La tensión del ambiente se podía cortar con un cuchillo. Mikasa, acompañada por sus compañeros, observaba distante, angustiada y desconfiada a los supervivientes con los que hacía más de dos meses que estaba compartiendo lugar. Ellos la observaban de igual manera, como si de pronto un nuevo muro se hubiera formado entre ambos grupos. Nadie hablaba, pues era como si cada uno estuviera pensando qué era lo que debía decir y ante eso, quién era el apropiado para empezar a hablar.
Mikasa fue la que se atrevió a dar el primer paso. Notaba como su interior seguía temblando tras las palabras de Emma, de las cuales nació un miedo indescriptible. Se sentía cruel porque no sentía que hubiera mentira en las palabras de la niña y ante eso, lo único que quería era que sus compañeros fueran los que sobreviviesen. Se levantó de su asiento, cogió aire y les dedicó una amenazante mirada a todos los presentes.
—¿Todos sabíais lo de Emma? —Nadie respondió y los menos fuertes esquivaban la mirada con ella. Golpeó la mesa con fuerza, sobresaltando a algunos de los presentes— ¡Todos sois cómplices!
—Mikasa. —Oriel la llamó con un pequeño hilo de voz— Tienes razón en todo lo que estás pensando. Venís aquí con el deseo de querer salvarnos y nosotros, lejos de ser de ayuda, estiramos todo lo posible el contar la verdad. Nuestra verdad. Os hemos estado ocultando la máxima información posible porque… —El mayor cogió aire antes de dibujar una sonrisa en su rostro— No queremos salir de aquí.
Aquello fue una bala directa al interior de los cuatro compañeros. Mikasa negó levemente mientras apretaba sus puños con fuerza, pues le era totalmente imposible creer algo así. Y de pronto se sintió romper, como si toda la misión se estuviera desmoronando en sus manos. Había pasado por mucho y desde el principio todo había ido mal, ¡pero se negaba a creer que había perdido dos meses en vano! No se iba a ir con las manos vacías y su deseo ahora era el de querer salvar a aquella gente. Sus rostros eran inertes, pero se mantenían por los niños que habían nacido allí. Llevaban siete años bajo tierra, perdiendo totalmente la cordura a día pasado.
—¡Mentira!
—No lo es, Mikasa.
—¡Lo es! Perry quiere salir de aquí, de estar vigilando los muros, ¡cómo muchos de vosotros! Igual os habréis acostumbrado al temblor de los pasos de los titanes, a escuchar su eco tenebroso y a la luz artificial de las velas, ¡pero eso no es vida! Hugo, ¿quieres que tu hija viva aquí por el resto de su vida? ¿Qué futuro os espera aquí?
—¿Y allí? —Fue Matilda quien cortó ahora a Mikasa. La miraba con su rabia inicial de cuando se conocieron, mas ahora tenía algo de pesar en ella, como si estuviera a su límite— No sabes cómo es Luto ni todo lo que nos ha hecho.
—¡Porque no nos lo habéis contado! —Gritó a pleno pulmón, totalmente cansada de aquellas acusaciones vacías sin ningún tipo de respuesta— ¿Cómo vamos a saberlo si sólo os habéis limitado a ocultarlo todo? En dos meses, ¡dos meses perdidos de nuestra vida! Habéis contado que Virginia fue parte de los experimentos de Jimmy y que a los dos días de parir enloqueció, convirtiéndose en titán y que Emma tiene esos poderes heredados desde el nacimiento. ¡En dos meses y de lo último me entero hace unos minutos! —Hablaba con coraje y rabia por haber sentido que no había hecho bien su trabajo desde el principio. Si la confianza era algo que debía conseguir, ¿qué había hecho mal? Pensaba que haber ayudado a la gente habría sido más que suficiente, pero en absoluto.
—Luto nos vendió, Mikasa. —Oriel se pasó una de sus manos por sus ojos, queriendo evitar al máximo que las lágrimas recorriesen su rostro— Luto sabía del laboratorio secreto de Jimmy y entre ambos fueron investigando a los titanes. La gente que desaparecía era aquella que no se echaba de menos. Una por aquí, otra por allá y los avances los iba probando Virginia. La caída del muro supuso un problema para ambos, aunque de esto no puedo decir que sea verdad al completo. ¿Dices que los humanos se transforman? —Mikasa sólo asintió— Aquí no les hemos visto volver a su estado original, por mucho que les hayamos observado…
—Son una mente colmena. —Aportó ahora Matilda al ver cómo Oriel se iba derrumbando más y más— Parece que siguen órdenes de una voz maestra y se mantienen con ella hasta que esa voz vuelve a ordenar. Su orden ahora es vigilar la salida del sótano de la casa de Jimmy, nuestra única salida dentro del muro. ¿Cómo sacamos a más de setenta personas si no podemos en zona interior? ¿Crees que daría tiempo desde el exterior? Por eso al final nos hemos convencido y aquí no estamos mal, ¡nos hemos hecho a esta vida!
—Esta vida se acaba, Matilda. Esa voz se lo ha dicho a Emma. —Aquella afirmación sólo consiguió que Hugo se levantase de su asiento para dirigirse hacia Mikasa totalmente ido. La cogió de sus brazos con fuerza y la arrastró hasta la pared. Su rostro estaba totalmente ido y sólo respiraba furioso, como si se tratase de una fiera totalmente provocada.
Mateo puso su cuchilla sobre el cuello del contrario, lo que hizo que el resto de gente se pusiera en guardia. Matilda, Tommy y algunos más también se armaron con rapidez y ahora todos se encontraban esperando a ver quién era el que iniciaba la chispa para que todo saltase por los aires.
—¡Parad, por favor! —Gritó entonces una pequeña voz que lo observaba todo desde el umbral de la puerta. Lloraba desconsolada por el miedo que le estaba dando ver a tantos adultos de manera tan terrorífica, amenazándose con las armas y preparados para matar si era necesario.
Hugo soltó a Mikasa nada más escuchar la voz de su hija. Corrió hacia ella para pronto empezar a susurrarle cosas con tono nervioso. La abrazaba con fuerza sin poder consolar a su pequeña hija.
—No miente… —Emma cortó las órdenes que su padre le estaba dando— La voz del hombre dice que en medio mes habrá que destruirlo todo y sólo tenemos que quedar Mikasa, su bebé y yo… —Hugo rompió a llorar a la vez que negaba y volvía a explicarle que aquella voz, que lo que decía, no era real y seguramente estuviera mintiendo para meterle miedo. Emma volvió a negar, esta vez con más intensidad.
Mateo, John y Mimi miraron a Mikasa totalmente helados. Cuando Hugo salió y vio el rostro de Mikasa, sólo pudo dar una alarma para reunir a los más fuertes del lugar y aún no se habían enterado de qué era lo que estaba pasando.
Mikasa se estiró un poco para deshacer un poco el golpe que había recibido contra la pared— Yo no voy a perder a mis compañeros. Y tampoco a esta gente que vive aquí de forma inocente. Si vosotros os queréis quedar, perfecto. Pero preguntadle a la gente qué es lo que quiere, si de verdad se quieren quedar aquí o si quieren salir y empezar una nueva vida.
—No hay nueva vida, Mikasa… —La mencionada observó a Hugo llorar con desesperación— Luto no nos quiere a ninguno de nosotros, ¿no lo ves? Quiere a mi hija porque sabe que es el resultado directo de sus investigaciones. ¡Nos quiere para seguir experimentando! Y te juro que antes de eso, prefiero morir aquí abajo.
No había caído en nada de eso, por lo que sólo pudo agachar su mirada al sentirse tan patética. Claro, Emma seguramente era la primera bebé que había nacido con aquella condición de titán, lo que hacía que fuera un sujeto súper importante para aquellos que buscaban seguir con la investigación. Observó a la nena llorar sin parar, totalmente aterrorizada por toda la situación y sintió mucha pena.
—Pues muere.
Hugo la observó incrédulo antes de chasquear con molestia— ¿Me vas a matar? —Su voz sonó agria. Se levantó para caminar hacia la morena una vez más, quien se mantuvo en guardia en su sitio.
—¿Quién dice que el embarazo llegó a término? ¿Y quién que tú eres Hugo? ¡Matilda está irreconocible en comparación a sus fotos de hace siete años! ¿Creéis que os reconocerían? Cortaos el pelo e intentad coger una identidad ajena y empezad de cero. Qué pena para Luto, ¿no? Su investigación conjunta con Jimmy se ha ido a la mierda. ¡Porque esa es nuestra misión, chicos! —Miró ahora a sus compañeros— Ser unos peones que como idiotas han venido a sacar a una sujeto de vital importancia, ¡la primera niña que nace con poderes de titán!
Mateo, Mimi y John no sabían cómo debían reaccionar ante aquello. Iban a reconocer un terreno para luego pasar a querer salvar a unos supuestos supervivientes y ahora, era descubrir que entre ellos existía una niña que había nacido con poderes transmitidos, algo totalmente horrible para cualquiera que se lo contase.
—¿Eso puede ser? —La voz de Hugo cortó con los pensamientos de los principales presentes, quienes le observaron con interrogante.
—¡No, Hugo! Eso es imposible. —Matilda caminó hacia él para querer sacarle de aquellos pensamientos que estaba teniendo— ¡No va a salir bien, lo sabes!
—Pero tiene razón, Matilda. Nadie sabe que Emma nació y tenemos a muchos niños nacidos en estos siete años, ¿qué vamos a perder?
—¿La vida, tal vez?
—¿Qué vida, Matilda?
Matilda negaba sin poder para de renegar todo lo que existía ahora mismo sobre la faz de la tierra. Gritó desesperada antes de volver a sentarse en su silla bajo la atenta mirada de Oriel y Hugo.
—¿Hay algún plan? —Preguntó ahora Oriel abrumado por la cantidad de cosas que acaban de suceder.
—Decís que los titanes siguen órdenes y que la que tienen es la de vigilar constantemente la salida del sótano. —Mikasa se abrazó a sí misma mientras pensaba en algo. Cerró sus ojos intentando imaginar esta situación con Armin a su lado, ¿cómo lo abordaría él? Dejó caer sus hombros con cierta pesadez, pues estaba claro que no era algo hecho para ella.
—¿Y si lanzamos cebos? —John habló por primera vez, dirigiendo todas las miradas hacia su persona— De todos los presentes, sólo nos reconocerían a nosotros cuatro en caso de que estemos siendo vigilados, por lo que el mayor cebo ahora mismo es Mikasa, la única que podría salir de aquí y que no atacarían porque es uno de los objetivos de esa voz, que me puedo hacer una idea a cargo de quién corre.
—¿Quién? —Mikasa no pudo evitar preguntar.
—Jimmy. Si él es el que estuvo investigando es la mente central de todo. Y el que te quiera a ti es porque Eren se lo ha pedido y ahora le interesará tenerte a su lado.
—No tiene ningún sentido, John. ¿Cómo va a saber que estoy embarazada? —Cuestionó ahora nerviosa.
—Por los análisis, Mikasa. —Aportó ahora Mimi antes de tragar saliva— Si hubieras seguido el protocolo esta misión no se habría llevado a cabo, pero la adelantaste y te hiciste las pruebas la mañana de partir, así que de ser positivo ya llegaban tarde y seguramente se lo habrán dicho.
Mikasa caminó ahora hacia su asiento, tapándose el rostro con sus manos para intentar procesar toda la información que sus compañeros acababan de dar.
—Y sabes qué significa eso, ¿no? —Mimi apoyó sus manos sobre los hombros ajenos— Si Eren sabe lo que aquí se hacía…
—¡Cállate! —Gritó aterrorizada ante la idea de lo que Mimi quería añadir. Empezó a temblar por dentro, notando como de nuevo su ser perdía el control por completo. El calor y el frío se mezclaba en su interior, creando una sensación de agonía imposible de mantener. Cerró sus ojos con fuerza sin poder controlar el movimiento nervioso de sus piernas para empezar a hacerlo. Empezó a rogar y a rezar una y otra vez que Jean volviera cuanto antes para poder sacarla de aquel pozo agónico del que se había metido, como si él fuera el único salvavidas que actualmente había en su vida.
—Está bien. —Matilda se levantó una vez más de su asiento para caminar hacia Hugo y Emma— Tenemos medio mes para prepararnos y marcharnos de aquí. No vamos a sobrevivir todos, pero los que lo hagan, que nos recuerden y vivan por nosotros. —Acarició los castaños pelos de la niña, a quien le dedicó una amplia sonrisa seguida de un guiño amistoso— Coged la identidad que más afín os sea y preparad la salida.
—Haremos dos grupos. —Mikasa cruzó los dedos de sus manos para observar a Oriel con atención— Nos dividiremos y un grupo saldrá por el exterior y el otro por el interior. —Matilda fue a responder, pero Oriol se lo impidió— Los más débiles y lentos saldrán por el exterior, quienes luego bordearán el muro hasta el portón; los más rápidos y fuertes por el interior para atraer la atención de los titanes al sentido contrario del portón. A muchos no podremos matarles, pero lo intentaremos a la vieja usanza para eliminar a los posibles que sean originales.
No parecía un mal plan el cual, dentro de las posibilidades que había, era lo mejor que tenían. Mas sabían que debían ser muy rápidos y quienes salieran por el interior debían estar centrados y ser conscientes de que tenían a sus espaldas la vida del resto de la gente. Horrible y complicado, con muchísimas bajas aseguradas, pero era lo más cercano que tenían a un rayo de esperanza, algo que desde hacía siete años no habían sentido ni una sola vez. Ni de cerca.
***
Todo el mundo salió aturdido de aquella reunión de emergencia a excepción de Mikasa y de Oriel, quienes se quedaron en sus asientos en completo silencio. Oriel observaba a la joven con cierta pena por los comentarios que había escuchado y no pudo evitar levantarse para sentarse al lado de la misma. La observó mirarle con sorpresa y su rostro estaba lleno de lágrimas.
—Hugo me lo contó. —Mikasa entrecerró sus ojos con curiosidad al no entender qué era lo que estaba queriendo decirle— Lo de que tu hermano es el rey. —La vio hacer un puchero de nuevo y sólo pudo abrazarla con debilidad— Mira, pequeña, una madre se vuelve una bestia cuando se trata de su criatura. Se pone el mundo por montera y no hay ser divino que la pare. Y eso vas a ser tú. —La escuchaba gimotear con debilidad— Tu bebé estará a salvo porque tiene a una madre súper fuerte que va a darlo todo por protegerle, ¿verdad? —Mikasa ahora aceptó el abrazo, dejándose arropar por los débiles brazos del anciano— Un embarazo debe ser una experiencia feliz para una madre que lo desea, aún siendo una sorpresa, por eso no tiene que dejar que la hagan pequeña, al contrario. Mikasa, tienes que ser fuerte. Terriblemente fuerte porque el mundo es un mundo cruel. No puedes dejarte caer, esta pesadilla empieza ahora y durará hasta el final de todo. —Empezó a acariciar su liso y negro cabello con cariño, dejando que se desahogase.
—Está todo mal conmigo, Oriel… Aunque quisiera, yo no puedo sola contra el mundo.
—Que te lo crees tú, pequeña. —Sonrió de forma casi imperceptible— Cuando tengas a tu criatura, cuando la cojas por primera vez, verás el poder que tienes realmente y cómo el mundo se hará pequeño bajo tus pies. Esa bestia se mostrará tal y como es, te lo aseguro.
Se apartó del hombre con suavidad, limpiándose las lágrimas una última vez antes de mirarle con agradecimiento. Oriol cogió su rostro con sus manos para posar un débil beso en su frente, acto que la pilló totalmente por sorpresa, pues nunca había recibido un beso así. Había visto a gente recibirlos, mas nunca se había cuestionado cómo debía sentirse y por primera vez sintió la calidez que aquello aportaba. Agarró las manos contrarias para acariciarlas. Era su manera de dar las gracias.
—A todo esto… —El cálido y familiar ambiente que se había formado entre ambos se vio disuelto por Mikasa— ¿Puedo ir al laboratorio de Jimmy?
—Claro, pero no queda mucha cosa. En estos siete años lo hemos puesto patas arriba muchísimas veces.
—¿Y no había documentos ni nada?
—¡Oh, claro! Están todos aquí. —Oriel se levantó con su máxima rapidez hasta uno de las estanterías que habían creado durante su estancia bajo tierra. Cogió unas cuantas carpetas llenas de papeles dados de sí y las puso delante de Mikasa— Esto es todo lo que encontramos. ¿Quieres estudiar?
Mikasa negó con debilidad— Me las quiero llevar. Yo no entiendo nada de esto, pero conozco a una persona que esto le vendría genial para investigar.
—¿En serio?
—Si pudo crear a los titanes… Supongo que se podrán curar, ¿no? —Cuestionó levantando sus hombros de forma interrogante, hecho que fue seguido por el mayor y ambos se quedaron asintiendo casi de forma automática.
***
Los grupos ya estaban hechos. La base subterránea se había quedado totalmente desolada tras haber sido recogida casi en su totalidad. Ellos llevaban casi tres meses allí y el pinchazo de ver el lugar vacío era muy real. Vacío y lleno a la vez de pánico, el cual se iba haciendo cada vez más palpable a medida que se acercaba el día que Emma había oído decir a aquella voz.
Se terminaron de preparar. El pantalón de Mikasa ya no podía ceder más puntos al botón, por lo que habían tenido que improvisar una especie de cinturón que le protegiese toda la zona abdominal. Su barriga ya empezaba a notarse, aunque podía ocultarla un poco más de tiempo si la situación lo requiriese, y era lo último que necesitaba para ser plenamente consciente de que su cuerpo ya estaba dando pasos agigantados para el cambio. Y eso la ponía nerviosa. Muy nerviosa. Notó la mano de Mateo sobre su hombro derecho y al mirarle pudo ver que le ordenaba el inicio de la misión.
Comenzaron a caminar para encontrarse con Tommy, Matilda, Hugo y el resto de compañeros. Les esperaban con cierto nerviosismo, pues hasta ellos empezaron a percatarse de que había llegado el momento de la verdad. Sus rostros habían cambiado, ya no sólo por la esperanza, sino por aquellas nuevas apariencias que habían adquirido para empezar una nueva vida lejos de todo aquello. Cuando les vieron llegar, empezaron a ascender por el pasillo que daba lugar a la casa de Jimmy.
A medida que se iban acercando el sonido de los pasos se iba haciendo cada vez más y más palpable, cosa que no dejaba de atormentar a los tres exploradores que llegaron allí hacía más de dos meses. Al retumbar de los pasos se les unía un quejido extraño que sólo aumentaba más la tensión entre la mayoría de los presentes a excepción de Mikasa, la cual ya estaba bastante hecha al terror de los titanes.
Empezaron a colocarse según la formación. Todos se dispusieron en dos filas pegadas a las paredes de aquel pasillo menos Mikasa, la cual acomodó su equipo tridimensional mientras miraba al resto de la gente posicionarse. Cuando le dieron el visto bueno cogió aire para abalanzarse sobre la trampilla.
Todo fue en una milésima de segundo y bajo la atenta mirada de todos aquellos titanes, salió a toda velocidad.