ID de la obra: 777

Mil motivos para odiarme

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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 13

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El silencio era atroz. Mikasa no se atrevía a mirar a Eren a la cara. La respiración contraria estaba llevando a cabo una lucha interna por ser controlada, como si el propio dueño de la misma fuera consciente de que aquel estado no era natural, como si estuviera en un momento erróneo de sí mismo. No obstante, debía mirarle para preguntarle dónde la iba a llevar, aunque podía ser sincera consigo misma y admitir que aquel estado de su hermano la aterrorizaba. Y nunca antes había sentido ese miedo. ¿Cuándo Eren se tornó así? Le miró de reojo y le observó con los dedos de sus manos entrelazados, sus codos sobre sus rodillas, mientras se mecía levemente aprovechando para recitar algo en voz baja, como una especie de cántico. Y aquella imagen le supo agria, pues era la muestra del estado de locura al que había llegado. Eren nunca había hecho algo así. Se agarró aún más a la manta que le había sido regalada, intentando no emitir ningún tipo de sonido. El carruaje andaba a paso suave y por la distancia que estaba tomando ya sabía que la llevaba a palacio, cosa que en aquel momento y en cualquier otro detestaba. No dejó de mirarle y tras un buen rato de recital susurrante, se acomodó sobre el asiento para mirarla y su proceder la dejó totalmente indefensa. Le dedicó una dulce sonrisa, lo que contrastaba por completo con todo lo que había vivido minutos antes. ¿Qué le pasaba a Eren? ¿Es que le habían hecho algo a él también? Aquellos cambios de humor la iban a enloquecer a ella también. —Eren… —Se atrevió a llamarle con un débil hilo de voz— ¿Qué te pasa…? —Le observaba con una mezcla de agonía, pesar, incertidumbre y pena. Eren había cambiado con el paso del tiempo, nadie lo podía negar, pero aquella forma de ser, tan retorcida e incierta, era lo que hacía que el terror hacia su persona fuera mayor del que debería ser. —Oh… Perdona, Mikasa… Todo el mundo me lo pregunta. —Apoyó ahora su cabeza sobre sus manos antes de reír por lo bajo— ¡Pero no lo sé! Es… Que no me sé controlar… Y ahora pues estoy en un momento crítico y tú no me has ayudado. ¿Para qué has ido a ver a los padres de Jean? —La pregunta sonó en un tono acusativo, como si la estuviera culpando de algo. —Sólo quería saber si sabían algo de él… —¡¿Y para qué?! ¿Qué más da lo que esté haciendo? —Alzó su rostro de nuevo y su semblante volvía a cambiar— ¿O es que querías saber cómo estaba el padre de tu criatura, Mikasa…? Y ahí estaba de nuevo. Ese odio rezumante volvía a aparecer. Eran pequeñas chispas las que hacían que Eren se desbocase como si fuera un toro bravío. Cuando algo se salía de su control entonces él perdía el doble del mismo. Cogió aire con pausa antes de dirigir su mirada hacia la ventana— Me das miedo, Eren… —Escuchó un leve quejido por su parte. Abrió un poco la cortina para ver que ya se encontraban cerca del palacio y se sorprendió por lo rápido que fue todo— Me gustaría decírtelo sin miedo… Decirte quién es el padre de mi criatura… Me gustaría decírtelo y poder compartir contigo cómo me llevo sintiendo desde que me diste la patada… ¡Pero es que no puedo, Eren! —Agarró con fuerza ahora dicha cortina, intentando controlar por completo las ganas que tenía de llorar— Sé muchas cosas que no te contaré… Y ojalá no tuviera que ser así, pero… No confío en ti. Y no quiero contarte nada porque no me das seguridad… —Mikasa… No, no, no… —Empezó a repetir sin control lo último, mientras se acercaba a ella para agarrarla de la mano que estaba sobre la manta— Lo siento, de verdad que lo siento. Sé que me estoy comportando como un capullo y que estoy teniendo unas formas horribles, pero no me tengas miedo… Por favor. —Agarró entonces a la contraria por el cuello para acercar su frente contra la suya, empezando a susurrarle perdón sin parar— Lo sé, de verdad que lo sé… Pero nunca te haría daño. Nunca. —Su mano libre la posó sobre la barriga contraria para acariciarla con suavidad— Si yo me alegro, te lo juro… Y prometo que voy a cuidaros hasta que vuelva. —Su mano ocupaba todo su vientre y aunque tuvo el impulso de agarrarlo con fuerza, el mismo se le marchó con la misma rapidez con la que le vino. Empezó a besar la mejilla contraria sin parar antes de abrazar a su hermana con fuerza— No puedes agobiarte así porque eso va a afectar a la gestación. Estoy aprendiendo a controlarme, pero es que me tiene todo esto superado y te quería a mi lado para sentirme apoyado, sin embargo, cuando siento que te pierdo, que te alejas de mí, pierdo el control. Siempre has estado a mi lado y sentirte lejos me destruye. Y sé que no está bien, pero es que no sé estar sin ti… Lo siento. Aquellas palabras empezaron a martillear su cabeza sin parar con una fuerza bestial. ¿Acaso había juzgado mal a Eren? Ella siempre notó cómo se alejaba de ellos cuando más cerca querían estar de él y ahora, cuando estaban haciendo sus vidas, cuando cada uno empezaba a encontrar su camino, entonces él era incapaz de caminar sin ellos y corría a buscarles desesperado, como si el terror se apoderase de él y fuera incapaz de avanzar. Y podía creerle, podía entender esa forma agónica que se hacía con él y por lo tanto esa pérdida de control. No obstante, era tan terrible la forma que le tomaba que lo único que estaba consiguiendo era apartar a la gente que siempre iba a estar su lado, entre las que empezaba a incluirse. No iba a abandonarle, pues era su familia, pero era cierto que ahora una vida se estaba gestando en su interior y que aquella devoción que sentía por Eren, por protegerle y por darlo todo por él se estaba desvaneciendo; ahora sentía que su criatura estaba tomando el control de todo su mundo. Apenas era nada y seguramente en breve empezaría a moverse, pero ya tenía claro qué camino iba a tomar. Lo tuvo claro cuando sus dudas se despejaron y su embarazo era una realidad. Y ante ello, Jean apareció para mostrarse como aquel pilar que necesitaba para seguir adelante y poder hacer frente a los cambios que se le venían. Y no era malo, era la vida. Eran los cambios que se producían en ella y no fue consciente hasta que su mundo cambió por completo y quizá por eso el dolor que Eren le causó al principio ya no era tal cruel, sino que podía empezar a soportarlo. Lo que no podía soportar era la idea de que su hijo estuviera en peligro por él. Y ahí es donde, por primera vez, vio el primer conflicto entre ambos. —Tranquilo, Eren… —Le susurró con calma antes de separarlo con cuidado para observarle con una débil sonrisa en su rostro, el cual acarició con cuidado— Somos familia. Nunca te abandonaré. Le dedicó una amplia sonrisa, como si estuviera satisfecho por lo que acababa de obtener, como si todas sus palabras hubieran tenido el efecto esperado y por ello, pudo sentarse con calma una vez más. La observó con el ego totalmente hinchado y sólo pudo reír con emoción. Y Mikasa sólo pudo ver la brecha que estaba creciendo entre los dos. Estaba equivocado si pensaba que sus palabras habían conseguido ganarla, pues entendió qué era lo que debía darle y la lucha que empezaba ahora, al menos la suya, que era la de proteger su familia por encima de todo. El carruaje paró con cuidado, haciendo que Eren exclamase con sorpresa— ¡Claro! Hemos venido a palacio porque Historia ha roto aguas. Por eso he venido a buscarte, para que nos acompañes. Se quedó sin saber qué decir, pues todo sonó tan alejado de toda emoción, que no era capaz de imaginar que Eren hubiera olvidado el motivo por el que la había llevado. Estaba a punto de ser padre y en todo el trayecto no le pudo haber importado menos. Eren bajó con rapidez del lugar, escuchando las noticias de los trabajadores de palacio; Mikasa se levantó con cuidado para bajar con el mismo cuidado y entonces vio la mano de Eren. Se la ofreció para ayudarla a bajar, cosa que no pudo rechazar. Caminaron con cierta rapidez por aquellos enormes pasillos, acompañados por el personal, quienes iban anunciando que el parto estaba cada vez más cerca y se alegraban de que Eren hubiera llegado a tiempo. Los quejidos de Historia se podían escuchar al girar la esquina, tras la puerta de su habitación. Delante de ella habían puesto una serie de sillas para quien quisiera estar cerca, que pudiera. Y Mikasa se percató de quiénes eran los que estaban allí sentados. Dos figuras que se levantaron al escucharles llegar. Jimmy Eton y Lucas Det, los dos grandes amigos de Eren. Apretó sus manos con fuerza por la molestia que le suponía el tenerles cerca. —Mi rey. —Saludaron ambos haciendo el gesto sobre su corazón y como si estuvieran sincronizados, miraron a Mikasa con atención, haciendo el mismo gesto de saludo. Sólo pudo responder de forma robótica por la impresión de no esperar tal respeto hacia su persona. —Deberías entrar. Dicen que el parto estaba a nada de comenzar. ¡No te emociones, eh, papá! —Lucas fue quien bromeó antes de palmear los hombros de Eren para hacerle entrar a la habitación donde se encontraba Historia en su labor. Fue impresionante como los sonidos se ampliaron de tal manera al abrirse la puerta de la habitación, los cuales hicieron que Mikasa sintiese como todo su cuerpo se erizaba de la impresión. ¿Ella acaso iba a gritar así? Era incluso peor que el grito de Annie en su forma titán. No, ahora no estaba segura de si quería que Jean la viera en aquel estado. Es decir, sí, era algo natural y sabía que se sufría mucho, pero aquel grito desgarrador la hizo imaginarse a Historia de una manera que no sabía si ella iba a ser igual o peor y le suponía hasta algo embarazoso. No iba a ser la primera mujer en dar a luz y era consciente de que ese no era el mejor momento de una, pero era el proceso de traer una vida a este mundo y todo grito asalvajado, dolor mortal y retorcido, todo el sudor y pelo alborotado merecía la pena al final, pues aunque nunca había estado en uno, estaba segura de que el resultado al final hacía que la mujer pasase a ser la más bella del mundo con su bebé recién nacido en sus brazos. Abrazó la mantita con un poco de fuerza. Era increíble cómo algo que había recibido hacía unas horas le estaba aportando tanto apoyo. Se sentó en la silla que daba inicio a toda la fila de las mismas, estando totalmente alejada de aquellas dos personas que tanto detestaba. —Oh, puedes sentarte a nuestro lado, Mikasa. —La voz de Lucas le sentó como un tiro. Sólo le observó en silencio, estudiando sus finos rasgos con aquellos ojos verdes y aquel pelo castaño corto totalmente arreglado. Se disculpó con un movimiento de mano. No quería molestarla de más. —Estamos al tanto de todo tu embarazo, Mikasa. Una pena tu caída y que estés en riesgo. —Fue Jimmy quien ahora habló, pero al contrario que Lucas, no fue amable, sino más bien distante. Miraba la puerta con atención, con sus brazos cruzados sobre sí. Las arrugas se habían hecho con su cara y su pelo grisáceo se notaba fuerte y no por la coleta que lo sujetaba. Tenía una melena larguísima, tanto que parecía estar sentada sobre ella— Deberías hacer caso a Eren y… —No me hables. —Le cortó de golpe, consiguiendo que le dirigiese la mirada, aunque en esta ocasión era ella quien no se la dedicaba a él— Ninguno de los dos. —Te pasas de cruel… No somos tus enemigos. Deberías aceptarlo cuanto antes. —Lo sois. Me quedó claro hace no mucho. —¿En Quinta? El corazón se le aceleró cuando Jimmy pronunció aquel lugar y no pudo evitar dirigir su mirada, con sus ojos abiertos de par en par. Lo hizo con desprecio, como si fuera totalmente ajeno a todo lo que ocurrió allí, sobre todo años atrás. —¿No te remueve el corazón lo que ocurrió allí? —Pasó lo mismo que en otros sitios. No se me puede remover el corazón por todas las zonas afectadas por los titanes. Es inviable. —¡Eras de allí, ¿no?! Y eso dibujó una sádica sonrisa en su rostro, como si la morena acabara de darle la información que quería— Entonces sí que has descubierto cosas, ¿no? Has estado mintiendo a Eren. Se maldijo internamente antes de guardar silencio. ¿Cómo había sido tan bocas y se había dejado llevar? Jimmy, con pocas palabras la había acorralado y ahora mismo se acababa de dar cuenta de que la había llevado hacia donde quería, dándole así la información que buscaba, que era la de confirmar que sabía mucho más de lo que había estado diciendo. Y la forma en la que ahorra agarraba la manta era de dolor y de enfado por haberse descubierto de forma tan patética. —No te preocupes, no se lo diré a Eren. Y aquello dolía. La forma de Jimmy dolía porque demostraba tener un control total sobre la situación y hasta sobre ella. No respondió. Y su silencio fue un punto ganador para ellos. Mikasa estaba en desventaja total. —Eso sí, Mikasa. Los tres aquí presentes buscamos lo mismo: el bienestar de Eren. Y ahora mismo parte de ello depende de ti. Me gustaría que vinieras a verme para poder hacerte un chequeo y valorar que todo está bien. —¡Acepta, mujer! Jimmy es el mejor médico del que dispone Eren. Y si su futuro sobrino está bien, seguro que estará mucho más tranquilo y sólo le quedará la pena de la paternidad del mismo, pero bueno. —La pena… —Susurró interiormente. Eso le confirmaba que Eren ya sabía quién es el padre de su criatura y, a la misma vez, que le molestaba enormemente que él lo fuera. No obstante, ¿por qué seguía actuando como si no lo supiera? ¿Acaso quería escucharlo salir de su boca? Pero en el estado mental en el que se encontraba, no sentía que fuera lo más seguro. Y vista la situación actual, quería proteger a Jean de cualquier problema. Sus pensamientos hicieron que el silencio se tornase respuesta, haciendo que los dos compañeros se mirasen y se dijeran todo lo que tuvieran que decirse sin palabras. Aquella mujer era todo un desafío. Y problema.

***

Fue un parto largo y la noche estaba ya muy entrada cuando Eren salió de aquella habitación. Lucas y Jimmy se levantaron corriendo hacia él para darle la enhorabuena. Estaban desbordados por la emoción de que por fin había un heredero para la corona y, mejor aún, que su rey ya era padre. Uno de sus objetivos. Mikasa se mantuvo de pie sobre su asiento, manteniendo la distancia con los tres hombres. En realidad sólo hablaban Lucas y Jimmy, mientras que Eren guardaba silencio y aparentaba felicidad. Y eso era cruel. Aparentar felicidad era muy cruel y Mikasa sintió una enorme pena por Historia, hasta el punto de entender por completo el vacío que sentía. Eren caminó hacia ella en silencio y cuando estuvieron frente a frente, Mikasa asintió con debilidad. —¿Ha ido bien? —Eren asintió y ella sólo pudo abrazarle con fuerza— Me alegro mucho. ¿Eres feliz, Eren? —Los brazos de su hermano la rodearon con fuerza para notarle sollozar sobre ella, casi en secreto. Dirigió su mirada hacia los dos hombres contrarios, quienes les miraban con curiosidad sobre qué era lo que estaba pasando y pudo entender qué estaba sintiendo su hermano— Está bien que te emociones… Han sido muchas cosas juntas. ¿Qué ha sido? —Niña… —¿Y qué nom…? —Deberías descansar, Mikasa. Es muy tarde y por mi culpa has pasado por muchas cosas. —La cortó de pronto mientras se separaba de ella. La rodeó por los hombros para caminar a su lado hacia una habitación, la cual estaba al final del mismo pasillo, pero en dirección contraria de la de Historia. Mikasa sólo pudo dejarse llevar, totalmente impresionada por aquel nuevo cambio. Estaba empezando a desquiciarla. —Pero… Me gustaría ver a Historia… —Está agotada. Mañana sin falta os podréis ver. Estaba en el palacio, fuera de su zona segura, rodeada de agentes y con gente que consideraba de máximo peligro, por lo que si quería que su seguridad no se desmoronase, la cual estaba totalmente colgando de un hilo, debía seguir los designios de su rey. Porque cuando Eren se transformaba así, dejaba de ser su hermano para ser algo totalmente ajeno, como un rey. Caminó bajo su abrazo y cuando Eren abrió la puerta, la imagen de la habitación le secó la boca de golpe. Eren entró con emoción, abriendo sus brazos totalmente feliz de estar en aquel lugar. Era una habitación blanca con una cama enorme pegada al centro de la pared del final, pero lo más llamativo era la decoración infantil que allí había. Al lado de la cama había una cuna y en la esquina izquierda un pequeño patio de juegos para tener ahí a la criatura. Eren corrió hacia la cuna y se dispuso a mover el móvil de madera que la coronaba. El corazón de Mikasa parecía que se le iba a salir en cualquier momento. —¿Te gusta? Quiso responder, pero no le salían las palabras. ¿Acaso aquella habitación se la había preparado para ella? No, ella no quería estar en aquel lugar. Iba a tener a su bebé en otro sitio e iba a criarlo en su casa. ¡En su humilde casa! Con Jean, si él así lo quería. —Eren… ¿Esto…? —Historia y yo decidimos ponerte una habitación para que tú y el bebé estéis bien. ¿No te gusta? Asintió mientras balbuceaba sin poder formar una frase en condiciones, cosa de la que se percató Eren. Y otra vez, su felicidad se marchitó. Lo estaba intentando, se estaba esforzando en hacer que Mikasa estuviera feliz a su lado, pero no lo conseguía. Sentía que fallaba en cada intento que llevaba a cabo. Y eso le jodía enormemente, cosa que no habría pasado si Jean no se hubiera aprovechado de ella, de su estado. Apretó sus manos con fuerza, con furia, antes de acercarse a ella. —Aquí es donde mejor vas a estar, te lo aseguro, Mikasa. —Le susurró antes de salir de la habitación, cerrando con tal portazo que hizo que Mikasa saltara por el susto. Tapó su rostro en la manta y sólo pudo ahogar su grito en ella. ¿Podría alguien sacarla de aquel infierno?

***

Llamaron en varias ocasiones a la puerta, mas no fue hasta el último intento que no se percató. Levantó su rostro de entre sus rodillas para levantarse con rapidez y abrir con apuro. Era el mayordomo de palacio, quien le traía una bandeja con el desayuno. —El rey me ha ordenado que se lo suba. Ha tenido que marcharse pronto, pero quería que nos asegurásemos de que se alimentaba. Ayer por el tema del parto de la reina no le ofrecimos cena, cosa mal hecha debido a su estado. Mikasa agarró la bandeja con cuidado mientras asentía a modo de agradecimiento— Historia… ¿Está bien? ¿Y la bebé? —Están estupendamente. Si quiere, al terminar de desayunar puede visitarla. Le hemos hecho llegar que está aquí y la verdad es que se ha emocionado mucho. —Iré tan pronto como termine. Observó al mayordomo hacer una leve reverencia, a la cual correspondió antes de cerrar la puerta. Apoyó su espalda sobre ella para observar el desayuno que en la bandeja se encontraba. Fruta, sopa, leche, pan y un cuenquito con unas pequeñas pastillas. Se acercó a la mesita de noche para dejarla y poder observar aquellas diminutas pastillas, las cuales guardó en un trozo de papel que había en la bandeja y de pronto la paranoia se hizo con ella. ¿Y si Jimmy hubiera echado algo en el desayuno? Emma es el resultado de haber experimentado con Virginia durante el embarazo, ¿y si empezaban a hacerlo ahora con ella? Su respiración empezó a acelerarse, notando como su temperatura corporal subía y bajaba en cuestión de segundos y de pronto, sintió que debía expulsarlo todo. Corrió hacia el baño para vomitar el poco alimento que tenía en su interior, igual que le pasaba en Quinta. —Mikasa… —Se llamó a sí misma— No podemos seguir así… Porque entonces no saldrá bien nada… —Se hablaba a sí misma una vez terminó de vaciar todo interior. Se apoyó en la pared del baño, mientras inspiraba y expiraba con calma. Debía empezar a sacar aquella fuerza que tenía para no desmoronarse. No podía derrumbarse así, por muy duro que estuviera siendo todo. Se levantó con cuidado para coger la bandeja y tirar todo al váter. Deshizo el pan, volcó la sopa y la leche y tiró de la cadena, un avance que sólo la élite tenía allí. Lo puso todo de nuevo sobre la bandeja, la cual volvió a dejar sobre la mesita para entonces ir a lavarse la cara. No tardó en salir de su habitación. Llevaba la bandeja pegada a su costado izquierdo, mientras que en su brazo derecho colgaba la manta que los señores Kirstein le había regalado. Escuchó un débil toser tras ella, la cual la sorprendió hasta el punto de dirigir su mirada hacia el dueño del mismo. —Permítame que me lleve la bandeja. —Se ofreció, mientras se la agarraba con cuidado— Espero que el desayuno fuera de su agrado. —No sé quién lo ha hecho, pero dígale que estaba increíble. La sopa sobre todo. —Intentó fingir de la mejor manera el agrado que aquel inexistente desayuno le había causado. —Así se lo haré llegar, señorita Ackerman. Miró al mayordomo bajar las escaleras y ella por su parte, caminó hacia la habitación de su amiga. Cogió aire antes de tocar con debilidad y tras unos segundos, la puerta fue abierta por una de las asistentes de Historia, quien le dio la bienvenida con una amabilidad aturdidora. Mikasa entró con cuidado, pues tampoco quería molestar demasiado, pero la felicidad de Historia rompió por completo con aquello. Mikasa reaccionó casi igual, acelerando su paso hacia ella, quien abrió sus brazos para abrazarla con fuerza. —Felicidades, Historia. —Le dijo con una alegría de las que sanaban por dentro. —Me prometiste que ibas a estar conmigo en el parto… —Historia rompió con la alegría que Mikasa había tenido desde el principio, incluso con la suya propia, notando como se aferraba aún más al cuerpo de la morena. —Eren me dijo que iba a estar, así que pensé que era mejor que estuviera él y no yo… —Quería que estuvieras tú… Además, tú también estás en estado, así que me habrías entendido por completo. Mikasa se sentó ahora a su lado, observándola con cariño a la vez que le limpiaba una de las lágrimas que se derramaba por su rostro— ¿Sabes qué, Historia? —La llamada la miró con curiosidad— Cuando Eren entró, te escuché gritar como si fueras Annie en versión titán. ¡Fue horrible! —Historia no pudo evitar carcajear con debilidad ante la comparación— Te juro que no he podido dejar de pensar en aquel símil desde que te escuché. —Eres idiota… —Y… Creo que me habría traumatizado si hubiera estado aquí. Aún más después del grito. —Pues vas a pasar por eso, no te vas a librar. —Historia tocó ahora el vientre contrario, disfrutando de la forma que empezaba a tener— Cuando estuvimos en el carruaje la primera vez, sé que pensaste en alguien… Y desde que Eren me dijo que estabas embarazada, me pregunto si él es el responsable de este bebé en formación. —¿De quién hablas? —De Jean. —La miró con cariño antes de mover con algo de rapidez sus manos sobre aquel vientre antes de volver a acomodarse sobre los almohadones de su cama. Se sonrojó de golpe, pues Historia era la primera de su grupo de amigos con la que iba a verbalizar qué había ocurrido, pero le llamó la atención que Jean fuera el primer nombre que se le pasaba por la cabeza, ¿en qué momento lo consideró? —Él está súper enamorado de ti y era cuestión de tiempo. Además, Eren ya no debería ser un impedimento. Mikasa la observó entrecerrando levemente sus ojos— Estábamos borrachos. El grupo me invitó a salir para darme el anuncio de que se iban sin fecha de vuelta. Jean me acompañó a casa. ¡Sólo había bebido una copa! Pero me sentó como si hubiera sido una botella entera. Y no sé el motivo, pero me lancé a besarle. Y nos acostamos. No es nada romántico y cuando le desperté para que no llegara tarde, dejamos claro que fue un error. —¿Y lo fue? Mikasa negó con debilidad— Historia… ¿Puedes hacer que vuelvan? —Aquella petición achicó el corazón de la rubia, quien no se esperaba en absoluto que Mikasa fuera a pedirle algo así— Por favor… No te quiero pedir a ti que estés en mi parto porque quiero que esté él… Cogió las manos de su amiga, las cuales agarró con una débil fuerza. La observó mirarla con aquellos ojos llenos de ruego y sólo pudo asentir— Da por hecho que haré todo lo posible. Se abalanzó sobre ella para abrazarla con fuerza y poder desahogarse sobre ella. Lloró un poco, pero lo hizo con una sensación de tranquilidad y paz, como si toda la oscuridad que la estaba consumiendo, se hubiera disipado un poco. Sólo necesitaba a sus amigos con ella, a Jean sobre todo, para sentir que estaba a salvo. El sentimiento de ambas se vio truncado cuando un pequeño llanto empezó a dominar el lugar. Mikasa dirigió su mirada hacia la cuna, levantándose con cuidado para observar a aquel ser tan pequeño, inocente e indefenso que allí se encontraba. Era una bebé tan rubita que parecía no tener pelito en su cabecita y eso le hizo sentir un cosquilleo agradable, como si estuviera orgullosa de su sobrina. —Cógela, Mikasa. Acaba de comer, así que está así porque no soporta no ser la protagonista. Mikasa observó a Historia, como asegurándose de que lo que le estaba pidiendo era real y seguro. La rubia sólo asintió y Mikasa se dispuso a cogerla. La cogió con miedo bajo la atenta mirada de Historia y sus asistentes. Se la aferró todo lo que pudo a su cuerpo y tal y como hicieron contacto, la nena se calmó. Se sentó en el borde de la cama sin poder dejar de observar a la niña. Era una preciosidad, con aquel rostro rosadito y arrugado. Una cariñosa sonrisa se dibujó en el rostro de Mikasa, quien ahora dejaba que la bebé agarrase su dedo índice ante el contacto. Y en ese momento nació un cariño especial entre ambas. Mikasa no podía dejar de observarla, como si estuviera estudiando aquellos recién nacidos rasgos. Historia se sintió agradecida por aquella escena, sintiéndose totalmente feliz por tener a Mikasa a su lado. Era un pilar súper necesario y verla actuar así le dio la calma que necesitaba frente a la tempestad que se estaba formando. —Mikasa. —La llamada no la miró, sólo gimió débilmente a modo de respuesta— ¿La cuidarás pase lo que pase? La pregunta sí que hizo que Mikasa se girase para observarla con intriga y preocupación— ¿Qué quieres decir? —Soy la reina y eso me trae muchos enemigos. Sólo quiero asegurarme de que estará bien. —No le va a pasar nada, Historia. Te tiene a ti y a Eren. Ya hay que tener ganas de intentarlo siquiera. —Historia rió con debilidad ante lo último— Es verdad, pero si te quedas tranquila, por supuesto. —Eren no la ha cogido. Y no sé si la habrá mirado. —La mirada de la contraria se tornó triste de pronto— Y sobre el nombre… Que le pusiera el que me apeteciera. —Mejor. Eren no es de tener muy buen gusto en algunos casos. —Historia volvió a reír con debilidad por los comentarios de su cuñada— ¿Cuál le has puesto? —Ymir. —No sé el porqué, pero lo suponía. —¿Y eso? Alzó los hombros con suavidad— ¿Por qué nos gusta ponerle el nombre de aquellas personas que han sido importantes para nosotros y que ya no están aquí, a nuestro lado? —Supongo que porque así las honramos. Es nuestro mayor agradecimiento hacia ellas por todo lo que nos aportaron mientras estaban con nosotras. Mikasa tragó saliva con fuerza sin poder controlar sus sentimientos. Y así cayó la primera lágrima sobre el frágil rostro de la nena, quien se removió débilmente ante el contacto salado de la misma— Ay, perdón, perdón… —Le susurró mientras le limpiaba con cuidado— Toma, no quiero llorarle encima. —Comentó mientras se levantaba para dejarla sobre los brazos de la rubia. —¿Es Sasha…? Se sentó de nuevo una vez dejó a la criatura sobre los brazos de su madre. No pudo responder porque si lo hacía sentía que su ser se iba a desgarrar y que sólo iba a poder llorar sin ningún control, tal y como le pasó la primera noche tras la misión. Sólo asintió. —¿Y si es niño? —Historia intentaba así cambiar el rumbo del estado de ánimo de su cuñada, pues sabía lo rota y frágil que se estaba sintiendo y el dolor que causaba recordar a aquellas personas que estuvieron, que tanto compartieron y que ya nunca iba a haber un nuevo recuerdo a su lado. —He pensado en el nombre del amigo de Jean, aquel que murió y que también le afectó tanto. —Suspiró de forma tendida— Pero no sé si eso le gustaría, así que estoy rezando sin parar para que sea niña. —Pues voy a rezar yo también. Así Ymir y Sasha se unirán para dar guerra sin cuartel, ¿verdad, pequeña? —Historia empezó ahora a juguetear con su hija. Mikasa las observó con ternura, entendiendo ahora muchas cosas. Entendía cuando había oído comentar aquello de que ser madre cambia tu mundo por completo. Ella aún no lo era como tal, estaba en ese proceso, pero sí que había empezado a notar como todo había cambiado, como sus prioridades habían comenzado a ser otras y como la ausencia y el desprecio que antes parecían ser heridas mortales, ahora habían pasado a convertirse en algo soportable. Su mundo había cambiado de rumbo, de prioridad, y nadie iba a hacerla cambiar de opinión. Si tenía que ir a contracorriente, iría. Si tenía que ir en contra del mundo, iría. Pero lo más importante ahora mismo en su vida era la vida que se estaba creando en su interior. Y la protegería a matar.
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