Anestesia/ Recuerdos fusionados, Parte Uno y Dos
12 de septiembre de 2025, 23:26
—¿Son éstas las pruebas del neurólogo que me dijiste que te harías? —Chase miraba con atención los papeles que tenía en sus manos, los cuales Marshall le dio cuando entró en su habitación.
—Si. Parece ser que desde el incidente del camión, y mis golpes algo frecuentes en la cabeza han causado que mi mala coordinación y mi torpeza hayan ido más y más en aumento. —Marshall bebía agua, mirándose imperturbable. Pero, en el fondo, incluso Chase sabía que estaba asustado. La prueba de eso eran las blancas manos de Marshall que temblaban ligeramente.
—¿Qué piensas de esto? —No cambió su expresión, para mantener calmado al bombero.
—Pues... creo que es un problema...
—Afectará en tu trabajo Marshall... pero si tomas el descanso necesario tal vez puedas continuar. Se cuanto amas ser bombero pero lo mejor sería hablar con tu jefe y—
—¿"Amar"? —Lo interrumpió, luego apretó un poco más en sus manos el vaso de cristal. —No lo entiendes Chase... no es algo que solo "Amo". —Su mirada se perdió en las sábanas qué cubrían sus piernas ante la atenta mirada del policía. —Ser bombero es todo lo que conozco... es todo lo que soy. Ayudar a otros de esta forma es lo único que he hecho bien... Es lo único en lo que no he sido un fracaso. —Por un momento, esas palabras no eran sólo suyas, parecían la reacción del otro Marshall.
Abrió sus ojos con mucha sorpresa al darse cuenta de lo que acababa de decir. ¿Desde cuándo sus emociones se estaban desbordando? ¿Es porque es muy difícil manejar emociones tan complejas como esas?
—Perdón. No debería- no es algo que deba estar diciendo. —No sé atrevió a mirar a Chase. Tras unos segundos de silencio sintió como era abrazado.
No solo él estaba siendo abrazado, ambos Marshall estaban siendo consolados por esos brazos.
Estaba tan sumido en sus pensamientos qué no vio a la enfermera detrás de él en el área del suero, y a Chase asintiendo con la cabeza suavemente. Pronto sintió sus ojos cerrarse, agotados.
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Marshall podía reconocer las calles de ciudad Aventura qué le resultaba tan familiar por la última vez que estuvo en ese lugar con su equipo cuando era un cachorro.
La sensación que cubría su cuerpo, le hacía querer mirar sus manos y pies con detenimiento para saber qué era lo que sucedía. Cuando una persona pasó frente a él, trató de llamar su atención al tocarle pero se dio cuenta que él, o tal vez, la otra persona no era tangible.
—¿Qué? —retrocedió dos pasos, sintiendo su corazón agitarse por un segundo.
Miró a sus alrededores y también se dio cuenta de que todo lucía extraño. Las caras de las personas que caminaban en las calles se veían borrosas, y todo tenía un matiz más "triste". Lo que llamó su atención fue verse a sí mismo, su "versión" humana caminando frente a él con prisa. Se veía muy joven. Quizá era un adolescente, puesto que llevaba una mochila y libros en sus manos.
Al girar para ver a dónde se dirigía ese Marshall, el ambiente y lugar de sus alrededores cambiaron de igual manera. Encontrándome ahora dentro de la institución escolar.
—¡Oye, fenómeno! ¿Por qué no regresas a África? —La voz sonaba intimidante pero lo suficientemente juguetona como para llamar su atención. Al ver en esa dirección se vio a sí mismo siendo seguido por un matón y su grupo. —Porque claro, los albinos vienen de ahí. ¿Sabes hablar español o hablas "uga-buga"? —Se rió, acompañado de las risas de sus amigos.
El joven Marshall no dijo ni una palabra, evitando a toda costa siquiera mirarlo.
El cachorro sin embargo, sintió tristeza por ver tal escena. Un joven, pequeño y delgado niño albino siendo acosado en la escuela por algo tan insignificante como el color de su piel, ojos y cabello. Ryder o ningún otro Paw Patrol habría aceptado un comportamiento así jamás. Quiso hacer algo, intervenir, pero uno de los niños que pasó a través de él le recordó qué en esos momentos, no era más que una mera existencia.
Quizá aun no entendía qué estaba sucediendo pero, tenía la ligera sospecha qué pronto lo sabría.
—Fenómeno, fenómeno. ¡Fenómeno! —El matón quería y buscaba llamar la atención de Marshall, quien solo lo ignoraba, viéndose cansado de la situación.
—El rarito está ignorándote Jason. —Dijo uno de sus amigos con una sonrisa cínica mientras observaba al albino guardar su mochila en su casillero.
—Entonces le enseñaré a no ignorarme. —Apretó los puños y se acercó bruscamente a Marshall para cerrar su casillero con fuerza, para luego tomarlo por la ropa y estamparlo a este. —¿Crees que puedes solo ignorarme, fenómeno? —Marshall fue testigo de cómo el rostro de Jason cambió a uno de sorpresa al observar tan de cerca el rostro de su yo adolescente. Pronto esta sorpresa cambió a lo que parecía ser cólera pura, por lo roja qué se puso su cara. —¡T-Tu...! ¡Escúchame bien rarito! ¡Tú serás mi entretenimiento este año! No te soltaré y haré tu vida un infierno mientras estés aquí.
Volvió a empujarlo, causando que esta vez el albino cayera sobre su trasero, tirando de paso todo lo que tenía en sus manos.
Marshall se sintió asqueado al ver tal escena, y con nadie haciendo nada por ayudarle. Todos siendo testigos de una injusticia y sin atreverse a interferir.
Eran crueles.
Las personas eran tan crueles con él.
Podía sentir esa rabia qué no era suya en su pecho, pero aun así no quiso dejarla ir. Es como si se lo hubieran hecho a uno de sus amigos, a una de las personas que ama. Y eso, solo hacía qué el rencor se volviera más fuerte.
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Marshall quería parar de verlo. Quería irse y no ser testigo de todo lo que estaba sucediendo, pero cada que intentaba irse, el escenario siempre cambiaba a uno peor.
Los abusos de Jason a su persona cada vez se volvían peores, siendo de burlas y comentarios hasta golpes. Los pocos o únicos amigos qué vio que su versión adolescente tenía eran sus compañeros del club de computación, quienes eran chicos más pequeños y delgados qué él y lo suficientemente temerosos para hacerle frente a los matones. En ninguno de sus recuerdos vio que ese niño, ese adolescente albino sonriera ni siquiera una vez.
Se resignó a seguir viendo cada recuerdo y memoria como algo malo. Al menos hasta que la escena cambió a una más colorida, más cálida.
En la entrada de la casa, Ryder llegaba con una caja en sus manos, mientras llamaba el nombre Marshall para que bajara de su habitación y fuera hasta donde él se encontraba.No hubo quejas ni algún sonido que delatara al niño como alguien grosero o irrespetuoso, al contrario, era alguien muy callado y tímido.
Al llegar al último escalón, hizo una cara de sospecha al ver el tamaño de la caja en las manos de su padre adoptivo.
—Eh... bueno, eh... traído algo, bueno, a alguien para ti. Lo hablé con tu madre y ella aceptó mi idea. —Al ver que el niño parecía un poco inquieto, Ryder simplemente bajó la caja al suelo para dejar qué Marshall viera su contenido. Al abrir la caja, su rostro se iluminó de una manera que jamás había visto que el rostro de un niño se iluminará.
—¡E-Es hermoso! —Esas fueron las primeras palabras que tanto Ryder como Marshall habían escuchado del niño hasta el momento.—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!
Marshall abrazaba a un pequeño perrito dálmata con los ojos del mismo color azul como los suyos.Ryder rió con alivio. Queriendo llorar al ver esa escena tan conmovedora. Supuso que su hijo ya no estaría tan solo.
Los siguientes recuerdos qué el Marshall cachorro presenció fue una combinación bastante agridulce. Durante todas las horas matutinas, era testigo de como Marshall adolescente era acosado por los matones de la escuela, pero manteniéndose casi inmune a sus provocaciones, como si su nueva mascota le hubiera dado el valor qué nunca tuvo ante su tan cruel situación. Pero, al llegar a casa, era otro niño completamente diferente. Se la pasaba jugando en el patio o teniendo aventuras con su cachorro, al cual nombró 'Capitán', según Marshall porqué siempre sería el Capitán de sus aventuras y el, su co-capitán el humano.
Marshall cachorro era testigo de la conexión tan genuina entre esos dos. El amor tan grande que se tenían y él como a veces les sacaban canas verdes a su madre por andar corriendo por la casa todo el día, pero sin duda, era un cambio enorme desde la primera versión de sí mismo que vió.
Eran Capitán y Mar.(Abreviación de Marshall, apodo que él mismo niño se puso)
Así transcurrieron los meses en los que sus notas mejoraron al igual que su humor. Lo único que no parecía tener fin era el acoso. Tras subir de año, terminó en una clase con Jason, en la que, era sin duda su mayor tortura. 45 minutos de tolerar todos los días el qué le avientan papeles al cabello o ropa, que golpearan su hombro cada que uno de los matones se levantaban de su asiento y pasaban a su lado, pero que se sentían cada vez menos largos cuando pensaba en ver a su preciada mascota.
Marshall observó como Jason solo se le quedaba viendo a Mar, quien ya no reaccionaba ante las provocaciones, ni siquiera una mirada. Eso le daba conflicto al matón porque él albino no le daba nada de atención.
—Pst. —Le habló a uno de sus amigos para contarle una de sus ideas al oído, siendo seguido de una risa.
La escena rápidamente volvió a cambiar, perdiendo la calidez qué alguna vez tuvo el ambiente.
Marshall fue testigo de cómo Mar fue acorralado en la salida, y siendo golpeado, sus cuadernos los sacaron de su mochila y rompieron todos sus trabajos. —¡No! ¡No! ¡Dámelo! ¡Ese cuaderno no! ¡Por favor, es el del señor Green!
—Oh, al fin te dignas a hablar, fenómeno. —Jason se acercó, dejando a sus amigos para acercarse a Mar y tomar su rostro. Acercándose al propio en un intento de intimidar y tomar dominio. —Es la primera vez que escucho como suena tu voz. Me gusta que llores, rarito. —Se rió y le escupió en la cara. —Se que si no tienes tu cuaderno esta semana listo, el señor Green te dará una nota reprobatoria. Eso es lo que quiero.
Rompió el cuaderno y varias hojas por la mitad frente al albino. Quien se quedó con la mirada perdida. Al reaccionar trató de defenderse pero terminó con un fuerte golpe en el rostro qué le sacó sangre de la nariz.Cuando los matones se aburrieron, solo se fueron, dejándolo con todo el desorden de sus hojas y útiles regados.
Marshall estaba harto de ver todo eso.
Nada cambiaba, todo seguía igual. Sin ninguna sorpresa, vio como la escena cambiaba, con la diferencia de que en esta había mucha oscuridad a su alrededor y en el ambiente. Todo estaba triste.Era sin duda un recuerdo que tal vez era muy importante.
Esos recuerdos se veían fragmentados, como si sólo recordará pequeños detalles, momentos clave del día.
Durante las horas escolares, era golpeado por Jason y su pandilla. Al llegar a casa ignoraba a sus padres y era agresivo con su madre cuando esta hacía preguntas acerca de sus golpes. Y solo se encerraba en su habitación con Capitán. Abrazándolo por mucho tiempo, acariciándolo en un intento de encontrar consuelo y autorregulación.Esa noche, Capitán se levantó en medio de la noche al escuchar ruidos extraños provenir, Marshall lo siguió, viendo que Mar seguía dormido.
Al llegar a la cocina todo se veía levemente borroso y mucho más oscuro. De pronto, los ladridos del cachorro fueron acompañados del sonido de una ventana quebrándose. La luz de un fuego entró por la ventana rota, luego, otro tras otro. Quedando en el suelo mientras el cachorro ladraba y ladraba.
De pronto el sonido de cohetes estallando con un estruendo abrumador en la cocina fue lo que despertó a todos en la casa. Pero lo que hizo que la preocupación aumentará era el sonido de un perro llorando. Tan leve y al mismo tiempo, tan dolorosa.Marshall cubrió sus orejas al estallido pero rápidamente pasaron a su boca al saber lo que había pasado. Al ser bombero supo de inmediato qué eran y lo que causaron.
Las luces de la casa fueron rápidamente encendidas, mostrando la gran cantidad de humo qué salía de la cocina y el olor a quemado tan fuerte.
Mar bajó tras sus padres y antes de que alguno de ellos pudiera evitarlo, vió el cuerpo sin vida de su preciada mascota.No hubo palabras, no hubo gritos ni nada de parte de él.
Solo observaba como su padre hacía todo lo posible para apagar el incendio qué comenzó en las cortinas, las cuales estaban encima de su cachorro. Se quedó perplejo mientras su madre llamaba a la policía y trataba de sacar el humo por la ventana lo más rápido que podía.Marshall se puso en frente del niño, queriendo evitar que viera todo, un intento inútil.Tras un segundo, en el final del pasillo qué daba a las escaleras, vió una sombra negra mirándolo fijamente.No hizo nada, también estaba en shock.
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—¡Capitán! ¡Capitán!... —Lloraba con desconsuelo sobre la caja de cenizas qué su padre le había entregado esa tarde al regresar de la escuela, su querida mascota había muerto. Lo único que tuvo de suerte ese día fue que nadie de la pandilla de Jason se había mostrado en la escuela. Creyó que tal vez iba a ser demasiado el tener que soportar a esos imbéciles y la muerte de Capitán al mismo tiempo.
Al día siguiente sin embargo, si los vió aparecer, aunque más sospechosos qué de costumbre. Normalmente no le preocupa eso sino fuera porque a pesar de estar ahí, no lo molestaron.
En algún momento de la única clase con la que compartía espacio con sus matones (los cuales no se presentaron), fue al baño. En el camino estaba perdido en sus pensamientos, hasta que escuchó las voces familiares de Jason y su pandilla dentro del baño. Se detuvo por instinto.
Marshall observó la reacción tan instintiva de Mar, hasta que la conversación llamó su atención.
—¡Cállense imbéciles! —Jason les gritó.
—¡Pero fue tu idea! Nos meteremos en problemas.
—¿Mi idea? Quien consiguió los cohetes fuiste tú, Chete. —Marshall se quedó helado. —Si alguien se entera de esto, en especial el fenómeno, nos irá mal.
—¡Yo me saldré del equipo! Fue demasiado lo que hicieron. Una cosa es molestar al fenómeno ese y otra es ser causantes del incendio en su casa y la muerte de su perro.
—Ay, pero es solo un perro. Nadie lo tomará en serio. No hubo heridos.
Marshall dejó de prestar atención a la conversación cuando el sonido de una respiración agitada lo alertó. Mar estaba con la mirada ida, los puños apretados y la cara levemente roja.No pudo contenerse más y entró a los baños lleno de ira.
Todos lo vieron con miedo, pero él se dirigió directamente al líder, dándole un fuerte puñetazo en la cara. Esto alertó a sus compañeros que rápidamente lo alejaron de Jason, buscando golpearlo. Pero, de alguna manera, Mar sacó la fuerza qué no sabía que tenía por la adrenalina.Todo fue confuso porque en un momento estaba siendo sujetado y al otro, estaba encima de Jason, golpeándolo sin parar, desfigurando la cara hasta dejarla irreconocible llena de sangre. Tratando de ser movido por los demás, pero aferrándose con fuerza al torso de su matón con la fuerza qué le permitían sus piernas.
Uno.
Dos.
Tres golpes hasta que Jason ya no reaccionó. Asustando a sus amigos.Uno le dio un fuerte golpe a Marshall qué lo tumbó de encima de su líder, para comenzar a golpearlo.
—¡Brian! ¡Vamonos! ¡Dejalo! ¡Hay que llevar rápido a Jason antes de que el fenómeno diga algo! Escucho pasos.
El joven se levantó de encima suyo y ayudó a cargar a su líder, saliendo por los pasillos.
Cuando Mar se quedó solo en el baño, Marshall notó que de hecho la imagen era muy familiar. La había visto antes.Él está cubierto de sangre y hematomas, frente a un espejo. Estaba seguro de que era la misma imagen.
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—Expulsado... —escuchó la voz de su madre desde la puerta de su habitación.
—Está bien. Ellos confesaron que fueron los causantes del incendio... Marshall solo se defendió. Lo que debemos hacer, Katie, es llevarlo con un psicólogo. Toda la situación de esos niños y el Capitán debió haber sido muy dura. No habla, no llora, no grita. Apenas come y duerme. No se comunica, Katie. Esto ya se nos está yendo de las manos. Nuestro hijo necesita un profesional.
Marshall no pudo evitar tensarse al escuchar las palabras de su madre. Cada vez se sentía más distante de todo lo que ocurría a su alrededor. El vacío dentro de él no hacía más que crecer.
La escena cambió de nuevo, y ahora estaba en una sala de terapia. Vio a la psicóloga frente a él, pero no podía escuchar sus palabras. Solo la veía mover los labios, con una expresión que no lograba descifrar. Todo se volvía más borroso, más difícil de entender.
Un nuevo cambio de escena lo atrapó, esta vez era una conversación a escondidas entre la psicóloga y sus padres. La madre de Marshall lloraba desconsolada, mientras Ryder la acariciaba suavemente la espalda, intentando calmarla. La mujer había confesado todo lo que Marshall había sufrido. Aquel momento en que su madre se quebró completamente, revelando lo que había estado ocultando.
—Tiene ansiedad crónica y depresión. Necesita ver a un psiquiatra. —Las palabras de la psicóloga resonaron en el aire, y Marshall, aunque invisible para ellos, sentía un nudo en el pecho.
Por alguna razón, la visión se desvaneció, pero él no estaba solo. De repente, una sombra apareció cerca de Mar. Se acercó y acarició suavemente su cabeza. Marshall la observó, sorprendido. Sabía que no podía ver claramente quién o qué era esa sombra, pero sentía que no representaba una amenaza.
Esa sombra parecía mirar directamente a los ojos de Marshall. Una sensación extraña lo invadió, como si hubiera algo familiar en esa presencia. Pero, ¿por qué mostrarle todo esto? ¿Qué pretendía enseñarle esa entidad? No lograba entenderlo, pero algo dentro de él lo instaba a seguir observando.
Entonces, la imagen cambió nuevamente. Esta vez, Marshall se encontraba en su último año de preparatoria. A pesar de seguir siendo delgado, había ganado algo de masa muscular, y lo más sorprendente de todo: ¡había crecido!
—¡Marshall! —una voz femenina lo llamó. Al voltear, vio a una chica bajita, de cabello castaño caramelizado, esponjoso y rizado, abrazándolo por la espalda—. ¿Tienes las imágenes? ¡Sabes que este proyecto tiene que salir perfecto! ¡Son los finales!
Marshall sonrió, sintiendo la emoción de mostrarle su trabajo.
—Sí, tengo imágenes de estrellas, cuerpos espaciales, lunas y meteoritos. —hablaba como un niño emocionado, con los ojos brillando al compartir su proyecto con ella.
—¡Yiik! —exclamó la chica, saltando de emoción—. ¡Sin duda sacaremos un A! Eres el mejor, Marshall.
Marshall se quedó quieto por un momento, analizando la situación. ¿Era esa Skye? ¿La misma Skye con la que había compartido tantas experiencias? Su rostro estaba tan marcado por la esencia de aquella amiga especial que no podía dejar de mirarla. La conocía tan bien, pero la presencia de su otro yo en ese momento lo desconcertaba.
La sombra estaba allí también, observando todo desde una esquina, igual que siempre. Rápidamente, la escena cambió una vez más, ahora mostrando a Marshall y Skye graduándose juntos. La ceremonia era alegre, llena de amigos y familia.
Poco después, otra escena apareció: Marshall en su primer día como bombero. Se le veía algo tímido, pero muy animado. A pesar de su naturaleza reservada, parecía disfrutar lo que hacía. Sin embargo, mientras la imagen seguía cambiando, también se alternaban momentos que revelaban la fascinación de Mar por el espacio, las estrellas y los meteoritos. Otras escenas lo mostraban hablando con entusiasmo sobre esos temas, aunque lo hacía por chat, siempre evitando conversaciones cara a cara.
La siguiente imagen lo situó en una estación de bomberos, en un día común. Marshall estaba limpiando los camiones de bomberos de la estación 2 en Ciudad Aventura. Estaba muy concentrado en su trabajo, pero algo no lo dejaba tranquilo. Sentía una mirada atenta observando desde hacía varios minutos, y eso lo ponía cada vez más nervioso.
—Oye, cerebrito. —Una voz interrumpió sus pensamientos. Era Goose, su compañero de trabajo. —El equipo y yo vamos a almorzar a dos cuadras. ¿Vienes?
La invitación no sonaba brusca ni grosera, solo desinteresada.
—¿Eh? Oh, no... terminaré de limpiar el camión y luego comeré. Traje mi propio almuerzo. —respondió, sintiendo sus mejillas ponerse rojas. Nunca había sido muy bueno interactuando con otros.
—Ah, vale. Nos vemos. —Goose sonrió, sin saber lo incómodo que Marshall se sentía.
—¡Sí! ¡Disfruten su comida! —le sonrió, pero tan pronto como Goose se fue, se golpeó suavemente la frente, avergonzado—. Qué tonto... hiciste todo súper incómodo...
Sabía que tenía problemas para hablar con los demás. La ansiedad lo aplastaba, como una sombra constante que no podía alejar. Sin embargo, el verdadero problema apareció cuando vio de nuevo la sombra. Esta vez, no miraba a ninguno de los dos Marshall, sino hacia una ventana que estaba frente al área de los camiones. En la oficina, una figura se asomaba, observando a Mar con una mirada fija. En la puerta de la oficina se leía la palabra "Jefe Agrio".
Marshall sintió una incomodidad extraña al ver a ese hombre tan cerca de él. Era como si el "Jefe Agrio" fuera una amenaza silenciosa. La tensión creció al ver la mirada de la figura a través de la ventana. ¿Quién era ese hombre? Y lo más perturbador: ¿por qué no podía hacer nada para evitar que Mar sufriera?
La imagen se desvaneció nuevamente.
Ahora, la escena cambiaba a una fiesta de bomberos, llena de risas y un ambiente cálido.
—Y luego llega Marshall, valiente y fuerte como siempre. Tal vez ahora lo ven débil, pero tiene una fuerza increíble. ¡Nos cargó a mí, Ian y Sally! Ese día ganamos la competencia gracias a él. —Goose contaba la anécdota con entusiasmo, mientras los niños escuchaban emocionados—. Así como lo ven, no solo es muy fuerte, ¡sino que es un nerd total!
Marshall sonrió tímidamente, mientras Sally e Ian lo miraban con afecto. Goose continuó con sus historias, burlándose de lo nerd que era, y todos se reían juntos. Sin embargo, cuando el ambiente se relajó un poco, el jefe de bomberos se acercó por detrás de Marshall y, con un tono amistoso pero invasivo, le dijo:
—Oh, vamos chicos, llevo escuchándolos desde hace rato. Dejen a mi blanquito en paz. Es algo nerd, pero eso no le quita lo bonito, ¿verdad? —Se rió con fuerza, mientras el escuadrón disimulaba su incomodidad. El jefe, casado y de 56 años, no debía estar diciendo esas cosas sobre un joven de 20.
La incomodidad se volvió palpable para Marshall, al ver cómo el jefe pasaba su mano por la espalda baja de Mar, bajando un poco más. Marshall sintió rabia. Sabía que Mar estaba demasiado en shock para reaccionar, pero su cara lo delataba: estaba incómodo, incluso aterrorizado.
Antes de hacer algo, Marshall vió a la sombra una vez más. Estaba junto al escuadrón, mirándolo fijamente. Chasqueó los dedos, y en ese mismo instante, la escena cambió otra vez.
Una voz distorsionada resonó en el aire.
—Continuaremos en otro momento. Aún no es hora de que conozcas todos los detalles. Ella necesita más tiempo.
—¿¡Qué!? —Marshall gritó, pero la voz continuó. —¿A qué te refieres? ¿¡Quién eres!? ¡Espera! ¿¡Qué vas a hacer!? ¡Alto!
Todo a su alrededor comenzó a distorsionarse, como si todo estuviera desmoronándose. Marshall no entendía qué estaba pasando. Y en algún momento, perdió la conciencia de sí mismo