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Mil motivos para odiarme

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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 11

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Salió disparada desde el agujero de la trampilla y rápidamente se percató de que los titanes la observaron con atención, como si la estuvieran analizando para ver si debían o no atacar. Ella no lo pensó y salió disparada de la casa para poder rodearles, posicionándose sobre uno de los tejados más cercanos a ella y cuando se percató de la atención recibida, gritó para anunciar al resto de la gente que salieran. Lo hicieron como lo habían apalabrado, aunque sin práctica la cosa podía ser diferente. El inicio fue tal y como planearon y poco a poco fueron saliendo de aquel agujero de forma estudiada. Mikasa observó cómo sus compañeros lograron salir y con ellos Tommy, Matilda y Hugo, mas cuando ya habían salido más de la mitad uno de los titanes golpeó el agujero, haciendo que las primeras bajas empezaran a ser reales. Hubo gritos ahogados, los cuales se intensificaron cuando vieron que los titanes empezaban a escarbar en el agujero, empezando a sacar cuerpos, algunos con vida y otros sin ella. Mikasa se abalanzó sobre ellos, atacándoles donde sabía, mas fue inútil. La herida se curaba en segundos. El titán atacado palmoteó su nuca con furia, pero Mikasa pudo esquivarlo sin problema, aunque por el camino observó como un par de titanes se acercaban a ella. Los esquivó también con facilidad hasta posarse en un tejado más alejado. Los que lograron salir la siguieron y vieron como todos los titanes presentes centraban su atención en ellos. —¡Tenemos que alejarles cuanto antes! —Gritó Mateo con todas sus fuerzas. Pudieron contar ocho custodiando la casa y otros tres grupos venir por las calles que daban acceso a la misma. Por el momento no se veía a ningún excéntrico cerca, cosa que daba hasta tranquilidad. Los observaron dirigirse hacia ellos, tal y como tenían pensado que iba a ocurrir. Todo parecía estar marchando bien, iban alejando a los titanes según querían. Los más fuertes se iban a encargar de ser el cebo para ellos y los menos, de asegurar la entrada y seguridad del grupo que estaba fuera del muro. Iba todo bien y hasta hubo alguna que otra caída titán, por lo que con ello se confirmaba que era cierto que los titanes estaban mezclados entre ellos. Mikasa les observaba con atención, intentando buscar los puntos débiles, intentando atacar por todas partes sin parar cuando tenía ocasión. Cortaba las piernas de arriba abajo y luego lo intentaba con los brazos, pero se regeneraban con una velocidad pasmosa. Intentó cortar algún que otro cuello, pero ante aquella zona los mismos se protegían, demostrándole tener consciencia de qué era lo que intentaba, por lo que igual el cuello era una zona débil. Se acercaron al bosque principal del lugar, aquel en el que se adentraron el primer día de la misión. Decidieron hacerlo para poder emboscarles y poder tener la seguridad de los árboles en caso de encontrarse con algún problema por el camino. Se posaron en grupos en las ramas más altas, viendo como los titanes les observaban y estiraban sus brazos para darles alcance. —En ese aspecto no se diferencian mucho de los de fuera. —Comentó Mikasa a Mateo, quien se puso a su lado y los observaba con la misma atención que ella. —¿Cómo estás? —Bien. Un poco cansada de más, pero me mantengo bien. —Has hecho la loca. —La regañó con molestia ahora que centraba su mirada en ella. —Intentaba encontrar un punto débil. —¡No es el momento! —¡Lo es, Mateo! ¿Y si pasa cualquier cosa? Deberíamos estar preparados para poder llevar a cabo un contraataque. —Para lo que debemos estar preparados es para cuando veamos al resto de la gente aproximarse al portón, dar orden de que se abra e ir cagando leches. —Que sí, que sí… —Suspiró con pesar ante la regañina que su compañero le estaba ofreciendo. Dirigió su mirada hacia la parte del muro por la que debía aparecer el grupo y su corazón empezó a latir con fuerza al no ver movimiento. No dependía de ella, mas era cierto que se sentía intranquila ahora que no tenía el control al completo. Quería ir hacia allí para ver si todo estaba bien, pues tampoco era normal que aún no hubiera aparecido nadie— ¿No están tardando mucho? Mateo tampoco estaba tranquilo con la tardanza de ver aparecer a la gente. Su mirada estaba dirigida al mismo lugar y su corazón parecía que se le iba a salir en cualquier momento. No fue mala decisión la de dividir los grupos, aunque por su parte ya se habían quedado muy cojos y la mitad del equipo ya estaba perdida, así que el otro, compuesto por mayores, niños y aterrados, no es que fuera a tener una tasa mayor de supervivencia. Apretó sus manos con fuerza, deseando que pronto empezasen a aparecer. —Si no aparecen deberíamos ir. —Añadió Mikasa ante el silencio de su compañero. —Mikasa… Ya sabes qué grupo es y si nosotros hemos perdido a más de la mitad, ellos… —¡No puedo quedarme parada, Mateo! —Gritó preparándose para saltar y dirigirse hacia la tabla, pero un silbido la paró de golpe. La tabla se movió y poco a poco empezaron a aparecer diferentes personas, todas ellas aterrorizadas. Tal cual salían se arrimaban al muro para empezar a caminar hacia el portón. Lo hacían en fila india y con la máxima velocidad que podían. Uno tras otro empezaron a salir y por lo que parecía a simple vista, estaban teniendo más suerte que ellos. Mikasa suspiró aliviada antes de devolver su mirada hacia los titanes que tenía bajo sus pies. No eran nada diferentes a los que había fuera de los muros y hasta parecían tener la misma inteligencia, mas poco a poco se empezaron a mostrar más atentos a sus movimientos para adaptarlos a ellos mismos, pues uno de ellos empezó a escalar con lentitud. —Tenemos que cambiarnos de árbol, Mikasa. —Sólo asintió, siguiendo a su compañero hasta la copa del que había al lado del que estaban. —Mateo… —El llamado sólo respondió con un débil sonido— Tengo miedo. Se giró para observarla con atención. No parecía deprimida ni que hubiera perdido ni un ápice de su característica frialdad, pero aquello le llamó la atención y sólo pudo abrazarla con fuerza— Oye, todo irá bien, ya verás. —No es por la misión, es por Eren. —Se apartó de los brazos contrarios con suavidad, pues tampoco es que pretendiese ser descortés por la amabilidad de su compañero y, además, esos brazos no eran tan fuertes ni la hacían sentir tan protegida como los de Jean— Cuando la misión acabe… ¿Podemos seguir manteniendo el contacto los cuatro? Mateo rió con debilidad antes de darle un leve golpe en su hombro derecho— La verdad es que ninguno de los tres queríamos alejarnos de ti. Eres difícil de entender a la primera, pero cuando se te conoce, aunque mantienes ese lado enigmático y por el cual nunca sabes qué estás pensando, eres totalmente diferente. Tienes un humor horrible y a veces estaría bien que te rieses más, pero la vida te lo está poniendo difícil. Te hemos cogido cariño y la verdad es que hasta queremos conocer a tu bebé cuando nazca. —Le guiño entonces un ojo con complicidad— Hasta que vuelvan tus amigos, nosotros podemos ser parte de tu mundo. —Y aunque ellos vuelvan… —Añadió con agradecimiento, pasando ahora a darle un golpe en su hombro. Dirigieron su mirada una vez más hacia el grupo de gente, quienes iban avanzando a buen ritmo y todo parecía ir según lo planeado, no obstante, fue pensarlo y empezar a sonar las alarmas del muro. Aquello alertó a todos los presentes, mas no por el sonido de las campanas, sino por la actuación de los titanes, quienes dejaron de lado su fijación en ellos para empezar a tomar el rumbo hacia el grupo de supervivientes. Empezaron a correr con una velocidad nunca antes vista ni para los veteranos del lugar. Salieron hacia ellos con toda la rapidez posible, pero la actitud titán había cambiado por completo. Empezaron a gritar a los supervivientes para que empezasen a correr con todas sus fuerzas, mas aquello fue infructuoso pues los mayores empezaron a caer por los nervios y el pánico de la situación. Los soldados que habían sobrevivido se abalanzaban sobre los titanes, quienes les ignoraban. Mikasa, Mateo, John, Mimi, Tommy, Matilda, Hugo y el resto peleaban por impedir que llegasen. Atacaban a los pies y a veces conseguían que alguno cayese, pero estaban siendo totalmente ignorados. La gente empezó a dispersarse por el pánico, lo que hizo que algunos soldados tuvieran que socorrerles, empezando así a sumarse las bajas. Algunos titanes ya llegaron al grupo y empezaron a atacar a los supervivientes. Y aquello fue demoledor, pues no tenían la orden de devorarlos, sino de matarlos. Los titanes empezaron a lanzar los diferentes cuerpos y los gritos se iban apagando cada vez más rápido. Mikasa y Mateo seguían con su idea de atacar sus piernas, pero su recuperación era mucho más rápida de lo que esperaban y antes de caer casi que estaban volviendo a levantarse. Empezaba a ser frustrante, así que la única solución ahora era salvar a los máximos posibles. Mikasa ordenó cambiar el plan de ataque e intentar recoger a la máxima gente posible, pero pronto le hicieron saber que era inútil. —¡Mikasa! —Escuchó a Oriel gritarle desde la lejanía. Acudió con una velocidad pasmosa y el hombre, entre lágrimas, le encargó la protección de dos niños que estaban bajo su guardia— ¡¡Llévate a los niños!! Ellos valen más que nosotros para el futuro. —¡Pero…! —¡Nada, Mikasa! No podemos hacer nada, así que salvad a los máximos niños posible. ¡Nosotros sabíamos que podía pasar! —Oriol le hizo cargar con uno de los niños al frente, el más pequeño, y el más grande se lo subió a la espalda— Mikasa… Mil gracias… Y cuida mucho de tu bebé… No dejes que este mundo acabe contigo… Eres más fuerte de lo que piensas, mucho más fuerte… Y mira que sabes que lo eres… —Volvió a posar un último beso en su frente— ¡Va, vete! ¡¡Marchaos!! —¡¡Chicos!! Coged a todos los niños posibles y marchemonos. —Ordenó intentando mantener la máxima compostura posible. Empezó a desplazarse entre los edificios, sorteando a todos los titanes posibles, para llegar cuanto antes hacia el portón, el cual empezaba a abrirse con lentitud. El llanto de los niños empezaba a ahogarla y el peso de ambos no le permitía ver cómo estaban yendo sus compañeros. Llegó al portón, cuyo aún faltaba para que se abriese, no obstante podía escuchar diferentes voces nerviosas recibiendo diversas órdenes para poder llevar a cabo la salvación de los supervivientes. Cuando posó sus pies en el suelo, se agachó para hacer que los niños pasaran por debajo. Ordenó que los cuidasen, que eran supervivientes, mientras volvía a su misión de ayudar al máximo número de personas, pero al girarse no pudo evitar quedarse congelada. Mimi llegaba con dos hermanos sobre ella, seguida de John y tras él Mateo. Tommy ya había sido alcanzado por uno de los titanes y Matilda y Hugo estaban siendo seguidos muy de cerca. Quiso abalanzarse para ayudarles, pero Mimi la paró. Su mirada la hizo entender que era un acto suicida y de pronto uno de los titanes estiró su brazo para agarrar a Hugo, quien llevaba a Emma sobre sí, pero Matilda se interpuso ante aquel ataque y su cuerpo salió volando hacia el muro. Hugo no quiso mirar y sólo pudo acelerar un poco más. El portón estaba cada vez más abierto, consiguiendo que Mimi entrase a los niños, mas de pronto Mikasa la empujó para que entrase también, siendo recogida por diferentes soldados del interior. Repitió lo mismo con John y Mateo directamente se agachó para dejar pasar a las dos niñas que llevaba sobre sí. Mikasa centró su mirada en Hugo y ocurrió: el titán acabó por alcanzarle. Mikasa sin pensarlo se dirigió hacia él para cortar los dedos del ser, pero era inútil. —¡Mikasa! —Hugo había levantado los brazos para impedir que el titán atrapase a su hija con él— Cuídala, por favor… —¡No, Hugo! —Gritó sin parar de intentar cortar los dedos, pero se habían vuelto duros, igual que había hecho Annie. —¡Mikasa! —Mateo fue derecho a por ella, agarrándola por la cintura con fuerza. —¡Llévatelas, Mateo! —Aprovechó para dejar caer a Emma sobre los brazos de Mikasa— Confío en vosotros… No dejéis que Luto se la quede, por favor… Cuidadla… Es lo único que me queda… Mikasa sólo pudo gemir con pesar. Agarró a Emma con fuerza y ella le respondió. Lloraba sin parar en su regazo. Mateo la agarró con más fuerza para separarla del titán, detrás del cual empezaban a aparecer aún más. El portón no estaba lejos, pero debido al peso que llevaba no pudo mantener el equilibrio y los tres cayeron con fuerza rodando por el suelo. Los titanes se aproximaban con rapidez. Mateo se levantó todo lo rápido que pudo, mas diferentes brazos empezaron a tirar de él y pudo ver que también de Mikasa. No tardaron en estar dentro del muro y la orden de cerrar el portón no tardó en llegar. —¡¡Mikasa!! —Gritó Mimi totalmente descompuesta al verla emitir diversos sonidos de queja— ¡¡Un médico, por favor!! Está embarazada. —Rogó poniéndose a su nivel— ¿Estás bien? —Me duele… —Se protegía el vientre con su brazo derecho, mientras que con el izquierdo protegía a Emma, la cual no podía dejar de llorar— Lo siento, Emma… —La niña sólo negó mientras se abrazaba con más fuerza a su cuerpo.

***

Se despertó por culpa de un leve rayo de sol que empezó a atacarla sin ningún tipo de compasión. Gimió débilmente mientras se tapaba con su brazo izquierdo, el cual pudo observar que tenía una pequeña vía en él. Se sentía derrotada, como si le hubieran dado la paliza de su vida y pese a tener su brazo tapándole aquel dichoso rayo solar, sentía que no era capaz de visualizar dónde se encontraba. De pronto, la cortina tapó a aquel endemoniado enemigo que la estaba matando. Aquello la alertó, haciendo que se apoyase sobre su brazo derecho para ver quién estaba allí. —Menudo susto nos has dado, Mikasa. Se quedó helada al verle allí, asegurándose ahora de que la cortina estaba bien como para evitar que siguieran molestando. —Eren… —El médico dice que ha sido por un pelo. —Anunció acercándose a ella. Se sentó sobre la cama, observándola con atención y en su mirada se podía denotar cierto pesar por la situación que estaba viviendo— Reposo total, pues cualquier mal movimiento podría hacer que perdieras al bebé. Tragó saliva, pero tenía la boca tan seca que le fue imposible tragar absolutamente nada— Yo… —A partir de ahora cumplirás con los protocolos y te harás los análisis cuando toquen. Por culpa de tu cabezonería no se pudo llegar a tiempo para impedir que fueras a la misión. —Aquello fue una orden tajante, sin opción alguna a rechistar. Entonces acercó su mano izquierda hacia el vientre de su hermana y sonrió de forma casi imperceptible— Ya se te nota… Se sentía totalmente paralizada. De entre todas las personas, nunca llegó a esperar a su hermano allí, que entendía que se encontraba en algún tipo de hospital. Cogió aire con fuerza para intentar decir algo, por poco que fuera. —Eren… —Su mirada fijada en ella la congelaba, pues sentía como si hubiera algún tipo de pena en ella— ¿Qué haces… aquí…? —Cuidar de mi hermana. —Pero… Un abrazo, de aquellos que nunca le regalaba, fue lo que recibió de golpe. Los brazos fuertes de Eren la rodearon con una fuerza agridulce para ella, pues en otro momento posiblemente aquello hubiera sido su paraíso, su lugar seguro, mas ahora lo sentía de una manera totalmente extraña y más después de todo lo que había descubierto. No pudo responderle, pero porque seguía totalmente paralizada y lo único que fue capaz de hacer fue derramar lágrimas de dos en dos. —Lo siento, Mikasa. De verdad que siento mucho lo que hice… Quería alejarte de mí para protegerte, porque sé cómo eres y también conozco a mi equipo y sé que a la larga sólo iba a tener un disgusto mayor, pero… Cuando me dijeron que estabas embarazada yo… —Se apartó de ella para apoyar ahora su frente sobre la contraria— Fui súper feliz porque así nuestra familia se iba a ver ampliada una vez más, aunque… ¿Quién es el padre? La pregunta hizo que su corazón pasase por varias fases. La primera, la de empezar a latirle con una rapidez y una fuerza tan bruta que sentía que le iba a escapar de su pecho, para luego perderla y notar como casi se le para de golpe. Empezó a sudar frío y a sentir un temblor interior que la dejó totalmente fuera de combate. ¿Qué debía decirle? ¿Cómo iba a reaccionar si le decía la verdad? Estaba totalmente anulada y en un punto en el que desconocía por completo a su hermano. Pasó por darle una paliza para ahora querer ser el mejor del mundo y el más preocupado por su criatura, ¿pero lo habría sido si no estuviera embarazada? Las lágrimas empezaron a caer de nuevo, mas no eran de pena, sino de miedo. Por algún motivo sentía pavor de pronunciar el nombre de Jean. —Ey, Mikasa, ¿qué pasa? ¿Acaso es fruto de algo horrible? Porque si es así te juro que voy a buscarle para matarle. —Su voz se tornó molesta, la cual contrastaba con la suavidad con la que acariciaba su rostro. Muchos le habían dicho que había perdido mucha paciencia con el paso de los años, que estaba llegando a su límite, lo cual no podía negar porque sabía perfectamente que así era. Mikasa negó como pudo, mientras tragaba la poca saliva que había en su boca— Agua… —Fue lo único que pudo decir, pues necesitaba alejar a Eren de su rostro. Sentía que se quedaba sin aire, que él se lo arrebataba con su propia presencia. Le acercó un vasito con un poco de agua, el cual aceptó y bebió con rapidez. No dejaba de notar la mirada de él sobre ella y de pronto posó sus dos manos sobre su vientre, palpándolo con un cuidado nunca antes visto en él. Bajó las sábanas que tapaban su cuerpo y levantó el camisón para poder observar aquel vientre que ya mostraba su forma. Apoyó su cabeza sobre el cuerpo contrario, cerrando los ojos para sentir al máximo a aquella criatura que empezaba a formarse en el interior de su hermana. —Aunque… Me hago una idea de quién puede ser… —Dijo de pronto— Cuando me enteré hice mi investigación y tus vecinas son curiosas de más y les gusta hablar… —Entrecruzó sus brazos por la espalda de Mikasa, intentando quedarse ahora con todo el tacto y olor posible de la contraria— ¡Pero ahora no es lo importante! Lo que importa ahora es que te recuperes. Historia está a nada de dar a luz, pero ya lo sabe y le he dicho que en cuanto te dejen salir de aquí, nos iremos a palacio. —Su tono cambió por completo para sonar dictatorial. Cogió aire con fuerza antes de separarse del vientre ajeno. —No… —Su voz salió de forma casi imperceptible, pero lo suficiente como para hacérsela llegar a Eren, quien la empezó a mirar con una mezcla de sorpresa y molestia— Quiero irme a mi casa… —No lo entiendes. —¡Lo entiendo, Eren! —Gritó con cierto temor e intentando controlar su respiración una vez más— Sé lo que es reposo absoluto, sé que ahora no debería mover ni un pelo, ¡pero no voy a irme al palacio! Ese no es mi hogar y no quiero que ahora vengas a controlarlo todo. —No estoy controlando nada, sólo eligiendo lo que es mejor para ti. —¡Eso lo puedo decidir yo! —Agachó su mirada a la vez que agarraba la tela de su camisón para tapar su vientre. Arrugó la tela con enfado, pues estaba sintiéndose totalmente anulada, como si de pronto fuera incapaz de tomar cualquier tipo de decisión por sí misma. —¡Pues no lo parece! Porque ahora mismo no estarías en esta situación si de verdad supieras decidir o tomar buenas decisiones. —Alzó su mirada con total desprecio por sus palabras. Se sintió atacada, como si él ahora supiera qué era lo mejor para ella— Perdona, no quería decir eso. —¡Querías, Eren! —¡No quería! —Volvió a su actitud defensiva, acercándose a ella con rapidez. La cogió de las manos, las cuales empezó a besar con rapidez— De verdad que lo siento… Es que… Me da miedo ahora que te pase algo… Y al bebé. Te conozco lo suficiente como para saber lo deprimida que te volverías si pasa algo. —No va a pasar… Porque voy a cuidarme y estaremos bien. En casa, tranquilos. —Resaltó cada palabra con intensidad. La mirada de Eren dejó de lado toda la pena para pasar a la más profunda de las molestias. Soltó sus manos para levantarse y sentarse ahora en el sillón que estaba a su lado. No dijo nada más. Y el silencio sofocante empezó a quemar todo el interior de Mikasa.
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