ID de la obra: 750

Sabo’s Path - “Legado”

Het
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 72 páginas, 20.954 palabras, 11 capítulos
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Descripción:
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“Es una mierda sentirse vulnerable”

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Me reí a carcajadas ante su alucinante anécdota. Sabo era sorprendentemente interesante, había viajado bastante por todo el mundo y conocido lugares increíbles. Lastimosamente no puedo decir lo mismo, ya que es mi primera vez saliendo de mi zona de confort. De todas maneras, él parece interesado en conocer mi historia. No me atrevo a mencionar que Edward Newgate es mi padre, pero sí cómo he estado viviendo con mi madre y que trabajaba como vigilante en el bar de pueblo debido a mis habilidades. Puedo ver que eso lo asombra. Me agrada y me siento más cómoda con él. Es inteligente, amable y simpático. Tira comentarios o replicas ingeniosas que me parecen super sexy. Es que, mierda, es un tipo encantador. Debo estar ebria, es probablemente eso. —¿Estás bien Maddy? Me mordí los labios al escucharlo decir mi nombre con preocupación. —Creo que ya he bebido mucho. —murmuro, dejando caer el mentón en mi mano, con el codo apoyado en la barra. Me miro en el reflejo de una botella cercana: mejillas sonrojadas, ojos ligeramente vidriosos. Ah, mierda. Me atrevo a tomar su sombrero y ponérmelo, quizás así disimule un poco más mi estado. Sabo parpadea sorprendido, pero en vez de molestarse, sonríe suavemente. Se inclina un poco hacia mí para asegurarse de que no me tambalee en el taburete. —Te queda bien —dice en voz baja, como si no quisiera sobresaltarme—. Pero... ¿estás segura de que no necesitas descansar un poco? Sabo se acerca más, bajando su tono como si fuera un secreto entre los dos. —¿Quieres que salgamos a tomar aire? No tienes que forzarte a quedarte aquí si no quieres. Puedo acompañarte hasta donde estés hospedada, sin otras intenciones te lo prometo. Su preocupación es tan genuina que siento un nudo en el estómago. Me trata con una amabilidad que no esperaba encontrar esta noche. —Probablemente ya sólo corra vodka en tus venas —añade con una sonrisa cálida, como si quisiera hacerme reír sin presionarme. Asiento débilmente, agradecida por su cuidado. No sé si es el alcohol, o simplemente él, pero por primera vez en mucho tiempo me siento mejor. Las voces al fin se callaron. Se pone de pie ofreciendome su brazo por segunda vez en la noche, esta vez para que lo utilice de equilibrio. Lo acepto gustosa. —Mis tragos... —No te preocupes, yo lo pago. Recibimos algunas miradas pero a mí me valen madres. Que se fijen en sus asuntos no los nuestros. La baja temperatura hace que tirite un poco. Ay mierda ¿qué hora era? Probablemente Marco iba a sermonearme. Sabo me cubre con su abrigo largo a lo que en respuesta le sonrío. Nunca me habían tratado con tanta delicadeza pues todos en el pueblo se sentían intimidados por mi. Era mi primera vez compartiendo con un chico tan agradable y respetuoso, que no se acobardaba conmigo. —¿Sabes Sabo? Eres la primera persona que me trata con tanto tacto. La mayoría tiene temor de acercarse a mí. —¿Por qué? Eres una chica muy divertida. ¿Le parezco divertida? —Pues... como te había dicho... antes vigilaba el bar de mi pueblo para que no hubiera disturbios. Tengo una fuerza casi sobrehumana y mi padre... Ugh, mi padre. Lo acabo de llamar padre. Realmente estoy mal hoy. —¿Qué tiene tu padre? Mejor evitar su pregunta. Me concentro en caminar, que es bastante importante considerando que hay más gravedad que lo usual. —Maddy, camina más despacio o no podré seguirte. No quiero que él sea mi padre. No quiero. Mejor imaginarme que fui huérfana de padre, que falleció por salud o un accidente, o que quizás mi mamá sólo se enamoro de un pobre diablo y me tuvo a mí. Sí, una de esas cosas pasó. No soy la hija de ese pirata. No soy hija de ese hipócrita. ¿Saben qué? Váyanse todos a la mierda. Todos. ¿Qué mierda hago aquí buscando saber más de él cuando él no buscó saber de mí? Ese idiota pregonaba de querer tener una familia cuando descuidó a su familia biológica. Espero se esté pudriendo en el infierno. —Maddy, ¿quieres un poco de agua? Puedo ir— Me solté de su brazo y lo empujé, desconcertándolo. —¿Sabes quién es mi padre Sabo? No tienes idea de quién es mi padre. —Eh, Maddy, baja la voz. —¡No me digas qué hacer! Me quedé jadeando, con el pecho agitado y los puños temblando a los costados. La ira hervía en mi sangre como un veneno que no sabía cómo sacar. Sabo, en vez de alejarse o enfadarse, dio un paso hacia mí, muy despacio, como si se acercara a un animal herido. —Está bien, Maddy —dijo con una voz suave, apenas por encima de un susurro—. No tienes que explicarme nada si no quieres. No intentó tocarme de inmediato, sólo se agachó un poco para quedar a mi altura, dejando que la distancia la marcara yo. Sus ojos, esos ojos claros, no mostraban miedo ni juicio, sólo comprensión. —Sé que a veces... —continuó, buscando las palabras con cuidado— hay cosas que duelen tanto que ni el alcohol puede silenciarlas. Maldición, sí sabía qué decirme. Yo cerré los ojos con fuerza, sintiendo cómo la rabia empezaba a mezclarse con un nudo de tristeza en mi garganta. —No estoy aquí para juzgarte, Maddy. Sólo quiero que estés bien. El viento frío me azotó la cara y temblé de nuevo, esta vez más por dentro que por fuera. Sabo me ajustó el abrigo otra vez y sin decir nada me abrochó los botones, esta vez con un movimiento más lento, más cuidadoso. Yo no me moví. No lo rechacé. —¿Quieres que nos sentemos un rato? —preguntó, señalando una banca cercana bajo un farol. No presionaba, no insistía. Sólo ofrecía. Por primera vez en mucho tiempo, alguien no quería respuestas de mí. No quería mi fuerza, ni mis disculpas. Sólo quería estar ahí. Y aunque mi orgullo gritaba que no, mi corazón... mi corazón ya estaba demasiado cansado de pelear. Asentí en silencio y dejé que me guiara hasta la banca, donde me senté pesadamente, sintiendo el peso de algo más que el alcohol en mis hombros. Sabo se sentó a mi lado, sin invadir mi espacio, pero lo suficientemente cerca como para que supiera que no estaba sola. Por fin, permití que las lágrimas, silenciosas, resbalaran por mis mejillas. Y por primera vez, no me sentí débil por llorar. Sabo permaneció en silencio un momento, dejando que yo respirara, que la tormenta interna fuera bajando. Pasaron unos minutos, y luego, con voz tranquila, comenzó a hablar. —¿Sabes? —dijo mirando al frente, no presionándome para que lo mirara—. Cuando era niño, vivía en un lugar... diferente. Un lugar donde todo lo que importaba era el apellido que llevabas y la imagen que mostrabas. Sus dedos jugueteaban con sus guantes, como si ordenara sus pensamientos. —Mi familia era de la nobleza —continuó con una leve amargura escondida en su voz—. Tenía todo lo que otros envidiarían: ropa elegante, comidas abundantes, una educación "perfecta". Todo lo que querían que tuviera... menos libertad. Apreté el abrigo contra mí, escuchándolo sin atreverme a interrumpir. —Me decían qué debía pensar, qué debía decir, hasta a quién debía saludar y a quién ignorar. Se suponía que debía estar agradecido. Se suponía que debía sentirme afortunado. Hizo una pausa, suspirando. —Pero yo me sentía atrapado. Como si estuviera asfixiándome en un lugar lleno de máscaras. Nadie era real. Todo era un juego de poder y mentiras. Sus palabras resonaban en mi pecho de un modo extraño, como si hablara también de mí, de mis propias cadenas invisibles. —Un día, simplemente no pude más. —Su voz bajó aún más, volviéndose apenas un susurro—. Dejé todo atrás. Preferí tener nada y ser yo mismo... que tenerlo todo y vivir como un prisionero. Giró hacia mí con una sonrisa leve y cálida. Sin compasión, sólo cercanía. —Así que, si sientes que cargas con algo que no elegiste... si te duele por dentro sin poder explicarlo... no tienes que cargarlo sola. A veces, lo mejor que uno puede hacer es elegir su propio camino, aunque sea el más difícil. Me quedé mirándolo, sintiendo que cada palabra perforaba las capas de ira, dolor y confusión que me envolvían. Sabo no intentaba salvarme. No intentaba decirme qué debía hacer. Sólo me ofrecía su verdad, su compañía, y el espacio para sanar. Lo envidiaba. Envidiaba la libertad que había conseguido con sus propias manos, el coraje y la determinación que poseía para llevarlo a cabo. Dejar todo lo que conocía por quien él quería ser y lo que buscaba para él. Finalmente voltea a verme. Su amplia sonrisa es genuina, demostrándome que no se arrepentía para nada pasar por lo que tuvo que pasar. —Me gustas Sabo. —¿Q-Qué? — dice atónito. Me río a carcajadas de su nerviosismo mientras me observa desconcertado. —Me refiero a que me gustas como persona. Me agradas. Eres un chico muy admirable. —Gracias. —dice de vuelta con una sonrisa amable. Él se rasca la nuca, aún algo avergonzado, mientras yo intento recuperar el aliento de tanto reírme. —Hacía mucho que no me reía así —le confieso sin pensar demasiado. —Me alegra haberlo conseguido —responde bajito, contento de verme con el ánimo recuperado. Por un momento, el frío, la gente, las voces lejanas... todo desaparece. Sólo estamos él y yo, bajo ese cielo abierto, como dos almas sueltas encontrándose en el lugar y momento correcto. —¿Sabes? —añado bajando la voz, como si temiera romper el instante—. Yo también quiero ser libre algún día. Como tú. Sabo asiente despacio, como si entendiera exactamente de qué hablaba. —Y lo serás —dice con una seguridad que me golpea directo en el pecho—. Eres capaz de hacerlo Maddy. Veo una figura a lo lejos acercarse despacio, y sólo cuando pasa bajo un farol puedo ver que es Marco. —Oh, mierda. —¿Qué sucede? — dice siguiendo mi mirada. Encuentra a Marco enseguida. —Así que aquí estabas —dice ya a unos pasos cerca de nosotros—. Me preocupé porque aun no habías vuelto. —Lo siento, el tiempo pasó muy rápido. Su mirada cae en Sabo por unos segundos y veo que levanta la ceja. El silencio instalado bajo la mirada expectante entre ellos dos hace saltar la alarma. —¿Nuevo amigo? —pregunta Marco, con una voz tan tranquila que casi resulta más intimidante. Él sonríe, aparenta estar relajado a mi lado pero lo percibo alerta. —Nos conocimos hace un rato. Me pareció que necesitaba compañía. Marco asiente muy lentamente, como si procesara cada palabra con extremo cuidado. —Qué considerado —dice. Luego se vuelve hacia mí, su tono más cálido—. Vamos, es tarde. No quiero que te resfríes aquí fuera. Sabo se pone de pie y da un paso atrás, como cediendo espacio. Sus ojos buscan los míos por un instante, y me regalan una chispa de complicidad antes de perderse en la distancia. —Fue un placer, Maddy —dice con una ligera inclinación de cabeza. Yo le sonrío, un poco nerviosa ante la mirada de Marco sobre mí. —Igualmente, Sabo. Marco espera a que me acerque. Cuando lo hago, pasa un brazo protector sobre mis hombros, guiándome hacia el muelle. Aún siento el peso de la mirada de Sabo en mi espalda, haciéndome consciente de mi misma al caminar. Una vez que estamos lo suficientemente lejos Marco murmura sin mirarme: —¿Sabes de quién se trata? Trago saliva, un pequeño nudo formándose en mi garganta. —No... —respondo honestamente—. Sólo sé que es alguien bueno. Marco suelta un pequeño sonido, entre un resoplido y una risa. —Espero que sea así. Sabo se encontraba observando al par retirándose hacia su morada. Dejó escapar un prolongado suspiro antes de pasarse la mano por el rostro. No esperaba que la hija de Edward Newgate fuera tan... cautivadora. Tenían cierta similitud con respecto a su pasado de vivir atado a las expectativas y deseos de los demás. —La hija de Barbablanca... —apenas lo dijo y sintió cómo la imagen de Ace cruzándose por su mente se llevaba con él su corazón. Ace había muerto por ser hijo de Gol D. Roger, ¿qué posibilidades habría de que sucediera lo mismo con Maddy? Podría no ser hija del Rey de los Piratas como Ace, pero el ser hija de un pirata renombrado ya parecía ser crimen para los de la Marina. Malditos hipócritas. Pregonar que buscan el bien común cuando sólo buscan los intereses de unos cuantos... de esos inhumanos del Gobierno Mundial. Sacó su Den Den Mushi y esperó en la llamada. Poco después contestaron. —¿Sabo? ¿Cómo va todo? — preguntó Koala— ¿Pudiste acercarte a ella? —Sí, fue un éxito. —¿Y? ¿Lograste determinar sus intenciones? ¿Es una amenaza o es inofensiva? Permaneció en silencio un momento. Apretó ligeramente los labios. —No pude determinarlo. —¿Eh? —Necesito más tiempo. —Sabo espera— Cortó la llamada, con la mirada perdida en el handset del caracol. Un poco más. Sólo necesitaba conocerla un poco más.
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