ID de la obra: 755

“Güarania” — Gojo Satoru

Het
NC-17
En progreso
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Emparejamientos y personajes:
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planificada Mini, escritos 59 páginas, 17.459 palabras, 7 capítulos
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“Trato especial”

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—¿Al menos te dijeron de qué categoría es? Akari volvió a rodar los ojos. De verdad, Gojo no parecía rendirse para nada. Estaban en camino a un cementerio a afueras de la ciudad, el sol se estaba poniendo y era bastante obvio que estaba aburrido en este largo trayecto hasta el lugar. —Es categoría especial. —¿Y aceptaste? Wow. —No soy débil Gojo. —Satoru. Lo ignoró. —¿Estás molesta conmigo? Desparramado sobre el asiento del acompañante con los pies sobre el tablero debía de darle crédito que a pesar de que fuera una bestia condenadamente alta demostraba comodidad en ese auto pequeño suyo. —¿Tú que crees? —Pero no he hecho nada malo. Estaba tratando de mostrar a los arrogantes japoneses de los altos mandos que ella podía resolver hasta mucho mejor las maldiciones que se presentaban aquí ya que no se comparaban del país que ella venía, y el gran Gojo Satoru aparecía en escena para desmeritar todo aquello. Claramente con un guardaespaldas como él su misión saldría bien. —¿Puedo poner música? —No. Su dedo ya estaba presionando las estaciones de radio. —Tú nunca escuchas lo que se te dice ¿verdad? —Escucha Akari,— dijo disminuyendo el volumen — sí estoy preocupado por ti. No creo que sea prudente que vayas sola sin que esté determinado el grado de hechicero que eres. Así que déjame asegurarme con mis propios ojos que estarás bien aquí. Ah, justo en la culpa. —Bueno, está bien Satoru... pero prométeme que esta será la última vez. —¿Aún tienes discos en pleno siglo veintiuno? — Volteo a verla —¡Cuidado! En cuanto Akari escuchó el estruendo, sintió el pecho de Gojo por su rostro y los brazos de él rodeándola segundos después. Por la brisa y el hecho de que la tenía sujeta por la espalda y cintura se descubrió fuera del vehículo. Volteó a ver la colisión de un camión de gran porte estampado por su costado dejando en añicos su auto. Levantó la vista para ver a Satoru quitarse la venda de sus ojos. ¿Qué demonios acababa de pasar? —¿Estás bien? —Sí... ¿Tú estás bien? Gojo sonrió al ver que se preocupaba por él —Vamos. Akari percibió el suelo poco después, luego de que Satoru la soltara. —Quédate cerca mío. —Puedo defenderme sola Satoru. Sólo estaba distraída hace un momento. —Claro que sí — dicho esto, tomó su mano y la llevó con él hacia la cabina del camión. No iba a permitir que volvieran a tomarlo por sorpresa. No había nadie. Esto era muy sospechoso y ambos se miraron en silencio confirmándose que esto fue premeditado. —¿Quién podría estar detrás de mi? — Akari volteó a mirarle ya que no recibía respuesta — ¿Qué pasa? —Sólo estaba comprobando con mi infinito. No hay nada de qué preocuparse ahora. Te llevaré al cementerio. Akari aceptó y entonces, con la mano que la tenía sujeta, Gojo la atrajo a su pecho. Al verla estupefacta ante su acto y evitar su mirada no pudo contenerse. Se inclinó para susurrarle al oído. —Sujétate. La abrazó y se transportaron al cementerio al instante. —¡Satoru! —Akari le encestó un golpe en el hombro y no esperó que tuviera desactivado su infinito con ella. —¿Qué? Ya hemos llegado. —Puedes soltarme. —¿Quieres que lo haga? No, no quería pero no era momento de delatarse. La sonrisa de Satoru se ensanchó más bajo su mirada. —Satoru... —tomó su rostro entre sus manos y la acercó a la suya. El albino se encontró maravillado ante su acercamiento. ¿La iba a besar? ¿A Akari? Su corazón se sacudió expectante y le abrumó la verdad que se manifestó frente a él. Demonios, la deseo. Akari le bajó la venda y lo empujó. —Tercer Hijo: "Moñai". Satoru sintió la energía maldita generarse lado de Akari. Era un cuerpo de serpiente enorme con dos cuernos rectos sobre su cabeza. ¿Invocación de maldiciones? Se preguntó Gojo al ver a la bestia observándolo y agitando sus cuernos. —No mires sus cuernos. Siseó en respuesta y de a poco disminuyó su tamaño alejándose sin apartar sus ojos de los de Gojo. —¿No le agrado? —bromeó él. —Es un mito, no le gusta ser visto tan detenidamente. ¿Entonces no le molestaba que fuera hechicero?—¿Mito? ¿Es de tu país? —Así es. Mi técnica es la invocación de bestias malditas. Tengo en mi poder diez. Akari empezó a caminar hacia donde se había dirigido el reptil esperando que Gojo la siguiera. Él aguardó por una mayor explicación pero al parecer eso era todo. —¿Y porqué no podía mirar sus cuernos? —Iba a hipnotizarte. De acuerdo al tiempo que permanezcas así entras en trance y puedes ser controlado o terminar devorado. —Oh... —Lo utilizo para espionaje y rastreo. Encontraron a la maldición poco después encima de una tumba abierta, desperdigando por todos lados los restos del cadaver. Tenía como dos metros, era robusto y macizo de un color azul verdoso. Tenía el rostro desfigurado, un ojo colgaba de él y su boca se encontraba en vertical. Akari observó huesos dentro de ella. Gojo decidió que era el momento de apartarse y ver cómo solucionaba la situación. ¿Qué mascotas más tenía bajo la manga? La serpiente esa se arremolinó frente a ellos y creció en tamaño, sacudiendo sus antenas frente a la maldición. —Tercer Hijo: "Liberar". Moñai siseó y se lanzó sobre él rodeándolo completamente y estrechándolo con firmeza. Abrió su mandíbula y le arrancó un brazo, causando que este aullara del dolor. —Maldita serpiente. Odio a las serpientes. Akari se sorprendió al verlo ejercer fuerza contra Moñai, tratando de desenredarse de él y liberarse ya con ambos brazos. Tenía una capacidad de regeneración tremenda. No quería llamar al octavo hijo pero la situación parecía adecuada debido al lugar. —Octavo hijo: "Luis". La energía maldita se concentró al lado de ella nuevamente y Gojo se preparó para ver al siguiente fenómeno que se formaría. Se quedó un poco sorprendido al ver a un hombre en traje, guapísimo, acomodándose la corbata lo que hacía que recordase a Nanami sólo que más viejo. Tenía ojos negros y el pelo castaño rubio claro, era alto y flaco, fácilmente podría rondar en el final de sus treintas. —Señorita Lucía, a sus órdenes. —Luisón, necesito que te encargues de eso. —Ah, qué horror. Profanando de esa manera mis dominios — dijo alejándose para ir hacia la criatura.—Sujétalo fuerte moñái. Sus huesos crujieron al caer en cuatro patas frente a ambas bestias. Fue cubriendose de pelo y sus dientes filosos comenzaron a sobresalir a la vez que el rostro se le deformaba. Luis o Luisón como lo había llamado ella, se había convertido en un gigantesco y siniestro perro parecido a un lobo con afilados colmillos sobresaliendo de su boca. —¡Puaj! — exclamó Gojo sin pensarlo debido al olor que emanaba. Era escuálido, con huesos al descubierto y carne al rojo vivo. Sus seis ojos le informaron que no había fallas en la técnica activa. Lo vio pararse en dos patas y de cierta manera vio similitud a un hombre lobo. Con cada pisada en dirección a la maldición los huesos alrededor de ellos temblaban, los cráneos castañeteaban dando la impresión de sentir horror ante la criatura y otros restos eran atraídos hacia él. —Moñai — llamó Akari. Este la miró y se desvaneció liberando a la mole azul. —Carne. Carne fresca — murmuró la maldición. Dio unos pasos hacia delante y metió todo el brazo bajo la tierra frente a ellos, lo volvió a retirar y enseñó a todos el torso de una mujer en proceso de putrefacción. —Eso es mío — la voz gutural del enorme mito atrajo la atención de la maldición. —¡Es mío! ¡Es mío! ¡Yo lo encontré prime— Con el rostro rebanado a la mitad, intentó mantenerse en pie mientras Luisón masticaba parte de su cabeza superior con notorio placer. —Aa-AA-aA Luisón se lanzó sobre él y comenzó a devorarlo donde lo había cortado desgarrándole la piel e introduciendo sus garras dentro del cuerpo con una violencia voraz. —No te atrevas a comer el torso, pónlo donde estaba —dijo Akari alejándose del espectáculo del necrófago. Gojo silbó por la impresión y la siguió. —Bien hecho. —No era la gran cosa. Me mintieron con la categoría —dijo ella molesta. Gojo no lo iba a admitir pero tenía razón, sin embargo seguía inquietándolo el accidente antes de llegar. ¿Qué problema podría tener una recién llegada? ¿Podrían haberle puesto aprueba? No, era algo muy zonzo ya que el punto era analizarla como hechicera. ¿Entonces qué? —¿Y? —¿Disculpa? — Satoru no había escuchado nada de lo que había dicho después. —Que qué te parece mi técnica. Le importaba su opinión cuando bien no quería mostrárselo —Interesante. Bastante inusual. Y eso que no vio a los otros hermanos, Akari miró al cielo despejado arrugando la nariz. No pensaba mostrárselos tampoco ya que ellos odiaban ser vistos y por ello era mucho más fácil trabajar en su país que aquí que es normal compartir o ser consciente de la técnica del otro. Tener a estos mitos bajo su dominio había sido sencillo con su nivel de energía maldita, pero domesticarlos había sido una travesía ya que si ni se permitían dejar ver ante personas, ser comandados por una simple humana los había enfurecido. Al pasar los años fueron acostumbrándose así que esperaba que este nuevo ambiente pueda suceder lo mismo o tendría que someterlos con más dureza. —¿Tienen consciencia propia eh? Qué complicado —leyó su mente Gojo. —Se formaron de los miedos de la gente desde hace muchísimo tiempo y los tomé, así que sí. Son leyendas antiguas. Luisón se acercó a ellos con los ojos bañados en lujuria y demencia, su lengua recorrió sus colmillos y luego pasó a sus manos. —Octavo Hijo: "Luis". Crujiendo de vuelta sus huesos, cayó al suelo sin dejar de observar a la jovencita mientras volvía tomar forma de un humano. Volvió a acomodarse la corbata con las manos manchadas de sangre púrpura de la maldición que había asesinado. Suspiró triste y se limpió las manos por sus pantalones. —¿Quién es el jovencito a su lado? — Inquirió él. —Es Gojo Satoru, un hechicero conocido aquí en Japón. Una celebridad. El mencionado sonrió orgulloso —Un gusto. —Así que Japón — dijo pensativo mirando sus manos — Nunca habíamos salido del territorio de los valles y mis hermanos están confundidos. —Lo sé, aquí es una profesión ser hechicero. Vine a trabajar aquí porque me han solicitado y, bueno —se cruzó de hombros— quiero vivir mejor también. —Ya veo. — respondió secamente. Sus ojos cayeron a los de Gojo. — Cuánto nivel de energía maldita. Es absurda. —Bienvenidos a Japón, será un gusto mantenerlos aquí. Lo miró en silencio un momento, analizándolo —¿Has tenido mucho contacto con la muerte muchacho? La sonrisa arrogante de Gojo desapareció. —Deliciosa expresión, sí, así es. —Se llevó una mano al mentón — Puedo sentirlo, te has expuesto a mucho. Qué delicia devorarte. —Sus ojos mudaron a rojo a la vez que palidecía de placer. Gojo pasó sus manos por sus cabellos y bajando la venda de sus ojos lo desafió con la mirada más arrogante que tenía —Atrévete. A Akari no le pareció que su compañero estuviera bromeando.— Luis. El llamado, con una sonrisa burlona, desapareció. —No tenías que tomarlo tan en serio. ¿Por qué estaba evitando mirarla? Parecía enturbiado por lo que había dicho Luisón. Volvió a colocarse su venda. —Ahora que confirmé que eres un chamán hecha y derecha podemos irnos. Ya extraño a mis pequeños — dijo volteando cambiando su semblante. Se observaron un momento en silencio. —¿Qué? —rompió ella el cruce de miradas cruzándose de brazos incómoda. —Vamos, ¿quieres que te lleve no? Ay no, de vuelta con eso —¿En serio no hay otra manera? —Quizás si te alzo como princesit– Akari le cubrió la boca. —Sólo vámonos ya. Gojo sonrió bajo la mano de ella. Sí, esa cara de incomodidad le encantaba... y lo empeoraría. Lamió la palma de su mano lo que hizo que ella se alejara al instante anonadada, por lo que la tomó de la mano y la pegó a su pecho. —En serio Satoru, —dijo ella con una dulce voz suplicante separándose un poco de él para verle el rostro— ¿qué crees que estás haciendo? Y no te hagas del desentendido conmigo. —¿Estoy compartiendo mi tiempo con una colega? —Hablo en serio contigo. No quiero bromear ahora —dijo ella tratando de llegar a él. Se le hacía muy difícil lidiar con sus flirteos o comentarios hacia ella. —Me gusta pasar el tiempo contigo —confesó seriamente. La sonrisa de Akari lo hizo tragar con fuerza —Pues, a mi también. Cuando no estás siendo insoportable. —No es fácil ser amiga del hechicero más poderoso. Lo entiendo. —Ya sólo vámonos. —Akari lo ignoró y lo abrazó por el pecho. Satoru admiró sus brazos alrededor de él y su cabeza reposada por su pecho. No había dejado que se acercaran tanto a él ni él lo había permitido antes así que Akari era la primera mujer con la que se demostraba de una forma más afectuosa. No sólo le gustaba pasar el tiempo con ella, le gustaba mucho y lo atraía locamente pero confiar en que funcionaría esto entre ellos siendo hechiceros no le permitía dejarse llevar. Llevaba toda su vida en el mundo de la hechicería y sabía lo que implicaba relacionarse emocionalmente. Quizás tanto tiempo solo lo estaba afectando y debía actuar maduramente con respecto a esto. En su mente cruzaron las imágenes de Suguru, Kuroi y Riko cuando— —¿Satoru? Correspondió su abrazo —Disculpa... Ahora sí, vámonos a casa.
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