ID de la obra: 769

Alterno

Slash
G
Finalizada
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160 páginas, 57.700 palabras, 28 capítulos
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Final

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Marshall iba apurado, sintiendo por primera vez el dolor de la radiación en su cuerpo. Cada paso por la calle, cada vez que tocaba el suelo, era una oportunidad para sentir cómo el dolor se apoderaba de él y lo torturaba.Pero no se detendría.Tal vez, en el pasado, era incapaz de sentir el dolor porque Marshall, el dueño del cuerpo, lo evitaba, pero ahora que la conexión era más fuerte que nunca, también había recibido las consecuencias. Cuando llegó a una calle lo suficientemente concurrida, llamó a un taxi. En su teléfono, veía las noticias. En la pantalla, reconoció a alguien que conocía bien: Verónica. Sentía que tenía que hacer algo para detenerla y frenar todo lo que estaba causando. —Disculpe, pero la calle a la que quiere ir está cerrada en estos momentos —le dijo el taxista, con tono indiferente. —Lo sé, lo sé. Pero tengo que ir. Si no, mucha gente saldrá herida. Por favor, créame —rogó, y algo en su tono pareció convencer al taxista. —Veré qué puedo hacer. El taxi aceleró, tomando rutas que Marshall no conocía, hasta llegar al lugar más rápido de lo que había imaginado. Pagó y, al bajar, notó la conmoción del lugar. La policía estaba por todas partes, y allí, entre el caos, estaba Chase.Al verlo trabajando, su corazón se aceleró, pero de alguna manera también se apretujaba por el dolor. Tenía un mal presentimiento de todo.—Chase —llamó su atención, mientras caminaba hacia él, sintiendo cómo su cuerpo sudaba por el dolor.El policía volteó rápidamente al escuchar su nombre. —¿¡Qué haces aquí!? —Aunque le gritó, no lo culpó al ver la evidente preocupación en su rostro—. Marshall, deberías estar con Sarah. La radiactividad en tu cuerpo es altísima. ¿¡Acaso no te duele!? —Dijo, mientras sujetaba los hombros de Marshall entre sus manos. Aunque parecía que lo hacía con fuerza, Marshall sintió que el policía lo sujetaba con mucha delicadeza. —Yo sé quién es esa mujer —respondió Marshall, su voz baja, pero firme. El rostro de Chase se mostró dubitativo. Hizo una mueca, luego lo soltó. —Solo dime lo que sabes y regresa con Sarah. Por favor. —Ella no escuchará a nadie. Tengo que hablar YO con ella. Es Verónica Vance —dijo Marshall, mientras tomaba la mano de Chase, quien observó cómo sus manos encajaban perfectamente. —¿Por qué crees que ella te escuchará a ti? —preguntó Chase, con un tono cargado de sarcasmo, claramente molesto. —Porque... porque yo causé esto. Marshall apartó la mirada, avergonzado por su confesión. Chase frunció el ceño, sin comprender del todo. —¿Tú...? ¿Cómo habrías causado esto? No digas tonterías —dijo, intentando dar la vuelta, creyendo que Marshall solo jugaba con él. Pero sintió cómo el albino no soltaba su mano. Al verlo nuevamente, supo que hablaba en serio. —¿A qué... a qué te refieres? —Chase, ahora con algo de miedo, lo miró. —Yo... yo no lo recordaba... —Marshall pensó por un momento antes de continuar. —Pero ahora lo sé... Yo... yo... —Antes de que pudiera seguir hablando, Chase fue llamado por los demás policías. La situación con la mujer parecía ponerse más peligrosa. —Hablamos después, ¿sí? Quédate aquí. No, mejor ve a la ambulancia. Ve allí y, por favor, no te muevas —dijo, claramente atrapado entre la espada y la pared. Quería quedarse con Marshall, pero tenía responsabilidades que cumplir.Marshall se quedó allí unos segundos, sintiendo el frío en su mano. Miró su muñeca, luego, decidido, apretó el puño. Recordó algo que alguien le había dicho sobre una entrada secreta al faro.Supuso que nadie la había visto, dado cómo actuaban todos al suponer que la entrada principal estaba bloqueada.Marshall caminó, rodeando a la multitud, hasta llegar a lo que recordaba como el pasadizo secreto. No sabía si en este mundo también existía, pero cuando movió una roca, sonrió para sí mismo al ver que estaba allí.Se adentró con cautela, subiendo los escalones rápidamente, aunque en silencio. Al llegar a la cima, vio al alcalde Humdinger, sus secuaces y los gatos. Les hizo un gesto para que guardaran silencio, y ellos, sin otra opción y con miedo, solo movieron la cabeza de arriba a abajo.Cuando Verónica volteó a ver a sus prisioneros, se asustó al ver a Marshall, como si hubiera visto un fantasma.Gritó, sorprendida, y el shock fue tal que se quedó congelada en su lugar por unos segundos.—Marshall... —dijo, mirándolo de arriba a abajo, sin dar crédito a lo que veía. —Verónica... Tienes que detenerte —dijo él suavemente. Aunque fue cauteloso, ella se mostró molesta. —¿Detenerme? ¿Acaso sabes lo que me pides? ¡Tú y yo planeamos esto! —Su tono de voz comenzó a elevarse, atrayendo la atención de los policías y de todos los presentes.Como por arte de magia, los reporteros llegaron al lugar. Chase, desde abajo, observaba que algo sucedía hasta que notó la cabellera blanca de Marshall en la cima. Se quedó helado. ¿Cómo había llegado allí? Miró a su alrededor, pero al no ver a Marshall en la ambulancia, como le había dicho, supo que era él. Corrió al instante, rodeando todo hasta encontrar la ubicación que había utilizado Marshall para subir.Buscó sin importarle ser llamado varias veces por la radio, hasta que encontró algo extraño. Alejado de todo, había un hoyo cubierto con hojas secas.Sabía que estaba siendo impulsivo, pero no dudaría en entrar para evitar que Marshall saliera herido por una mujer loca. Mientras tanto, Marshall estaba siendo apuntado por Verónica, quien sostenía un arma cargada con el poder del meteorito. —Por favor, Verónica. Sé que no quieres hacerme daño. —No, no quiero, porque eras mi compañero. Pero si te interpones en mis planes, no dudaré en hacerlo —respondió, con la voz tensa. Marshall sabía que debajo de esa máscara de ira estaba su compañera, que no podía ser tan mala como estaba actuando. —Por favor, detente —dijo, manteniendo las manos alzadas en señal de calma. —No sé cómo entraste, pero tampoco sé cómo sobreviviste. Estabas muerto —dijo Verónica con impotencia. —No creo que te moleste morir una segunda vez, ¿no?En ese momento, Marshall supo que su compañera había perdido la cordura. Por más que Chase intentó ser sigiloso, al entrar, Verónica lo vio, porque estaba mirando en dirección a la puerta. Al verlo, tomó a Marshall del cuello, apuntando su cabeza con el arma. —Doctora Vance, por favor, no haga algo que pueda lamentar después —dijo Chase, alzando las manos para mostrar que no tenía armas. —Pon tu pistola lejos de ti —ordenó ella, haciendo un movimiento brusco hacia Marshall, ajustando la posición del arma. Chase lanzó su pistola lejos, obedeciendo. —Ahora, si quieres que Marshall siga vivo, vete. —¿Por qué hacer esto, doctora? —trató de ganar tiempo, notando cómo los medios parecían haber desplegado un dron para grabar lo que estaba sucediendo. —No hay necesidad de hacer tanto daño. —¿No? ¡Yo solo busco vengarme de ese hombre! ¡Ustedes son los que se interponen! —dijo, refiriéndose a Humdinger. —Pero estás lastimando a gente inocente. —Era un daño colateral. Tenía que probar el impacto de mis armas. Y qué mejor que hacerlo con gente para nada inocente, sino cómplices de su mediocridad —respondió, comenzando a caminar hacia el fondo de la habitación.Cuando Chase intentó seguirla, ella reaccionó agresivamente.—¡No te muevas o le disparo! —Chase se quedó quieto al instante, mirando a Marshall, quien no se mostraba tan asustado como él pensaba. Aún así, notó en sus ojos una duda profunda. Mirándolo de una forma que no supo explicar. —Por favor, Verónica —dijo Marshall, su voz temblorosa pero firme—. Esta no es la manera. —Trató de ayudar a Chase a convencerla. —Tú estabas de acuerdo conmigo, Marshall... tú me ayudaste a encontrar el meteorito. Tú eras mi compañero... ¿Por qué ahora estás en mi contra? —dijo ella con dolor, su voz quebrándose. Mientras tanto, el bombero volteó a mirar a Chase, notando la expresión confundida en su rostro. Cerró los ojos, resignado, cuando Chase le preguntó con la mirada qué era lo que Verónica estaba diciendo. —Tampoco entiendo cómo sobreviviste. Yo estuve ahí. Llegué muy tarde. Tú habías muerto. O bueno, eso creí al no ver tu cuerpo. Había supuesto que te desintegraste, pero... al verte aquí me doy cuenta de que estaba equivocada. —Yo... no... —La influencia del dueño del cuerpo se hizo cada vez más fuerte. —No morí, pero... parece que mi cuerpo experimentó una desintegración temporal. —Ella se detuvo por un momento, escuchando en silencio. La conversación también había llamado la atención de Chase, quien lo miraba sin saber cómo reaccionar.—De alguna manera, mis moléculas se separaron y se redistribuyeron en un estado latente de energía pura. —Una vez que la radiación cuántica se estabilizó, tus moléculas comenzaron a reorganizarse, regresando a su forma original. —Ella continuó, sus ojos brillando con incredulidad. —Pero eso habría causado un dolor físico insoportable. ¿Cómo es que estás vivo? Debiste haber muerto por shock. ¡No tiene sentido! —Lo sé. Pero todo esto también creó una conexión entre el meteorito y yo, Verónica. Me salvó. El meteorito me salvó. Por eso no morí. —Ella, al escuchar eso, volvió a presionar botones en la computadora.—Detente, por favor, si el meteorito muere, no sé qué me pasaría. —Marshall miró a los ojos a Chase, notando el terror en su mirada. Chase negó con la cabeza, y, al mismo tiempo, sus ojos mostraron una leve cristalización. El albino no supo identificar el sentimiento en ellos. ¿Decepción? ¿Tristeza? ¿Miedo? no lo sabía. —Lo siento, Marshall. Tú mejor que nadie sabes cuán importante es mi venganza. Humdinger arruinó mi vida con su empresa. Haré que los medios escuchen todo lo malo que nos ha hecho, y luego lo mataré. —Al final, presionó un botón rojo que hizo temblar el lugar con fuerza. El suelo se abrió por la mitad, el techo se destruyó y comenzó a caer a pedazos. Fue un milagro que ningún escombro cayera sobre ellos. Desde el caos, el meteorito apareció, sobre una superficie de metal que conecta cables a este. —Doctora Vance, créame, no debe hacer esto. No sé qué fue lo que le sucedió por culpa de la mediocridad de Humdinger, pero la violencia jamás será la solución —dijo Chase finalmente, temiendo que ya no quedará tiempo para detenerla. —Por culpa de él, mi hermana murió —respondió ella con fuerza, utilizando un amplificador de voz para que los reporteros pudieran escucharla desde afuera. Los drones comenzaron a grabar. —El vuelo 227. —Chase se quedó quieto al escucharla, reconociendo al instante de qué estaba hablando. —Dirigido por la compañía Humdinger Airlines. Todo porque no quería pagar por el mantenimiento de sus líneas aéreas. Había recibido varias denuncias por eso, ¡pero a ese hombre no le importó! Mi hermana mayor estaba ahí. Éramos huérfanas y él me quitó a mi única familia. Me vengaré por su mediocridad. —Hizo una pausa, respirando profundamente antes de continuar. —Marshall estaba ayudándome porque me entendía. Porque odia a Humdinger tanto como yo. Chase logró empatizar con ese sentimiento. Pensó por un momento que borrar a Humdinger no sonaba tan mal. —Yo... yo te entiendo, Verónica —dijo, llamándola por su nombre. Aunque le sonaba extraño, pareció captar más su atención—. Yo también perdí a alguien ese día. —Ella dejó lo que estaba haciendo, prestando más atención a sus palabras. —Mis padres murieron el día que el vuelo 227 se estrelló. Ellos también estaban ahí ese día... Ella se mostró sorprendida, abriendo y cerrando la boca, sin saber qué decir. No pensó que conocería a otro afectado por el accidente, además de ella misma. —Yo... —No tienes que decir nada, te entiendo. Estás muy enojada, estás triste. Ella era lo único que tenías. Pero, ¿ella habría querido que hicieras esto? —se fue acercando con cautela. —No... ¡Pero es lo que yo necesito! Necesito sentir que pude hacer algo por ella. ¡Tal vez no lo habría querido, pero yo sí! Mi hermana tenía mucho por vivir, y él... —Apuntó a Humdinger, quien se escondió asustado. —Ese cobarde solo recibirá las consecuencias de sus actos. ¡Aunque me cueste la vida y mi libertad! Chase estaba por decir algo más, pero de pronto Marshall habló. —Tú sabes por qué me uní a ti en un inicio, Verónica. —Su voz temblaba, temiendo decir algo incorrecto frente a Chase. Temía que este terminara odiándolo. —Yo también buscaba acabar con Humdinger. —Marshall dudó si seguir, pero sentía el impulso de decir la verdad, tal vez por la influencia de su contraparte. —Él acabó con mi vida en Ciudad Aventura. Destruyó mi carrera como bombero allá. Me puso en la lista negra cuando fue alcalde de la ciudad. Y... no hizo nada cuando vio... —El nudo en su garganta lo hizo callar, mirando hacia otro lado. —Él vio cómo mi jefe... —No se sintió capaz de admitirlo, al menos no frente a Chase. —Vió cómo me... y no hizo nada... solo me miró con asco y me dejó ahí, aunque me escuchaba pedir ayuda... —repitió afligido. Verónica lo soltó, sabiendo de qué hablaba. Ella lo conocía. Verónica sabía toda la situación. Cada vez que Marshall recordaba lo que vivió, comenzaba a temblar y su ansiedad se intensificaba.Por más mala que fuera, no le gustaba ver a su mejor amigo pasar por un ataque de pánico, o por ningún sufrimiento a causa del multimillonario.Chase no era ajeno a esas reacciones de Marshall. Por su trabajo, había sido testigo innumerables veces de cómo ciertas experiencias traumáticas se reflejaban en las personas. Chase pudo entender que el dolor que sentía Marshall era el de haber sufrido abuso. —No tienes que recordarlo, Marshall. Respira. Por favor. —Chase se acercó, pero eso solo causó que Verónica entrara en pánico. Levantó a Marshall como pudo y lo aventó hacia los brazos de Chase. —Llévatelo lejos de aquí. Si no lo haces, no tendré más opción que lastimarlo, y no quiero eso. Era una advertencia muy clara. Y Chase estuvo por hacerlo al ver a Marshall tan perdido en lo que sea que estaba recordando.—Marshall... Como si hubiera cambiado de persona, su semblante se transformó. —Verónica... no lo hagas. Por favor. —¿Cómo puedes pedirme eso, Marshall? —le preguntó incrédula, notando el cambio tan drástico en su actitud. Marshall trataba de contener las emociones de Mar dentro de él para no perder la noción sobre la situación. —Porque... porque quiero que encuentres tu lugar, así como yo encontré el mío aquí. —Sonrió suavemente, mirando a Chase, quien, aunque no quiso mirarlo, aún así lo hizo. —Encontré a personas que me quieren por quien soy. Y sé que tú también puedes tener lo mismo. —Es muy tarde para mí. —interrumpió, sin mirarlo. —Ya he hecho tantas cosas malas que no puedo hacer nada por revertirlas. Solo me queda acabar con todo, sino, nada habrá valido la pena. —De todas formas, nada valdrá la pena si te vuelves como él. Quizás no debió decirlo porque eso pareció encolerizarla. Apretó un último botón, que activó un mecanismo que rodeaba el meteorito. Este comenzó a absorber toda la energía. Marshall se retorció de dolor. Gritó desesperadamente, sintiendo como si no apagaran esa cosa, pronto se desmayaría. Era una tortura lo que estaba sintiendo, y sabía que no era ni la mitad de lo que probablemente sentía el meteorito. —¡Marshall! —Escuchó a Chase gritar mientras lo sostenía en sus brazos, dejándolo caer al suelo. Verónica se dirigió rápidamente a una silla para controlar la dirección de una aguja y llevarla directamente a Humdinger y sus secuaces. —Ch-Chase... tienes... tienes que detenerla... —Apenas podía hablar, pero no hizo falta más para que Chase reaccionara. En cuanto el policía se fue, Marshall comenzó a arrastrarse hacia el meteorito. 《LIBÉRAME.》 Sabía que era lo que tenía que hacer. Una vez que pudo arrastrarse lo más cerca, buscó el mecanismo de cables. De pronto, escuchó un golpe, algo cayendo al suelo. Era Chase, quien había sido empujado por Verónica desde la cima de una plataforma. —¡Chase! —Gritó al verlo en el suelo, y no se movió hasta que lo vio recobrar la compostura. No había tiempo que perder. En cuanto Verónica estuvo por disparar, Marshall logró agarrar el cable más grande.Lo malo fue que estaba tan débil que no podía quitarlo. Trató con toda su fuerza, pero a cada segundo el dolor se intensificaba, entumeciendo sus brazos y piernas. Era como recibir una descarga eléctrica de manera continua.—Por... por favor. Vamos... —Hizo fuerza. Vió como Chase volvía a subir en dirección a donde estaba ella, con esfuerzo, probablemente aún afectado por la caída. Mientras tanto, él volvió a intentar jalar los cables, esta vez consiguiendo aflojar un poco. La máquina parecía estar cargándose lo suficiente para soltar un gran impacto, uno que sin duda sería fatal. Tenía poco tiempo. No iba a poder detenerla. Miró a su alrededor y notó una consola. Caminó lo más rápido que pudo hacia ella. En cuanto la máquina disparó, el impacto no llegó a Humdinger. Marshall había cambiado la dirección. —¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡MALDITO HIJO DE-! —Gritó Verónica, frustrada. No iba a permitir que arruinaran todo por lo que había trabajado tan duro. Al ver que Chase se acercaba hacia ella, se levantó de la silla que conectaba el gran arma. Se bajó de ahí como pudo, cayendo sobre sus manos cuando tropezó, pero lo suficientemente lejos para que Chase no pudiera agarrarla. Miró a Marshall en la consola, y lo único en lo que pudo pensar fue cómo él había arruinado todo.Tomó uno de los artefactos de su bolsillo, un objeto que parecía un juguete debido a lo falso que se veía. Aun así, se dirigió a donde estaba el bombero. —Acabaré con tu dolor de manera rápida. Diferente a como ese hombre te hizo sufrir, querido amigo. —Marshall no supo exactamente de qué hablaba. —Nadie más te lastimará de esa manera. Nadie corromperá quién eres. Nadie se aprovechará de tu amabilidad nunca más. De alguna manera, el cuerpo de Marshall comenzó a moverse por sí solo, sintiéndose incapaz de controlarlo. Mar, al ser dueño del cuerpo, tenía más fuerza al momento de tomar control.Caminó en dirección a Verónica. —Por... por favor, Verónica... me duele mucho... por favor... —Lloró. —Esta sensación me está quemando... Verónica mostró una expresión de tristeza genuina. Sus ojos se cristalizaron mientras asentía lentamente, como si tuviera que procesar lo que estaba por hacer. —Lo sé... lo sé... sé que te duele toda esa radiación... yo te ayudaré, viejo amigo... ya no quiero que sufras... —Trató de mantener su expresión lo más serena que pudo, para no llorar frente a Mar. —No me duele solo por la radiación... —Soltó lágrimas, dando pasos lentos, demostrando cuán entumecido estaba. —Me duele mucho aquí... —Colocó su mano sobre su pecho, donde estaba su corazón. Verónica se conmovió. —Te hicieron muchísimo daño... todo por culpa de él. ¿Qué quieres que haga? —Su voz sonaba dulce y comprensiva. —Ayúdame a acabar con todo... por favor... Cuando Verónica se acercó lo suficiente, estuvo a punto de hacerlo. Incluso la camisa blanca que llevaba Mar en ese momento se tiñó levemente de rojo. Pero también fue en ese momento cuando Marshall cachorro logró tomar el control. ¡Su contraparte era un puto suicida! Sujetó con fuerza la muñeca de Verónica, evitando que la apuñalada fuera más profunda. —¿Marshall? —Sigo... sigo sin creer que esta sea la manera. Verónica notó ese cambio de semblante y actitud otra vez. Tan extraña y contraria. Era como si su mejor amigo, quien siempre había sido ansioso, triste, melancólico e incómodo, de pronto cambiará de lugar con alguien determinado, saludable y amigable. Se sentía confundida por ese cambio, pero empezó a sospechar de la causa. —El meteorito no solo te trajo de regreso... ¿Verdad, Marshall? —Dio unos pasos atrás. —¿Si eres Marshall? —Soy... soy Marshall... pero no el que tú conoces. —Entonces no eres Marshall para mí. —Su expresión cambió a una de molestia, acercándose con rudeza esta vez para acabar con lo que había comenzado. Ambos comenzaron a forcejear, uno tratando de causar daño y el otro de defenderse con la poca fuerza que le quedaba.Por detrás, Marshall logró ver a Chase, quien se acercaba a ellos sigilosamente. Esta vez no iba a fallar. Marshall supo que ese era el momento para darle fin a todo. Mientras ambos seguían peleando, Marshall la fue guiando cada vez más cerca del meteorito. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de Chase y de la gran roca, la empujó con toda su fuerza, haciéndola caer al suelo frente al policía. Mientras Chase la tomaba con brusquedad, tratando de inmovilizarla mientras ella se retorcía para liberarse, Marshall corrió lo más rápido que pudo y tocó el meteorito con su mano. Al principio fue solo un roce, pero luego usó toda su palma para sentirlo. —¡NOOO! ¡NOO! ¡MARSHALL, DETENTE! ¡DETENTE! —La desesperación en la voz de Verónica era evidente. Su cuerpo se movía con furia, luchando por liberarse del agarre de Chase, y esto hizo que el policía se alarmara. Volteó a ver a Marshall, sin saber qué estaba ocurriendo. Al principio, no notó nada extraño, pero cuando el meteorito comenzó a brillar con una luz morada intensa, el cuerpo de Marshall también empezó a emitir una luz, pero blanca. De repente, como si fuera una ilusión, del cuerpo de Marshall salieron dos figuras, ambas idénticas en su apariencia, pero con una diferencia notable en sus semblantes. Uno mostraba una expresión triste y enojada, mientras que el otro lucía completamente en paz. —¿Qué está pasando...? —Preguntó Chase, mirando incrédulo. No esperaba una respuesta, pero la recibió de Verónica. —El meteorito, al traer de vuelta el cuerpo de Marshall durante el impacto, hizo que no solo él regresara, sino que también trajo a otro Marshall consigo. A uno que no pertenece a este mundo. Las piezas comenzaron a encajar en la mente de Chase, y al instante se sintió tonto.   Marshall se lo había dicho tantas veces. ¿Verdad? Cada vez que parecía romperse, cada vez que se veía tan afligido por no poder contarle la verdad... y cuando lo hacía, él nunca lo comprendía. Nunca comprendió a Marshall. Tantas veces también en las que lo sospechaba. Su actitud ingenua y llena de amor no era la de alguien normal. Su agarre se aflojó lo suficiente como para que Verónica pudiera liberarse, pero ella no se movió. Era tarde. —Ellos... ellos son Marshall. —Chase se sintió aterrorizado al ver cómo ambos comenzaban a alejarse del cuerpo de Marshall, sabiendo lo que eso significaba. —¡No! ¡Marshall! —Gritó, apartando a Verónica, quien cayó al suelo de rodillas, convertida en una espectadora del extraño espectáculo que ocurría frente a ella. Mientras Chase corría, desesperado, no queriendo perder a su Marshall. Estaba enamorado. No. No era solo un enamoramiento. Lo amaba, de verdad. Un amor genuino y puro. Miró a ambos Marshall, sabiendo que aunque se veían idénticos, no eran la misma persona. Trató de tomar la mano del que creyó que era su Marshall. Y aunque no sintió el tacto, pareció ser suficiente para evitar su ascenso. El Marshall en cuestión despertó y lo miró a los ojos. —Chase... —Ahí estaba. La característica voz, con ese tono tan amable y cálido. —Perdóname... yo... yo quería decírtelo... —Marshall hizo una mueca, intentando no llorar. —Marshall... no te vayas... por favor. —Rogó Chase, aferrándose a su mano. Marshall lo miró con pena. —Chase... te lo agradezco... mucho... yo... yo de verdad fui muy feliz a tu lado... contigo. Tú... tú me hiciste sentir muchas cosas de las que jamás creí que podría ser capaz de experimentar. —Le sonrió con dulzura. —¿No puedes quedarte? ¿Conmigo? Por favor, prometo que seré bueno... prometo que te amaré por el resto de mi vida. Estaré junto a ti. No permitiré que nadie te haga daño. Viviré para ti. Por favor, solo no me dejes. Yo te amo. Te amo. Te amo... por favor... Marshall sintió sus ojos llenarse de lágrimas, que aunque intentó contener, no tardaron en apoderarse de él, y su llanto se tornó incontrolable. Claro que deseaba quedarse. No quería irse. Quería estar ahí, con Chase, con ese Chase. Se había enamorado profundamente de él, como un primer amor. De una manera única. De una manera sincera. Sentía su rostro arder mientras las lágrimas caían con fuerza, acompañadas por el llanto silencioso de Chase. —Per... Perdóname... perdón, perdón, perdón. Yo también quiero quedarme. Quiero... quiero estar contigo... —Lloró Marshall, tratando de hablar pero hipando entre sus palabras. —Te amo... te amo... te... amo...   ... La atmósfera en la habitación estaba cargada de silencio, solo roto por los leves sonidos de respiración entrecortada de Marshall. El cuartel parecía desierto, las paredes viejas y desgastadas, como si hubieran sido testigos de demasiadas batallas, de muchos secretos guardados. Pero algo más lo hizo familiar: el meteorito, ahora inerte, descansaba en el suelo con una apariencia apagada, sin la energía que había tenido momentos antes. Marshall miró a su alrededor, todavía desorientado. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? El último recuerdo que tenía era de estar a punto de perderse, de entregarse a una oscuridad profunda, pero ahora... ahora estaba allí, en ese cuartel. Frente a él, en el suelo, estaba Chase. El perro, que solía ser tan fuerte, tan lleno de vida, ahora estaba recostado en una postura vulnerable. Parecía más un cachorro delgado que el robusto y firme compañero que Marshall conocía. La visión le perforó el corazón. El miedo y la culpa lo invadieron. Lo había preocupado demasiado. La idea de que Chase hubiera sufrido por su causa era algo que le causaba un dolor profundo. Marshall se levantó de la mesa con lentitud, sintiendo el agotamiento recorrer su cuerpo, pero sin detenerse. Cada paso le pesaba, pero la necesidad de acercarse a Chase lo empujó a seguir. Finalmente, cuando estuvo cerca del perro, Marshall se detuvo por un momento y, con cuidado, se agachó, poniendo su nariz lo suficientemente cerca de la de Chase. Sabía que el instinto de su compañero lo haría reaccionar, que ese olor familiar lo despertaría. La conexión entre ellos siempre había sido más allá de lo físico. El impacto fue inmediato. Chase levantó la cabeza al sentir el familiar aroma de Marshall, sus ojos se abrieron como si todo el cansancio y la confusión desaparecieran de un golpe. Se levantó rápidamente, como si fuera un reflejo, pero su mirada aún estaba llena de incredulidad. Como si no pudiera creer lo que veía, como si estuviera atrapado entre el deseo de no dejarlo ir y el miedo de que pudiera desaparecer de nuevo. —Siento mucho haber tardado tanto, Chase... —La voz de Marshall salió quebrada, cargada de emociones que había estado guardando por tanto tiempo. Chase, aunque debilitado, se acercó lentamente, como si no quisiera dar un paso en falso. Sus ojos, llenos de confianza y cariño, brillaban con un resplandor que parecía haber permanecido latente en todo ese tiempo. Marshall le había prometido regresar, pero había fallado, al menos en su mente. Ahora, con la presencia de su amigo nuevamente frente a él, la culpa lo devoraba, pero la sensación de alivio también lo envolvía. Chase, con su característico instinto, se acercó a Marshall con precaución, oliendo el aire, como asegurándose de que todo era real. Su hocico rozó la mano de Marshall, buscando esa cercanía que tanto había extrañado, sintiendo el vínculo que jamás se rompió. Marshall acarició la cabeza de Chase, sintiendo cómo la conexión entre ellos era más fuerte que nunca. No solo como compañero, sino como algo más. —No debí haberte preocupado tanto, Chase... —murmuró, sintiendo las palabras irse como un susurro. Sabía que había pasado mucho tiempo, que había hecho cosas que quizás no tenían marcha atrás, pero al estar frente a él, una especie de paz lo invadió. Chase, sin decir palabra, descansó su cabeza en el regazo de Marshall, como si finalmente pudiera relajarse, sabiendo que la tormenta había pasado. Sabía que no podía cambiar el pasado, pero por primera vez en mucho tiempo, todo lo que importaba era el momento presente. Era todo lo que necesitaban: su vínculo, su amistad, su amor incondicional.
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