —Si los hizo Lux, seguro que ahora los guantes reparten abrazos antes de golpes. —Soltó Jinx con un tono burlón, ladeando la cabeza con picardía antes de girarse hacia Lux. —Tranquila, Lucesita… solo bromeo. No te me vayas a derretir. Ekko, desde su sitio, evitó mirar directamente a Jinx. Su mandíbula se tensó y los dedos de una mano tamborilearon con impaciencia sobre su rodilla, como conteniendo algo que prefería no decir. Jinx lo notó, claro que lo notó. Pero en lugar de provocarlo, desvió la mirada hacia Vi con una sonrisa más salvaje, como si decidiera canalizar su caos en otra dirección… por ahora. —Yo te ayudo a probarlos, hermanita. —Canturreó Jinx mientras sacaba su pistola Hextech y la hacía girar entre los dedos como si fuera una extensión de su alma. —También tengo mi propio juguetito. Tiene menos filtros que yo y más estilo que cualquier arma estándar. Ya sabes… cosas de familia. Vi le respondió con una sonrisa ladeada, mezcla perfecta de picardía y provocación. En sus ojos brillaba esa chispa competitiva que solo Jinx sabía despertar. —Ya veremos quién reparte mejor los golpes… o los disparos. —Dijo, con voz firme pero divertida. Jinx se rió por lo bajo, con esa energía caótica que la hacía única. Levantó las manos en forma de pistola y apuntó a Vi con un gesto exagerado, como si estuviera en el cierre de una escena de acción. —Spoiler: los disparos siempre ganan a los puños. —Canturreó con tono burlón, y terminó la frase con un "poow" suave, como si firmara su amenaza con dinamita envuelta en papel de regalo. Vi se cruzó de brazos, dejando caer una sonrisa ladeada que mezclaba picardía con un claro reto. Alzó una ceja, encendiendo esa chispa competitiva que solo Jinx lograba provocar. —Ya veremos, pistolera... prepárate para morder el polvo. Caitlyn había observado todo el intercambio entre Vi y Jinx sin decir una palabra, pero sus ojos hablaban con claridad. Su ceja se arqueó sutilmente y le lanzó a Vi una mirada que decía: "¿En serio estás pensando en pelear?". Fue un gesto pequeño, pero lleno de autoridad silenciosa, el tipo de gesto que desarma sin levantar la voz. Vi la notó al instante. Se encogió levemente de hombros, con esa expresión medio culpable, medio burlona, que decía: "¿Y yo qué? ¡Ella empezó!". No necesitaba palabras; su cara era una mezcla perfecta de travesura y autodefensa silenciosa. Caitlyn, sin cambiar de postura, simplemente volvió la vista al frente. Como quien marca límites sin gritar, como quien recuerda que el liderazgo también se ejerce con miradas. En cuanto el ambiente volvió a estabilizarse, Caitlyn dirigió su atención, filosa y sin adornos, a la persona menos grata de la sala para ella. —Sarah. ¿Cómo avanza la creación de la fuerza naval? Sarah respondió al llamado con una actuación digna de un escenario. Cruzó la pierna con elegancia sobreactuada y examinó sus uñas como si fueran más importantes que cualquier asunto en esa sala. Pulidas, brillantes, perfectas… y absolutamente inútiles ante la mirada que le lanzaba Caitlyn. La comandante no necesitó levantar la voz. Solo bastó esa mirada, dura como el acero, directa como una orden que no admitía réplica. Silenciosa, pero tajante. Sarah alzó los ojos y la encontró de frente: una lanza invisible directo al pecho. Suspiró, rindiéndose ante la inevitable autoridad que tenía enfrente, y dejó caer el teatro con una sonrisa cansada que parecía decir “ok, ganaste”. —Enfrenté a las momias del consejo. —Dijo entonces, con un tono mucho más formal, casi militar. —Me asignaron el presupuesto. La Malkora está operativa. En las última semana interceptamos varios barcos. Mucho contrabando, sí, pero aún nada que pruebe relación directa con Noxus. Se detuvo por un segundo, dejando que una chispa de orgullo cruzara por su mirada. —De todos modos, no hay ola que se mueva en ese mar sin que yo lo sepa. Puede dormir tranquila, Su Alteza Kiramman. Entonces, como quien no puede resistirse a lanzar una última chispa antes de marcharse del incendio, Sarah soltó con desenfado: —Eso sí… la fiesta de inauguración fue fenomenal. —Definitivamente la mejor a la que he ido en años. —Murmuró Sevika desde su silla, con una sonrisa torcida que mezclaba burla y nostalgia. Caitlyn rodó los ojos con una paciencia al borde del abismo. Steb, no muy lejos, imitó el gesto, como si ambos hubieran entrenado para soportar ese tipo de comentarios con profesionalismo y resignación. Vi, en cambio, soltó una pequeña risa, ligera y sincera, saboreando el momento como quien agradece un respiro en medio del caos. —No necesito muchos detalles de eso. —Intervino Caitlyn, retomando el control con un tono serio pero contenido. —Agradezco la información. Me gustaría contar con los informes sobre los barcos interceptados. —Los informes y yo no somos precisamente almas gemelas. —Dijo Sarah con una sonrisa ladeada, encogiéndose de hombros con desdén elegante. Hablaba como si el papeleo fuera un idioma extinto, indigno de su atención, una barrera burocrática que ella se negaba a cruzar por puro buen gusto. Caitlyn cerró los ojos un instante. Inhaló profundo y exhaló con sutileza, conteniéndose con la misma precisión con la que apuntaría su rifle. “¿Por qué, entre todas las opciones, tuve que confiar en ella?”, parecía pensar. Pero cuando habló, su voz seguía firme, sin rastro de vacilación. —Con una hoja basta. Lo esencial. Necesito cruzar esos datos con los reportes de los ejecutores. Si hay un patrón, quiero detectarlo antes de que nos explote en la cara. Sarah alzó una ceja con una teatralidad que rozaba lo dramático, como si le hubieran exigido entregar una joya familiar en lugar de un informe. Luego suspiró y asintió con resignación, como quien acepta una derrota estilizada. —Una hoja, está bien. Pero que sea de papel decente, ¿sí? Nada de esas hojas recicladas que huelen a oficina vieja y obligación. Si voy a hacer algo que no va conmigo… al menos que tenga clase. Caitlyn se volvió hacia el último miembro de la sala que aún no había pronunciado palabra. Su voz fue firme, pero serena, como el filo de una hoja que no necesita ser desenvainada para imponer respeto. —Steb. Quiero un informe completo sobre la situación de los ejecutores. Patrullas, recursos, y cualquier irregularidad que hayas observado durante estas semanas. Todas las miradas se dirigieron hacia él. Steb no necesitó más que su propia presencia para hacerse notar. Seguía erguido, con esa sobriedad que lo hacía parecer parte del mobiliario institucional, imperturbable y siempre listo. Asintió una sola vez, breve pero preciso, antes de hablar con la concisión de un hombre que no malgasta palabras. —Tuvimos que reducir la frecuencia de patrullas por falta de personal. En Piltover, la criminalidad ha bajado... pero en Zaun, los índices se han disparado. Se han identificado rutas de escape nuevas en los niveles inferiores. No hay pruebas concluyentes aún, pero los movimientos son demasiado coordinados como para ser casuales. Esto huele a algo más grande en preparación. Se detuvo un segundo, como si lo que venía a continuación pesara más que todo lo anterior. —Además. —Añadió, con una gravedad que le endureció aún más el rostro. —El puesto de avanzada de Noxus fuera de Zaun… desapareció. No quedó ni una señal. Como si se lo hubiese tragado la tierra. Los concejales creen que no hay peligro porque no ha habido incidentes concretos en los últimos meses. Pero yo no me fío de los silencios prolongados. A veces, son la antesala del estruendo. Caitlyn asintió en silencio. Cada palabra de Steb se alojaba en su mente como una pieza crucial. No era solo información: era una advertencia disfrazada. Y el tiempo para actuar se acortaba. Se irguió tras el escritorio, su voz serena y firme cortando el aire como un disparo controlado. —Abran las carpetas que les entregué. Hay algo que deben ver. Mientras las miradas se inclinaban hacia los documentos, Caitlyn rodeó la mesa con pasos marcados, el eco de sus botas resonando en la sala como metrónomo de autoridad. Se detuvo junto a Sevika, frente al gran mapa de Runaterra que ocupaba casi toda la pared lateral. En el mapa, pines de colores trazaban rutas y conexiones con exactitud casi quirúrgica. Caminos, fronteras, nodos de actividad. Cada línea hablaba de vigilancia, cada marca, de estrategia. Caitlyn alzó una vara metálica y, tras un instante de silencio, se volvió hacia el grupo. —Esto. —Dijo, con el peso de la verdad a punto de caer. —Es lo que tenemos hasta ahora. La punta de la vara señaló una serie de líneas verdes que nacían en las afueras de Zaun y se adentraban como venas tensas en su corazón industrial. —Las líneas verdes. —Explicó. —Son las posibles rutas de entrada terrestre hacia Zaun. No podemos permitirnos puntos ciegos aquí. Ekko, Sevika… necesito que dispongan de personal para vigilancia constante en cada uno de estos accesos. Veinticuatro horas, todos los días. Sin excepciones. Luego, con un leve giro de muñeca, Caitlyn desplazó la vara hacia una intrincada red de líneas azules que recorrían el borde costero del mapa. —Estas rutas. —Explicó con claridad precisa. —Representan las principales líneas comerciales marítimas. Las arterias por donde podría infiltrarse cualquier amenaza proveniente de Noxus. —Eso es bastante obvio. —Interrumpió Sarah, soltando un suspiro teatral, incapaz de contener su mordacidad. Caitlyn no respondió. No desvió la mirada, no se inmutó. Su atención permaneció fija en el mapa, su voz continuó sin alterarse, como si el comentario hubiera sido poco más que ruido de fondo. —Los pines rojos. —Continuó Caitlyn, sin apartar la mirada del mapa. —Marcan accesos subterráneos. Túneles, grietas, viejas rutas de contrabando que podrían estar siendo reactivadas. Esos puntos son prioridad para patrullajes encubiertos. Se hizo un breve silencio. Algunos intercambiaron miradas incómodas.  —Los pines morados. —Añadió Caitlyn, girando levemente la vara hacia otra región. —Indican zonas donde han ocurrido avistamientos o hay sospechas fundadas de actividad noxiana. No hay pruebas sólidas todavía… pero tampoco margen para ignorarlo. Necesito vigilancia constante. Que cada sombra se revise dos veces. Y, finalmente, apuntó a varios pines amarillos colocados estratégicamente dentro del mapa de Piltover. —Y estos… son objetivos potenciales. El Consejo. El cuartel de ejecutores. El hospital central. Lugares simbólicos y estructurales. Si alguien quisiera desestabilizar Piltover desde dentro, empezarían por aquí. Steb, esos puntos quedarán bajo tu jurisdicción. Quiero patrullas asignadas, controles dobles y cualquier indicio reportado al instante. Como segundo al mando, confío en que sabrás proteger cada uno de estos lugares como si fueran tu propia casa. Steb asintió con firmeza, aunque la duda seguía latiendo bajo su tono sobrio y directo. —¿Y los pines negros? Caitlyn se giró hacia él con lentitud, aún empuñando la vara como si sostuviera una sentencia ya escrita. Su rostro permaneció imperturbable, pero su respuesta cayó con el peso de una decisión antigua, meditada y sellada mucho antes de esa reunión. —Los pines negros delinean la ruta que seguiremos Vi y yo… y si aceptan, también Lux y Jinx. Es un corredor secreto de infiltración hacia el corazón de Noxus. Hubo un murmullo contenido, y varios pares de ojos se alzaron al mismo tiempo. Vi se atoró levemente, tosiendo con discreción mientras le lanzaba a Caitlyn una mirada que decía: "¿En serio? ¿Y esto cuándo pensabas contármelo?" Sabía que Caitlyn había mencionado que enviaría un equipo… pero jamás imaginó que se refería a ellas dos. Caitlyn no respondió a esa expresión. Simplemente sostuvo la atención del grupo con una calma que no pedía permiso. —Tengo razones fundadas para creer que Mel Medarda está en peligro. Y si existe una mínima posibilidad de evitar lo que se avecina, prefiero anticiparme al golpe. Atacar el corazón del problema antes de que Noxus esparza su veneno dentro de nuestras murallas. No vamos a quedarnos cruzados de brazos. Lo que vino después no fue un silencio cualquiera. Fue un peso compartido, un reconocimiento tácito de que las palabras de Caitlyn no respondían a una urgencia repentina, sino a una determinación gestada en la sombra. No era una estrategia más. Era una apuesta. Calculada, valiente… y peligrosa. Jinx fue la primera en romper la tensión, con la alegría desquiciada de quien encuentra dinamita envuelta para regalo. —Mmm... ¿una misión suicida? Justo lo que amo. —Canturreó Jinx, balanceando una pierna con ese ritmo juguetón que escondía dinamita en cada nota. —Estoy dentro. Lux sonrió, tenue pero segura. En su voz no había temblor, solo decisión pura. —Yo también. Haré lo que sea necesario para ayudar. Caitlyn asintió, grave, con el temple de quien carga no solo un plan, sino las vidas que dependerán de él. —Valoro su decisión. Pero entiendan que esto no es una excursión. Es una operación peligrosa. La ruta que tracé es la más encubierta posible… pero nos llevará directo al corazón enemigo. No hay espacio para errores. —Y aún así. —Respondió Lux, sin perder la calma. —Acepto. —¿Alejarme del caos? Por favor, cuñis. —Intervino Jinx, girando su pistola entre los dedos como si estuviera afinando un violín hecho de pólvora. —Si voy a estallar, que al menos deje una obra maestra en el suelo. Caitlyn desvió la mirada hacia ellas, y por un instante, su expresión se suavizó. Había algo casi imposible en esa escena. Ver a Jinx, la misma figura que alguna vez fue sinónimo de destrucción, sentada ahí, ofreciendo su vida sin condiciones. Seguía siendo un torbellino, una chispa impredecible. Pero ahora, gracias a Vi, a su amor, a esa fidelidad feroz que nunca soltó la cuerda, estaba de su lado. Y eso, por improbable que pareciera… era suficiente. —En sus carpetas. —Anunció Caitlyn, su voz templada como acero al rojo vivo mientras retrocedía un paso para observar al grupo. —Encontrarán información específica para cada uno: nombres de sujetos de interés, estructuras clave, posibles objetivos y rutas. Estudien todo. Esta vez, cada decisión puede marcar la línea entre la victoria… o el colapso. Se tomó un momento. El silencio se extendió como un eco expectante. Entonces, su tono se volvió más bajo, más íntimo, pero igual de firme. —Al final de cada carpeta hay una radio de largo alcance. Solo deben usarla si todo se complica… pero quiero la línea abierta. Siempre. No importa si hay silencio al otro lado. Quiero saber que siguen ahí. Pasó la mirada lentamente por cada rostro. Eran rostros tensos, enfocados, algunos cargados de dudas, otros escondiendo certezas que aún no sabían cómo articular. No había miedo, no en esa sala. Solo la densidad de lo incierto y la determinación de quien ha decidido avanzar pese a no tener todas las respuestas. —¿Alguna duda? —Preguntó Caitlyn, su mirada barriendo la sala con la precisión de quien escanea un campo de batalla. El silencio que siguió no fue de desconcierto, sino de aceptación. Era el tipo de silencio que se siente justo antes del salto. El de los que saben que no hay vuelta atrás. —Entonces, manos a la obra. Cada uno sabe lo que debe hacer. Pueden retirarse… y buena suerte. El tono de Caitlyn no era frío ni ceremonial. Era la despedida de alguien que sabía lo que estaban por enfrentar, pero también creía, con convicción silenciosa, en quienes se levantaban para hacerlo. Uno a uno, los presentes se levantaron, algunos con decisión, otros con una sombra de duda oculta tras la disciplina. Tomaron sus carpetas y salieron del despacho sin mirar atrás. Caitlyn los siguió con la mirada, en silencio, hasta que solo quedó una figura sentada en su lugar, como un paréntesis que se negaba a cerrarse. —Sarah, quédate un momento. Tenemos algo pendiente tú y yo. Vi se detuvo en la puerta. Miró a Sarah, luego a Caitlyn, captando en un segundo lo que estaba por venir. Asintió apenas hacia Caitlyn, un "te tengo" sin palabras. Al salir, Jinx ya la esperaba, girando una tuerca entre los dedos sin despegar la vista de la puerta. —¿La esperamos o dejamos una nota que diga "si la tocas te matamos"? —Dijo, sin mirarla. Vi se apoyó en la pared, cruzando los brazos con falsa calma. —La esperamos. Jinx asintió una vez, casi imperceptible, mientras la tuerca seguía girando entre sus dedos como un reloj de ansiedad contenido. Adentro, la conversación apenas comenzaba. Con el despacho ya en silencio, Sarah giró levemente la silla sin levantarse, cruzando una pierna con toda la arrogancia del mundo y clavando los ojos en Caitlyn. —¿Qué pasa, comandante? ¿Viniste a restregarme el anillo con mejor iluminación o solo querías presumirme que alguien dijo que sí sin estar borracha? Porque sí, lo admito… es precioso, y cuesta más que mi barco. Caitlyn respiró hondo, como si necesitara templar el pulso antes de apretar el gatillo emocional. Las palabras que iba a soltar eran tan inesperadas que hasta su sombra habría arqueado una ceja. —Gracias. —Dijo Caitlyn, y su voz no tembló ni un milímetro, como una bala que da en el blanco sin pedir permiso. Sarah la miró con una mezcla de incredulidad y suspicacia, como si le hubieran dicho que el mar se volvió vino. —¿Qué dijiste? —Gracias. —Repitió Caitlyn, esta vez enfrentando su mirada, sin un gramo de ironía en la voz. —Sé que no le debes nada a Piltover, y que, probablemente, estás aquí más por Vi que por mí o cualquier bandera.  Avanzó un paso, como si no le pesara ni el uniforme ni el orgullo.  —Pero eso no quita que lo valore. Más de lo que imaginas. Algo en el rostro de Sarah titubeó. Un músculo en su mandíbula se relajó apenas, como si esas palabras hubieran esquivado su armadura. —Por eso… y porque, aunque me cueste decirlo, te tengo aprecio. —Agregó Caitlyn, tendiéndole la mano con esa calma feroz que la caracterizaba. —Fue que te ofrecí el puesto de almirante. Así que sí: gracias. De verdad, por decir que sí. Sarah bajó la vista hacia la mano como si le costara creer que no fuera una trampa o una apuesta. Hubo una pausa, tensa pero viva, como si se debatiera entre el impulso de bromear y el vértigo de aceptar la sinceridad. Al final, alzó la mirada, y su boca se curvó en una sonrisa torcida, esa que usaba cuando se dejaba ganar, solo un poco. —Eres muy noble… y lo detesto. —Murmuró Sarah, aún observando la mano extendida, como si fuera una ofrenda demasiado pura para este mundo. — Eres una de esas personas desesperantemente correctas, tan llenas de convicción que hasta el cinismo más entrenado tambalea. Querría detestarte con todo mi ser… pero haces esto. Y me recuerdas que lo tuyo no es fachada. Es fe. Es ética. Maldición… eres una buena persona. Y lo odio porque me obliga a respetarte. Tomó la mano con un apretón firme, casi desafiante, como si se negara a que el gesto le robara más de lo que estaba dispuesta a dar. Pero sus dedos no se soltaron de inmediato. Se quedaron ahí, un segundo más, como si en ese instante la dureza del océano se rindiera ante la calma del faro. Cuando finalmente se giró hacia la puerta, sus hombros descendieron apenas, como si soltara una armadura invisible. Su andar aún era firme, pero algo se había quebrado suavemente en su interior: la coraza burlona se había agrietado, y en su lugar quedaba el eco de una rendición sin derrota. Caitlyn, en silencio, la siguió con la mirada. Su rostro también había cambiado: la mandíbula menos tensa, la mirada menos afilada. No había sonrisa, pero sí una quietud distinta. Un temblor leve en el alma de quien empieza a comprender que el respeto no siempre viene del deber, sino del encuentro. Y entonces, justo antes de cruzar el umbral, sin mirar atrás, Sarah dijo con voz apenas audible: —Solo haz feliz a Vi... No la vuelvas a hacer sufrir. —No lo hare. —Respondió Caitlyn, y esta vez, no fue solo una frase. Fue un juramento que le atravesó la garganta con la gravedad de quien entiende que las segundas oportunidades no se regalan. Asintió una sola vez, pero con una firmeza que no dejaba espacio para dudas. Era una promesa sellada en silencio, más fuerte que cualquier palabra, más duradera que cualquier anillo. Sarah no añadió nada más. Se limitó a abrir la puerta y cruzarla con un paso que ya no tenía la arrogancia de antes, sino una melancolía contenida, como si llevara en los talones los restos de algo que pudo ser. Su figura se perdió por el pasillo, dejando tras de sí un eco que no se sentía a paso… sino a cierre. Caitlyn quedó sola. Cerró los ojos por un segundo, como si con ello pudiera purgar la presión que durante horas la había mantenido a flote. Respiró hondo, y por fin, el peso se desprendió de sus hombros como la armadura que uno deja al terminar una batalla. No ganada. Pero sobrevivida. Y justo entonces, la puerta volvió a abrirse. Vi y Jinx asomaron la cabeza, como si el silencio del lugar les resultara sospechoso. —¿Y bien? ¿Pasó algo digno o fue pura pose con ironía? —Preguntó Jinx, girando su pistola como si afinara el drama. —Si no voló nada, me aburren. Vi soltó una risa corta, medio resignada, y Caitlyn negó con la cabeza, aunque una sonrisa pequeña se le escapó sin querer. Cait miró a Jinx de reojo. Esa mujer que alguna vez fue su enemiga, que llevó dolor a su vida y caos a su ciudad. Pero también era la hermana de Vi. La misma que había estado ahí cuando importaba. Que había protegido, a su modo, con advertencias afiladas y actos inesperados. Que la defendió frente a Sarah, que la ayudó sin pedirlo, que construyó el ojo que ahora le devolvía parte de lo que perdió. Jinx no era una contradicción. Era el reflejo de una ciudad partida en dos, moldeada por la desigualdad y el abandono. No eligió convertirse en un problema. Fue arrastrada a serlo. Y aún así, había aprendido a cuidar. Jinx se reía de su propio comentario, girando la pistola como quien toca una melodía conocida, cuando algo rompió el ritmo: Caitlyn la estaba abrazando. El mundo pareció detenerse. Jinx se quedó inmóvil, los ojos muy abiertos. No sabía si moverse o quedarse. ¿Era real? Vi la miró, desconcertada. No necesitó decir nada. La confusión en su rostro se disolvió en una sonrisa leve, casi cómplice. Como quien, por fin, entiende que el cambio no siempre llega con ruido, sino con un simple gesto. El abrazo era firme, sin titubeos. No apretaba con fuerza bruta, sino con una determinación templada, como si en ese momento Caitlyn intentara contener el universo con un simple gesto. Jinx parpadeó, torpe, sin saber si levantar los brazos o salir corriendo. La confusión le nubló hasta la lengua. —Cait... creo que te confundiste. Vi está justo aquí a un lado. —Dijo Jinx, en voz baja, sin su tono habitual. Caitlyn no respondió. Solo la sostuvo con más fuerza, como si con eso pudiera protegerla del mundo por un momento. —No me equivoqué. —Respondió Caitlyn, firme. —Quería que sintieras lo mucho que valoro lo que hiciste. Estuviste ahí cuando nadie lo esperaba. Me defendiste, estuviste para Vi, y creaste este ojo que me devolvió algo que pensé haber perdido. Eso... eso cuenta. Jinx parpadeó. Por un instante, el ruido en su mente se calmó. —Sé que te hicieron daño. Y sé que también heriste a otros. —Continuó Caitlyn, ahora con voz más tranquila. —No digo que el pasado y lo que hiciste no duela... pero lo que más me importa es quién decidiste ser hoy. Jinx bajó la mirada. Tragó con esfuerzo. Le temblaban las manos, pero no de miedo. Era otra cosa. Algo que no entendía del todo, pero que al mismo tiempo le daba un poco de paz. Levantó la vista para ver si Caitlyn hablaba en serio. Y sí, lo hacía. En sus ojos no había enojo ni duda, solo calma. No esperaba nada a cambio... solo estaba ahí. El silencio llenó el espacio entre ellas, pesado pero tranquilo. Y en ese momento, Jinx soltó un suspiro largo. Cerró los ojos y por fin se permitió relajarse un poco. Al principio, Jinx no supo qué hacer. Su cuerpo se puso tenso por reflejo, sin entender qué pasaba. Pero poco a poco, sin pensarlo mucho, movió los brazos. Al principio dudó, le costaba. Pero al final, abrazó a Caitlyn de verdad. No fue un abrazo perfecto, pero sí sincero. Y mientras ya estaba dentro de ese abrazo, Jinx apretó un poco más. No con fuerza, sino con todo lo que sentía por dentro. Como si abrazarla fuera una forma de decir: “No quiero soltar esto”. Las lágrimas no salieron de golpe. Primero una, después otra. No las escondió. Las dejó caer. Era como si, por fin, pudiera mostrar lo que sentía sin miedo. Caitlyn la sostuvo con más fuerza, manteniendo su mano en la nuca de Jinx como si quisiera que no se le desarmara entre los brazos. Bajó un poco la cabeza y apoyó su frente contra la sien de ella, en un gesto sencillo pero lleno de intención. No hizo falta decir mucho. Solo con eso, Jinx entendió: “Yo también estoy aquí para ti”. Vi estaba al lado, sin moverse ni decir nada. Solo observaba, como siempre. Su presencia lo decía todo, sin necesidad de palabras. Algo en Jinx se tranquilizó. Esa parte que siempre quería escapar, por fin se quedó quieta. Había encontrado un lugar donde podía estar bien. No necesitaba explicarlo. Solo lo sintió: con Caitlyn y Vi, ya no era una carga. Era parte de algo y no quería perderlo.
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