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Mil motivos para odiarme

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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 06

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Observaba aquella torre de fichas que habían pasado el filtro de la noche. Todas mujeres que no debían llegar a los 25 años a las que había que sumarle siete años de supervivencia en un mundo terrorífico. Mikasa se frotó su sien izquierda con suavidad, pues entre el cansancio de haber pasado toda la noche en vela y el haber estado filtrando supervivientes, así como el intentar recordar en todo momento aquella demacrada cara hizo que la cabeza quisiera explotarle. —Voy a por un té para que hagamos un breve descanso. —Anunció Mimi en voz baja mientras se levantaba a llevar a cabo su misión personal. —No es ninguna de ellas, ¿verdad? —Habló entonces John. —Debe serlo, el problema es que ha cambiado mucho. Si una persona normal cambia en siete años, alguien expuesto a este cruel destino debe hacerlo el triple de rápido. —Cogió aire con intensidad— No parecía tener miedo… Fue algo raro. —Un poco sí. —Añadió Mateo— Si tuvieran miedo de su entorno no saldrían o lo harían los más fuertes, pero salieron en grupos acompañados de antorchas. Conocen el lugar y el comportamiento titán, por algún motivo. —¿Y si nos estaban estudiando? —Cuestionó más para sí que para sus compañeros— ¿Y si lo que buscaba era ver cómo reaccionábamos a su presencia? —No sé, esto en vez de volverse más claro se torna más oscuro y es como que hay algo en el fondo de todo esto que no cuadra. —¿Tu padre nunca ha dicho nada de esta zona? —Qué va, Mikasa. Somos del norte, apenas llegaban las noticias de las zonas alejadas y nosotros éramos de vivir comoditos. Se supone que cuanto más alto estás más sabes, pero mi padre nunca ha sido de preguntar mucho. El olor a té se hacía cada vez más patente en el comedor, siendo la prueba infalible de que Mimi se aproximaba con una tetera hasta arriba y cuatro tazas, cuyas repartió entre los presentes y aprovechó para servirlo. —He estado pensando que esta noche Mikasa y yo podríamos hacer la guardia, así que deberíamos descansar un poco esta tarde y luego ver si vuelven a acercarse a nosotros. —¿Y por qué vosotras dos? —Cuestionó ahora Mateo con cierta molestia. —Porque las mujeres solemos dar más confianza. —¡Oh, vaya, gracias por la parte que nos toca! —Se quejó aún más molesto. —No es una cuestión de superioridad del sexo ni nada de eso, Mateo. Pero si esa persona confió en mostrarse a la primera, igual vuelve a intentarlo con la misma persona. No podemos decir los doscientos nombres que han pasado el primer corte, pero igual podemos decir alguno que otro e igual reacciona mejor. No lo sé. —¡Espera! —Mikasa se abalanzó sobre la torre de papeles y buscó uno en concreto. Movía las hojas con desesperación ante la atenta mirada de sus compañeros. Susurraba no cada vez que daba paso a una nueva ficha y tras mucho descartar, ahí estaba la que buscaba— Virginia Luto. —Anunció con cierta emoción en su semblante— La hija del comandante Luto. Me dijo que se quedó aquí atrapada, ¿y si estuviera viva por algún casual? Además me dijo que en el momento de la caída de la muralla estaba embarazada. No es la mujer que vi, pero puede… No sé, que la conozca. —¿Quieres tirar la carta del estamos buscando a la hija del comandante? —John parecía ligeramente emocionado también. —Sí, aunque no estoy segura de si nos llevará a alguna parte. —Respondió apagando su voz tras cada palabra. Quizá era una buena idea intentar conseguir la confianza por allí, pero a la misma vez le parecía injusto reducir la salvación de los supervivientes a un solo motivo y aunque era cierto que parecían curiosos, tampoco es que pudiera confiar en ellos, pues por un momento se había olvidado de que ellos también debían ganarse la confianza externa que acababa de llegar. Su mente volvió al lugar en el que estaba cuando fue consciente del murmullo de sus compañeros, quienes empezaron a teorizar de nuevo sobre el motivo por el que se encontraban allí. Los observó con atención, alternando su mirada entre los tres y sintió cierta envidia por ser la que estaba de pegote allí. Echaba de menos a sus amigos y estaba segura de que las conversaciones habrían sido diferentes, incluso su propio estado de ánimo. La introdujeron en la conversación sin darse cuenta y fue cuando las horas de aquel día se pasaron volando.

***

Mimi la despertó con cuidado y se la quedó observando cómo se estiraba antes de levantarse de aquel duro sofá. Observó la luna alta y de pronto cayó en la idea de que habían pasado un día entero sin ver un titán por allí. ¿Acaso la zona no estaba infestada? ¿Y por qué no se habían paseado por la zona? Mikasa se levantó, se acomodó su uniforme y se dispuso a colocarse el equipamiento. —¿Estás lista? —Preguntó para asegurarse de que Mimi estaba lista de verdad, ya que no tenía la costumbre de hacer guardias o de enfrentarse a los titanes al ser médica. La vio asentir con seguridad, aunque también se percató del leve temblor que había en sus manos. Abrió la puerta y la brisa de la noche volvió a abrazarla de nuevo. Dio el aviso a John de que su guardia terminaba y tras despedirse, empezaron a caminar por el borde de la zona. Esta vez no había ni rastro de supervivientes. —Igual… Deberíamos adentrarnos en el bosque… —Aportó Mimi con debilidad tras llevar unas cuantas horas danzando por el borde. Negó con debilidad— ¿Y si fue suerte? ¿Y si justo ayer era su noche de salir a abastecerse? —Chasqueó con molestia por no haber estado más atenta y por no haber pedido más información al respecto sobre todo cuando estuvo hablando con el comandante— Si esta noche no aparecen, habrá que estudiar el informe de la misión a ver si ellos dan más información. —¿El nuestro? Si no decía nada de ningún superviviente, recuerda que nos enteramos gracias a ti. Mikasa subió entonces hasta una de las hermosas ramas de uno de los árboles del bosque, lo que alertó a su compañera y casi sin aire copió sus movimientos para ponerse a su lado. Quiso preguntarle qué era lo que había pasado, pero la vio tan metida entre sus pensamientos que lo dejó pasar. —Quiero ir a la casa. —Anunció con seguridad. —¡¿Ahora?! No dudó ni un segundo e ignorando a su compañera, rápidamente se encaminó hacia la ciudad. Danzaba por los árboles con una gracia y gracilidad que fue ahora Mimi quien sintió envidia por verla moverse con aquella facilidad. No era fácil seguirle el ritmo, pero el espectáculo que daba era digno de ver. Se posó en la rama del último árbol y su ser se hizo hielo al ver el espectáculo que allí se estaba dando: los titanes se movían en círculos por la casa, como si quisieran impedir que alguien entrase allí. —¡¿Pero qué…?! La voz de Mimi se vio apagada de golpe cuando alguien le tapó la boca con fuerza. Mikasa no dudó ni un segundo en armarse para salvar a su compañera y pronto sintió la punta de una de las cuchillas posarse sobre la piel de su cuello. Alzó sus manos a modo de rendición sin mediar ninguna palabra. —Guau… Así que sabes tratar tanto a los titanes como a los humanos, eh… —La voz sonaba tosca y gastada. —Estamos de vuestra parte. —Afirmó segura. —Como todos los que han venido. —Aquello la sorprendió tanto que hizo que girase su rostro, consiguiendo cortar la carne de su cuello— ¡Ey, ey, tranquila! —Bajó entonces la cuchilla con miedo. —¿Cuántos han venido? —Yo qué sé. Todos vienen a lo mismo. —¿A qué vienen? —A seguir llenando esto de titanes. No les importamos una mierda desde hace siete años y estamos aquí para divertirles. Frunció su ceño con incredulidad. ¿Qué quería decir que venían a seguir llenándolo de titanes? Observaba a aquel hombre con interés, pero sobre todo porque intentaba ver si era capaz de recordarle entre alguna de las fichas que había estado ojeando la noche anterior. —¿Llevas aquí siete años? —El hombre sólo asintió mientras se guardaba la cuchilla en el equipo. —Fui del equipo encargado de intentar desalojar este lugar, pero al entrar cerraron la puerta y aquí seguimos desde entonces. —Sacó entonces una tela de su bolsillo y se la acercó a la morena— Hugo Osda. Límpiate la sangre. Mikasa obedeció mientras dirigía su mirada a Mimi, la cual seguía atrapada por aquel otro. Su mirada hizo que fuera liberada. La pobre se quedó helada por el miedo. —Mikasa Ackerman y somos un equipo de cuatro que en teoría veníamos a una misión de reconocimiento, pero tras hablar con el comandante encargado nos dijeron que podría haber un grupo de supervivientes. Anoche nos rodearon, pero no hubo más contacto. El hombre asintió con debilidad— Lo sabemos, es nuestra manera de estudiar al enemigo. —No somos enemigos. —Ya, no habéis entrado como el resto. —Mikasa ladeó su rostro con curiosidad— Pero eso no te lo voy a decir ahora. Ni tampoco dónde está mi gente. —Cuanto antes nos lo digas antes podremos salir de aquí. —¿Te fias de esos sádicos que nos observan desde los ventanales? —Aquello perturbó levemente su mente, haciendo que tuviera que sacudir su cabeza para volver en sí— No nos han salvado porque no les ha dado la gana y nos tienen aquí como ratones. Esos titanes no actúan como los de hace siete años, han sido reemplazados. Mikasa y Mimi dirigieron su mirada hacia aquel grupo que seguía protegiendo la casa. Se movían con pausa uno tras otro sin aportar nada más que una vigilancia constante y aquello fue lo que más le chocó a la primera, que actuasen así. Eren, Annie, Bertolt y Reiner se convertían en titanes y tenían consciencia en sus actos, pero aquellos de allí eran totalmente diferentes y lo que no dejaba de darle vueltas a la mente fue la última parte del comentario de Hugo. ¿A qué se refería con que habían sido reemplazados? ¿Cómo iban a reemplazar los titanes? —No tiene sentido… —Llevo siete años intentando salir de aquí, de este pequeño infierno y te puedo asegurar que cada vez le irás viendo menos. No hay respuestas ni salida. —Salida la hay, eso te lo aseguro. —¿Y por qué iban a querer dejarnos salir ahora? Te repito que llevamos siete años aquí encerrados y que no nos han sacado porque no les ha dado la gana. Y tenían recursos. —Eso es muy cruel… —La voz de Mimi salió débil, totalmente aturdida por lo que estaba sintiendo en aquel momento— ¡¿Cómo puedes decir eso?! Estamos aquí para sacaros, ¿no? Igual es que antes no podían y ahora ya sí. Han pasado muchas cosas fuera y hemos avanzado mucho… —Un par de lágrimas empezaron a derramarse por su rostro— Ahora estamos aquí… Y ese es uno de los cambios que se han producido. —No estás entendiendo nada. —¡Pues explícalo, Hugo! —Mikasa… No lo entenderías. —Por eso. Explícalo. Porque los titanes deberían estar quietos durante la noche y no vigilando esa casa. Hugo suspiró de forma tendida antes de dar una señal a su compañero, quien asintió para descender del árbol y empezar su camino hacia saber qué lugar. Mikasa observó interrogante a quien aún quedaba con ellas. —Marchaos ahora que podéis. Decid que vuestra misión ha sido un fracaso y que no había supervivientes. ¿Queréis ayudarnos? ¡Hacedlo así! —Luto. —Los ojos del contrario se abrieron sin ningún control, centrándose en la dueña de aquella voz. Su rostro se enrabietó de golpe, agarrando a Mikasa por la muñeca sin ningún tipo de control en la fuerza que ejercía sobre ella. Ella ni se inmutó— Es quien os observa desde los ventanales y seguramente haya estado atento a nosotros todo este rato. —¡No me jodas…! —Un pequeño crujido sonó en la muñeca ajena y en ese instante sí que vio a la joven quejarse débilmente— ¡Lo siento! Yo… Yo… No… —Fue lo último que dijo, totalmente apenado, antes de descender a una velocidad difícil de seguir. Mimi saltó hacia Mikasa para mirarle la muñeca, la cual había dejado totalmente inerte tras el agarre. La movió levemente y el quejido fue aún más intenso— La ha partido… —Lo sé… —Gimió ahora con más intensidad— Pero no es lo más grave de todo esto…

***

El sol ya empezaba a reinar en el cielo cuando ambas chicas llegaron a la casa. Mateo les esperaba fumando un cigarro, del cual ya llevaba la mitad del mismo. Corrió hacia ellas al verlas aparecer andando por el bosque con el rostro totalmente desencajado por la preocupación de no haberlas visto por ninguna parte cuando salió. Mimi le explicó parte de lo ocurrido, mas no se entretuvo mucho al querer entrar cuanto antes para poder curarle la muñeca a Mikasa. Entraron con rapidez en total silencio, mientras Mateo no dejaba de lanzar mil cuestiones al aire. Mimi sentó de forma obligada a Mikasa en el sofá y corrió a recoger todos sus aparatos de doctora profesional. —Esto… Es una zona de investigación. —Fue lo primero que dijo, haciendo que sus dos compañeros se quedaran totalmente en silencio, impactados por aquella afirmación tan rotunda de su compañera— Pensé que anoche no íbamos a encontrarnos con nadie porque la primera vez entraba dentro de su rutina, la de abastecerse, así que me dirigí hacia la ciudad para ver la casa y los titanes la custodiaban. Giraban en torno a ella sin parar y sin apartar la vista. —Se quejó con debilidad debido a la cura de Mimi, quien intentaba llevar el máximo cuidado posible. —Eso es imposible. —Dijo Mateo alarmado— ¿Por qué iban a estar los titanes haciendo eso si no hay ningún superviviente a la vista? No entra dentro de su estado natural. —Dos hombres nos pillaron por la espalda. Uno de ellos es Hugo Osda, estuvo en el equipo encargado del desalojo de la zona, pero les cerraron la puerta al entrar. —Ha dicho cosas sin ningún tipo de sentido, Mikasa… —Susurró entonces Mimi sin apartar la mirada de la muñeca— ¿Le has creído en todo? —Sabéis lo de Eren y demás, ¿no? —El silencio se hizo en la sala y la respuesta nunca llegó— Sabéis que nuestro rey tiene el poder de convertirse en titán, como otros de mis compañeros… ¿Verdad? —Lo último lo preguntó con más intensidad y en esta ocasión sí obtuvo un asentimiento generalizado— Entonces, Mimi, ¿por qué no iba a creerle cuando dijo que esos titanes habían sido reemplazados y que no son los originales? —¡No lo sé, Mikasa! ¿Por qué igual está insinuando algo terrible de lo que no quiero hablar? —Se alejó entonces rompiendo a llorar. Mikasa sólo se pudo observar la muñeca totalmente inmóvil y perfectamente tratada. Mimi era increíble en su trabajo. —Si eso fuera así… —John paró para coger aire antes de negar con debilidad— Tendría sentido el motivo por el que Eren quería que Mikasa estuviera aquí. ¿Quién mejor que el rey para saber qué se está cociendo? Aquello mosqueó a Mikasa, pues aunque tuviera razón, ella no entendía de nada en cuanto a titanes. ¿Acaso Eren quería que descubriese algo que se le escapaba? Y de ser así, ¿por qué iba a expulsarla así de su mundo para luego querer que le ayudase a descubrir sus secretos? La teoría carecía de sentido y ella se encontraba en el punto en el que debía haber algo más que se le estaba escapando. —Y sí que hay supervivientes, pero Hugo no ha querido decirnos dónde están. —¿Por qué? —Porque los está protegiendo, Mateo. No quiere que les hagan daño, por eso. El silencio se hizo en el lugar y sólo era roto por los sollozos de Mimi, quien aún no estaba siendo capaz de asimilar muchas de las cosas que se habían estado comentando. ¿Acaso ella no estaba hecha para la realidad de su mundo? Había visto morir a compañeros en el campo de batalla, los había visto descuartizados, agonizando y todos a manos de los titanes. Su vida era efímera y en cualquier momento se le iba a escapar, pero la simple idea de imaginar que los titanes eran creaciones propias le removía el estómago. ¿Cómo podían estar haciéndose esas salvajadas? No, no había estado perdiendo a compañeros por el simple capricho de vete saber quién, ¡no podía aceptarlo, le dolía a rabiar! —El rey… —Sus tres compañeros la miraron con sorpresa— Aunque sea un titán, aunque pueda convertirse en uno de ellos… Está de nuestra parte, ¿verdad? —Le costaba hacer salir a sus palabras por la cantidad de emociones que estaba sintiendo en aquel momento. Las miradas ahora se dirigieron a Mikasa, quien sólo pudo agachar la suya sin saber qué responder. Eren había dejado de ser el Eren de siempre, ya no sólo por el hecho de haberla expulsado de su mundo, sino porque desde hacía tiempo se había vuelto imposible. Se había cerrado en sí mismo y las pocas veces que hablaba lo hacía con una radicalización difícil de seguir. Ni siquiera había sido capaz de decirle que se había casado con Historia y que iban a ser padres y ahora se preguntaba si sus amigos lo sabían o también había sido un alto secreto para ellos. Fue a responder, mas no pudo y un agudo pinchazo apareció en su estómago. Se levantó con rapidez para salir una vez más y volver a expulsar lo poco que había en su interior. Sentía una agonía horrible, de esas que hacían sentir que todo dentro de ti iba a salir tras cada arcada. Qué asco de sensación. Notó las manos de Mimi agarrar su corto pelo sin decir nada, dejándola que su cuerpo expulsase lo que quisiera que expulsase. Mateo y John se miraron con preocupación sin saber qué era lo que le estaba pasando a su capitana y cuando ambos devolvieron la vista hacia sus compañeras, de entre los árboles aparecieron dos titanes. El tiempo se detuvo y tanto Mateo como John sintieron que su reacción no fue rápida y cuando empezaron a correr para abalanzarse contra ellos, aquellos dos seres cayeron a peso muerto sobre el suelo, dando paso a tal estruendo que varios pájaros huyeron de las copas de los árboles. Encima de ellos dos figuras se alzaban con seguridad. Mateo y John, enganchados a los árboles les observaban en guardia, mientras que Mimi y Mikasa, la primera paralizada por lo ocurrido y la segunda en guardia como sus compañeros, también observaban con atención a aquellas dos figuras que no se dejaban ver bien por el polvo que había levantado los cadáveres de los titanes. —Os llevaremos donde está nuestra gente. Es mi forma de pedir perdón por tu muñeca, pero a la vez también quiero pedir que me ayudes a acabar con Luto. —Era Hugo, el cual bajaba del titán con seguridad— Y de paso os contaremos todo lo que ha pasado en este tiempo. —Se arrodilló frente a Mikasa con su brazo extendido. Le dedicó una mirada rápida a sus compañeros, quienes asintieron con debilidad, y aceptó aquel trato con su mano disponible.
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