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Fue un parto largo y la noche estaba ya muy entrada cuando Eren salió de aquella habitación. Lucas y Jimmy se levantaron corriendo hacia él para darle la enhorabuena. Estaban desbordados por la emoción de que por fin había un heredero para la corona y, mejor aún, que su rey ya era padre. Uno de sus objetivos. Mikasa se mantuvo de pie sobre su asiento, manteniendo la distancia con los tres hombres. En realidad sólo hablaban Lucas y Jimmy, mientras que Eren guardaba silencio y aparentaba felicidad. Y eso era cruel. Aparentar felicidad era muy cruel y Mikasa sintió una enorme pena por Historia, hasta el punto de entender por completo el vacío que sentía. Eren caminó hacia ella en silencio y cuando estuvieron frente a frente, Mikasa asintió con debilidad. —¿Ha ido bien? —Eren asintió y ella sólo pudo abrazarle con fuerza— Me alegro mucho. ¿Eres feliz, Eren? —Los brazos de su hermano la rodearon con fuerza para notarle sollozar sobre ella, casi en secreto. Dirigió su mirada hacia los dos hombres contrarios, quienes les miraban con curiosidad sobre qué era lo que estaba pasando y pudo entender qué estaba sintiendo su hermano— Está bien que te emociones… Han sido muchas cosas juntas. ¿Qué ha sido? —Niña… —¿Y qué nom…? —Deberías descansar, Mikasa. Es muy tarde y por mi culpa has pasado por muchas cosas. —La cortó de pronto mientras se separaba de ella. La rodeó por los hombros para caminar a su lado hacia una habitación, la cual estaba al final del mismo pasillo, pero en dirección contraria de la de Historia. Mikasa sólo pudo dejarse llevar, totalmente impresionada por aquel nuevo cambio. Estaba empezando a desquiciarla. —Pero… Me gustaría ver a Historia… —Está agotada. Mañana sin falta os podréis ver. Estaba en el palacio, fuera de su zona segura, rodeada de agentes y con gente que consideraba de máximo peligro, por lo que si quería que su seguridad no se desmoronase, la cual estaba totalmente colgando de un hilo, debía seguir los designios de su rey. Porque cuando Eren se transformaba así, dejaba de ser su hermano para ser algo totalmente ajeno, como un rey. Caminó bajo su abrazo y cuando Eren abrió la puerta, la imagen de la habitación le secó la boca de golpe. Eren entró con emoción, abriendo sus brazos totalmente feliz de estar en aquel lugar. Era una habitación blanca con una cama enorme pegada al centro de la pared del final, pero lo más llamativo era la decoración infantil que allí había. Al lado de la cama había una cuna y en la esquina izquierda un pequeño patio de juegos para tener ahí a la criatura. Eren corrió hacia la cuna y se dispuso a mover el móvil de madera que la coronaba. El corazón de Mikasa parecía que se le iba a salir en cualquier momento. —¿Te gusta? Quiso responder, pero no le salían las palabras. ¿Acaso aquella habitación se la había preparado para ella? No, ella no quería estar en aquel lugar. Iba a tener a su bebé en otro sitio e iba a criarlo en su casa. ¡En su humilde casa! Con Jean, si él así lo quería. —Eren… ¿Esto…? —Historia y yo decidimos ponerte una habitación para que tú y el bebé estéis bien. ¿No te gusta? Asintió mientras balbuceaba sin poder formar una frase en condiciones, cosa de la que se percató Eren. Y otra vez, su felicidad se marchitó. Lo estaba intentando, se estaba esforzando en hacer que Mikasa estuviera feliz a su lado, pero no lo conseguía. Sentía que fallaba en cada intento que llevaba a cabo. Y eso le jodía enormemente, cosa que no habría pasado si Jean no se hubiera aprovechado de ella, de su estado. Apretó sus manos con fuerza, con furia, antes de acercarse a ella. —Aquí es donde mejor vas a estar, te lo aseguro, Mikasa. —Le susurró antes de salir de la habitación, cerrando con tal portazo que hizo que Mikasa saltara por el susto. Tapó su rostro en la manta y sólo pudo ahogar su grito en ella. ¿Podría alguien sacarla de aquel infierno?***
Llamaron en varias ocasiones a la puerta, mas no fue hasta el último intento que no se percató. Levantó su rostro de entre sus rodillas para levantarse con rapidez y abrir con apuro. Era el mayordomo de palacio, quien le traía una bandeja con el desayuno. —El rey me ha ordenado que se lo suba. Ha tenido que marcharse pronto, pero quería que nos asegurásemos de que se alimentaba. Ayer por el tema del parto de la reina no le ofrecimos cena, cosa mal hecha debido a su estado. Mikasa agarró la bandeja con cuidado mientras asentía a modo de agradecimiento— Historia… ¿Está bien? ¿Y la bebé? —Están estupendamente. Si quiere, al terminar de desayunar puede visitarla. Le hemos hecho llegar que está aquí y la verdad es que se ha emocionado mucho. —Iré tan pronto como termine. Observó al mayordomo hacer una leve reverencia, a la cual correspondió antes de cerrar la puerta. Apoyó su espalda sobre ella para observar el desayuno que en la bandeja se encontraba. Fruta, sopa, leche, pan y un cuenquito con unas pequeñas pastillas. Se acercó a la mesita de noche para dejarla y poder observar aquellas diminutas pastillas, las cuales guardó en un trozo de papel que había en la bandeja y de pronto la paranoia se hizo con ella. ¿Y si Jimmy hubiera echado algo en el desayuno? Emma es el resultado de haber experimentado con Virginia durante el embarazo, ¿y si empezaban a hacerlo ahora con ella? Su respiración empezó a acelerarse, notando como su temperatura corporal subía y bajaba en cuestión de segundos y de pronto, sintió que debía expulsarlo todo. Corrió hacia el baño para vomitar el poco alimento que tenía en su interior, igual que le pasaba en Quinta. —Mikasa… —Se llamó a sí misma— No podemos seguir así… Porque entonces no saldrá bien nada… —Se hablaba a sí misma una vez terminó de vaciar todo interior. Se apoyó en la pared del baño, mientras inspiraba y expiraba con calma. Debía empezar a sacar aquella fuerza que tenía para no desmoronarse. No podía derrumbarse así, por muy duro que estuviera siendo todo. Se levantó con cuidado para coger la bandeja y tirar todo al váter. Deshizo el pan, volcó la sopa y la leche y tiró de la cadena, un avance que sólo la élite tenía allí. Lo puso todo de nuevo sobre la bandeja, la cual volvió a dejar sobre la mesita para entonces ir a lavarse la cara. No tardó en salir de su habitación. Llevaba la bandeja pegada a su costado izquierdo, mientras que en su brazo derecho colgaba la manta que los señores Kirstein le había regalado. Escuchó un débil toser tras ella, la cual la sorprendió hasta el punto de dirigir su mirada hacia el dueño del mismo. —Permítame que me lleve la bandeja. —Se ofreció, mientras se la agarraba con cuidado— Espero que el desayuno fuera de su agrado. —No sé quién lo ha hecho, pero dígale que estaba increíble. La sopa sobre todo. —Intentó fingir de la mejor manera el agrado que aquel inexistente desayuno le había causado. —Así se lo haré llegar, señorita Ackerman. Miró al mayordomo bajar las escaleras y ella por su parte, caminó hacia la habitación de su amiga. Cogió aire antes de tocar con debilidad y tras unos segundos, la puerta fue abierta por una de las asistentes de Historia, quien le dio la bienvenida con una amabilidad aturdidora. Mikasa entró con cuidado, pues tampoco quería molestar demasiado, pero la felicidad de Historia rompió por completo con aquello. Mikasa reaccionó casi igual, acelerando su paso hacia ella, quien abrió sus brazos para abrazarla con fuerza. —Felicidades, Historia. —Le dijo con una alegría de las que sanaban por dentro. —Me prometiste que ibas a estar conmigo en el parto… —Historia rompió con la alegría que Mikasa había tenido desde el principio, incluso con la suya propia, notando como se aferraba aún más al cuerpo de la morena. —Eren me dijo que iba a estar, así que pensé que era mejor que estuviera él y no yo… —Quería que estuvieras tú… Además, tú también estás en estado, así que me habrías entendido por completo. Mikasa se sentó ahora a su lado, observándola con cariño a la vez que le limpiaba una de las lágrimas que se derramaba por su rostro— ¿Sabes qué, Historia? —La llamada la miró con curiosidad— Cuando Eren entró, te escuché gritar como si fueras Annie en versión titán. ¡Fue horrible! —Historia no pudo evitar carcajear con debilidad ante la comparación— Te juro que no he podido dejar de pensar en aquel símil desde que te escuché. —Eres idiota… —Y… Creo que me habría traumatizado si hubiera estado aquí. Aún más después del grito. —Pues vas a pasar por eso, no te vas a librar. —Historia tocó ahora el vientre contrario, disfrutando de la forma que empezaba a tener— Cuando estuvimos en el carruaje la primera vez, sé que pensaste en alguien… Y desde que Eren me dijo que estabas embarazada, me pregunto si él es el responsable de este bebé en formación. —¿De quién hablas? —De Jean. —La miró con cariño antes de mover con algo de rapidez sus manos sobre aquel vientre antes de volver a acomodarse sobre los almohadones de su cama. Se sonrojó de golpe, pues Historia era la primera de su grupo de amigos con la que iba a verbalizar qué había ocurrido, pero le llamó la atención que Jean fuera el primer nombre que se le pasaba por la cabeza, ¿en qué momento lo consideró? —Él está súper enamorado de ti y era cuestión de tiempo. Además, Eren ya no debería ser un impedimento. Mikasa la observó entrecerrando levemente sus ojos— Estábamos borrachos. El grupo me invitó a salir para darme el anuncio de que se iban sin fecha de vuelta. Jean me acompañó a casa. ¡Sólo había bebido una copa! Pero me sentó como si hubiera sido una botella entera. Y no sé el motivo, pero me lancé a besarle. Y nos acostamos. No es nada romántico y cuando le desperté para que no llegara tarde, dejamos claro que fue un error. —¿Y lo fue? Mikasa negó con debilidad— Historia… ¿Puedes hacer que vuelvan? —Aquella petición achicó el corazón de la rubia, quien no se esperaba en absoluto que Mikasa fuera a pedirle algo así— Por favor… No te quiero pedir a ti que estés en mi parto porque quiero que esté él… Cogió las manos de su amiga, las cuales agarró con una débil fuerza. La observó mirarla con aquellos ojos llenos de ruego y sólo pudo asentir— Da por hecho que haré todo lo posible. Se abalanzó sobre ella para abrazarla con fuerza y poder desahogarse sobre ella. Lloró un poco, pero lo hizo con una sensación de tranquilidad y paz, como si toda la oscuridad que la estaba consumiendo, se hubiera disipado un poco. Sólo necesitaba a sus amigos con ella, a Jean sobre todo, para sentir que estaba a salvo. El sentimiento de ambas se vio truncado cuando un pequeño llanto empezó a dominar el lugar. Mikasa dirigió su mirada hacia la cuna, levantándose con cuidado para observar a aquel ser tan pequeño, inocente e indefenso que allí se encontraba. Era una bebé tan rubita que parecía no tener pelito en su cabecita y eso le hizo sentir un cosquilleo agradable, como si estuviera orgullosa de su sobrina. —Cógela, Mikasa. Acaba de comer, así que está así porque no soporta no ser la protagonista. Mikasa observó a Historia, como asegurándose de que lo que le estaba pidiendo era real y seguro. La rubia sólo asintió y Mikasa se dispuso a cogerla. La cogió con miedo bajo la atenta mirada de Historia y sus asistentes. Se la aferró todo lo que pudo a su cuerpo y tal y como hicieron contacto, la nena se calmó. Se sentó en el borde de la cama sin poder dejar de observar a la niña. Era una preciosidad, con aquel rostro rosadito y arrugado. Una cariñosa sonrisa se dibujó en el rostro de Mikasa, quien ahora dejaba que la bebé agarrase su dedo índice ante el contacto. Y en ese momento nació un cariño especial entre ambas. Mikasa no podía dejar de observarla, como si estuviera estudiando aquellos recién nacidos rasgos. Historia se sintió agradecida por aquella escena, sintiéndose totalmente feliz por tener a Mikasa a su lado. Era un pilar súper necesario y verla actuar así le dio la calma que necesitaba frente a la tempestad que se estaba formando. —Mikasa. —La llamada no la miró, sólo gimió débilmente a modo de respuesta— ¿La cuidarás pase lo que pase? La pregunta sí que hizo que Mikasa se girase para observarla con intriga y preocupación— ¿Qué quieres decir? —Soy la reina y eso me trae muchos enemigos. Sólo quiero asegurarme de que estará bien. —No le va a pasar nada, Historia. Te tiene a ti y a Eren. Ya hay que tener ganas de intentarlo siquiera. —Historia rió con debilidad ante lo último— Es verdad, pero si te quedas tranquila, por supuesto. —Eren no la ha cogido. Y no sé si la habrá mirado. —La mirada de la contraria se tornó triste de pronto— Y sobre el nombre… Que le pusiera el que me apeteciera. —Mejor. Eren no es de tener muy buen gusto en algunos casos. —Historia volvió a reír con debilidad por los comentarios de su cuñada— ¿Cuál le has puesto? —Ymir. —No sé el porqué, pero lo suponía. —¿Y eso? Alzó los hombros con suavidad— ¿Por qué nos gusta ponerle el nombre de aquellas personas que han sido importantes para nosotros y que ya no están aquí, a nuestro lado? —Supongo que porque así las honramos. Es nuestro mayor agradecimiento hacia ellas por todo lo que nos aportaron mientras estaban con nosotras. Mikasa tragó saliva con fuerza sin poder controlar sus sentimientos. Y así cayó la primera lágrima sobre el frágil rostro de la nena, quien se removió débilmente ante el contacto salado de la misma— Ay, perdón, perdón… —Le susurró mientras le limpiaba con cuidado— Toma, no quiero llorarle encima. —Comentó mientras se levantaba para dejarla sobre los brazos de la rubia. —¿Es Sasha…? Se sentó de nuevo una vez dejó a la criatura sobre los brazos de su madre. No pudo responder porque si lo hacía sentía que su ser se iba a desgarrar y que sólo iba a poder llorar sin ningún control, tal y como le pasó la primera noche tras la misión. Sólo asintió. —¿Y si es niño? —Historia intentaba así cambiar el rumbo del estado de ánimo de su cuñada, pues sabía lo rota y frágil que se estaba sintiendo y el dolor que causaba recordar a aquellas personas que estuvieron, que tanto compartieron y que ya nunca iba a haber un nuevo recuerdo a su lado. —He pensado en el nombre del amigo de Jean, aquel que murió y que también le afectó tanto. —Suspiró de forma tendida— Pero no sé si eso le gustaría, así que estoy rezando sin parar para que sea niña. —Pues voy a rezar yo también. Así Ymir y Sasha se unirán para dar guerra sin cuartel, ¿verdad, pequeña? —Historia empezó ahora a juguetear con su hija. Mikasa las observó con ternura, entendiendo ahora muchas cosas. Entendía cuando había oído comentar aquello de que ser madre cambia tu mundo por completo. Ella aún no lo era como tal, estaba en ese proceso, pero sí que había empezado a notar como todo había cambiado, como sus prioridades habían comenzado a ser otras y como la ausencia y el desprecio que antes parecían ser heridas mortales, ahora habían pasado a convertirse en algo soportable. Su mundo había cambiado de rumbo, de prioridad, y nadie iba a hacerla cambiar de opinión. Si tenía que ir a contracorriente, iría. Si tenía que ir en contra del mundo, iría. Pero lo más importante ahora mismo en su vida era la vida que se estaba creando en su interior. Y la protegería a matar.