“Agitación”
11 de septiembre de 2025, 21:59
Faber y Ellie nos despacharon a la ciudad durante su visita a la doctora, así que fuimos a observar con mayor atención la dinámica de esta isla.
—¡Aquí tienen! Que lo disfruten.
—Gracias. —respondemos al unísono tomando las brochetas de carne que nos había preparado.
—¿Quieres ir afuera o nos sentamos aquí? — pregunta Ace llevándose ya un buen pedazo a la boca.
—Creo que aquí está bien. No es que podamos comer en la calle.
—Tienes razón. Se me olvidó.
Habían muchas personas sentadas en la mesa conversando dentro del local como también frente a él. Me había percatado que los dueños de los locales no tienen ningún problema en dejar que permanecieran en el espacio hecho frente a su puesto. Estos espacios podían ser jardines como extensiones del negocio, todo esto rodeado y protegido por el clásico hormigón que resguardaban a todos de las ráfagas de viento.
Nos habían indicado que se acercaba la hora, lo que nos llevó a ingresar a este lugar. Me hacía fatal no comprar nada mientras me resguardaba, así que lo hice. Ace sí ya tenía hambre entonces lo compró con gusto.
—¿Te gusta? —le pregunto.
—Sí, está delicioso.
Nos sentamos en un banco observando como la gente iba ingresando a resguardarse. Se me hacía un nudo en el estómago pues me estaba poniendo nerviosa. La mano de Ace llega a mi hombro acariciándolo y ofreciéndome un apretón tranquilizador. Me acerqué más a él.
—No te va a pasar nada. —dice habiendo devorando todo el palillo de una vez.
Asentí. Recosté mi espalda por su pecho que es mi lugar seguro. Sus brazos aparecen a mi lado y eso me llena de paz, por un momento.
Se escucha el silbido del viento mientras avanza con prisa por la ciudad. Se hace cada vez más intenso y junto con él el sonido de hojas y ramas deslizándose o volando. Se estrellan fuertes por las puertas y paredes mientras la gente permanece inmóvil esperando que cese. La agitación y el miedo hacen que tome el brazo de Ace y lo acune en mis brazos, él me rodea la cadera con el otro brazo libre protegiéndome.
Después de veinte largos minutos que me parecieron interminables, se siente al fin cómo va amainando. Ace todo el rato me besa la cien y hace círculos con sus dedos por mi mano. Que me distraiga de esa manera hace que le esté muy agradecida.
En un segundo el murmullo surgió entre la gente y puedo ver que uno abre la puerta que da a la calle. Veo hojas residuales mientras de a poco lo va abriendo por completo y sale a comprobar, otros les siguen hasta que se vacía el lugar.
—Bueno, fue un poco intenso. — dice Ace a mi lado indiferente, hasta parece decepcionado.
—¿Poco? Pensé que destruiría las paredes.
—Me imaginaba más caos.
Caos es lo que tendríamos si estuviéramos afuera. Esta gente prepararon sus edificaciones para que lo soporte. Apego más el brazo de Ace a mi pecho tratando de calmarme. Él no dice nada. Me besa la mejilla con ternura y dejo caer mi rostro hacia él para mantener el contacto.
—No dejaría que te pase algo. — dice y giro a mirarle.
Sus ojos estudian mi rostro embelesado. Dios, ¿qué le ha pasado? ¿Por qué se volvió tan tierno y atento? No puedo lidiar con él así. Me supera.
A veces busco discutirme con él para no tener que afrontar ese ambiente que instala lleno de pasión y entrega. Me debilita. Me vulnerabiliza.
Los brillos que intensifican mis latidos no son justos, no puede agitarme tanto por una mirada suya. Su sonrisa se va ensanchando al ver que no le digo nada.
Debo decirle algo y explotar este globo nuestro todo rosado.
—Bueno, sin una fruta no lo sé.
Bufa. —No necesito una fruta para cuidarte. Aunque me tienta la del barco.
—¿La de Corazón?
—Sí. — se acerca a mi oido y baja su tono. — Imagina lo que podríamos hacer los dos si me la comiera.
Se me tensa la espalda y trato de que mi mente viaje para otra parte, pero sus labios curvados para arriba ya han percibido mi interés.
Ace nunca está satisfecho. Se ha vuelto incontrolable cuando se trata de mi. Sus manos deben estar encima mio o debe estar en contacto conmigo de alguna u otra manera. Con que mi pierna toque la suya él se siente contento.
Contento. No feliz. Para que sea feliz necesita más, mucho más. Necesita mínimo succionar mi alma con esos besos que se introducen dentro de mi ser.
Si es por él sus manos estarían sobre mis pechos o bajando más abajo acariciándome todo el día. No sé qué bestia desaté pero mi marido tiene hambre de mi todo el día. Tengo que controlarlo o me arrastrará con él.
—Dijiste que no te la ibas a comer.
—Tienes razón. Es a ti a quién quiero comer.
Me quedo con la boca abierta. Estoy segura que le está doliendo el rostro por esa enorme sonrisa.
—¿Qué?
—No puedo creer lo que dijiste.
—¿Que tengo ganas de comerte?
Evito mirarle de la vergüenza. No es que no dijera cosas así antes, es sólo que nunca deja de impactarme tanto lo suelto que es con el tema. Soy demasiado tímida en ese aspecto, reservada. Él no lo es y no me deja serlo. Su mano va a mi muslo y la saco. Suelta una risa seca mientras me abraza fuerte.
—¿No deberíamos ir por Ellie?
—Estarán bien. No te preocupes. — me peina el cabello con sus dedos. —Además no solemos estar solos así que quiero aprovechar un poco. ¿Quieres volver a recorrer la ciudad?
Me derrite cómo Ace me acaricia el cabello. Lo hace con tanto cuidado como si fueran a soltarse con un poco de esfuerzo. Volteo a mirarlo mientras sigue peinándome. Me inclino y lo beso cortamente. Insatisfecho, vuelve a ceñirse contra mi capturándome con sus labios.
—Te quiero Ace. —le susurro sobre sus labios.
—¿Puño de Fuego Ace?
Nos separamos con el corazón caído a nuestros pies. Mis manos van de su rostro ocultando sus mejillas pecosas a mi pecho mientras volteo a ver quién lo ha llamado fulminándolo.
Un chico se sobresalta al verme y retrocede. No está tan cerca nuestro y al parecer no se dio cuenta que lo dijo en voz alta.
—¿Disculpa? ¿Qué dijiste? — mi voz me sorprende, oscura y furiosa. El chico tendrá como unos diecinueve años, de cabello negro, alto y flacucho.
—L-Lo siento. No quise molestar. — dice avergonzado saliendo a la calle deprisa.
—¿Ya se fue? — dice Ace y trago tratando de que mi pulso se tranquilice. Se endereza con la mirada perdida en la puerta. —¿Qué...?
Empiezo a temblar por la impresión. Mi cuerpo se sacude por el miedo. Ace me abraza con fuerza tratando de apaciguarme.
—Aloise, shh... Tranquila. Todo está bien. No vio nada.
Ace es demasiado famoso. Aún es muy temprano para que recorra por todo el mundo sin algún cambio que lo haga pasar desapercibido. Me muerdo el labio inferior tratando de dejar de castañear.
Creí que las noticias no llegaban hasta aquí ya que las gaviotas huyen del árbol de Samerah. Me descuidé.
—Mi rostro es muy conocido. Quizás deba usar una gorra.
No parece temer que descubran que es el hijo de Gol D. Roger y vengan a ejecutarlo. Cae en mis ojos analizando mi expresión.
—¿Ya estás mejor?
Niego.
—¿Qué quieres que hagamos para que te sientas mejor?
Una vieja idea vuelve a mi y él enarca una ceja ante mi súbito cambio de humor.
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.
.
—No puedo creer que te deje hacerme esto.
—Creo que te quedará genial.
Estamos en el barco frente a un espejo. Ambos esperando que el decolorante haga efecto en su cabello.
—Da igual. No me importa.
Espero que así sea porque nunca lo hice antes. No dejaré que se vuelva calvo así que me levanto a revisar como va.
—Podríamos probar una peluca.
—Eso ni lo sueñes. No voy a vivir mis mañanas haciendo el ritual de ponérmela.
—¿Quieres de rojo?
Arruga el rostro como si se hubiera comido toda la sal de la cocina.
—Es broma. Te haré rubio.
—¿Rubio?
—Espero que me salga el color de pelo tu madre. —digo sin pensarlo mucho. Una mano estruja mi corazón.
Se forma un silencio ensordecedor. Ace se queda observando un punto fijo sin decir nada. Va a empezar a formular sus preguntas.
—¿Conociste a mi mamá?
—No, la vi. Era muy hermosa y te amaba muchísimo.
—¿Me parezco a ella? — dice volteando a verme.
—Tienes las pecas y quizás la parte de los ojos. Cuando sonríes te pareces a Roger.
Su sonrisa titilante cae por completo. Mierda. Que no le de por evitar sonreír por eso. Me siento en su regazo y levanto su cabeza para que me mire. Lo beso lentamente disfrutando de su esencia y cuando me alejo su sonrisa me quema el interior.
—Me encanta tu sonrisa. — le digo.
Sus cejas se enarcan por lo que gané esa pequeña guerra que terminó tan pronto como comenzó en él.
Le lavo la cabeza, le aplico el producto y esperamos una vez más. Poco después vuelvo a enjuagarlo y joder, me quedó perfecto. Gracias a Dios salió como esperaba. Le queda precioso. Me gustaría tener un secador en este momento.
Le seco el cabello y le masajeo el cuero cabelludo. Me muerdo el labio inferior al escucharlo gemir de placer con los ojos cerrados. Debo detener este flujo de pensamientos ya mismo o Ace lo sentirá y me cazará como un lobo.
—Listo. Me gustaría poder secártelo.
—En unos minutos ya lo estará. Salgamos afuera.
—¡Quedó increíble! — digo emocionada dando saltitos. ¡No le queda absolutamente mal! Mi pecho no soporta verlo.
—¿Por cuanto tiempo tendré esto?
—Sólo cuando tu imagen vaya siendo olvidada. Se dejará de hablar de ti y podrás volver a tu cabello natural.
—Bien.
Se sienta en la cubierta y se agita el cabello. Me siento a su lado tratando de acostumbrarme a su nuevo look.
—¿Qué?
—Nada.
—Me estás mirando muy fijamente. — Dios, escondan este rostro majestuoso.
—No, claro que no. Me estoy acostumbrando.
Suspira. Su ánimo no se está recuperando después de lo que dije y me siento un poco mal.
Busco que decir mientras él solo mira al cielo sin decir nada. Mejor me mantengo en silencio.
Su mano busca la mía y la sostiene. Yo empiezo a acariciarle con los dedos.
Me tiento en decirle si le gustaría ir a la isla de su madre pero me abstengo. Ace se le parece muchísimo y saldría a la vista al instante. Sin embargo...
—¿Qué dices de visitar a Marco?
Percibo como me mira atento a mi lado.
—¿Sabes dónde está Marco?
No exactamente. Podríamos averiguarlo. Sólo sé que aparecía en Wano. Hablando de Wano...
—¿Qué hiciste en Wano? — volteo a verlo.
Está desconcertado. —¿Wano? ¿Por qué de repente hablamos de Wano?
—Sólo sé que fuiste allí en el pasado.
Mira hacia adelante y no me dice nada. No puedo descifrar qué está pasando o sintiendo. Me vuelve a mirar.
—No mucho.
Wano está en dominio de ese emperador... Qué muchos spoilers me comí empezando muy tarde One Piece.
—Kaido.
—No digas ese nombre. — dice al acto soltándome y llevando esa mano a su cabello.
Siempre hace eso cuando está nervioso o molesto.
—¿Por qué no?
—No me gusta que hables de él. No quiero que él tenga algo que ver contigo.
—No tiene nada que ver conmigo.
—Que así siga siendo. No pienses en él.
¿Qué está diciendo? No le entiendo.
—Ese imbécil arruina todo lo que le rodea. — murmura para sí.
—Pues Luffy lo hará mierda.
Vuelvo a evitar mirarlo cuando sé que me está acuchillando con la mirada.
—Sí. — le respondo la pregunta que no me hizo.
Se mantiene en silencio. Es un silencio que me sabe mal a la boca, no sé por qué. Quizás porque es la primera vez que no se abre a mí.
—Voy a ver algo para comer. — digo levantándome. Me toma de la muñeca.
—No te vayas. — ruega.
¿Que no me vaya a dónde?
—Entonces ven conmigo. — le digo confundida.
Se me queda mirando un momento y se pone de pie. Su mano busca la mía y nos entrelaza a la vez que vamos acercándonos a la cocina.
—No quiero volver a sentirme solo.