ID de la obra: 750

Sabo’s Path - “Legado”

Het
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 72 páginas, 20.954 palabras, 11 capítulos
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Descripción:
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“Sí, es mi culpa”

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¡Dios bendiga la tierra! Ah, cómo aguanta la gente estar en un barco encerrados. No hay posibilidad. —Espera —me detiene Marco antes que baje del barco—. Ya no irás sola. Llévate a algunos muchachos. ¿Y eso por qué? —Puedo cuidarme sola Marco. —No dudo de eso pero para prevenir cualquier eventualidad. ¿Ellos? ¿En serio estos inútiles van a protegerme? ¿Es una broma? Observé a los tipos en la cubierta nerviosos e incómodos por el hecho de acompañarme. Le puse los ojos en blanco y me dejé caer en un silla que estaba cerca. Marco suspiró —O vienes conmigo. —¿De verdad? —Sí, tengo que ocuparme de algunos asuntos. ¿Te apuntas o no? Marco era mejor compañía que cualquier badulaque de aquí. Asentí acercándome a él. —En la siguiente isla está la tumba de tu padre. Quiero comprar algunas flores e incienso para llevárselos. —¿Y para "Puño de Fuego Ace"? Su tumba está junto a la suya, ¿no? Me di un golpe mental. No puedo creer que me sienta celosa de un muerto. No tengo ni porqué sentirme celosa para empezar. Marco me miró de reojo. —Claro, para Ace también. Mejor mantengo mi boca cerrada. —Esta era una isla que estaba bajo su protección. Como estamos a una isla de su tumba muchos de sus hijos se asentaron por aquí —Miró a los lados de la calle observando el movimiento de la ciudad—. Ya corrieron la voz de que existe una supuesta hija que viaja conmigo por lo que es mejor que no te separes de mí. Así como hay gente que ha venido para verte por cariño al viejo, otros han venido por el resentimiento que le tienen. Tener a la Marina detrás nuestro ya es un problema de por sí. —¿De verdad crees que alguien intentaría algo en este lugar? —pregunté, viendo cómo la gente iba y venía como en cualquier ciudad normal. Marco sonrió apenas, una sonrisa cansada. —El problema no siempre son los tipos grandes con armas. A veces es el cuchillo pequeño que no ves venir. Un escalofrío me recorrió la espalda. Okay, pero todo estaba bien. No había indicios de nada aún. —¿Puedo preguntarte algo? Lo miré de reojo —¿Hm? Adelante. —¿Qué piensas de tu padre? Uy, una pregunta muy personal. Me reí seca. —No creo que te guste saber lo que pienso de él. El silencio se estiró incómodo entre nosotros mientras seguíamos caminando. Sentía su mirada de reojo, paciente, como esperando que soltara más. Sé que no va a dejar la conversación así. —Tu padre tomó a muchos hombres como hijos y les dio un propósito—saludó con una inclinación de cabeza a alguien que pasaba. Luego continuó hablando—. Les dio una razón para vivir. Uno de ellos fui yo. —Ya sé esa historia Marco —Traté de respirar hondo, pero no ayudó demasiado—. ¿Sabes qué es lo que me molesta? Que queriendo tanto una familia descuidó a la suya. ¿Me vas a decir que no tenía idea de que yo existía? No soy tonta Marco.  Sentí cómo las palabras me quemaban en la boca. Marco me miró de lado, pero no interrumpió. —Él seguía en contacto con mamá, quién sabe para qué. Siempre le reclamé eso a ella. A él no le importábamos lo suficiente como para volver. Marco tardó un momento en responder. Cuando lo hizo fue bajo y cortante. —No eres tonta... pero eres ingenua. El golpe a mi orgullo fue inmediato. Detuve un segundo mi paso, mirándolo mal, pero él ya había apartado la vista, como si supiera que eso era algo que yo debía procesar sola. —¿De verdad crees que un hombre como él podía dejarlo todo para ir con su familia? Era un hombre buscado y fue así como conoció a tu madre. —Sí, bueno, mi madre tiene en parte la culpa por meterse con él. Negó con la cabeza y no dijo más. Continuamos el curso de nuevo sin que ninguno se animara a decir algo más hasta que llegamos a una casa con un hombre viejo sentado en frente. —Hola Volpe —dice alzando la voz. El hombre se había quedado dormido sentado. Se sobresaltó al escucharlo— ¿Cómo ha ido todo? El anciano lo saludó con una gran sonrisa, como si acabara de ver a su hijo volver a casa. Marco se agachó un momento para hablar con él y, aunque no logré escuchar lo que decían, vi cómo el hombre le apretaba la mano con fuerza, casi agradeciéndole algo. Cuando Marco regresó a mi lado, continuamos caminando. ¿Qué fue eso? No pude resistirme. —¿Quién es él? Marco se encogió de hombros. —Como te había dicho, esta isla estaba protegida por el viejo —señaló en dirección a las humildes casas—. El señor que ves ahí es el encargado de hacer llegar el dinero aquí y a Sphinx. Que es la ciudad natal y donde se encuentra su tumba. Durante años, envió dinero en secreto para ayudarlos a sobrevivir. Ellos no sabían de dónde venía la ayuda, solo la aceptaban. Fruncí el ceño. —¿Y tú cómo sabes eso? —No lo supe hasta después de su muerte. Cuando la guerra terminó... vine a buscar respuestas. Y me encontré con esto. Gente agradecida, pero perdida. Sin la ayuda del viejo, habrían muerto. —Su voz bajó de tono, casi amarga—. Así que decidí quedarme un tiempo. Hacer lo que él habría querido. Cuidarlos. Me mordí la lengua para no decir algo hiriente. Parte de mí aún dolía por mi madre. Pero... otra parte, casi imperceptible, podría admirar a ese señor. —¿Por eso no estás navegando con los demás? Marco sonrió apenas. —Alguien tiene que proteger lo que el viejo dejó atrás. No es mi responsabilidad.  No es mi responsabilidad. Seguimos caminando en silencio unos metros más. Me forcé a disfrutar del mercado: puestos de frutas brillantes, olor a pan recién horneado, joyas baratas colgando de cuerpo trenzadas. Algo no estaba bien. Luego de dejar al viejo tengo esta sensación incómoda. —Oye, Marco... —empecé a decir. Me tomó de los hombros y me empujó al suelo. El estruendo que lo siguió casi detuvo mi corazón. Un estallido seco, como de un cañón o una granada. La gente comenzó a gritar, dispersándose en todas direcciones. —¡Maldición! —escuché que gruñía Marco. Me sujetó del brazo, protegiéndome detrás de él instintivamente buscando al enemigo. —¡Quédate conmigo! —me ordenó.  No pensaba hacer otra cosa de todas maneras, me acerqué más a él. Pero entonces, hubo otra explosión más cerca. Un edificio cercano comenzó a desmoronarse y una nube de polvo nos cubrió. En el momento que parpadeé para apartar el polvo de mis ojos, sentí el impacto de un golpe que me lanzó metros hasta una casa, destruyéndola en el proceso. Maldición. Traté de limpiarme la cara pero el polvo me hacía toser. Comprobé alguna lesión... Un dolor ligero de cabeza. Aparté los ladrillos que cayeron sobre mí y me puse de pie lentamente. Iban a necesitar más si querían hacerme caer. —¡Marco! —grité buscándolo. —¡Maddy! ¡Voy hacia ti! Un destello de fuego iluminó el polvo: Marco había tomado su forma de fénix. Me quedé paralizada un segundo, atónita ante el poder que irradiaba... pero la esperanza se rompió en pedazos cuando un enorme gorila surgió de la nada y lo pateó hacia un montón de casas. —¡No! ¡Marco! —¡Ya voy por ti! — me responde pero el gorila se había abalanzado sobre él. Mierda. Mierda. ¡Mierda! Un pitido agudo perforó mis oídos. Volteé, confundida... y un puño me reventó el rostro, lanzándome otra vez a través de varias paredes. Traté de frenarme agarrándome de lo que fuera: una viga rota, un trozo de muro. ¡¿Qué está pasando?! Logré detenerme, tosiendo polvo y sangre. Me llevé la mano al rostro: la sangre tibia resbalaba desde mi frente, cegándome un ojo. La espalda me ardía como el infierno. —Sí que eres bastante dura, princesa —escuché a través del zumbido en mis oídos. —¿Qué carajo quieres? —gruñí. —¡Tu vida! Vi que venía de frente, con una patada preparada. Crucé los brazos para bloquear el impacto. —Oh, mira nada más—se burló. Le agarré el tobillo al vuelo y, con un rugido, lo estampé contra los escombros. No le di tiempo de levantarse: le encesté una patada en la cara que hizo crujir algo. Te lo devolví hijo de puta. Iba a rematarlo, pero otro cuerpo me embistió de costado, haciéndome caer. —¡Suéltame, imbécil! —forcejeé. El nuevo atacante apestaba a mugre y sangre vieja. Le tomé la remera para apartarlo, pero sentí el filo hundirse en mi muslo. Un gemido de rabia se me escapó. —¡Hijo de puta! Con la pierna herida lo pateé lejos, pero al hacerlo, el maldito cuchillo me rasgó aún más la carne. El dolor me hizo jadear, pero me niego a caer frente a estos tipos. —¡Te tenemos! —gritó el primero, abalanzándose sobre mí. Tres más se sumaron, aplastándome contra el suelo. Me retorcí como un animal atrapado, pero eran demasiados. —¡Ya háganlo! —escuché que alguien gritaba. Uno de ellos sacó algo brillante de entre sus harapos. Una aguja. ¡Carajo! Me revolví con más fuerza, golpeando, pateando, mordiendo si era necesario. No iba a dejarlos. La aguja bajó veloz hacia mi cuello. Instintivamente moví la cabeza, sintiendo el pinchazo raspar mi piel sin llegar a clavarse. Gruñí, furiosa, y alcancé a golpear con el codo la mandíbula del que tenía encima. Se oyó un crack. El tipo cayó gimiendo. —¡Puta de mierda! —chilló otro, alzando el puño para pegarme. Antes de que lo hiciera, una llamarada atravesó el aire, incinerando parte de su ropa. El fuego se arremolinó, y de entre el humo, Marco surgió como una bestia herida, sus alas de fuego extendidas, su mirada encendida en pura furia. —¡No la toquen! —rugió. Sonreí, escupiendo sangre. Ahora sí estaban jodidos. El gorila enorme se lanzó a agarrarlo, pero Marco lo esquivó de un giro de alas encendidas. Veo un movimiento por el rabillo del ojo y un idiota lo apuntó con un arma. —¡Marco! ¡A tu izquierda!  Demasiado tarde. En cámara lenta veo como la red cae sobre él y lo deja tendido en el suelo. Trata de liberarse pero al parecer gasta un montón de energía removerse para lograrlo. ¿Acaso está hecha de piedra marina? —¡Ve al barco, Maddy! —gritó Marco, nervioso—. ¡Voy detrás de ti! —¡Déjame ayudarte! —di un paso hacia él, decidida. Su mirada se alzó, alarmada, hacia algo detrás de mí. —¡Llévatela! Antes de que pudiera girar del todo, sentí una mano dura atraparme la muñeca y me volteé con violencia, lista para atacar. ¿Sabo? —¿Qué haces...? —¡No tenemos tiempo! —me espetó, arrastrándome—. ¡Sígueme! El caos explotaba alrededor, pero su agarre era firme. ¿Qué demonios hacía él aquí? Lo había dejado atrás. Sabo me arrastró entre los escombros mientras el sonido de disparos y gritos nos envolvía como una tormenta. —¡Sabo, suéltame! —protesté, intentando zafarme—. ¡Puedo pelear! Marco— —No es el momento, Maddy —dijo de prisa, sin aflojar su agarre—. Nos superan en número. ¡Tenemos que reagruparnos! ¿De qué habla? —¡No voy a dejar a Marco atrás! —Nos alcanzará más adelante, no te preocupes por él. Tu tripulación ya viene en camino. ¡Eso no cambiaba la situación de Marco! Un pirata intentó interponerse en nuestro camino. Antes de que él pudiera reaccionar, le solté una patada en la rodilla que lo dejó retorciéndose en el suelo. Me empujó hacia un callejón donde el humo era tan espeso que apenas veía a un metro. Corrimos entre callejones, saltando sobre montones de escombros y esquivando las peleas entre enemigos y aliados. Mis piernas dolían. Mi muslo herido ardía como el infierno. Pero no pensaba caer ahora. ¿Por qué esto estaba pasando? ¿Era mi culpa que la ciudad estaba cayendo a pedazos? El cuerpo de un niño a lo lejos en el suelo hizo que se me erizara la piel de la impresión. —Sabo —lo jalo del terror. —¡No mires y sigue corriendo! De repente, un silbido cortó el aire. —¡Agáchate! —gritó Sabo. Nos lanzamos al suelo justo cuando una ráfaga de proyectiles pasó sobre nuestras cabezas. —¡Carajo! —mascullé—. ¿Falta mucho? —Ya casi, aguanta. Llegamos a un pasadizo escondido entre dos casas semi derrumbadas. Desde ahí, podía ver el mar... y al fondo, la silueta de nuestro barco. Sentía la sangre empapando mi pantalón, sentía cada latido en mi muslo herido, pero también sentía algo más poderoso: la voluntad de sobrevivir. Corrimos al barco haciéndonos camino. El puerto estaba infestado de piratas en revueltas. Los que parecían reconocerme se lanzaban contra mi y eran detenidos por otros, siendo un caos todo por mi culpa. La desesperación y el remordimiento me colmaron el pecho. ¿Cuánta gente está sufriendo por mi estúpida existencia? ¿Qué demonios hago yo aquí arruinando vidas? ¿Fue por curiosidad? ¿Fue por egoísmo? Me sobresalto al sentir el agarre de Sabo en mi cintura, acercandome a él e impulsándose hacia el barco y seguidamente mi atención es robada por los extraños ayudando a nuestra tripulación a poner en condiciones para partir. —¿Qué demonios está pasando? — digo alejándome de Sabo tratando de encontrar sentido a la escena frente a mí. —¡Nos vamos! —grita contundente a mi lado.  —¿Cómo que nos vamos? —lo agarré del cuello de la camisa— Ni muerta dejo a Marco aquí. —Marco nos alcanzará, ya te lo he dicho. La prioridad en esta misión es tu seguridad. —¿Misión? —digo desconcertada. No me responde y pasa de mi acercándose a una chica que lo asesina con la mirada. Me acerco para oír la conversación. —¡...porque no diste reportes y me encuentro con ésta situación! Dragon ordenó reducir el rumor y crear una distracción para evitar consecuencias mayores en el mundo. Ya no puede regresar. —Escucha Koala, encontraremos una solución— —Sí, ya la encontramos y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Nos la llevaremos. —¿Llevarse a quién? —inquiero— Porque si hablas de mí me llevarás muerta.
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