ID de la obra: 750

Sabo’s Path - “Legado”

Het
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 72 páginas, 20.954 palabras, 11 capítulos
Etiquetas:
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

“Incendio”

Ajustes de texto
Han pasado ya seis meses desde que falleció Barbablanca, tres desde que dejé la isla y dos desde que llegué a la base. Aún no puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo. Ya le estoy pillando la onda a todo esto. Estoy construyendo mi rutina y aprendiendo rápidamente de la gente a mi alrededor. Debí suponer que todos iban a ser madrugadores, siendo tan estirados. Dios, extraño el alcohol. No es que no haya, es limitado. Trato de no ahogarme en mis pensamientos porque terminará en un callejón sin salida lleno de pánico y rabia innecesaria. Y con lo mal que manejo mi temperamento, mejor prevenir que todos me odien. Detesto estar aquí. Decidieron hacer de mí una asistente. Usualmente estoy ayudando a Koala, que se encarga de la información urgente que llega de los comandantes que tienen sus bases instaladas por todo el mundo. —Maddy, necesito que entregues estos documentos al departamento de comunicaciones. Es urgente. —dice Koala, dejándolos sobre mi mesa antes de salir prácticamente corriendo con un montón de planos bajo el brazo. Maldición, ni a un prisionero lo pondrían a hacer recados. Pero claro, yo soy un lujo demasiado caro como para desperdiciarlo encerrado. Empujo la silla para atrás y me levanto de mala gana. Salgo de la oficina tratando de recordar las direcciones que me habían enseñado unas mil quinientas veces y que mi cerebro se niega a retener. Al final, me hago una idea (y si me pierdo, pregunto; ¿qué más da?) y me dirijo hacia allí. En una de las intersecciones, al final del pasillo, puedo ver a Sabo discutiendo con un hombre pez frente a un mapa. Están concentrados y nerviosos, señalando varias partes y gesticulando con las manos. No he podido hablar mucho con él desde que llegué. Viene a comprobar que estoy bien y trata de conversar un poco conmigo, pero enseguida se retira por trabajo. De todas maneras, no es como si yo quisiera hablarle, pero es uno de los pocos que conozco aquí. Y tampoco es que confíe mucho en él... lo necesito cerca porque... Un momento. ¿Para qué? ¿Para sentirme en control? ¿Por su sentido de responsabilidad que me hace sentir mejor? ¿Qué hace que lo quiera cerca? Es un imbécil egoísta. El hombre pez levanta el plano para mostrárselo y, detrás de él, Sabo me identifica enseguida. ¿Qué? ¿De qué se sorprende? Su sonrisa me revuelve el estómago. Antes de que pueda gruñir, me lanza un guiño cómplice. ¡Ugh! ¡Qué descarado! ¿De verdad cree que me cae bien? Está delirando fuerte si piensa que somos amigos. Le levanto el dedo del medio y continúo mi camino. ¿Por qué me guiña? Que se lo haga a alguien con quien quiera coquetear... ¿o se está haciendo el coqueto conmigo? Pff, vamos, Maddy. Recupérate un poco, se te está yendo la olla. Entrego los papeles en el departamento de comunicaciones, aliviada de haber encontrado el lugar sin perderme, y me giro para volver a mi oficina... No te lo puedo creer. —¿Me estás siguiendo? —le espeto de inmediato, con los brazos cruzados. Su ceja se arquea. Me enseña un sobre en su mano y lo entrega al mismo encargado que me recibió. —Tenía que dejar esto aquí. Me muerdo el labio, maldiciéndome por acusarlo. Por pensar en estupideces me pasa esto. Su sonrisa solo empeora mi humillación. —No te soporto —añado, girándome rápido para irme. —Espera, Maddy. —¿Qué quieres? —Tuve una reunión con Dragon y solicité permiso para tu entrenamiento. Creo que es necesario que aprendas a combatir adecuadamente para defenderte a futuro. —¿Qué? —no puede ser. ¿Ahora será así? —¿Y lo decidiste tú? ¿Qué derecho tienes? Suspira frente a mí, cansado; el rostro se le debilita y cae un poco. Una ligera culpa me aprieta el pecho, evidente de que ha estado trabajando hasta el límite desde que llegamos. —Vamos a aquella oficina —dice, señalando una puerta al otro lado del pasillo. Se adelanta a mí y camina hacia la puerta. Me siento como una niña a punto de ser regañada. No quiero que me obliguen a hacer cosas. Ya estoy con esto del trabajo; no es que vayan a dejarme salir a misiones. No se arriesgarían. Me abre la puerta y cruzo el umbral, viendo que está vacía. Mientras enciende la luz, busco una silla para sentarme y enfrentar este tema. Quiero que converse conmigo si va a tomar decisiones que me conciernen, no que las tome porque se le antoja. Sabo se sienta frente a mí, dejando su sombrero sobre la mesa y unas cuantas cosas que tiene en su bolsillo: llaves, un arma, den den mushi y un encendedor. ¿Por qué tiene un encendedor? —¿Fumas? Me mira confundido, luego advierte el encendedor sobre la mesa. Parece que se le había olvidado. —Ah, no. Lo tengo en caso de que Dragon lo necesite. ¿Qué es? ¿Su mayordomo? Se acaricia el mentón, pensando unos segundos. Parece que está ordenando sus ideas. —Escucha, tenemos información clasificada de que el Gobierno Mundial está rastreando a los piratas de Barbablanca. Ahora que la tripulación de los Sombreros de Paja no está haciendo ningún movimiento, su atención cae sobre lo ocurrido recientemente en la guerra. Mi estómago se revuelve. —¿Y eso tiene que ver conmigo cómo? No saben que existo, ¿verdad? Me clava la mirada unos segundos y sus ojos intensos me hacen voltear para otro lado. Se inclina hacia mí, apoyando los codos en sus muslos. —Que Shirohige haya declarado la guerra convirtió a su tripulación en enemigos directos del Gobierno. Y cuando el Gobierno llama a alguien enemigo... manda a sus perros. —¿Perros? —repito, incómoda. No esperaba que usara esa palabra. —Hay una agencia secreta que se encarga de velar por las directrices de los Altos Mandos... —se acomoda el cabello—. Maddy, ¿has oído sobre los Cipher Pol? No me gusta cómo suena eso. Miro mis dedos y niego. —Es una organización del Gobierno Mundial que se divide por el mundo. Actúan clandestinamente realizando espionaje, asesinatos— —¿Asesinatos? —no puede ser. —E infiltraciones. Robin fue integrante de esta organización hasta hace poco tiempo —mi corazón se detiene—, pero se ha incorporado, como sabes, a los Sombreros de Paja. —No lo sabía —admito nerviosa. No tenía idea de que Robin... Me encojo un poco. Es que no la conozco. ¿Cómo iba a saberlo? Desde hace poco he comenzado a compartir con ella. Sabía que era una caja de secretos, pero no comprendía su magnitud. —Es difícil que lo supieras. No muchos saben sobre ellos —trata de reconfortarme y juega con sus dedos—. Te informo esto porque quiero que seas consciente de que no sólo la Marina u otros piratas están cazándote. Esta organización está formada por miembros especializados en combate y asesinato, y son expertos, Maddy. —Ya soy consciente, Sabo —digo nerviosa y molesta—. No hace falta que me des más ansiedad —no puedo evitar llevarme la mano a la frente, angustiada. El silencio cae entre nosotros y cierro los ojos. No quiero mostrarle que me afecta, pero de verdad estoy harta. ¿Qué se supone que voy a hacer? Parece que hay ojos por todas partes. Camino con la sensación de ser el objetivo de un francotirador y el peso de existir me abruma desde que abro los ojos en la mañana hasta que los cierro en la noche. Cada vez es más pesado; cada vez siento que mi vida se me escurre de las manos. No quiero vivir asustada. No quiero vivir aterrada ni rogando por poder seguir respirando, por querer ver la luz del día una vez más. Deseando que mi mamá esté bien, que es la única que tengo. No quiero excusar mi existencia. No quiero buscar razones para que me acepten o me permitan vivir. Sabo apoya la mano sobre la mía. Es un gesto sencillo, pero la calidez me desarma. La toma y la frota con el pulgar; durante un segundo todo queda en silencio entre los dos. ¿Qué está...? No entiendo. No sé si me conforta o me envenena. —Pero estás aquí. Y aquí te protegeremos. Yo me encargaré de eso, no dejaré que lleguen a ti. —No puedes hacer mucho, Sabo —le doy un apretón involuntario—. Esto va más allá de lo que puedes hacer. —Por eso necesito tu ayuda, Maddy. Por favor, que entrenes me ayudará a sentirme aliviado. No quiero que en una situación inesperada no puedas... —¿Estás hablando desde tu sentido de responsabilidad o...? —le interrumpo. Me mira atento y sus cejas se mueven ligeramente, haciendo caos en mi interior. ¿Qué le acabo de preguntar? ¿Estoy loca? Traga con dificultad. Su mandíbula se tensa ligeramente. —Porque me preocupas —dice, y trato de retirar la mano. La aprieta, tratando de que lo mire mientras se inclina un poco hacia mí—. Porque no quiero que te suceda nada. ¿Es por tu deseo de querer haber hecho algo por el pirata Ace? ¿Por qué te importa tanto él? ¿Estás proyectándolo sobre mí? Acaricia mi mano ligeramente, mirándome fijamente. ¿Qué preguntas puedo hacerle? ¿Qué tan descarado sería de mi parte? ¿Eso lo haría alejarse? ¿Son preguntas indebidas? —Maddy... —finalmente me suelta. Sus manos caen en los posabrazos de mi silla—. Permíteme ayudarte. Es lo único que quiero. Te sentirás hasta más segura y tus miedos se disiparán al sentir que tienes un poco más de control. Tiene razón en lo último. Quizás saber que puedo hacer un cambio en mi situación me mejore el ánimo. —De acuerdo. —¿De verdad? —Mírenlo, está feliz y aliviado—. Gracias, Maddy. —¿Cómo que "gracias"? Algo en su tono me molesta. —Por acceder. Por permitirlo. —Es que tienes que hablar conmigo primero, Sabo —buen momento para reclamar—. No decidas las cosas sobre mí la próxima vez. —Lo siento, y lo haré —dice sonriéndome. Me siento acorralada con sus manos aún en el posabrazos. Ugh, su sonrisa es muy brillante. —¿Qué tal va tu estadía en la base? Koala me ha dicho que te has hecho amiga de Robin. —Pues sí, me ha estado haciendo compañía. Me adapto poco a poco. Puedo decir que Koala también me ayudó mucho con eso. —Siento no poder estar más presente. Tengo que encargarme de la coordinación de las bases y comunicarme con los comandantes. —Sí... —me remuevo incómoda. Se me escapa una risa nerviosa—. Todavía me sorprende el hecho de que eres el segundo al mando. Sonríe ampliamente, complacido. —Sí, es bastante demandante esta posición. —Hmm... ¿Y entonces por qué? —¿Cómo fue... —no des conversación, no te le acerques más— que terminaste en esa posición? ¿Qué, no querías ser libre? Estás de vuelta en una posición de poder... Cállate, Maddy. Qué estás cuestionándole. Sabo da unos golpes leves a los posabrazos y mira más allá de mí, hacia la puerta. —Hmm, es como dices. Estoy en una posición de poder. Sin embargo —sus ojos vuelven a mí, llenos de vigor—, fue desde mi libertad que tomé esta decisión: la decisión de cambiar cómo se maneja este mundo. Confío en la Revolución y en su misión, por lo que he decidido participar en el cambio para una nueva era. Una era donde uno pueda ser libre, donde no haya esclavitud ni un grupo de personas que se beneficien de otros —toma su sombrero y se lo coloca de vuelta en la cabeza—. Este es el camino que elegí, Maddy, el que me ayudará a cumplir mi sueño. Sus determinantes ojos fijos en los míos me dejan sin palabras. Él estaba haciendo algo. Él tenía un propósito. Ha decidido hacer algo al respecto. ¿Y qué hago yo? Sólo estoy quejándome de mi situación. Sus manos vuelven a caer sobre el posabrazos de mi silla, haciendo que baje la mirada. ¿De dónde sacaba tanta valentía? ¿Fue suficiente todo lo que vivió para que decidiera actuar acorde a sus sueños? Mis ojos vuelven a él. ¿Cuál era la fuente de su motivación? ¿Se sostiene por sí sola? —Puedes hacer algo aquí, Maddy —Mierda—. No quieres ser pirata, pero anhelas el cambio, como yo. Aquí puedes conseguirlo. La habitación se vuelve pequeña y de repente me siento transparente. ¿Y si estar aquí es mi propósito? El incendio se propaga sin vergüenza por mi cuerpo y me causa asco lo claro y obvio que se ve mi destino. Sabo parece percatarse de eso porque se queda pensativo analizando mi rostro.

No puede darse cuenta. No puedo permitirlo. —Sabo. —¿Sí? —¿No deberíamos regresar ya? Finalmente se endereza, soltando el posabrazos para pensar. Veo que está organizando sus tareas del día y compara la importancia de seguir en la conversación conmigo o no. No quiero que la siga. Se acaricia el mentón una vez más. No lo hagas, Sabo. No te atrevas. —Sí, creo que es momento de volver —dice, recogiendo lo que dejó en la mesa y guardándolo en su pantalón. Suspira—. Tengo que atender un asunto de tráfico de armas. —¿Tráfico de armas? ¿Qué dice? —Mm, ¿qué cosa? ¿Dije algo malo? —¿Por qué me cuentas del tráfico de armas? —Sólo lo mencioné, no hay ninguna razón. Le achiné los ojos —¿Estás jugando conmigo? —No sé a qué te refieres —sonríe y se pone de pie. Es un zorro astuto. —Me lo dices para que vea la otra cara de la Revolución —le encaro mientras camina a la puerta. —¿Ya no la estabas viendo desde que llegaste? —Le desafío con la mirada. Su sonrisa ladina me enfurece más—. Es tu percepción sobre nosotros lo que está cambiando —La abre y, antes de salir, voltea a verme—. Y te está gustando. ¡Es un fanfarrón! —¡Tú— Cierra la puerta antes de escuchar mi respuesta.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)