ID de la obra: 777

Mil motivos para odiarme

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planificada Maxi, escritos 188 páginas, 96.807 palabras, 22 capítulos
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CAPÍTULO 16

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CAPÍTULO 16

Era una noche silenciosa en su totalidad, lo que la dotaba de una majestuosidad que en otro momento igual hubiera disfrutado, mas ahora sentía que todo aquel silencio la ahogaba lentamente y la débil respiración de Emma a su lado no era suficiente como para disipar ni un poco aquella sensación que siempre nacía cuando el sol desaparecía por completo por el horizonte. Cuando la oscuridad reinaba en su interior crecía una angustia difícil de describir. Se instalaba en la boca de su estómago y el terror parecía apoderarse de todo su ser. En otro momento aceptaba la noche, mas ahora la aterraba, pues en algún punto de ella todos los fantasmas se hacían visibles y la carcomían por dentro, motivo por el cual apenas había dejado el orfanato durante las noches. Le daba miedo dormir sola y le daba miedo dejar a Emma dormir sola, pues no podía evitar preguntarse si ella sentía lo mismo, si también, pese a ser tan pequeña, había empezado a convivir con aquellos entes invisibles que iban apoderándose de cualquier tipo de seguridad. Se giró para observarla dormir de forma plácida, girada para ella, con sus manitas bajo su rostro. Le daba envidia, pues ella hacía muchas noches que no lograba conciliar un sueño así. La nena, tal cual la dejó entrar en su habitación, se había olvidado de buscar una propia, por lo que ya era oficial que aquella habitación era la suya y eso se notaba en cómo la había transformado, aunque por el día el resto de niños también se habían ocupado de ella para hacerla algo más propio. Verla así, tan inocente y serena, respondía a su pregunta interna. Cogió aire con intensidad antes de volver a acariciarse aquella abultada barriga, cuyo ser en su interior parecía que también se había dejado caer en un sueño profundo y apenas se movía, por lo que no podía evitar darse pequeños golpecitos a modo de seguridad, queriendo que reaccionase, así que entonces no pudo evitar pensar en su contradicción, pues a veces deseaba que se estuviera quieta y cuando lo estaba, entonces ella hacía lo posible para que aquella criatura se moviera, mas era para calmar la angustia que le crecía al pensar el peor escenario posible por la ausencia de movimiento. Comenzó a hacer repaso de todo lo que había vivido durante aquellos seis meses para ser más consciente aún de lo que había cambiado todo, del cómo una simple acción descontrolada podía girar por completo el rumbo de toda una vida y como, sin quererlo también, había entrado en una espiral agónica de un mal creciente. De entre todas las personas que había en ese mundo, ¿le tenía que haber tocado a ella el descubrimiento de Quinta? Parecía estar destinada a tener que estar metida en aquello, lo cual no le hubiera importado si su situación hubiera sido algo diferente, por poco que fuera. Suspiró con intensidad, haciendo que la pequeña Emma se removiera débilmente para encontrar más comodidad en su posición y para ello, acercó su cuerpecito contra el suyo, aferrándose aún más a ella, lo que la hizo rodar sus ojos con interrogante, como si así fuera capaz de encontrar la respuesta a qué especie de imán tenía para que todas las personas tuvieran que estar sobre ella o pegada a su cuerpo mientras dormían. Historia durmió pegada a ella todas las noches que la acompañó, Emma iba por el mismo camino y Jean también la estaba abrazando cuando despertó en mitad de la noche. Y no pudo evitar susurrar de forma casi imperceptible su nombre al recordarle y sin saber cómo, le vino el inicio de aquella noche, de su mirada totalmente sorprendida tras aquel primer beso. Recordó cómo la acarició la primera vez que se lanzó y su sabor; por primera vez recordaba el sabor de Jean y no pudo evitar relamerse los labios. Recordó el tacto de sus manos cuando se separó de él y de pronto empezó a recordar aquel descontrol. Jean se abalanzó de nuevo sobre sus labios, empezando a besarla con una ansia impropia de su persona. Estaba desesperado, como si quisiera aprovechar cada momento que estaba viviendo con ella. Abrió la puerta de su casa y ahora deseaba volver a aquel momento para volver a ser cargada por su compañero. Su mano izquierda se aferró con fuerza a su muslo derecho y como si conociera su casa la llevó directamente hacia su cama, donde la dejó caer casi sin cuidado. Se rieron débilmente antes de continuar con aquellos besos desesperados, ansiosos y deseados. Jean se quitó su camisa con desesperación y ella no pudo evitar acariciar aquel duro torso. Y se recreó en aquella escena, en aquel torso duro como el metal y en cómo se sentía frente al tacto, pero sobre todo en aquella zona alba con aquella fina fila de pelo, lo que había descubierto que la enloquecía demasiado. No, debía parar con aquellos pensamientos. Se empezó a notar la subida de temperatura y no debía olvidar que estaba acompañada, por lo que lo mejor era centrarse en descansar y así estar preparada para el largo día que se le venía por delante. Carraspeó con debilidad antes de intentar tapar su rostro con la fina sábana que estaba tapando a ambas y ahora de pronto le vino la pregunta de si aquellos cambios drásticos de ser eran los cambios propios de las embarazadas No obstante, fueran o no, debía cambiar el rumbo de sus recuerdos, mas era cierto que pese querer superar a su amigo había llegado al punto en el que tenía que pensar en él para intentar coger el sueño. Si no pensaba en Jean, le era imposible. Empezaba a imaginarse un futuro junto a él, un mundo bonito a su lado, para llamar al sueño y poder seguir con él en el transcurso de la noche, pero en esta ocasión se le había perdido por completo el control de sus pensamientos. Así que debía empezar a regular su necesidad interna y continuar una noche más con aquel mundo imaginario junto a él, pero sin aquella noche por medio. La criatura de ambos vino por gracia divina.

***

Por la mañana temprano había aparecido un agente de la Policía Militar para citarla por la tarde en el cuartel general sin mucha más explicación, consiguiendo que el ambiente en el orfanato se tornarse intranquilo y pesado. Artur se ofreció a acompañarla, mas se negó manteniendo una serenidad que hasta a ella la sorprendió. A ninguno de los presentes le gustó la idea de que fuera sola, pues a saber qué podía pasar. Como salió con tiempo, ahora se vio sobrada del mismo por lo que decidió dar un paseo tranquilo por el mercado antes de dirigirse hacia el cuartel. Su paso era calmado, observando con atención los diferentes puestos que allí había y hubo uno que llamó su atención por completo: el de las telas y lanas. Le gustaba la costura demasiado y en todo aquel tiempo de gestación no se había parado a crearle nada a su bebé, pero es que ni siquiera se había parado a pensarlo. Se acercó al puesto y empezó a observar las diferentes telas con un brillo especial en su mirada. La mujer del puesto se acercó a ella para aconsejarla, tal y como acostumbraba con sus clientas. —¿Es para su bebé? —Mikasa asintió emocionada— Las mujeres tenemos un buen pálpito para el sexo del bebé, ¿niño o niña? Aquella afirmación la dejó aturdida, pues ella no sentía que su pálpito le hubiera servido para nada. Deseaba que fuera niña, pero aquello no la hacía sentir que fuera a serlo, así que igual no se estaba desarrollando de forma correcta, cosa que la puso nerviosa— Pues… Deseo que sea niña, ¿pero cómo sé lo del pálpito? La vendedora no pudo evitar sonreír de forma sorpresiva por aquella pregunta tímida— ¿Es tu primer embarazo? —Mikasa sólo asintió— Pues entonces déjate llevar. ¿Cuál te ha gustado? ¿Y qué quieres hacerle? —Pues… —Una tela beige con formas abstractas blancas fue la que le llamó la atención por completo. La cogió con cuidado antes de alzarla con aquel brillo en su mirada— Le haré un conjuntito. —Esta tela es preciosísima. Además, es muy agradecida porque puedes estirarla un poquitito y para hacerle el cambio, viene estupendo porque no se romperá por poquito que ceda. —La vendedora empezó a darle algunos consejos sobre cómo debía llevar la costura y cómo ponerle los botones para que el bebé pudiera moverse con libertad y poder cambiarle sin tener que desvestirlo por completo. Mikasa memorizaba todo lo que le iba diciendo, siguiendo con sus manos los movimientos de aquella mujer— Además, no tengas miedo por hacérselo un poco más grande. Los bebés crecen por días, así tendrás margen hasta el siguiente cambio. —Entiendo… Entonces debería llevarme otra tela para hacerle otro conjunto. Cuando haya nacido y ya sepa qué es, podré decidir qué hacerle. —Comentó centrando su mirada de nuevo sobre todas aquellas telas y esta vez escogió una tela amarilla— Un poco de color. Y tela para los pañales tienes. —La vendedora asintió mientras se dirigía hacia ellos. Al final salió con el tiempo pegado del puesto, pero lo hacía con cuatro telas para crearle ropita a su bebé, con telas para crearle sus pañales y algún conjuntito ya hecho que le había parecido una monada tras mostrárselo la dependienta. Su paso se aceleró, pues aunque era cierto que el cuartel estaba cerca, si no hacía iba a llegar tarde. Cuando llegó a la puerta principal, una persona que nunca había visto la saludó distante. —Ackerman, ¿cierto? —Mikasa sólo asintió con pausa, estudiando a aquel hombre que se alzaba sobre ella. Tenía una mirada inerte, como si estuviera cargando una penitencia que le iba desgarrando a cada segundo que iba pasando; mirada oscura, apagada, acompañada de unas ojeras oscuras que impactaban a la primera de cambio. Su rostro en general gritaba con fuerza que aquel hombre estaba rogando morir. No era muy fuerte, pero su cuerpo daba pistas de que alguna vez lo fue y su pelo rubio también había perdido cualquier atisbo de brillo pasado— Me llamo Rivo. Te están esperando en la puerta cuatro del pasillo izquierdo. —Anunció escondiendo sus manos en los bolsillos de la chaqueta de su uniforme e iniciando un paso cansado, sin vida, hacia el pasillo izquierdo, el mismo por el que tenía que ir ella— Protege a Emma, por favor. Aquello último la dejó totalmente desconcertada, ¿pues quién era él y cómo sabía de Emma? Mikasa tuvo el impulso de correr tras él, pero de pronto la cantidad de miradas sobre su persona la incomodaron de una forma insultante. Notó como los susurros empezaron a nacer entre diferentes compañeros y como centraban su interés en su abultada barriga, pues al fin y al cabo, la reconocida Mikasa Ackerman estaba embarazada y en la actualidad aquella criatura por venir iba a ser la sobrina de los reyes. Tragó saliva con pesadez antes de dirigirse hacia la puerta que le había comunicado aquel tal Rivo y el alma se le cayó a los pies cuando vio quien la estaba esperando en la puerta cuarto de aquel pasillo izquierdo: Lucas Det. —¡Oh, hola! —La saludó con una falsa alegría. Alzó su mano derecha con entusiasmo, en la cual sostenía una carpeta con bastantes papeles en su interior— Qué puntual eres, eh. —Rió con debilidad antes de mover su mano izquierda con otro falso acto de amabilidad, pues así le daba paso al interior de aquella sala, la cual, para su sorpresa, empezó a intuir de qué iba todo aquello. Caminó intentando mantener la serenidad que había tenido paseando por el mercado, por lo que se abrazó a sí misma y ahora echó en falta la manta de los señores Kirstein para poder abrazarla y sentirse con aquella irreal seguridad que ella consideraba que tenía y que le aportaba. No le correspondió en ningún momento al saludo y cuando pudo ver el interior de la sala, todas las dudas se le disiparon: iba a ser juzgada. Y seguramente querían sacarle información sobre Quinta, así que quién mejor que Lucas para ello. Entró con pausa y en su interior se encontraba un hombre que rondaba los cincuenta, con su pelo canoso y corto, que se dejaba caer de forma tiesa a sus lados. Tenía una mirada profunda y oscura y apenas se podían ver sus labios, ya que los tenía ocultos bajo una densa barba. Era fuerte y grande, por lo que parecía ocupar dos sitios propios en vez de uno. Le dedicó un débil saludo sin hablar, solamente con un débil movimiento de cabeza. La invitó con su mano derecha a sentarse en la silla que tenía al frente, lo cual obedeció para no tardar en escuchar la puerta cerrarse tras ella, consiguiendo que su corazón empezase a latir con muchísima rapidez. —Mikasa Ackerman, ¿ese es tu nombre? —Mikasa sólo asintió con seguridad— Soy el juez Gober y junto al señor Det vamos a corroborar ciertos datos sobre la misión a la que fuiste destinada. No obstante, debido a su estado, si siente cualquier tipo de malestar o siente que no puede continuar, hágalo saber. El rey ha permitido la cancelación del mismo de ser así, ¿vale? —Mikasa se limitó a asentir con debilidad— Por cierto, puede dejar sus cosas en el perchero de la esquina, no hace falta que las cargue. Ante aquello Lucas se aproximó para coger la bolsa que cargaba, mas la morena la agarró con más fuerza— No me molesta, gracias. —Comentó de forma seca sin dirigirle la mirada, haciendo que Lucas chasquease con malestar mientras se dirigía hacia su silla, justo al lado de Gober. —Bien, entonces podemos empezar. Señorita Ackerman, ¿cuál era su misión inicial sobre el territorio de Quinta? —Era una misión de reconocimiento. Quinta había quedado cerrada tras la caída del Muro María y se nos envió con esa idea de explorar territorio desconocido, pero al llegar me reuní con el comandante Luto, quien me pidió confirmar si existía un grupo de supervivientes. —El juez iba anotando cosas en sus papeles, mientras iba de vez en cuando iba dejando salir débiles sonidos de entre sus sellados y ocultos labios. —Visto lo visto su suposición no era errónea y existían. —Mikasa asintió con pausa y con cierta pesadez— La misión duró catorce semanas, ¿cierto? —Un nuevo asentimiento— ¿Y cómo fueron aquellas semanas en el interior de Quinta con los supervivientes? —Al principio fueron ciertamente hostiles, tal y como era de esperar, así que quitando la desconfianza inicial, se portaron de forma gentil con nosotros. —Su mirada estaba centrada al completo en el juez Gober, mas notaba la mirada punzante de Lucas sobre ella, analizando cada palabra y cada movimiento de su cuerpo, intentando saber dónde estaba la mentira que iba a contar y ahí lo supo, ahí se percató de la guerra acababa de comenzar entre ellos. Debía tener muchísima agilidad y rapidez mental para poder sortear las preguntas trampas que se le pudieran presentar, siendo la primera aquella. —¿Cómo pasasteis de aquella hostilidad a la gentileza? —Cuestionó ahora Lucas con calma, consiguiendo que la única mirada que se le dirigiese fuera la del juez Gober; Mikasa la mantuvo sobre éste último. Ahí estaba esa pregunta trampa que esperaba. Ahí estaba aquel primer anzuelo que quería que picase, pues en realidad la causa de aquel cambio de actitud fue la presencia del comandante Luto en sus palabras, quien despertó el más profundo odio sobre Hugo al haber perdido a su familia por su culpa, dando lugar a Emma como consecuencia directa de aquellas investigaciones de Jimmy— Hablando. —Respondió con sequedad. Lucas emitió una molesta y débil carcajada, pues detestaba en mayúsculas a aquella mujer a la que estaba juzgando. La habría mandado a matar hacía tiempo, pero el destino era caprichoso y tenía por hermano al rey, lo que le era una completa jodienda y tener que tratar con ella desde el principio, con su voz, con su simple presencia, le asqueaba. Desde el inicio estuvo en contra por todo y nada le venía bien, mas podía estar orgulloso de su capacidad de convicción y poco a poco fue haciéndose a Eren y Eren a él, por lo que al final fue más fácil de lo esperado el empezar a comerle aquella boba sesera. —¿Y se pueden saber los temas de conversación para que se hicieran aliados? —Juez Gober, me enteré al poco de entrar en Quinta de que estaba embarazada y desde el inicio nos estuvieron observando y analizando, por lo que al ver los primeros síntomas se mostraron afables. Además, desde el principio fuimos sinceros con ellos. El juez asentía tras cada palabra que iba lanzando, continuando con aquel escribir que desde el inicio llevaba— ¿Fue complicado? Negó con debilidad mientras iba bajando su mirada con lentitud y sin poder evitar agarrar ahora con algo de fuerza la bolsa que aún sostenía entre sus manos— Lo complicado fue el final, juez Gober… —Nuestras misiones no son fáciles, señorita Ackerman, pero son parte de nuestra realidad, por desgracia. Nuestro mundo es así de cruel y oscuro, motivo por el que luchamos para intentar que sea mejor, para dejarlo algo más limpio para nuestros hijos… —Entrecruzó ahora los dedos de sus manos mientras se limitaba a observar a la joven, la cual ahora se mostraba totalmente destrozada— ¿Cuánta gente sobrevivió? Fue a responder de golpe, pero algo la hizo parar antes de hacerlo. Alzó su mirada hacia aquellas dos personas y pudo observar cómo de pronto la mirada del juez se acentuó aún más en su persona. Tragó saliva con dificultad, pues sentía que de pronto le faltaba el aire y por primera vez, su mirada sí se dirigió hacia la de Lucas, quien rezumaba ansia sin cesar, como si fuera un animal hambriento frente a un buen trozo de carne. Le faltaba babear. Y la inseguridad volvió a aparecer una vez más, pues aquel juicio se había llevado a modo de trampa para descubrirla del todo, puesto que ella ya dejó claro que sabía más de lo dicho durante el parto de Historia. Volvió a tragar saliva de nuevo antes de bajar su mirada, pues ya no podía mantenerla más y cuando lo hizo, vio aquella cruz azul en la muñeca de la camisa de Lucas, la misma que le vio a Luto cuando se reunió con él. ¿Qué era lo que significaba? Y como si fuera un acto reflejo, su mirada corrió hacia la del juez y allí estaba también. ¿Acaso era una especie de señal para reconocerse entre ellos? ¿Entonces el juez era parte del equipo de Luto, Jimmy y Lucas? Escuchó a Lucas carraspear con nerviosismo al ver que su mirada estaba puesta en aquella cruz, consiguiendo que el juez la escondiera bajo la chaqueta antes de nombrarla con debilidad. —Perdón… Estaba recordando a la gente que se quedó allí… Aunque no fue mucho tiempo, estar codo con codo al final hace que nazca el cariño y… Me apena mucho a día de hoy pensar que les prometí una libertad que nunca llegó… —Cogió aire de nuevo antes de alzar su mirada hacia el juez— Nueve niños. De más de setenta personas. —Y entre ellos, ¿estaba la nieta del comandante Luto? —Mikasa se quedó congelada durante unas milésimas de segundo, las suficientes como para que las últimas palabras de Rivo se clavasen en su mente. Respondió con un seco no— ¿Segura? Mentir está mal… Y más cuando todo está estudiado al milímetro. —¿Entonces por qué no fuisteis vosotros a Quinta a buscar aquello que ansiais? —No pudo contener aquella respuesta, cuya salió de forma automática y totalmente escupida. Se arrepintió, tal cual terminó de formularla el peso del arrepentimiento se posó sobre ella porque había caído en aquella trampa. Sabía que había sido descubierta, que se había dejado ver de más. —¿Qué es lo que ansiamos, Mikasa? —Dímelo tú, Lucas. —A la nieta del comandante Luto. —Lucas se apoyó más sobre la mesa, acercándose así más a la morena, quien le volvía a dirigir la mirada. Una mirada llena de asco y de odio, algo recíproco en ambos. —Me lo hubierais dicho… —Lucas golpeó la mesa con molestia, cortando de golpe las palabras contrarias y consiguiendo que el corazón se le acelerase sin ningún tipo de control, pues visto así Lucas daba el mismo respeto terrorífico que Eren. ¿Lo había aprendido de él? Ella era consciente de que el que Eren la expulsase de su mundo fue por influencia de Lucas, pues no la soportaba, mas la daba igual siempre y cuando pudiera cuidar de su hermano, pero visto lo visto, aquel hombre estaba por encima de ella y tenía bajo su control más poder del que ahora mismo era capaz de imaginar— Ya he dicho todo lo que tenía que decir. —Yo creo que no. —Lucas se levantó con desafío ahora para caminar hacia ella, abrazándola por detrás con fuerza— Porque si es cierto… Sería una pena que tu bebé ya naciera huérfano de padre, ¿verdad? Se removió bajo aquel duro abrazo completamente enfadada, dirigiendo su mirada envenenada hacia él, aunque sabía que todo aquello era una simple fachada y realmente estaba aterrorizada por aquella amenaza que Lucas acababa de verbalizar— ¿Ahora me vais a amenazar? —Gritó totalmente rota sin dejar de removerse enrabietada para intentar deshacerse de aquel abrazo, mas Lucas era mucho más fuerte de lo que aparentaba y la presión que estaba sintiendo era tal que parecía que en cualquier momento sus huesos iban a empezar a ceder. Gimió con molestia. —No es una amenaza… Los accidentes pasan… Mikasa dirigió ahora su mirada hacia el juez, sin poder evitar derramar unas cuantas lágrimas por las palabras de Lucas, las cuales escupía con odio contra su mejilla derecha, acuchillándola de forma invisible. —Basta, Lucas. —Cortó el juez con cierto pesar, consiguiendo que Lucas ahora se separase con malestar añadido por aquello— ¿Quién es la última niña que entró a tu lado? —Emma… No sé su apellido… —No pudo evitar sollozar sin control, por lo que sólo pudo esconder su rostro entre sus manos mientras su cuerpo temblaba sin parar. El juez la observaba con atención y aunque sabía de qué lado estaba, no era capaz de defender aquel tipo de actitud nefasta de su compañero. Asustarla así en su estado era lo más deleznable que Lucas podía hacer en aquel juicio, lo cual se lo hizo saber con la mirada. —El comandante Luto sí que me habló de su hija Virginia… Pero no había ninguna mujer llamada así… O no viva… —¿Virginia murió? —Se limitó a limpiarse las lágrimas sin poder calmar ni un poco el terror que se había instaurado en su interior. ¿Y si lo hacían? ¿Y si por su culpa le hacían daño a Jean? Se había prometido avanzar sin esperarle, pues su actitud le había dejado claro que no quería saber nada y aunque aquello le pinchaba el corazón, era cierto que no se lo podía echar en cara; no obstante, pensar que por su culpa a él podrían herirle o que podría morir era demasiado. Aquello era algo que se escapaba de su control y no iba a poder perdonarse ni un poco el haber sido la causante de algo así. Y volvió a romper a llorar sin poder evitarlo— Mikasa… No le pasará nada… —Murió… En el parto… —Fue lo único que pudo decir— Quiero irme… —Aquello fue más un ruego que una petición. Sentía que le faltaba el aire y se levantó con dificultad, haciendo que el juez Gober rápidamente caminase hacia su lado para sujetarla, mas se separó como si hubiera visto algo terrorífico caminar hacia ella. No podía hablar, las palabras de Lucas se le repetían una y otra vez sin parar mientras caminaba hacia la puerta y cuando fue a abrirla, la misma lo hizo de forma ajena a ella topándose con la figura del comandante Silva, quien no dudó ni un instante en abrazarla con una fuerza paternal, lo que hizo que volviera a romper a llorar sin poder controlarse.

***

Observaba el té que el comandante le había servido escasos minutos atrás. Abrazada a sí misma, no había podido dejar de llorar. Ya no era pena ni culpa, era un llanto extraño que era imposible de cortar, como si Lucas hubiera plantado un terror profundo justamente en lo más profundo de su ser. ¿Qué clase de habilidad tenía él con sus palabras? Si las meditaba tampoco había sido nada del otro mundo y quizá, si la hubiera pillado en otra situación, habría sabido afrontarlo, pero se estaba viendo completamente inútil y que a la mínima sensación de soledad algo despertaba en ella y la hacía perder por completo su control. —Ese juicio ha sido una guarrada. No es ilegal, pero sabemos a qué han ido. —Sólo asintió tras aquellas palabras— Juegan sucio y acaban de demostrar que harán lo que haga falta para ganar. Son unos cerdos. —Comandante… ¿Cómo protejo a mis amigos…? —Sus palabras salieron con dificultad porque Lucas no paraba de sonar una y otra vez en su cabeza— Si fallo… Les harán daño… —Mikasa, cielo, no puedes estar pensando en quienes no están aquí… —Mateo se sentó a su lado para acariciar su espalda con suavidad, intentando calmar a aquella joven que acababan de destrozar por completo— No puedes dejar que ese miedo que te han creado se apodere de ti, niña. Si dejas que vean esa debilidad en ti siempre jugarán con ella. No le va a pasar nada al padre de tu criatura, pero si por algún casual alguna trampa le tienden… No es por ti. —Lo es. —No, Mikasa. —Con su mano libre agarró las dos contrarias, cuyas estaban sujetas entre sí y totalmente impregnadas en lágrimas— No podemos hacernos responsables de todo lo que le pasa a la gente que amamos… Y que ahora te hayan amenazado con él ha sido hasta poca cosa, pues la carta más fácil es la de tu bebé. Así que, por favor, grábate lo siguiente: ni tú ni el padre de tu criatura hicisteis nada mal y tu estado, el resultado de vuestro encuentro, no es motivo para usarlo como ataque ni para desmerecerlo, ¿lo entiendes? —La contraria se limitó a asentir con pausa, meditando en aquello que estaba escuchando por parte de Mateo— Y si quieres sufrir, hazlo, pero es hacerlo de forma gratuita porque o te vas donde está él y le pones la solución que consideres o evitas que esto te derrumbe porque no puedes estar protegiendo a ambos. Su padre es lo suficientemente fuerte y adulto, como tú, como para protegerse a sí mismo, por lo que sólo te queda centrarte en ese ser que se está formando en tu interior. ¿O acaso él dejaría que su mente se apoderase de él allí sabiendo que tú estás en peor situación? Porque la que está rodeada de titanes, la que tiene que vivir con la incertidumbre de si nos van a atacar eres tú, no él. Se soltó del agarre contrario para limpiarse las lágrimas una última vez tras las palabras del comandante, no pudiendo evitar abrazarle con fuerza a modo de agradecimiento— Soy una estúpida. —Susurró con debilidad. —¿Y eso? —Mateo rió con debilidad, correspondiendo al abrazo contrario. —Se me cierra la mente y soy incapaz de razonar nada… —Es lo que tiene el amor cuando se siente en peligro. —Mikasa se apartó con rapidez, totalmente sonrojada por aquellas palabras, pues en ningún momento las vio venir. Negó con la misma rapidez con la que se alejó del comandante, escuchándole carcajear con más rapidez— Oh, vamos… —No… Él me ha demostrado que no quiere nada. —¿Cómo? —No me ha escrito nada en todo este tiempo e Historia hizo porque viniera antes de tiempo y nada. —No puedo poner en duda a la reina y menos cuando es tu amiga, pero… Eren está a su lado y hace no mucho te han amenazado con un accidente para él… —Cogió aire con mucha intensidad tras sus palabras, todo bajo la atenta mirada de la contraria— No sé yo si realmente él está enterado de todo… —Fui a la caseta de correspondencia, comandante… Y todo estaba llegando bien. —Claro, allí todo llega perfectamente, luego hay que repartirlo. —Bebió ahora el primer trago de su té, su momento favorito del día y mejorado cuando contaba con compañía— Sólo tenlo en cuenta, ¿vale? Asintió débilmente mientras dirigía sus manos hacia su tacita de té, la cual saboreó con gusto y agradeció el regusto dulce que dejaba tras de sí— Cambiando de tema… ¿Quién es Rivo? —¿Rivo? —Me recibió en la entrada principal y me pidió que protegiese a Emma… —Buscaré información al respecto porque nunca había oído hablar de él, aunque… —Ladeó su cabeza pensativo— El saber que te estaban juzgando fue gracias a una nota anónima. —¿En serio? ¿Igual de la misma persona? El comandante alzó sus hombros con rapidez antes de hacerle una mueca a modo de no saber nada— Como sea, en cuanto sepa algo te lo haré saber. Lo que me escama es el motivo del juicio. Ya sabemos que después de una misión hay que llevar a cabo un informe, ¿pero qué necesidad había de esto? —Durante el parto de Historia tuve que verme tanto con Jimmy como con Lucas y se me escapó que descubrí que el primero era de Quinta. —Escuchó el gemido de sorpresa que Mateo padre soltó sin poder controlarlo— No dije nada, pero ya era tarde. Me acorraló y yo caí como una idiota. —Pues a veces tampoco es tan malo que sepan, Mikasa. —Aquello hizo que la morena no pudiera evitar entrecerrar sus ojos por la sorpresa de aquellas palabras— Esto es una guerra. No como aquellas que conoces, sino una guerra de desgaste y hay que saber jugar con todo lo que hay sobre el tablero. Juega con la información, juega con los aliados y no temas a errar para hacerte más fuerte. Al principio siempre das más información de la que merece, pero con el tiempo aprendes con quién hablar, en quién confiar, a quién utilizar y con quién contar… Todo eso te lo da la experiencia, así que no te agobies, niña, que todo esto acaba de comenzar. —Y ahí veo un problema… —¿Cuál? —Que acaba de empezar y yo siento que estoy totalmente perdida además, no me quiero enfrentar a Eren… —Es que no estás en el tablero de juego, jovencita. Ahora deberías aprovechar tu estado para tomar un perfil bajo y observar. Ser un búho en medio de la noche que todo lo ve. —Terminó el contenido de su taza de té antes de reír con debilidad— Has empezado con mal pie, pero estoy seguro de que en cuanto nazca tu bebé todo va a cambiar y esa gente no está preparada para verte crecer y proteger a tu criatura hasta la muerte. ¿Sería así? Meditaba las palabras del comandante con pausa y sólo podía preguntarse si de verdad iba a ser así. Oriel le insinuó lo mismo y seguía sin ser capaz de ver la fortaleza del que tanto le habló, menos después del espectáculo que había ofrecido rato atrás en aquel tramposo juicio. Terminó su té también con calma y dejó la copa con cuidado, limitándose a observar los restos del líquido en el fondo de la misma para seguir con su pensamiento. Recordó las palabras de Mimi cuando le hizo aquel comentario sobre su cuerpo, que era fuerte, pero que estaba débil porque se hacía con su energía. ¿Acaso tenía razón y todo era parte de aquel proceso de cambios? Ni ella ahora mismo estaba siendo capaz de soportarse y aunque estaba siguiendo a rajatabla las pautas del médico, todos los días eran una agonía. El miedo a fallar, a perder a su bebé la consumía. El no saber nada de sus amigos, el no ser nada para ellos, la consumía. El verse sola en un mundo tan hostil, la consumía. El imaginar lo que estaba por venir, con una criatura a su cargo sin saber si iba a estar a la altura, la consumía. El haber sido consciente por primera vez de que su existencia podía traer la desgracia a gente que quería, la consumía. Y así con todo, por lo que tan sólo quedaba esperar a ver cuándo iba a perder la cabeza, tal y como lo había hecho Eren. Alzó su mirada de nuevo antes de volver a abrazar al comandante, al cual dejó totalmente sorprendido, mas entendió rápidamente a qué se debió aquel último abrazo y sólo pudo corresponder en silencio. En realidad sentía mucha lástima por aquella joven y por aquel futuro que se le venía por delante. Había hablado con su hijo sobre la incomodidad que sentía tras lo de Quinta y rogó que llevara cuidado, pues la guerra, una cruel y horrible guerra se estaba empezando a alzar y le horrorizaba imaginar, por poco que fuera, los horrores que iba a dejar tras su paso. Así que se juró intentar ayudar, proteger y enseñar lo máximo posible a aquellos que iban a tener que pelearla.

***

La noche empezó a caer cuando salió del cuartel general, cuyo empezó a notarse apagado y ahora sólo empezaba a mantenerse el silencio y la pesadez de los turnos de guardia o de noche. Se abrazó a sí misma una vez comenzó a bajar las escaleras y de pronto vio una figura masculina al final de las mismas. Su corazón empezó a latir con rapidez al verle allí. —Señor Kirstein… —Susurró con apuro, pues había olvidado por completo el cómo se habían quedado en el orfanato después de la citación de la mañana, por lo que seguramente todos estarían agobiados y preocupados por su ausencia después de tantas horas— Perdón, me estuvieron juzgando por la misión de Quinta. —Justificó con tono apenado. El hombre asintió con alivio, notando como posaba una de sus manos en su hombro izquierdo. No se merecía aquel trato tan agradable, menos cuando había provocado tanta preocupación. —¿Ha ido bien? —Preguntó el abuelo de su criatura. Mikasa asintió apurada— Menos mal. Artur y yo decidimos separarnos de primeras para buscarte. He venido aquí directamente y según me dijeran íbamos a cambiar de plan o no. —Os pido perdón por la preocupación. —¡No te preocupes! Es que es escandaloso el que la policía venga a citarte. —El hombre intentó mostrar serenidad, pero al ver sus ojos hinchados por un posible llanto no pudo evitar preocuparse— ¿De verdad que estás bien, Mikasa? Tragó saliva con dificultad, empezando a rezar porque no le preguntase una vez más ya que sentía que iba a romper a llorar en cualquier momento— Señor Kirstein… Yo… —Las palabras no le salían y pronto notó la otra mano de aquel hombre sobre su hombro libre, como si le estuviera transfiriendo sus fuerzas— Hay cosas que están mal aquí, que descubrimos en Quinta… Y me han amenazado, pero no para mí… Sino para Jean y… —¡Oh, por favor! Mi hijo no se merece ni un segundo de tu preocupación, Mikasa. —Jean padre rió con debilidad antes de acariciar su cabeza con una actitud cariñosa— Déjale que se cuide él solito, tú sólo tienes que preocuparte por ti y por el bebé. La actitud del padre de Jean la aturdió, no por nada, sino porque la hizo sentir exagerada ante su forma de actuar, pues de verdad que se había agobiado ante la idea de perder a alguien querido por su culpa, ya que si no se hubiera acostado con él y se hubiera quedado embarazada, ahora Jean no tendría ninguna atadura con ella y no sería el blanco fijo para poder debilitarla a su antojo. Nunca se había encontrado en una situación así, por lo que ahora cualquier cosa mínima, cuya con anterioridad habría podido solventar de una forma fácil, se le hacía todo un mundo. Se sentía como una niña indefensa cuando no debía serlo, pues en breve iba a tener de verdad algo indefenso que proteger. Y ahí lo entendió. Entendió todas las palabras que le dedicaron y por primera vez, sin esperarlo, fue capaz de ver débilmente aquel fuego en su interior, aquel que se había apagado sin esperarlo tras la expulsión de Eren. Mas quedaban chispas que se habían vuelto a prender. Había perdido su confianza de golpe, se había sentido perdida y por eso hizo cosas que nunca pensó que haría, pero no se arrepentía de nada y aquello avivó la chispa de tal forma, que empezó a notar como aquel fuego se había propagado débilmente más allá de lo que estaba en un inicio. —De todas formas, prometo que… —Vas a darme una nieta preciosísima, ¿verdad? —No pudo evitar sonrojarse por aquel corte de Jean padre, quien ahora la miraba con una amplia sonrisa dibujada en su rostro— Ya nos han contado qué nombre le quieres poner y me parece un acto precioso por tu parte, Mikasa. —¿En serio? Yo pensé que era buena idea, pero tras hablar con los señores Blouse sentí que era algo cruel. —En absoluto. Además, que quede entre nosotros, Artur está muy emocionado con la idea, pues me ha contado que desde que se marchó ha evitado pronunciar su nombre, así que… Haces que se sane una herida. Tragó saliva con pena, pues en ningún momento llegó a imaginar algo así por parte del padre de su mejor amiga. Le veía tan fuerte que aquella declaración hizo que algo dentro de sí se le removiese de pena, ya que pensaba que era la única boba que aún lloraba a su amiga y hasta envidiaba la entereza que sus padres tenían tras su pérdida, sintiéndose a ratos totalmente absurda, pero había heridas abiertas que aún estaban por cerrar y eso, la hizo sentir comprendida. —No obstante, si es niño… —¡No, no! No lo menciones, no vaya a ser que la cosa cambie, que somos muchos los que deseamos que sea nena. No pudo evitar carcajear con sorpresa y debilidad ante aquella respuesta, pues había sido demasiado absurda. Estaba de seis meses iniciados y no es que el sexo del bebé fuera a cambiar de golpe por dejar ver la posibilidad de que fuera niño, por muy decepcionante que fuera. —Vale, pues… Esta tarde he parado en el puesto de telas del mercado y mira, voy a crearle unos conjuntitos al bebé. —Le anunció ahora extendiendo sus brazos hacia el contrario mientras abría la bolsa con aquella mirada brillante y totalmente emocionada que se había hecho con ella tras parar en aquel puesto. Estaba emocionada por aquella compra, pues era la primera que se la hacía a su bebé y estaba dispuesta a enseñársela con orgullo a todo aquel que se le pusiera por delante. Jean padre exclamó emocionado por aquellas telas y aunque no entendía de costura, en su mente se había imaginado a su nieta con ellas y era una preciosidad. Las tocó sonriente y ambos se miraron completamente emocionados— Sandra también es muy buena con la costura y creo que está haciéndole también algunas cositas. —Mikasa exclamó emocionada, pues no se esperaba aquello para nada— Y yo tengo reservada una cosita para cuando nazca, pedir el último detalle y poder dárselo. —Muchas gracias, de verdad, pero no quiero que os excedáis demasiado por mi culpa. —¡Para nada! Es verdad que estamos súper emocionados, pero está todo dentro de lo que solemos ser: un poco intensos. —Rió con ánimo antes de querer acariciar la barriga, por lo que hizo una leve seña para ver si tenía el permiso, a lo que Mikasa no se negó y dejó que el hombre la acariciase con cariño. Tras aquel acto de amor de un abuelo hacia su deseada nieta por nacer, comenzaron el camino de vuelta al orfanato, no sin antes buscar a Artur, a quien no tardaron en encontrarlo totalmente agobiado por no encontrar a la morena. Y ahí Mikasa entendió el motivo por el que no debía gastar las energía en Jean, pues debía mantenerlas para proteger y cuidar a quienes tenía a su lado. Ya ajustarán cuentas cuando se vuelvan a ver.

***

Con los dedos de sus manos entrecruzados entre ellos, repetía una y otra vez las palabras de Lucas como si fuera una especie de mantra. Sabía que Mikasa iba a ser juzgada hoy, pero aún no había podido reunirse con Lucas para que él le pusiera al tanto de cómo había ido. No obstante, su plan maestro iba tomando forma según iban sucediendo los actos, algo de lo que le avisó desde el primer momento, por lo que desde por la mañana no había dejado de pensar en el siguiente paso que su compañero le propuso. —Los accidentes pasan… —Susurró Eren bajo la luz de la luna en aquel amplio despacho que le había cedido su mujer en el palacio. Tan amplio que el más débil sonido llevaba a cabo un resonar perturbador y en aquel caso era el repiqueteo de su pie izquierdo en la madera del suelo. No se le movía la pierna sin cesar por nervio o por temor, sino por la emoción de ver algo de claridad en toda aquella oscuridad— Porque los accidentes pasan… ¿Verdad…?
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