“Ambición”
11 de septiembre de 2025, 21:39
—Regresaste. —me recibe Ace sentado desde la cama. Me detengo a observarle desde la entrada a la habitación.
Asiento, no muy segura de qué decirle. Él se remueve el cabello incómodo.
—¿Te quedarás a dormir conmigo? —pregunta sin poder mirarme a la cara.
—¿No te molesto?
—¿Por qué me molestarías? —dice haciendo contacto visual. —Ya estoy recuperado.
—No me refería a eso. —siempre me interpreta mal. —A que si duermes bien conmigo.
—Ah, sí. Me siento más a gusto. —dice y me extiende la mano.
Me acerco con vergüenza sintiendo su palma contra la mía. Entrelaza nuestros dedos y me da lugar junto a él. Es un trato que siempre ha hecho pero ahora se siente con más significado.
—Te quedaste en el pueblo mucho tiempo.
—Faber y Elle me entretuvieron bastante, no podía escaparme de ellos. — digo divertida.
—No sabía que Faber tenía novia. No me lo dijiste.
—Te ibas a enterar tarde o temprano.
Me arrugó la cara disgustado. —Lo estuve tratando mal innecesariamente.
—Eso es tú culpa. No deberías sacar conclusiones tan rápido.
—Se te la pasaba mirando. Eso era lo extraño.
—Es que sospechaba de nosotros. Por cierto...
—¿Qué? — su mano me suelta, llega a mi cabello y juega con él.
—Me dijeron que podían unirse a nosotros para el viaje.
No responde. Eso es raro. Lo miro de reojo.
—Ya veo.
—Pensé que te sorprendería.
—En lo absoluto. Presentí que ese sería el caso al ver que la idea de que fuéramos piratas no les desagradaba. Además se dirigía a Shanks muy formalmente. Uno puede sentir la ambición en las personas después de mucho tiempo navegando.
—Comprendo. —quizás el mejor momento para hablarle sea este — ¿Ace?
—Dime. —dice peinándome. Siento sus dedos acariciarme la espalda en el proceso.
—Lo que dijiste hoy... ¿cómo puedo tomarlo?
—¿A qué te refieres? — dice y percibo que no se expresa con molestia.
—¿De verdad te intereso?
Sus manos se detienen a mitad de mi espalda. Vuelve a ponerse tieso.
—Sí. Me interesas. —siento mi corazón revolotear. — Espero no te incomode.
—¿Incomodarme por qué?
Vuelve a guardar silencio. ¿No será...?
—¿Lo dices porque eres hijo de Gol D. Roger?
Se sobresalta a mi lado. Sus manos me abandonan llevándoselas frente a él.
—Cuando era niño ya dudaba si merecía vivir y luego de oír a Sengoku... bueno... no dijo nada que yo ya no sabía.
No puedo creerlo. Bueno, sí puedo. Es más, Ya lo sabía. Tomé delicadamente su rostro y le hice girar hacia mí. Sus ojos recorrieron mi rostro y, como ya es costumbre suya, cayeron a mis labios —Ace, que él sea tu padre no te sentencia como persona. Eres libre de ser quien tú quieras ser. Y a mi me gusta la persona que eres. Creo que eres maravilloso.
Sus ojos fueron abriéndose ante mis palabras. Apreté sus cachetes para aligerar el ambiente.
—¿Te gusto como soy?
—Así es. Creo que eres increíble con o sin la fruta Mera Mera.
—Oye... —se queja y me jala el cabello. Me río de él.
—Me gustas mucho Ace. —le sonrío.
De corazón, espero mis sentimientos te lleguen.
Se inclina y me da un beso rápido. Trago de la impresión. Fue demasiado corto.
Necesito un poco más.
Ace piensa lo mismo porque vuelve a inclinarse. Su mano que había jalado mi cabello acaricia mi cuello y siento sus dedos en la mejilla.
Mi cuerpo busca su cercanía y lo consigue con mis manos a sus hombros, atrayéndolo. Ace me acorrala sin pasarse el lado de su cama. Se sostiene con sus codos mientras su pecho desciende sin presionarme sobre mí.
Se aleja un poco para verme y yo aprovecho para abrazarlo del cuello. Amaba hacer eso.
Jugué con su cabello mientras él se mantenía viéndome.
—¿Qué pasa?
—Es sólo que todo esto es muy loco. —se ríe secamente. —Me cuesta creer cómo llegamos hasta aquí. Cómo las cosas cambiaron tanto. Ha pasado un buen tiempo desde que te conocí pero me sigue pareciendo que fue tan sólo ayer.
Le está costando adaptarse más de lo que creí.
—¿Te parece extraño que me gustes tan rápido? —desvié levemente la conversación.
—No, no. La verdad... es que... a mi también me gustabas en Dressrosa. Creo que siempre fui muy consciente de ti. Desde que te conocí.
—¿Te llamé la atención desde que me conociste?
—¡No! Más bien, me intrigabas y pues en algún momento todo se torció—
—Vaya manera de llamarlo.
—Pues tú lo torciste un poco también. —dice molesto. —¿Cómo esperabas que tomara el hecho que te gustases de mi pero ibas arriesgando tu vida por alguien más? No había forma que supiera que era por mí.
—¿Es que no puedo arriesgar mi vida por algún amigo?
—Sí claro. Amigo.
—¿Dije algo que pudiera mal pensarse?
—Que era importante.
—Sigue sin ser concluyente. ¿Me ves jugando...? —me callé y me arrepentí de callarme. Ace me miraba expectante y divertido.
—¿Como me veías tú a mí?
Ugh. —Aunque yo no fui quien pensaba abandonar al otro en alguna isla.
—Pues el plan era dejarte en Alabasta.
—Así que tan pronto te ibas a deshacer de mí. — dije y le jalé el cabello.
—¡Ah! Sí, bueno, pero no sucedió. — sacude la cabeza para librarse de mi agarre —Me alegra que no haya pasado.
—Es simpático que creas que eso me hubiera detenido.
Levantó las cejas —¿Lo ibas a hacer igual?
—Sí. De una u otra manera.
—Necesitarías de todas maneras la fruta Chiyu Chiyu.
—Sí.
—Ibas a ir a Dressrosa sola. —dijo confirmándose el hecho.
—¡Por supuesto!
—A veces se me olvida de que estás loca.
—Eso ya no importa. Lo bueno es que funcionó.
—Nunca dejará de importarme lo que pasó. Será algo que me perseguirá toda la vida. — sus manos juegan con la punta de mi cabello. —Sé que te sientes culpable cada vez que hablo de ello, pero no quiero que sea así. Sólo quiero expresarme y procesar mi luto.
—Lo tendré en cuenta.
—Gracias.
No dice nada más.
—Eres muy guapo Ace.
—¿Qué? — dice genuinamente descolocado.
—Que eres guapo. Eres lindo.
—Ha, uh, bien.
—¿Bien?
—No sé qué decirte.
Me reí de él y en medio de eso me clava el codo al costado.
—Creo que eso es lo que más me gusta de ti. Eres honesto y me transmites mucha confianza. También me siento cómoda hablando contigo, siento que podría estar hablando contigo horas y horas y no me aburriría. —le sonreí al ver que estaba tan serio. —Yo también paso a gusto contigo.
No se mueve ni dice nada, lo está procesando. Llevo mis manos a su rostro y vuelvo a jugar con sus mejillas. Las estiro y aprieto unas veces antes que se sacuda de vuelta mis manos. Entonces vuelvo a abrazarle del cuello.
—¿Te quedarías conmigo? — se me enredan los órganos ante su voz condenadamente profunda.
—Sí.
Sus labios descienden sobre los míos lentamente, con una ternura que me hace tomar su rostro con las manos. Siento su lengua acariciarme con cuidado que en respuesta hago lo mismo.
Está inseguro de continuar o no así que mis manos descienden por su espalda. Lo quería. Al diablo, ya no podía esperar.
Ace se mueve, colocandose frente a mi. Sin dejar de besarlo, me elevo hacia él y él se hace para atrás. Subo a su regazo y me siento sobre él. Me toma de la cintura y me aprieta contra él ocultando su rostro en mi cuello. Puedo sentirlo duro debajo mío.
—Ace.
—No volveré a cometer una estupidez como la de Dressrosa. — el deseo en sus ojos me hacen tragar. — Eres todo lo que quiero Aloise.
Le abrazo del cuello para que él tenga más acceso a mí mientras lo peino despacio con mis dedos. Le sonrío cohibida.
Sus manos enmarcan mi cintura y luego me abraza a él. Se me ensancha la sonrisa al sentirme tan pequeña en sus brazos.
Escucho cómo respira hondo pero su corazón delata el lío que su mente ha de tener en este momento.
—Te quiero Ace —le digo con más confianza, al sentirlo tan pegado a mí.
Escucho que jadea en respuesta.
—¿Tú tambien me quieres?
—Sí. Te quiero. —responde y respira sobre mi cuello —Te quiero mucho.
—¿Me das un beso?
Se aleja un poco y veo su rostro completamente sonrojado, pero sus ojos demuestran que esta luchando con la poca cordura que le queda.
Sus ojos lujuriosos caen pesados sobre los míos, se deslizan por todo mi rostro hasta mis labios.
Siento mi cuerpo ansioso con su toque, los espasmos ante tanta expectación y mis ganas de devorarlo por completo.
Me besa lentamente. Con tanta pasión que el dolor en mi corazón hace que le arañe la espalda. Sus manos entran dentro de mi remera y me acarician la panza y la espalda. Dudoso se detiene en el borde de mis pantalones, entonces le devoro la boca para darle confianza. Sus manos van a mis caderas.
Toma el dobladillo de mi remera y me lo saca por la cabeza. Sus ojos caen a mis sostén negro que sostiene mis pechos erguidos frente a él.
—¿Puedo sacártelo?
Me río. Ya me has sacado la remera sin mi permiso. Asiento.
Afloja mi sostén y se desliza por mis brazos. Él lo toma y lo lanza al suelo enseguida.
Entonces me vuelve a tomar los labios, no obstante con una ferocidad que recorrió mi cuerpo dejándolo debilitado. Una urgencia de poseerlo quemó ahí, justo donde lo sentía presionar con insistencia.
Mi primer gemido ante sus labios activó sus manos. Subió hacia mis pechos y los apretó tan bruzcamente que en consecuencia le mordí los labios. Volvió a descender y ésta vez sus manos tomaron todo mi trasero y me apretó contra su miembro.
—Ah, Ace. Mm.
Entonces, alejándose un poco de mi rostro vuelve a acercarme duramente hacia él. Así, en un vaivén lento sobre sus pantalones, lo veo excitarse con sus ojos sobre los míos. Siguiendo ya su ritmo él empieza jadear, tomando mi trasero presiona con fuerza mi entrada en cada embestida y yo me estoy por volver loca.
—Ah, espera —dice y veo que se está aguantando las ganas de soltar pero no se lo permito. Empiezo a moverme más rápido y me atrevo a masturbarme sobre él. Gimo en su oído obligándolo a hacerlo conmigo y él cede. Ya con más bruteza, me embiste fuertemente y aprovecho a comerme sus labios evitando gemir demasiado fuerte.
Siento cómo mi cuerpo llega al éxtasis y Ace me aprieta a la vez con fuerza contra él por última vez.
Nos relajamos un momento y él empieza a besarme con dulzura.
—Lo siento —miento.
Él sólo sonríe y me da un beso corto —Estoy seguro que no.
—Ace —le susurro tiernamente.
—Deja de decir mi nombre así, no puedo soportarlo.
—Ace —vuelvo a repetir porque necesito convencerme de que esto está sucediendo con él.
—¿Estás segura de esto? —dice nervioso, tragando al sentir mis manos descender por su pecho hasta su prenda baja para dormir.
Se queda quieto mientras mis manos ingresan dentro, la excitación por mi toque hace que de un brinco. Sus ojos siguen cada movimiento mío.
Siento su miembro duro en la mano.
Es enorme.
Suspira tembloroso al sentir mis manos acariciarlo. Tiento sacarle el pantalón y él me ayuda deslizándolo. Su prenda íntima se encuentra mojada por mi culpa. Lo saco y me quedo asombrada.
—Aloise, m-mejor—
Empiezo a lamerlo y a chuparlo y a él se le cambia el rostro. Su mandibula se endurece y sus ojos se aclaran mientras me observa disfrutando su miembro en la boca.
Dios, quisiera tenerlo adentro ya.
—Ace... —me lanzo a besarlo mientras lo masturbo con mi mano.
Ya no hubo negativas. Me hace sentar sobre su pierna mientras me presiona una de las nalgas fuertemente. Gimo sobre sus labios y apresuro la mano.
—No puedo —dice y suelto un gritito al verlo levantarme y desvestir mis ultimas prendas. Desliza mis bragas sin importarle nada más, colocándome en su cintura. Me come los labios tan ferozmente que clavo mis uñas en sus hombros.
Sus dedos entran en mi sin aviso quitándome un jadeo. Mis piernas tiemblan ante su toque y la vergüenza de estar tan mojada hace que oculte mi rostro junto al suyo. Gimo con más ganas en su oído ante su rudeza.
—Metemelo, ya. Hazlo.
Lo miro a los ojos mientras él toma su miembro y lo coloca en mi entrada. Me muerdo el labio inferior al sentirlo ingresar dentro de mi y gimo cuando siento toda su extensión en mí.
—¡Ah!
Y empieza a embestirme. No hay nada de ternura sino fiereza. Con fuerza a cada final haciéndome gemir sin vergüenza, intento reprimirme mordiéndome el labio inferior. Él jadea sobre mi boca, con el aliento pesado sobre mi rostro. El contraste de su rudeza con la dulzura de su besos me estaba excitando en sobremanera. Sus manos apretaron duramente mi trasero mientras aceleraba las embestidas para saciarse.
—¡Ah! Ace! Uf! —grité y se devoró mis labios dejándome con la mente en blanco. Me chupó el labio inferior y yo le jalé el cabello, pero eso no detuvo las duras estocadas. Aumentando el ritmo gemí fuerte sobre su boca ante el orgasmo y luego sentí como él me abandonaba. Me muerdo los labios necesitada.
Con la respiración agitada vuelve a ceñirse sobre mi, y de tanta estimulación gimo ante ese ligero toque. Me muerde ligeramente de vuelta antes de separarse a verme.
—¿Fui muy brusco? —dijo preocupado. —Me dejé llevar.
Me incliné a lamerle el labio haciendo que se encendiera de vuelta su mirada. Sus manos ascendieron de mis caderas a mis pechos mientras me miraba fijamente y se hacía con mi boca.
—Ace, tócame más.
Y eso fue suficiente para desatarlo una vez más.