ID de la obra: 777

Mil motivos para odiarme

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R
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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 07

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Cabalgaban a medio ritmo sin perder de vista a aquellos dos hombres con los que habían tenido el contacto horas atrás. Aquella situación les empezó a ser un poco incómoda a los chicos del grupo, quienes empezaron a cuestionar si no se estaban pasando de confiados. Mikasa decidió ignorar las primeras dudas que empezaron a surgir entre ellos. ¿Era precipitado confiarse así a las personas que allí vivían? Totalmente. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Esa era su misión: acercarse a ellos y hacerles ver que tenían la oportunidad de salir de allí. Hugo tampoco le dio ninguna mala sensación más allá que la de estar en constante guardia para proteger lo que más amaba, así que si su forma de actuar era llamativa, ¿cómo era la propia? Notaba su muñeca palpitar con fuerza, por lo que se dispuso a acariciarla con cuidado. Aquello la hizo chasquear con cierta molestia ya que no esperaba estar fuera de combate con tanta rapidez es más, ni siquiera se había planteado estar fuera del mismo. —¿Te duele? —Escuchó preocupada Mimi a lo que sólo pudo negar mientras se acomodaba tras ella. Su caballo estaba siendo guiado justo por Hugo y su compañero al decidir que Mikasa no estaba en su mejor momento como para guiarlo— ¿Y te encuentras bien? —Me viene de golpe. El vomitar. Es un leve pinchazo y tengo que expulsar el alma. —Respondió lo que quería escuchar sin apartar la mirada al frente. —Mikasa… —Mimi carraspeó con nerviosismo, como si estuviera buscando las mejores palabras para lo siguiente que quería preguntarle— Es algo personal y lo pregunto con total profesionalidad, pero… ¿Has tenido relaciones…? La voz de Mimi se volvió tímida y Mikasa se hizo pequeña. Mimi pudo sentir la mirada de su compañera clavarse en su nuca y Mikasa se sintió morir. De pronto Jean se le vino a la mente y su corazón se empezó a acelerar de tal forma que de pronto sintió que le faltaba el aire. Se bajó del caballo con rapidez para apoyarse en uno de los árboles que marcaba el filo del camino. Escuchó su nombre salir de varios compañeros con sorpresa, pero tenía la mente tan nublada que no fue capaz de saber quién se preocupaba por ella. Un sudor frío empezó a torturarla y no había manera de mantener el ritmo de la respiración. Empezó a sudar sin parar y sólo pudo empezar a llorar completamente angustiada. Se tiró el pelo para atrás bajo la interrogante mirada de quienes estaban allí. —No, no, no… —Se sentó para apoyar sus codos sobre sus rodillas y Mimi no tardó en colocarse a su lado, quien la observaba en silencio llorar. Mikasa negaba sin parar con sus manos cogidas, como buscando algún tipo de rezo que le diera la respuesta negativa que estaba buscando. De pronto sintió mucha lástima por su compañera porque igual ahora todo cambiaba el rumbo de la misión y la capitana era la primera en ser consciente. Su cuerpo temblaba y sudaba sin parar y su respiración cada vez se iba descompasando más. —Mikasa, sígueme. —La cogió de las manos para comenzar a guiar su respiración, mas la contraria era totalmente incapaz de seguir. Sólo podía gemir pena y terror. Para su sorpresa, se abalanzó sobre ella para llorar de forma desconsolada— Oye… Es sólo una teoría, pero si fuera positivo, tampoco es que sea el fin del mundo, ¿no? —No… —No era una respuesta, sino parte de su negativa— No puedo… —A sus palabras le costaban salir entre la gran pena que ahora mismo ocupaba su ser— Estoy sola… —Fue lo único que pudo decir. —¿Qué dices? Nos tienes a nosotros. Y a tus amigos cuando vuelvan. ¡No seas tonta! —Cogió a su compañera por los hombros para separarla y mirarla. Le daba tanto pesar verla así, pues ahora el terror se había hecho con ella por completo— Y en el hipotético caso de que así fuera, ¡qué no lo es! Siempre tendrás a tu criatura… —Le limpiaba las lágrimas como podía, pues éstas no dejaban de salir— Puedo entender el miedo que sientes ahora, pero de verdad que no es el fin del mundo, Mikasa… —La notó agarrar sus manos y el temblor que sentía daba muchísimo sentimiento. La observó cerrar sus ojos con fuerza para seguir llorando. ¿Cómo se podía consolar a una persona así? Sintió una impotencia creciente en su interior.

***

El camino hacia la base transcurrió en silencio. John y Mateo observaban con preocupación a su capitana, pues había perdido todo el ánimo de golpe. De todas las cosas que habían escuchado de ella, aquella actitud era lo último que se esperaban, pues en menos de una semana Mikasa Ackerman había dejado de ser aquel ser frío, distante y hasta calculadora, sin embargo ahora tenían a una persona totalmente destruída y el motivo ahora sólo Mimi conocía. —Mikasa. —Llamó entonces Hugo, quien bajaba de su caballo con cuidado para caminar ahora con él a su lado. La mencionada le observó antes de bajar del caballo de Mimi y dirigirse hacia él— Tenemos que salir del muro. —Aquello la sorprendió tanto que tuvo que sacudir su cabeza de forma automática— La casa en ruinas es la única salida de la ciudad que tenemos bajo el suelo y nos la tuvimos que ver para poder buscar otra manera de salir. Mateo se acercó a ellos con la misma sorpresa que Mikasa, pues obviamente estaba totalmente atento a lo que se decía. Mikasa le observó con total incredulidad. —¿Nos vas a sacar del muro? Hugo señaló un montón de hojas, las cuales empezaron a ser apartadas por su silencioso compañero y una vez deshecho el montón, movió una enorme tabla de madera que daba paso a una rampa. Los cuatro compañeros miraban con total sorpresa aquello. Hugo fue el primero en entrar con el caballo, quien lo guió con total cuidado para que no se resbalase o hiciera daño. El compañero les hizo varios aspavientos mientras observaba a su alrededor con tensión. Mikasa fue a dar un paso al frente cuando fue parada por Mateo, quien la miraba con preocupación. Entonces comenzó a caminar él primero con su caballo. No le hizo falta decir nada más para entender que lo que había hecho era querer asegurar que todo era seguro y que no quería que su compañera sufriese ningún contratiempo más. Le vio perderse por la oscuridad de la rampa y entonces comenzó ella a caminar hacia el interior. Mimi y John la siguieron. La oscuridad de aquel subterráneo pasillo se deshacía con la iluminación de pequeñas antorchas y el silencio hueco era roto por los temblores de los pasos de los titanes, así como débiles susurros que sonaban terroríficamente lejanos. Cuando todos estuvieron dentro el compañero de Mateo se aseguró de cerrar bien el agujero y los escoltó desde atrás. Iban en fila india sin perder ni un ápice de la guardia que de forma natural se había instaurado en los cuatro compañeros una vez pisaron aquel suelo que sólo era tierra con raíces y hojas secas que se habían ido colando con el paso del tiempo. —¡No, no! —Escucharon gritar a alguien con mucho enfado. Mateo no tardó en aumentar aún más su guardia, pero no queriendo que se le notase, mas Mikasa puso su mano sobre su hombro izquierdo, alertándole aún más. La observó negar con debilidad y con su otra mano hizo que soltase el mango de su cuchilla. En otra ocasión igual se habría pasado por sus bajos aquella orden, sin embargo la mirada contraria era calmada y segura de lo que estaba haciendo y aquello lo descolocó de tal forma que sólo pudo obedecer sin añadir nada. La observó adelantarle con paso seguro y en aquel momento entendió cuando la gente hablaba de ella comentando que era imposible de entender, que su silencio y su actitud cerrada era pura ambigüedad para todos. No obstante, apenas escuchó queja sobre aquello, sino simple sorpresa y ahora lo entendía todo. ¿Quién iba a poder estar en su sano juicio cuando todo tu mundo estaba desmoronado y aún debías fingir ser la más fuerte para no hacer caer a quienes tienes a tu cargo? Desconocía qué le había pasado rato atrás, pero se había recuperado de golpe, como si le hubieran inyectado un chute de seguridad, mas después de haberla visto en aquel estado tan frágil, en el que incluso Mimi se vio superada, supo que era una simple máscara y que por dentro estaba totalmente destruida. Miraba su espalda como única guía y desde la distancia intentó ver alguna fisura en su ser, mas ella sabía cómo ocultar todo aquello que le dolía y cuando la olla ya no podía más, debía soltar para poder seguir adelante. Y aquello despertó una débil admiración por ella. —¿Todo bien? —Cuestionó la capitana una vez llegó hasta Hugo, quien intentaba convencer a uno de sus compañeros de algo. La presencia de Mikasa no le gustó y pronto se puso en guardia. Mikasa alzó sus manos sin decir nada. —¿Para qué habéis venido? ¡Hugo no sabe lo que está haciendo! Si sois unos malditos… —No lo somos. —Calló con seriedad— En un principio era una misión de reconocimiento y tras hablar con Luto nos comentó que posiblemente hubiera supervivientes. Encontraros y llevaros de vuelta a la seguridad de la muralla es lo que nos han enviado a hacer. —¿Lu…? —Los ojos de aquel otro hombre se abrieron de par en par para fijarlos en Hugo, quien asentía con tal debilidad que fue casi imperceptible— ¡Hugo! —Nos van a ayudar, es parte del trato. Además, sin querer le he hecho daño. —Aportó mientras señalaba la muñeca de Mikasa, la cual la escondió tras de sí. Eso hizo que se le dibujase una débil sonrisa en el rostro— No la ves, pero esa muñeca rota sigue ahí, Perry. El mencionado negaba con debilidad mientras se disponía a mover otra tabla de madera. Perry balbuceaba cosas sin ningún sentido, como si se estuviera quejando por la información recibida y no porque iba a mostrarle su secreto a unos desconocidos que en cuestión de segundos iban a poder acabar con todo. Miró a su alrededor y no tardó en hacer una seña para que los presentes salieran corriendo del sitio. Hugo los guió con rapidez y como si lo tuvieran entrenado al milímetro, en menos de un minuto ya estaban fuera de la muralla. Estar fuera de la muralla siempre era una sensación extraña y sin saber el motivo por primera vez a Mikasa la atrapó una sensación de agridulce libertad, como si la brisa que ahora mecía su cabello fuera diferente a la que había estado disfrutando toda su vida en el interior de los muros. Fue entonces cuando sin ser consciente su mano vendada se posó sobre su barriga para perder su mirada en el horizonte. ¿En qué punto estaría ahora él? Si fuera verdad lo que Mimi había insinuado, ¿cómo debía proceder? Algo dentro de su interior quiso salir corriendo, mas no tardó en ver su idea machacada cuando varios titanes comenzaron a aparecer por el horizonte. —¿Crees que será posible? —La voz de Perry la despertó de sus pensamientos, dirigiendo su mirada hacia él, quien la miró con lo que le pareció cierta esperanza— Ojalá… Creo que nos lo merecemos. —Fue lo único que aportó antes de mover la tabla de madera y tapar una vez más aquel agujero. —¿Cómo habéis sobrevivido con esa forma tan básica? —Preguntó John observando al compañero sin nombre mover una nueva tabla que daba paso a una nueva rampa. Copiaron los movimientos que llevaron a cabo, pero ésta vez con más rapidez debido a la presencia titán. En esta ocasión el sitio estaba más iluminado y había más presencia humana desde el inicio. Cuando Hugo entró al lado de Mikasa, los presentes se apresuraron a bloquear el enorme tablón con una cuerda y pesos que evitarían que los titanes lo moviesen. —¿Lo entiendes? —Habló por primera vez aquel desconocido compañero que había estado con ellos. John sólo pudo asentir— Ellos son tontos, no como los del interior. —Aportó antes de seguir con su camino, saludando a quienes allí les observaban de forma enigmática. —Es Tommy. Uno de mis mejores hombres, aunque el trato no es lo suyo. —Presentó entonces Hugo. —Como Mikasa. —Añadió Mateo sin pensarlo, lo que hizo que se llevara un codazo de su compañera. Sólo pudo quejarse tras la atenta mirada de la mencionada, la cual sólo pudo ocultar su rostro bajo su bufanda. —Es por aquí. Dejad los caballos, que se encargarán de ellos. —A todo esto… ¿Por qué los hemos traído? Quiero decir, no tardaremos mucho en ir a la superficie y no les habría pasado nada. —Cuestionó Mimi con voz trémula, pero sin atreverse a desobedecer a Hugo. —Os repito que estos titanes no son como los de fuera. Estos se comen cualquier vía de escape. —Su voz se volvió áspera y su semblante serio, como si se estuviera cansando de estar repitiendo las cosas una y otra vez. Hizo entonces un gesto con la mano para que los cuatro nuevos invitados le siguieran. El camino era áspero e inestable, algo normal pues se encontraban bajo tierra. Las lamparitas de vela se movían ante los temblores que los titanes iban causando tras cada paso que daban y eso tenía al grupo alertado, muy al contrario que al resto de gente que vigilaba el pasillo, quienes se notaban que estaban acostumbrados a aquello. Menos Mikasa, el resto del grupo iba haciendo algún que otro asentir a aquellos desconocidos, como demostrándoles que no eran una amenaza y así poder mantener la calma. No les interesaba crear mal ambiente y menos estando bajo tierra como estaban. Si aquello era una trampa, habían caído de lleno y salir de ella iba a ser más que milagroso. Motivo por el que Mateo estaba demasiado intranquilo. Hugo abrió una nueva puerta desgastada de madera y el murmullo de vida empezó a darse paso entre ellos. Un mundo nuevo se abría frente a ellos. No era una ciudad enorme, pero perfectamente podían encontrarse allí reunidas unas cincuenta personas. Heló la sangre de los presentes. —Sois más de los que esperaba. —Anunció Mikasa siguiendo de cerca a Hugo. —Quedamos setenta, de todos los que fuimos. —Respondió con pesar— Aquí siempre están los niños, ancianos y aquellas personas incapaces de salir a pelear contra los titanes. Nos repartimos las tareas y así quienes tenemos que salir no nos tenemos que preocupar por la repartición ni nada de eso. Nos manejamos bien. John y Mimi se intercambiaban miradas interrogantes y de fascinación, como si aquello no pudiera estar siendo real. Cierto era que era increíble ver a niños sonreír y vivir con felicidad, mas al fin y al cabo muchos parecían que habían nacido allí y que eso era lo que conocían. —¿Y cuántos salisteis hace dos noches? —Cuestionó Mateo aligerando el paso para ponerse a la par junto a Mikasa. —Solemos salir en grupo de quince, de los cuales siempre hay cinco fuera. Mantenemos vigilancia constante y en cuanto se abrió la puerta, supimos que alguien venía así que sólo fue seguiros. —Aquello alertó a Mikasa, pues ella no se había percatado en ningún momento de presencia ajena— No te agobies, nos hemos entrenado para ello. —Añadió divertido mientras entraba a una especie de caseta desgastada. Allí les recibieron tres personas. Uno era Tommy y los otros dos aún estaban por conocer, mas Mikasa enseguida reconoció a la mujer presente, quien la empezó a estudiar desde el primer segundo. En el centro se encontraba un hombre mayor, quien posaba sus brazos sobre un palo que intentaba parecerse a un bastón. —Bienvenidos. —Les saludó de forma amable— Perdonad no poder daros mejores bienvenidas, pero esto es de lo que disponemos. Me llamo Oriel, un placer. Mikasa y el resto saludaron con el máximo respeto— Me llamo Mikasa Ackerman y este es mi equipo formado por Mimi Devi, John Müller y Mateo Silva. —Fue presentando mientras iba señalando a los mencionados. —¿Qué hacéis aquí? —Cuestionó ahora la chica con seriedad y distancia. Sus ojos estaban metidos para dentro por el desgaste que se notaba que estaba sufriendo. —Veníamos a por una misión de reconocimiento, pero al llegar nos anunciaron que se había visto una actitud extraña en los titanes y que seguramente habría supervivientes. —¿Se preocupan de pronto por nosotros? —Las palabras de la mujer salieron enrabietadas, como si fueran la prueba del hastío y coraje que tenía por la situación que estaba viviendo. Su mirada se centró en la capitana del grupo, quien la observaba de forma analítica, como si estuvieran en un juego de a ver quién de las dos conseguía más información ajena en menos tiempo. —Eres la mujer que vi hace dos noches. —Sus palabras la desestabilizaron y aquella rabia y muro infranqueable que tenía formado pareció debilitarse levemente— Te buscamos entre las fichas que nos dieron de los supervivientes y no te reconocí en ninguna. —Matilda Mur. —Se presentó volviendo a su postura inicial— Formé parte del equipo de desalojo. No quiso añadir nada más, pues aunque no fuera una ciudadana de Quinta eso no significaba que no debiera estar en los informes. Simplemente tenía muchísimos años encima y estaba irreconocible. Mikasa sólo asintió con debilidad, fue una manera de darle la razón sin entrar en el conflicto que podría iniciar si quisiera. —Bueno, bueno… Supongo que nada está saliendo según lo esperado. —Fue entonces cuando el hombre cortó el ambiente tenso creado entre las dos féminas dominantes del lugar. Rió débilmente antes de levantarse— Os contaremos todo lo que hemos vivido aquí, pero antes deberíais contaros cómo lo vais a hacer. —¿El qué? —Fue entonces Mateo el que preguntó. —Sacarnos de aquí. —La voz del hombre sonó a prueba, como si en la respuesta estuviera el dato necesario como para saber cuánto contar. —Depende. La respuesta de Mikasa, tan seca, lo puso en guardia. Dejó el bastón apoyado en la silla de la que se había levantado y ahora sus manos estaban sujetas por detrás de sí mismo— ¿De qué? —De lo que sepamos. —Un leve sonido de sorpresa salió de los ancianos labios— Si fueran titanes originales con deshacerse de ellos valdría, pero han sido reemplazados, ¿no? —Dirigió su mirada a Hugo, quien recibió la de Matilda también a modo de reproche. Mikasa se percató de aquello— ¿Incluso esa información es demasiada? Oriel rió débilmente— Supongo que entonces sabrás que no podrás a la vieja usanza. —No del todo. Al poco de llegar sí que pudimos derrotar a algunos como nos enseñaron, cosa que me mosquea un poco con todo esto de que no son los originales. —Ah, bueno… Supongo que alguno quedará y estarán mezclados. Tenemos sólo teorías, no os vayáis a creer que lo que os podamos contar sea la verdad absoluta. —Mientras sea la verdad estará bien. —Mikasa cortó al hombre, quien lejos de molestarse parecía estar disfrutando de aquello. —Entonces empecemos por ti y el numerito del inicio. —Aquello fue un interrogante para todos los presentes. Tommy, Oriel y Matilda miraron a Hugo sin entender qué significaba aquello; mientras que John y Mateo centraron su mirada en su capitana, quienes también se habían quedado totalmente extrañados y preocupados por aquella actitud. Mimi empezó a temblar por el miedo que le entró de volver a ver a Mikasa derrumbada por la teoría que le había lanzado. Mikasa cogió aire antes de lanzar una rápida mirada a los presentes, quienes ahora todos la miraban con una necesidad de respuesta agobiante. Se sentía acorralada por todos ellos y de pronto una agonía se hizo con ella, pues si era cierto sabía que iba a cambiar la percepción de todo el mundo sobre ella, mas no iba a dejar que su misión se viera afectada por su estado. —Creemos que estoy embarazada. Silencio absoluto entre los presentes, quienes ahora la miraban sin casi respirar y sólo un leve gruñido de Matilda fue quien los despertó de su estado comatoso por aquella respuesta. —¡Nos han jodido! —Gritó de pronto, mientras empezó a dar vueltas sobre sí misma, completamente ida. —¡Esto no cambia nada! —¡Lo cambia todo! ¡No tienes ni puta idea de lo que es estar embarazada! —Empezó a gritarle mientras se acercaba a ella— ¡Y una mierda vamos a salir de aquí! —Le gritó a la cara por última vez antes de salir totalmente furiosa de la caseta. —Ruego que la disculpes por sus formas. —Oriel sonó calmado e imitó los pasos de Matilda, parándose frente a Mikasa para posar sus manos sobre su duro estómago— Si así fuera, una vida nueva fuera de esos monstruos siempre es una alegría. Te cuidaremos. —No necesito cuidados de nadie. ¡Es una teoría! Y si fuera verdad, chicos, no cambiaría nada. —Miró ahora a sus compañeros con los ojos llenos de ruego— Os juro que seguiremos adelante y que sacaremos la misión tal cual se nos encomendó. Lo que hay fuera de ella, que sea problema de cada uno. Sus compañeros no reaccionaron ante sus palabras, quienes le apartaron la mirada sin saber muy bien qué deberían añadir ahora mismo. La confusión ahora les tenía totalmente aturdidos y aunque Mikasa fuera fuerte ahora no estaba en su mejor momento. Sí, era una bestia y había sabido mantener la compostura en todo momento, pero si la teoría era correcta, un embarazo ya era motivo suficiente como para anular a alguien y centrar toda la retaguardia en asegurarse de que estaba bien. La misión acababa de comenzar y no habían recibido más que palos y el último había sido el peor de todos. Oriel pidió a Tommy y a Hugo que le siguieran para dejar a los cuatro compañeros solos y que así pudieran hablar de lo que considerasen. —Chicos, os juro que no va a cambiar nada… —Su voz sonaba a ruego— De verdad. Os juro que sé lo que estáis pensando, pero… —Mikasa. —Mateo apagó la voz de Mikasa. No sabía qué debía decir pues nunca se había visto en una situación así y aunque su compañera rogase sin parar, su estado era diferente al resto y no podía asegurar que en el campo de batalla fuera a estar al cien por cien. ¿Y si le daba por vomitar de nuevo? Las embarazadas sufrían muchos cambios y por eso siempre les habían insistido mucho en que llevaran cuidado sin mantenían relaciones. —Yo te apoyo, Mikasa. —Mimi agarró las manos de su compañera con fuerza. Las notaba temblar— Soy la médica y la teoría es mía. Si está embarazada yo me encargaré de que ambos estén bien. Y si no lo está, ¡me llenáis de capones! —Sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder controlarlas— ¡Perdón! —Se tapó su rostro sin poder evitar sollozar con algo de intensidad. —¿Por qué lloras ahora? —Cuestionó Mateo algo abrumado. Desde que Mimi se había juntado con Mikasa sólo estaba valiendo para llorar y si seguía así incluso él podría contagiarse de aquello. —Es que… Yo… No lo sé… Simplemente me da mucho sentimiento el cómo debe estar sintiéndose… —Mimi… Yo estoy bien… —No… —Se limpió las lágrimas todo lo rápido que pudo— Yo cuidaré de ella y os aseguro que no seremos ningún problema y que la misión saldrá tal y como planeemos porque aún no tenemos ningún plan. —La joven empezó a reír sin poder dejar de soltar lágrimas. Se sentía idiota por el numerito que estaba dando, pero la imagen de Mikasa rezando sin parar y aquella sensación de soledad que dejó patente le hacía añicos el corazón. No eran amigas y acababan de conocerse, pero en aquel momento de ruptura total pudo ver a una Mikasa totalmente desolada y no podía quitársela de la mente. Era una faena si era cierto que estaba embarazada, mas no quería hacerla sentir una carga. Un sentimiento negativo más no porque podía ser totalmente letal. Se imaginaba en su sitio y sentía ahogarse. Si tuviera un hermano que le hubiera dado la patada, si todos sus amigos se hubieran ido y ahora se enterase de su estado… No, la simple idea la ahogaba. —Y tampoco sé si deberíamos. —Aportó John riendo levemente— Sin planear nada no está saliendo, imagina si lo hacemos. —Mimí le acompañó sin poder dejar su llanto. —Yo no voy a parir aquí. Aquello hizo que Mimi soltase una llorona carcajada y le dio un leve golpe en el hombro. ¿Cómo podía tener ese toque de humor tosco en un momento así? La vio mirarla sorprendida y sólo pudo negar débilmente.

***

El primer día fue intenso en el que les habían enseñado el lugar y presentado al máximo número de supervivientes. En ellos aún se mantenía la calidez y la esperanza de salir de allí. Se iban presentando bajo la atenta mirada de Matilda y Tommy, quienes se habían alejado por completo y sólo les quedaba estudiarlos para ver si realmente tenían las intenciones que tenían. —Sigues sin superarlo, ¿verdad? —Preguntó Tommy con voz calmada. —Ahora me preocupa Hugo. No entiendo qué es lo que está haciendo. ¿Desde cuándo hacemos entrar a los primeros que se nos ponen por delante? —El comandante Luto. Matilda se quedó muda de pronto, girando su mirada hacia su completo con los ojos abiertos de par en par. Él sólo le asintió en silencio, manteniendo sus brazos cruzados. —No me jodas… —¡No se dicen palabrotas! Una dulce voz cortó a los dos compañeros, quienes se giraron para observarla. La sonrisa se dibujó en ambos rostros. —¡Perdón, Emma! —Matilda se agachó para saludar a la pequeña— ¿Has visto a papá ya? —La nena negó y la mujer sólo pudo señalar a la derecha, guiando a la pequeña hacia él. La pequeña gritó un amplio gracias antes de empezar a correr hacia Hugo— Ahora me preocupa mucho más Hugo… Tommy sólo pudo asentir viendo a la nena llegar hasta su padre, quien la recogía con una felicidad apabullante. A él sólo le quedaba su hija.
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