“Pulso”
11 de septiembre de 2025, 21:35
Salté antes de que Ace cayera al suelo y lo sujeté.
Con el barril desplomandose a mi lado, tomé lo que cabía en mis manos para ponerselas a Ace. No conté. Sólo recogía y se lo introducía.
—No vas a morir Ace. No te dejaré. —me acerqué a su pecho para oír si tenía pulso. No podía oír nada de lo acelerada que estaba. Ya no quiero sollozar más.
Tres segundos.
Después de haberle aplicado unas cuantas flores, me percato de algo. Ace no está gris.¿Qué se supone que significaba eso maldita sea?
El tiempo se acababa. Busqué su vivre card. No podía haberse quemado por completo. No podía ser. Giré en mi lugar buscando en el suelo cuando lo veo. Diminuto, aún siendo consumido por un fuego que no parecía avanzar.
Fue suficiente para darme esperanzas. Lo tomé.
Salté mi séptima vez al mismo lugar donde me encontraba, agregándome otros cinco segundos. Caí sobre Ace empapándome de su sangre y, con toda la fuerza que podía recoger en mi límite, tomé su pulso. No tenía. Busqué el vivre card.
Desapareció.
—¡No.te.atrevas! —le grité mientras le golpeaba el pecho con fuerza. Tomé las flores y se las volví a aplicar.
Con el rostro de un lado, apliqué esperando oír su corazón.
Bud-dud.Me estremecí.Bud-dud.
Tenía pulso. Su corazón latía.
"—Podrá mantenerlo estable pero algunos de sus órganos pueden estar completamente derretidos."
—Estás vivo.
Traté de recordar mis conversaciones con Mansherry.
"—¿Cuanto es el periodo que debo esperar para aplicarle las flores?
—Podría ser de doce flores cada cinco horas. No estoy segura. Será mejor que estés pendiente de su condición."
—Necesito un doctor. —Demonios, no es momento de llorar— Estoy muy sola.
Inhalé y volví a saltar en el mismo lugar.
—¡Ah! ¡ah! — mi garganta se cerró. No podía respirar.
Acerqué el vivre card a mis ojos y volví a introducirle las flores esperando un cambio.
Nada.
Otra vez.
Nada.
Otra vez. Tosí. Intenté respirar.
El papel aumentó ligeramente.
Aumentó.
Está más grande.
Me reí pero volví a toser. Un hilo de aire entró en mis pulmones. La cabeza me latía. Puedo saltar con este tamaño de papel, va a resistir.
Observé a Luffy y los demás a lo lejos. Tomé un poco de flores y se las di a Luffy. Cuando lo toco vuelve a color y lo escucho gemir. Del terror retrocedo palmando el barril y salto de vuelta.
Caí detrás de los personajes extendida sobre el suelo. Escuchando el sonido de un reloj marcando los segundos, me desmayo.
.
.
.
—Es que no es su sangre. Ella no está herida.
—¿Seguro doctor? Porque está empapada.
—¡Está volviendo en sí!
Oía las voces a mi alrededor y traté de mover los dedos. El cuerpo entero dolía.
—¿Ah? Me desmayé. — logré decir.
¿Cuánto había pasado? ¿Dónde estaba Luffy? ¿Ace?
—¡¿Qué dijiste?!
Parpadeé varias veces para mejorar mi vista. Alguien se encontraba de pie a lo lejos.
—¡¿Ese mapa del tesoro era una mentira?! Maldito...
—Ha pasado mucho tiempo. Buggy, ¿como has estado?
Buggy y Shanks. Vi a Marco alejándose de mí. ¿Vino a ver cómo estaba?
—Aloise-san, ¿se encuentra bien? No debería moverse. Marco nos encargó cuidarla.
Busqué el vivre card y lo sentí en el bolsillo. Suspiré.
—... ¡No llevas ni cinco minutos aquí y ya me hiciste trabajar para ti! ¿Dijiste que viniste a detener esta guerra? ¡Pero estás a punto de empezar otra conmigo!
Ignoró a Buggy que se sumió en sus pensamientos y caminó hacia la marina. Marco se acercó a Shanks —Pelirrojo...
Shanks se detuvo —Marco. No tiene sentido seguir peleando. Retírense por favor.
Marco se encogió frustrado.
Acercándose a todos los que se encontraban atentos a él, advirtió — Si alguien desea seguir con esto, entonces sepan que sólo aumentará el número de víctimas. Aquellos que quieran seguir peleando —desenvainó su espada. Sus compañeros se colocaron tras él — ¡que se acerque! Nosotros los enfrentaremos con gusto. ¿Qué piensas? Teach. No...Barbanegra.
Contemplé a Barbanegra, y a todos sus malditos seguidores.
Se rió nervioso — Cada día te ves mejor, Pelirrojo. Esas cicatrices te quedan de maravilla. —Se le notaba nervioso. Soltó una sonora carcajada — Lo dejamos aquí. Ya conseguí lo que quería y creo que es muy temprano para enfrentarme con ustedes. ¡Nos vamos, chicos!
Cobarde hijo de puta.
Sengoku vuelve a su forma original encarando a Shanks, que envaino su espada. Con el semblante severo, el Emperador expresó — Todos ustedes, por ahora, pueden venir y hacerme frente.
El silencio se expandió por todo el campo de batalla. Nadie se atrevió a hablar. Los alaridos y llantos eran perdonados por él, que esperaba su respuesta.
—Barbablanca, Ace. Hay que darles sepultura. —continuó— Esta batalla se emitió en todo el mundo, por eso... no permitiré que sigan deshonrando sus muertes en público.
—¡Eso es ridículo! ¡Cantaremos victoria exponiendo sus cuerpos frente al público!
—¡El vicealmirante tiene razón! ¿Intentas desacreditar nuestra victoria? ¡No le haremos caso a un pirata!
—¡De acuerdo! —todos voltearon incrédulos hacia el almirante de flota — Está bien. Accedo. Yo me haré responsable.
—Gracias — respondió Shanks.
Tengo que acercarme. Me puse de pie con dificultad. Sujetándome del barril cerca mío. — ¿Dónde está el otro barril?
—En el barco.
—Tráiganmelo.
—Es momento de irnos. No pod—
—Tráiganmelo. Ahora. Yo responderé ante Marco.— sentencié.
Dudosos se miraron unos a otros. Asintieron.
—¡Esta guerra se acabó! — el almirante de flota, Sengoku, declaró. Los marinos se dispersaron por el lugar recuperando heridos o recogiendo a los caídos en esta guerra.
Mandó cubrir el cuerpo y después, Shanks se acercó y lo levantó. Observó a Ace un momento, lo dejó en el suelo suavemente y luego se fijó en Barbablanca. Estoy segura que lo percibió. ¿Habrá considerado mi propuesta?
Arrastrando los pies, caminé hacia él con el vivre card en la mano pendiente de su tamaño.
Marco se limpió las lágrimas y me observó confundido —¿Qué... Qué estás haciendo?
—Pelirrojo Shanks.
No se alejó de su lado mientras atento esperaba a que me acercara. Al detenerme frente a él, su semblante serio me hizo dudar.
—Aloise. Nos vemos de vuelta. — Asentí. Bajó la vista a Ace un momento a la sonrisa de él que mostraba tranquilo que se sentía por estar "en paz"— Así que a esto te referías. Me has puesto en un aprieto. —me sonrió.
—¿Me ayudará? —y la voz grave que se presenta de mí ante ambos no parece mía.
Se mantuvo en silencio. —Por lo mientras, subamos a mi barco. Me encargaré de transportar a Ace y Barbablanca. — se dirigió a Marco —¿No hay problema con ello?
—No. Iré con usted.
—Bien.
—¡Espere!
Los de su tripulación se movilizaron para cargar a los fallecidos. Yo no estaba de acuerdo con que Marco fuera con nosotros. Me ignoraron.
—Señor Shanks—
Volteó a mi y sentenció —Marco como el comandante de la primera división nos acompañará y debe estar presente.
—Pero—
—Como representante de la tripulación de Barbablanca y su futuro.
Me cerró la boca.Si él desconoce que Ace está vivo y luego lo descubre, Shanks se verá perjudicado por haberse hecho cargo.
—De acuerdo. — los sigo. Marco me observa por el rabillo del ojo lo cual me genera un sentimiento de culpa. Ordené que subieran los dos barriles a su barco.
—¿Qué es esto? — preguntó el capitán.
—Lo que está haciendo que funcione.
Sin intercambiar más palabras subimos dejando descansar en la cubierta el cuerpo de Barbablanca. Cuando veo que lo acomodan me acerco a verle y me atrevo a posar una mano en su hombro.
Cualquiera que se ubicara junto a él y fuera su aliado se sentía poderoso y protegido. Sentimiento que hace bastante tiempo había perdido.
"No tengas miedo en crear vínculos pues son esos lo que te sostendrán a partir de ahora. Anímate a conocer a cada uno y aprende a apreciarlos."
Ahora por ti me siento terrible. Por eso no quería acercarme.
No me gusta sentirme vulnerable. No quiero salir lastimada. ¿Por qué debo empezar algo que terminará mal? ¿Por remordimiento? Qué tontería. Amistades, familia, amor, todo en algún momento termina. ¿Y yo tengo que dejarme lastimar por amor? ¿Para no sentirme mal a futuro?
—Aloise. —Marco se acercó a mí. —¿Cómo te sientes?
—Particularmente bien. —Me observó en silencio y me sentí incomoda. — No estuve mucho tiempo con ustedes.
—Estuviste al lado del viejo estos últimos tiempos. No te despegabas de él.
—Sí, pues él lo quería.
—Tú lo buscabas.
—Sí, bueno.
—Que hayas llegado al final de sus días no te quita el derecho de sentir su muerte. Lo conociste y apreciaste, puedes llorar por él.
—No quiero llorar Marco.
—No quieres ahora pero más adelante lo harás, y está bien. —levantó la vista al cielo —Todos tenemos nuestro proceso en el luto.
—Ya estoy harta de llorar. — dije alejándome del viejo Barbablanca.
—Ambos, síganme a mi oficina. — informó Shanks y lo seguimos. Marco me dio unas palmaditas al brazo que me quemaron al tacto.
Recordaba esas palmaditas. Fueron muchas en el funeral de mi padre, otras con afecto y otras por obligación.
Los de Marco especialmente me dolieron pues el permiso de él de lamentarme se sintió necesario en el momento.
—Siento que no puedan tener su despedida como corresponde pero hay que partir. —dijo ubicandose detrás de su escritorio. Sacó un mapa y lo extendió frente a nosotros. Suspiró afligido —Marco, ¿qué te parece este lugar para la sepultura? —señaló el mapa y Marco se acercó.
—Ese lugar está bien. No hay ningún problema.
—Bien, entonces navegaremos hasta allí. Nos encargaremos de poner todo en condiciones, no tienes que preocuparte.
—Gracias Pelirrojo.
—Aloise —di un brinco al ser llamada de repente. Shanks me miró fijamente. —Creo que es la mejor ocasión para abrirte a nosotros.
—¿Entonces planea ayudarme?
—Marco lo decidirá.
El nombrado se cruzó de brazos —Padre te había permitido hablar con él cuando llegó al barco. ¿Tiene eso algo que ver con que estés rogando por su ayuda cuando ya lo está haciendo?
—Pues... sí.
Si digo que salvé a Ace, ¿cómo tomará el hecho que dejé morir a Padre? ¿Me odiará? ¿Querrá matarme? Jamás me lo perdonará, ¿verdad?
—¿No confias en mí Aloise? ¿De qué tienes miedo?
¿Miedo? Sí, tengo miedo de perder a Marco. Fue quien cuidó de mí al llegar, me enseñó lo suficiente para navegar y compartió conmigo mucho tiempo en mi estadía en el Moby Dick. Se sintió como un hermano mayor, algo que nunca tuve por ser la primogénita en mi mundo. Perderlo a él dolería, con un demonio, sí que dolería.
—No quiero que me odies.
—¿Odiarte? ¿Por qué lo haría?
Miré a Shanks de reojo y asintió ayudándome a tener coraje.
—Los dejaré solos un momento.
—No. Necesito que usted esté aquí también. —lo detuve antes que saliera. — No dudo en absoluto de que puedo confiar en ustedes, es sólo que... bueno... es algo muy delicado. —Inhalé y exhalé para calmarme. Escuchamos golpecitos a la puerta.
—Capitán, se lo traemos como ordenó.
—Bien... — se arregló el cabello nervioso — Está bien, pónganlo aquí. —señaló un espacio.
Casi desvanezco al ver cómo movilizaban a Ace en una camilla a mi lado y cómo Marco palidecía al verlo. —¿Por qué lo traen aquí? —tartamudea.
—¿Puedo pedirle uno de los barriles?
—Hazlo. — ordena Shanks y poco después se cierra la puerta. El barril es traído poco después y la incomodidad bajo la mirada de Marco aumenta.
—¿Qué está sucediendo Aloise?
¿Debería empezar desde el inicio? —¿Recuerdas cuando dije que era la hija de Shanks el primer día que caí al barco?
—No había forma de creerse eso. — volvió a cruzarse de brazos. —Tampoco creí que fueras de la isla donde creció Ace. Eso no era suficiente como para que él decidiera tenerte a su lado después. Él ni siquiera parecía interesarse por ti en lo absoluto cuando llegaste.
—En realidad vengo de otro mundo. —miré al chico por el que había rogado en la cubierta ese día tendido en la camilla. — Sólo Ace sabía sobre esto.
—Eso explicaría unas cuantas cosas. Continúa. —dijo nervioso.
—Sabía también el futuro. —continué. Mis manos comenzaron a temblar y sudar. Veo que arruga el entrecejo analizando esto. Sentí prisa de repente —Y para poder hacer algo con respecto a Ace, pedí a Padre que me dejara hablar con el señor Shanks—
—Espera. ¿Papá sabía que tú conocías el futuro?
—C-Creo que lo intuía.
—¿Y le dijiste a Ace que él...?
—A él no se lo dije. Sabía que conozco el futuro, pero no le dije al respecto.
Veo que trata de controlarse y me dan ganas de esconderme —¿Entonces sabías que Ace moriría? ¿Que papá moriría? ¿Y dejaste que suceda?
—No podía hacer mucho Marco.
—¿A qué te refieres? Podíamos haber previsto todo esto. Si hubieras hablado antes hubiéramos detenido a Ace.
Sin embargo el futuro cambiaría radicalmente. ¿Qué pasaría de la historia de One Piece? Este es el punto de inflexión.
—¿Me hubieras creído?
—¡Por supuesto! ¡Te hubiera ayudado!—brinqué en mi lugar cuando alzó la voz. Resopló alejándose de mí. — Lo siento. Dame un momento.
Agradezco que lo dijera. Sin embargo él hubiera querido salvar a Padre.—Ace no está muerto Marco. —giró violentamente. — No pude hacer mucho por Padre —
Callé al verlo dirigirse a la cama de Ace y levantar la sábana que lo cubría. Lo habían limpiado ligeramente, tenía mejor aspecto que antes e, imperceptiblemente, su pecho ascendía y descendía con dificultad. Tomó su pulso y retrocedió aturdido.
—¿Cómo? —murmuró.
—Por esto fui a Dressrosa —señalé los barriles. No perdió el tiempo y abrió para examinar su interior —para poder evitarlo. Estas flores son capaces de sanarlo hasta cierto punto. Creo que necesitará trasplantes. —tartamudeé — Me esmeré para conseguirlas y esperé el momento oportuno para usarlas. No fue nada fácil Marco soportar todo lo que ocurría frente a mí pero si la marina se percataba, Ace...
Por favor entiende.
—No puedo creerlo.
—Ella se acercó a mí para pedir que ayudara a Ace para este momento y, si no me equivoco, esperas que lo esconda. — se añadió a la conversación.
—No podemos dejar que el mundo sepa que está vivo. Van a cazarlo. Lo matarán y para esa vez no habrá forma de evitarlo. Por favor Marco.
Se llevó la mano al rostro abatido. —¡No tienes que rogar!
—Sólo hasta que se recupere. Me encargaré de él después. — será mejor que deje en claro qué quiero de Shanks —Sólo quiero que ayude a simular su muerte. ¿Es eso posible? Luffy no debe saber que su hermano está vivo aún.
—¿Cómo vas a ayudarlo? No tienes idea de cómo cuidarlo. No eres médica. —me dice Marco.
—Puedo encargarme de ello. — interrumpió.
—Pelirrojo, ya es mucho pedirle. Será mejor que yo—
—Tú deberás resolver el futuro de la tripulación del gran Barbablanca. Habrán muchos piratas aguardando las siguientes instrucciones.
—¿Qué instrucciones si Papá ya está muerto? — dice molesto. Que lo recalque sólo hace que me sienta más culpable. El silencio de la muerte se vuelve incómoda hasta que él acepta — Bien, me encargaré de ello.
—Gracias. Gracias a ambos. —me incliné en gratitud.
El comandante, al que veía como un hermano, se acerca a mí y me abraza lo que me deja completamente anonadada. Me sujeto de su ropa al sentirme tambalear. —Lo siento Aloise. No debió ser fácil. —se alejó para verme. ¿Por qué me miraba así? Tenía los mismos ojos de Ace cuando le conté sobre Dressrosa. Sus ojos llenos de pena.
—Yo no quería que Padre muriera, Marco. De verdad que no quería pero ¿qué podría hacer? De verdad lo quería. Lo quise muchísimo. Se sintió real para mí. ¿Lo hizo a propósito? ¿Por eso me mantuvo a su lado? ¿Quería que sintiera el dolor de perderlo? ¿Por qué tiene que dolerme tanto?
—Aloise... no sólo para mí sino también para ti Papá estuvo siempre para nosotros y nos brindó lo mejor. Nos brindó una familia y tú eres mi familia. Él jamás hubiera intentado dañarte.
—¿A pesar de todo me consideras familia?
—A pesar de todo, claro que sí.— me estaba tratando como una niña. No me desagradaba para nada. — Lo que sientes por Papá es cariño Aloise. No puedes evitar sentirlo y jamás lo harás. Debes estar abierta a salir lastimada. Las personas son seres sociables y la muerte no la podemos evitar, con eso en mente debes aprovecharlas.
Limpiándome el rostro con ternura, le asiento no muy convencida. —Será mejor comenzar con su tratamiento. — aleja su mano de mi rostro. — Yo me encargaré.
.
.
.
En el nuevo mundo, piratas se reúnen para una despedida en la gran ruta marítima. Shanks y Marco se encontraban frente a ambas tumbas con el viento meciendo sus ropajes y cabello. Observé cómo se encontraban sumidos en los nombres de los dos declarados fallecidos frente a una multitud de piratas que se encontraban afligidos por el desenlace de una vieja era.
—Pelirrojo no sé cómo agradecerte por tu ayuda.
—No lo pienses demasiado Marco. Tal vez fuera mi enemigo, pero yo respetaba mucho a Barbablanca. Hasta Sengoku lo hacía.—hubo una larga pausa antes de escucharlo hablar de vuelta —Bien, creo que es hora de que me vaya.
—Sí... gracias.
Shanks caminó por el sendero libre formado y yo me deslizo entre la multitud para alcanzarlo. Volteo a ver a Marco, que ya tenía su mirada puesta en mí.
Adiós.
Y así empieza el periodo de recuperación de Ace. En el barco del gran Pelirrojo Shanks.