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11 de septiembre de 2025, 15:57
“¿Me lo puedo comer ya?”
Gluttony
Era la hora más santa de la semana, si la semana podía tener cinco horas santas. Era la hora de comer en la escuela Amestris. Los alumnos y la mayoría de profesores acogían ese descanso en sus labores con mucha mayor reverencia que la visita semanal a la Iglesia que hacían en horario lectivo. Los sermones del capellán Sloth y Greed sobre la pecaminosa concupiscencia de las entrañas caían en oídos sordos. Incluso los monaguillos: Gori, Zampano y compañía pasaban de ciertas recomendaciones religiosas. Los macarrones eran más importantes que la misa. Cocinar para mil personas era duro, pero cuando el premio es catar todo lo que nace en una cocina multitudinaria… Sin sacrificio no hay recompensa. Y quien supera todo ese sufrimiento y aprende las recetas consigue a cambio unas tortillas de concurso.
Gluttony concedía una infinita importancia a emplatar pollos asados que hicieran la boca agua. Para variar, los chavales lo estropeaban todo. Una chica rubia con coleta, empujada por un gigantón, dio varios pasos hacia atrás y a punto estuvo de tirar dos platos de flan porcionado con regla.
Desde la perspectiva de Ed, que había puesto un plato de arroz en su bandeja hambrientamente hacía solo un segundo, el empujón que Scar dio a Winry fue completamente gratuito. ¿Qué hacía un chico mayor pegando a su vecina?
—Para que no te vuelvas a acercar a Ishval —gruñó Scar, y sus vengativos dos metros se marcharon a comer.
A Ed, que no comprendía nada, se le indigestó la comida de la indignación. Al salir al comedor en dirección al patio, frunció el ceño a todo aquel que se encontró. Personas ajenas como Alex Armstrong, un profesor de gimnasia, o Lust, la monja de Catequesis, fueron víctimas de su mal humor sin enterarse de por qué. May, la niña de primero de primaria, incluso se echó a llorar. Amedrentada por la cara de caballero demoníaco de Edward, May se preguntó cómo era que un retaco aún más chiquitito que ella podía mirarla con tanto atrevimiento.
Ed iba en busca de Al, ya que los pequeños comían y salían al patio antes. Lo encontró junto a la fuente acompañado de Ling Yao. Llevaban horas hablando de la desaparición de Selim y los acontecimientos de la tarde anterior. Al se había saltado varias clases interrogando al personal de Xing, convencido por las explicaciones de Ling de que todo estaba conectado. Edward intentó desviar la conversación contando lo que le había pasado a Winry, pero Ling cambió las tornas de improviso:
—¿Scar, el repetidor de Ishval? Le cambiaron de colegio al repetir curso en Ishval, y en Amestris se ha vuelto un caso. Nuestros estudiantes odian a los de Ishval y la ley hace al criminal, pero Scar no está de morros únicamente porque le tachen de paria. Amestris acosasistemáticamente a Ishval cada día al terminar las clases, es normal que no pueda ni vernos. ¿Veis a ese monaguillo con las gafas rotas? Es otro que ha ido “de turismo” a Ishval.
—No la tomes con Winry. Ella… —empezó a excusarse Ed.
—¿Va a las palizas grupales? Sí, le han empujado en el comedor, se lo tiene bien empleado, una bronca de sus padres tampoco sobraría —dijo Ling.
—Eso no debería decirlo un adulto —dijo Al, que sentía no haber estado para proteger a Winry, a pesar de que su amiga merecía que la juzgaran por sus acciones.
—Tienes razón, pero no la toméis con Scar. Es un pobre chico. No es el mismo desde que su hermano murió.
—¿Qué? —preguntó Alphonse, miró a Ed y tragó saliva—. ¿El hermano de Scar está… muerto?
—Lo apuñalaron. Estudiaba Matemáticas en la universidad.
Al fue a dar un abrazo a Ed, pero recibió una patada a cambio.
—Todavía no han encontrado a quien lo apuñaló. A estas alturas, no creo que lo encuentren, la información sobre el prófugo se limita a que vestía de blanco.
—¡Si es el panoli que entró ayer a la escuela, o tiene que serlo porque su ropa es así! ¡Se llama Kimbley, lo ponía en su carnet de conducir! —gritó Ed.
Sin embargo, la atención de los tres quedó secuestrada por lo que ocurría a cien metros a su derecha. Frente al chalé desde el que se administraba la escuela Amestris había tres individuos. El director Bradley.
Su hijo desaparecido Selim.
Y el intruso, Kimbley.
Frotaba el pelo de Selim con expresión cohibida mientras pedía disculpas. El contenido de la conversación dio la vuelta al colegio (el único lugar más chismoso que un pueblo es una escuela). Según Kimbley, encontró a Selim en la calle durante la noche del día anterior, mientras el niño vagaba solo. Había venido a devolverlo “a primera hora”, aunque era más allá del mediodía. Selim confirmó las declaraciones, y Bradley, conociendo la reputación de ser de luz de su hijo, se tragó sus mentiras. Pasaron dentro del chalé a tomar el té.
—Lo que daría por escuchar su conversación. Orquestan una trama de corrupción de lo más turbia ahí dentro. Estarán dispuestos a todo para guardar el secreto —dijo Yao.
—¿Quién está en el ajo? —preguntó Ed.
—Los integrantes de la junta directiva del colegio: Bradley, el capellán Sloth, el clérigo Greed, la monja Lust, Gluttony, Envy, Selim y un tal Father, el accionista mayoritario. Selim, a pesar de ser menor, percibe tantas “bonificaciones” como los demás.
—Pero es un niño. No se enterará de nada —dijo Al.
—Con razón el entrenador de fútbol se da tantos aires —dijo Ed—. Es uno de los mandamases. Oye, Al, ¿entramos a investigar al chalé? Como somos pequeños, no nos verán. —Se odió a sí mismo por haber confesado implícitamente que era bajito—. Es nuestra única oportunidad para que el hijo de puta de Envy no nos abra el expediente.
Al se escandalizó el vocabulario que usaba un miembro de su propia familia, pero contestó:
—A cambio del postre de la comida de mañana.
—Hay trato. Te lo cedo. Mañana hay leche.
—Tened cuidado —advirtió Ling—. Lan Fan se rompió el brazo huyendo de King Bradley tras entrar en su despacho por la ventana, escalando por las enredaderas de la pared exterior. Por suerte, no la reconoció, pero me da escalofríos lo que podría pasarle a cualquiera si descubrieran que conoce su secreto.
—Yao, para que lo sepas —dijo Ed, que llevaba quince minutos rumiando si soltar la siguiente información—. Winry está cabreada con Ishval porque sus padres médicos no hacen más que atender a los heridos de allí, y la tienen desatendida.
—Ah. En fin, buena suerte en el chalé. Si os pillan, no me conocéis.
Y así fue como Ed y Al acabaron liados por un adulto para colarse en la instalación más secretista de su escuela, terminantemente prohibida hasta para el subdirector Mustang.