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La reunión con los diferentes líderes duró todo el día y allí estuvo ella aguantando el tipo, tal y como había aprendido. Observaba salir uno a uno y cuando la sala se quedó vacía, Historia suspiró de forma agotada, lo que atrajo la atención de Mikasa rápidamente. —¿Está bien mi…? —¡Mikasa! —La cortó con una mueca de enfado fingida— ¡No me trates de usted ni de reina, te lo ordeno! No te quiero aquí como una súbdita, sino como amiga. Aquello la sorprendió bastante y en su mirada se podía leer las dudas que tenía, pues aunque era cierto que durante mucho tiempo habían sido compañeras, ahora se encontraban en posiciones totalmente diferentes y tampoco tenía claro hasta qué punto podía saltarse las normas establecidas. —No te voy a negar que frente a otras personas igual debas tratarme con el debido respeto, ¡pero sólo para aparentar! Mientras estemos solas, por favor, sé mi amiga. —Cogió aire con pesadez al no estar segura de si lo que iba a hacer estaba bien— Mikasa… ¿Te sientes sola? La pregunta la destruyó por completo. ¡Claro que se sentía sola! Eren la había echado de su mundo y con ello se había marchado lo que ella consideraba felicidad y cuando podía medio aceptar su realidad actual, entonces todos sus amigos se marchaban por tiempo indefinido y a la única a la que le podría contar algo resulta que ni siquiera la estaba escuchando. El silencio se alargó más de lo normal, haciendo que Historia se levantase de su asiento para caminar de vuelta al carruaje. —Te quedas a cenar, ¿verdad? Me gustaría hablar contigo largo y tendido. Sólo pudo asentir de forma automática, aunque era cierto que no había escuchado nada de lo que le había dicho y muy fácilmente podría haber firmado una sentencia de muerte, que ni cuenta se habría dado. Caminó tras ella mientras guardaba la distancia. Miraba como el resto de su personal la cuidaba con el máximo de los cuidados, mimándola con todo lujo de detalles. ¿Acaso le había preguntado aquello por algo en concreto? ¿Había alguna posibilidad de que Historia se sintiera sola en su mundo lleno de gente? Aunque era cierto que muchas veces el tener a mucha gente a tu lado no significa estar en compañía y que en su caso, con sólo la compañía de Eren ya tenía su cupo cubierto, pero después de aquel día todo se trastocó y se quedó sin nada. Ella tenía motivos para sentirse sola y vacía, ¿pero Historia? Si hasta iba a ser madre, cosa que siempre había escuchado que es lo mejor que le pasa a una mujer que lo desea. Y aquello heló su sangre. ¿Acaso Historia no quería quedarse embarazada? ¿Acaso cada una llevaba una penitencia en secreto y por eso se lo preguntó? ¿Buscaba acaso un poco de compasión o identificación con alguien? La miró subirse en el carruaje y ella paró para despedirse. —Mikasa, sube. —Ordenó con voz suave, mientras daba leve golpes al asiento que había delante suya— Has aceptado cenar conmigo y eres mi escolta personal. —Añadió risueña. Sólo pudo mirar a su alrededor para ver como diferentes soldados la observaban con atención, como si estuvieran estudiando sus pasos y su forma de proceder. Se sintió extraña. No le gustaba que la estudiaran, por lo que se subió al carruaje con rapidez y tal y como se sentó, empezó a moverse. —No tardaremos mucho. —Anunció mirando tras la cortina el poco paisaje que podía observar. —¿Por qué me has preguntado lo de la soledad, Historia? —Cuestionó sin saber muy bien el motivo. —No me has respondido, así que no lo haré yo tampoco. Meditó levemente antes de asentir con debilidad— Desde que Eren me echó de su mundo, sí. —¿Sólo por eso? ¿No hay más motivos? Un calambre recorrió su cuerpo sin control al recordar al resto de gente— Bueno… También echo de menos a los chicos… Y a Sasha… Historia la observó con pena ante lo último, pues la verdad es que no esperaba aquella sinceridad de su parte. Siempre había sido un bloque de hielo del que no sabías nada y sólo intuías que Eren era su obsesión. —Yo echo de menos a Ymir. —Dibujó una sonrisa amarga en su rostro— Sin ella todo es triste y no hay nadie que sea capaz de hacerme sentir bien o que apague un poco esta pena que tengo dentro. —Pero Eren… —Mikasa. —Su voz se tornó oscura, como si quisiera despertarla de su ensoñación— Deja de idealizarlo. Eren no cura corazones rotos, sólo los rompe más. —Apoyó su espalda contra el asiento pues aquella afirmación había dolido y de pronto pareciera que en su interior se estaba tatuando a fuego. ¿Qué quería decir con eso? Quiso preguntarle, mas no hizo falta y pronto empezó a hablar— Creí que si me dejaba caer en sus brazos todo iba a salir bien, pero creo que sólo fui un trampolín para lo que sea que está haciendo. —Historia… —Mikasa llevas muchos años tras él y te mereces algo mucho mejor. Mereces probar la verdadera felicidad, tener unos brazos que te abracen y te hagan sentir que el mundo es bueno. —Sus palabras salían con cuidado, como si fuera una hermana mayor intentando aconsejar a la pequeña de todo para que no cometiera errores bobos. Historia siguió hablando, pero desconectó tras el abrazo y es que de pronto recordó a Jean y sus brazos sujetándola sobre él para que no se cayese por el mareo del alcohol y luego sus manos acariciando sus mejillas, para de pronto pasar a notarlas acariciar su desnudo tronco. Se quedó sin aire ante un débil recuerdo de aquella noche. Fue algo fugaz, pero le recordó sobre ella besándola con la mayor de las pasiones que nunca antes había experimentado. Su cuerpo se erizó de arriba abajo y sus mejillas se encendieron sin control— ¿Mikasa? —Alzó la mirada de golpe sin poder ocultar su sorpresa por aquel recuerdo descontrolado que había hecho que todo se descompasase en su interior— ¿Estás bien? —¡Sí! Sí, sí… Perdona, se me ha ido la mente. —¿Dónde? Negó con nerviosismo. ¡No iba a contarle a Historia nada! Y pronto la vio reír con ganas, como si hiciera tiempo que no se reía. ¿Qué le pasaba a la gente con ella? ¿Es que se había convertido en una payasa sin saberlo? —No voy a preguntar quién es, aunque tengo mis sospechas. —¿De qué hablas? No obtuvo respuesta ya que el carruaje paró y pronto dieron el aviso de que habían llegado a su destino. Abrieron la puerta y ayudaron a la reina a salir del mismo. Mikasa salió por su propio pie sin entender qué era lo que Historia había querido insinuar con aquello de las sospechas. ¿Qué iba a sospechar ella si no sabía nada de ella? Caminó tras ella viendo cómo en ciertos momentos parecía que le entraba la risa. Era de locos.***
Historia estaba siendo un poco asfixiante. Cenaron juntas y le mostró aquella segunda, tercera o vete a saber qué residencia era con emoción. No paraba de hablar y aunque a ella aquello la agotaba un poco no podía negar que se alegraba de ver a Historia contenta, mas era cierto que no entendía qué función tenía en toda aquella historia, pero si la reina estaba feliz, debía entender que su trabajo lo estaba haciendo bien. Después de un largo y tedioso tour por el lugar, Historia decidió que era hora de irse a dormir. En ese momento se alegró, pues por fin iba a poder descansar. La siguió escaleras arriba manteniendo una distancia prudente con ella para verla entrar en la que era su habitación. La acompañó hasta la puerta y allí se quedó, observándola entrar dispuesta a ponerse su pijama y dejarse llevar por el abrazo de Morfeo. —¿Cuál es mi habitación? —Preguntó entonces al verla hacer su vida y sintiendo que había sido totalmente olvidada por la rubia. —¡Ésta! —Exclamó risueña— Cierra, que me voy a cambiar. No podía ser verdad. Historia le había sido indiferente desde siempre y sólo sintió el peligro después de descubrirse su verdadera identidad, para luego dar por hecho que nada iba a poder hacer, no obstante, el día de hoy había sido muy intenso para esa relación que la reina quería crear entre ambas. Necesitaba un poco de descanso, incluso dormir a la intemperie le parecía buen plan, pero desconectar un poco de ella era lo que más necesitaba en esos momentos. —Perdona, Mikasa. —Se disculpó cuando por fin la vio aceptar la verdad y entrar en la habitación. Cuando cerró la puerta se dispuso a cambiarse de ropa— Sé que soy muy pesada e intensa y seguramente te habré molestado más que otra cosa. —No es molestia, pero sí que es cierto que me he cansado un poco más de lo necesario. Rió ante la sinceridad de su compañera— Pues te pido perdón de todo corazón. Me siento tan sola que hoy después de mucho tiempo no ha sido así, por lo que me he dejado llevar por la emoción. Perdóname. —No tienes que disculparte, te entiendo. —¿Tú también serás así de charlatana cuando vuelvan de su misión? —Agregó emocionada— ¿Me llevarás con ellos? —Mikasa sólo pudo asentir— No lo ves, ¿verdad? —Ladeó su cabeza dubitativa por aquello último— Te sientes sola porque sólo quieres a Eren, te aferras a él como un clavo ardiendo y eso no te deja ver que tu soledad es impostada. En el carruaje… Has pensado en alguien, ¿verdad? —La observó sonriente— No me digas su nombre, no lo quiero saber, pero me alegra si él ha roto parte de esa armadura que tienes. Ojalá te liberes. —Historia, ¿a qué viene todo esto? —A que te envidio, Mikasa. —Las palabras la sorprendieron por completo— Eres fuerte, guapa y con una personalidad única. Tu única obligación es la que te impusiste: amar y defender a Eren por encima de cualquier cosa. Y yo tengo una obligación impuesta. No soy libre como tú, Mikasa. Y cuando encuentres ese amor que tienes lejos lo serás por completo. Y eso lo envidio por encima de todo. ¿Qué estaba diciendo? Estaba soltando una cantidad de sinsentidos, uno tras otro y lo hacía con una seguridad que incluso a ella misma la estaba dejando totalmente descompuesta. —Pero no en el mal sentido. No te odio ni es una envidia de estas que me hacen querer matarte, no te pienses. Ojalá pronto seas capaz de verlo. Ese es mi deseo para ti. —No sé qué está pasando, Historia, pero creo que estás totalmente equivocada. —Pues entonces cuéntamelo en… ¿Seis años? —Escuchó exclamar a su compañera y sólo pudo romper a reír. ¡Dios mío, era tan infeliz ahora mismo que sólo podía romper a reír por cualquier tontería que soltaba! Pareciera que estaba loca, pero sólo estaba buscando una excusa para filtrar y deshacerse un poco de todo el pesar que tenía sobre ella— ¿Aceptas? Alzó y dejó caer sus hombros sin saber muy bien qué responder. Ser reina se ve que te hacía perder la cabeza y ahora podía empezar a entender qué era lo que le estaba diciendo y si ese era el precio a pagar, que la dejasen como estaba. Cuando Historia se tranquilizó y después de una larga charla, ambas se acostaron en la misma cama. Una cama enorme y mullida. Historia en el lado derecho mientras observaba la luna brillar y Mikasa en el izquierdo mirando el techo con atención, pues era la primera vez que caía en observar los detalles del mismo. —Mikasa… —Susurró ahora con calma— ¿Es malo si no siento una felicidad embriagarme por el embarazo? Ahí sí sintió algo de pena por su compañera— ¿No la sientes…? —Algo sí, claro. Me emociona ser madre, pero me da mucho miedo porque no tengo a nadie que me pueda ayudar, pese a tener mucha gente. Es como que la ayuda que necesito no está y eso lo empaña todo… —Entiendo. Yo siempre he escuchado que es uno de los momentos más felices de las mujeres y que es toda una transformación en todos los sentidos. ¿Cinco meses? —Historia se acomodó para mirarla con pena. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y sólo pudo abrazarla con fuerza, sintiendo como la pobre se dejaba llevar por sus emociones. No dijo nada, sólo la dejó desahogarse. —Me faltan cuatro si todo sale bien, así que cuando vuelva de tu misión ya estaré a punto. ¿Estarás a mi lado? —Aquello sonó más a súplica. —¿No debería estar Eren? —Preguntó sin pensar. —Él también me ha echado, Mikasa. Nos usa a su antojo y luego nos da la patada. Y cuando nos necesite de nuevo volverá… Y no quiero que caigas en sus redes, por favor. Frunció su ceño ante la sinceridad de sus palabras. ¿Y si Eren de verdad se había convertido en aquello que decía y sólo los estaba utilizando como marionetas? ¿Entonces para qué querer casarse con Historia y tener una criatura con ella? Nada de esto tenía sentido. —¿Estarás…? —Sólo asintió— Muchas gracias… —Se aferró aún más a ella y sólo la dejó hacer hasta que notó que cayó totalmente rendida al sueño. Y así pasaron la noche.***
Al final las dos semanas pasaron volando y cuando le tocó despedirse sintió una pena terrible, mas logró contener las lágrimas que Historia no consiguió. La abrazó con una fuerza colosal y ella sólo respondió. —Nos vemos en unos meses, ¿vale? —Mikasa asintió— Ten cuidado y mil gracias por todo. —Se despidió con una amplia sonrisa y moviendo su mano izquierda con emoción. Mikasa hizo una reverencia y esperó a que el carruaje desapareciera del lugar. Cogió aire mientras movía su cuello con pesadez. Había tenido que dormir con Historia todas las noches y por muy cómoda que fuera la cama de nada servía si tenía que estar como una muñeca sin moverse. Se estiró con fuerza, mas pronto una pequeña punzada en su estómago le hizo abortar la misión personal que se había propuesto. —¡Ackerman! —La llamó el médico de la zona para que pasara a hacerse la revisión obligatoria que debía hacerse antes de partir a la misión. Entró con pausa y cerró tras ella— ¿Cómo te sientes? —Bien, la verdad. —Respondió sincera mientras se deshacía del uniforme y veía como la enfermera de la sala empezaba a tomarle las medidas oportunas. —¿Algún tipo de malestar o algo que destacar? —Nada, todo bien. El doctor iba apuntando y al terminar, se levantó para colocarse los guantes y preparar lo necesario para el análisis de sangre— No tengo que explicarte nada. —Añadió preparando la aguja. Mikasa odiaba ese momento con todas sus fuerzas, aunque no sabía qué era peor si el pinchazo o la sensación de perder el brazo cuando le tomaban la tensión. Sea como fuere, odiaba las revisiones obligatorias. Eran rápidas, pero las detestaba con toda sus fuerzas. Que si el peso, el volumen, la sangre, la vista y esas historias que a ella le daban igual porque iba a ir igualmente a su misión y eso todos lo sabían, por eso se lo hacían horas antes de partir porque dijeran lo que dijeran los resultados no iba a cambiar su proceder. Se encaminó hacia los establos y allí la esperaban Mimi, John y Mateo con una amplia sonrisa. Alzó su mano tímida y les saludó con cierto apuro. —¡Qué alegría verte, Mikasa! —Saludó emocionada Mimi. Qué chiquita tan amorosa era lo único que podía pensar al verla con esa actitud. —¿Todo bien? —Preguntó aceptando su caballo y subiéndose a él con una majestuosidad admirable. —Todo perfecto. Listos para iniciar la misión, incluso antes de tiempo. —Añadió motivado Mateo. —¿Vosotros queríais esperar una semana más sin hacer nada? Gracias por la ayuda, chicos. —Ordenó dando orden a su corcel de iniciar el paso, siendo seguida muy de cerca por sus tres compañeros, quienes se rieron motivados por la actitud de su capitana.***
La noche ya estaba entrada cuando llamaron a la puerta de la extensa y vacía sala de lo que fue el primer cuartel al que le llevaron. Había empezado a nadar entre recuerdos, no sabía si para mantener la poca cordura que le quedaba o para sentir sintiendo vivo el poco Eren que le quedaba. Dio orden de entrada y allí apareció el doctor encargado de todas las revisiones. —¿A qué se debe tu visita? —Cuestionó con voz seca bajo la atenta mirada de quienes se habían convertido en sus aliados. —Señor Eren le traigo la última revisión de Mikasa Ackerman. —Respondió con nervios a la vez que mostraba los papeles que lo contenían. —¿Y…? —Su paciencia se estaba agotando y cada vez iba teniendo menos. —Está embarazada. Aquello fue una soberana sorpresa para todos, tal que un leve sonido salió sin control del mayor aliado de Eren. Un hombre de mediana edad y canoso, cuyos ojos verdes se le habían iluminado con una pasión desenfrenada frente aquel anuncio. —Embarazada… —Susurró con cierto brillo en los ojos. Aquello sí que había sido una sorpresa. Mikasa acababa de salvar a su futuro hijo sin saberlo. Empezó a carcajear sin ningún tipo de control, dejando al doctor totalmente fuera de aquello. Los otros dos reían a la par— ¿Y quién es el padre? —Cuestionó emocionado. —No… Eso no se puede saber… —Respondió nervioso. —Vaya, qué pena porque me gustaría felicitarle y obligarle a casarse con mi hermanita para jugar a las familias felices. —Añadió levantándose de su silla para caminar hacia el doctor y arrebatarle el informe— ¿Y ella dónde está? —De misión. Estará fuera unos tres meses, así que cuando vuelva… ¿De cuánto estará? —Respondió entonces el otro aliado, quien se sentaba frente al primero que había mostrado su emoción por el embarazo de Ackerman. Miraba los informes de misión para quedarse con todos los detalles y así poder evitar cualquier contratiempo en ellos. —Por los datos, de unas tres semanas y media, por lo que no debería tardar en notar síntomas. —Así que de casi cuatro meses. Eso no es fácil de ocultar. —Añadió mientras escribía en el papel de los informes, calculándolo todo. —Es la mejor situación que estamos viviendo, chicos. Es perfecto para planear los siguientes movimientos, ¿no? —Los dos presentes asintieron con emoción, totalmente embriagados por la ilusión de su líder— Tengo que disculparme con ella. —Totalmente, Eren. Necesitamos a ese bebé. —Añadió entonces el canoso mientras alzaba una copa de vino a modo de victoria. Y por última vez, una sonora carcajada rompió con la paz de la noche del lugar.