ID de la obra: 777

Mil motivos para odiarme

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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 12

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Estuvo una semana bajo la atención médica del lugar. Le hicieron mil pruebas y no dejaban de hacerle un seguimiento exhaustivo al estado de su bebé. Le confirmaron que se encontraba de cuatro meses y aquello fue como una bomba, no porque no quisiera estar en su estado, sino porque le esperaban cinco largos meses de gestación en los que no iba a poder hacer casi nada y, para más inri, debía llevar extremo cuidado para no tener ningún problema añadido o, peor aún, perder a su criatura. Eren se había quedado con ella toda esa semana, apenas la había dejado sola ni un segundo y en todo aquel tiempo sólo pudo sentir que no entendía nada de en lo que se había convertido su hermano. Hablaron de la misión, le pidió información sobre sus compañeros y los niños supervivientes y respiró aliviada cuando supo que estaban bien, aunque algo dentro de sí se marchitó ante la cantidad de gente que se había quedado dentro de Quinta, encontrando un final en aquella esperanza nacida por la libertad. Sintió que había fracasado y no podía dejar de pensar en las amistades que había creado, rememorando sobre todo el recuerdo de Oriel y Hugo, quienes sus rostros y últimos momentos le venían sin cesar al caer la noche, cosa que era incapaz de entender después de toda la experiencia que tenía en el campo de batalla. Si fuera la primera vez lo entendería, pero es que aquel era el problema, que no lo era y que sentía que había visto a alguien morir como si fuera la primera vez, sintiendo lo mismo que cuando vio a Ian sacrificarse. Su mente divagaba tanto durante tantos ratos que Eren no tardaba en percatarse y siempre le preguntaba por cómo se encontraba, como si quisiera tener un completo de todo lo que le ocurría. Pese a que lo intentaba, Mikasa sentía que ahora se había creado una brecha enorme entre ambos. No le contó nada de lo que descubrió de los experimentos de Jimmy, a pesar de notar que Eren tenía muchísima curiosidad por todo lo que le habían contado los supervivientes. Fue desconfianza. Una desconfianza total la que nació tras despertarse después de Quinta, pues había algo que de verdad se estaba cociendo, tal y como le anunció Armin, pero nunca llegó a imaginar que iba a ser una investigación titán. Ante su falta de información Eren se volvía a enfadar y a guardar silencio durante horas, cuyo enfado se le pasaba cuando le traían la cena o la comida, que era cuando de pronto quería volver a ser un hermano útil y la ayudaba con cortesía. Y Mikasa aceptaba intentando ser la mejor actriz del momento, queriendo ignorar el hecho de que había una única orden: sólo debían existir tres supervivientes, entre ellos su bebé cuya existencia era conocida por más de los que le hubiera gustado. Y así pasó una agónica semana. Quizá era por sus ganas de salir, de tomar el aire o de sentirse liberada de aquel hospital que el mecer del carruaje la estaba dejando totalmente adormilada. Se apoyó sobre el asiento, observando con calma el pasar de casas y comercios. Apoyó sus manos sobre su vientre, todo bajo la atenta mirada de su hermano. —Historia me pidió estar con ella en el parto, pero si estás tú no creo que sea lo oportuno. —Comentó de pronto. Eren sólo pudo suspirar de forma tendida— ¿Qué? —Dirigió su mirada hacia él con sorpresa por su reacción. —Nada, no he dicho nada. —Justamente. —¿Tengo que decir algo? —Movió sus manos y alzó sus hombros con pesadez, pues tampoco es que considerase que tuviera que aportar nada— Es mi hijo, ya. Iré al parto, claro. ¿Qué quieres que diga? —Eso. Que confirmaras que vas a estar tú y se lo hagas llegar a Historia. —¿Te da miedo acaso? —¿El qué? —Que tenga el alumbramiento sola. Pensó unos segundos qué debía decir, pues ahora sentía de forma clara lo que percibió en Historia. La verdad es que ella ahora tenía mucho miedo de tenerlo sola y comprendió que la reina se lo pidiera, pues mientras tuviera a alguien que la apoyase, todo iría bien. El sólo tener a alguien que te acompañase, que te agarrase la mano y te hiciera sentir que todo iba bien era un apoyo enorme en un momento tan crucial. Y eso es lo que ahora ansiaba, que Jean estuviera para entonces. Entrelazar sus dedos con los contrarios y sentir su apoyo en aquel momento tan importante para ambos era lo que deseaba. Ver juntos el rostro de su criatura y emocionarse mientras la escuchaban llorar a pleno pulmón. Esos pensamientos la abordaban sin ningún tipo de control, consiguiendo que hubiera llegado al punto en el que no quería a nadie más para entonces que no fuera a Jean. —¿En qué piensas? —Le cortó de pronto al verla volver a perderse entre sus pensamientos. Ella sólo negó y el silencio volvió a hacerse entre ambos, aunque poco duró. El carruaje paró su marcha y no tardaron en abrir ambas puertas. Habían llegado a la casa de la morena— Ale, ya hemos llegado. La ayudaron a bajar con total cuidado y dirigir su mirada hacia la fachada de su hogar hizo que una extraña sensación de mariposeo se hiciera con su interior. Estaba deseando entrar y poder acomodarse. Soltó la mano de aquel guardia y lo primero que hizo fue abrir su pequeño buzón, acto que le partió el alma al encontrarlo totalmente vacío. Nadie le había escrito nada. Sintió un peso descorazonador sobre ella, como si le hubiera caído cientos de kilos encima de una decepción extraña. ¿Acaso se había ilusionado de más pensando que Jean la iba a tener en su mente? ¿Y qué con Armin? ¿Por qué no había recibido ninguna carta en estos meses? Cerró con calma, intentando no mostrar ni un ápice de la pena que se le había clavado en su ser. No era capaz de levantar cabeza. —¿Todo bien? —Notó la mano de Eren posarse sobre su hombro, mientras abría la puerta de la casa. —Pensaba que me habrían escrito alguna carta… —Fue lo único capaz de responder antes de entrar en su casa. Se sentó en una de las sillas que presidían aquel pequeño salón y cocina. No podía dejar de darle vueltas a que no hubiera recibido ninguna carta. ¿Acaso se habían enfadado con ella? ¿Igual Jean se había sentido tan mal por lo ocurrido que había preferido tomar distancia? ¿Igual se lo había contado a Armin y se habría decepcionado con ella? No tenía sentido nada de eso. Igual Jean tenía más derecho, pero Armin no se iba a molestar, no era su vida, así que lo mejor sería autoconvencerse de que estarían muy liados y por eso no habían tenido ni un segundo para dedicárselo a ella, quien tampoco era tan importante. Un pequeño estruendo la asustó, despertándola de aquellos nuevos pensamientos. Dirigió su mirada hacia la cocina y observó a Eren rebuscar algo en ella. —¿Qué buscas? —La tetera. Con lo pequeña que es esta casa y soy incapaz de encontrar nada. —Aquello le hizo algo de gracia. Sólo le señaló el mueble de su derecha, el cual al abrirlo ya la encontrabas— Gracias. La próxima vez no me pasará. —Eren… —Sólo le dedicó un pequeño sonido, pues estaba completamente centrado en preparar el té. Le observó con atención y como su largo cabello se paseaba por su rostro. Se había endurecido con todo lo que habían vivido y una parte de ella se cuestionaba si no estaba siendo demasiado dura con él, si toda su forma de actuar era fruto de su miedo a perder lo que quería. No lo sabía, mas le era totalmente imposible entenderle y saber hasta qué punto podía estar segura y confiada en su persona— Armin y los chicos… ¿Te han escrito? Tardó un poco en responder, el tiempo de dejar la tetera preparada. Se sentó sobre la silla que había frente a ella y sólo asintió— Me preguntó por ti. —Los ojos de Mikasa se abrieron con ilusión sobre quién podría haberse preocupado por ella, algo que notó él— Armin. —Añadió con rapidez para disipar todas sus dudas y entonces lo vio, se percató de aquella decepción que se había dibujado por su mirada. Y eso le retorció el corazón— Pero me dijo que estaban muy ocupados con las negociaciones y que apenas tenía tiempo para nada más, así que me escribió menos y nada. Qué respuesta más pobre. Armin le sacaría tiempo al tiempo si se tratara de saber sobre ellos, así que sólo pudo asentir débilmente para darle la razón. —¿Más tranquila? —Sí, claro. Sus manos fueron agarradas por las de Eren, quien empezó a acariciarlas con suavidad y no supo cómo debía responder a aquello, así que sólo le dejó hacer hasta que la tetera empezó a dar señales de que estaba lista.

***

La luna ya reinaba el cielo cuando Eren se marchó. En un inicio quiso quedarse aquella noche, pero no podía soportar el hecho de no poder tener un momento para ella misma, para poder asimilar todo lo que había pasado en todos estos meses y le pidió por activa y por pasiva que se marchase con su mujer, quien también le necesitaba. Le costó convencerlo y cuando salió por la puerta, la aseguró una vez escuchó que se había marchado. Por fin se dispuso a entrar en su habitación, pero algo raro había en ella. La observó de arriba abajo, intentando encontrar qué era lo que no estaba como debería. Alguien había estado allí, estaba segura. Se acercó a la cama, a la cómoda y fue cuando llegó a la mesita de noche cuando vio que le faltaba un pequeño trozo en la esquina del cajón. ¿Quién habría querido entrar y para qué? Se dispuso a estudiar su casa de arriba abajo y no encontró nada más fuera de lo usual. Chasqueó con molestia y pronto sintió un pequeño pinchazo en su vientre. Se sentó en la silla de su escritorio. No era muy grande, sólo contenía dos cajoncitos a los lados y la tabla, nada más, pero era suficiente para ella. Abrió el que estaba a su derecha y de allí sacó unos cuantos papeles, en los cuales se dispuso a escribir. Se había prometido ser sincera. Cuando se le confirmó su estado aceptó que iba a ser totalmente sincera con Jean y no le guardaría ninguna información. Se iba a desahogar por completo con él. Las horas volaron y la noche cada vez estaba más profunda cuando terminó de escribir la última carta a Armin. Necesitó tiempo para contarles todo lo que había ocurrido, pero es que necesitaba desahogarse por completo. Se levantó con cuidado para pasar a su cama y allí suspiró de forma tendida. Echaba de menos su cama y lo mullido de su colchón la atrapó de tal forma, que no iba a quejarse. Posó sus manos en su vientre, acariciándolo con suavidad mientras estudiaba la forma que tenía y de pronto sintió que no pudo más. Se abrazó con fuerza antes de empezar a llorar con una desolación nunca antes vista. Su misión había sido un fracaso, no se creía que nadie le hubiera escrito en todo este tiempo y por si fuera poco, se sentía horriblemente sola y asustada, como si fuera un cachorrito al que acababan de abandonar. Se giró para agarrar su almohada con fuerza, ahogando en ella su agónico llanto. ¿Qué iba a ser de ella? ¿Cómo iba a enfrentarse a todo? No se veía con esa fuerza de la que Oriel tanto le habló. Era imposible, pues todo se le estaba atragantando y no veía ningún tipo de salida. Quería gritar, salir corriendo, irse fuera de los muros para coger el primer barco que la llevara hasta sus amigos y recibir un abrazo, de quien fuera, acompañado de la promesa de que todo iba a ir bien. Y sin saber cuándo cayó rendida al sueño.

***

El sonido de la calle, de la gente paseando por ella fue quien la despertó. Se le hizo muy tarde anoche y estaba tan destrozada, en todos los sentidos, que necesitaba intentar descansar lo máximo posible. Se estiró con cuidado antes de observar a través de las cortinas que le daban la intimidad necesaria para estar allí. Se levantó para dirigirse hacia el baño y dar así inicio a su día. Estaba nerviosa por lo que tenía pensado hacer nada más salir de su casa, por lo que se observó frente al espejo y se arregló lo mejor que pudo. Tenía cara de agotada, pero eso tampoco es que pudiera hacer mucho. Se vistió con un vestido largo y blanco de tirantes que al principio le quedaba holgado, pero ahora en la parte de su vientre sí que empezaba a chivarse de su estado. Le quedaba estupendamente. Además, se había recogido el pelo con una pincita, pues en aquellos meses le había crecido y ahora no le apetecía cortárselo. Cogió las cartas que escribió anoche y salió de su hogar. Recibió el saludo de sus vecinas, quienes se alegraron mucho de verla y tal y como anunció Eren, no tardaron en percatarse de su estado y de preguntar si el padre era el joven que había salido a toda prisa aquella mañana. Aquello le pinchó el corazón y evitó responder alegando que tenía muchísima prisa para ir al médico. Sus vecinas asintieron con emoción, comentando que la esperarían a la vuelta. Caminaba con un ritmo pausado por las calles del distrito sin dejar de observar y de disfrutar del ambiente del lugar. La gente vivía animada desde que se habían llevado a cabo los diferentes avances con el exterior, como si la esperanza empezara ser una realidad y entonces, Mikasa sólo pudo sentir que mirar para aquel lado a la larga podría suponer un grave peligro, pues obviaban el que tenían a la vuelta de la esquina. Por algún motivo recordaba a la perfección aquella casa. Sólo fueron en grupo una vez, coincidiendo con el cumpleaños de quien allí vivía y el cual quería celebrarlo en su casa, pues tenían el día libre y se le antojó hacerlo en el patio interior de la misma. Cogió aire con intensidad un par de ocasiones para tocar a la puerta, pero es que no podía. Estaba congelada y su cuerpo no reaccionaba— ¡Vamos, Mikasa! —Se ordenaba a gritos mentales una y otra vez, pero era inútil. No reaccionaba. —¡Oh, hola! —Una voz femenina la salvó de aquel estado de congelación. Dirigió su mirada hacia ella y no supo si fue capricho del destino o qué, pero era quien estaba buscando— Eres la amiga de Jean, ¿verdad? ¡Mikasa! —La mujer la reconoció enseguida. La amplia sonrisa que tenía en su rostro se desdibujó al verla con aquel rostro nervioso— Mi hijo… ¿Está bien? Aquello la alertó y negó con rapidez, mientras llevaba a cabo una leve reverencia— ¡Señora Kirstein, no lo sé! Sólo vengo a hablar con usted para ver si han recibido alguna información suya. Tuve una misión y al volver no he recibido nada de él, así que… Bueno… Me gustaría… —Menos mal. Me he asustado mucho. —La mujer se acercó para abrir la puerta. Entró con rapidez y con amabilidad hizo pasar a Mikasa— Por favor, siéntate. Como si estuvieras en tu casa. —Dejó el cesto de mimbre que cargaba sobre la encimera de la cocina y no tardó en preparar un té— ¿Así que no has ido con ellos en esta misión? Mikasa negó antes de levantarse para ayudar a la dueña del lugar, quien rechazó la ayuda y en aquel momento se percató de la leve línea que se dibujaba en su vientre. No dijo nada y el té pronto iba a estar preparado, así que lo sirvió con orgullo. —¿Así que no sabes nada de mi hijo? —Mikasa volvió a negar con debilidad— Nosotros recibimos un par de cartas, pero de pronto se terminaron. Por eso me he asustado al verte. Estaba todo bien, aunque es cierto que decía que estaban un poco desanimados porque no estaba saliendo como esperaban, pero poco más. Preguntaba por nosotros y ya está. La pena se dibujó en su rostro ante la respuesta contraria, pues Jean sí que había tenido tiempo para escribirle a sus padres, que estaba bien, pero no podía evitar sentir un pesar por no haber estado entre las personas importantes para recibir algo escrito por su parte. Sacó entonces las cartas de su bolso y las dejó frente a la mujer. Eran cartas que se notaba que estaban repletas de cosas dichas. La madre de Jean la miró interrogante. —¿Puede enviarlas junto a las suyas, por favor? —La mujer las observó y no pudo evitar sonreír débilmente al ver el nombre de su hijo escrito con tanto cuidado en aquel primer sobre. Las cogió con cuidado para dejarlas sobre un cuenquito que había en la entrada, con el resto de correspondencia a enviar— Muchas gracias. La puerta se abrió justo cuando la madre de Jean se volvía a sentar. La mujer saludó animada a quien entraba por ella y la presentó a aquel hombre. Mikasa se sintió bastante avergonzada, pues tampoco sabía si estaba haciendo lo correcto. A su madre la había conocido y había intercambiado alguna palabra, pero a su padre no y por primera vez se presentaban. Él era idéntico a Jean, como si fuera su clon y verle era imaginarse cómo iba a ser de aquí a unos años. Y no le disgustaba del todo la idea, aunque al contrario que su padre, Jean sí que tenía aquella barbita que podía empezar a admitir que la traía loca, que le encantaba y que quería acariciarla mientras en un futuro le observarse dormir. —Todo un placer, Mikasa. Jean nos ha hablado mucho de ti. —Aquello la sonrojó, pues tampoco es que fuera tan importante como para ser tema de conversación con sus padres. —Ha venido porque ha vuelto de una misión y quería saber si sabíamos algo de él. —Explicó entonces la madre el motivo de su visita. —Oh, entiendo. ¡Está bien! Aunque hace un tiempo que ya no hemos recibido nada suyo, pero bueno, supongo que estará liado con el trabajo. Mikasa sólo pudo asentir con debilidad ante aquellas palabras y de pronto se le hizo un nudo enorme en su garganta, se empezó a ahogar por el cúmulo de sentimientos que había en su interior y que necesitaban ser escupidos cuanto antes. Cogió aire y no pudo evitar tener que ocultar su rostro entre sus manos. El padre de Jean quiso preguntarle qué era lo que le pasaba, si es que había dicho algo malo, pero su mujer le paró con un leve movimiento de mano. Se levantó para sentarse a su lado y poder abrazarla con suavidad. Mikasa se sentía muy estúpida por estar dando aquel numerito, pero es que quería serles sincera y poder decirles el verdadero motivo de su visita, mas hacerlo era verbalizar algo que la aterrorizaba. —Es suyo, ¿no? —Mikasa sólo pudo agarrarse con más fuerza a aquella mujer, sintiendo como sus manos acariciaban con un cuidado maternal su espalda. El hombre miraba a su mujer con interrogante, sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando— Quédate a comer con nosotros. No hay prisa y la verdad es que me hace muy feliz que hayas venido. Estuvo un rato dejándose abrazar por la mujer. Sus brazos eran sanadores y estar rodeada por ellos la hicieron sentir como si estuviera en el lugar más seguro de la tierra. Cuando se separaron, la mujer le limpió la cara de lágrimas con suavidad y tras ello, se dispuso a preparar la comida, dejando a ambos sentados en aquella mesa. La distribución inicial de aquel hogar era como el suyo, por lo que tampoco es que se alejara demasiado. —¿Qué es suyo…? —Preguntó el hombre con una curiosidad tímida. La hizo en tono bajo mientras acercaba su cuerpo a la contraria, pues le daba un poco de apuro volver a afectarla con sus palabras y no quería tener bronca con su hijo nada más volviese. Mikasa no supo cómo responder y cuando sintió que tenía las fuerzas necesarias, fue entonces su mujer quien la cortó— Vamos a ser abuelos. El hombre se tapó su boca con una enorme sorpresa. Se quedó helado y pronto empezaron a salirle unas cuantas lágrimas furtivas. —¿Jean…? —Mikasa observó a la madre de su compañero, sorprendida porque no esperaba que Jean compartiera el nombre con su padre y fue cuando cayó en que nunca le había preguntado por el nombre a ella. —¿De verdad? —Rió con nerviosismo dejando caer sus lágrimas sin reparo— ¡Estoy súper feliz, eh! —El hombre empezó a repetir su próximo título sin parar y sin esperarlo se perdió por las escaleras que daban paso al piso superior. Mikasa no tenía claro cómo debía sentirse tras aquella escena y escuchar a su mujer reír la hizo sentirse tranquila, pues si había algo que la estaba carcomiendo era el pensar que ellos fueran a sentirse mal por la noticia, pero la amabilidad en todo momento y la seguridad que le hicieron sentir fue sanador. Y ojalá pudiera quedarse siempre con ellos, o al menos hasta que Jean volviera. —Tiene que ser una niña. —Habló la mujer dejando los platos sobre la mesa. La comida estaba casi lista— Mi parto tuvo complicaciones y no pude tener más hijos y Jean siempre se quedó con las ganas de tener una hija, así que te dejo a ti todo el marrón, ¿vale? —Le guiñó un ojo con complicidad antes de agarrar sus hombros con cuidado. El hombre por fin volvía después de un rato de búsqueda. Su sonrisa era amplia y entre sus brazos traía una pequeña manta de color blanco roto. Estaba envuelta con total cuidado y con el mismo, se la dejó sobre los brazos a Mikasa— Es la mantita con la envolvíamos a Jean cuando era un renacuajo. —Habló con orgullo mientras la acariciaba. Mikasa la observó con atención antes de empezar a acariciarla con el máximo cuidado posible. Lo miró con duda, pues no estaba del todo segura que fuera lo correcto llevársela así. El hombre asintió mientras posaba sus manos sobre la contraria. Estaba totalmente emocionado por la noticia. La comida no tardó en estar servida y el tiempo se le pasó rapidísimo. Se sintió totalmente integrada con ellos y escuchó todas las historias que le contaban sobre Jean y cómo había sido desde pequeño. Le encantó conocer más de su faceta, pero a la vez ahora sentía cierta molestia consigo misma por no haberle escuchado o no haber querido darle la oportunidad de haberle conocido más a fondo. Los gestos y la forma de hablar del matrimonio demostraba que estaban totalmente embriagados por la felicidad de la noticia, cosa que la hizo sentirse emocionada a la vez. —¡Ay, pero nos hemos emocionado tanto que no te hemos preguntado ni de cuánto estás! —La mujer rompió a reír de forma nerviosa, seguida de su marido, al percatarse de aquel detalle. —De cuatro meses ya iniciados, pero al volver de la misión me caí y estoy en el rango de embarazo de riesgo… —Aquello hizo que la felicidad se disipara por completo, poniendo nerviosa a la morena— ¡Pero me voy a cuidar muchísimo, de verdad! —Lo sabemos. Si quieres quedarte con nosotros, la habitación de Jean es tuya. —Ofreció la mujer con total sinceridad. —Lo agradezco, pero prefiero no molestar demasiado. Suficiente con haber venido sin previo aviso y… —Darnos la mejor noticia del mundo. —Jean padre fue quien acabó la frase, aunque no era como ella la quería terminar— Verás cuando mañana se lo cuente a los clientes. —¡Buf, mañana antes de la hora de comer todo Trost se va a enterar de nuestro siguiente nivel! —Su marido sólo podía asentir con total felicidad, pues en su mente todo estaba siendo increíble y ya se veía con su primer nieto o nieta jugando sin parar y llevándoselo con él en sus rutas de trabajo, mostrándolo con el mayor de sus orgullos. —Sobre eso… —El tono fue precavido, cortando ahora con la alegría reinante del matrimonio— El rey Eren es mi hermano. Somos hermanos adoptivos, pero prefiero ser cauta… —¿Él no lo sabe? —¡Si, señora Kirstein! Pero está siendo… Demasiado protector y quiero ser cauta al respecto. El matrimonio se miró con cierta preocupación a la par que con sorpresa, pues igual empezaban a entender qué era lo que les quería decir. —Venía principalmente a anunciar el embarazo, pero también lo hago en un acto egoísta. No quiero entrar en detalles, pero… —Las palabras se le atragantaron y el silencio duró más de lo esperado, consiguiendo que una vez más la madre de Jean agarrase sus manos con suavidad— Si pasa algo… No sé, no tiene que pasar, pero si pasa… Y Jean no está… ¿Podéis haceros cargo del bebé? —Sus lágrimas empezaron a derramarse una vez más sin ella esperarlo, se le fueron de control pues había llegado el momento de verbalizar un terror nacido en su última misión. Después de lo descubierto en Quinta la inseguridad se había hecho con ella y tenía claro que iba a defender a su criatura hasta la muerte y por eso, porque la muerte estaba muy presente en ella, no quería que si le pasaba algo el bebé fuera a parar a manos de Eren. Y aquello le pinchó el corazón. No, debía impedir a toda costa que su criatura acabara con él, totalmente cerca de los experimentos. —Cuenta con nosotros. —Jean padre apoyó ahora sus manos sobre las de su mujer, quien aún las mantenía sobre las de Mikasa— No dudes ni por un segundo que puedes contar con nosotros para lo que necesites. Somos tu familia ahora, pase lo que pase, ¿vale? Esta unión ya nadie la va a poder cortar. Sintió que el peso que acababa de dejar pasar desde su interior se deshacía en gran parte. Quería tener la seguridad de que su bebé iba a estar bien pasase lo que pasase.

***

Estuvo casi todo el día allí y cuando el sol empezó a ponerse, fue cuando decidió que había abusado demasiado de la amabilidad de la familia Kirstein. Su madre, cuyo nombre por fin había preguntado y era Sandra, negaba que hubiera molestia alguna en haber compartido el día junto a ella, animándola a volver cuanto antes. Notó un cariño especial nacer hacia su persona, así como un agradecimiento infinito por el regalo que ella misma estaba gestando. Jean padre se ofreció a acompañarla a su casa, pero rechazó totalmente segura. Aún había sol y tampoco es que viviera muy lejos, así que la despidieron desde la puerta de su casa, con la sonrisa imborrable que les había hecho tener desde la mañana. Abrazó la manta sobre ella con fuerza, empapándose del olor característico de aquel hogar y se sintió muy agradecida por aquel regalo. Quería tapar a su bebé en ella ya y seguro que sería una imagen que nunca olvidaría. Giró la esquina y el agradable sentimiento que estaba sintiendo con la idea de la manta se vio truncada al verle apoyado sobre la pared, fumando un cigarro que tiró nada más verla aparecer por la calle. —¿Tus suegros? —Su voz era acusativa y enfadada. La miró con rabia, no tardando en chasquear con molestia por no recibir respuesta— Todo el día, desde por la mañana hasta casi la puesta de sol, ¿muchas cosas en común? —¿Me has seguido, Eren? —¿Qué le pasaba? ¿Acaso ahora se iba a centrar en seguir todos sus pasos? ¿Iba a vigilar cada acción que fuera a llevar a cabo? Le observó caminar hacia el carruaje, cuya puerta abrió para invitarla a entrar— Quiero ir andando. —Sube al maldito carro. —Cada palabra fue expulsada como una bala, con una fuerza letal que hizo que Mikasa no se atreviera a llevarle la contraria. ¿Desde cuándo Eren se había vuelto tan terrorífico? Sintió temblar sus piernas y no empezó a caminar no porque no quisiera sino porque, de nuevo, su cuerpo no reaccionaba— No me hagas montar un numerito, Mikasa. Y caminó presa del pánico. Entró con rapidez, sentándose lo más cerca posible de la otra puerta. Agarró la manta con fuerza cuando Eren subió. Se sentó en el asiento que tenía delante y en silencio, golpeó la ventanilla tras él para dar orden de empezar a avanzar el camino. Su mirada rompía la defensa de hasta el más preparado.
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