¡EL MUNDO TIEMBLA ANTE LOS SOMBREROS DE PAJA!
¿UNA NUEVA NAKAMA O UNA REHÉN SECRETA?
Los Sombreros de Paja han vuelto a sacudir al mundo. Una joven desconocida se incorporó recientemente, pero su rol en la tripulación sigue siendo un misterio.
¿Aliada o prisionera? Nadie lo sabe. Lo cierto es que esta mujer comparte mesa y ruta con los piratas más buscados del momento.
El Gobierno Mundial guarda silencio, pero fuentes extraoficiales ya hablan de una nueva integrante oficial en la tripulación. Si esto se confirma, sería el primer miembro femenino en unirse desde la arqueóloga Nico Robin.
¿Quién es esta misteriosa joven?
¿Se trata de un refuerzo en la tripulación más peligrosa del mundo... o de un rehén que viaja bajo cadenas invisibles?
. . . Doy unos golpecitos a su puerta. —¿Luffy? ¿Ya estás despierto? Apoyo la oreja contra ella para poder oír algo detrás. No escucho movimiento. ¿Se habrá quedado dormido? Pruebo girando el pomo y la puerta se abre. Wow, se dejó la puerta abierta. Entro y lo veo durmiendo a espaldas de mí, puedo ver su calmada respiración y lo ajeno que está al hecho de que hoy debemos ir a por su doble. Me siento en su cama. —¿Luffy? —me atrevo a agitarlo un poco. —¿Mmh? —dice mirando a su alrededor, hasta que me registra. Su sonrisa se desliza sobre su cara lentamente —Oh, Edina. ¿Qué hora es? —Ya se nos hace tarde. Bosteza mientras se endereza, sus párpados aún pesados. El cabello, despeinado, le cae por la frente, y por un momento me sorprende lo joven que se ve así, sin la tensión de la batalla o el brillo travieso que siempre lleva en los ojos. —¿Tarde para qué? —pregunta, frotándose los ojos. —Para lo de tu doble. Hoy lo enfrentaríamos, ¿recuerdas? —No se lo estoy reprochando, sólo quiero que sea consciente de lo que implica. Se queda viéndome un segundo más de lo necesario, como si midiera algo que no ha dicho. ¿En qué estará pensando? Está bastante concentrado viéndome. —No lo olvidé —responde al fin, sonriendo de esa forma despreocupada que siempre parece derretir mis defensas—. Solo... estaba soñando algo bueno. —¿Sí? —arqueo una ceja, curiosa. —Sí... pero imposible. Igual me hizo feliz haberlo soñado. Hay algo en su voz, un tono más bajo, casi íntimo, que me obliga a apartar la mirada antes que él. ¿Será sobre su hermano Ace? Suena soñador, como si anhelara fuera real. Él se inclina para buscar sus zapatos, y cuando pasa a mi lado, considero su persona, su existencia. Luffy tenía una fuerza magnética, difícil de apartar tu mirada sobre él. Es alguien de contextura delgada, pero sus músculos están perfectamente marcados. Cuando extiende su brazo a tomar una de las que se encuentran en el suelo observo sus dedos largos que se ciernen asombrada. —Vamos, Edina —dice, poniéndose de pie tomando su sombrero que se encontraba en una mesita cerca suyo. Me sonríe amablemente—. No quiero que me regañes todo el camino. Me río suavemente, pero no me muevo de inmediato. Hay algo en esa mañana tranquila, en la calidez que quedó entre nosotros, que me hace querer retenerla unos segundos más. —¿Estarás bien? —lo suelto sin pensarlo mucho. No oculto la preocupación en mi voz. Su sonrisa cae ligeramente, sin perderla. Vuelve a sentarse a mi lado. —¿Te preocupa que vuelva a dejarte sola? —No es dejarme sola Luffy, son tus sentimientos y pensamientos abrumadores—me giro completamente hacia él—. Me preocupa que enfrentes esto muy rápido. Sí, yo no he perdido a nadie, no sé lo que estás sintiendo pero... ¿Qué consejo estoy tratando de darle? ¿No me estoy pasando de la raya? ¿Quién me creo yo para decirle lo que tiene que hacer? Sus manos van a su sombrero y se lo saca, colocándome luego en la cabeza. —Luffy— —Gracias Edina, por pensar tanto en mí —su mano sigue sosteniendo el sombrero a mi cabeza. La dulzura con que me habla hace que no pueda dejar de mirarlo—. Puedo manejarlo. Además, tú tambien estarás ahí. —¿De verdad crees que puedo ayudarte de alguna manera? —Por supuesto. Ya lo has hecho ¿no? Aprieto los labios. Pues... sí. —Vamos —dice poniéndose de pie una vez más. —Leonard debe estar esperándonos. Asiento un poco más tranquila y me pongo de pie. Espera a que camine frente a él y salga de la habitación para seguirme por detrás. Bajamos para el desayuno que hace que Luffy salte emocionado hacia la mesa llena de platos y bebidas. Agradezco a las meseras cuando me cruzo con ellas para sentarme a su lado. Nos sentamos en una mesa preparada para nosotros en la cocina de su local. Está increíblemente ajetreado aquí, mucha gente debe venir a desayunar aquí. Dejan un plato de sándwiches tostados, panes de queso, frutas, café, leche, azúcar y jugos. Luffy tantea la posibilidad de un poco de carne y no puedo creer que desee algo así muy temprano en la mañana. Como un poco de todo lo servido a duras penas, pues los nervios están llevándose lo mejor de mí. Aunque diga que estoy satisfecha, él sigue poniendo comida en mi plato. —Buenos días —aparece Leonard con un diario bajo el brazo—. Siento que deban desayunar en este ambiente con mucho movimiento pero ahora mismo no podemos darnos el lujo de que alguien los reconozca. —Sí, lo comprendemos. Para salir nos pondremos las pelucas —digo rozando con los dedos el sombrero de Luffy sobre mi cabeza. Asintió —Por cierto, hay una noticia que les concierne ahora mismo. Cruzamos miradas con Luffy.Leonard nos tiende el periódico y apenas lo tomo siento que los dedos me tiemblan. Lo abro con torpeza y... mi pecho se aprieta. Soy yo. Soy yo, en blanco y negro, pero sin lugar a dudas. Mi rostro asustado detrás de Luffy, rodeados por la multitud de ayer. La piel se me eriza como si me hubiera arrojado un balde de agua helada. —¿Hm? ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —Luffy se levanta de golpe y se acerca a mí, curioso, como si no entendiera todavía la gravedad de lo que sostengo. —Somos nosotros —digo con un hilo de voz, y lo miro aterrada. Él se queda quieto. Esa sonrisa que siempre lleva pegada ahora parece falsa, incómoda, como si no supiera qué gesto poner. Me arranca suavemente el periódico de las manos y lo observa un largo rato. Yo no puedo dejar de mirarlo. De repente, la cocina atestada de gente me resulta opresiva, siento que todos podrían girar en cualquier momento y señalarme. Me sudan las manos. ¿Y si ya alguien aquí lo ha reconocido? ¿Y si ya saben quién soy? ¿Podemos confiar en que no han informado a nadie nada? Luffy finalmente lo suelta sobre la mesa. —Esto es malo. Leonard asiente, su tono serio como nunca lo había escuchado. —Es cuestión de tiempo antes de que la Marina, o peor aún, otros cazadores de recompensas, pongan los ojos sobre ustedes. Si sucede aquí, la isla colapsará de dobles. —Eso también —responde Luffy, cruzándose de brazos. —¿Cómo que también? —pregunto con la garganta apretada. Pero él no me responde. Su mirada está fija en el periódico, y hay algo en sus ojos... como si estuviera escuchando una voz que yo no puedo oír. Una sombra de recuerdo cruza su expresión, apenas un segundo, antes de que vuelva a ponerse en pie con su energía habitual. —Será mejor que terminemos con esto cuanto antes —dice, y la seriedad en su voz me sacude—. Tengo que hablar contigo Edina. Trago nerviosa. ¿De qué quiere hablar conmigo en este momento? —Los dejo solos pero es urgente que nos pongamos en camino. —Sólo será un momento —le pide Luffy y yo miro el intercambio preocupada. Leonard asiente. —¡Escuchenme todos! —los personales de la cocina se detienen al acto —¡Tendremos una reunión ahora en mi oficina! La cocina queda desierta en unos segundos y observo como se cruza de brazos pensando arduamente. —¿Qué sucede Luffy? ¿En qué estás pensando? —Edina. Me clavo las uñas en las palmas—¿Sí? Su ceño se frunce como si sopesara—¿Recuerdas que conversé con tus padres antes de que te unieras a la tripulación? Asiento —Aun no me has dicho como los convenciste. . . . —Ella quiere ir contigo —dice el padre con un tono bajo, cansado—. Pero si la dejas subir a tu barco... hay una condición. Luffy ladea la cabeza, curioso. —¿Condición? La madre lo mira directo a los ojos, sin titubear:—No la declares pirata. No la hagas cargar con tu bandera ni con tu nombre. Edina no puede ser objetivo de la Marina como tú lo eres. Luffy se queda en silencio. Normalmente rechazaría cualquier trato, pero en ese momento su seriedad cambia el aire. —Yo no obligo a nadie a convertirse en pirata—dice al fin, encogiéndose de hombros—. Es por voluntad propia. El padre aprieta el vaso con fuerza, intentando asegurarse: —¿Entonces lo juras? Luffy sonríe, tranquilo pero firme. —Pero, si ella desea convertirse en uno, no la detendré. —¡Oye— —Es algo que inevitablemente pasará si viaja conmigo pero ¡prometo mantenerla a salvo! Si Edina en algún momento decide que no puede más, la enviaré de vuelta. Sin importar dónde esté. Y eso se los prometo. Los padres se miraron contrariados. No era la respuesta que querían del pirata. —Pero se los puedo asegurar —volvieron la vista al pirata— ella deseará quedarse. . . . —¿Como lo digo? ¿Como lo digo? —murmura despacio sólo aumentando mi ansiedad.—Bien, ya qué. Tus padres me pidieron que cuidara de ti. Que no dejara que te metieras en peligro. Les dije que no podía prometer eso... porque tú eres tú. Pero sí prometí una cosa: que si alguna vez quisieras irte... no iba a detenerte. ¿Qué? Extrañamente, las piezas comenzaron a acomodarse en mi cabeza con lentitud. Es por eso que mis padres aceptaron, porque piensan que regresaré de vuelta a ellos luego de que descubriera lo difícil que era la vida de una tripulación pirata. Por un momento, la vergüenza de haberme impactado por mi foto en el diario me enfurece pues, de cierta manera, era darle la razón una vez más a ellos. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —salió sin que yo pudiera cortarlo. No quería sonar acusadora, pero la sorpresa quemaba. Él rió un poco, breve, y negó con la cabeza. —Porque no quería que influyera en lo que deseas —dijo—. Tú estabas determinada en venir conmigo. No quería que mi palabra o la de tus padres sembrara alguna duda. Y... porque no pensé que fuera importante decirlo hasta ahora. La sinceridad en su voz me rozó más que cualquier explicación. Era tan suyo: proteger sin encerrar, prometer sin imponer. Respiré hondo. Tenía razones para resentirlo, pero también tenía frente a mí a alguien que se había dado el tiempo de considerar los sentimientos de mis padres. Pero... ¿Y si para él nunca fui realmente parte de su tripulación? ¿Y si en el fondo sólo era un pasajero temporal, alguien bajo una condición que no sabía? Un vacío se abrió en mi pecho. Temía preguntar, porque la respuesta podría doler más que el silencio. —No hacía falta que lo supieras —asegura sonriendo.—Porque tú quieres ser uno de los nuestros. Lo dijo tan simple, tan convencido, que la tensión que me apretaba el pecho empezó a aflojarse. No era una traición. No era una mentira. Era solo Luffy, cuidando de mí a su manera: sin esconderme el peligro, pero dándome la opción de elegir siempre. Un suspiro se me escapó sin querer. Me descubrí sonriendo, casi a pesar de mí. —¿Entonces soy un mugiwara? Luffy sonrió de vuelta, esa sonrisa suya que parecía empujarme a seguirlo a cualquier parte. —Por supuesto que lo eres. Su sonrisa volvió, desarmadora. Se acercó y, sin mucha ceremonia, acomodó el sombrero en mi cabeza otra vez, como si fuera la forma más natural de demostrar que estaba conmigo.