ID de la obra: 777

Mil motivos para odiarme

Het
R
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2
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planificada Maxi, escritos 216 páginas, 112.248 palabras, 25 capítulos
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CAPÍTULO 08

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Debían confiar en las palabras ajenas y creer que ya había pasado un día. Mateo y John cayeron rendidos tal cual se tumbaron en aquellas tablas de madera; Mimi tardó un poco más y Mikasa apenas había pegado ojo y cuando casi estaba a punto, llamaron a la puerta para anunciarles que ya era mañana temprano y que el desayuno ya estaba listo. No hicieron esperar y se reunieron con todos. Era una comunidad unida en la que todo era de todos y así estaban manteniendo una paz bastante llevadera. Se sentaban en círculos en sillas improvisadas y charlaban entre todos ellos. Hugo se aproximó para sentarse al lado derecho de Mikasa, quien le saludó con un leve asentir. —¿Has descansado? —Preguntó mientras le acercaba un pequeño cuenco con sopa. Mikasa sólo negó con debilidad a la vez que aceptaba el platito— ¿Cuántos años tienes? —Veintidós. —Ah, por lo menos eres mayor de edad. —No pudo evitar observar su muñeca vendada y sentir un pinchazo en su ser— ¿Te llevas con el padre…? En ese momento Mikasa sólo le observó con profundidad. Lo hizo durante unos segundos sin saber qué responderle, pues claro que se llevaba con Jean, no tenía ningún problema con él, mas se había marchado por tiempo indefinido y a saber cómo habría cambiado todo para entonces. —Lo siento. Soy experto en joder a la gente. —Tranquilo. Pero sí que me llevo con él, lo que no sé es cuánto tardaré en verle. —Entonces es tu pareja. Aquello la sonrojó mucho y sólo negó con rapidez— Fue el alcohol. Sólo somos amigos. —Hugo no pudo evitar carcajear con debilidad— A mí no me hace gracia, la verdad. —Intentó ser todo lo cortante posible. Hugo empezó a negar con rapidez mientras se acercaba a ella aún más— Mi hija también fue por culpa de eso. —Le susurró con complicidad— Y ha sido mi mejor error. Mi luz en toda esta oscuridad. —¿Y tú mujer dónde está? Igual podría darme consejos. Hugo agachó su mirada con pesar antes de reír con cierta rabia— Arriba, por ahí. —Movió su mano derecha armada con una pequeña y desgastada cuchara de madera hacia el techo— ¿Luto te habló de Virginia? La mirada de la contraria se acentuó más en él, asintiendo con pausa mientras el hombre se centraba ahora en terminar su cuenco del desayuno. No dijo nada más y en cuanto terminó se adentró en la caseta principal del lugar. Mateo quiso llamar la atención de su compañera, mas sólo fue ignorado por la misma. Mikasa se levantó para ir tras él. Cuando entró en la caseta lo encontró cogiendo diferentes libros que fue dejando sobre la mesa principal del lugar. —¿Virginia era tu mujer, la madre de tu hija? —Escuchó a Mateo chasquear con leve molestia— Creo que también soy experta en joder a la gente. Aquello dibujó una imperceptible sonrisa en su rostro. Dejó los últimos libros antes de observar a la joven que tenía al frente— Tienes un humor terrible. —No estaba haciendo humor. —Mejor, así es más divertido. —Mikasa levantó una de sus cejas sin aportar mucho más— Esto es todo lo que hemos recopilado durante estos siete años. Todo para vosotros. Se acercó a la pila de libros que había dejado escampados por la mesa. Los tocó con cuidado antes de observar al contrario. —¿Qué es lo que debería esperar? —Nada bueno, Mikasa… Nada bueno. Cogió aire antes de abrir el primer libro que tenía más a mano. Observó los dibujos y se quedó fascinada por la cantidad de detalles que había allí. —No soy científica ni se me da bien hacer estrategias… —Ni el alcohol. Aquello dolió de forma extraña. Hugo rió con debilidad ante la reacción de la joven, quien intentó mantener la compostura, mas sabía que aquello había sido un dardo agridulce. —Virginia Luto, Matilda, Tommy, Oriel… Yo y casi todos los que estamos aquí somos originarios de Quinta. Cuando cayó el muro nos dieron diferentes órdenes, pero Matilda, Tommy y yo rogamos venir aquí para ayudar en la evacuación. Luto estaba de comandante en la zona y se sabía de mi relación con su hija, quien estaba embarazada de siete meses. Nos permitieron venir y tal cual entramos la puerta se cerró tras nosotros. Los titanes se dispersaron y aquí quedaron unos cuantos que acabaron con la mayoría de mis compañeros. —Hugo se tomó una pausa para sentarse. Aprovechó para agarrar uno de los libros y recordar algunos detalles que no sabría si compartiría o no— Al principio pensamos que lo habían hecho para impedir que más titanes entrasen en Quinta, por lo que reunimos a la gente y cuando nos sentimos seguros, rogamos que abrieran las compuertas y entonces… Mikasa se percató de que Hugo apartaba la mirada del libro que tenía entre sus manos. Lo cogió con cuidado y observó el dibujó que allí ocupaba ambas páginas: era el portón de Quinta abierto y tras él un nuevo muro formado de titanes. Pudo sentir el terror que allí se estaba reflejando. Cerró el libro con delicadeza antes de devolver su mirada a su nuevo compañero. —No sé en qué momento porque entre todo el caos sigo sin tener los recuerdos de forma lúcida, pero Virginia nos guió hasta la casa de Jimmy Eton. Tras pronunciar aquel nombre un profundo pinchazo perforó su cabeza hasta el punto de hacerla gemir débilmente de dolor. Hugo paró con su discurso para centrarse en la joven, quien ahora se cogía de la cabeza con fuerza. —Mikasa, ¿estás bien? —No obtuvo respuesta y sólo supo levantarse para sentarse a su lado— Demasiada información de golpe, ¿verdad? Negó como pudo— Él… —¿Él? ¿Quién? ¿Jimmy Eton? Sólo pudo asentir con un mayor malestar. El nombre rebotaba con una fuerza increíble en su interior, hasta el punto de sentir que perdía el control de su cuerpo. —¿Va todo bien? —La voz de Matilda rompió de golpe con la intensidad de los rebotes. La mujer entró con la duda dibujada en su rostro y posó sus manos en los hombros de Mikasa, los cuales parecían no tener ningún tipo de control— ¿Qué le has hecho? —¿Yo? Nada, sólo le he contado el inicio de la historia, pero al escuchar el nombre de… —Jimmy es parte del equipo actual de Eren… —¿Eren? ¿Y Jimmy está vivo? —Las dos preguntas pelearon por salir de la boca de Matilda, quien ahora se sentaba al lado de Mikasa y la miraba con preocupación. —Eren es mi hermano adoptivo y nuestro rey. Se casó con Historia Reiss, legítima reina de Reina de las Murallas. —Hablaba entrecortada sin soltarse la cabeza debido al dolor. Muchas veces le ocurría y no entendía el motivo por el que todo lo relacionado con Eren le despertaba una jaqueca terrible, consiguiendo que todo su ser se descompasase al segundo de iniciarse. —¿Eres de la familia real? —Negó ante la pregunta de Hugo— ¿Y Jimmy está vivo…? —Aunque más que preguntárselo a Mikasa era como hacer una confirmación de lo que acababa de escuchar. —No sé de dónde salió, pero estoy segura de que es uno de los encargados de haber hecho que Eren cambiase. —Apretó ahora con más fuerza su cabeza debido a la rabia que le aportaba recordar la aparición en la vida de Eren las figuras de Jimmy Eton y Lucas Det. —Pues entonces no necesitas presentación para Jimmy y no te será difícil creer nuestra idea de que él estuvo investigando por su cuenta con los titanes. —Mikasa dirigió su mirada hacia Matilda totalmente interrogante— Dime que sabes algo de él. —Sólo lo que os he comentado. Cuando Jimmy y Lucas entraron en contacto con él, Eren se empezó a aislar de nosotros hasta cambiar por completo. No me contó nada y cuando preguntaba se ponía en guardia conmigo. —Pues es un investigador famoso de Quinta. Aquí todo el mundo le adoraba porque era un buen médico que se encargaba de todos nuestros males. Cuando te ponías malo o te pasaba algo sabías que la solución era ir a ver al Doctor Eton, como le llamábamos, pero siempre existen las leyendas y se decía que por las noches se escuchaban quejidos desde el interior de su casa, ¡pero eran historietas! —Matilda rió con sorna antes de continuar— Pero cuando cayó el muro… Las historietas se hicieron realidad y el sótano en el que Virginia nos metió era su base de operaciones. —El tiempo justo para poder seguir bajando hasta aquí fue el que nos dieron porque al poco de entrar, el pequeño grupo que éramos nos vimos atrapados aquí abajo. —Mateo cogió otro de los libros que había sobre la mesa para sólo ojearlo por encima— Y delante nuestra se abría una serie de pasillos conectados entre sí. Pasillos que Virginia conocía al pie de la letra. —¿Cómo es eso posible? —La cantidad de información que estaba recibiendo estaba siendo terrible para su cabeza, mas no podía evitar el querer saberlo todo pues cuanto antes tuviera la información, antes podrían salir de aquí. —Fue parte de los experimentos de Jimmy. —La voz de Hugo sonó seca, rabiosa y dolorida a partes iguales. Cerró el libro con fuerza y de pronto se apagó. Su mente dejó de estar allí presente para empezar a soñar con aquella Virginia que conocía desde pequeño, de la que se enamoró perdidamente tras volver de su formación y con la que juró formar una preciosa familia que nunca iba a llegar a producirse. Apenas fueron capaces de vivir los primeros segundos como tal. Mikasa quiso seguir preguntando, pero la mano de Matilda sobre su muslo la paró por completo. La miró interrogante para verla negar con debilidad. En su mirada había pena y a la vez una petición de comprensión que quiso respetar. Asintió suavemente antes de levantarse de su silla para salir del lugar y encontrarse con sus compañeros, no obstante, en su camino se topó con Emma quien la miraba con una amplia sonrisa. —¡Hola! —La saludó animada. —Hola. No nos conocemos, aunque sé que eres la hija de Hugo. —La niña asintió feliz ante el conocimiento de la contraria sobre quién era su padre. Su mayor orgullo— Me llamo Mikasa. —Yo soy Emma, un placer. —Se presentó totalmente emocionada mientras estiraba su brazo derecho para sellar aquella presentación. Mikasa accedió y aquello fue tal inyección de felicidad que no pudo mediar ninguna palabra más. El silencio se hizo entre ambas, pues ninguna de las dos sabía qué más añadir, por lo que Mikasa sólo pudo despedirse con la máxima amabilidad posible, la cual fue correspondida por Emma.

***

Miraba a través de la ventana que daba lugar al centro de aquella ciudad subterránea sin dejar de negar por todo lo que Mikasa les acababa de contar. No era posible que una simple misión de reconocimiento acabase de pasar a un descubrimiento terrorífico de investigaciones secretas con los titanes. Es que no había manera de que aquello pudiera ser cierto. Mateo se rascaba la cabeza con malestar como si aquello fuera a ayudar para hacer que todas las palabras escupidas por su capitana sonasen menos letales. —Pero… ¿En qué momento? —John estaba igual que Mateo, sin ser capaz de creerse ninguna de las palabras de Mikasa. Todo el mundo estaba metido en el ajo y aquello podría suponer un enorme problema porque el propio rey estaba en relación con las personas del lugar— Es que no pongo en duda lo que te han contado… Pero es que… Estamos hablando de que es algo que mínimo tiene siete años. —Mi teoría es que Jimmy estaba llevando a cabo una investigación paralela desde hacía muchos años y que desde que se descubrió que Eren podía transformarse se fijó en él. Y ha llegado lejos. ¿Con qué intención? Eso ya no lo sé. Mimi escuchaba hablar a Mikasa con atención, mientras se mantenía acurrucada sobre ella. ¿Cuándo consiguió la confianza para ello? Ni idea, el caso es que se apoyó sobre ella, abrazándola con debilidad y Mikasa no se quejó, así que no abortó su idea de sentirse protegida por su persona. —Tenemos al rey metido en esto, Mikasa… Esto no es una misión cualquiera… —Lo sé, Mateo. Estamos hasta arriba del problema y aún no sabemos nada. Cuando Hugo me ha dicho lo de Virginia es como que de pronto su mente se ha desconectado y ya no iba a dar más información. —Suspiró con intensidad mientras comenzaba a acariciar la cabeza de Mimi con cuidado, cogiendo mechones de su pelo y enredando sus dedos en ellos. —¿Qué vamos a hacer? —Susurró Mimi con calma. —Depende. —Los tres ahora esperaron con impaciencia las siguientes palabras de la capitana— Creo que estoy entendiendo qué papel tengo aquí y depende de lo que descubramos, será lo que digamos. Eso sí, estad tranquilos que no os pasará nada. Todo recaerá sobre mí. —¿Estás idiota? —Mikasa miró con molestia a Mateo por haberla faltado así— ¡No te vamos a dejar sola! Si es bueno entonces todos guay, pero si es malo… ¡Oh, no, Mikasa! Aquí estamos todos en esta mierda y vamos hasta el final. Hasta esa criatura hipotética. Aquello último hizo que Mikasa diera un leve repullo. En su interior nació una vergüenza difícil de explicar. Sentía esas mariposas de las que tanto había oído hablar y de las cuales siempre renegó porque eran chiquilladas. Aparecían con fuerza ante la simple idea de un posible embarazo, de tener algo propio y único con Jean. Y tal cual, un pinchazo letal se presentó en su cabeza. Cerró los ojos con fuerza intentando no mostrar ni un atisbo de dolor. No quería preocupar a nadie. —¡Ay, ahora tienes que estar embarazada, Mikasa! —¡E-ey! —Podía agradecerle aquel comentario sanador, pues había conseguido que el pinchazo se fuera de golpe, algo nunca antes vivido, pero no era tan atrevida como para mostrarse tan sincera ante aquello. —¡En serio! Estamos súper emocionados y ojalá… —Mimi se separó ahora haciendo un leve puchero de la emoción mientras que John y Mateo sonreían por lo bajo— Es que imagina que esto es un punto clave para la historia, ¡esta criatura ha estado desde sus inicios! Será la persona más joven en entrar en la cárcel si la liamos… ¡Es que mira la fantasía! —¡Cállate! —Le dio un golpe con su almohada, lo que sorprendió a la joven que no se esperaba algo así por parte de su compañera. La risa ahora se hizo más notable entre los cuatro. Si estaban hasta arriba de problemas, pues ya los irían solucionando poco a poco.

***

Le observaba en silencio comer con un desapego total hacia ella. Había vuelto después de casi cinco meses y medio y su aparición no hizo sino dejarla totalmente desubicada. La saludó, claro estaba, mas sabía que lo había hecho para seguir con su papel de rey delante de todo el mundo, pues después de aquel leve beso en la frente se encerró en su habitación y no había salido hasta la hora de la cena. —Eren. —Se atrevió a llamarle. Le observó jugar con su lengua para recoger los trozos de comida que quedaban por sus encías. —¿Lo sabes? —Historia sólo pudo ladear su rostro interrogante— Mikasa está embarazada. Aquello le paró el corazón y sólo pudo dejarse caer sobre el respaldo de su silla. Se quedó boquiabierta y no supo qué decir. ¿Por qué Mikasa no le dijo nada? Pensaba que se habían convertido en buenas amigas y que le ocultase aquello la hizo sentir una decepción total sobre la amistad que habían construido. —Dicen que cuando vuelva de la misión estará de unos cuatro meses y seguramente estará a punto de saberlo. ¿Te ha contado algo de sus relaciones? —Cogió su copa de vino, con la que señaló al preguntar a su mujer, y se bebió el contenido de un trago— Os habéis hecho muy amigas, ¿no? —No me contó nada… —Apoyó su mentón en su mano izquierda sin dejar de observarle. Notó algo de calma tras la afirmación de que Mikasa no lo sabía, disipando así gran parte de la decepción inicial. —¿Nada? ¿No te dijo con quién se acostó ni nada? —Su voz empezó a alzarse sin ser consciente de ello, volviendo a llenar la copa para terminarla una vez más de un trago— ¡Vamos, Historia! —¡Eren, nada! —Gritó con molestia— ¿Para eso has venido? ¿Para hablar hablar de con quién se acuesta Mikasa? ¡Vienes después de más de medio embarazo y sólo te preocupa eso! ¡Gracias, Eren! Nosotros aquí estamos estupendamente. —Bueno, es mi sobrino o sobrina y obviamente me preocupa. —¿Más que tu futuro hijo o hija? Suspiró con hastío por la actitud de Historia, la cual le estaba empezando a molestar demasiado. Llenó la copa de nuevo para vaciar su contenido de golpe. Miró a su mujer con profundidad, la cual sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo de arriba abajo. —Da gracias de que se haya quedado embarazada porque así nuestro futuro hijo… O hija se ha librado de un futuro horrible. —¿Qué hablas, Eren? —Déjalo. —¡No! —Se levantó de golpe para acercarse a él. Le agarró del cuello de su camisa con rabia sin poder contener las lágrimas— ¡Ni se te ocurra, Eren! No estamos en esa vía. ¡Deja de escucharles! La apartó de un manotazo, consiguiendo que su persona se hiciera terriblemente pequeña ante la terrorífica figura que se alzaba frente a ella. Eren se había convertido en un monstruo. Le dio todo lo que pidió creyendo que realmente estaba pensando en un bien común, pero su forma de ver las cosas estaban lejos de ser tal y como las veía ella. ¿Cómo pararle los pies a alguien que ahora tenía todo el poder en su mano? Volvió a su asiento en silencio. —Es importante que se quede aquí con nosotros, igual que saber quién es el padre. Mikasa tiene que estar en un lugar seguro y qué menos que aquí con su familia. —¿Y no intuyes ni un poco quién puede ser el padre? ¿Nada por tu parte? Se levantó de su asiento con pausa y se marchó con la botella de vino bien agarrada pese a no contener mucho en su interior. La pregunta de su esposa fue como una bomba interna y supo perfectamente quién era el nombre que estaba rondando por la mente de la rubia. De entre todas las personas él no podía ser el padre del hijo de Mikasa. Se negaba por completo. —¡¿Y crees que él te dejará que se quede aquí, Eren?! ¡¿Qué no protegerá a su familia?! —Le gritó por última vez antes de que el portazo hiciera vibrar hasta lo más profundo de su ser. El lugar se quedó totalmente desolado e Historia sólo pudo empezar a temblar de forma descontrolada. Eren era un monstruo.

***

El ambiente calmado de la posible noche era bastante relajante. Mikasa se entretenía viendo el tintineo de las pocas luces del lugar. Mateo y John volvían a dormir a pierna suelta y Mimi parecía que también, aunque la duda la despejó cuando se levantó para mirarla con preocupación. —Estoy bien. Sólo me cuesta dormir. —¿De verdad? —Mikasa asintió débilmente— ¿Y te sientes bien de ánimo? —Bueno… Es que no sé cómo me siento. Llevo unos meses en los que todo cambia mucho y ni siquiera sé cómo debo sentirme o cómo lo haría la verdadera Mikasa. —¿Cómo lo haría la verdadera Mikasa? Pues como lo estás haciendo ahora. Es normal que no sepas y más después de todo lo que llevas encima, que es una mochila muy pesada. Cogió aire con profundidad mientras se observaba la muñeca— ¿Tardará mucho en curarse? —Seguro que antes de que terminemos la misión estará perfecta. —La contraria sólo asintió. No era la respuesta que buscaba— Si… Estás embarazada, ¿tienes algún nombre pensado? Negó con pausa. Ni aún queriendo haberse quedado embarazada habría tenido ningún nombre, pues más allá de vivir una vida en calma nunca se había propuesto algo así como ser madre. ¿Acaso le pegaba la simple idea? Le había llegado comentarios en los que Jean había estado fantaseando con formar una familia con ella, mas siempre lo vio como algo idiota de su compañero y al final esa idiotez podría cobrar forma y ser real. Volvió a recordar su rostro y no pudo evitar cuestionarse dónde estaría ahora, qué estaría haciendo y, quizá lo peor, si había encontrado a alguien para sustituirla. —Bueno, aún tienes tiempo. —Aunque… —Mimi la observó con atención— Si fuera niña… Me gustaría llamarla Sasha, como mi difunta amiga. —Una pena la golpeó de lleno al recordarla. No supo en qué momento quiso aquello, pero le vino a la mente y fue un forma de agradecimiento por todo lo que vivieron juntas. Su corazón le debía mucho y aunque a veces era cierto que la hacía desesperarse, le gustaba tenerla a su lado. —Pues ojalá sea una nena. Y así también será la niña de los ojos de su papá, que dicen que se vuelven súper protectores con ellas. No pudo evitar reír débilmente ante aquello a la par que sentía que su corazón vibraba de una manera diferente a la habitual. Y volvió. Jean volvió a su mente. Aquella noche volvió a su mente para ahora seguir ampliando aquel difuso recuerdo, al cual le añadió sus besos cariñosos por su cuello y su mano agarrando su muslo mientras sentía como su respiración entrecortada chocaba con su rostro. Posó sus manos sobre su vientre plano en un acto reflejo para cuestionarse el motivo por el que ahora no estaba sintiendo el terror del inicio ante la idea de un posible embarazo y entonces recordó las palabras de Hugo, aquella confirmación de que aquello fue su mejor error. —Pues es verdad… —Mimi sólo pudo dejar escapar un leve sonido de sorpresa. La miró con atención antes de sonreírle con pena— Qué pena si no lo estoy. Mimi se acercó a ella para intentar hacerle algunas cosquillas, pero Mikasa valía por cien soldados y aunque era una actuación algo infantil para la última, empezó a agradecer la compañía que Mimi le estaba aportando y el apoyo que le estaba dando. —Gracias, Mimi… —Le susurró totalmente agradecida cuando la vio totalmente dormida a su lado.
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