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Mil motivos para odiarme

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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 09

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Habían pasado ya dos meses desde que iniciaron aquella misión dedicada a la paz entre ambas naciones, una misión que perdía agua por todas partes y que por el momento no estaba dando sus frutos en absoluto. Era pronto para mostrar cólera o desánimo, pero ya empezaban a surgir ciertas voces de molestia por lo inútil que estaba siendo aquella misión y los esfuerzos que estaba requiriendo. Se encontraban reunidos en la sala de estar de lo que debían llamar hogar temporal. Habían recibido el correo y por lo tanto los ánimos estaban por las nubes. Todos tenían cartas que recibir de alguien y aquello la verdad es que conseguía que el pesar de lo infructuoso de la misión se viera bastante relevado. Jean buscó su nombre entre todas las cartas y una vez más sólo había una a su nombre. No quiso suspirar, pero con esta sumaba tres ocasiones en las que no recibía respuesta por parte de Mikasa. Se sentía terrible por lo que ocurrió aquella noche. Sabía qué le diría la gente y le hundía el hecho de que Mikasa sí había perdido el control por completo y que él, lejos de pararla, sólo pudo seguirla sin rechistar. No quiso ser ningún aprovechado y no sabría cómo justificarlo. Fue una chispa que todo lo encendió. El beso de Mikasa fue el detonante y ya no pudo separarse de ella. Estuvo mal, lo reconocía y no había disculpa, pero el no recibir respuesta lo estaba volviendo más loco que el propio recuerdo de aquella noche. —¿Todo bien, Jean? —Armin se sentó a su lado mientras le mostraba que él también había recibido una sola carta. Sólo asintió con debilidad— Habías escrito dos cartas, ¿verdad? Le observó dubitativo por no saber si debía ser sincero con su amigo o mejor era guardar silencio, mas si Armin se había percatado de que eran dos cartas, ¿qué ganaba con la mentira? —Le escribo a Mikasa, pero me ignora. —Apoyó su mentón sobre su mano izquierda a la par que observaba a su amigo bajar el rostro con apuro— Pero no te preocupes, es algo que sabíamos que iba a pasar. —Si lo ha hecho es porque está de misión. Le he preguntado a Eren porque yo tampoco he recibido respuesta por su parte y estaba algo preocupado. Aquello fue mano de santo. ¿Entonces Mikasa no estaba ignorándole? Parte del gran peso que sentía encima se había disuelto, suspirando con una relajación que sorprendió hasta al propio rubio. —Sí que te habías preocupado… Es Mikasa de todas formas. —¡Sí, claro! Pero… No sé… E-Es qu-que… —Déjalo, Jean. Lo entiendo. —Armin rió con debilidad antes de abrir su carta para empezar a leerla en silencio, pero la calma se tornó tosca al sentir la punzante mirada de Jean sobre él. Carraspeó débilmente mientras giraba para mirar a su amigo con algo de intranquilidad— Jean… —¡Perdón! Es que… Tenía curiosidad por si Eren te decía algo, ya sabes. —Sí sé, gracias. No están juntos así que poca actualización me ha hecho. Jean sólo le hizo la seña con el dedo gordo con nerviosismo y a muestra de que todo estaba bien, sin ningún tipo de problema. Se dejó caer sobre el sillón antes de abrir la carta de su madre, la cual era agradable incluso por el olor a casa que emitía. Ahora deseaba volver aún más. —¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —Cuestionó de pronto al terminar de leer la carta de su madre. —No lo sé, pero tiene pinta de que más de lo que queremos… —Armin en este caso sonó derrotado. Guardó su carta con desánimo y sólo pudo suspirar— Eren dice que las cosas también van muy lentas por allí y que Historia está haciendo lo que puede. —¿Todo bien? —Fue Reiner ahora el que se incluía en el grupo. Les miraba con curiosidad porque sabía que aquel momento era un momento feliz para todos ellos. —Sigo sin tener claro nada… Eren me sigue dando largas y no me cuenta casi nada. Le pregunté por Mikasa y su única respuesta es un simple está bien, de misión. Sin más información, pero es que yo la quiero. ¿Qué tipo de misión, Eren? Es… Distante, cerrado y difícil de entender… —Arrugó el papel sin darse cuenta. —¿Por qué tan preocupado por ella? —Fue Annie quien esta vez preguntaba, apoyándose sobre el respaldo del asiento de Armin. —Porque… Todo estaba mal entre ellos… A Eren se le ha ido el control por completo y Mikasa está sola… —Suspiró de forma tendida— Tenía que haber venido… —A Mikasa no hay que protegerla. Ella vale por todos nosotros y cien más. —Hay algo, Reiner… De verdad… Hay algo que me deja intranquilo. —¡Tú no te agobies, Armin! —Fue entonces Jean quien atrajo la atención de sus compañeros— A Mikasa le quedó claro que tenía que avisarnos ante cualquier cosa. Es cabezona y se cerrará a cal y canto, pero si las cosas estuvieran muy mal sabes que nos avisaría. —Se levantó entonces de su asiento para salir de la sala— Pero estaremos de vuelta antes de que nada pase, no te agobies. —Cerró tras de sí para salir a tomar un poco el aire. Las palabras de Armin no le sentaron bien y una pequeña duda se clavó en su ser. ¿Y si era cierto y Mikasa estaba en peligro? Sintió el agobio apoderarse de él de pronto. Un calor abrasador se hizo con todo su interior y sólo pudo exclamar una maldición antes de apoyarse sobre la barandilla exterior de aquella casa en la que se encontraban.

***

Bajó del carro que paró frente a la casa que pertenecía a Mikasa. No era muy habitual que los soldados de su rango ya pudieran permitirse un hogar propio, pero a sus compañeros se les permitió poder optar a uno y Mikasa aceptó, cosa que a él nunca le quedó claro qué la llevó a querer tener un hogar propio. Observó la fachada y se notaba que llevaba un par de meses sin movimiento. Se acercó al buzón, pues era su idea desde el inicio y tal y como esperaba, allí había unas cuantas cartas esperando a ser recogidas. Lo hizo él en su nombre y con ellas se adentró en la casa. Cogió aire con intensidad tras cerrar tras de sí para quedarse con todo el olor posible de la dueña del lugar. Se paseó por aquel salón que incluía también la cocina para pronto adentrarse en la habitación principal. La observó de arriba abajo, como buscando las pruebas que pudieran darle el nombre del hombre que había embarazado a su hermana. Se acercó a oler las sábanas, ansioso por querer encontrar otro olor que no correspondiese con el de Mikasa. Nada. Se sentó sobre la cama y allí dispuso las diferentes cartas que había recibido en estos dos meses. Tres de Jean, otras tres de Armin y una cuyo nombre le dejó totalmente petrificado, pues la última noticia que tuvo de ella es que despareció por culpa de la ineptitud del equipo que la custodiaba. Aún así era la que menos le interesaba y se lanzó de llenó a por las de Jean, colocándolas por orden temporal y el inicio de la primera fue una bomba que le destruyó por completo. Arrugó el papel con una ira nunca antes vista en él. Perdió el control de sus acciones, queriendo romper la carta en mil pedazos, mas cuando fue a hacerlo la dejó caer para agarrar el colchón de la habitación y lanzarlo por los aires. Estaba perturbado, totalmente ido y le daba asco imaginar que Jean y Mikasa habían yacido allí hacía unos meses. Gritó descontrolado y furioso. —¡De entre todos, Mikasa! ¡De entre todos los tíos! —Pateó la mesita de noche hasta dejarla totalmente irreconocible. Intentó calmarse. Se sentó sobre el esqueleto de la cama para intentar controlar su respiración. ¿Qué cojones pasaba con él? ¡Si debía darle las gracias a Jean! Si no hubiera sido por él ahora Mikasa no estaría embarazada, mas había algo que le molestaba profundamente. Algo que sentía que se le escapaba de su control, que era su propia hermana. Mikasa siempre estaba por y para él, ¿y si ahora con esta nueva situación se alejaba de él? Él la había sacado de su vida, ¡pero era para protegerla! No obstante ahora la necesitaba a su lado, necesitaba a esa criatura para poder seguir avanzando en su misión. ¿Y si por culpa de aquello no aceptaba? No, debía tranquilizarse. Mikasa estaba hecha para él y aquello no iba a suponer nada. ¡Ella no sentía nada por Jean! Así que con ser amable, decirle lo que quisiera escuchar iba a ser más que suficiente. Se levantó con paso aún furioso para salir del lugar. —Arreglad el estropicio y quiero que todas las cartas de Jean sean confiscadas. —¿Las que vayan hacia Mikasa, mi rey? —He dicho todas. —Su voz sonó tan letal que hizo que aquel simple guarda empezase a temblar— Todas las que vengan a su nombre quiero que me las hagáis llegar. Y todo lo que Mikasa escriba y todo lo que contenga la palabra Mikasa también. Obtuvo un asentir general, el cual le sirvió para subirse a su carro y dar orden de avanzar hacia su siguiente tarea.

***

La ausencia de su periodo en todo aquel tiempo fue prueba suficiente como para confirmar la teoría del embarazo, mas ahora el casi no poder cerrarse el pantalón fue como la prueba final, la más palpable, la que se lo gritaba a viva voz. Se giró para observarse en el espejo, abriendo el pantalón de nuevo y subiéndose la camisa para ver si se le podía notar algo, pero no había mucho cambio en ella y hasta fue algo que la apenó. Pasó su mano derecha, cuya muñeca ya estaba recuperada, para palpar su fuerte y tonificada barriga. Tampoco es que fuera para tanto el cambio. Cogió aire antes de volver a su faena de vestirse. Metió barriga y pudo abrocharse el botón y el cinturón, mas había que respirar y era cierto que era molesto sentir cómo el pantalón apretaba su cuerpo. Debía agrandar un punto al botón para no sentir cómo se le incrustaba hasta lo más hondo. No tardó en salir para reunirse con el resto de su equipo, quienes la esperaban para comenzar a desayunar. En aquellos dos meses era cierto que habían hecho avances, sobre todo sus compañeros, pues eran quienes salían a sortear y a estudiar a los titanes. Sus sonrisas demostraban una emoción palpable ya que por fin Mikasa se les iba a unir. —¿Listos? —Sus compañeros rieron por lo bajo, lo que no le sentó del todo bien a la capitana. —Nosotros desde hace dos meses. ¿Y tú? —¡Seh…! —Aquello sí que fue toda una sorpresa, mas la cara de felicidad de Mimi por aquellas neuras de Mikasa hizo que la risa se contagiase una vez más entre todos— Pero vamos a centrarnos. Tenéis que guiarme ahora mismo, que es mi vuelta tras casi dos meses. —Añadió observando su muñeca, la cual empezó a mover con emoción. —¡Oye, oye! No es momento de estar jugando así con ella que sigue débil. —Mikasa la ignoraba, empezando a moverla con más rapidez— ¡Ackerman, por favor! —Uy, el uso del apellido sí que significaba que la doctora se molestaba de más. Mikasa se estiró antes de iniciar el camino hacia el interior de la caseta principal para encontrarse con Hugo, mas ahora estaba ocupado hablando con su hija. Les observó en silencio, mientras aprovechaba para apoyarse en el marco de la puerta. Era muy tierno verlos hablar, disfrutar del tono y del raciocinio adulto que peleaba ante la lógica infantil de la pequeña Emma. Llegó a conversación iniciada y no tenía claro qué era lo que estaban discutiendo, pero con lo que quiso quedarse era con Hugo, con su actitud frente a todo. El mundo podía derrumbarse y no quedar nada en pie, mas si tenía a su pequeña a su lado todo iba a estar bien. La besó en la frente y la pequeña salió corriendo, no sin antes despedirse de ella con su tono animado de siempre. Mikasa correspondió. —No sabía que estabas aquí ya. —No quería molestar vuestra charla. Tampoco llevo mucho. Hugo rió con debilidad antes de coger aire con algo de tensión, cosa de la que se percató Mikasa. Fue a preguntarle, mas él se adelantó para pedirle que cogiera asiento. —Mira… Va a ser la primera vez que salgas con nosotros y aunque sé que Mateo, John y Mimi te han puesto al día… Olvídalo. —Mikasa ladeó su rostro con sorpresa— Los titanes no tienen ningún patrón y siempre actúan de forma diferente, por eso nunca hemos podido avanzar en nuestra propia misión. Aquello sí que fue toda una sorpresa. Mikasa se cruzó de brazos y sin poder evitarlo sintió que se ponía en guardia. Llevaban dos meses allí, cooperando con ellos y supuestamente estaban siendo totalmente sinceros, igual que ellos, para de pronto saltarle con que tenían una misión propia de la que nunca antes se había comentado. —¿Qué misión? Hugo notó la guardia de la joven. Se sentó él ahora antes de coger aire con pausa, pues llegaba un momento crítico en el que toda salvación se podía ver truncada debido a la inevitable desconfianza que siempre guarda uno en su interior. —Encontrar a Virginia. No supo cómo reaccionar ante aquella respuesta y su mente rápidamente recordó la misma que le dio al día siguiente de entrar en su territorio, la cual estaba haciendo referencia era algo real y no a un eufemismo. —Cuando me dijiste que estaba arriba era algo literal… —Susurró más para ella que para hacérselo llegar al contrario— Entonces… ¿Virginia es un titán? Asintió con la cabeza agachada por la pena que aquello le producía— Virginia formó parte de los experimentos de Jimmy, quien empezó a investigar a los titanes por su cuenta. Desconozco desde hace cuánto, pero a los dos días de nacer Emma ella se enloqueció. Dijo que iba a hacerle daño a la niña y en un segundo… En una milésima de segundo… Se transformó. Mikasa no estaba segura de si podía entender cómo se sintió aquella vez, pues en su caso fue paz y agradecimiento lo que sintió cuando vio a Eren salir del cuerpo de aquel titán. De pensar que había perdido a la única familia que le quedaba a saber que él aún seguía a su lado, fue maravillosamente esperanzador. No obstante, Hugo fue todo lo contrario y perdió a su esposa de verdad. Cuando aquello ocurrió nada sabían de que los humanos se podían transformar. Se le pinzó el corazón. —Huyó por uno de esos pasillos y ya no he vuelto a verla… Pero sé que está ahí, que no se ha marchado. Y es un horror… Mikasa alzó su mirada de pronto para analizar qué era lo que estaba pasando por la mente de Hugo y se quedó sin aire durante un segundo, pues en ningún momento había sentido la necesidad de contarle que había humanos que se podían transformar en titanes, cosa que le paró el corazón por no saber cómo decírselo. Sintió un calor abrasador consumirla en su interior, ¿cómo hacérselo saber? Ahora estaban en una batalla por ver quién soltaba el secreto más gordo y en su caso, no lo había hecho por guardarse nada, sino porque se le había ido por completo. No sintió que hubiera lugar a comentarlo porque nadie había hecho alusión a que esos titanes nuevos de los que hablaban se hubieran transformado delante de ellos. —Hugo… Hay algo que no te he contado y que se conoce desde hace un largo tiempo. —La miró con una curiosidad matadora— Hay humanos que pueden transformarse en titanes. Y su punto débil es donde está ubicada la médula espinal de la persona original y por eso cuando cortamos, los matamos. Hugo rompió a carcajear como nunca antes se había visto, ya no sólo Mikasa, sino cualquier persona que le conociera. Se apoyó en el respaldo de la silla sin poder dejar de reír. Mikasa se había pasado con la broma, mas su risa se vio cortada por la seriedad de la joven. Carraspeó con cierta fuerza para intentar recobrar un poco la compostura perdida. —Me estás jodiendo, ¿verdad? —No hubo respuesta, lo que hizo que golpease la mesa con furia— ¿Me estás diciendo que todos esos monstruos son personas como tú y como yo? ¿Qué hemos estado matando a gente sin parar uno tras otro y que nos devoran para qué? —Ante eso último Mikasa sólo negó— Estás de puta coña. Se levantó de su asiento mientras se rascaba la cabeza con fuerza, como si con ello intentase colocar las ideas que se les había saltado por lo añadido de la capitana. —¿Y por qué no me lo has dicho antes? ¿Por qué has esperado hasta ahora? —Lo olvidé. —¿Qué lo olvidaste? Vienes aquí, te haces a mi gente, te curamos y os tratamos de la mejor manera po… —¡No me vengas con esas, Hugo! —Cortó de pronto mientras se alzaba también de su asiento— No vengas a culparme ahora de omitir información cuando habéis sido vosotros los primeros. Venimos de fuera de estos muros, sabemos mucho más que vosotros menos de lo que se cuece aquí, ¡no somos vuestros enemigos! Queremos llevaros a zona segura para que podáis vivir en calma. —¿Calma? ¿Qué calma, Mikasa? —Se aproximó a la contraria con rapidez para ponerse frente a frente con ella— ¿Qué calma me queda a mí sin mi mujer? —Tienes una hija, Hugo. No lo olvides. Ella te necesita para poder vivir una vida plena, lo más plena posible en este mundo. —¿Qué harías si a ti te falta el padre de tu bebé? Mikasa tragó saliva ante la pregunta, pues en ningún momento había pensado cómo iba a ser su vida si llegase el punto en el que a su hija le faltase su padre, aunque en la actualidad ahora mismo era algo desconocido para todo el mundo de su círculo a excepción de sus compañeros de misión, por lo que su hija ahora mismo no tenía ese apoyo paternal. —Hugo… Que me falte el mundo, pero no mi bebé. Sus palabras salieron pesadas, como si acabaran de atacar a una leona que estaba defendiendo a su criatura. Se posó su mano derecha sobre su vientre y tras aquello se dispuso para prepararse y salir por fin ya al exterior. —Mikasa. —La llamada giró levemente— Mi hija… Creo que también se puede convertir… Al final iba en la sangre… —Fue lo último que pudo decir antes de romper a llorar. —¿Qué quieres decir? —Esperó a recibir respuesta, pero el llanto del contrario era tan fuerte, que no se la ofreció en ningún momento— Hugo, ¿qué quieres decir? —No era del todo buena consolando a la gente, pero el problema era que aquello que Hugo acababa de decirle empezó a rebotar por el interior de su mente como un balón. Podía intuir qué era lo que quería decir, pero no quería creerlo. Se acercó a él, apoyando su mano en el hombro ajeno para observarle llorar totalmente destruido— Hugo… —Esos titanes son diferentes… No se les puede derrotar como a los que conocemos, pero es que… Son controlados por una voz… Me lo ha dicho Emma, que le escucha ordenarles… Aquello parecía surrealista. Mikasa se alejó de su compañero para salir del lugar. Temblaba por dentro sin ningún tipo de control y en su cabeza no dejaba de rebotarle todo lo que Hugo acababa de decirle. Era todo peor de lo que podía llegar a imaginar y el simple hecho de que aquel poder pudiera heredarse a través del embarazo le hacía perder el control de su respiración. Estaba tan perdida en sus pensamientos que fue incapaz de percatarse de que Emma estaba delante suya, chocando con la pobre nena sin ningún tipo de cuidado. Mikasa casi cae de golpe contra el suelo, mas sus reflejos la ayudaron a poder amortiguar un poco el golpe de la caída, mientras que Emma sí que caía con algo de fuerza contra el suelo de culete. —¡Emma, perdona! —Se disculpó apenada, mientras se acercaba a la pequeña para ver que todo estaba bien en ella— ¿Te has hecho daño? Emma negó con rapidez a la vez que intentaba aguantar las lágrimas— Estoy bien… No es nada. —Algo de daño te has hecho… —Ayudó a levantarse a la pequeña con cuidado a la vez que ella se sentaba sobre sus piernas para observarla con atención— Si te duele algo vamos a ver a Mimi, que es una médica increíble. Emma negó con rapidez, mientras le sonreía con debilidad— Ya os queda poco de misión… —Hizo un puchero sin poder evitarlo— Y no quiero que os vayáis. —¡Oh, no te preocupes! Si nos iremos todos juntos. —No todos… —Mikasa entrecerró sus ojos con preocupación, puesto que el tono de la nena dejaba de ser inocente y deprimido para pasar a ser uno completamente extraño— Dice que en medio mes será el momento… —¿Quién dice eso? —No lo sé. No conozco la voz. —Oye, Emma… —¿Cómo se debía hablar con una niña que escuchaba voces y según la teoría de su padre era por un poder de titán transmitido a través de su madre?— ¿Es voz de mujer? —La nena negó con rapidez— ¿Y habla mucho? —Volvió a negar de nuevo— Entiendo… —Sólo da órdenes. Y la última es que hay que destruir lo que no sirve. —¿Y eso es aquí? Emma asintió con pausa— Sólo te quiere a ti, a tu bebé y a mí. El resto es eliminable. Mikasa se levantó totalmente aturdida. Se apoyó en la pared de la caseta que quedaba a su lado, intentando recuperar el ritmo de su respiración, pero aquellas palabras de la niña fueron una bomba destructora para su ser al completo. Quería convencerse de que era una broma de muy mal gusto infantil, lo que habría creído si no fuera por el comentario de Hugo, no obstante, Emma era una niña demasiado pequeña como para ser capaz de hacer uso de este tipo de humor tan hiriente y desgarrador, aunque nada de lo dicho tenía ni pizca de gracia. Hugo salió con su cara desencajada, la cual se desencajó aún más al ver el estado de pánico en el que se encontraba la morena. —Hugo… —Le llamó con un hilo de voz imperceptible— Estamos en peligro…
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