Capítulo 2 / Una coincidencia útil
15 de septiembre de 2025, 23:10
Las cicatrices son asquerosas.
Lo saben, todos lo saben.
Las cicatrices destrozan vidas, arrebatan oportunidades y arruinan la forma que el mundo te percibe.
No importa lo que se fue antes de este día, lo que importa es que ahora tienes una parte de tu cuerpo destrozada. Sucio como una grieta en el espejo, sin valor.
Nada más que basura que habla y respira.
No te queda nada.
No tienes un rostro.
Solo este nombre que usarás hasta que mueras en algún momento.
Es una cicatriz el primer paso para que el mundo piense que deberías morir en vez de continuar ensuciando sus ojos con tus heridas, tus fracasos.
Deberías morir.
Debe morir.
Debe escapar antes de que en casa descubrieran su cara. De ser humillado por esta cicatriz.
El arma tiene nueve balas pero solo necesita una.
-Tranquilízate.- murmura evitando que sus garras busquen rascar esa marca debajo de sus vendas. Vuelve a mirar al camino.
A su espalda un animal de tiro espera con una carreta de tiro atada a un árbol.
La nieve se acumula a su alrededor cubriendo su figura con el manto blanco.
Observa el camino lleno de escarcha después de días sin un solo civil que lo recorra.
Sobresaltandose al ver la figura púrpura avanzar a esta dirección.
Lo identifican por el color en su pelaje pero fue solo por verlo en dos orejas fuera del gorro que supo que esta persona era su general.
-Señor. - lo recibe con una inclinación de cabeza.
El felino que llega responde con el mismo gesto.
El soldado levanta los puños y los baja para contenerse con solo una pregunta.
-¿Cómo fue todo?- pregunta en un hilo.
Ignorando las huellas del gato o el susurro de la brisa paralizada por solo un corto lapso. En la ilusión de seguridad que les regalaba antes de enterrarlos vivos en estas heladas.
El general mueve la cabeza apenas con expresión en su rostro.
-Debemos irnos.- apresura subiendo a la carreta.-Rápido.-
El soldado sube a la carreta para manejar, de su bolso saca una herramienta extra. Silva presionado la bota en la nalga de la mula.
Este animal se sacude antes de avanzar corriendo y no por la bota sino por la berenjena colgada frente al hocico. Saltando al trotar para comerse ese fruto morado.
-Llegaremos más pronto de lo que espera, señor. - avisa satisfecho por este avance.
Atrás el gato no dice nada. Solo atrapa el asiento con las garras evitando lo mejor posible el rebotar.
Dos horas de viaje son lo que pasaron rebotando en el camino con esa mula saltando en vez de correr como lo haría un burro o caballo. Era un animal demasiado joven para interesarle el viaje, solo seguía la fruta.
Al llegar la señal es un movimiento entre los árboles , el levantamiento de unas ramas para darles paso en lo que parecía un montículo de ramas podridas..
Del otro lado se presenta un campamento cubierto por la nieve, la pocas fogatas repartidas en el campo y los vehículos unidos con sábanas
Los intimidantes 1200 hombres se muestran.
Con el glorioso estandarte de su noble nación tirado en el fuego que calienta a los heridos en una zona abierta.
Sus ojos son llenados con la visión de tres soldados vomitando el contenido de sus pulmones en las cubetas preparadas.
Cúmulos de sangre coagulada caen de sus bocas antes de volver a toser o esconderse en ovillos dentro de sábanas que apenas pueden detener el helado ambiente de este bosque.
Sus ojos no se detiene en la sangre ni la enfermedad sino en estos mismos viéndolos y elevándose de sus lechos para presentar su respeto con una mano sobre la cabeza a pesar de la sangre en sus bocas o nariz.
Alza las orejas y hombros con un paso firme entrando el ojo del campamento.
-¡¡Todos, arriba, medicina!! ¡¡Transporte tres y cinco!! ¡Ya!- ordenó sin más de camino a reunirse con el teniente que corre para reunirse con él.-¡Nos movemos a las 4!-
-¡Entendido!-
Lo quiero
Que sea dulce
Las órdenes fueron claras.
Los heridos pertenecen a los tanques y se mantienen vigilando cada visor. Los tiradores en ubicaciones repartidas m tees de ellos andarán del hombro con otro hombre para mantener al alcance el arma.
Los lanzallamas se preparan dentro de los tanques y la mitad será adaptado a bombas de lanzamiento aéreo.
Lo entendían pero hay algo claro, muy claro entre todos después de escucharlo describir el maldito plan impuesto por el general que se encerró cinco días y de pronto les salió clone este plan.
-Señor ¿Cómo cree que vamos a aceptar este maldito plan?-
El general sobre la piedra voltea para ver al soldado en ese espacio. Era lo malo de tener tantos perros a su cargo.
Esté sujeta su propio pecho con una pregunta arrancada de su interior.
-¿Cómo puede pensar que esto es justo o que al menos saldrá bien?- pregunta sin aliento.-¡¿Cómo se supone que bajemos nuestras putas armas cuando el enemigo que asesinó a tantos de nosotros pase por nuestra cara sin que movamos un dedo?!- lo reclama furioso.-¡Deberíamos matarlos a todos, a todos como se lo merecen!-
Un segundo perro reclama desde su lugar con la clara falta de uno de sus ojos bajo esa venda apenas capaz de cubrir la cicatriz.
-¡¡Ellos nos hicieron esto!! ¡Ellos mataron a todos, con su asqueroso veneno!-
-¡¡¡No parece entender lo que nos está pidiendo después de que tuviéramos que comernos a nosotros mismos para sobrevivir, para seguir un dia mas!!!-
Los rostros de quienes mantenían el protocolo en su silencio eran llenados con un sentimiento claro.
La incertidumbre de si esto sería justo para sus amigos caídos. Para quienes llevan más muerte en sus manos o pérdidas en sus listas de lazos.
El general los escucha y observa desde la gran roca donde se subió para hablarles a todos.
No puede negar que estaban reclamando todo aquello que él sentía, lo que él mismo odiaba de toda esta guerra.
Más su papel ya no es el de un soldado sin voz ni una boca que repita reglas como un perico.
Es el general de una avanzada que cumplió cada uno de los objetivos en su búsqueda suicida.
-Porque estás vivo es que vas a escucharme y seguir con mi plan, vas a escucharme y obedecer.- le responde.- ¡¡¡Me debes tu pequeña vida de puta perra llorona que viene aquí y pasa una maldita vergüenza sobre los huesos de todos nuestros aliados caídos!!!- su hocico escupe la que le recorre desde hace años.
Cansado de escuchar al mundo ser irracional por emociones estúpidas.
Aunque él mismo es uno de los más imbéciles y extraña ir a un bar para emborracharse hasta despertar en la copa un árbol con la boca seca y sin idea de quién era.
El teniente y subtenientes levantan los hombros al verlo estallar contra el soldado.
-¡Señor!- gritó el subgeneral, al escuchar esa ofensa.-¡Su lenguaje!-
El general inhala levantando los puños al gritar mostrando los colmillos.
-Sé una sumisa con tu novia. - le gruñe a este.
El jabalí abre la boca muy ofendido. Es soltero.
Muy fuera del mal humor del jabalí, aquel soldado aún reclama resṕuestas y razones para el dolor que le sacude.
-¡¡No importa cuanto grite mientras sea la verdad, mientras aún esté haciéndonos darle la razón al enemigo!! ¡Está pisoteando todo, todo por lo que llegamos hasta aquí!- sus gritos rompen con su resistencia. -¡¡¿Cuántos más debemos perder para que esto termine?!!-
El general en lo alto los mira a cada uno en un ademán desdeñoso.
Más de uno se siente de muchas formas cansado, otros solo bajan la cabeza.
Hobart sabe que estos no son obedientes sólo por ser incapaces de mostrarle los ojos, no son sus aliados.
-¡¡¡Por eso mismo van a salir vivos les guste o no!!! ¡¡Yo los sacaré a todos ustedes malditos cobardes!! ¡¡Van a pagar por cada día de vida hasta el último respiro que den, y será gracias a mi, gracias a los muertos!!!- sin cuidado baja de la roca para enfrentar al soldado rebelde a la cara con su voz en alto como su lugar demandaba y él mismo imponía-¡¡No sobrevivirán porque lo merezcan sino porque es su desgraciada responsabilidad. Porque comieron la carne de sus compañeros!! ¡¡Su responsabilidad es pagarlo y no van a escaparse!!-lo empuja para devolverlo al suelo.-Bajate de tu pedestal, no eres un puto mártir aquí. - avanza entre las unidades presentes.-Ninguno aquí es una maldita víctima, son soldados. Son asesinos, protectores y deudores.- levanta el brazo señalando la comida. - ¡¡Ustedes vivirán porque deben vivir, es su correa , es su penitencia y no van a escapar nunca de lo que hicieron ni de lo que presenciaron!!-
Las figuras de los presentes son tragadas por el fuego elevándose desde la fogata detrás del general.
Levantando con una patada las cenizas con los restos de los huesos por cremas ya sin carne, solo el calcio consumiendo frente a todos como el primer paso para descender al infierno ardiente.
El soldado que alzó la voz retrocede al caer cerca de sus pies las cenizas, carbón y la mandíbula de un compañero sin nombre hoy.
-¡Van a volver! ¡Van a trabajar! ¡Van a coger como si estuvieran en celo! ¡¡Serán los padres y las madres que debieron tener los hijos de puta que nos enviaron a este matadero!! Se nota que les hizo falta un abrazo de padre o una mamá que les abofeteara el hocico. - rodea la fogata mirando a cada uno de los presentes, desde los peleadores que se mantuvieron activos e intactos, a los heridos que no pueden levantarse en una sola pierna.-¡¡¡Esa es su deuda, es eso lo que le deben a todos los amigos, hermanos y compañeros a los que comieron hasta roer los huesos!!!-
En el suelo el soldado con esos restos de frente levanta la cabeza antes de derrumbarse nuevamente.
-Así que hembra o macho, agarrate los huevos y pon el cañón ahí antes de pensar en disparar una sola bala sin que yo lo ordené. Vas a obedecer o te liquidaré yo mismo antes de que causen la muerte de mi gente. - advierte mirando al grupo.-Levanten todo, el encuentro será al mediodía de mañana en el valle.- inhala frustrado.-¡Firmes!- espera a ver a todos de pie.
A ver a cada uno en su lugar.
-Es todo, continúen. - ordena para liberarlos.
Los deja ir con esa orden. Escuchando cómo se apresuran a levantar el campamento y a los heridos subirlos a los tanques.
Las tiras de balas son retiradas de los artilleros para colocarlas en el suelo del vehículo como una muestra de paz.
Obedecen y se mueven con firmeza y sin dudas.
A pesar de tener claro lo peligroso de este movimiento.
El teniente le sigue con la presión sobre la cabeza.
-Señor, ¿Está seguro de lo que hará?- le interroga al llegar a su lado.-Esto es un crimen que-
El perro levanta la mirada para fijarse en su rostro
-Tu eres quién los hace dudar.- señala observando su rostro compungido.-Esto es para que sobrevivamos, no te estoy pidiendo que te quites el brasier en la primera cita.- mira a la compañía.
El teniente abre la boca frustrado.
-Deberá disculparlos pero esto que usted propone ha sido demasiado imprevisto para todos, y eso me incluye.- admite sus dudas.
El general le sonríe mostrando los colmillos.
-En realidad tengo algo que discutir contigo.- señala los árboles. - No deben vernos los otros. -
El teniente levanta las orejas al seguirlo.
Tras el paso de los dos vienen figuras escondidas bajo las sombras de los arbustos.
Las primeras horas de avance las hicieron con el cuerpo tenso.
Perdiendo pelo y fuerzas conforme avanzaban, todo bajo las indicaciones del general a la cabeza sobre un vehículo de cuatro ruedas
Avanzan a paso firme en su postura aunque sientan que el cuerpo se les cae a pedazos.
Las máscaras de gas del uniforme fueron cargadas con la medicina útil para los problemas respiratorios. Ocultando a los más avanzados en esta enfermedad dentro de los transportes.
Todo con el porte capaz de llevar los disparadores en manos sin tambalearse.
No han conectado las cámaras de gas pero es posible hacerlo en menos de tres minutos, esa es la advertencia silenciosa.
Las manos del general aprietan el control de un arma de tiro desde lo alto. Sin duda en ser el primero en la fila sin importar si dan o no con una trampa en aquel valle.
Las orejas del gato se mueven al subir un último monte para ver la entrada de ese valle antes habitado.
A su paso es visible el rastro de lo que fue un pueblo, abandonado al llegar la avanzada de otro ejército hace años. Dejando solo cadáveres que hoy son huesos y plantas brillando entre la nieve acumulada, pudriéndose la carne hace meses y sirviendo como alimento para la vida en la tierra verde entre los claros protegidos por los árboles.
Los transportes se sacuden.
Las orejas del general se mueven al escuchar el interior del transporte ser llenado por unos segundos con las toses de un solo paciente.
Un compañero parce toma la misión de calmar al convaleciente
-Relajate, es el camino. Respira.- lo guía con voz suave. - Debes respirar más lento, tan lento que te aburras. -
Vuelve su atención al camino.
Ese valle estaba a solo unos malditos pasos. Su cabeza se inclina esperando lo mejor.
Sus ojos van a los relieves de roca como si fuera un temor irreal pero es su objetivo, es su responsabilidad ser capaz de ayudar a todos los miembros de su avanzada. Llevarlos a casa.
Aquello que le espera es un escenario de nieve mucho menor al del exterior, dado las paredes de rocas en este valle con doce kilómetros de lado a lado sin olvidar los árboles y los anteriores hogares de personas que huyeron hace tiempo.
Al avanzar el gato identifica los impactos de cañón más antiguos como parte de los estragos dejados por el tercer país involucrado en este conflicto.
Este terreno era vigilado por la avanzada que buscaban evitar con su movimiento irrazonable al buscar al enemigo para el crimen a cometer.
Entonces todos son sacudidos por su aparición.
Anunciada por el sonido del motor de un vehículo de alto calibre. Dos, cinco, nueve,,, 12 tanques al hilo avanzan a su dirección empujados por la cabeza de la marcha venidera a su encuentro.
Una línea de vehículos en movimiento a diferencia de su caminata lenta.
El gato a la cabeza de su propio ejército inhala profundo bajando la cejas más no ordena la retirada o el paró de sus avances, los anima silenciosamente con su seguridad a cada vuelta que da la llanta del vehículo donde ha subido.
Siguen adelante sin dudarlo.
El frío golpea sobre sus cabezas, rompiendo el viento al contacto con el follaje de los árboles, todo entre lastimeros estragos de colores rotos por la caída de los pétalos de las flores sobrevivientes a la helada con cada paso de ambos lados.
El silencio que daba forma al valle comienza a morir con el sonido de sus botas, con el ruido de los restos del camino de tierra aplastados por cada línea.
Respirando con pesar cada vez que esa distancia es comprobada y les quedaba menos para llegar a encontrarse con sus enemigos.
Viene un problema inesperado entre los vehículos de artillería al centro y por delante de los tanques.
-Señor. - murmura el teniente junto al general.
-Lo atraparon. - murmura.
Para ellos es visible la figura sin la máscara de ese ejército contra el gas usado por su lado.
Es un gato. Es el gato que le informaba de este ejército.
Pueden verlo sentado con un aspecto cansado por el frío en ese transporte abierto.
El hombre junto a él parece listo para lanzarlo fuera del auto.
Lo conoce lo suficiente para saber que lo hará en algún momento.
-Señor. - pide dirección el teniente al ver a uno de los suyos atrapado.
El general mueve las orejas observando al líder “Enemigo” directamente.
El perro no muestra emociones que pudiera reconocer como las puestas en la mesa en aquella discusión. Era de esperarse. Es lo correcto, más esto le es extraño.
Verlo ahora es ver al general enemigo en su lugar y no en esa habitación neutral y oculta. No en un hostal cálido ni en una fiesta de verano por la noche.
El perro no parece estar más emocionado que un abogado apunto de leer el testamento del tipo con tres gallinas a su nombre.
Siguen adelante.
Poco a poco, más rápido de lo que desearía y aun así más lento de lo que podía aceptar. Están delante del otro.
Con solo cinco metros de distancia.
Con solo una mirada, un acto estúpido. Una carrera de niños en un jardín.
A tan poca distancia como lejos, atrapados por una ventisca usada como excusa para quedarse un momento en los ojos del contrario. En esas miradas y su fuerte deseo. Todo entre las respiraciones de mil y cientos, entre miedo y odio.
Ardiendo un deseo fuerte por abandonar todo. Por encima, por debajo y por cada rincón en sus almas, ardiendo por el placer que deseaban experimentar para sentirse vivos nuevamente.
Para saborear el dolor de la pérdida de algo que no fue.
-Le dejaremos ir cuando salgamos del valle.- le informa volviendo sus ojos al finde frente al cruzarse sus caminos.
El felino a cargo decide aceptar, tan solo porque confiaba en él.
Siguieron adelante a pesar de que era peligroso, a pesar del peso de las amenazas y el odio que sentían al verse todos reunidos.
Con la mirada de desconocidos fija por un segundo en aquellos enemigos.
Resaltando entre todos los soldados unos ojos brillantes sobre la figura de un enemigo por un rasgo llamativo, uno que es interesante y desata el hocico de quien descubrió su figura entre todos los muchos soldados de su lado.
Abriendo la boca sin recordar cierto detalle auditivo de este valle.
-Ese gato de ahí tiene una cola bonita.-
Los finos oídos de los gatos se sacuden por ese comentario desconocido y elevado por el maldito eco.
La tensión sube de golpe con ello.
Llamando al absurdo al delatarse el perro que hizo el comentario con una cabeza hirviendo en rojo a pesar de que intentó mezclarse y desaparecer, su figura brillaba entre otros soldados.
A quién le hiciera el comentario, no le respondió. Seguro negándose a ser parte de esta humillación.
Siguen adelante con esa mueca en más de un rostro, sabiendo que hay algunos idiotas en el otro lado.
El grupo de menor tamaño es el primero en terminar de pasar por un lado, dejándolos atrás con esas máscaras indiferentes.
Hasta que hay un susurro.
-Era a mi.-
-Cállate cabeza de rodilla, eres mas pelado que un e insípido que coco sin agua y quieres presumir tu alambre.-
Diez segundos de silencio después alguien dice algo.
-Eso fue muy personal. - murmura un tercero al ver al engreído quedar callado por ese insulto y su cola de siames esconderse frustrado.
-Debe estar de mal humor el criadero de garrapatas.-
Si no fuera por las máscaras sería posible ver sus rostros torcidos por la risa contenidas al oír a ese par peleando.
El general no los corrige , le interesa otro punto a trabajar muy pronto.
Las máscaras enviadas desde su nación funcionan, son visibles y robustas, muy contrarias a la manguera larga conectada a la máscara del grupo que les obligaba a utilizar estas máscaras.
Al ejército del gato el gas venenoso le dio ventaja. Hasta que los mismos miembros que lo utilizaron fueron llevados a emergencia o más rápido, la muerte inmediata.
Hoy, después de años, puede sacarlos del campo de batalla y lo hará. Encontrará, se los juro al entender que eran una unidad destinada a la muerte desde que se le entregó como arma principal este veneno que hasta ahora ha destruido sus pulmones, hoy aquel medio que les prometió para devolverlos a casa.
Buscando cómo sacarlos del desastre en el camino a ese objetivo.
Su deseo, aquel tan frágil como humano, de ser compatible y compaginar con otros así como volver a ver a ese joven en la fiesta. Todo lo lleva a esta reunión.
A este resultado donde está atrapado entre las inconformidades y el miedo a perderlo todo.
Escucha el tropiezo de uno de los miembros de su propio lado, conteniendo sus orejas para no mostrarse interesado aunque es obvio que ese soldado estaba al límite,.
Si.
Son 1200 pero ese número no es nada cuando ninguno se encontraba en la capacidad de mantenerse de pie sin expulsar pedazos de sus órganos en una tos.
Sus orejas caen al derrumbarse uno de los suyos sin la capacidad de mantenerse por más tiempo de pie ni en movimiento
Esa caída llamó la atención de más de uno de los soldados contrarios.
Escucho un gatillo ser oprimido superficialmente.
El radio suena con estática aguda. Por ambos lados, los dos bandos reciben la señal del cuartel.
El paso del ejército se detiene con ese sonido.
Cada vehículo como solado.
Todos quedan en sus lugares, preparados para morir.
-Es una orden del cuartel de operaciones. -
Es un anuncio para los dos líderes por su lado.
Sumando la ventisca más violenta hasta este día con un soplido despiadado.
El soldado encargado de la comunicación comparte su propio mensaje.
El gato escucha el susurro del ave con una mascarilla para ocultar las astillas y destrozado pico.
-“La tormenta ha crecido fuera de lo esperado, se ordena el cese al fuego por ambos flancos antes la posibilidad de perder equipo de forma infructífera”-
Una oveja informa al perro con una radio entre las pezuñas.
-El cuartel ordenó liquidar a todo enemigo que acamparan durante la tormenta, la operación de limpieza tardía continúa activa.-
El perro mueve la cabeza.
-¿La tormenta comenzó justo ahora?-
-En esa zona ya está activa, significa que pronto llegará a nuestro lado. -
El subteniente le muestra la orilla del mapa.
-Eso nos dejará en tierra de nadie, expuestos al clima y las criaturas salvajes. -
-Debemos… Acampar en el valle.-
El perro voltea para observar el cielo.
La maldición de ser él golpea abriendole los ojos a la realidad.
A lo que estaba pasando realmente.
Un mundo precioso en muchas formas. Hoy un cielo blanco y gris que le recibe con su indiferencia.
Con firmeza busca la figura del gato morado.
Este si le da la mirada.
Encontrándose de nuevo con esta pregunta entre ambos.
Seguir adelante y exponerse a una posible muerte o soportarlo.
Soportar verse nuevamente en este desagradable final para todo lo que deseaban ser o tener.
-Señor, ¿Porqué no avanzamos?-
El perro levanta una mano en alto para saludar al felino púrpura.
La mirada del general contrario es sutil. Respondiendo con el mismo movimiento sin más emoción en los ojos afilados.
El perro le admira hoy más que nunca, Theodore era una persona muy decidida y valiente.
-Vamos a acampar en el valle, hasta que la tormenta pase. -
Este eco llega a cada uno de los soldados de su lado. Es pólvora que estalla en silencio.
Haciendo de los perros bolas de pelo erizadas y molestas.
-Preparémonos, en ese terreno. - señala una zona apartada con un espacio abierto a causa de algún incendio que dejó de una finca solo pedazos de escombro ennegrecido.
No estaba cubierto ni de paredes más allá de la rodilla pero su espacio dejaba oportunidad de movimiento para los tanques y vehículos dirigidos a un perímetro cerrado alrededor de los restos de esa construcción.
-Te quedaras mas tiempo conmigo, gatito. - sonríe al espía atado a su lado.
El felino baja las orejas sin hacer más por evitar su cercanía en ese espacio.
Era mejor mantenerlo cerca y vigilado, no podía permitir que alguno de los lagartos o perros de su compañía se atrevieran a dañarlo ya habiendo anunciado al gato púrpura que lo devolvería.
Con un par de instrucciones el espacio es dividido por lado.
La diferencia entre ambos bandos es marcada durante el día por el uniforme azul y verde.
Aunque solo una cosa era lo que más era claro como una diferencia.
-Tienen una mula.-
El general gira lentamente la cabeza al escuchar a un cabo que recogía leña de los alrededores. acercándose con esa gran observación sobre el bando contrario.
-Una mula… - mira al cielo.
-¿Y si les cambia el gato por la mula?-
Voltea al escuchar a ese cabo temblar y preguntar tal cosa con el hocico cubierto de baba por el hambre.
Quieren comerse a la mula.
El gato en cuestión, atrapado por una cuerda que lo mantiene de pie a un lado del general, levanta y baja las orejas intentando mostrar emociones pero esa cola esponjada le delata al bajar muy nervioso.
Había visto demasiado de este lado. Al estar siguiendolos les descubrió cada uno de sus secretos y advirtió a su lado sobre ellos, aun así los veía aquí en vez de alejarse como les pedía.
Estos tipos comieron a otros soldados de su propio lado. Cometieron canibalismo, no una o dos veces.
Ya llevaban tres meses consumiendo cuerpos. Por ello consiguió mezclarse con los uniformes, pero le dieron uno de su propio lado.
Es obvio como lo consiguieron.
Que ahora le pongan al nivel de la mula le deja saber peor por esra situación más claramente.
El general gruñe.
-Hay un pantano en el valle. Usen las redes de transporte para atrapar algo bueno.- sonríe dirigiéndose a un soldado que pasaba con su propia carga de leña. - Quizás cenemos con tu hermana. -
El cocodrilo detiene el paso y responde, muy a su pesar.
-Si, que divertido es. - enuncia sin ánimos.
El gato presente baja la cabeza demasiado tenso para reírse de las fastidiadas caras de todos.
Es impresionante cuan estúpidos podían verse los perros y cocodrilos desde otro ángulo.
O ese elefante al fondo dando instrucciones a cada soldado mientras tropieza por su enorme tamaño con cada golpe que se da con las amad de los árboles. Comienza a sospechar que necesitaba lentes y los habrá perdido en el camino a este día.
-Camina. -
Mira al general antes de dar un paso para seguir al perro que lo lleva de un lado a otro con esa cuerda en sus manos. No lo aprecian.
No debe alejarse del general.
Lo odian.
Puede verlo en cada mirada que encuentra. Lo desprecian.
Lo quieren muerto.
Quieren que todo lo que sabe muera con él.
Al cielo le gusta jugar con los seres vivos.
El líder del otro lado observa con unos binoculares la tormenta venidera. El espesor de la nube a unos veinte minutos de distancia y la forma de doblarse de los árboles con los vientos que pronto llegarán a ellos.
Suspira entregando los binoculares al teniente.
-Me lleva el carajo. - declara este con una mano sobre la cabeza.
Theodore baja del techo del vehículo con un solo paso a la orilla del campo. En el suelo puede ver a varios de sus hombres preparando las fogatas a buen ritmo. Pero un buen ritmo no era lo mejor a comparación de los seiscientos tipos que con menos ya han levantado un campamento mientras por su lado apenas juntó el combustible para calentarse durante la tormenta.
Debería sentir que es por la ventaja de las ruinas pero ellos mismos estaban entre casas de pie y aun así les estaba costando levantar la seguridad para todos.
El perro les dejó el mejor terreno pero todavía estaba en problemas.
Decide hacer algo menos agradable para esto.
-Los seis y nueve, vengan. - odena al tener que seguir con esto y ahora con el tiempo en contra.
Un grupo se divide para reunirse con él en los vehículos.
-Vamos a sacrificar algo para esto. - les avisa.
El cabo encargado de la mula levanta una rama para cubrirla.
-Mire señor. -
Justo cuando estaban discutiendo si usar gasolina o alguna otra herramienta al estar demasiado húmeda la madera, lo llaman.
-Ellos hicieron una bolsita.-
Gira la cabeza al escuchar eso.
A sus ojos se revela una lona extendida entre los árboles como una costura de bolso.
-Si esta muy bien, ve y dile a tu mamá.-
El soldado baja las cejas al recibir esa respuesta.
-Vamos a usar el aceite de los vehículos, por ahora drenen el agua para que no se congele.
-Señor ¿Y si tenemos que usarlos de sorpresa?-
El gato mira a un lado. Escucha todo y eso les comenzaba a hartar.
-No será así.- inhala profundo.-Ahora comparte la orden.- sujeta la madera por un lado para frotarla tres veces contra el tanque.
Pronto las chispas suben frente a todos.
-Utilicen la cera contaminada como combustible, no intenten mas estupideces.- tira a las manos del soldado ese madero encendido.
El cabo le atrapa sin apartar la mirada del general en retirada.
Debajo de su gabardina la cola se mueve con esto tatuado en sus retinas como algo inesperado y sorpresivo. - toma los restos de cera en los tanques con trapos viejos de los restos de estas ruinas, encendido la gran fogata al centro del campamento.
Estuvieron recolectando raíces o ranas y otros tipos de peces.
Llegó la gran ventisca con un viento tan fuerte como para atravesar la ropa y la piel con solo un soplido.
El fuego se sacude y resiste.
Todos vienen para refugiarse en estas ruinas.
El general observa a su ejército apaciguado entre las tareas restantes como limpiar los ingredientes y cocinarlos. Otra parte se mantiene atenta al fuego y lo alimenta con restos de las ruinas y leña cortada por un grupo aparte.
Por último el grupo de vigía se apiña entre los transportes con las bebidas calientes humeando desde el interior de las tasas metálicas traídas por algún cabo.
El perro inhala y exhala satisfecho con el movimiento de todos.
-¿Alguna señal?- pregunta al soldado con la radio en su poder.
Este gira la rueda de señales por última vez.
-Estamos incomunicados.- mira al general esperando alguna orden o dirección.
-Perfecto. Ve por comida y vuelve al tanque, no permitas que ninguna orden pase de largo, lo que sepas deberá ser comunicado inmediatamente.-
El soldado asiente.
-Señor. - abre la boca antes de irse. -¿No sería mejor que me quedara junto a usted?-
El perro observa a este pollo por unos minutos muy tensos.
El soldado comprende al notar esa frialdad.
-Perdóneme.- corre sin volver a mirar atrás.
El perro devuelve su mirada al interior de sus notas, ahora es claro que estaban desconectados pero la tormenta los atrapó en el valle con este grupo enemigo.
Comprende algo de ello. Es muy claro ahora ya estaba en el lugar y la situación se desarrolló como debía ser.
-Tú no estabas planeando dejarnos vivir.-
Mira sus notas y el mapa.
Cuando la sangre llenaba sus oídos y las botas se hundían en restos de una persona muerta bajo las llantas de un tanque enemigo.
La sangre salpicaba y sus ojos solo discernir a sus aliados por las orillas desconocidas de los hombres que deberían llevar borlas de metal para recargar el artillero de ser necesario un soporte humano.
Entre las sombras del fuego y la muerte replegandose a varios cientos de metros en retirada.
Notando a su paso la presión de una mano en su tobillo, dado por un agonizante borrego apenas capaz de levantar la cabeza corroída por el veneno en el aire.
No está aquí para el rescate de nadie.
Su arma baja y dispara a la cabeza de su aliado irreconocible.
Sigue adelante por enfrente con dos compañeros a los flancos.
Levanta el puño y baja con ellos. Rueda usando el cadáver de otro aliado para cubrirse dentro de un charco de lodo rojo.
Escucha a sus compañeros cubrirse de igual forma.
Inmediatamente una figura delgada aparece con ese aparato tan parecido a un lanzallamas en sus brazos. No es el traje usual de un fumigador, eso no serviría en un campo de batalla. Es un trajhe completo de color nego ya cunbierto de tierra y sangre.
El gas venenoso cae como un torrente por esas manos al estar en constante contacto con este.
Es ver una figura de cera diluirse con la luz del sol filtrada entre las nubes de veneno.
Este pisa el cadáver sobre su cuerpo.
Es la forma correcta de atraparlo por la pierna. Escuchando como el disparo viene de su compañero por un lado.
El veneno es disparado a pesar de tener una herida en el pecho, cayendo al suelo de espaldas apunta a los tres sin dudarlo.
Desde el suelo le tira de la pierna sacándo se la máscara del rostro sin respirar. Muerden.
No gastan las balas al tenerlo tan cerca.
Muerden al enemigo tirando de la carne sin dudarlo.
Los gritos del enemigo suben desde la máscara.
El perro le saca la máscara sin morder su garganta.
Dejando que los gritos atraviesen la estela de humo.
Retroceden al necesitar respirar. Colocándose de vuelta la máscara en una carrera en retirada.
El objetivo, recolectar muestras de ese gas, se logró.
Llevando la máquina con ellos.
Esa misión no era agradable de recordar.
Pero le traía una extraña paz.
Morder es difícil cuando se causa dolor pero era más que placentero el proceso.
¿Por qué tiene que recordar eso justamente ahora?
Quizás porque puede ver a uno de esos uniformados en la intemperie, mostrando por un momento el interior de ese campamento en tregua.
El fuego no se veía demasiado útil para el número de soldados de ese lado.
Tiene un par de historias de este tipo con ellos, con otros.
Con estos enemigos sus afrentas han sido en exceso cercanas.
El gato púrpura fue quién perdió a un aliado comido vivo por perros.
Él tenía razones para odiarlos. Todos tenían razones para odiarse.
El ángel de la muerte.
Apodaban a ese gato de esa forma por una razón.
Es claro que hasta el último momento era fiel a su seudónimo.
Quién era en el campo de batalla.
El verse en esta situación vivida. El trato.
Ese maldito trato.
Su cabeza rueda devuelta a ello.
A esta tormenta.
El trato seguramente era bueno. Para ellos.
El general no era el mejor tipo de persona del mundo. Definitivamente hubiera aceptado ese trato a la primera.
Definitivamente el gato sería de su gusto.
-Carajo. - murmura volviendo a sentir asco.
Lo que importa no es lo que pudo suceder sino que el gato tenía bien planeado que esto ocurriera después.
Sea como sea que se desarrollaran, mientras el general aceptara pasar por aquí, pensando que al humillarlo habría domesticado el autoestima del ángel, sus muertes serían inmediatas.
Lograrian tener al enemigo en este valle, arrogante, sucio y seguro de su estado.
Atraparian al perverso y lo liquidarian en su arrogancia.
Era un gran movimiento.
Ahora es claro. El gato no había aparecido para pedir un trato sino para una trampa dirigida a liquidar en un movimiento a todos.
Él cayó.
Están aquí. Están en el valle.
Mas no veía esas nubes de veneno elevarse ni muertes suscitando a su espalda.
Algo estaba mal o él estaba sospechando demasiado del joven de la fiesta.
…
¿De verdad era el mismo? ¿No es ahora un recuerdo arruinado por caer en la tentación?
¿Habrá decepcionado a Theodore al aceptar el trato?
-¿Por qué tuve que aceptar?- murmura arrepintiéndose de sus acciones.
Solo ve fuego negro y la falta de cualqueir modo de calentamiento aparte en ese campamento.
-¿Qué clase de líder es él?- pregunta al felino atado a su lado.
Este no responde ni hace amago por ello.
El perro mueve las orejas.
-Debe ser malo, te envío a morir. -
El gato frunce el ceño.
-¿Con cuántos podrías estar antes de morir?-
El gato mueve la cabeza sin responder al arrugar la nariz.
-Yo sería el primero, después pasarás por los de los transportes y cuando terminen te llevaremos con todos.- camina sin darle oportunidad de enderezarse.
El gato baja las orejas y sin control se agarra al suelo con los pies clavados en la tierra.
-No tengas miedo, dejaremos que te vean para que sepan que estás bien. - le aclara el perro tirando de la cuerda.
-No… - patea para liberarse.
-Si no quieres, habla.-
El gato mueve la cabeza gruñendo.
El perro entonces comienza el camino más decidido al tomar su cuello.
Este gato gruñe, levantándose su pelaje al ser visto por todos a donde lo llevaban.
Su cuerpo completo es sacudido por el desagrado al sentirse observado por cada uno de los miembros de este grupo. Tomando cada vez más en cuenta su número.
El número.
Todos.
Su pelea aumenta al sentirse superado por esas miradas. Por las figuras que no se repiten y cambian.
Risas.
Se ríen.
Como hienas.
Al mirar al camino se sacude al ver un vehículo sucio y desagradable, el destino al que lo arrastra este tipo que parecía decente.
Las risas paran, solo es silencio. Espera.
Abre el transporte para meterlo dentro.
-¡VETE AL CARAJO!- grita dentro al caer sobre un montón de trapos.
-Ya deja de gritar, los vas asustar.- le reclama al perro de pie la entrada del transporte.
Todo el ambiente dentro es cálido. Es un día soleado gracias a las lámparas de brea.
En este espacio su adrenalina baja de golpe con lo que encuentra.
-Ya lo viste, dime ¿Que clase de persona es tu líder?-
El gato mira al general y a este espacio. Dejando caer ese miedo que crecía a cada paso.
Hay cachorros. No solo de perro o pollos, también hay gatos y jabalíes. Todos estos apenas comienzan a caminar a cuatro patas. Mirando al gato como si fuera un objeto extraño y gritón.
Este retrocede como puede al venir estos bebés a revisar sus bolsillos. Como si estuvieran acostumbrados que de entrar un adulto, fuera solo a mimarlos.
Todos parecen demasiado tranquilos para ser secuestrados.
-¿Que clase de persona es tu líder?- vuelve a preguntar desde la puerta del transporte.
Conoce algo del gato pero no va más allá de quién era en esa fiesta. De el joven con un timbre de voz tan ronco o de sus dedos cubiertos por tinta de libros recién impresos.
-¿Les haría daño a ellos?-
El gato baja las orejas con este calor llenando su cuerpo a pesar de no desearlo. De odiar a este perro loco y a todo este ejército de caníbales.
-Tenían niños… - murmura entendiendo algo de esto.
La desesperación de este general por volver. Tanto como para llevar al canibalismo a su tropa antes que permitirles sucumbir al hambre.
-Quisiera decir que no entiendo la razón por la que se reproducen en una guerra pero ya perdí el derecho a criticar. - le aclara el perro.-Dime qué clase de persona es tu líder.-
¿Quién es el ángel del campo?
El gato baja los hombros al sentir las manos de uno de estos bebés sobre su rostro al ser trepado por este como un juego. No estaban sucios ni heridos, no había marcas de maltrato, no tenían miedo a ellos. Están bien alimentados y cuidados.
No por lo que el resto come sino por el alimento seco entre semillas y paté seco de frutas en las canastas colgadas.
Su cuerpo se vuelve pesado al comprender más de esto.
Eran perros, cerdos, jabalíes y elefantes con algunas aves y lagartos. Tienen el olfato demasiado fuerte.
Era imposible que no supieran de estas provisiones, de esto que podrían robar.
Mas no lo hicieron.
Sin quejas ni tratos por la espalda. En secreto, un secreto para todos.
Retirándose en parejas que pensó eran intercambios banales, eran las familias.
Han aguantado el hambre, la sed y el dolor sin siquiera intentar dañar a los niños del transporte o solo murmurar sobre la comida que se oculta con ellos. No fue hasta que fue traído al transporte más oscuro y desagradable al ojo que descubrió esto. Que puede ver aquello que resguardan con tanto recelo.
Descubriendo justo ahora, para su enorme pesar y horror, que de su lado estaban los monstruos que han ordenado todas estas muertes.
Quienes quemaron este pueblo.
Que destruyeron toda la paz posible con su crueldad.
Que la ilusión de justicia por el primer ataque era la mayor mentira.
Una fábrica quemada no debería ser excusa para esta guerra.
Rindiendose a responder tan solo esa pregunta.
-El no atacará si sabe de ellos. - murmuró bajando la cabeza con uno de estos cachorros entre sus brazos.
El perrito de color rosa muerde sin dientes su nariz, dejando que el frío en su cuerpo le abandone.
-Así que no lo haría.- mira a este gato ya derrumbado por los cachorros.-Él prometió que no dispararía.-
-Entonces debe ser verdad, cuando sepa de ellos
El perro abre el hocico antes de permitirle terminar.
-Entonces será mejor guardar el secreto.- bufa sonriendo. - Haber si es sincero. -
El gato baja las orejas con esta declaración.
-Debe decir-
-Él prometió no disparar.-
-No.-
-Solo quiero ver quién es él. -
Sujeta al felino para sacarlo del lugar devuelto al frío.
Afuera es más claro ahora.
No estaban emocionados, estaban apresurados por detener al general. Para proteger el secreto del espía.
Su cabeza baja al comprenderlo. No lo dejaran vivo de sospechar una traición.
-No debe pasarle nada a este tipo. - le advierte al jabalí.-No lo dejes solo. - remarca al soldado.
-Claro, yo lo cuido.-
El felino baja las orejas al ver a este tipo una vez se quedaron solos.
Este le mira directamente.
-A pelar cebolla. - le entrega una caja con cebollas llenas de tierra. -Ten tu excalibur.- entrega el cuchillo que usaría.
El gato frunce la cara con esa navaja para papas del tamaño de su uña.
-Dale, que seguro lo prefieres a que te agarren de reina.- toma asiento frente a la olla donde tira las verduras que encontró en un huerto olvidado.
El gato frunce el ceño mirando la cebolla, toma una con las cejas bajas.
-Nunca lo hemos hecho.-
El gato mira de soslayo al jabalí.
-Nunca le hicimos eso a nadie… Aunque el general jode con eso, nunca a pasado nada de eso.-
-Incluso si pasara lo cubriría. -
-Soy mujer, ¿Crees que estaría aquí si eso pasara?-
El gato mantiene la cabeza baja.
-No quiero que te vayas de asqui contandole a todos los tuyos que somos monstruos canibales y violadores, no idiota. - gruñe.-Esos son los tuyos.-
El gato cierra la boca con los colmillos expuestos.
-Mentira.-
-Incluso si fuera verdad, los cubririas.-
Sus palabras son devueltas causándole un retortijón completo.
Guarda silencio. No porque no se pueda defender sino por el hecho de ser demasiado peligroso abrir la boca. Si estos tipos se enteraran de la enfermedad sería el fin de todos los enfermos.
El enemigo tira la cebolla limpia al trasto.
-No lo haría. -lo dice decidido a ello.
El general se encargó de las venas contaminadas pero decir eso en voz alta era irresponsable.
Si tan solo supiera que ese afamado general caníbal ya va de camino al campamento enemigo con un grupo de soldados a los que y obligó a cargar parte de esa comida recolectada a ese campamento enemigo.
Estos diecisiete no vienen desarmados. Cargan un rifle cada uno en la espalda pero sus manos estaban sosteniendo un paquete con parte de lo que recolectaron.
-Sigo pensando que esto no es justo.- murmura uno de estos con la mirada sobre una papa grande que ruega por ser hervida y convertida en una deliciosa porción de puré de papas con pollo frito y salsa gravy encima.
Su boca comienza a salivar con la ilusión de una rica porción de dichos alimentos humeando en una mesa.
Lo que sea.
Papa hervida, papa frita, papa con queso, papa en caldo, papa en guiso picante o un espeso estofado de res al horno.
-¡Puta , me estás ensuciando!- reclama el segundo soldado al sentir la baba de ese perro sobre su mano.
El perro traga pesado al reírse con los hilos de saliva colgando de su hocico antes de limpiarse.
Mira adelante con el antebrazo de camino a su rostro.
Dice adiós a su orgullo y dignidad.
Más de cuarenta gatos del bando enemigo estaban parados frente a ellos mirándolo babeando la verdura que se suponía ser parte de la tregua.
Y no solo su general sino dos, dos líderes le observan con diferentes expresiones.
Claro que el suyo parece ser más su enemigo hoy con esa mano en el arma que parece estar deseoso de descargar contra él por avergonzar todo su movimiento.
-Da un poco de lástima. -
Su cuerpo entero, así como toda su dignidad, sufrieron un puñetazo al escuchar a una chica murmurar eso entre los enemigos.
Chocando su mirada por error con un gato cerca de ellos.
Con el teniente de rostro cubierto y esa mirada indiferente.
Si tan solo se riera el gato cubierto y no él mismo por los nervios , eso rescataría su vida pero solo ve a este bajar las orejas ofendido y asqueado al retirarse con una mano en el rostro.
-Cambiare esas.- informa el general de su lado mientras él solo es una tabla sin vida en este frío campo.