ID de la obra: 752

Ace’s Path II : “Mi vida contigo” — Portgas D. Ace

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
126 páginas, 36.208 palabras, 16 capítulos
Descripción:
Notas:
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“Búsqueda: ¿Dónde está Zena?”

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No estaba. La fruta no estaba. Lo veía de cuclillas frente a la caja fuerte observando pensativo la situación. ¿Cómo no nos habíamos percatado? Bueno, no es como si estuviéramos todo el tiempo en el barco. La oficina que había sido de Shanks estaba encima de los dormitorios y no oímos nada. Podría haber sido robado ese mismo día que nos escuchó. Considerar eso del amigo de Zena me apenaba ¿Trevor nos robó? —Con su audición sería capaz de abrirlo. — dice enderezándose. —¿Se llevó algo más? —La llave, la bolsa sigue ahí y el vivre card. — cerró de vuelta la caja con el pie. — No robó las monedas por lo que su objetivo sólo fue la fruta. Ah, tampoco está la nota. —No podrá comérselo. — me pregunto si sabe eso. —¿Crees que Zena lo sabía? —No lo sé. — se me queda viendo. Siento un remolino repulsivo ocurriendo en mi estomago ante la idea de que Zena pueda estar involucrado. Su rostro al llamarnos padres brilla en mi mente como las veces que junto a Elijah y Noel me ayudaban en la cocina o en las compras. Zena es un chico muy dulce y tierno, odiaba que señalara eso de él. Siempre está a un paso adelante de lo que yo necesitara y se esfuerza demasiado en ser reconocido por mi o por Ace. Es muy bromista y le encanta hacer travesuras a los demás... Zena no sería capaz de robarnos. No lo haría. Me ofrece la mano. —Ven. — acepto su mano. Me envuelve en sus brazos acariciándome la espalda. Me atrevo a ocultar mi rostro en su cuello. — Yo me encargo, aún no sabemos qué sucedió exactamente. —¿No les harás nada verdad? —Hm, no puedo asegurártelo. Quizás les venga bien una lección. —Le encesto mi codo. — Ah, bueno, como lo dije veremos después. —Zena no lo haría. —No, no lo haría. Es demasiado orgulloso como para rebajarse al robo. Asentí. Me levanta del suelo abrazada y luego me baja. Le sonrío y me pincha los cachetes por lo que le golpeo las manos. Agradezco que me anime un poco. —¡Alec! — escucho que nos grita Faber. Me suelta y me pone detrás de él mientras abre la puerta. Un joven centinela que rondaría por los veintisiete, que parecía ser el mayor de los otros tres, voltea al vernos salir de la oficina del barco. Me recuerdan a los militares de mi mundo por su vestimenta verde y negra, ademas de las armas que colgaban a sus espaldas. El chico de veintisiete era un rubio ceniza con el lado derecho rapado. Sus ojos oscuros y apagados nos analizaba con cada paso que dábamos. Otro tenía una cicatriz cerca de la comisura de sus labios y se extendía hasta su mejilla, pareciera que le abrían abierto la boca. De por sí se le notaba muy risueño, pero con este efecto lo hacía ver macabro. El siguiente tenía una herida abierta sobre la ceja izquierda, sus ojos caían duros sobre nosotros indiferente ante los presentes. Faber parecía incómodo al no saber qué situación tenía en frente. Lo siento, Faber. Es nuestra culpa que no hayamos podido hablar de todo lo que está sucediendo, aunque ya suficiente preocupaciones tiene con Ellie. —Buenas tardes, ¿sucede algo? — dice Ace tranquilo cuando llegamos a ellos. —¿Es usted Alec? — desvía sus ojos hacia mi. — ¿Y esta señorita podría ser Aloise? Somos los guardas del intendente, ¿serían tan amables de acompañarnos a su oficina? —¿Cuál es el motivo? — inquirió Faber. —Nos han informado que uno de los chicos de la isla que entrenaba con ustedes y está desaparecido. — una sonrisa preparada para transmitir tranquilidad surcó su rostro. —Es el niño de nombre Zena. Sólo queremos hacer algunas preguntas. —Me percaté que el otro chico detrás de él analizaba sin verguenza el cuerpo de Ace. Siento otra mirada sobre mí. —Lo siento, mi esposa no se siente bien por lo que preferiría que las preguntas las hagan aquí. El ambiente se vuelve tenso. Era una mentira descarada. —¿Dónde se encontraban ayer por la noche? —En el barco. —¿Alguien que pudiera corroborarlo? —Mi esposa y yo.— dice Faber. No parece convencido. —¿Alguien más que pudiera confirmarlo? —¿Quién más podría? No somos de aquí. Si le preguntas a los marineros del puerto quizás lo corroboren. — le indica. Cada vez era más evidente el intento del chico detrás del rubio con la cicatriz larga de fastidiarlo, ya que lo miraba divertido. Esto no me gusta. —Necesitamos inspeccionar su barco. —¿Disculpa? —Sólo para estar seguros de que no se encuentra aquí. —No tenemos por qué hacerlo. —Sí que tienes. — dice al fin interrumpiendo encarando a Ace empujando al rubio. Este lo jala para atrás quitándolo de entre los dos. —Somos la autoridad aquí en esta isla. —Contrólalo —ordena al otro. —¿Ustedes son piratas verdad? Les exigimos que nos enseñen su barco. Si no tienen nada que ocultar, ¿por qué temen? —Tú a mí no me darás órdenes. —No tenemos nada que ocultar. — corto antes que se arme la podrida. Los dos me observan atentos, el tercero no había sacado su vista de mí. —Entonces un recorrido no dañaría a nadie ¿verdad señorita? — dice el de la herida abierta. No me gusta cómo me mira. —Disculpe, no puede tan sólo venir a revisar nuestro hogar. — Faber se remueve nervioso. — No hemos venido a causar problemas a nadie. —¿Les mandó el intendente no? Que venga el mismo a revisar el barco. No voy a dejar que lo hagan ustedes. —¿Dudas de nosotros cabrón? — el chico de la herida abierta lo sujeta del brazo. — ¡Suéltame imbécil! —No me da pena decirte que sí. —espeta Ace. —¡Es de ustedes quienes tenemos que dudar! Son ustedes piratas lo que se la pasan robando en cada isla que se detienen. ¿Es una nueva jugada hacer que los lugareños hagan el trabajo? Meterse con niños... son ustedes de lo peor. Teníamos toda la razón de dudar de ellos. ¿Por qué estaban actuando tan arrogantes? Y además nos trataban de culpables... Espera, ¿robaron al intendente? Zena, ¿qué hiciste? El rubio le sostuvo la mirada a Ace por varios segundos y luego sonrió de lado arrogante. Eso hizo que me hirviera la sangre. —De acuerdo, se lo informaremos. Nos vamos — informa a los otros dos. — Piratas de cuarta dándose aires de grandeza. — murmura. —No somos piratas. — antes que me diera cuenta respondía. — No hemos robado nada. —Deberías aprender a mentir, señorita. — dice el chico que jamás apartó en todo este tiempo su mirada en mi. ¿Cuál era su problema? ¿Quería intimidarme a mí? ¿Qué ganaba con eso? —Lárguense. — los echa Ace. Aún sujetando al otro chico, ambos siguen al rubio fuera del barco. Los vemos bajar y dirigirse hacia los lugareños notándose lo incómodos que se sentían por estos tres chicos. —¿Qué ha sido todo eso? ¿Zena está perdido? — pregunta Faber. —Desde ayer por la noche. — suspiró. — Son dos chicos los desaparecidos. Le robaron al intendente y creen que somos nosotros. Faber y Ellie no sabían sobre la fruta ni nada de lo que había en la caja fuerte. Nunca se atrevieron a preguntar. —Oh... — gira a mirar la puerta de su habitación y luego la regresa a donde acabaron de irse nuestros invitados indeseados. —¿Tienen alguna idea de lo que sucedió? Le explicamos rápidamente lo sucedido en la mañana y lo de la caja fuerte esperando que nos ayude a lo cual acepta. Lastimosamente coincide con Ace de que permanezca en el barco— —¿A dónde van? Iré con ustedes. — Ellie exclama frente a la puerta de su habitación. —Deberías quedarte aquí. —Estoy en mi cuarto mes, Faber. Puedo moverme y me siento mejor. Ya te lo dijo la doctora, el riesgo de perder el bebé ha disminuido y que debería hacer un poco de ejercicio. Quiero ayudar. Veo como nos pide ayuda en sus ojos pero me hago la desentendida. —Genial que quieras ayudar y lo harás acompañando a Aloise en el barco. —¡Yo también voy a ir! —¿No viste la escopeta del chico ese desquiciado? No hay forma que te deje hacerlo. —Ace. —Eres una debilucha. No tienes experiencia en batalla. ¿Qué piensas hacer si ocurre algo—? —Salto y ya. —¿Y si no lo ves venir? ¿Acaso nada de lo que te dijeron hoy ingresó en esa terca cabecita tuya? Agh, Faber regresa a Ellie a la habitación. Salimos enseguida. —Bien. — acata. Si no mantengo contacto visual con Ace perderé. Escucho que Ellie protesta pero igual la puerta termina por cerrarse. A mí él no me dirá qué hacer. Yo decido por mí. —Tengo maneras para defenderme. —Tonterías. — se burla poniéndome más molesta. —Tan sólo prueba en confiar en mi. —No tiene nada que ver con confianza cariño. No tienes la capacidad para defenderte, no estás entrenada. —No haré nada peligroso. Lo prometo. —Ya es peligroso. ¿Viste a esos tres chiflados? No creo que la idea de que seamos piratas les agrade mucho. A nadie le importaría la muerte de unos sospechosos de robo. —Pero— —¿Quieres ayudarme? —Asiento. —Revisa de nuevo la oficina y fíjate si faltan cosas o descubres algo. ¿No hay otra manera de ayudar? —Deja de hacer pucheros y ve. ¡Faber! ¡Vámonos! — me besa la frente para despedirse. Veo como ambos descienden del barco y caminan para la ciudad mientras yo estoy aquí atada a la oficina. ¡Maldita sea! No voy a quedarme de brazos cruzados mientras Zena puede estar en peligro. Debo encontrarlo cuanto antes y la mejor manera de hacerlo es con mi habilidad. Podría saltar a muchos lugares y buscarlo, sería mucho más rápido. Quizás salga de su escondite por mi. Quizás está esperando que lo ayudemos ¿o pensará que está solo en esto? Sacudo la cabeza. Mejor empezar a buscar pistas en la oficina. Ingresando adentro puedo ver que realmente no hubo muchos cambios mas que el robo de la fruta. Las ropas siguen ahí, volví a abrir la caja fuerte... ¿Será que abrió el cajón? Tomo la llave y me acerco al segundo cajón del escritorio. Giro la llave y saco los papeles. Los miró y recuerdo que había dejado el expediente de Rosinante primero, ahora hay cartas y anotaciones todas abiertas y desperdigadas encima. —Entonces leyó qué habilidad otorga la fruta. Abrí la primera nota y es la que estaba en la caja fuerte, así que confirmamos que llegó a este cajón. Realmente se tomó el tiempo de revisar todo. La única información que le serviría era el expediente, lo demás eran indicaciones de Shanks en hojas y mapas para nosotros. Las cartas parecían estar diseñadas particularmente para que pudiera escribirle y permanecer en contacto, pero no lo he hecho. No sé por qué le molestaba a Ace tanto la idea. —¿Dónde te metiste Zena? ¿Qué sucedió? Confío en que hay una confusión. Volví a llavear el cajón y guardar la llave en la caja fuerte. Iré a ayudar a Ellie en la cocina, seguro los chicos volverán para almorzar. . . . —¿Y? ¿Qué encontraron? Los tres observaban al viejo senil observando un tablero con imágenes e hilos entrecruzados que marcaban una isla a otra, con retrato de personas que ninguno de los chicos antes habían visto. —No nos permitieron examinar el barco. Solicitaron que usted mismo se acerque a hacerlo. El viejo los miró de pie a cabeza, era obvio pues se veían sospechosos como para que les abrieran las puertas de su barco. —¿Quienes viven allí? —Son cuatro personas señor intendente. —¿Cuatro? ¿En esa carabela? —Sí. Son piratas, pero no son piratas comunes señor. Uno principalmente se parece a... No es posible, pero tiene un gran parecido al pirata Portgas D. Ace. —¿El chico que causó la guerra hace dos años? Imposible. Fue atravesado por el pecho ese día. Está a metros bajo tierra. —Sí... tiene razón. Negó con la cabeza haciendo que la gaviota sobre él revolotee. —Necesito encontrar a esas dos ratas que se atrevieron a robarme. Doflamingo se esforzó para encontrarme esa fruta y no pienso perderla de esta manera. Si los encuentran háganlos confesar y después mátenlos. —Sí señor. — respondieron en unísono. —¿Qué haremos con los piratas? No sabemos si los dos chicos tienen la fruta aún o se lo han entregado a ellos. —Hmm, los obligaremos a cooperar. — dice tomando una imagen que se encontraba en el tablero. — Tráiganme a las dos mujeres. Si tienen que llevar a más centinelas, háganlo. —Sí señor. —No llamen la atención. No queremos que llegue a oídos del gobernador. —Sí señor. —Retírense. Asintieron y salieron de la oficina. Esa fruta debía ser suya luego de todo el esfuerzo que había hecho de arrastrarse ante el psicópata rubio para que le proporcionara una fruta. Que haya accedido a dársela a él luego de que uno de sus subordinados muriera lo había hecho saltar de la alegría. Se había ganado su confianza después de tanto trabajo y era su recompensa. Le importaba nada que estuviera encerrado ese hijo de puta. Sin embargo, si alguno de esos chicos se atrevía a comérselo... le ardió la sangre. Lo mataría a él y toda su familia. Y también a esos piratas. Apretó la imagen con fuerza. La tendría de vuelta. La Yuki Yuki No Mi tenía que volver a él a cualquier precio.
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