Capítulo 2
27 de septiembre de 2025, 22:03
Hika comía el triple. Se bañaba dos veces al día. Sonreía más. Tenía iniciativa. Quería salir a divertirse. E hizo amigos. ¡Amigos! Aquel ermitaño tenía la habilidad social de una patata, y había hecho un grupo en pocos días. También dijo que quería ir a la escuela. Su madre se negó fuertemente, pero, gracias a la labia de Hikaru, logró convencerla. Habría odiado que alguien se pasase de listo con él por no ser tan bueno socializando, pero siempre pensó que lo mejor era que se integrara a la sociedad. Era espantoso vivir encerrado sin apenas ver el sol; no podía imaginarse una vida así, sin embargo, su gemelo la vivía día a día.
Era como un reflejo suyo atrapado en una pesadilla. Por suerte, podía ayudarlo a no pasarla tan mal. Siempre que estaba en casa lo animaba con chistes, lo ayudaba a estudiar (aunque no era su fuerte), le mostraba cosas del mundo ahí afuera y lo actualizaba de todas las noticias del pueblo. De alguna manera, quería hacer más llevaderos sus días.
Entonces Hika podría asistir a la escuela, algo que siempre deseó.
El primer día de clases, Hika y el círculo de amigos de Hikaru se presentaron frente al otro formalmente. La excepción fue Yoshiki, ya que se conocían desde el principio.
Yoshiki iba pocas veces a su casa, y en esas ocasiones, casi siempre, Hika se encerraba en su habitación. Hikaru se sentía mal por eso; quería que su hermano de sangre y su hermano de corazón se cayeran bien, pero no pudo hacerlos conectar entre sí. Los dos eran demasiado introvertidos y no tenían gustos en común, así que ni siquiera lo intentaban.
"¿Pero por qué ahora se llevan tan bien?" Hizo una mueca al verlos interactuar en el salón de clases con el pasar de los días.
Hika sonreía con desparpajo ante cada palabra de Yoshiki y no paraba de soltar buenos comentarios en su dirección, del estilo: "buena elección de mochila", "tu corte está a la moda", "tus lunares son lindos, te dan aura"... Nada típico en Hika. Él no solía halagar ni a Hikaru.
Y lo más raro era que Yoshiki no lo tomaba a mal, al contrario, asentía con gratitud y le seguía la corriente con preguntas como "¿tú crees?" "¿Ah, te parece?" "¿No exageras?". Qué cambio más radical era ese, pensaba Hikaru.
Al menos otro deseo se le había cumplido. Sus hermanos se caían bien.
Rebobinar aquellos momentos tras haberlos visto teniendo relaciones sexuales, se sintió como un baldazo de agua fría. ¿Se gustaron desde que se conocieron? ¿Qué demonios pasó para que dieran ese paso? Jamás mostraron indicios de ser ese tipo de gente. ¿Cuándo habrían tomado la decisión de serlo? ¿Por qué... él estaba al margen de esa situación entre ellos? Se suponía que era el más cercano a los dos..., pero luego de aceptar la verdad, entendió que Hika y Yoshiki se tenían el uno al otro bajo el título de amantes. Su cercanía no podía igualarse a la de una hermandad. El amor de un amigo y el de un hermano, ¿cómo se podía comparar con el de una pareja? Ellos eran sus propios confidentes. Y estando en un mundo como aquel, claramente desconfiarían de cualquiera ajeno a su relación.
Lloró frente a la puerta de su casa un largo rato.
Cuando al fin pudo calmarse, entró y formó la misma sonrisa de todos los días ante su mamá.
Pero su corazón no era el mismo de siempre.
Estaba lastimado profundamente por las personas que más quería.
A la hora de la cena, su madre suspiró. Las ojeras en sus ojos se notaban más oscuras que de costumbre.
—Hika no vendrá a cenar hoy, tenía cosas que hacer. ¿Sabes en qué pasos anda? Me preocupa mucho. No salió en todos estos años y ahora... es como si se hubiera desatado por completo.
Dio un último bocado a su comida y apartó el plato vacío.
—Yo tampoco lo sé, madre. No hablamos tan seguido como antes. —Bebió un trago de agua—. Pero no te agobies demasiado, él sabe lo que hace.
—¿Crees que hice mal en haberlo aislado tanto tiempo? Quizás por eso está actuando así, como si quisiera recuperar el tiempo perdido.
—Lo hiciste por su salud débil. No había opción. Por suerte hoy en día existen más alternativas para tratarse en este pueblo. Las cosas buenas tardar en llegar aquí.
—Es cierto, pero siento que fui algo inflexible. Hijo, tú que eres más despierto en varios aspectos, trata de guiarlo lo mejor que puedas, ¿sí? Habla con él, averigua qué tanto hace, aconsejalo... Te lo pido como un favor.
—Haré lo posible para ayudarlo, lo prometo. Deja de preocuparte tanto o envejecerás rápido, ¿está bien?
Su madre emitió una risita y le agradeció su apoyo. Tras vaciar todos los platillos, ordenaron la mesa, hicieron sus necesidades y fueron a dormir. Al día siguiente, Hikaru debía enfrentarse a Hika y a Yoshiki.
No obstante, no pudo pegar ojo en toda la noche. Hika ni siquiera llegó a la casa.
Su mente era un desastre completo, pero se levantó de la cama a primera hora y se puso su uniforme.
Montó su bicicleta y fue a la casa de Yoshiki. Esperó en silencio, envuelto en una oscuridad total. Minutos después, Yoshiki apareció en el umbral de la puerta.
Se veía somnoliento, saludable y relajado. No es que sonriera para hacer notoria su comodidad; su andar despreocupado hablaba por sí solo.
Tal como esperaba, Hika salió con él, siguiéndolo.
Ninguno lo vio por un momento. Fueron segundos eternos.
Alzó la voz para anunciarse:
—Hola, Yoshiki —saludó primero antes de rehuir la mirada de sus ojos oscuros—. ¿Qué haces aquí, hermano?
Hikaru fingió sorpresa. Hika se tocó la nuca y bajó la cabeza.
—E-ey, Hikaru. Ayer fui a lo de un amigo y se hizo tarde. Me encontré con Yoshiki de camino a casa y me dijo que me quedara con él. Era peligroso volver solo por la noche.
"Mentiroso".
—Pudiste haber llamado por teléfono —apuntó el gemelo menor, utilizando una sonrisa y tono de voz medidos.
Hika asintió, poniendo las manos en los bolsillos.
—Cierto, pero no quise molestar y poner nerviosa a mamá.
—Ya lo hiciste. No paró de hablar de ti durante la noche entera. No habría sido así si fueras más consciente del tiempo cuando estás con tus amigos.
—Solo se le olvidó —intervinó Yoshiki—. Hasta a nosotros nos pasa a veces, Hikaru. No seas tan duro.
Finalmente, Hikaru clavó su atención completa en él.
—No es lo mismo.
Yoshiki se mostró confundido.
—¿Cómo no puede serlo?
—Hika no es... —Se mordió la lengua—. Hika apenas está conociendo cómo funciona el mundo exterior. Es más riesgoso para él encontrarse con gente mala de segundas intenciones —balbuceó lo último.
—Sí, pero... es bastante inteligente, creo que deberías confiar más en él.
Hikaru apretó los puños.
—No me digas qué hacer, Yoshiki. —Enderezó su bicicleta, echando un vistazo a su reloj invisible—. Hoy manejarás la mía. Estamos llegando tarde.
Hika y Yoshiki compartieron una mirada.
Eso lo enfureció.
—¿A quién le dices? —preguntó Hika.
—Claro que a ti.
—¿No puedo ir con Yoshiki?
Hikaru frunció el ceño.
—¿No fue mucho dormir con él, también quieres hacerlo sudar llevándote? Además, debes estar cansando, el piso de este tipo es como una roca. Toma mi bicicleta y yo llevaré a Yoshiki con la suya.
—Tranquilo, hermano, me siento perfecto. Puedo llevarlo yo.
Hikaru apretó y destensó los puños.
—Ey, Hika, solo ve en esta. Ni que fuera a robártelo —bromeó a duras penas.
Soltó una risa que contagió a Yoshiki. Hika los observó de punta a punta y se unió a ellos también.
—Está bien, Hika, iré con Hikaru —dijo Yoshiki.
Aquella decisión simple y sin mayor trascendencia, lo alivió de una forma increíble.
—Vamos.
Hikaru subió a la bicicleta de Yoshiki y este se acomodó detrás detrás de él. Hika, en cambio, montó la otra con los hombros caídos. No paraba de echarles vistazos constantes, curioso.
Comenzaron a pedalear. A media cuadra, el sol del amanecer se volcó sobre sus cabellos danzantes por la brisa mañanera.
Yoshiki posó las manos en su cintura cuando incrementó la velocidad. La suavidad y la lentitud empleadas para algo tan común las interpretó como una clara vacilación. Hikaru no podía entenderlo.
Habían hecho lo mismo tantas veces, ¿qué se sentía diferente? Sabía que podía ser el desconcierto y el rechazo, ¿pero era normal la magnitud de su ira?
Rememoró la imagen de esos mismos dedos sobre el cuerpo de su hermano y el temblor en sus manos empeoraron su creciente mareo.
Pensó en las marcas de dactilares sobre la piel blanca de Hika, tan igual a la suya. Entonces un estremecimiento cruzó su espina dorsal sin poder evitarlo, pero lo disimuló estornudando. Su amigo le susurró un salud en voz baja, y ni siquiera logró darle las gracias.
"¿Por qué te fijaste en mi hermano de entre todas las personas que existen, Yoshiki?".
Aquel iba a ser el viaje más tenso y largo que habrían de tener en todos esos años.