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Seis horas después llegaron a la primera parada de su misión: el cuartel fronterizo de la muralla. Descansarían allí antes de iniciar el siguiente tramo, ya dentro de territorio enemigo. Se acercaron al portón del mismo con lentitud. Pararon el avance para responder a las preguntas de los guardas y una vez respondidas, les dejaron entrar. El ambiente era diferente allí, pues la tensión se palpaba nada más entrar. Mikasa se bajó de su caballo para acercarlo al encargado del establo y que así se encargara de él. Observó a sus compañeros hacer lo mismo, dedicándole una leve sonrisa. —¿Cómo estáis? —Preguntó Mimi con tono médico. Si le preguntan a Mikasa no sabría definir qué era un tono médico, pero en cuanto a temas de salud a Mimi le salía una profesionalidad que nada más escucharla ya sabías que estaba con su bata invisible puesta. La observó con atención antes de asentir débilmente. —Yo estoy agarrotadísimo. Tantas horas me han dejado el cuerpo hecho un trapo. —Se quejó John mientras se estiraba con todas sus fuerzas. —Ha sido un inicio largo. Por eso creo que nos hemos ganado la cena y un buen descanso, ¿verdad, capitana? —Si vuelves a llamarme así te aseguro que te quedas sin nada de eso, Mateo. —Refunfuñó Mikasa, consiguiendo que la risa se hiciera con los tres compañeros. —¡Pues no se hable más, Mikasa! Eh, Mikasa. Un cenita y un descanso, ¿verdad, Mikasa? —Empezó a repetir entonces su nombre sin parar, lo que hizo que soltara un suspiro de cierta molestia, volviendo a reír mientras se disculpaba con su mano derecha. —Ni caso. Ya sabes qué dicen: cuando a un tonto le da por una senda, se acaba la senda y sigue el tonto. Ellos son así por lo que es mejor que te acostumbres cuanto antes. —Aconsejó entonces la morena entre risas. Caminó a su lado hasta el interior del cuartel sin dejar de observar el lugar, pues si una manía había adquirido era la de quedarse con todos los detalles posibles, mas todo parecía un lugar común y corriente lleno de cadetes que entre temblores y pánico intentaban mantener a raya el lugar. Estaban coordinados entre todos ellos, pero se notaba que aún les faltaba pulir ciertas cosas. El olor a sopa rápidamente inundó el olfato de los cuatro. —El comedor debe estar recto a la derecha. Es como si pudiera ver el rastro del olor. —Comentó John salivando sin parar. —Tengo la boca hecha agua. —Añadió Mimi acercándose a ellos— ¿Qué habrá a parte de sopa? —Mikasa Ackerman. —La llamó de pronto un hombre alto, musculoso y calvo, quien la observaba con atención y con sus manos cogidas por detrás de su espalda— Aquí el comandante Luto, todo un placer. —Extendió su mano derecha a modo de saludo, el cual fue aceptado por la mencionada— Me gustaría hablar unos minutos, si no es mucha molestia. Dio la orden a sus compañeros de continuar hacia el comedor, mientras ella seguía los pasos del comandante de cerca. Su despacho estaba en el piso superior y desde luego tenía unas vistas impresionantes. No pudo evitar quedar asombrada por lo que los amplios ventanales dejaban ver: el distrito de Quinta al completo. Toda la destrucción y desesperanza que había allí era disfrutado día sí y día también por aquel general. —Impacta, ¿verdad? No supo qué contestar, sólo pudo caminar hacia el ventanal para observar con horror como los titanes caminaban a sus anchas por el lugar. ¿Qué clase de espectáculo bizarro era aquel? Observó entonces al general, quien se había sentado en la esquina de su escritorio y la invitaba a sentarse en uno de los asientos cerca del ventanal. —No me tomes por sádico, por favor. Forma parte de mi estudio. —Rompió el silencio del lugar mientras aprovecha para sentarse en el asiento que había quedado libre. Abrió la botella de cristal y se puso un poco de licor en uno de los vasos y cuando fue a poner en el otro Mikasa rechazó con rapidez. Rió levemente mientras la cerraba— Muy profesional de tu parte. —Añadió dando un primer trago antes de perderse en lo que el escenario le permitía disfrutar. —No quiere que le trate de sádico, ¿pero qué sentido tiene esto? —Logró cuestionar con incomodidad, pues el hecho de estar allí observando a los titanes pasearse por una zona que antes había sido humana le removía el estómago. —Los cuarteles fronterizos han sido creados para esto: vigilar y avisar en caso de que haya supervivientes. —¿Los hay aún en esta zona? —¿No has leído tu informe de misión? —Cuestionó tajante— Entiendo, supongo que estar al cargo de la seguridad de la reina ocupa mucho tiempo. —Rió débilmente antes de dar un nuevo trago a su bebida— Creemos que hay un pequeño grupo de supervivientes. ¿Cómo lo han conseguido? Ni idea, pero a veces los titanes inician una persecución que siempre para en el mismo punto para luego volver a su zona habitual. —Informó señalando entonces una casa al final del todo y por su estado cualquier podría pensar que le estaba tomando el pelo— Apenas vemos movimiento y cuando nos percatamos no somos capaces de ver mucho. He querido enviar a un pequeño grupo de exploradores, pero son tan cadetes que apenas saben mantener el tipo y por eso solicité a un equipo con más experiencia. —Si no les da la oportunidad nunca se harán a la guerra. —Añadió entonces. —Lo sé, pero después de varios intentos sólo obtuve respuesta positiva cuando pedí ayuda veterana. Y entonces el rey respondió diciendo que tú te encargarías de buscar a esos supervivientes. —Aquello le paró el corazón por completo, ¿por qué Eren iba a dar su nombre para que buscase unos supervivientes que ni a ciencia cierta sabían que podían existir?— El motivo lo desconozco, pero así fue. —Finalizó dejando su vaso sobre la mesa y fue entonces cuando se percató de un pequeño detalle en el puño de su chaqueta: una pequeña cruz azul. Frunció el ceño por la curiosidad y cuando fue a preguntar entonces el comandante ya se había levantado— ¿Cómo lo harás? Carraspeó levemente intentando hacerse con el hilo de la conversación— Pues la verdad es que saldremos de exploración, iremos limpiando la zona según vayamos avanzando y con la información que me acaba de aportar, iremos directos a aquella casa. —Respondió sin mucho más, pues tampoco es que fuera la mejor estratega del lugar— ¿Puedo ver sus documentos de la misión? Así los leo con tranquilidad esta noche. —Oh, claro. —Aceptó animado mientras se acercaba a su escritorio para coger la carpeta con los papeles de la misión— Espero que no sea una lectura aburrida. —Lo dudo. Muchas gracias. —Aceptó la carpeta mientras ahora su vista se iba hacia el escritorio del comandante, en el cual había un pequeño marco cuya foto no era capaz de ver al estar de espaldas— ¿Esa foto es de su familia? —Cuestionó de forma automática. —Mi hija. De la cual hace siete años que no sé nada de ella. —Respondió con tono amargo— Se quedó atrapada en Quinta y creo que ambos sabemos qué pudo pasar con ella. —Lo siento, no quería… —Esta es nuestra vida, Mikasa. Mientras no tengamos un mundo mejor tenemos que vivir con esta constante pena de estar perdiendo a nuestros seres queridos, lo merezcan o no. Y si encima nos dedicamos a luchar contra los titanes, pues más motivos hay. —Hablaba agarrando el marco de fotos para enseñarselo— ¿Y sabes lo mejor de todo? Que estaba embarazada. Iba a ser abuelo, pero la caída del muro hizo que todo se fuera al traste… A veces hasta tengo esperanzas y me pregunto si lo que desconcierta a los titanes es mi hija. ¿Y si es una de esas supervivientes? —Carcajeó débilmente— Este mundo nos vuelve locos porque tampoco nos permite superar o cerrar nuestras heridas. —En eso estoy de acuerdo, comandante Luto. Nos volvemos locos, pero esta locura también es necesaria para seguir adelante. No sé qué nos encontraremos al llegar, sin embargo aquí está soñando con volver a verla y es lo que tiene su llama encendida. —¿Debo apagarla si no es ella? —Nunca. Una vez también estuve a punto de apagarla y algo me hizo seguir adelante, no pude rendirme y ahora… —Hizo una leve pausa antes de dirigir su mirada hacia el ventanal, observando como la luna daba un aspecto aún más melancólico a lo que tenían bajo sus pies— No lo sé, sólo sé que estamos hechos para seguir adelante por muy cruel que sea lo que estamos viviendo. —Entiendo… —Lo siento, no se me dan bien estas charlas. Si es todo, ¿puedo marchar? —Recibió un leve asentimiento y no tardó en salir del lugar. Las charlas no eran su fuerte y ahora empezaba a darse cuenta de que tampoco le hacían bien, pues le venía a la mente muchos recuerdos que creía haber olvidado. Cerró la puerta tras de sí y se apoyó en ella para coger aire con profundidad. —¿Ha ido bien…? —Preguntó Mimi con preocupación, cortando por completo aquella acción de la que era su capitana. Su mirada fue interrogante y sólo pudo enseñarle la poca comida que había conseguido guardarle— Os habéis entretenido y ya han cerrado el comedor, pero te he guardado algo. No es el menú completo, pero espero que sirva de algo para pasar la noche. —Muchas gracias, Mimi. ¿Los chicos? —Ya se han ido a la cama. Querían quedarse aquí, pero les he ordenado que se fueran a su habitación, que yo venía a buscarte y así te podía decir dónde está nuestra habitación. —Mimi era demasiado adorable y en su mirada se notaba una inocencia que daba pena tenerla en el equipo. Mikasa se puso a su lado y con un leve movimiento de cabeza le ordenó que la llevase a su habitación. No estaba lejos, pues sólo debían bajar tres pisos y al final del largo pasillo derecho estaba. El silencio reinaba el lugar, aunque era cierto que algunos ronquidos se encargaban de perturbarla y Mikasa sólo pudo pensar en los débiles ronquidos de Jean, lo cual hizo que se le dibujara una pequeña sonrisa en su rostro, cuya fue totalmente borrada al notar un fuerte pinchazo en su sien. Se quejó débilmente mientras posaba su mano derecha en el origen del dolor. —¿Estás bien? —Mimi posó su mano libre sobre la de ella con preocupación— ¿Te duele? —Sí… Pero no te preocupes, es normal. Estoy acostumbrada. —Le quitó hierro al asunto con una débil sonrisa dibujada en su rostro— Es por el cansancio, de verdad. —Entonces vamos corriendo para que puedas descansar lo máximo posible. Observó a su compañera correr hacia la puerta de la habitación, abriéndola con seguridad y cuando la perdió de vista aprovechó para mostrar un poco más la molestia que sentía en su cabeza. De pronto había empezado a dolerle como si un millón de agujas se clavaran en ella, ¿a qué venía todo aquello? Entró en la habitación y se sentó en la cama que su compañera le había dejado para ella, pues había puesto sus cosas sobre la misma. Apoyó sus codos sobre sus muslos y empezó con un ejercicio de respiración. No se encontraba nada bien. —Mikasa, toma esto. —Mimi le acercó un vasito con agua y una pequeña pastilla— Esto te relajará y probablemente calme el dolor de cabeza. Voy a preparar el baño y mientras come para que la pastilla no te siente mal. —La escuchó con atención y obedeció en todo.***
Sentir el agua caliente tocar su cuerpo le sentó de lujo tanto, que no pudo evitar soltar un leve gemido de gusto. Cerró los ojos para disfrutar de la sensación agradable del baño. Mimi desde luego sabía cómo preparar un buen baño, no como ella que todo lo hacía deprisa y corriendo. —¿Estás mejor? —La escuchó tras de sí en tono bajo— ¿Siempre has tenido estos dolores? —Volvió a asentir con debilidad— Ha tenido que ser duro, entonces. Muchas veces responden al estrés y a miles de factores, por lo que no me puedo ni imaginar cómo ha tenido que ser el ir de exploración y lidiar con ello. —Te acostumbras. La escuchó reír débilmente antes de sentir como tiraba agua sobre su espalda y empezaba a enjabonarla con cuidado. —No hace falta, Mimi… Me haces sentir como si fuera… No sé… Eh… —La reina. —Completó entre risas— Seguro que a ella también la bañan, pero no lo hago por eso, de verdad. Pero aunque tienes un cuerpo fuerte, te noto como débil. No sé cómo explicarlo, es como si algo de tu cuerpo se estuviera haciendo con tu energía. Ahora fue ella la que se rió, abriendo los ojos para observarla con atención— ¿Qué dices? —No sé cómo explicarlo, pero se nota cuando un cuerpo no está a pleno funcionamiento porque está ocupado en cuestiones más importantes. Puedes forzarlo, pero él seguirá con su lucha interna. —¿Y qué crees que le pasa a mi cuerpo? —Ahora le podía con la curiosidad. —No soy adivina, pero tiene frío y eso se nota porque tienes la piel erizada pese al calor del agua. Tu mente viaja constantemente y no está con nosotros en el presente, lo que significa que hay algo pasado que te tiene ocupada tanto mentalmente como físicamente. —Escuchó reír a su compañera con debilidad ante la explicación médica— ¡Oye, qué es verdad! —Te creo, te creo… —¿Entonces hay algo pasado que no te deja estar en este presente? —Algo hay… —Aprovechó para abrazarse ahora a sí misma y esconder su rostro sobre sus muslos. —Mikasa… —Estoy bien, gracias. —La gente habla mucho, ¿sabes? —Sólo asintió— ¿Es por el rey? —Eren es mi hermano adoptivo y es cierto que no estamos pasando por nuestro mejor momento, pero seguro que de cara al futuro todo se arregla. —Un leve sonido de decepción salió de la boca de la contraria— Historia es mi amiga y Eren mi hermano, no creas esas barbaridades de triángulos amorosos. No hay más. —¡No, mujer, claro! Yo… Yo… —Empezó a trabarse por la vergüenza de haber sido descubierta, ¡quería cotillear! El morbo de un lío real la consumía rápidamente, pero Mikasa había estado demasiado atenta y la había calado de buenas a primeras. Sintió un calor terrible emerger de cada poro de su piel y sólo pudo estar disculpándose una y otra vez, lo que hizo que una casi imperceptible sonrisa se dibujase en el rostro de Mikasa. Demasiado adorable.***
El baño había estado bien y aunque Mimi le había insistido en que descansase, ahora que la cabeza le estaba dando un respiro quiso empezar a leer el informe de la misión para intentar hacerse con todos los detalles, mas la lectura poco le duró y pronto cayó rendida al sueño.***
El portón de piedra empezó a abrirse con lentitud bajo la atenta mirada del resto de cadetes y jefes del cuartel. Se aseguraron de que no había peligro a la vista y los cuatro exploradores se lanzaron hacia territorio enemigo en busca de aquellos posibles supervivientes.